Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
El presente texto tiene por objeto situar aquellos elementos que hagan posible dar
cuenta del realismo en el que se inscribe la poética de Juan Rulfo. Elementos que
encontramos en las nociones de narrador, lector y en el análisis de la estructura
misma de la obra. La propuesta es redefinir y resignificar estos elementos, desde
una mirada filosófica, en aras de poder encontrar una adecuada correspondencia
entre el mundo de la ficción y la realidad y no sólo una trasposición literaria de la
realidad.
1
- ¿Qué es?
- ¿Qué es qué?
- Eso, el ruido ese.
- Es el silencio.
Juan Rulfo.
EL REALISMO DE RULFO
José Alberto Rubí Barquero, expresa que aún “son muchos los aspectos de la obra
de Rulfo que no se han estudiado y que vale la pena investigar. Uno de ellos es la
relación que guarda la visión del mundo rulfiana con los planteamientos de la
filosofía existencialista. Sería interesante, por ejemplo, un estudio que comparara el
mundo trágico de Rulfo con el mundo absurdo de Camus o que cotejara la
culpabilidad de que hablan los escritos de Rulfo con la culpabilidad de los
personajes de Dostoiewski o de Kafka.” Al hilo de lo expresado, el presente texto se
inserta en esta perspectiva, con la salvedad de que se hará, sí desde un
planteamiento filosófico, pero indagando sobre la relación que tiene la visión rulfiana
de la realidad, en tanto escritor de lo real, con la filosofía de Clément Rosset, en
tanto filósofo de lo real. Creemos en efecto, que la realidad aludida por Rulfo en su
narrativa hace posible la presencia de cuestionamientos de orden filosófico; por
caso la realidad, de suyo profunda y desconcertante, que parece habernos otorgado
un lugar y un sentir de orfandad y extrañamiento ante toda pretensión de
comprensión de una realidad que nos ha sido dada.
1Cfr. Roberto García Bonilla, Un tiempo suspendido, Cronología de la vida y la obra de Juan Rulfo, México:
Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2009, p. 88. En el año
2
Teniendo esto en claro, partimos de la consideración de que Rulfo lleva a cabo
un gesto que consiste en «dar arrebatando», gesto que se repite no solo en los
personajes y acontecimientos de los cuentos sino en su narrativa misma, gesto que
puede entenderse incluso en alusión a la realidad, lo que constituye, a nuestro
parecer, la esencia del realismo de Juan Rulfo.
1936, Rulfo pretende ingresar a Filosofía y Letras de la UNAM, que se encontraba en Mascarones. No lo
consigue, por lo que asiste como oyente a las clases –y sobre todo a las conferencias- de Antonio Caso,
filósofo; Alfonso Caso, arqueólogo; Vicente Lombardo Toledano, político y filósofo de tendencia marxista;
Eduardo García Maynez, jurista y filósofo del derecho mexicano; Adolfo Menéndez Samará, ensayista y
filósofo; Carlos González Peña, escritor; Julio Jiménez Rueda, escritor y dramaturgo y Justino Fernández,
escritor, historiador, esteta y filósofo.
2 Cfr. Françoise Perus, Juan Rulfo, el arte de narrar, México: Editorial RM/UNAM, 2012, pp. 22-23.
3 Geneviève Fabry y Claudio Canaparo (eds.), El enigma de lo real. Las fronteras del realismo en la
3
¿A qué realidad alude Rulfo en su narrativa? ¿Únicamente aquella acotada por
lo social y geográfico? La propuesta es que se requieren otras formas de abordar la
relación de la narrativa rulfiana con la realidad. En una perspectiva particular, una
de estas formas de abordar la obra de Rulfo consistiría en el análisis estructural de
la obra y estar en condiciones nuevamente de situar ciertos elementos
proporcionados por la narrativa misma que harían posible encontrar una adecuada
correspondencia del mundo de la ficción con la realidad, esto es, que uno de los
elementos fundamentales consistiría en situar nuevamente al problemático narrador
del que hace recurso Rulfo; ubicarlo y otorgarle el papel fundamental que ocupa
dentro de su narrativa; otro más, que no es sino correlato de esta situación del
narrador, sería definir el rol del lector en los márgenes de una implicación y un
distanciamiento respecto de esta nueva luz arrojada sobre el narrador.
