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GRAVES.
ALUMNAS:
En estos pacientes el dolor pasa a ser una meta en sí mismo, manifestándose en largos
ayunos en el caso de los anoréxicos, ingestas compulsivas en los bulímicos y cortes en
diferentes partes del cuerpo en los pacientes limítrofes como intento fallido de recuperar la
homeostasis perdida o de tramitación del fragmento tóxico-pulsional.
Desde el abordaje que presentamos en este trabajo sostenemos que los elementos que
brinda la Psiquiatría para poder pensar el sufrimiento de estos pacientes resultan
insuficientes.
Desde la diversidad de enfoques que trabajan la temática nos posicionaremos en el
concepto de sujeto bio-psico-social, convencidas de la necesidad de plantear
modalidades de abordaje interdisciplinarias que incluyan el tratamiento del cuerpo del
paciente, la psiquis, la espiritualidad, la dimensión grupal e individual, la familiar y el
contexto o la situación desde una perspectiva dialéctica y psicosocial, integrando los
aportes de los diferentes marcos considerando a la enfermedad como un proceso.
Por lo tanto, proponemos pensar al sujeto como una unidad que no puede ser resignada
al estudio de sus componentes por separado. Pensamos a este sujeto bio-psico-social
manifestándose en su medio a través de conductas adecuadas o inadecuadas con las
cuales el A.T. trabajará en el intento de revisión, modificación o afianzamiento de las
mismas.
CONCEPTO DE SUJETO BIO-PSICO-SOCIAL.
Entendemos que el hombre no es un ser aislado. Si bien es cierto que posee una
naturaleza la misma se relaciona con la construcción social de una serie de normas,
valores, estatutos sociales e instituciones socialmente conceptualizadas en las que se
propone el estudio de un sujeto sujetado a esa cultura, de un ser que es hablado por la
cultura y que posee mirada crítica respecto de su posición o ser - en - el mundo.
Por lo tanto debemos considerar todas las dimensiones que abarcan al sujeto en tanto
objeto de estudio, o paciente.
a) Posee una naturaleza de carácter social: tiene una esencia social, expresada por su
pertenencia a una determinada cultura. Además, antes del nacimiento los factores
sociales ya inciden sobre el feto a través de la madre.
b) El ser humano está siempre “en situación”: forma parte de un contexto cultural
determinado.
c) Tiene posibilidades y limitaciones: hay ciertas conductas que pueden esperarse y otras
que no.
d) Crea símbolos y se comunica mediante el lenguaje: sólo el ser humano tiene lenguaje,
adquirido por medio de la cultura.
f) Transforma la naturaleza: mediante los instrumentos creados para relacionarse con ella
y transformarla para su propio beneficio.
Patologías “alimentarias”:
Para varios autores los llamados “trastornos alimentarios” (anorexia, bulimia, obesidad,
etc) se configuran como una adicción, que se encuentra en un autoerotismo tóxico.
El dolor pierde su función de señal y pasa a ser una meta en sí mismo. A veces dicho
dolor inconsciente, se expresa en una especie de sopor letárgico. El despliegue de las
adicciones podría ser un intento de tramitar y convertir con expresable dicho fragmento
tóxico-pulsional.
Trastornos de la conducta alimentaria.
La aparición de estos trastornos a edades cada vez más tempranas tal vez se deba, en
gran medida, a la mayor penetrancia de los fenómenos culturales relacionados con el
cuerpo y la alimentación, el culto a la esbeltez y a las dietas, a ingesta de suplementos
dietarios, el uso de cremas cosméticas adelgazantes, los tratamientos quirúrgicos y
estéticos corporales y, por otra parte, a la inexistencia de planes de salud desde un
abordaje psicosocial e integral que abarque la prevención primaria comunitaria respecto a
este tipo de trastornos.
