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Materia: Gnoseología.

La estética trascendental

Raúl Jorge Alberto Rodríguez Garza 1460640

Sobre la intuición: Sean cuales sean el modo o los medios con que un conocimiento se
refiera a los objetos, la intuición es el modo por medio del cual el conocimiento se refiere
inmediatamente a dichos objetos y es aquello a que apunta todo pensamiento en cuanto
medio1

Sobre la sensibilidad: La capacidad (receptividad) de recibir representaciones, al ser


afectados por los objetos, se llama sensibilidad. Los objetos nos vienen, pues, dados mediante
la sensibilidad y ella es la única que nos suministra intuiciones2.

Forma y materia en el fenómeno: Lo que, dentro del fenómeno, corresponde a la sensación,


lo llamo materia del mismo. Llamo, en cambio, forma del fenómeno aquello que hace que lo
diverso del mismo pueda ser ordenado en ciertas relaciones. Las sensaciones sólo pueden ser
ordenadas y dispuestas en cierta forma en algo que no puede ser, a su vez, sensación. Por
ello, la materia de todo fenómeno nos viene dada únicamente a posteriori. Por el contrario,
la forma del fenómeno debe estar completamente apriori dispuesta para el conjunto de las
sensaciones en el psiquismo y debe, por ello mismo, ser susceptible de una consideración
independiente de toda sensación3.

Representaciones puras: Las representaciones en las que no se encuentra nada perteneciente


a la sensación las llamo puras (en sentido trascendental). Según esto, la forma pura de las
intuiciones sensibles en general, donde se intuye en ciertas relaciones toda la diversidad de
los fenómenos, se hallará a priori en el psiquismo. Esta forma pura de la sensibilidad se
llamará igualmente intuición pura. Así, al apartar de la representación de un cuerpo lo que el

1
Immanuel Kant, Crítica de la razón pura, Editorial Los Clásicos, Buenos Aires, Argentina, 1998, Pág. 65.
2
Ibid.
3
Ibid. Pág. 66.
entendimiento piensa de él — sustancia, fuerza, divisibilidad, etc.— y al apartar igualmente
lo que en dicha representación pertenece a la sensación — impenetrabilidad, dureza, color,
etc.— me queda todavía algo de esa intuición empírica, a saber, la extensión y la figura4.

Estética trascendental: La ciencia de todos los principios de la sensibilidad a priori la llamo


estética trascendental. Tiene que existir, pues, esa ciencia, y ella constituye la primera parte
de la doctrina trascendental de los elementos, en oposición a aquella otra ciencia que contiene
los principios del pensar puro y que se llama lógica trascendental5.

El espacio: El espacio no es un concepto em pírico extraído de experiencias externas. E n


efecto, para poner ciertas sensaciones en relación con algo exterior a mí (es decir, con algo
que se halle en un lugar del espacio distinto del ocupado por mí) e, igualmente, para poder
representármelas unas fuera [o al lado] de otras y, por tanto, no sólo como distintas, sino
como situadas en lugares diferentes, debo presuponer de antemano la representación del
espacio6. El espacio es una necesaria representación a priori que sirve de base a todas las
intuiciones externas. Jamás podemos representarnos la falta de espacio, aunque sí podemos
muy bien pensar que no haya objetos en él. El espacio es, pues, considerado como condición
de posibilidad de los fenómenos, no como una determinación dependiente de ellos, y es una
representación a priori en la que se basan necesariamente los fenómenos externos7. El espacio
no es un concepto discursivo o, como se dice, un concepto universal de relaciones entre cosas
en general, sino una intuición pura8.

¿Cómo es posible la geometría?: ¿Cómo puede, pues, hallarse en nuestro psiquismo una
intuición externa que precede a los mismos objetos y en la que podemos determinar a priori
el concepto de esos objetos? Evidentemente, sólo en la medida en que tal intuición se asiente
en el sujeto como propiedad formal de éste de ser afectado por objetos y de recibir, por este
medio, una representación inmediata de los mismos, es decir, una intuición9.

4
Ibid.
5
Ibid.
6
Ibid. Pág. 68.
7
Ibid.
8
Ibid.
9
Ibid. Pág. 70.
Consecuencias del concepto kantiano del espacio: El espacio no representa ninguna
propiedad de las cosas, ni en sí mismas ni en sus relaciones mutuas, es decir, ninguna
propiedad inherente a los objetos mismos y capaz de subsistir una vez hecha abstracción de
todas las condiciones subjetivas de la intuición. El espacio no es más que la forma de todos
los fenómenos de los sentidos externos, es decir, la condición subjetiva de la sensibilidad.
Sólo bajo esta condición nos es posible la intuición externa10.

