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Exhortaciones para el Examen de Conciencia

1. Hermanos: Habiendo llegado


al final de este día que el
Señor nos ha concedido y en
el que hemos experimentado
su amor y su presencia,
reconozcamos las faltas que
hemos cometido e
imploremos la misericordia
de Dios.

2. Hermanos: El Señor Jesús,


que nos invita a la
experiencia de su amor y de
su misericordia, nos llama
ahora a la conversión.
Reconozcamos que somos
pecadores e imploremos
perdón a Dios.

3. Hermanos: Llamadas a celebrar la victoria de Cristo sobre el pecado y


la muerte; reconozcamos que estamos necesitados de la
misericordia del Padre para morir al pecado y resucitar a la vida
nueva.

4. Hermanos: Pidamos a Dios que nos conceda la conversión de


nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se
acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos.

5. Hermanos: Humildes y penitentes como el publicano acerquémonos


a Dios Padre Bueno y pidámosle que tenga piedad de nosotros que
también nos reconocemos pecadoras.

6. Hermanos: Jesucristo intercede por nosotros y nos reconcilia con el


Padre. Abramos nuestro espíritu al arrepentimiento para estar en
paz con Dios y con nuestros hermanos.
Invocaciones para la segunda
fórmula del Acto Penitencial

1. Tú que eres camino que conduce


al Padre: Señor, ten piedad
Tú que eres la verdad que ilumina
los pueblos: Cristo, ten piedad
Tú que eres la vida que renueva al
mundo: Señor, ten piedad

2. Tú que viniste al mundo para


salvarnos: Señor, ten piedad
Tú que nos visitas continuamente
con la gracia de tu Espíritu: Cristo,
ten piedad
Tú que vendrás un día a juzgar
nuestras obras: Señor, ten piedad

3. Hijo de Dios, que nacido de María,


te hiciste nuestro hermano:
Señor, ten piedad
Hijo del hombre, que conoces y comprendes nuestra debilidad: Cristo,
ten piedad

4. Tú que nos has hecho renacer por el agua y el Espíritu: Señor, ten
piedad
Tú que enviaste al Espíritu Santo para crear en nosotros un corazón
nuevo: Cristo, ten piedad
Tú que eres el autor de la salvación eterna: Señor, ten piedad

5. Tú que has destruido el pecado y la muerte con tu resurrección: Señor,


ten piedad
Tú que has renovado la creación entera con tu resurrección: Cristo,
ten piedad
Tú que das alegría a los vivos y la vida a los muertos con tu
resurrección: Señor, ten piedad

6. Cristo, tú existes desde el principio y por medio de ti han sido hechas


todas las cosas: Señor, ten piedad
Cristo, tú eres la luz verdadera que viniste a iluminar a todo hombre:
Cristo, ten piedad
Cristo, a quienes te reconocemos nos das la posibilidad de ser
verdaderos hijos de Dios: Señor, ten piedad

7. Jesús, tú te hiciste obediente al Padre en fidelidad filial: Señor, ten


piedad
Jesús, por el bautismo nos diste la semilla de una nueva vida según
Dios: Cristo, ten piedad
Jesús, tú has hecho de nosotros el pueblo de la promesa: Señor, ten
piedad

8. Jesucristo, tú eres uno con el Padre y el Espíritu Santo: Señor, ten


piedad
Jesucristo, tú oraste intensamente por la unidad de todos los que
creen en tu nombre: Cristo, ten piedad
Jesucristo, tú rogaste al Padre para que los tuyos estemos siempre
unidos a ti: Señor, ten piedad

9. Jesús hermano nuestro, tú nos invitas al esfuerzo por superar nuestras


mediocridades: Señor, ten piedad
Jesús hermano nuestro, tú conoces la debilidad de nuestra voluntad y
los buenos deseos de nuestro corazón: Cristo, ten piedad
Jesús hermano nuestro, tú ofreces a todos alivio en el cansancio:
Señor, ten piedad

10.Maestro bueno, tú no rechazaste a nadie de los que a ti acudían:


Señor, ten piedad
Maestro bueno, tú escuchaste con amor los deseos de los que te
pedían: Cristo, ten piedad
Maestro bueno, tú que ofreciste la salvación gratuita a todos los que
se abren a tu gracia: Señor, ten piedad

11.Tú perdonaste a cuantos a ti venían en busca de perdón: Señor, ten


piedad
Tú conoces las faltas que empeñan tu imagen en nuestra alma: Cristo,
ten piedad
Tú lees en el fondo del corazón y buscas en el amor para otorgar tu
perdón: Señor, ten piedad
Himnos para Completas

I.
Cuando llegó el instante de tu muerte
inclinaste la frente hacia la tierra,
como todos los mortales;
mas no eras tú el hombre derribado,
sino el Hijo que muerto nos contempla.

Cuando me llegue el tránsito esperado


y siga sin retorno por mi senda,
como todos los mortales,
el sueño de tu rostro será lumbre
y tu gloria mi gloria venidera.

El silencio sagrado de la noche


tu paz y tu venida nos recuerdan,
Cristo, luz de los mortales;
acepta nuestro sueño necesario
como secreto amor que a ti se llega. Amén

II.
Tú, a quien he buscado, Señor,
en este día,
a quien he escuchado,
dame el reposo de esta noche.

Tú, a quien he cantado, Señor,


en este día,
a quien he orado,
dame el reposo de esta noche.

Tú, a quien yo he negado, Señor,


en este día,
a quien he amado,
dame el reposo de esta noche. Amén.

III.
El corazón se dilata
sin noche en tu santo cuerpo,
oh morada iluminada,
mansión de todo consuelo.

Por tu muerte sin pecado,


por tu descanso y tu premio,
en ti, Jesús, confiamos,
y te miramos sin miedo.

Como vigilia de amor


te ofrecemos nuestro sueño;
tú que eres el paraíso,
danos un puesto en tu reino. Amén.

IV.
En ti, Señor, reposan nuestras vidas
en el descanso santo de la noche;
tú nos preparas para la alborada
y en el Espíritu Santo nos acoges.

En apartadas y lejanas tierras


el sol ha despertado las ciudades;
amigo de los hombres, ve sus penas
y ensancha de tu amor los manantiales.

Vencedor de la muerte y de las sombras,


Hijo eterno de Dios, resucitado,
líbranos del peligro de la noche
al dormirnos confiados en tus brazos. Amén.

V.
Cuando la luz del sol es ya poniente,
gracias, Señor, es nuestra melodía;
recibe, como ofrenda, amablemente,
nuestro dolor, trabajo y alegría.

Si poco fue el amor en nuestro empeño


de darle vida al día que fenece,
convierta en realidad lo que fue un sueño
tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte
de pecadora en justa, e ilumina
la senda de la vida y de la muerte
del hombre que en la fe lucha y camina.

Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza


la noche oscura sobre nuestro día,
concédenos la paz y la esperanza
de esperar cada noche tu gran día. Amén.

VI.
Cristo, Señor de la noche,
que disipas las tinieblas:
mientras los cuerpos reposan,
se tú nuestro centinela.

Después de tanta fatiga,


después de tanta dureza,
acógenos en tus brazos
y danos noche serena.

Si nuestros ojos se duermen,


que el alma esté siempre en vela;
en paz cierra nuestros párpados
para que cesen las penas.

Y que al despuntar el alba,


otra vez con fuerzas nuevas,
te demos gracias, oh Cristo,
por la vida que comienza. Amén.

VII.
Se inclina ya mi frente,
sellado está el trabajo;
Señor, tu pecho sea
la gracia del descanso.

Mis ojos se retiran,


la voz deja su canto,
pero el amor enciende
su lámpara velando.

Lucero que te fuiste,


con gran amor amado,
en tu gloria dormimos
y en sueños te adoramos. Amén.