Consideramos que los factores culturales y sociales han preparado el terreno para la
emergencia de estas patologías, incluso el TLP asociado a las mismas. La fragilización de
los vínculos, la ruptura del lazo social, falta de referentes en el ámbito familiar y de
modelos identificatorios válidos, las familias disfuncionales, los apoyos sociales
inexistentes o con carencias, el consumismo, la cultura del hombre light, de los fútil, de lo
que no perdura, del no compromiso concurren, desde las series complementarias de
Freud, a la emergencia de estas enfermedades como factores situacionales
desencadenantes de enfermedad.
Son sujetos en general con un alto nivel intelectual, responsables, con alto rendimiento
escolar, inseguros, obsesivos, con presencia de ideas fijas, preocupados por la eficacia y
las apariencias con el objeto de agradar a los demás, altamente sensibles y emotivos.
Las características de la personalidad denotan extroversión, labilidad emocional,
oscilaciones del humor, aumento creciente de la impulsividad y en concordancia con este
último punto una conducta más desorganizada.
El diagnóstico suele ser tardío debido a que la pérdida de peso es bien vista, tanto en lo
familiar, como en el grupo de amigos y en lo social en general. De esta consideración se
desprende que al principio no existe consciencia de enfermedad, salvo cuando aparecen
sintomatologías extremas como los vómitos y el descenso extremo de peso y alteraciones
en la cotidianeidad de las relaciones sociales
Según las series complementarias de Freud existen relaciones causa-efecto para estudiar
el psiquismo. Dirá que son varias las causas que producen un fenómeno psíquico,
arribando a la idea de una sobre-determinación.
A partir de esta última idea propone que hay diferentes cadenas de causas en relación a
un mismo efecto. Desde esta concepción dirá que confluyen:
Una primera serie complementaria está dada por los factores hereditarios y congénitos
(componente constitucional). Se incluyen todos aquellos transmitidos por herencia, por
los genes; en los factores congénitos intervienen todos aquellos que provienen del curso
de la vida intrauterina.
Una segunda serie complementaria está constituida por las experiencias infantiles, que
adquieren una importancia fundamental porque ocurren en una época de formación de la
personalidad y son más decisivas (factores disposicionales).
Anorexia:
Prefieren los alimentos de consistencia liviana, evitando los sólidos. Las papillas o los
purés son los que eligen a la hora de sus ingestas diarias; esto se relaciona con el
pensamiento de que lo sólido engorda, por lo tanto, si tienen que comer algo con estas
características lo mastican durante mucho tiempo, retrasando la deglución. Opera en ellas
el pensamiento mágico y el control omnipotente propios del desarrollo infantil del
psiquismo.
A esta característica se le adiciona el hecho de que suelen tomar largas duchas muy
calientes con la creencia de que el agua caliente derrite la grasa del cuerpo, llegando a
manifestar lesiones en la piel por frotamiento o quemaduras. Si se da este último criterio
ya estaríamos en presencia de determinar que se trata de TLP, puesto que, aunque no se
autolesionen con elementos cortopunzantes lo hacen de esta manera.
En otros casos encontramos anoréxicas que pasan muchas horas al día haciendo
ejercicio para controlar el peso, mediante esta práctica sobre exigen al organismo hasta
puntos críticos sin beber agua para no recuperar el peso perdido. En este último ejemplo
también estamos ante un caso de TLP.
La obstinada búsqueda del cuerpo ideal siempre encuentra los defectos de un cuerpo que
no le satisface. No es infrecuente la utilización de anorexígenos o estimulantes (por
ejemplo, anfetaminas u otros estimulantes) para evitar el hambre o para aumentar su
eficacia. Algunas pacientes muestran únicamente una actitud de restricción de los
alimentos, mientras que otras utilizan laxantes o se provocan el vómito con la finalidad de
disminuir de peso.
En pacientes que ingresan al tratamiento sin poder caminar, teniendo que ser asistidas
para sostenerse en pie, suele aparecer la resistencia a ingerir alimentos, agua o aún los
sueros endovenosos que se les administran para tratar de nivelar el desbalance orgánico.
Tienen la creencia de que aún el suero las llevará a engordar o les abrirá el apetito.
