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Este documento resume el concepto de identidad narrativa de Paul Ricoeur y su aplicación a la autobiografía. Ricoeur propuso que la identidad puede entenderse como una combinación de lo permanente (idem) y lo cambiante (ipse) que se articula a través de la narrativa. La identidad narrativa emerge de la configuración de experiencias en una historia de vida. Aunque útil para la autobiografía, Ricoeur evitó explorar este género directamente, a pesar de que su concepto parece encajar bien con él. Varios crí
Este documento resume el concepto de identidad narrativa de Paul Ricoeur y su aplicación a la autobiografía. Ricoeur propuso que la identidad puede entenderse como una combinación de lo permanente (idem) y lo cambiante (ipse) que se articula a través de la narrativa. La identidad narrativa emerge de la configuración de experiencias en una historia de vida. Aunque útil para la autobiografía, Ricoeur evitó explorar este género directamente, a pesar de que su concepto parece encajar bien con él. Varios crí
Este documento resume el concepto de identidad narrativa de Paul Ricoeur y su aplicación a la autobiografía. Ricoeur propuso que la identidad puede entenderse como una combinación de lo permanente (idem) y lo cambiante (ipse) que se articula a través de la narrativa. La identidad narrativa emerge de la configuración de experiencias en una historia de vida. Aunque útil para la autobiografía, Ricoeur evitó explorar este género directamente, a pesar de que su concepto parece encajar bien con él. Varios crí
autobiografía Yo comencé, [mi autobiografía] pero la resolución se desvaneció y desapareció en una semana, así que terminé desechando mi avance. Desde entonces, aproximadamente cada tres o cuatro años he comenzado otros avances y los he desechado. - Mark Twain1
La publicación de Paul Ricœur La mémoire, l'histoire, et l'oubli en el
año 2000 incitó a Le Monde a declararlo "uno de los mejores filósofos contemporáneos de Francia".2 Ricoeur es mejor conocido por su gran tratamiento hermenéutico de la interrelación del tiempo, narrativa e identidad humana que lo llevan a construir una noción ética de identidad narrativa que privilegia la creación. Este concepto clave de identidad narrativa, con su énfasis en la configuración de una identidad que persiste en el tiempo, parece apropiado para la teoría y la práctica de la autobiografía. De hecho, y por razones comprensibles, una serie de críticos literarios han aplicado el trabajo de Ricœur a la autobiografía y ficciones autobiográficas o incorporado su teoría de identidad narrativa en su estudio de la teoría autobiográfica.4 Que la nocion de Ricœur de identidad narrativa se aplique a la autobiografía no es de sorprender, lo sorprendente es que la autobiografía solo aparece en los márgenes del trabajo de Ricœur. Dado que su concepto de identidad parece tener su hogar genérico dentro de la autobiografía, el proceder silencioso de Ricœur invita a la investigación. Este artículo se propone dar a conocer la identidad narrativa y sostiene que el trabajo de Ricœur es impulsado tanto por la preocupación de que los procesos de significación pueden deshacer el sujeto tal como es por el deseo de formular una teoría de la identidad. En efecto, la autobiografía, lejos de afirmar la identidad narrativa, desafía las presuposiciones que sustentan el enfoque fenomenológico-hermenéutico de Ricœur hacia la identidad y el tiempo.
El concepto de identidad narrativa de Ricœur se formuló por primera
vez en el volumen tres de Tiempo y Narrativa. En pocas palabras, la identidad narrativa es una respuesta a la pregunta de cómo una identidad puede mostrar tanto cambio y permanencia. A través de una teoría de la narrativa Ricoeur busca responder a la pregunta ¿quién? y a los problemas del cambio y permanencia. Comienza dividiendo la identidad en dos categorías: idem e ipse. Idem se refiere a una noción de identidad basada en la permanencia, mientras que ipse, descrita como “acción de ser”, puede incorporar el cambio dentro de una identidad reconocible. En tiempo y narrativa, ipse es análogo de identidad narrativa e involucra la lectura y relato de una historia de vida, ya sea real o ficticia, de manera que la figura de identidad que emerge ofrece una nueva visión del ser.