El tiempo: El tiempo no es un concepto em pírico extraído de alguna experiencia. E n efecto,


tanto la coexistencia como la sucesión no serían siquiera percibidas si la representación del
tiempo no les sirviera de base a priori11. El tiempo es una representación necesaria que sirve
de base a todas las intuiciones. Con respecto a los fenómenos en general, no se puede eliminar
el tiempo mismo. Sí se pueden eliminar, en cambio, los fenómenos del tiempo. Este viene,
pues, dado a priori. El tiempo no es un concepto discursivo o, como se dice, universal, sino
una forma pura de la intuición sensible. Tiempos diferentes son sólo partes de un mismo
tiempo12

Consecuencias de la definición kantiana del tiempo: El tiempo no es algo que exista por
sí mismo o que inhiera en las cosas como determinación objetiva, es decir, algo que subsista
una vez hecha abstracción de todas las condiciones subjetivas de su intuición. Por lo que se
refiere al segundo caso, el tiempo, en cuanto determinación o disposición inherente a las
cosas mismas, no podría preceder a los objetos como condición de los mismos y ser conocido
e intuido a priori mediante proposiciones sintéticas. Sin embargo, esto último se verifica
perfectamente si el tiempo no es más que la condición subjetiva bajo la cual pueden tener
lugar en nosotros todas las intuiciones. E n efecto, entonces podemos representarnos esta
forma en la intuición interna previamente a los objetos y, por tanto, a priori13.

El tiempo es la condición formal a priori de todos A los fenómenos. El espacio, en cuanto


forma pura de toda intuición externa, se refiere sólo, como condición a priori, a los
fenómenos externos. Por el contrario, toda representación, tenga o no por objeto cosas
externas, corresponde en sí misma, como determinación del psiquismo, al estado interno. A

10
Ibid. Pág. 73.
11
Ibid. Pág. 74.
12
Ibid. Pág. 75.
13
Ibid. Pág. 77.
hora bien, éste se halla bajo la condición formal de la intuición interna y, consiguientemente,
pertenece al tiempo. E n consecuencia, el tiempo constituye una condición a priori de todos
los fenómenos en general, a saber, la condición inmediata de los internos (de nuestras almas)
y, por ello mismo, también la condición mediata de los externos. Si puedo afirmar a priori
que todos los fenómenos externos se hallan en el espacio y están determinados a priori según
las relaciones espaciales, puedo igualmente afirmar en sentido completamente universal,
partiendo del principio del sentido interno, que absolutamente todos los fenómenos, es decir,
todos los objetos de los sentidos, se hallan en el tiempo y poseen necesariamente relaciones
temporales14.

Objeción contra la idea kantiana del tiempo: Contra esta teoría que concede al tiempo
realidad empírica, pero le niega realidad absoluta y trascendental, he recibido de parte de
hombres agudos una objeción cuya unanimidad me hace pensar que aparecerá
espontáneamente en todo lector no acostumbrado a estas consideraciones. Es la siguiente: las
modificaciones son reales, como lo demuestra el cambio de nuestras propias
representaciones, aunque se quisieran negar A todos los fenómenos externos juntamente con
sus modificaciones. Ahora bien, las modificaciones sólo son posibles en el tiempo. En
consecuencia, el tiempo es algo real. La respuesta no ofrece ninguna dificultad. Acepto el
argumento en su totalidad. El tiempo es, efectivamente, algo real, a saber, la forma real de la
intuición interna. Tiene, pues, realidad subjetiva con respecto a la experiencia interna, es
decir, poseo realmente la representación del tiempo y la de mis determinaciones en él. El
tiempo ha de ser, pues, considerado como real, no en cuanto objeto, sino en cuanto modo de
representarme a mí mismo como objeto. Pero si yo mismo u otro pudiese intuirme sin la
condición de la sensibilidad, las mismas determinaciones que ahora nos representamos como
modificaciones nos suministrarían un conocimiento en el que no habría representación del
tiempo, ni, por tanto, de la modificación. Consiguientemente, queda la realidad empírica del
tiempo como condición de toda experiencia nuestra. Según la mencionada teoría, es la
realidad absoluta la que no se le concede15.