Los pacientes con anorexia manifiestan que prefieren morir antes que engordar. En los
que tienen un diagnóstico dual de TLP suelen aparecer intentos de suicidio ante la
exigencia de ingresar a un tratamiento, situación que es vivida como persecutoria.
Existen páginas en internet donde mujeres y hombres con anorexia enseñan a otros cómo
disimular este trastorno ante la familia. El nombre de fantasía que aparece en estas webs
está relacionado con ANA (por anorexia). Se crea una identidad grupal en la cual cada
uno de los miembros sostiene el compromiso de demostrar ante los demás sus
“progresos” en la pérdida de peso.
Desde esta identidad grupal se reconocen como anoréxicos, pero no registran los graves
riesgos que implican estas conductas.
Es una patología que en estos grupos es naturalizada. No sólo hay una desmentida de los
afectos sino también de la realidad. La vivencia de muerte no se considera cercana,
justamente por la ilusión de control omnipotente sobre el cuerpo.
La anorexia con base en lo social siempre tiene mejor pronóstico que la Anorexia
Nerviosa. En esta última las necesidades del bebé que no han podido ser decodificadas
por la madre generan montos de angustia provenientes de la relación arcaica materno
infantil. Por lo tanto, la patología se manifiesta en el terreno de la alimentación, pero no es
del alimento de lo que se trata. Ante la dificultad de la anoréxica de poner el conflicto que
genera la angustia palabra obtura sus agujeros para salvaguardar su deseo de desear;
aquello de lo que no se habla retorna en el síntoma anoréxico.
Como dice Lacan la anoréxica “consume nada”, en el afán de salvaguardar ese deseo. Si
en las primeras épocas del desarrollo psíquico el sujeto se encuentra en un estado de
impotencia fundamental respecto de la omnipotencia del Otro, en la adolescencia, a
través del NO al Otro, emerge la nada como objeto reparador: entonces el sujeto
conquista una posición de supremacía imaginaria y omnipotente respecto de aquel.
Según Lacan la madre “confunde sus cuidados con el don de su amor” y por lo tanto, se
entromete y ahoga al niño con su “papilla asfixiante”. Esto es una madre que lejos de dar
lo que no tiene (la falta) suministra lo que sí tiene (la comida) y el bebé al negarse a
satisfacer la demanda de la madre, intenta exigirle a la madre que tenga un deseo por
fuera de él.
Bulimia:
Esta preocupación puede diferir en el modo o la manera en que las pacientes perciben la
imagen corporal. La enfermedad, que aparece generalmente en mujeres jóvenes
adolescentes, suele iniciarse después del intento continuo o repetido de realizar una dieta
estricta, con la finalidad de disminuir de peso.
Antes del inicio de la misma es frecuente que los pacientes tengan sobrepeso, pero en
ocasiones están dentro de los límites normales.
Al inicio del trastorno, los episodios de voracidad suelen ser nocturnos y realizados en
secreto; con frecuencia están precedidos por un aumento de la sensación de tensión o
ansiedad, generados por la preocupación excesiva con los alimentos o por no saber cómo
ocupar el tiempo.
Existe una relación entre los trastornos de las conductas alimenticias y los estados
afectivos. En el caso de la bulimia asociada a depresiones la sintomatología afectiva
aparece como secundaria al propio trastorno. Sin embargo, se sostiene que la
sintomatología afectiva no estaría desligada de factores de concurrencias sociales y
psicológicas.
Desde la psiquiatría se toma en cuenta lo que se considera como factor decisivo en este
tipo de trastornos: el estado nutritivo. Éste pareciera ser el responsable de la labilidad
afectiva y de los cambios en el estado de ánimo como la irritabilidad en el paciente en los
casos de Anorexia. El desbalance de los electrolitos afecta la calidad nutricional e impacta
en el sentimiento de insuficiencia crónico, las oscilaciones en el humor y los cambios
repentinos en el estado de ánimo parecen estar en relación con los TLP o Trastorno
Límite de la Personalidad.