Narrativa, argumenta Ricoeur en Tiempo y Narrativa, media en la aporía
de cambio y permanencia a través de un proceso de 'entramado’ que organiza las contingencias de la existencia en un todo coherente. Esta estructura narrativa se subdivide en dos formas: historia y ficción. Al hacer un caso para la historia narrativa, Ricoeur hace encuestas y críticamente examina las ideas y formulaciones metodológicas de una gama de historiadores como Paul Veyne, Michel de Certeau, Michel Foucault y, en particular, Ferdinand Braudel. La historia, concluye Ricoeur, es una discurso referencial que pertenece al 'qué era' del pasado. En efecto, los eventos de la historia adquieren significado solo a través de la narración, y aunque Ricoeur rechaza la posibilidad de la historiografía con la misma precisión re-presentando el 'qué era' del pasado, él argumenta a favor de la historia como una amalgama mediadora de rastros y lenguaje figurado que nos trae el significado del pasado. En otras palabras, la historia, como texto, se basa en figuras de la literatura, como la metáfora, la metonimia y la ironía, en orden para comunicar el sentido de un mundo ausente que ha dejado su huella en la forma de huellas concretas, el archivo y el testimonio. Sobre la cuestión de la ficción narrativa, Ricoeur argumenta que también se ocupa de la mediación de una experiencia del tiempo cosmológica (que es el científico) y fenomenológica (es decir, personal). En tiempo y narrativa la ficción es sinónimo de la novela y en su algo plano, lecturas de Proust, Mann y Woolf, Ricoeur argumenta que las ficciones novelescas pueden moldear el pasado de maneras no restringidas por los archivos y así dar expresión a 'lo que podría haber sido’ del pasado. Este cuasi-pasado de la ficción, escribe, facilita una redescripción del pasado mediada por la imaginación y las ideas morales de otros y abre nuevas formas de entender el pasado.
La superposición entre el 'qué era' de la historia y el 'lo que podría
haber sido' de las ficciones forma la base de la noción de identidad narrativa de Ricœur. La ficción ofrece versiones alternativas del yo y facilita que el lector pueda sacar conclusiones y tomar decisiones basadas en Información proporcionada por la narrativa. La identidad narrativa se lleva a cabo en tres momentos sucesivos. El primero, al que ricoeur llama prefiguración es la experiencia individual de “estar en el mundo” que es construida semánticamente pero sin forma o figura claras. El segundo momento es el de configuración, donde las contingencias de experiencia son seleccionadas, moldeadas y ordenadas dentro de la trama de la narrativa y el tercer momento ocurre en el acto noetico de entender donde el ser llega a un entendimiento mayor de la experiencia humana a través del tiempo mediante la mediación de la narrativa. Éste acto final desemboca en un entendimiento transformativo del ser de uno mismo en el mundo. En resumen "la rama frágil que surge de la unión de la historia y la ficción es la asignación a un individuo o una comunidad de una identidad específica que podemos llamar su identidad narrativa" (TN, iii, 246). Y, como escribe Ricoeur en el último párrafo de Tiempo y Narrativa, es la búsqueda por individuos, y por las comunidades a las que pertenecen, que forma el "núcleo" de su investigación sobre la aporía de la temporalidad y la poética de la narrativa (TN, iii, 274)
Desde el punto de vista de la autobiografía, lo que llama la atención
acerca de El tiempo y la narrativa es que Ricoeur proporciona dos ejemplos de identidad narrativa, uno de los cuales sugiere que el yo puede ser la fuente de su propia visión al organizar sus experiencias pasadas en una narrativa coherente. El primero es el de una identidad judía basada en la recepción de textos bíblicos. Cita el Éxodo y la historia de David en el Libro de los Reyes como ejemplos de eventos fundacionales que fueron inscritos por los judíos y se convirtieron en parte de un repertorio de narraciones que dan forma a su sentido específico de sí mismos. El segundo se basa en el trabajo clínico de Freud con individuos cuya cura consiste en dar sentido narrativo a los fragmentos de memoria e historias que desordenan su sentido de identidad. Aquí, Ricoeur señala que el sujeto llega