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La burguesía agraria

Pasando a la burguesía agraria, campesinos ricos propietarios, capitalistas de


las sociedades anónimas y otras empresas agrarias, esta clase está en pleno
desarrollo. En el período franquista ha crecido considerablemente su peso
específico en la economía agraria. Y por tanto en el conjunto de la economía
nacional, así como su peso social y político en el país. La característica de esta
clase hace que su situación sea muy contradictoria. Por un lado sus intereses
coinciden en lo esencial con la orientación esencial de la política del capital
monopolista, que es el desarrollo capitalista del campo. Por otro lado, chocan con
las supervivencias feudales que traban ese desarrollo capitalista y con aquellos
aspectos de la política del capital monopolista que subordinan la agricultura a la
gran industria y tratan de acelerar el desarrollo industrial a costa de la agricultura.

La existencia de la dictadura ha facilitado el desarrollo de esta clase, haciendo


posible tanto desde el punto de vista económico como político el forzar el
desarrollo capitalista de la agricultura. Pero a medida que ha crecido su fuerza
económica y social, a medida que su desarrollo chocaba cada vez más con los
obstáculos antes indicados, la necesidad de un mayor margen de libertad para
defender sus intereses [88] se ha ido haciendo más imperiosa. Por eso, hoy, la
acción de esta clase, utilizando los instrumentos de que dispone: hermandades,
cooperativas, posiciones en el sistema del capitalismo monopolista de Estado, &c.,
es, en general, un factor positivo en el proceso de liquidación de la dictadura y de
paso a nuevas formas políticas. En la etapa posterior a la liquidación del
franquismo, la importancia social y política de esta clase aumentará más aún. Bajo
la presión de las fuerzas obreras y democráticas, de las masas campesinas, la
burguesía agraria puede llegar a apoyar ciertas medidas de reforma agraria más o
menos importantes dirigidas contra el latifundismo, en las que además de los
campesinos pobres y medios podría beneficiarse ella misma. También se
intensificará su lucha contra los aspectos de la política del capital monopolista,
particularmente política de precios, inversiones, comercio exterior, que la
perjudique.

En esta medida la burguesía agraria puede jugar, en esa etapa, un cierto


papel antifeudal y antimonopolista, pero sin olvidar que al mismo tiempo será uno
de los pilares sociales y políticos fundamentales del orden capitalista en el país. El
hecho de que la reforma agraria radical se sitúe entre las primeras tareas de un
poder antimonopolista dirigido por la clase obrera, hace que el antimonopolismo
de esta clase sea más temeroso, más vacilante que el de la pequeña y media
burguesía industrial y comercial que pueden beneficiarse grandemente de esa
reforma agraria radical, al ampliar ésta el mercado interior.

Toda la experiencia internacional enseña a esta clase que una vez


comenzada en esta época una reforma agraria radical, con un poder popular, y sin
éste no hay esa reforma agraria, tarda muy poco en afectarla a ella misma. Hay
diferencias indudables entre los campesinos ricos de tipo medio y las grandes
empresas agrarias capitalistas, anónimas o individuales. Y con esta diferencia
podremos maniobrar en determinadas situaciones, pero hay una comunidad de
intereses muy grande entre esas diferentes formas de capitalismo agrario. Hay
que tener en cuenta, además, la tendencia actual a diferentes formas de
asociación capitalista entre los campesinos ricos para hacer sus explotaciones
más rentables y disminuir sus desventajas en relación con las empresas
capitalistas agrarias más modernas.

Otra cosa son las formas y el contenido de la acción del sistema de


capitalismo monopolista estatal en relación con la agricultura (política agraria,
instrumentos de regulación e intervención). Entre estas formas y las explotaciones
capitalistas agrarias sí pueden existir y existen serias contradicciones. La clase
obrera y las nuevas fuerzas democráticas se benefícian hoy ya de la acción
política de esas fuerzas en la medida en que debilita la dictadura y contribuye al
proceso de cambios políticos. Podrán beneficiarse aún más en la etapa posterior a
la liquidación de la dictadura, en la lucha por determinadas reformas democráticas,
políticas y económicas, que no representen un peligro directo para los intereses
capitalistas de esa clase, sobre todo en la lucha contra los aspectos de la
dirección de la agricultura por el capitalismo monopolista que perjudican al
capitalismo agrario.

