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Antropología
38
Volumen
2004
CONSEJO EDITORIAL
Lyle Campbell, Universidad de Canterbury
Milka Castro, Universidad de Chile
Mercedes Fernández-Martorell, Universidad de Barcelona
Santiago Genovés, Universidad Nacional Autónoma de México
David Grove, Universidad de Illinois, Universidad de Florida
Jane Hill, Universidad de Arizona
Kenneth Hirth, Universidad Estatal de Pennsylvania
Alfredo López Austin, Universidad Nacional Autónoma de México
Joyce Marcus, Universidad de Michigan
Katarzina Mikulska, Universidad de Varsovia
Kazuyazu Ochiai, Universidad de Hitotsubashi
Claudine Sauvain-Dugerdil, Universidad de Ginebra
Gian Franco De Stefano, Universidad de Roma
Luis Vásquez, CIESAS Occidente
Cosimo Zene, Universidad de Londres
E DITORES ASOCIADOS
Yolanda Lastra, Universidad Nacional Autónoma de México
Rodrigo Liendo, Universidad Nacional Autónoma de México
Rafael Pérez-Taylor, Universidad Nacional Autónoma de México
Carlos Serrano Sánchez, Universidad Nacional Autónoma de México
E DITOR
Lorenzo Ochoa, Universidad Nacional Autónoma de México
Resumen: El ritual del autosacrificio fue uno de los comúnmente practicados en las
culturas mesoamericanas, ya que se encontraba inmerso en su organización social. En cul-
turas como la mexica era realizado tanto en festividades sujetas al calendario como en
otras de carácter excepcional, motivo por el cual en muchos casos se volvió parte de la
vida cotidiana de la población. La presente reseña intenta dar un panorama general
sobre la ejecución de este ritual a través de la historia de algunas sociedades como la
olmeca en el periodo Preclásico, hasta la ya mencionada mexica del Posclásico, siendo
esta última en la que nos hemos enfocado principalmente.
Abstract: The bloodletting ritual was one of the most common practices in mesoamerican
cultures, because it was immersed in their social organization. Since in several cultures,
like the Mexica, bloodletting was practiced both in calendar fest and in others of excep-
tional nature, in many cases, it was part of the population’s common life. This review
tries to give a general view about this practice through the history of many societies, like
the Olmec of the pre-classical period and the Mexica of the post-classical, which is the
focus of this study.
sangre extraída de alguna parte del cuerpo como la lengua, las orejas, los
brazos, las piernas etcétera; es decir, lo que se denomina normalmente como
autosacrificio, las punciones voluntarias en las que el hombre ofrece su
propia sangre.
Este ritual de sangrar el cuerpo tenía por objeto provocarse dolor físico
y obtener el líquido vital para ofrendarlo a las deidades; fue un rasgo común
entre los mexicas y sus contemporáneos, lo practicaba todo tipo de personas
sin importar edad, sexo o condición social. La penitencia corporal era un medio
para fortalecer moral y físicamente al individuo, sobre todo cuando se encon-
traba en la adolescencia y en los primeros años de la juventud (López Austin,
1996: 438-439).
Las partes punzadas del cuerpo eran varias, pero las más socorridas eran
los puntos de los cuales se podía obtener sangre en abundancia, es decir,
donde la sangre fluía más fácilmente como la cabeza, las orejas, la lengua, las
yemas de los dedos, los molledos de los brazos y las pantorrillas. El hecho de
que varios escritos mencionen el penetrar o cortar el lóbulo de la oreja, demuestra
una particular santidad o significado asociado con este órgano (Zelia Nutall,
1968: 15).
En otras ocasiones, como indica López Austin, las partes punzadas podían
ser las que en forma directa se relacionaban con la petición. Por ello, los pintores
y los tejedores, que obtenían sus facultades artísticas de Chicomexóchitl y de
Xochiquétzal, entregaban a estas diosas la sangre de sus dedos y de sus párpados.