al autoconocimiento a través de la construcción de una "historia coherente y aceptable" sobre sí mismo (TN, iii, 247). El argumento de Ricœur es que la identidad narrativa puede explicar el cambio dentro de la configuración general de una vida (un préstamo del Zusammenhang des Lebens de Wilhelm Dilthey) y que el sujeto puede ser tanto el escritor como el lector de su propia vida. Este ejemplo de identidad narrativa trae a la mente la práctica de la autobiografía. Sin embargo, de las siete referencias a la autobiografía en Tiempo y Narrativa, los únicos que influyen en el concepto de identidad narrativa son dos referencias que lo socavan. Ricoeur señala que:
Mientras el análisis literario de la autobiografía confirma, la
historia de una vida continua siendo refigurada por todas las historias verídicas y ficticias que un sujeto narra acerca de sí mismo o sí misma. Ésta refiguración hace a ésta vida como tal, un tejido hecho de historias contadas. (TN, iii, 246)
Él regresa a la autobiografía algunas páginas después admitiendo que
una “investigación sistemática de la autobiografía y autodescripción podría sin dudas verificar ésta inestabilidad en principio de identidad narrativa” (TN, iii, 249). Si la identidad narrativa es inherentemente inestable entonces la autobiografía provee la articulación ejemplar de esa inestabilidad. De cualquier manera, Ricoeur no acepta el reto de la autobiografía. En su lugar, el circunscribe la identidad narrativa dentro de una teoría más amplia de acción ética y el análisis de Emmanuel Levinas acerca de mantener promesas. (TN, iii, 249)
Aunque Ricoeur evade la autobiografía en un esfuerzo para salvar la
identidad narrativa, una cantidad de críticos han aceptado la identidad narrativa en un esfuerzo para entender la autobiografía. Lo cual es comprensible, la identidad narrativa con su interacción de tropo y rastro, con sus transacciones entre las libertades de la imaginación productiva y la restricción del archivo, y con su facilitamiento de una comprensión del ser a través de la narrativa, parece particularmente relacionado con ambos el género y teoría de la autobiografía. De hecho, en muchos aspectos este concepto de la identidad parece tener su hogar genérico dentro de la autobiografía, que para Ricoeur es una forma narrativa retrospectiva en la que el narrador se identifica con el autor y da cuenta de su vida. Janet Varner Gunn, por ejemplo, cita el trabajo de Ricoeur como punto de referencia en su examen de la autobiografía que tiene como título Autobiografía: hacia una poética de la experiencia. De manera similar, Michael Sheringham en su estudio autorizado de la autobiografía francesa se refiere al concepto de Ricoeur de identidad narrativa como uno que “lleva la autobiografía al primer plano como la encarnación perfecta del entrecruzamiento narrativo de la historia y la ficción”. La incorporación de Sheringham de la identidad narrativa en su estudio de la teoría y práctica autobiográfica es completamente convincente. Por lo tanto, más sorprendente es la falta de Ricoeur de compromiso con la autobiografía a pesar de su largo tratamiento de ambos historiografía y la novela (o al menos la novela europea hasta incluir las novelas de Thomas Mann, James Joyce y Virginia Woolf). No parece irracional cuestionar este silencio. Quiero proponer dos posibles lecturas. La primera toma el enfoque de un apologista y mira los comentarios de Ricoeur sobre su propio trabajo como un medio para entender su tratamiento sumario de la autobiografía. El segundo, que forma una conclusión tentativa, sugiere que la autobiografía ofrece un desafío al trabajo de Ricoeur que no solo socava su concepto de identidad narrativa, pero pone de relieve las limitaciones de su uso de textos al servicio de un enfoque filosófico que presupone la precedencia de estar por encima del lenguaje y privilegia el conjunto sobre la parte. Tomando el enfoque del apologista, está claro que desde el 1930s Paul Ricoeur ha estado interesado en la relación entre el sujeto humano y el significado. Su primer libro escrito en solitario, sobre Gabriel Marcel y Karl Jaspers, deja en claro una posición que Ricoeur ha tenido desde entonces. Lo que admira en estos dos filósofos es su argumento de que el presuntamente