El aprovechamiento de estas posibilidades exige del Partido, tanto en la etapa


actual como en la que seguirá a la liquidación del franquismo, una política muy
hábil y flexible, que dirija su filo principal contra las supervivencias feudales y
contra esa política e instrumentos del capital monopolista, pero no contra la
propiedad capitalista agraria. La lucha contra ésta, y primero contra unas formas
que contra otras, será actual en la fase más radical de la revolución democrática,
en su fase socialista.
Burguesía comerciante y financiera

Desarrollo
En el comercio medieval estuvo el origen de la burguesía como clase social. La
actividad comercial definió los perfiles de un nuevo grupo llamado a ejercer un
indiscutible protagonismo en la activación de la economía europea y en su
evolución hacia formas capitalistas. Las principales ciudades portuarias y
mercantiles del Continente constituyeron el ámbito natural de desarrollo de esta
burguesía negociante. Entre ellas cabe contar a Génova, Venecia y Florencia
en Italia; Burgos, Medina del Campo y Sevilla en la Corona de Castilla; Barcelona
y Valencia en la de Aragón; Nantes, Lyon, París y Rouen en Francia; Amberes,
Lieja, Amsterdam y La Haya en los Países Bajos. En el siglo XVI la comunidad
mercantil se hallaba muy internacionalizada. El gran comercio ponía en estrecha
relación mercados distantes, lo que originó la constitución de numerosas y activas
colonias extranjeras en las principales ciudades mercantiles europeas, fenómeno
en el que los italianos fueron pioneros. La burguesía mercantil formaba un grupo
experto en el manejo de las complicadas técnicas comerciales y que controlaba
las redes del tráfico internacional de mercancías. Sin embargo, sus inversiones no
se limitaron al ámbito comercial. A veces mostró interés por la producción
industrial, ideando incluso formas originales y rentables de romper con el
rígido monopolio gremial de la manufactura en el ámbito urbano. En este caso, el
desarrollo de la industria se hallaba íntimamente unido a las estrategias
comerciales. Sin embargo, la inversión industrial burguesa se mantuvo por el
momento en límites moderados, no resultando casi nunca suficiente para activar
un proceso de industrialización a gran escala. Un sector menos productivo desde
el punto de vista del desarrollo económico general fue el préstamo de dinero a
interés, en la doble vertiente de créditos concedidos a particulares y al Estado.
Otro, la adquisición de tierras, a menudo considerada como un medio de
inmovilizar el capital mercantil y de asegurar el ascenso social imitando a
la nobleza terrateniente. Tanto una como otra actividad tendían a convertir a la
burguesía mercantil en clase rentista. El atractivo de estas inversiones consistía
en proporcionar una buena rentabilidad sin los riesgos que implicaban los
negocios mercantiles. La burguesía urbana adinerada se convirtió en prestamista
para el resto de las clases sociales. La alta nobleza no siempre supo conjugar bien
los dispendios ocasionados por su elevado tono de vida con una buena
administración de su hacienda. Ello la condujo con relativa frecuencia a la
necesidad de pedir préstamos a la burguesía. Los campesinos -particularmente
los pequeños propietarios- se veían también constreñidos a endeudarse a fin de
poder realizar las inversiones necesarias para hacer producir sus tierras. En el
caso de que las cosechas fueran buenas podían hacer frente a la exigencia de
devolver las cantidades tomadas a préstamo y de pagar sus correspondientes
intereses. Pero si tenían la desgracia de que sobrevinieran malos años se veían
obligados a deshacerse de sus propiedades, y por tanto de su medio de vida,
malvendiéndolas para hacer frente a las deudas o cediéndolas a los prestamistas
burgueses si habían sido señaladas como garantía del préstamo. De esta forma
los préstamos vinieron a ser, en palabras de Kamen, un instrumento de deterioro y
expropiación del campesinado independiente y fomentaron la conquista de la tierra
por parte de las clases urbanas. Los préstamos al Estado (que en España recibían
el nombre de juros) representaron otro objetivo inversor de la burguesía. Los
monarcas se encontraban a menudo con problemas de liquidez para hacer frente
a sus obligaciones, especialmente cuando concurrían circunstancias de guerra. De
esta manera se veían también obligados a recurrir a empréstitos, incentivados
mediante intereses. Los monarcas españoles del siglo XVI acudieron a este
mecanismo de financiación como expediente hacendístico ordinario. La garantía
de amortizar los préstamos la constituían para la hacienda real la recaudación de
impuestos y los capitales americanos. En un principio los prestamistas de la
Corona eran hombres de negocios de muy diverso grado de fortuna. En las
ocasiones en las que el Estado no pudo hacer frente a los intereses de la deuda
flotante, por adquirir ésta grandes proporciones, declaró la bancarrota, operación
drástica que tenía la consecuencia de abocar a la ruina a los pequeños
prestamistas, defraudados en sus expectativas de recuperar las cantidades
prestadas y de cobrar los correspondientes intereses. En cambio, aquellos
grandes banqueros cuyo capital les permitía capear el temporal, sacaron grandes
beneficios de la situación. Así pues, en condiciones normales la deuda pública
constituyó una forma razonablemente rentable de inversión para la burguesía
urbana, aunque en casos como el español, en la segunda mitad del siglo XVI,
acarreó serios problemas a los prestamistas. Otra forma rentable de relación con
la hacienda real fue para la burguesía la recaudación de impuestos. Los monarcas
se sirvieron frecuentemente de elementos burgueses para la ejecución de esta
tarea. Una fórmula cómoda de recaudación era el arrendamiento de las rentas
reales. Por este procedimiento los administradores de la hacienda concertaban
contratos con personas que podían adelantar las cantidades pactadas a cambio
de hacerse cargo del cobro de los impuestos, naturalmente con beneficio.
LA BURGUESÍA INDUSTRIAL: ORIGEN Y EVOLUCIÓN