De todos modos, se entiende que no es posible pensar en una explicación unidireccional
ni unicausal del fenómeno. Se destaca además el componente de la personalidad por el
que los pacientes tratados hacen hincapié en los rasgos negativos, como factores
responsables de los sentimientos de insuficiencia y pesimismo en los casos de Bulimia.
Los síntomas de los trastornos de la conducta alimentaria se solapan a menudo con los
síntomas depresivos, en relación a la pérdida del apetito en las depresiones y el control
del hambre en la anorexia nerviosa.
Manifiestan estar en total dominio de su cuerpo y dicen saber dónde cortar para que el
corte no resulte letal. En los casos de desborde no pueden controlar la profundidad de los
cortes; pasan al acto y es frecuente que manifiesten ganas de morir, de desaparecer,
sentimientos de inferioridad ante los demás, de menosprecio por su cuerpo, y pueden
llegar al suicidio.
Al igual que en la anorexia existen páginas donde enseñan a realizar los cortes en zonas
estratégicas del cuerpo para que no sean visibles ni riesgosos. Conforman comunidades
que comparten mediante la web sus frustraciones y sus cortes que les aseguran un
sentido de pertenencia, donde los de afuera no los comprenden, pero encuentran en esos
grupos el sostén necesario para continuar con la conducta auto lesiva.
Suelen tener estados anímicos fluctuantes, pasan del amor al odio en minutos. La
diferencia con la depresión mayor es que en esta última no aparecen este tipo de
conductas dirigidas al cuerpo, aunque al igual que en el TLP ambos pueden llegar al
suicidio. Pueden tener episodios psicóticos en una crisis.
Son sujetos que viven con gran intensidad cada uno de los acontecimientos de su vida.
Se caracterizan por tener una alta carga de emotividad, suelen tener manifestaciones
histriónicas, pasan al acto como consecuencia de la incapacidad de controlar la
impulsividad, presentan gran labilidad emocional, reacciones explosivas y hasta violentas,
con manifestaciones de ánimo que lo asemejan al trastorno del estado ciclotímico.
Son propensos al abuso de sustancias, buscan llenar con alcohol o drogas el vacío
existencial que los invade.
La falta de una identidad estable los lleva a relacionarse con grupos de pares con
conductas riesgosas. Esta falta se manifiesta como miedo y hostilidad ante los seres más
queridos.
La ira inapropiada y la falta de control de los impulsos los llevan a desbordarse muy
fácilmente.
La visión de uno mismo se presenta como inestable, desvalida, dependiente, vacía. La
autoestima depende de la emoción que sientan.
Las perturbaciones del TLP suelen tener un origen interno, debido a déficits propios del
sujeto. Estas perturbaciones se podrían relacionar con los factores desencadenantes
estresores, ligados a posibles pérdidas, abuso sexual en la niñez, maltrato.
• Implicación parental alterada: perciben la relación con sus madres como altamente
conflictiva, distante o sin entrega afectiva de parte de ella. La ausencia del padre o
la falta de implicación de éste es un aspecto más decisivo que la problemática con
la madre.
Melanie Klein descubrió que, desde los primeros momentos de vida, los niños construyen
lo que ella llamó fantasmas. Usaba el término "fantasma", distinto de fantasía, para
describir los pensamientos y deseos inconscientes que no son necesariamente reales.
Reservaba el término “fantasía” para referirse a las construcciones conscientes e
imaginativas.
El mundo objeto del bebé muy pequeño consta de objetos parciales, algunos de los
cuales son gratificantes, otros frustrantes, algunos acogedores y otros hostiles, algunos
en el interior y otros en el exterior.
De manera gradual, los bebés perciben que el mundo consta de objetos buenos (que dan
satisfacción y placer) y objetos malos (que producen frustración y dolor).
Los objetos buenos (los gratificantes) son idealizados. El fantasma los eleva a la bondad
absoluta. Los objetos malos son fantasmas creados en representaciones de odio
destilado.
