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La estética trascendental
Sobre la intuición: Sean cuales sean el modo o los medios con que un conocimiento se
refiera a los objetos, la intuición es el modo por medio del cual el conocimiento se refiere
inmediatamente a dichos objetos y es aquello a que apunta todo pensamiento en cuanto
medio1
1
Immanuel Kant, Crítica de la razón pura, Editorial Los Clásicos, Buenos Aires, Argentina, 1998, Pág. 65.
2
Ibid.
3
Ibid. Pág. 66.
entendimiento piensa de él — sustancia, fuerza, divisibilidad, etc.— y al apartar igualmente
lo que en dicha representación pertenece a la sensación — impenetrabilidad, dureza, color,
etc.— me queda todavía algo de esa intuición empírica, a saber, la extensión y la figura4.
¿Cómo es posible la geometría?: ¿Cómo puede, pues, hallarse en nuestro psiquismo una
intuición externa que precede a los mismos objetos y en la que podemos determinar a priori
el concepto de esos objetos? Evidentemente, sólo en la medida en que tal intuición se asiente
en el sujeto como propiedad formal de éste de ser afectado por objetos y de recibir, por este
medio, una representación inmediata de los mismos, es decir, una intuición9.
4
Ibid.
5
Ibid.
6
Ibid. Pág. 68.
7
Ibid.
8
Ibid.
9
Ibid. Pág. 70.
Consecuencias del concepto kantiano del espacio: El espacio no representa ninguna
propiedad de las cosas, ni en sí mismas ni en sus relaciones mutuas, es decir, ninguna
propiedad inherente a los objetos mismos y capaz de subsistir una vez hecha abstracción de
todas las condiciones subjetivas de la intuición. El espacio no es más que la forma de todos
los fenómenos de los sentidos externos, es decir, la condición subjetiva de la sensibilidad.
Sólo bajo esta condición nos es posible la intuición externa10.
Consecuencias de la definición kantiana del tiempo: El tiempo no es algo que exista por
sí mismo o que inhiera en las cosas como determinación objetiva, es decir, algo que subsista
una vez hecha abstracción de todas las condiciones subjetivas de su intuición. Por lo que se
refiere al segundo caso, el tiempo, en cuanto determinación o disposición inherente a las
cosas mismas, no podría preceder a los objetos como condición de los mismos y ser conocido
e intuido a priori mediante proposiciones sintéticas. Sin embargo, esto último se verifica
perfectamente si el tiempo no es más que la condición subjetiva bajo la cual pueden tener
lugar en nosotros todas las intuiciones. E n efecto, entonces podemos representarnos esta
forma en la intuición interna previamente a los objetos y, por tanto, a priori13.
10
Ibid. Pág. 73.
11
Ibid. Pág. 74.
12
Ibid. Pág. 75.
13
Ibid. Pág. 77.
hora bien, éste se halla bajo la condición formal de la intuición interna y, consiguientemente,
pertenece al tiempo. E n consecuencia, el tiempo constituye una condición a priori de todos
los fenómenos en general, a saber, la condición inmediata de los internos (de nuestras almas)
y, por ello mismo, también la condición mediata de los externos. Si puedo afirmar a priori
que todos los fenómenos externos se hallan en el espacio y están determinados a priori según
las relaciones espaciales, puedo igualmente afirmar en sentido completamente universal,
partiendo del principio del sentido interno, que absolutamente todos los fenómenos, es decir,
todos los objetos de los sentidos, se hallan en el tiempo y poseen necesariamente relaciones
temporales14.
Objeción contra la idea kantiana del tiempo: Contra esta teoría que concede al tiempo
realidad empírica, pero le niega realidad absoluta y trascendental, he recibido de parte de
hombres agudos una objeción cuya unanimidad me hace pensar que aparecerá
espontáneamente en todo lector no acostumbrado a estas consideraciones. Es la siguiente: las
modificaciones son reales, como lo demuestra el cambio de nuestras propias
representaciones, aunque se quisieran negar A todos los fenómenos externos juntamente con
sus modificaciones. Ahora bien, las modificaciones sólo son posibles en el tiempo. En
consecuencia, el tiempo es algo real. La respuesta no ofrece ninguna dificultad. Acepto el
argumento en su totalidad. El tiempo es, efectivamente, algo real, a saber, la forma real de la
intuición interna. Tiene, pues, realidad subjetiva con respecto a la experiencia interna, es
decir, poseo realmente la representación del tiempo y la de mis determinaciones en él. El
tiempo ha de ser, pues, considerado como real, no en cuanto objeto, sino en cuanto modo de
representarme a mí mismo como objeto. Pero si yo mismo u otro pudiese intuirme sin la
condición de la sensibilidad, las mismas determinaciones que ahora nos representamos como
modificaciones nos suministrarían un conocimiento en el que no habría representación del
tiempo, ni, por tanto, de la modificación. Consiguientemente, queda la realidad empírica del
tiempo como condición de toda experiencia nuestra. Según la mencionada teoría, es la
realidad absoluta la que no se le concede15.
14
Ibid.
15
Ibid. Pág. 78.
Tiempo y espacio son, pues, dos fuentes de conocimiento de las que pueden surgir a priori
diferentes conocimientos sintéticos, como lo muestra de modo particularmente brillante la
matemática pura en lo referente al conocimiento del espacio y sus relaciones16.
Definición de fenómeno: Al decir que tanto la intuición de los objetos externos como la
autointuición del psiquismo representan ambas cosas en el espacio y en el tiempo, tal como
éstas afectan a nuestros sentidos, esto es, tal como aparecen, no pretendo afirmar que estos
objetos sean pura apariencia. En efecto, en el fenómeno, los objetos, e incluso las propiedades
que les asignamos, son siempre considerados como algo realmente dado. Pero, en la medida
en que, en la relación del objeto dado con el sujeto, tales propiedades dependen únicamente
del modo de intuición del sujeto, establecemos una distinción entre dicho objeto en cuanto
fenómeno y ese mismo objeto en cuanto objeto en sí18.
Problemática con la teología natural: Dado que en la teología natural se piensa un objeto
que no sólo no es para nosotros objeto de intuición, sino que no puede ser objeto de intuición
16
Ibid. Pág. 80.
17
Ibid. Pág. 87.
18
Ibid.
sensible para sí mismo, se ha procedido cuidadosamente a eliminar de toda su intuición (pues
todo su conocimiento ha de ser intuición y no pensamiento, que es siempre limitado) las
condiciones temporales y espaciales. Pero ¿con qué derecho puede hacerse esto si espacio y
tiempo han sido previamente convertidos en formas de las cosas en sí mismas y, además,
como formas que, en cuanto condiciones a priori de la existencia de las cosas, subsistirían
incluso en el caso de haber suprimido éstas últimas. En efecto, como condiciones de toda
existencia, deberían serlo también de la existencia de Dios. Si no queremos hacer de espacio
y tiempo formas objetivas de todas las cosas, no nos queda otra alternativa que convertirlas
en formas subjetivas de nuestra forma de intuir, tanto externa como interna. Esta forma de
intuir se llama sensible por no ser originaria, es decir, por no ser de tal naturaleza, que se nos
dé a través de ella la misma existencia de su objeto (sólo al ser primordial pertenece, por lo
que nosotros conocemos, esta clase de intuición), sino que depende del objeto y,
consiguientemente, sólo es posible en la medida en que la facultad de representación es
afectada por dicho objeto19
19
Ibid. Pág. 90.
20
Ibid. Pág. 91.