Nos han dado la tierra, es el título con el que inicia el primero de los cuentos de El
Llano en llamas, de Juan Rulfo. Esta aseveración queda expandida allende quien la
expresa, ciertamente, pero antes de considerar dicha expansión, convendría situar
a quien la expresa. Situación que constituye uno de los grandes aportes de Rulfo a
la literatura y que consiste en la situación otorgada al narrador que no se
corresponde a un narrador que lo hace desde arriba y desde afuera de lo narrado;
4
tampoco se limita a encasillarlo en una primera o tercera persona, ni incluso lo
difumina ante los diálogos que tienen lugar entre los personajes de la narración.
Esta situación del narrador que de entrada, en cada uno de los cuentos de El Llano
en llamas y en la novela Pedro Páramo, siempre nos conduce a preguntar por quién
narra, o mejor dicho, quién habla, con quién, en dónde, pues el lector no se ve ante
un narrador situado y preciso, sino que da la impresión de que se descubre a alguien
pensando, quizá recordando, o tan sólo hablando consigo mismo; descubrimiento,
que nunca es el dato de entrada sino hasta ya bien avanzados en la narración o al
final de esta. Por si esto fuera poco, Rulfo nos introduce al laberinto de su narrativa
extraviándonos, no sólo respecto del narrador sino que además lo hace respecto
del tiempo y el espacio, nociones fundamentales para la comprensión que son
dejados de lado, por lo que ya no se sabe no sólo quién habla o con quién sino ni
tan siquiera dónde o cuándo, pues los datos que nos otorga no son sino referencias
imprecisas. Así, el narrador, testigo único del acontecimiento que hemos
descubierto en su pensar, en su recuerdo o en su diálogo interior, nos deja en el
extravío. Así, podemos leer en La Cuesta de las Comadres, no al inicio sino hasta
el onceavo párrafo, que el narrador expresa: “desde aquí, sentado donde ahora
estoy”, bien, pero sólo que ¿dónde? Ah, claro, en un lugar jamás dicho; asimismo
es sólo hasta el final del cuento que se sabe que no es sino un recuerdo que tuvo
lugar allí, donde estaba sentado. Otras de las veces, la narración se va conformando
a través de pistas falsas que, conforme se avanza en la lectura del cuento en
cuestión, conducen a verdades menos evidentes, como lo podemos ver en el cuento
de Talpa, cuando el hermano de Tanilo Santos, éste y Natalia su esposa, nos dice
el narrador –que resulta ser el hermano-, han matado a Tanilo. Al final del cuento –
conducidos-, llegamos a saber que dicha muerte de Tanilo Santos fue tan sólo de
causa natural y no fruto de un crimen; la muerte con la que cargan los aspirantes a
asesinarlo, es la de la culpa, que termina matándolos en vida. De la misma manera,
volviendo al cuento Nos han dado la tierra, si bien, es en el segundo párrafo el
momento en que se nos proporciona el dato de que el narrador está en primera
persona, pues se lee: “uno ha creído a veces”; no bien ha terminado el párrafo
cuando este «uno» queda despersonalizado con el uso del «se», “se oye que ladran
5
los perros y se siente en el aire el olor del humo, y se saborea ese olor de la gente
como si fuera una esperanza.” Ya no es «uno» el que escucha ni el que siente ni el
que saborea, entonces ¿quién? Una tercera persona, (es conveniente hacer notar
que curiosamente personne, en francés significa persona, pero también significa
nadie), cualquier persona, nadie, o todos, pues “todo diálogo, en vez de ir de un yo
a un tú, va siempre, en realidad, de un yo hacia sí mismo”5. De esta manera, el
vínculo que existe entre narrador y el lector se pierde, pues al final de cuentas no
se trata de una narración sino de un pensar o un recuerdo desde sí mismo, por lo
que, como nos lo dice Françoise Perus, “ante este mundo enigmático nada está
dicho de antemano, ni para el narrador ni para el lector, por más que el primero se
encuentre rememorando una escena presenciada en el pasado y sepultada entre
sus recuerdos.”6 Es una narración en proceso, pues el narrador del cuento La
Cuesta de las Comadres, expresa: “pero me acuerdo bien de que yo no lo maté.”,
“de eso me acuerdo”, dice al final. El narrador va descubriendo su propia narración,
o mejor dicho, le va llegando el recuerdo; al lector también le va llegando ese
recuerdo narrado.