soberano y auto-transparente ego no puede ser la fuente del significado. Tanto Jaspers como Marcel ven el ego, el moi (francés para yo), como algo que debe trascenderse para alcanzar autoconocimiento. Para Jaspers, tal acto implicaba superar las limitaciones necesarias del cuerpo y la predisposición del carácter, para Marcel fue a través de un compromiso activo con el otro. Ambas posiciones son reformuladas y revisadas a lo largo del trabajo posterior de Ricoeur. Del mismo modo, su atracción por una forma descriptiva de la fenomenología husserliana de fines de la década de 1930 estuvo motivada por una idea de intencionalidad que define el yo consciente por los objetos de su percepción más que por la estructura de su percepción. Sin embargo, Ricoeur sintió que el enfoque de Husserl hacia la fenomenología condujo a una forma de idealismo por otros medios. En respuesta, Ricoeur recurrió a la hermenéutica y a lo que él llamó el desvío del signo. Este injerto hermenéutico fue fundamental para el trabajo de Ricoeur y condujo a su insistencia en que el yo solo podría llegar a una comprensión más completa de sí mismo a través del noético acto de interpretar la noemática a través del lenguaje, más específicamente a través de símbolos, metáforas y narrativa. Tal acto involucra tanto una apropiación del sentido y significado del texto como un descentramiento del ego encarado con la extrañeza del texto. Él señala, por ejemplo en La regla de la metáfora, que el ego autodominante debe intercambiarse a sí mismo por una figura de un ser que emerge de una lectura del texto. ^ * ^ Esta sospecha del ego se hace explícita en un debate entre Jean-Marc Ferry y Ricoeur que siguió a la presentación del documento de 1988 de este último ‘identidad narrativa’. En una respuesta a Jean-Marc Ferry, Ricoeur responde que desconfía de la noción de autorreflexión de Fichte, que el siempre teme el cortocircuito de un yo comunicándose consigo mismo para descuidar al otro. Ricoeur continúa argumentando que la reflexión filosófica debe involucrar un proceso de pensamiento que está mediado y probado a través de los archivos de la historia y artefactos de la cultura como la novela. De hecho, es en este documento sobre la identidad narrativa que Ricoeur reafirma su posición que la identidad narrativa facilita el autoconocimiento. Sin embargo, él describe esta forma de introspección, confirmado por la "epistemología de la autobiografía", como una 'aprehensión intuitiva' que, como consecuencia, requiere un mayor examen de lo que está en juego; en otras palabras, las intuiciones necesitan ser probadas por indagación filosófica. Ricoeur, siempre fiel a la escuela postkantiana de filosofía francesa, busca ir más allá de las intuiciones del ego. De hecho, su noción de identidad narrativa se debe menos al estilo libre de la imaginación artística que a la imaginación productiva de Kant. Así, la identidad narrativa es en gran medida una figura o esquema ordenado, a mitad de camino entre las categorías formales y la inmediatez de la intuición. Dadas estas posiciones filosóficas, parecería que las autobiografías son demasiado cercanas a la intuición ciega, demasiado narcisista, y autoevaluados a tal punto que Ricoeur comenta en su artículo de 1991 sobre identidad narrativa (otra vez llamado 'Identidad Narrativa') que hemos aprendido infinitamente más sobre el ser humano a través de narrativas en tercera persona que a través de la autobiografía. La reticencia de Ricoeur a explorar la autobiografía puede justificarse por su posición filosófica sobre el tema y el significado. Y aun cuando uno examina las referencias de Ricoeur a la autobiografía, lo que emerge no es simplemente una desaprobación del ego, sino un reconocimiento de que la autobiografía desestabiliza la identidad narrativa. Lo que quiero argumentar es que la formulación de Ricoeur de la identidad narrativa no es solo superficial en su consideración de la autobiografía, sino que la autobiografía revela los límites del enfoque hermenéutico de Ricoeur para los textos. De hecho, lo que podemos extrapolar de la posición de Ricoeur es que las ideas autobiográficas son significativas, pero más cercanas a la doxa común que al bien superior que proviene de la investigación