Vous êtes sur la page 1sur 5

LECTURA ENMESH Y ENTEN

(VERANO E INVIERNO)

Se erara del fragmento de un mito en forma


de diálogo.

CUANDO EL DIOS Enlil concibe la idea


de poblar la tierra con plantas y animales,
crea a dos hermanos, Enmesh y Enten,
para que lleven a término su obra. Enten
estará al cargo de los animales: "haciendo
que la oveja pueda parir al cordero, la
cabra al cabrito y haciendo que se multipli-
quen la vaca y la ternera". Puebla la tierra
con monos salvajes, ovejas y cabras, llena
el cielo de aves y los ríos de peces. Planta
palmerales, árboles frutales y dispone jar-
dines. Enmesh asume sus tareas a partir
de ahí, y funda ciudades con hogares y
"templos altos como montañas". Una vez
cumplidos estos menesteres, los herma-
nos se dirigen a Enlil y le presentan
algunos regalos que simbolizan sus
logros. Enmesh le lleva animales salva*
y domésticos y plantas; Enten le ofrece
piedras y metales preciosos, árboles y
peces. Pero empiezan a discutir sobre
quién de los dos tiene más mérito, y piden
Enlil que lo decida. El gran dios declara
que Enten, que tiene a su cargo la cuestión
del riego, base de la agricultura sumerja,
puede llamarse con toda justicia "agricultor
de los dioses". Los hermanos acatan el
juicio. Enmesh se arrodilla ante Enten,
cruzan regalos y hacen libaciones en
honor a Enlil.

también es conocido como el “Pastor". Es


el amanee y esposo de lnanna, elegido por
ésta cuando el “Agricultor” y el compiten por
obtener su mano. Mientras que algunos textos
poéticos celebran su matrimonio» otros se
centran en su muerte temprana y en sus vanos
intentos de escapar a su hado. El amor de su
hermana Gesh finan na le permite liberarse
temporalmente del infranumdo. En el
“Descenso de lnanna al Infra mundo”, tendrá
que ocupar el lugar de ésta entre los muertos;
en otros textos, no se menciona ninguna causa
directa de su muerte: es sólo su hado de “dios
de la muerte” (propio de alguien que se mueve
cíclicamente entre la tierra v el iníramundo).
ENKI Y NINMAH

CUANDO FUE CREADO EL MUNDO y


nacieron las primeras generaciones de dio-
ses, cada deidad cumplía una farea en la
labor de mantenimiento del país, especial-
mente en lo relativo a la irrigación; algunos
dioses eran portadores de cestos y otros
actuaban como supervisores. La dura labor
daba pie a quejas y demandas, que Enki,
en su sabiduría, siempre solucionaba de
forma óptima. Un día, su madre, Nammu,
lo despierta de su sueño en las profundi-
dades acuáticas, conocidas como el Apsu,
y le cuenta su plan de crear a los seres
humanos. El delega la tarea en Nammu,
indicándole que los forme con arcilla fértil
del Apsu. Otra diosa, Ninmah, le presta
ayuda en esta tarea y le impone a la
humanidad el sino del trabajo duro. Cuando
los dioses están festejando en honor de la
sabiduría de Enki, éste y Ninmah se exce-
den bebiendo cerveza y se inicia una com-
petición en la que un dios crea determina-
dos seres y el otro tiene que encontrarles
un destino apropiado o una función social
concreta. Ninmah forma seis criaturas que
presentan algún defecto físico. Tres de ellas
sufren malformaciones genitales, pero Enki
los nombra sacerdotes u oficiales. Cuando le
corresponde a Enki crear criaturas, el texto
se vuelve casi ininteligible, pero un segun-
do ser resulta inviable, incapaz de mante-
nerse sentado, caminar o estar de pie por
sí solo. Enfurecida, Ninmah maldice a Enki
y lo condena a permanecer para siempre
en el Apsu. La desventurada criatura (que
quizá deba entenderse como un niño
pequeño) tiene que yacer en su regazo.

4 Sello cilíjidrico de mediados del tercer milenio a. C


ATRA-HASIS (ANTIGUO MITO
BABILÓNICO DEL DILUVIO)

FJ mito babilónico sobre el diluvio tiene


antecedentes su morios, que sólo son conoci-
dos a partir de textos fragmentarios que se
refieren al héroe de estos sucesos, llamado
Xiusudra, quien se salva del gran diluvio,
guiado por los dioses siguiendo indicaciones
secretas de Enki.