Como el pecho de la madre en ocasiones satisface y otras veces frustra las necesidades
orales del bebé, las formas en que la madre maneja el amamantamiento y el destete
tienen una fuerte influencia en la manera en que el niño aprende a manejar las emociones
de amor y odio.
Las habilidades cognitivas subdesarrolladas del bebé permiten que se apegue a una parte
de una persona o incluso a partes de su propio cuerpo. El bebé trata a la parte como un
todo. Por tanto, no es necesario que la experiencia de la madre en la primera infancia sea
la persona real e íntegra. Al principio, la experiencia de la madre es poco más que un
pezón que sobresale del pecho.
Según la teoría de Klein, el bebé experimenta ese objeto parcial como la fuente de todo lo
bueno o como el agente de todo lo que es frustrante: La madre es deseada y odiada con
toda la intensidad que es característica de los primeros impulsos del bebé.
Desde el principio ama a su madre en los momentos en que satisface sus necesidades de
alimento, alivia sus sentimientos de hambre y le da placer sensual, lo que experimenta
cuando succiona el pecho. Esta gratificación es la parte inicial de la sexualidad del niño.
El significado de la situación se altera de repente cuando los deseos del bebé no son
gratificados. Se suscitan sentimientos de odio y agresión y el niño queda dominado por
los impulsos de arremeter contra el objeto de todos sus deseos que, en su mente, está
conectado con todo lo que experimenta, bueno y malo por igual.
El bebé interpreta que los objetos hostiles lo persiguen y lo atacan. Para defenderse, el
niño incorpora tanto como sea posible de la seguridad y gratificación del pecho bueno y a
la larga extiende sus impulsos "voraces" al cuerpo entero de la madre.
Los impulsos eróticos y agresivos se fusionan en el sadismo infantil, una actitud muy
agresiva hacia los objetos amorosos. Los pensamientos y observaciones de Klein la
llevaron a concluir que el complejo de Edipo se desencadena en el niño durante el
destete, un periodo de máxima frustración tipificado por los impulsos sádicos. En sus
primeros trabajos, Klein al principio reportó observaciones que indicaban la presencia de
un superyó sádico ya desde los dos años de edad.
En contraste con la opinión de Freud del dominio genital en la fase edípica, Klein creía
que las dinámicas del complejo de Edipo clásico sólo emergen cuando se construyen
sobre esos primeros impulsos sádicos, más amorfos y difíciles de controlar.
Al final, Klein propuso que los orígenes del superyó y un complejo de Edipo rudimentario
ocurrían incluso antes, en los primeros seis meses de vida.
Basada una vez más en el trabajo de Freud, Klein distinguió entre una primera fase
agresiva de succión oral y una fase posterior de sadismo oral canibalística. En la primera
parte del primer año de vida durante la fase de succión oral, el niño fantasea con llevar el
pecho a su interior; en la fase posterior canibalística imagina que mastica y devora el
pecho. En esta fase posterior esa fantasía gratifica al mismo tiempo las necesidades
orales y agresivas.
En el segundo y el tercer año de vida, el niño entra en la fase de sadismo anal en que la
atención necesaria en la eliminación queda atada una vez más a los impulsos agresivos.
Klein creía que para el niño la eliminación de las heces adoptaba el significado de eliminar
al objeto amoroso (una "expulsión forzosa" del mismo) vinculado a sus deseos
destructivos.
Entre la fase sádica oral y la fase sádica anal, Klein distinguió una fase de transición
sádica uretral y sus fantasmas asociados. En sus fantasías sádicas orales el niño ataca el
pecho de la madre para lo cual emplea sus dientes y mandíbulas.
En sus fantasías uretrales y anales, busca destruir el interior del cuerpo de la madre y
para ese propósito usa su orina y sus heces. En este segundo grupo de fantasmas los
excrementos son considerados como sustancias ardientes y corrosivas, animales
salvajes, armas de todo tipo, etc. y el niño entra en una fase en la cual dirige todo
instrumento de su sadismo al único propósito de destruir el cuerpo de su madre y lo que
éste contiene.