VIII.
Cuando acabamos el día
te suplicamos, Señor,
nos hagas de centinela
y otorgues tu protección.

Que te sintamos: contigo


sueñe nuestro corazón
para cantar tus loores
de nuevo al salir el sol.

Danos vida saludable,


alienta nuestro calor,
tu claridad ilumine
la oscuridad que llegó.

Dánoslo, Padre piadoso,


por Jesucristo, el Señor,
que reina con el Espíritu
Santo vivificador. Amén.

IX.
Junto a ti, al caer de la tarde,
y cansados de nuestra labor,
te ofrecemos con todos los hombres
el trabajo, el descanso, el amor.

Con la noche las sombras nos cercan


y regresa la alondra a su hogar;
nuestro hogar son tus manos, Oh padre
y tu amor nuestro nido será.

Cuando al fin nos recoja tu mano


para hacernos gozar de tu paz,
reunidos en torno a tu mesa
nos darás la perfecta hermandad.

Te pedimos señor que nos nutras


con el pan que del cielo bajó,
y renazca en nosotros la vida
con la fe, la esperanza, el amor.

X.
Día y noche va tu espíritu, Señor, conmigo,
día y noche pienso que Tú estas en mí.

Si anochece en el camino,
va tu espíritu, Señor, conmigo.
Si en la noche pierdo el rumbo,
pienso que Tú estás en mí.

Si camino entre hombres,


va tu espíritu, Señor, conmigo.
Al servirle cada día,
pienso que Tú estás en mí.

Si me encuentro triste y solo,


va tu espíritu, Señor, conmigo.
En las luchas de la vida,
pienso que Tú estás en mí.

Cuando va muriendo el sol,


va tu espíritu, Señor, conmigo.
Al dormir confío en Tí,
pienso que Tú estás en mí.

Cuando silva fuerte el viento,


va tu espíritu, Señor, conmigo:
En la noche oscura y fría,
pienso que Tú estás en mí.

Cuando tenga que morir,


va tu espíritu, Señor, conmigo.
Guarda mi alma para Tí,
pienso que Tú estás en mí.

XI.
¡Oh Jesús! Se acaba el día
y aquí vengo con amor,
a decirte todavía:
¡Buenas noches, oh mi Dios!

Bien quisiera mi alma amante,


descansar junto a tu Cruz,
más yo debo retirarme:
¡Buenas noches, mi Jesús!

Mientras brilla misteriosa


de esa lámpara la luz,
miles de ángeles entonan:
¡Buenas noches, mi Jesús!

Por los que amo yo te imploro


y te pido protección
oh bendícelos a los a todos:
¡Buenas noches, dales hoy!

XII.
Cuando miro atrás, pienso y veo
que mis huellas borra el viento,
pues mi vida ha sido nada
y la muerte va viniendo.

Cuando tu me llames, ¡oh Dios!


¿Qué tendré de bueno?
Gracias te doy mi Señor,
por aún estar a tiempo.

Que mi vida sea para todos,


amor, alegría y contento
que en mí te vean a Ti,
a Ti que todos lo has hecho.
A Ti que has muerto por todos,
clavado y sufriendo en un madero
a Ti que a todos esperas
con esos brazos abiertos.

XIII.
Ya el sol del firmamento se retira,
más tu fuego, Señor, alumbra siempre
en nuestros anhelantes corazones
derrama, oh Trinidad, tu amor perenne.

Contentas te servimos en el día,


y fervientes ahora suplicamos
asocies nuestras almas y canciones
al coro de tus ángeles y santos.

La honra y alabanza sempiterna,


tributamos al Padre y a su Hijo
y a ti, divino Espíritu de entrambos
la gloria por los siglos infinitos. Amén

XIV.
¡Oh Jesús, mi dulce dueño!
Oye mi última oración,
antes de entregarme al sueño
quiero darte cuanto soy.

Yo te entrego mi pasado
con humilde devoción,
tú conoces mis pecados
y tú sabes cuantos son.

Mira la pobre alma mía,


llénala de contricción,
por tu dulce y santa Madre
dame plena absolución.