LA VERSIÓN BABILÓNICA empieza en


tiempos en que los dioses menores están
obligados a trabajar duramente para los
dioses mayores, lo que al final da pie a una
rebelión. Enki se ofrece a poner remedio al
asunto y le pide a la reina madre que cree
a un hombre que ha de "llevar el yugo".
Eniil dispone que maten a un dios y que su
carne se mezcle con arcilla. Crea así siete
parejas humanas y dicta leyes para regular
la procreación. En lo sucesivo, será tarea de
la humanidad el procrear y trabajar para
los dioses. Sin embargo, pasado algún fiem-
po, la humanidad llena el cielo y la tierra de
griterío y ruido y altera la paz de los dioses.
Eniil intenta poner término a ello enviando
en primer lugar una plaga y después una
hambruna para diezmar la población. Sus
planes quedan frustrados por Enki, que
advierte a Atra-hasis ("el sabio por excelen-
cia") para afrontar la amenaza con medi-
das pertinentes, como hacer ofrendas a los
dioses de la salud y del grano. Eniil está
indignado por el fracaso de sus medidas y
decide lanzar un diluvio devastador para
erradicar a la humanidad de una vez por
todas. Obliga a los dioses a jurar fidelidad,
pero Enki nuevamente vende su plan a
Atra-hasis; para ello, se le aparece en un
sueño donde habla a una pared de ¡uncos.
Le dice a Atra-hasis que construya un navio
y embarque en él a su familia y varias espe-
cies animales. Cuando remita el diluvio,
quedarán a salvo en la barca, mientras
que los demás perecerán ahogados.

Los dioses se ven en grandes apuros,


especialmente la diosa madre, que lamenta
el sino de sus criaturas. Cuando cede el di-
luvio y Atra-hasis hace su primer sacrificio,
Eniil está furioso, porque aquél ha estado

A Relieve aúno que se cree representa a Gilgamesh.

intrigando de nuevo. Sin embargo, Enki hace


notar que los dioses confían en la ayuda de
la humanidad y que Eniil ha ido demasiado
lejos. Le dice que refrene su ira y castigue a
quienes lo merezcan, mientras que él mismo
actuará para limitar la población. Enki dis-
pone que existan mujeres estériles, catego-
rías especiales de sacerdotisas sin descen-
dencia, y regula la mortalidad infantil, per-
sonificada en un demonio raptor de niños.

A Atra-hasis, como al héroe del diluvio su-


merjo Ziusudra, se le concede vida eterna.

EL JARDÍN DEL EDEN Y LA


DESOBEDIENCIA DEL HOMBRE
(GÉNESIS, II, 4-111: 24)

EN UN PRINCIPIO, cuando Dios creó cielo


y tierra, la tierra carecía de vegetación,
ya que Dios no había dispuesto que cayese
lluvia y no había hombres que labrasen los
campos, sólo la niebla humedecía la tierra.
Por ello, Dios forma a un hombre del polvo
de la tierra y le insufla en las narices un
hálito de vida. Planta un jardín llamado
Edén, y coloca en él al hombre, donde
hace germinar también diferentes clases
de árboles. Entre ellos, se encuentran el
Arbol de la Vida y el Arbol de la Ciencia
del Bien y del Mal. Del jardín parten cuatro
ríos, entre los que se incluyen el Tigris y
el Eufrates.

Dios le encomienda al hombre que


cuide del jardín y le permite comer de
todo cuanto hay en él, excepto del Arbol
de la Ciencia del Bien y del Mal. Si lo
hace, morirá. Dios se da cuenta de que
el hombre está solo y decide darle com-
pañía. Convoca a todos los animales y le
pide ai hombre que les dé nombre. A con-
tinuación, hace que el hombre caiga en un
sueño profundo y de una de sus costillas
forma a una mujer. Se la muestra al hom-
bre y le explica que está hecha de su carne
y que por su causa dejará a su padre y a
su madre para hacerse una sola carne con
ella. Ambos están desnudos, pero no se
avergüenzan de ello.

Sin embargo, una serpiente, más astu-


ta que el resto de los animales, se dirige a
la mujer y le pregunta por qué Dios les ha
prohibido comer el fruto de los árboles del
jardín. La mujer contesta que pueden pro-
bar todos ellos, excepto los de un árbol
que se encuentra en medio del jardín, so
pena de morir. La serpiente insinúa que
esta interdicción sólo persigue que no lle-
guen a ser como Dios, capaces de diferen-
ciar entre el bien y el mal. La mujer mira la
fruta del árbol y ve que sería bueno comer-
la. Toma una para comérsela y le da tam-
bién otra al hombre. Tan pronto como han
comido, advierten su desnudez y la cubren
con hojas.

Vous aimerez peut-être aussi