Nos han dado la tierra, aseveración que, como se dijo al inicio, se expandía
allende quien la expresaba, no es sino el intento de ver que si bien el narrador y el
lector se configuran en la «narración en acto», ésta consiste en que la lectura de los
textos rulfianos no sólo conduce a considerar el texto como tal sino a vernos
implicados en tanto lectores. Visto así, «nos han dado la tierra» ya no sólo es una
aseveración del personaje de la narrativa rulfiana sino también nuestra. Aseveración
que habremos de dilucidar, pues si bien nos apropiamos de dicha aseveración,
conlleva el hecho de no quedarnos en la formalidad de lo enunciado, dentro de los
márgenes del texto, pues “el lector de Rulfo ya no está invitado a “reconocer” el
mundo “real” en el mundo de la ficción, o a ver en acciones y personajes una
trasposición “literaria” de conductas e individuos plausibles en la “vida real”: estas
dimensiones son precisamente las que las narraciones rulfianas dan por
5 Coordinación de Difusión Cultural, Dirección de Literatura, UNAM, La ficción de la memoria, Juan Rulfo
ante la crítica, México: UNAM, 2010, p. 26.
6 Françoise Perus, Juan Rulfo, el arte de narrar…, op. cit., p. 141.
6
conocidas.”7 No se trata, por tanto, de constituirnos en un simple reflejo pasivo del
mundo narrado ni de identificarnos con el personaje narrador y su mundo, sino de
afrontar e indagar, desde lo propio, y por nuestras vías, nuestra realidad
esencialmente problemática, profunda y desconcertante, esencialmente
problemática para la razón que pugna por reflexionar y comprender nuestras
experiencias y relaciones que mantenemos con una realidad que no está del todo
dada.
EL MURO DE LO DADO.
“Juan Rulfo nunca creyó (como lo demuestran sus textos) en los supuestos
“beneficios” del “milagro” mexicano, y mucho menos en la capacidad o la
intención de los gobiernos posrevolucionarios para cumplir con las promesas
de justicia social, democracia política y prosperidad económica para las masas,
de la Revolución […] y serán más bien limitadas las voces que llegarán a
7 Ibíd., p. 27.
8 Geneviève Fabry y Claudio Canaparo (eds.), El enigma de lo real..., op. cit., p. 15.
7
manifestarse en contra y comportarán, con las obras de Rulfo, una visión
pesimista de los resultados de la Revolución.”9
Asimismo, Sergio López Mena nos dice que “desde una perspectiva
irreductiblemente pesimista –palabras de Ignacio Trejo-, Rulfo escribió en torno de
la vida de los campesinos jaliscienses. Con sus carencias y su interior laberíntico,
ellos fueron su modelo.”10 Sin embargo, el mismo autor nos dice respecto al sentido
de El Llano en llamas, “los personajes de El Llano en llamas son trágicos, se hallan
situados sin salida posible en la negatividad y en la destrucción, como algunos
personajes de Dostoievsky y de Valle-Inclán. El gran mural que forma ese pequeño
libro de cuentos está realizado con pinceladas de desesperación, de
autodevaluación, de miedo, de crueldad, de pesada culpa, de ansia de perdón y de
soledad.”11 Y en otro apartado se puede leer: “los personajes que observamos en
la primera obra de Rulfo, El Llano en llamas, son gente miserable. Rulfo los echa a
andar entre laberintos de crímenes y ternuras, ilusiones y tragedias.”12
Por su parte, José Carlos González Boixo, expresa que “al no alcanzar los
personajes ese mundo al que aspiran, la conclusión que se deriva es pesimista […]
la visión pesimista de Rulfo sobre la realidad queda subsanada por la fuerte
aspiración de los personajes por lograr ese mundo feliz […] luego hay que matizar
que, junto a su indudable pesimismo, aparece en la lejanía un mundo de
esperanza.”13
9 Genaro Eduardo Zenteno Bórquez, Luvina, geografía de la desesperanza, encuentro con la desilusión.
México: Universidad de Colima, 2000, p. 41.