Y si en esta noche muero,


no me niegues tu perdón,
¡Oh Divino Prisionero,
Dueño de mi corazón!

XV.
Cuando el sol, Señor, se apaga,
y las sombras todo llenan,
ilumina nuestras almas
con la luz de tu presencia.

Que en las horas de la noche


nos defiendas con tu brazo;
y a la sombra de tus alas
veles Tú nuestro descanso.

Al nacer el nuevo día,


reunidos en tu mesa,
con la Carne de tu Cuerpo
nuestro espíritu alimenta.

Y en la tarde de la vida,
tras las penas y el cansancio,
duerma el alma sueño eterno
en la paz de tu regazo.

Gloria al Hijo Jesucristo,


Luz eterna y salvadora.
Gloria al Padre y al Espíritu
por los siglos de los siglos. Amén.

XVI.
Libra mis ojos de la muerte;
dales la luz, que es su destino.
Yo, como el ciego del camino,
pido un milagro para verte.

Haz de esta piedra de mis manos


una herramienta constructiva,
cura su fiebre posesiva
y ábrela al bien de mis hermanos.
Haz que mi pie vaya ligero.
Da de tu pan y de tu vaso
al que te sigue, paso a paso,
por lo más duro del sendero.

Que yo comprenda, Señor mío,


al que se queja y retrocede;
que el corazón no se me quede
desentendidamente frío.

Guarda mi fe del enemigo.


¡Tantos me dicen que estás muerto!
Y entre la sombra y el desierto
dame tu mano y ven conmigo. Amén

XVII.
Cristo está conmigo,
Junto a mí va el Señor;
me acompaña siempre,
en mi vida, hasta el fin.

Ya no temo, Señor, la tristeza;


ya no temo, Señor, la Soledad,
porque eres, Señor, mi alegría;
tengo siempre tu amistad.

Ya no temo, Señor, a la noche;


ya no temo, Señor, la oscuridad ,
porque brilla tu luz en la sombras,
ya no hay noche, Tú eres luz.

Ya no temo, Señor, los fracasos;


ya no temo, Señor, la ingratitud,
porque el triunfo, Señor, en la vida,
Tú lo tienes, tú lo das.

Ya no temo, Señor, a la muerte,


ya no temo, Señor, la eternidad;
porque tú estas allá esperando
que yo llegue hasta Ti.
Ya no temo, Señor, los abismos;
ya no temo, Señor, la inmensidad,
porque eres, Señor, el camino
y la vida y la verdad.

XVIII.
Hora de la tarde,
fin de las labores.
Amo de las viñas,
paga los trabajos de tus viñadores.

Al romper el día nos apalabraste.


Cuidamos tu viña del alba a la tarde.
Ahora que nos pagas, nos lo das de balde,
que a jornal de gloria no hay trabajo grande.

Das al vespertino lo que al mañanero.


Son tuyas las horas y tuyo el viñedo.
A lo que sembramos dale crecimiento.
Eres Tú la viña, cuida los sarmientos. Amén

XIX.
Nos dijeron de noche
que estabas muerto,
y la fe estuvo en vela
junto a tu cuerpo;
la noche entera,
la pasamos queriendo
mover la piedra.

Con la vuelta del sol,


volverá a ver la tierra
la gloria del Señor.

No supieron contarlo
los centinelas,
nadie supo la hora
ni la manera;
antes del día,
se cubrieron de gloria
tus cinco heridas.

Con la vuelta del sol,


volverá a ver la tierra
la gloria del Señor.

Si los cinco sentidos


buscan el sueño,
que la fe tenga el suyo
vivo y despierto;
la fe velando,
para verte de noche
resucitando.

Con la vuelta del sol,


volverá a ver la tierra
la gloria del Señor. Amén.

XX.
Bendito padre celestial,
gracias te doy por un día más de vida
por el aire que respiro, por la paz que tu me das
por estar siempre a mi lado, mi guía y mi escudo protector
¡os ruego tu salvación!