La sangre tenía como función fortalecer y hacer vivir y crecer a la gente. La fuerza
vital contenida en la sangre podía ser comunicada por contacto ya con el propio
organismo del que había brotado, ya con personas extrañas (López Austin,
1996: 179). Por ejemplo, durante la fiesta de Etzalcualiztli, los sacerdotes de
todos los templos se cortaban las orejas con navajas de obsidiana y se untaban
en el rostro la sangre extraída (Sahagún, 1989, I: 124). En otras ocasiones, la
untaban a los ídolos.
Durante toda su infancia, el ser humano era protegido con recursos mágicos
y religiosos, con los que se pretendía alejar las fuerzas nocivas y captar el favor
de los dioses. Dichos recursos implicaban, por supuesto, la punción de varias
partes del cuerpo. Por ejemplo, a los niños y niñas dedicados al servicio de
Tezcatlipoca les hacían desde temprana edad cortes en el pecho, en el vientre, en
los molledos de los brazos y en las muñecas como señal de que quedaban al
servicio de este dios y, por ende, bajo su protección (Sahagún, 1989, I:122).
La extracción de sangre no era la única forma de mortificación empleada
entre los mesoamericanos. También se recurría a los ayunos, a la abstinencia
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Figura 1. Personaje femenino (Lady Balam-Ix) pasa una cuerda a través de una herida hecha
en su lengua. Dintel 17 de Yaxchilán, Chiapas. (Dibujo de Fernando Carrizosa).
Figura 2. Personaje autosacrificándose al traspasarse la lengua con una vara de madera. Estela
huasteca proveniente de Huilozintla, Veracruz. (Dibujo de Fernando Carrizosa).
cados al culto de esta deidad. Para Torquemada (1986, I: 257), los sacrifican-
tes eran los mozos y mozas que estaban recogidos en el templo de esta
deidad, quienes se punzaban con púas de maguey.
• Etzalcualiztli: festividad en honor a los tlaloque. Los sacrificantes eran los
sacerdotes de todos los templos, quienes se sangraban las orejas con púas
de maguey y navajas de obsidiana como parte de la penitencia que tenían que
realizar cuatro días antes de la fiesta (Sahagún, 1989, I: 124).
• Pachtontli o Teotleco: festividad en honor a Huitzilopochtli. Toda la gente
se sangraba en el templo el pecho, la lengua, las orejas, los molledos y las
pantorrillas, pasando por las heridas cordeles, cañas y pajas en agradeci-
miento a esta deidad por haberlos visitado. De acuerdo con Durán (1967,
I: 157), ésta también era una fiesta en honor a la diosa Xochiquetzal. Toda
la gente se sacrificaba con lancetas la lengua y pasaba unas pajas por la herida,
arrojándolas ensangrentadas delante de su imagen para expiar las culpas
por algún pecado o delito cometido. Esto lo hacían en el templo de dicha diosa.
Según el Códice Vaticano Latino 3738 (1964: 152), el nombre de esta fiesta
proviene de pachtli, nombre de una planta parásita que crece sobre los árboles
con la que confeccionaban una bola, la cual ponían dentro de un recipiente para
ensartar en ella las espinas de maguey que se empleaban en el autosacrificio.
La llamaban zacatapayolli, esta penitencia sangrienta y el uso de tales bolas
dio el nombre a la fiesta del pachtli (figura 3).
• Quecholli: festividad en honor a Huitzilopochtli de acuerdo con Sahagún (1989,
I: 157), y en honor a Mixcóatl y Tlamatzíncatl según Torquemada (1986, I: 281).
Tanto en una versión como en la otra, los sacrificantes eran toda la gente, tanto
chicos como grandes. Se punzaban con saetas las orejas y untaban la sangre en
las sienes y el rostro. Esto lo hacían en honor de los venados que iban a cazar
durante los cuatro días que tardaban en hacer dardos y flechas para la caza.