En lo que respecta a la elección de objeto, los impulsos sádicos orales del niño aún son el
factor subyacente, de modo que piensa en succionar y comer el interior del cuerpo de la
madre como si fuera un pecho.
Cuando el niño fantasea con atacar el interior de la madre, ataca de ese modo
muchísimos objetos internalizados: el infante está atacando a todo un mundo poblado por
objetos hostiles para el sí mismo, que incluyen al padre, la madre, los hermanos y
hermanas. "El mundo transformado en el cuerpo de la madre es un conjunto hostil contra
el niño y lo persigue".
Destruir o ser destruido se convierte en la estrategia del bebé, pero es una estrategia
cargada de culpa y angustia.
Con el desarrollo, el yo infantil se hace capaz de percibir e identificarse con objetos totales
que se aproximan más a la realidad.
Al yo le resulta más fácil identificarse e incorporar los objetos buenos más que los malos
porque los objetos buenos pueden proporcionar placer y porque es probable que los
objetos malos instalados en el sí mismo generen dolor.
Desde el punto de vista del yo, la preservación del objeto bueno internalizado es sinónimo
de su supervivencia. El yo ahora es capaz de entender que la pérdida o el daño del objeto
bueno amenaza su propia existencia.
Con este cambio en la relación con el objeto, hacen su aparición nuevos contenidos de
angustia y tiene lugar un cambio en los mecanismos de defensa.
El infante repite una y otra vez el acto de incorporar el objeto bueno. Cada repetición es
también una prueba compulsiva de la bondad de un objeto mientras el niño trata de rebatir
sus temores acerca del mismo. De esta forma, el niño se fortifica en contra de los objetos
persecutorios y puede fantasear acerca de proteger a los objetos buenos
salvaguardándolos dentro del sí mismo.
El niño descubre que no puede proteger a los objetos buenos internalizados del sadismo
de los objetos malos internalizados. Esto genera angustia acerca de los peligros que
aguardan a los objetos buenos internalizados.
Su nueva capacidad para identificarse con objetos totales ocurre al mismo tiempo que el
desarrollo de su conciencia de que no los puede proteger de la persecución de los objetos
malos o del ello. La desesperación, el remordimiento y la angustia que se derivan de ese
reconocimiento se encuentran en el fondo de numerosas situaciones de angustia sobre
cómo reunir esos pedazos de la manera adecuada y en el momento correcto; cómo elegir
los pedazos buenos y eliminar los malos; cómo traer a la vida al objeto una vez que ha
sido armado; y también está la angustia de sufrir la interferencia en esta tarea de los
objetos malos y el propio odio, etc.
Para esta etapa de su desarrollo, existe una cercana conexión entre amar a un objeto y
devorarlo. Un niño pequeño cree que cuando su madre desaparece se la comió y la
destruyó (por motivos de amor o de odio); es atormentado por la angustia.
El niño teme que sus objetos buenos puedan morir y le aterra que esos objetos muertos
residan dentro de sí mismo. Cada evento que señala la pérdida de la verdadera madre
buena en el mundo de la realidad también indica la pérdida potencial de la madre buena
internalizada en el mundo de fantasía.
La culpa impulsa al amor. Dado que el yo del niño está identificado con el objeto bueno y
puede sentir empatía por su difícil situación, el yo está motivado a compensar al objeto
bueno por todos los actos previos de sadismo en su contra.
A medida que se desarrolla el superyó, los fantasmas del niño de atacar a sus objetos se
encuentran con la culpa.
Los esfuerzos reparativos del niño le abren la posibilidad de amar a nuevos objetos sin
temor o culpa. Reparar es una parte esencial de la capacidad de amar, aumenta la
capacidad del niño para aceptar el amor y asimilar dentro de sí las cosas buenas del
mundo exterior.
En el sentido evolutivo se alude a las fases del desarrollo. La posición esquizoparanoide
se da a los 3 ó 4 meses de vida. Se caracteriza por la relación del bebé con objetos
parciales y el predominio de la ansiedad paranoide y los procesos de escisión.