10 Sergio López Mena, Los caminos de la creación en Juan Rulfo, México: Universidad Nacional Autónoma
8
aparecen en todo escrito trágico, teniendo por objeto realzar el interés de lo narrado;
son añadidos al espectáculo de las atrocidades tratando de generar una risa, pero
precisamente este efecto buscado por el escritor, lo cual no pone en evidencia sino
su espíritu maquiavélico, se constituye como elemento que aporta un plus de
crueldad a la ya de por sí de la realidad expuesta. Es un matiz que suaviza el tono
cruel de lo narrado, pero que a la vez que lo agrava más.
No está de más, dejar en claro que las opiniones aportadas por los autores
citados, respecto de una visión trágica o pesimista en la obra de Rulfo, están
enmarcadas en el ámbito de la literatura. Cuestión que permite hacer nuestra la
pretensión de insertar una perspectiva trágica desde la filosofía respecto de la
poética de Juan Rulfo.
9
encontrar, a partir de las implicaciones de la narrativa de Rulfo, es decir, ya no sólo
en la semántica textual dentro de los márgenes de los relatos y de lo relatado sino
también en la esencia de la poética rulfiana, implicaciones que no son parte del
relato en sí, y que de seguirlas conlleva salirnos del texto, pues no son parte
consustancial del texto. Sin embargo, y es nuestro argumento y nuestra apuesta, en
ello es precisamente donde se puede encontrar a lo que nos invita Rulfo con su
poética.
Nos han dado la tierra…, como decíamos, aseveración que no es sino la toma
de conciencia de lo trágico de la existencia misma y que “adquiere su sentido más
claro cuando nos damos cuenta de que lo que hay de trágico en el ser es precisa y
solamente su simple cualidad de ser.”15 Expresión a posteriori, cuando ya nos ha
sido dado, cuando ya hemos sido alcanzados por el acontecimiento trágico, como
siempre, sin tomarnos en cuenta. Rulfo no nos da historias lineales sino
acontecimientos, pues “la vida de un hombre nunca es continua. Sobre todo si se
trata de hechos. Los hechos humanos no siempre se dan en secuencia.” 16 Es por
ello que juega con el tiempo, lo elude, lo resquebraja, necesita hacerlo para poder
dar el acontecimiento en su aspereza, a pesar de que ello conlleva una gran
dificultad para el proceder racional en tanto que toda consideración interpretativa y
explicativa tiene como condición la complicidad del tiempo lineal. Pero el
acontecimiento en tanto irrupción no se corresponde a un tiempo lineal sino a un
tiempo inmóvil, es decir, un tiempo que no está orientado del pasado al futuro,
destruyendo con esta inmovilidad la emergencia de sentido. De esta manera, lo que
nos han dado sería únicamente y en primer lugar, el gran acontecimiento de la
existencia misma y, de suyo, de carácter trágico, en tanto inesperado e injustificable,
15 Clément Rosset, El mundo y sus remedios, Buenos Aires: El Cuenco de Plata, 2012, p. 13.
16 Coord. de Difusión Cultural, Dirección de Literatura, UNAM, La ficción de la memoria…, op. cit., p. 519.
10
que irrumpe, que por definición está siempre ya-ahí, repitiéndose en la diferencia.
