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Y DESPUÉS DEL PRIMERO DE JULIO… ¿QUÉ?

Nos encontramos en plena efervescencia política post-electoral, entre dimes y diretes de


los diversos partidos políticos y candidatos a puestos de elección pública. Y es en medio de
estos ánimos tan caldeados cuando hay que decir alguna palabra iluminadora. Ciertamente
sabemos que las elecciones son únicamente un día; la agitación posterior durará algún
tiempo, sea cual sea el resultado de los diversos comicios; pero la violencia, las muertes sin
sentido, los abortos y los millones de pobres seguirán ahí. Y nosotros, los cristianos de a pie,
¿qué podemos hacer al respecto, si no tenemos armas ni poder económico ni político? ¿Es
que acaso estamos destinados al fracaso como nación? ¿Debemos resignarnos ante un
panorama nada alentador…? ¡Claro que no!
Estos acontecimientos no son muy diferentes de los que vivía la primera comunidad
cristiana. El libro de los Hechos de los Apóstoles narra una y otra vez las dificultades y
persecuciones infligidas por los enemigos de Cristo y de su Iglesia; en medio de esas
vicisitudes, lo que tenían bien en claro los apóstoles y demás cristianos era anunciar el
mensaje de salvación a todos, sin importar el sacrificio (cf. Hech 2,14-41; 4,4-8; 13,44-52;
14,19-22; 19,23-40). ¿Por qué? Porque el contenido central del Evangelio es Jesucristo, la
Palabra encarnada que salva y es capaz de transformar corazones; de ahí la importancia de
evangelizar. Ahora bien, el cambio interior de una persona se nota en su exterior, abarcando
incluso su entorno social (familia, economía, política, etc). Tal vez alguno dude encontrar
alguna relación entre evangelización y cambio social; sin embargo, el mismo papa Francisco
ha dicho: «El kerygma tiene un contenido ineludiblemente social: en el corazón del Evangelio
está la vida comunitaria y el compromiso con los otros. El contenido del primer anuncio
tiene una inmediata repercusión moral cuyo centro es la caridad» (Evangelii Gaudium 177).
Además, también ha dicho que la Palabra, meditada, profundizada y orada mediante la lectio
divina, desemboca necesariamente en gestos y obras concretas de misericordia (Misericordia
et misera 7). Por lo tanto, podemos decir que si la Iglesia civiliza evangelizando, entonces
la Iglesia politiza evangelizando (Gustavo Gutiérrez).
El papel social de la Iglesia es innegable; y lo mejor que podemos hacer como cristianos
es transfundir los valores evangélicos para transformar una sociedad mexicana cada vez más
violenta. Dicho de otra manera: si en nuestro país la mayoría de sus habitantes (más del 80%)
se declara católico y, al mismo tiempo, la violencia, la pobreza y la desigualdad van cada vez
más en aumento, se debe en gran parte a que o no se ha trabajado lo suficiente para difundir
el mensaje divino o bien se ha hecho de modo deficiente. Por tanto, una Iglesia samaritana
debe poner todos sus recursos (humanos, técnicos, económicos, etc.) al servicio de la
evangelización.

Además, creemos necesario advertir que esta Iglesia samaritana, si bien necesita
preocuparse por dar de comer a quienes así lo necesiten, debe evitar confrontar la
evangelización y la necesidad del alimento material: «Ante la urgencia de compartir el pan,
algunos se ven tentados a poner entre paréntesis y a dejar para el mañana la evangelización:
en primer lugar el pan, la Palabra para más tarde. Es un error mortal el separar ambas cosas
hasta oponerlas entre sí»1. Se trata, más bien, de llevar en primer lugar el Pan de la Palabra,
el mismo que Jesús llevó a toda una multitud para saciar su hambre, movido por sus entrañas
de misericordia (cfr. Mc 6,34). Por supuesto, la Iglesia samaritana debe tener bien presente
que «la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el “servicio de la
Palabra”. Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir
el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio […] La
evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana»2.

1
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Libertatis Nuntius VI, 3.
2
BENEDICTO XVI, Mensaje para la Cuaresma 2013, 3. Un modo práctica de compartir el
Pan de la Palabra la encontramos en Luis BUTERA, El Pan de la Palabra. Evangelio de San
Mateo, Producciones San Rafael, México D.F. 2010.

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