Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
http://www.scribd.com/Insurgencia
255
Esta razón funciona como una máquina, un mecanismo. ¿Hace falta por
ello oponerla a la intuición? ¿El espíritu de geometría de la razón que analiza
se opone al espíritu de finura que capta a través de la intuición? En realidad,
podemos considerar la razón como el complemento de la intuición. Pues el
conocimiento supone a priori percepciones, sensaciones, emociones, una
conmoción del cuerpo y la fisiología. La carne proporciona información des-
ordenada, impulsos nerviosos, señales neuronales, energía eléctrica, imáge-
nes transformadas en datos descifrados por el cerebro. La razón realiza un
trabajo de selección, pone en orden y estructura los datos dispersos en sig-
nos inteligibles y con sentido.
El lenguaje y la razón mantienen una relación íntima para producir sig-
nificación. Por un lado, el lenguaje crea sentido, por el otro, el sentido genera
lenguaje. El movimiento de ida y vuelta permanente hace que la razón actúe
y se descubra, se experimente y se manifieste en el lenguaje. Un ser
desprovisto de lenguaje (verbal o no) da pruebas de que su razón está mer-
mada otro tanto; un ser desprovisto de razón ve su lenguaje paralelamente
limitado, contenido, retenido y poco eficaz. La razón se ejerce en el lenguaje
y con él; de la misma manera, el lenguaje se ejerce por la razón. La razón,
http://www.scribd.com/Insurgencia
256
http://www.scribd.com/Insurgencia
259
Filosofía de la embriaguez
Para excitar o apaciguar la imaginación hay un medio corporal, el
empleo de sustancias productoras de embriaguez, de las que algunas,
venenosas, debilitan la fuerza vital (ciertas setas, uñas de oso salvaje, el
chicha de los peruanos y el ava de los indios del Pacífico, el opio), otras la
fortifican, o al menos elevan el sentimiento que se tiene de ella (como las
bebidas fermentadas, el vino y la cerveza, o el espíritu extraído de ellas, el
aguardiente), pero todas son artificiales y antinaturales. El que los toma con
tal exceso que se torna durante cierto tiempo incapaz de ordenar las
representaciones sensibles según las leyes de la experiencia, se dice ebrio o
borracho; y el ponerse voluntaria o deliberadamente en este estado se dice
embriagarse. Todos estos medios servirían para hacer olvidar al hombre la
carga que radicalmente parece haber en toda vida. Esta muy difundida
inclinación y su influencia sobre el uso del entendimiento merece preferente
consideración en una Antropología pragmática.
Toda embriaguez muda, esto es, aquella que no aviva la sociabilidad y
la recíproca comunicación de pensamientos, tiene de suyo algo de afrentoso;
tal es la del opio y la del aguardiente. El vino y la cerveza, de los cuales el
primero es meramente excitante, la segunda más nutritiva y parecida a un
alimento, provocan la embriaguez sociable; hay, empero, la diferencia de que
las orgía de cerveza son más soñadoramente herméticas, frecuentemente
también groseras, mientras que las de vino son alegres, ruidosas y de
chistosa locuacidad.
La incontinencia en el beber en compañía, que llega a la obnubilación de
los sentidos, es sin disputa una falta de decoro en el varón, no solo por
respeto a la compañía con que se entretiene, sino también por respeto a la
propia estimación, cuando sale tambaleándose, o al menos con paso
inseguro, o meramente balbu-
http://www.scribd.com/Insurgencia
260
ciendo. Pero también cade aducir muchas cosas para mitigar el juicio obre
semejante vicio, ya que tan fácilmente puede olvidarse y traspasarse el límite
del dominio de sí; pues el anfitrión quiere que el invitado salga gracias a su
acto de sociabilidad plenamente satisfecho [...].
La despreocupación, y con ella el descuido de que es causa la
embriaguez, es un sentimiento ilusorio de acrecentamiento de la fuerza vital;
el embriagado no siente los obstáculos de la vida, en cuya superación se
ocupa incesamente la naturaleza (y es en lo que consiste la salud), y es
dichoso en medio de su debilidad, mientras la naturaleza pugna realmente en
él por restablecer de un modo gradual su vida mediante un paulatino
incremento de sus fuerzas. Las mujeres, los eclesiásticos y los judíos no
suelen emborracharse, o al menos evitan cuidadosamente toda apariencia
de ello, porque son civilmente débiles y tienen necesidad de continencia
(para lo cual es absolutamente indispensable la sobriedad). Pues su valor
externo descansa meramente en la fe de los demás en su castidad, su
piedad o su ley separatista. Pues por lo que concierne a esto último, todos
los separatistas, esto es, todos aquellos que no se someten meramente a la
ley pública de un país, sino además a una ley especial (sectaria), están,
como gentes aparte y presuntos escogidos, preferentemente expuestos a la
atención de la comunidad y al rigor de la crítica; tampoco pueden, pues, ser
negligentes en la atención que se presten a sí mismos, porque la
embriaguez, que suprime este cuidado, es para ellos un escándalo.
De Catón dice su estoico admirador: «Su virtud se robusteció con el vino
[...]», y de los antiguos teutones un moderno: «Tomaban sus resoluciones
(cuando se trataba de decidir una guerra) bebiendo, a fin de que no
careciesen de energía, y reflexionaban sobre ellas pasada la embriaguez, a
fin de que no careciesen de sentido».
El beber desata la lengua [...]. Pero también franquea el corazón y es el
vehículo material de una cualidad moral, a saber, la franqueza. La reserva en
los propios pensamientos es para un corazón puro un estado opresivo, y
unos bebedores jocundos no toleran fácilmente que nadie sea en medio de la
francachela muy moderado; porque representa un observador que atiende a
las faltas de los demás, pero reserva las suyas propias. También dice Hume:
«Es desagradable el compañero de diversión que no olvida; las locuras de un
día deben ser olvidadas para hacer lugar a las del otro». En la licencia que el
varón tiene para rebasar un poco, y
http://www.scribd.com/Insurgencia
261
http://www.scribd.com/Insurgencia