Mas como nos dice Rosset, ciertamente no todos los acontecimientos son
dramáticos, pero todos irrumpen dramáticamente y en esa medida son trágicos. La
tierra que nos han dado, lo dado, encuentra su justificación en el azar fundamental,
noción que en Rosset se traduce en la total insignificancia de cualquier
acontecimiento, de cualquier pensamiento y de cualquier existencia, en tanto que
no hay nada en lo que pueda fundarse, explicarse o legitimarse, “un dato primero
que por cierto no contradice a la razón, pero que le resulta inconmensurablemente
ajena […] aunque, repitámoslo, no atente para nada contra la integridad de la razón
humana cuando ésta se ejerce en el dominio que le corresponde.”17 Lo dado resulta
por tanto incompatible con la razón, por ello, los personajes rulfianos más que
pensar la realidad, la sienten.
Nos han dado la tierra…, es decir, lo dado, para Rosset, no sólo comparte una
analogía respecto del ser y existir, sino una identidad profunda. Y todo es regido por
el azar, necesariamente. De ahí que Rosset establezca las características de lo
dado, a saber, ser sin razón, ser sin finalidad y ser necesariamente.
11
“Sin razón, sin finalidad, necesario: ése es el triple aspecto bajo el cual se
presenta ante nosotros la noción pura de lo «dado».”18 Es la percepción de ese “ya-
ahí” que es la existencia y que al decir de Rosset, se otorga el crédito a los
fenomenólogos contemporáneos, en particular a Heidegger y Merelau-Ponty, que
se han esforzado por volver a encontrar un “contacto ingenuo” con el ser, ese
“asombro” frente al mundo, que sólo es posible cuando previamente se han soltado
las amarras de todas las determinaciones psicológicas y causales bajo las cuales
tenemos la costumbre de subsumir al mundo. Es la invitación a “volver a este mundo
antes del conocimiento del cual el conocimiento habla siempre, respecto del cual
toda determinación científica es abstracta, significante y dependiente, como la
geografía respecto del paisaje en el cual hemos aprendido primero qué es un
bosque, una pradera o un río.”19 Es el alogon de la existencia, alogon, no contrario
a la razón sino privado de razón o ajeno a ella. Todo esto no apunta a considerar lo
dado en el ámbito de un irracionalismo sino a una ajenidad respecto de la razón;
pero esto, paradójicamente es fruto del razonar que descubre su incompatibilidad
con el ser de lo dado. Toda aprehensión de la existencia se traduce en la toma de
conciencia de su carácter alogon, por lo que tiene que contentarse a andar,
lógicamente, alrededor del ser. En este sentido, nuestra única preocupación es la
simple experiencia del ser.
Ante un panorama de tal talante, podemos suponer que Rulfo no quiere mostrar
tan sólo lo trágico de ciertos acontecimientos, que lo hace, sino mostrar lo trágico
del acontecimiento mismo que es la existencia. Y en ello estriba, a nuestro parecer,
la inscripción de la poética rulfiana en el género literario del realismo.
Rulfo nos ha dicho lo esencial a través de su poética: “aquí así son las cosas”,
“nos han dado la tierra”, no ha dicho más que eso, pero precisamente sólo por eso
es que ha dicho todo: nosotros también estamos ahí y lo dado no tiene qué
responder por nada. Todo lo que es real es justamente eso real que está ya-ahí.
18Ibíd., p. 17.
19Maurice Merleau-Ponty, Phénomenologie de la perception , p. 111, en Clément Rosset, El mundo y sus
remedios…, op. cit., p. 19.
12
CONSIDERACIONES
Si bien nos hemos inclinado a considerar la obra de Juan Rulfo como una poética
portadora de una visión trágica, no se puede negar la validez de otras visiones ya
existentes así como tampoco se puede negar la posibilidad de encontrar otros
modos de abordarla. El modo en que decidimos abordarla se corresponde a los
objetivos propuestos de indagar las relaciones que podrían establecerse entre la
ficción rulfiana y la realidad, en el marco de una visión trágica desde la teoría
filosófica de Clément Rosset.
13
BIBLIOGRAFÍA
López Mena, Sergio, (1993), Los caminos de la creación en Juan Rulfo, México:
Universidad Nacional Autónoma de México.
Perus, Françoise, (2012), Juan Rulfo, el arte de narrar, México: Editorial RM/UNAM.
14