14
Ibid.
15
Ibid. Pág. 78.
Tiempo y espacio son, pues, dos fuentes de conocimiento de las que pueden surgir a priori
diferentes conocimientos sintéticos, como lo muestra de modo particularmente brillante la
matemática pura en lo referente al conocimiento del espacio y sus relaciones16.

Explicando los resultados de la teoría kantiana de la estética trascendental: Afirmamos,


pues, la realidad empírica del espacio (con respecto a toda experiencia externa posible), pero
sostenemos, a la vez, la idealidad trascendental del mismo, es decir, afirmamos que no existe
si prescindimos de la condición de posibilidad de toda experiencia y lo consideramos como
algo subyacente a las cosas en sí mismas. Exceptuando el espacio, no hay ninguna
representación subjetiva y referente a algo exterior que pudiera llamarse a priori objetiva. La
siguiente observación puede servir de modo especial con vistas a confirmar la teoría de la
idealidad del sentido, tanto externo como interno, es decir, la teoría de que todos los objetos
de los sentidos son puros fenómenos: todos los elementos de nuestro conocimiento
pertenecientes a la intuición (se exceptúan, pues, los sentimientos de placer y displacer y la
voluntad, que no constituyen conocimientos) incluyen solamente meras relaciones de lugar
(extensión) en una intuición, de cambio de lugar (movimiento) y leyes por las que se rige ese
cambio (fuerzas motrices)17

Definición de fenómeno: Al decir que tanto la intuición de los objetos externos como la
autointuición del psiquismo representan ambas cosas en el espacio y en el tiempo, tal como
éstas afectan a nuestros sentidos, esto es, tal como aparecen, no pretendo afirmar que estos
objetos sean pura apariencia. En efecto, en el fenómeno, los objetos, e incluso las propiedades
que les asignamos, son siempre considerados como algo realmente dado. Pero, en la medida
en que, en la relación del objeto dado con el sujeto, tales propiedades dependen únicamente
del modo de intuición del sujeto, establecemos una distinción entre dicho objeto en cuanto
fenómeno y ese mismo objeto en cuanto objeto en sí18.

Problemática con la teología natural: Dado que en la teología natural se piensa un objeto
que no sólo no es para nosotros objeto de intuición, sino que no puede ser objeto de intuición

16
Ibid. Pág. 80.
17
Ibid. Pág. 87.
18
Ibid.
sensible para sí mismo, se ha procedido cuidadosamente a eliminar de toda su intuición (pues
todo su conocimiento ha de ser intuición y no pensamiento, que es siempre limitado) las
condiciones temporales y espaciales. Pero ¿con qué derecho puede hacerse esto si espacio y
tiempo han sido previamente convertidos en formas de las cosas en sí mismas y, además,
como formas que, en cuanto condiciones a priori de la existencia de las cosas, subsistirían
incluso en el caso de haber suprimido éstas últimas. En efecto, como condiciones de toda
existencia, deberían serlo también de la existencia de Dios. Si no queremos hacer de espacio
y tiempo formas objetivas de todas las cosas, no nos queda otra alternativa que convertirlas
en formas subjetivas de nuestra forma de intuir, tanto externa como interna. Esta forma de
intuir se llama sensible por no ser originaria, es decir, por no ser de tal naturaleza, que se nos
dé a través de ella la misma existencia de su objeto (sólo al ser primordial pertenece, por lo
que nosotros conocemos, esta clase de intuición), sino que depende del objeto y,
consiguientemente, sólo es posible en la medida en que la facultad de representación es
afectada por dicho objeto19

Conclusión de la intuición de espacio y tiempo: Tenemos ya, en las puras intuiciones a


priori —espacio y tiempo— una de las partes requeridas para solucionar el problema general
de la filosofía trascendental: ¿cómo son posibles las proposiciones sintéticas a priori? Cuando
desde tales intuiciones queremos sobrepasar con un juicio a priori el concepto dado,
encontramos algo que no puede ser descubierto a priori en el concepto, pero sí en la intuición
que le corresponde, y ese algo puede ligarse sintéticamente a dicho concepto. Sin embargo,
por esta misma razón, esos juicios no pueden nunca ir más allá de los objetos de los sentidos
y únicamente poseen validez si se aplican a objetos de experiencia posible20.

19
Ibid. Pág. 90.
20
Ibid. Pág. 91.

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