Bendito padre eterno,


gracias te doy por la fuerza que tu me das
por permitirme llevar mis tareas a feliz término
por iluminar mi sendero cada día
¡os ruego tu dirección!

Bendito padre santo


gracias te doy, por permitirme estar junto a mis seres queridos
por ese regalo de vida que son los hijos,
esa bendición que son los padres,
por ser mi fiel acompañante
¡os ruego tu protección!

Bendito Dios del Universo


gracias te doy por mis amistades, y compañeros de trabajo,
con los que interactuamos día a día
también por ellos y para ellos
¡Os ruego tu salvación!

Bendito padre de la gloria,


gracias te doy por mi hogar,
por esta hermosa familia, que me ayudes a amparar
para que estemos unidos, en salud y bienestar
!Os ruego tu bendición, dirección y protección!

Bendito padre amado,


tranquilo(a) me he de acostar,
porque confiando en ti, mi alma siente la paz
que solo tú me das. Amén.

Oraciones Marianas

I.
¡Oh Señora mía,
oh Madre mía!,
yo me entrego del todo a Ti
y en prueba de mi afecto,
con amor filial
te consagro en esta noche:
todo lo que soy, todo lo que tengo.
Guarda y protege,
y también defiende a este hijo tuyo, amén.

II.
Alégrate María,
Inmaculada y Santa,
amada de Dios,
nueva Eva elegida,
cooperadora de la reconciliación.

Madre de Jesús y nuestra,


incansable auxilio de los pecadores,
maternal intercesora,
acuérdate de este hijo tuyo. Amén.

III.
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las oraciones
que te dirigimos
en nuestras necesidades,
antes bien
líbranos de todo peligro,
¡oh Virgen gloriosa y bendita! Amén.

IV.
Madre del Redentor, Virgen fecunda
puerta del Cielo
siempre abierta,
estrella del mar
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.

Ante la admiración
de cielo y tierra,
engendraste a tu Santo Creador,
y permanecés siempre Virgen,
recibe el saludo del ángel Gabriel
y ten piedad de nosotros pecadores. Amén
V.
Salve, Reina de los Cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, Virgen gloriosa,


entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.

V: Que con el auxilio de tan dulce intercesora,


R: seamos siempre fieles en el terreno caminar. Amén

VI.
Acuérdate,
¡oh piadosísima, Virgen María!,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que
han acudido a tu protección,
implorando tu auxilio
haya sido abandonado de Ti.

Animado con esta confianza,


a Ti también yo acudo,
y me atrevo a implorarte
a pesar del peso de mis pecados.

¡Oh Madre del Verbo!,


no desatiendas mis súplicas,
antes bien acógelas benignamente. Amén

VII.
¡Oh Corazón de María,
Madre de Dios y Madre nuestra!
¡Corazón amabilísimo,
objeto de las complacencias
de la adorable Trinidad,
y digno de la veneración
y ternura de los ángeles
y de los hombres!

¡Corazón el más semejante


al de Jesús, cuya imagen más perfecta eres!
Corazón lleno de bondad
y en gran manera compasivo
de nuestras miserias!

¡Ah! Hacednos sentir ahora,


¡oh Virgen piadosísima!,
la dulzura de vuestro corazón maternal
y la fuerza de vuestra intercesión
ante el de Jesús. Amén

VIII.
Oh Santa María de mares estrella,
Virgen de Dios Madre y del cielo puerta.

Retomando el Ave que Gabriel te diera,


la paz corrobora cambia el nombre de Eva.

Al ciego ilumina y libra al cautivo,


ahuyenta los males da bienes Divinos.

Haz ver que eres Madre, por ti nuestras preces


reciba el que es tuyo y ser nuestro quiere.

Bendita Señora la más dulce y buena:


borrando el pecado, endulza las penas.

Danos vida santa y recto camino


para que en el cielo veamos a tu Hijo.

Gloria al Padre Eterno,


Gloria a Jesucristo,
Gloria al Santo Espíritu
y Gloria a los tres. Amén.

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