Este movimiento tiene por finalidad ordenar el caos inicial, el que se desata al nacer. Pero
esa homeostasis intrauterina es irrecuperable. Por lo tanto, sólo resta instituir un esquema
de valores en términos de lo bueno y lo malo para. Apartando lo malo, encontrar algún
alivio. A partir de ahí la búsqueda se orienta hacia una doble vía: huir del objeto malo y
adherirse al bueno.
A lo largo de nuestra vida regresamos una y otra vez a la posición esquizoparanoide cada
vez que la realidad nos amenaza. Sentimos así la imperiosa necesidad de categorizar
todo en términos de bueno o malo.
Esta dualidad bueno-malo es excluyente. Surge lo que se llama pecho bueno y pecho
malo. El pecho bueno es el que alimenta y el malo el que frustra al bebé, el que se
ausenta, el que no llega cuando el bebé lo demanda. Hasta los 3 meses el bebé no tiene
vivencia de estar separado de su madre, porque tampoco hay allí madre. Se trata de un
pecho del que forma parte, por eso hablamos de la parcialidad del objeto. No hay un
vínculo total con una madre sino con una parte de ella, su pecho.
Este vínculo es a doble vía: o de amor al objeto bueno, el que gratifica, o de odio al pecho
malo que se niega.
• La nostalgia: el bebé siente que la madre que alguna vez lo alimentó, puede ahora
no hacerlo.
• Control omnipotente del objeto: con lo que vuelve a ciertos aspectos de la posición
esquizoparanoide.
La pregunta que nos hacemos es: ¿qué se repara allí? Se repara el objeto dañado, la
madre maltratada que alimenta. Pero también el Yo por la correlación sujeto-objeto
presente en el proceso.
Freud establece que, para controlar la ansiedad, el sujeto recurre a ciertos procedimientos
inconscientes llamados mecanismos de defensa. Uno de ellos es la negación, consiste en
negar aquello que nos perturba.
DONALD WINNICOTT.
El afecto preponderante es el dolor (sin matiz afectivo, dolor extremo, sin posibilidad de
ser cualificado, de darle una cualidad, el mismo es percibido como pura cantidad).
En el primer mes de vida se dan fallas en las funciones básicas: regular la temperatura,
en el sueño, en el equilibrio, en el tono muscular, en la respiración, en el descanso. Estas
funciones dependen del vínculo que el bebé va conformando con la figura maternante, es
decir de la función materna: el otro es el responsable del desarrollo del bebé.
Winnicott habla de una madre “suficientemente buena” que esté disponible para “su
majestad el bebé”.
La presentación del objeto como función refiere a que la madre será la mediadora a partir
de la cual le serán presentados los objetos de la realidad al niño, de forma gradual, para
que pueda relacionarse con la realidad concreta y con otros objetos.
Para la construcción de un verdadero self es fundamental que el bebé cuente con una
madre empática y un ambiente facilitador que lo sostenga (holding) frente a la no
integración y desorganización inicial. Los cuidados de la madre permiten que el desarrollo
se inicie sin que se comprometa la unidad psicosomática donde el bebé va integrándose,
relacionándose con el mundo externo (al cual siente como interno) siendo a la vez cada
vez más, él mismo.
También hay fallas en el contexto familiar que no resulta contenedor, desatando así la
vivencia de desamparo.
Aparece la desestimación del afecto como defensa fallida, ya que no dan lugar al sentir.
Saturan el sentir para no sentir, porque el sufrimiento psíquico les resulta intolerable.
Estas patologías se enlazan a una lógica que se desprende de la irrupción de un goce sin
medida que tiende a una descomplejización vital, despojados de toda subjetividad y
desconectados de sus vínculos con el mundo, lo que implica muchas veces una escalada
suicida y el pasaje al acto. Esto nos lleva a una situación sin salida: la enfermedad le
otorga una identidad: “soy anoréxica”. Mejor ser anoréxica que no ser, aunque la trampa
es que la anorexia lleva a la nada misma.
BIBLIOGRAFÍA