filosófica. Y para mí este es el problema. Aunque Ricoeur argumenta a favor de una mediación de autocomprensión a través de textos, subordina el potencial desestabilizador del lenguaje a los principios de la poética aristotélica, en particular la importancia de la composición y la trama que resultan en la subordinación de los eventos casuales a una estructura teleológica . Ricoeur busca estabilizar la significación y salvar la identidad del sujeto apelando a un bien mayor más allá de la identidad narrativa, es decir, una noción coherente de identidad propia que responde éticamente al llamado del otro. Como hemos visto, la noción de identidad narrativa de Ricoeur cambia con el tiempo. Cuando Ricceur formula por primera vez la noción de identidad narrativa en el volumen tres de Tiempo y Narrativa (1985), señala su inestabilidad que ejemplifica la autobiografía. En su artículo de 1988 sobre la identidad narrativa, Ricoeur circunscribe las "intuiciones" de la autobiografía dentro del objetivo más amplio de la identidad personal. A principios de los años noventa, Ricoeur vuelve a la aporía de la identidad en sí mismo como otro y en su segundo artículo titulado "Identidad narrativa". Reconoce textos en los que la identidad del "yo" puede ser sistemáticamente deconstruida por el texto mismo. Ricoeur elabora en sus dos textos su concepto de identidad narrativa con mayor detalle. Esta vez incluye idem, o identidad basada en la igualdad, en la noción de identidad narrativa argumentando que los cuentos populares epitomizan el carácter inmutable del humano mientras que las novelas modernistas, como Der Mann ohne Eigenschaften (Hombre sin cualidades) de Robert Musil, se toman como el paradigma radical de ipse. Recontextualizada como una etapa mediadora entre una teoría de la acción y una respuesta ética al otro, la identidad narrativa en Sí mismo como Otro permite al lector explorar la dialéctica del carácter y la autodidacta en el tiempo y a través de una gama de respuestas morales. Sin embargo, el ejemplo de la identidad narrativa en Uno mismo como Otro no es el mismo del Durcharbeitung freudiano sino el del protagonista principal de cuentos populares y novelas realistas. Es esta forma de identidad narrativa la que invita al lector a identificar o de otra manera con una elección de acción y así le proporciona al lector una identidad narrativa provisional o virtual. Este cambio del talkure freudiano al héroe en tercera persona es significativo porque enfatiza que el yo llega a la comprensión a través de la mediación del otro ficticio más que a través del yo autobiográfico.
Además, son novelas en primera persona singular o proyectos
autobiográficos, como el de Michel Leiris, los que socavan el intento de Ricoeur de formular una noción de identidad narrativa. Ricoeur argumenta que el desenmarañamiento de la identidad narrativa está relacionado con la desintegración de la forma narrativa: La erosión de los paradigmas (...) afecta tanto a la figuración del personaje como a la configuración de la trama. Así, en el caso de Robert Musil, la descomposición de la forma narrativa paralela a la pérdida de identidad del personaje rompe con los límites de la narración y atrae la obra literaria a la esfera del ensayo. Ni es por casualidad que haya tantas autobiografías contemporáneas, la de Michel Leiris, por ejemplo, se aleja deliberadamente de la forma narrativa y avanza hacia el género literario con la menor configuración: el ensayo. {OA, 149)
Dada esta desintegración de un género reconocible y un carácter
identificable, la respuesta de Ricoeur, para estabilizar su concepto de identidad, es transferir su argumento de la narrativa al campo de la acción ética. En otras palabras, cuando los textos socavan la identidad a tal punto que la estructura del "yo" se cuestiona, la utilidad del texto se ha agotado y el sujeto debe buscar la definición en otra parte. En dos ocasiones, en su artículo de 1991 sobre la identidad narrativa, advierte al lector sobre los peligros inherentes al proceso de identificación con las identidades narrativas y, por lo tanto, pasa a subordinar el texto a la acción. El ego, escribe, puede sobre identificarse con el héroe o puede deshacerse por la desintegración de la narrativa 'yo'. Sin embargo, el 'yo' permanece incluso si es solo para hacer la pregunta '¿Quién soy?'. Y la respuesta a la pregunta radica en la respuesta de uno al otro. Por lo tanto, Ricoeur difiere los momentos definitorios de la identidad personal en el mundo de la acción ética. Es el mundo de la praxis, argumenta, el que finalmente estabiliza el significado. Lo llamativo es que la definición de identidad que sigue implica no solo una acción, sino una promesa. Al mantener la promesa de uno al otro, se vincula el discurso a la acción y se define la individualidad:
La justificación propiamente ética de la promesa basta por sí misma, una
justificación que puede derivarse de la obligación de salvaguardar la institución del lenguaje y responder a la confianza que el otro deposita en mi fidelidad. {OA, 125)
Al mantener la palabra de uno, tanto el lenguaje como el sujeto
resisten el cambio a lo largo del tiempo. Esta versión de la identidad narrativa resuena con la preocupación de Ricoeur de definir al yo a través de su respuesta al otro y de lidiar con los cambios forjados por el tiempo a través de un acto continuo de afirmación del yo por las decisiones éticas que uno toma. Al cumplir una promesa, uno estabiliza el lenguaje al traducir la palabra en acción. El impulso, por lo tanto, del argumento de Ricoeur es que el tiempo traiciona la referencia del lenguaje, pero que el individuo puede contrarrestar el efecto del tiempo, en el lenguaje y por extensión en el yo, a través del cumplimiento de una promesa. Pero el argumento podría formularse de manera diferente. Al pasar del texto a la acción, Ricoeur elude la espinosa cuestión de un sujeto constituido por el lenguaje. Porque el intento de fijar cualquier vida en palabras, aunque sea provisionalmente, se ve inevitablemente afectado por la estructura metonímica y complementaria del lenguaje, y una vez inscrito o narrado cada historia de vida está sujeta a interpretaciones adicionales. Es un proceso sin una parada final. Ricoeur se acerca más a abordar este problema en Tiempo y Narrativa cuando reconoce que la vida es un tejido de historias. Sin embargo, en lugar de perseguir la imbricación de la vida y la lógica diferencial de los textos, Ricoeur recurre a la ética. En última instancia, la acción moral define la identidad personal y subsume la identidad narrativa dentro de la mayor causa del orden ético. A sí mismo como Otro pone de manifiesto la debilidad de las presuposiciones y metodologías de Ricoeur. En primer lugar, el trabajo de Ricoeur se basa en la presuposición de que el lenguaje está a disposición del hombre en la búsqueda de significado. Esto podría ser así, pero Ricoeur no problematiza el papel del lenguaje, prefiriendo verlo como una herramienta al servicio del autoconocimiento en lugar de algo eso constituye conciencia y está abierto a lecturas erróneas constantes. En segundo lugar, la metodología de Ricoeur, aunque informada por hermenéutica y la fenomenología, implica un esfuerzo constante para mediar entre opuestos, entre cambio y constancia, por ejemplo. Por lo tanto, Ricoeur, cuando se enfrenta con una aporía, busca encontrar un nuevo término o enfoque para sortear la dificultad. Como resultado de esta forma de dialéctica, se desplaza el problema de una identidad narrativa desentrañada por la narrativa. Un ejemplo de esto se puede encontrar en Tiempo y Narrativa, donde tan pronto como reconoce la inestabilidad de la identidad narrativa que introduce la idea de Levinas del otro. Esta conclusión abierta de Tiempo y Narrativa asegura que Ricoeur tiene que volver a la cuestión de la identidad narrativa durante los años siguientes, cada vez modificando su formulación antes de integrarla completamente dentro de una noción de identidad personal basada en la ética. De hecho, el trabajo de Ricoeur sobre la identidad narrativa proporciona una ilustración perfecta del cambio y el desplazamiento a lo largo del tiempo. Los problemas difíciles planteados por la autobiografía se señalan, pero nunca perseguido, mediado pero nunca investigado. Dirección de obras autobiográficas el compromiso tenso entre el sujeto y la escritura y la ilusión de dibujar las contingencias de la existencia en una configuración que sugiere estabilidad a lo largo del tiempo.