Esta clase social, cuyo origen se remonta a la Europa feudal, se convirtió en


germen de un nuevo mundo con el desarrollo del capitalismo. Dicha
transformación culminó entre los siglos XVII Y XIX, por medio de las revoluciones
burguesas.
En el mundo moderno de los siglos XVII y XVIII fue cada vez más evidente la
relación entre los cambios en la organización económica de una sociedad y los
cambios en su organización política.
A lo largo de su historia, cada sociedad va realizando diferentes actividades
económicas y el trabajo de los hombres se va organizando en forma también
distinta. Siempre, en las sociedades antiguas y también —aunque por medios
distintos— en las del mundo moderno, fue necesario que la autoridad política
asegurase la realización de las actividades económicas, la producción de un
excedente y la acumulación de una parte de las riquezas producidas.
Por esto mismo, los grupos sociales que tienen el poder económico en cada
sociedad se proponen asegurar que la autoridad política garantice sus intereses.
A partir del siglo XVII, con el desarrollo de las nuevas actividades económicas,
como el comercio y la industria, los burgueses adquirieron poder económico y
acumularon riquezas. Por primera vez, tuvo poder económico un grupo social —
los burgueses— diferente del que durante siglos ejerció el poder político: la
aristocracia terrateniente. Desde entonces, para los burgueses quedó planteada la
necesidad de producir cambios en la organización política de la sociedad para
asegurar sus intereses económicos.
Su Formación
Originalmente, el término burguesía calificaba tan sólo a los habitantes de
las ciudades (burgos) de la plena Edad Media, derivando más tarde hasta
englobar a una clase social caracterizada por su actividad económica no
agrícola. Para los marxistas, esta clase social era la dominante en el
modo de producción capitalista, poseedora de los medios de producción,
gracias a lo cual podía acumular las plusvalías generadas por el trabajo
asalariado de los proletarios.
La teoría sociológica, desde M. Weber y W. Sombart, contempla a la
burguesía como la clase social que, animada de un espíritu nuevo,
donde priman el individualismo, el esfuerzo personal, la innovación y el
afán de lucro, transforma el mundo feudal en el que nace, hasta lograr
la plena implantación del capitalismo y el estado liberal.
De todas formas, esta clase social no constituye un grupo homogéneo,
sino se dan grandes diferencias entre una alta burguesía, compuesta por
los capitalismo dueños de los medios de producción, que rigen la vida
política y económica en estados liberales, y una pequeña burguesía de
profesionales liberales, funciona empleados medios y pequeños
propietarios y comerciantes que, aunque como muchos rasgos
ideológicos y culturales con la anterior, se encuentra mas cerca
proletariado por su renta y su posición social y política.
El hecho es que el cono de burguesía es muy amplio, y ha tenido
distintos significados y matices a lo largo de la historia, y según las
perspectivas desde las que se ha analizado.
Nacimiento y consolidación de la burguesía
Aunque ya en la Antigüedad existieron hombres de negocios dedicados a
las, actividades mercantiles y manufactureras y vinculados al mundo
urbano, el importante papel de los aparatos públicos en las actividades
económicas no solía mucho margen para la iniciativa privada, por lo que
no podemos hablar de burguesía propiamente dicha. En Europa
occidental, el crecimiento económico y demográfico experimentado a
partir del siglo XI permite el asentamiento de una población cada vez
más numerosa en las ciudades, tanto antiguas como de reciente
fundación (burgos).
Estos burgueses se especializan en actividades artesanas y, cantiles,
que pronto les proporcionan una fuerza económica suficiente para
presionar sobre los señores feudales, de los que obtuvieron libertades
jurídicas, autonomía administrativa y protección para sus actividades.
Sin embargo, no consiguieron distinguirse jurídicamente de la mayoría
campesina de la población, y el esquema social feudal, basado en la
división en tres órdenes o estamentos (nobles, eclesiásticos y
trabajadores o estado llano) se mantuvo inalterado.

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