• Panquetzaliztli: festividad en honor a Tezcatlipoca y Huitzilopochtli. De
acuerdo con Las Casas (1997, I: 187) y Motolinía (1973: 16-17), los sacrifican-
tes eran toda la gente. Según el primero, en los templos de estas deidades
se sangraban con puntas de maguey y navajas de obsidiana. El segundo
autor no menciona los instrumentos empleados para tal fin. Ambos indican
que las partes del cuerpo que se sacrificaban eran las orejas, la lengua, los
molledos de los brazos, el pecho y los muslos para ofrendar a dichas
deidades la sangre extraída en papeles. Sahagún (1989, I: 160-166) menciona
que las mujeres y los hombres dueños de los esclavos que sacrificaban en
esta fiesta, se sangraban las orejas cuatro días antes de ésta con cuatro
puntas de maguey, echando posteriormente una al agua, otra la hincaban
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a la orilla del agua y las dos restantes, las ofrecían a la imagen que estaba
en el oratorio de Ayauhcalco. Todo esto se hacía en penitencia por los esclavos
que iban a sacrificar. También indica Sahagún que durante la fiesta se entablaba
un pleito entre los ministros del templo y los mozos del Telpochcalli. Los
primeros se sacrificaban las orejas, los molledos de los brazos, el pecho y los
muslos, en caso de perder la batalla contra los segundos.
• Atemoztli: festividad dedicada a los tlaloque, de acuerdo con Sahagún (1989,
I: 167), y a Huitzilopochtli, de acuerdo con Durán (1967, I: 287). Mientras
que el primero señala que los sacrificantes eran todos los sacerdotes, el
segundo indica que los ofrendantes eran la población en general. Se
sangraban la lengua, las orejas, los genitales, los brazos, las pantorrillas y
el pecho, sacando por estas heridas muchas brazas de cordel. Sahagún
puntualiza que este ritual era llevado a cabo para la elaboración de las imágenes
de los montes y Durán relata que se sangraban para hacer petición de agua
para la temporada de lluvias.
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Además de las festividades calendáricas antes citadas, había otro tipo de cere-
monias en las que no podía faltar un ritual tan importante como era el autosa-
crificio. Dichas festividades son las siguientes:
• Nauhollin: festividad dedicada al Sol. Se sacrificaba toda la gente, tanto
chicos como grandes, de acuerdo con Sahagún (1989, I: 90). Según Durán
(1967, I: 108), eran los hijos de caballeros y señores. Los primeros se sacri-
ficaban orejas y lengua, y pasaban mimbres a través de la herida; los segundos
se sangraban el molledo del brazo izquierdo con navajas de obsidiana y
pasaban unas varillas a través de la herida. Todo esto lo hacían para ofrecer
sangre delante de la imagen del Sol.
Otra referencia que hace Sahagún (1989, II: 478) es que, cuando el Sol se
eclipsaba, la gente se atemorizaba y daba gritos y alaridos. Buscaban hombres
de cabellos blancos y caras blancas y los sacrificaban al Sol; también sacrificaban
cautivos y se punzaban las orejas con puntas de maguey, pasando mimbres a
través de la herida.
• Tlazcaltiliztli: festividad dedicada al Sol y al fuego. Toda la gente se sacri-
ficaba las orejas para ofrendar la sangre cuando alguno acababa su casa nueva
o cuando regía el signo del Sol (Sahagún, 1989, I: 193).
Otra ocasión en la que se practicaba el ritual del autosacrificio era siete
días antes de la fiesta de la diosa Chicomecóatl o Xilonen. Cada uno de esos
siete días, al medio día, los niños, los mozos, los viejos, los sanos y los enfermos
se punzaban las orejas, ofreciendo la sangre extraída a dicha deidad en peni-
tencia por sus culpas y en recompensa por darles los mantenimientos (Durán,
1967, I: 137).
También había autosacrificios en la fiesta ofrecida a Ehécatl-Quetzal-
cóatl, la cual caía en un día a la semana de los trece que había en el calendario. Toda
la gente se sacrificaba las orejas, la lengua, el pecho, los molledos, las espinillas y los
muslos para aplacar a dicha deidad por las desgracias que les pudiera ocasionar
(Durán, 1967, I: 170).
Otro autosacrificio realizado por los mexicas era en honor a Ce Cóatl, Tlacot-
zontli y Zacatzontli, dioses del camino y a Yacatecuhtli dios de los mercaderes.
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