Además, cuando Ricoeur tiene un fallo autoral "I" entre la
superposición de hechos y la ficción, los escritores contemporáneos, como Nathalie Sarraute en Enfance, producen textos que explotan y sacan a relucir las tensiones latentes que existen en el proyecto autobiográfico: las tentaciones de ficcionalizar recuerdos, las tensiones entre las versiones competitivas del yo, la incertidumbre eso erosiona la identidad del "yo" que intenta recuperar el pasado. Finalmente, es interesante que el mismo Ricoeur haya cedido al atractivo de la escritura autobiográfica. En su Autobiographie intellectuelle Ricoeur ofrece una relación de los factores y pensadores que influyeron en su desarrollo intelectual. En su introducción, Ricoeur deja en claro su comprensión de la autobiografía y, a mi entender, resalta la paradoja que caracteriza su trabajo. El escribe:
Una autobiografía es la historia de una vida y, como cualquier otra
narración, es selectiva y tendenciosa. Además, una autobiografía es, en el sentido preciso del término, una obra literaria y, como tal, se basa en la brecha, a veces beneficiosa, a veces entre el acto retrospectivo de la escritura, la experiencia de inscripción y el paso del tiempo cotidiano. Tal brecha distingue a la autobiografía del diario. Finalmente, la autobiografía se define por la identidad y, por lo tanto, la ausencia de distancia entre el protagonista de la narración, es decir, uno mismo, y el narrador que dice "yo" y escribe en primera persona del singular.
El último punto de Ricoeur sobre la relación de identidad entre autor,
narrador y personaje fue formulado por primera vez por Phillipe Lejeune en Le Pacte autobiographique y es un lugar común del argumento de que la autobiografía es un discurso referencial. Lo que Ricoeur agrega a la fórmula es el giro silogístico que iguala la identidad del protagonista y del narrador con la ausencia de distancia entre el protagonista, el narrador y el autor. Esta observación parece contradecir el punto anterior que se refiere a la distancia entre el acto de escribir y la experiencia vivida, en otras palabras, entre la escritura "yo" y el “yo” narrado. Por un lado, Ricoeur se molesta en reconocer su viejo tiempo de compañero de sparring como un factor que separa el acto autobiográfico de lo que se recuerda. Por otro lado, su exclusión de la distancia entre el protagonista, el narrador y el yo autoral podría leerse como un intento de mantener un yo estable a lo largo del tiempo. La posición de Ricoeur atestigua y emplea un "yo" que es un significante autorizado de un yo referencialmente verificable. Y aunque reconoce la dimensión literaria de la autobiografía, no obstante mantiene la integridad de la relación de identidad entre autor, narrador y personaje. Es irónico que lo que viene a la mente aquí es la línea de Barthes, que el "yo" del texto no es lo mismo que el "yo" que escribe el texto y el "yo" que escribe no es el mismo "yo" que es'. Aunque Roland Barthes en sus inicios reduce el tiempo narrativo a una estructura atemporal, es la observación de Barthes sobre el sujeto en constante cambio lo que subraya el efecto del tiempo: hay brechas temporales entre el narrador y el autor y entre el "yo" discursivo y el "yo" que es recordado Al final, ya pesar de su sospecha del ego, es Ricoeur quien mantiene la integridad del "yo" autobiográfico que la escritura autobiográfica contemporánea ha discutido tan a menudo y tan alegremente. El objetivo de Barthes, como el de Ricoeur, es el ego trascendental, y sin embargo, cuando la obra de Barthes reconoce el momento de auto coincidencia constantemente pospuesto, Ricoeur busca ubicarlo, aunque sea provisionalmente, en actos de lectura y respuestas éticas al otro. Y, sin embargo, su constante recurso a la mediación, sus desvíos a través de productos culturales, sugieren que una forma estable de identidad se difiere constantemente. Ricoeur reconoce este proceso de diferimiento pero no analiza el proceso que su trabajo busca en un horizonte ontológico donde el ser se comprende mejor a través de actos. Es este horizonte lo que le permite subordinar la inestabilidad de la identidad narrativa y, en particular, el descarrío de muchos textos autobiográficos, a una comprensión diferida del yo. De hecho, parece claro que las identidades narrativas de las autobiografías son, desde la perspectiva de Ricoeur, reflexiones del yo ontológico, expresiones provisionales del sujeto narcisista que se conoce a sí mismo solo a través de un espejo mimético oscuro. En resumen, el trabajo de Ricoeur ofrece una ética admirable pero un compromiso reacio con los textos autobiográficos que revela la fragilidad, no simplemente del concepto de identidad narrativa de Ricoeur, sino de su uso de la hermenéutica para comprender el yo a través de la mediación de textos.