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A manera de introducción
Ética y moral, son dos palabras que se utilizan generalmente como sinónimos, esto se
debe a la significación etimológica confluyente, de ambos términos. La palabra ética
procede del griego ethos que significa carácter, modo de ser”; por su parte, moral
procede del latín mos moris que significa, también, “carácter o modo de ser”.
Debido a esto, no resulta extraño el uso inapropiado que pudiera dársele en algunos
textos; no obstante, en este material emplearemos el término ética para hacer
referencia a la filosofía moral y moral para referirnos a los distintos códigos morales
concretos, debido a que se trata de perspectivas distintas acerca de la “reflexión
moral”.
Este material está dirigido a servidores públicos del Poder Judicial, apuntando a los
planteamientos contenidos en su Misión y Visión.
Empero, con estas reflexiones se busca destacar el reto que representa para la
gerencia pública, superar la concepción economicista de las organizaciones, por una
racionalidad más humana basada en principios de justicia y equidad económica,
orientada a que, quienes conviven en la organización, generen una visión compartida y
promuevan un comportamiento acorde con las exigencias morales de la sociedad y en
concordancia con los principios que promulga la ética pública.
Contextualización Inicial
Actualmente existe una realidad económica, social y política cambiante que influye de
manera significativa en el devenir de la sociedad y las organizaciones. Estos cambios
conducen a la necesidad de comprender, cada vez con mayor urgencia, los males que
afectan la gerencia pública y cuales son sus posibles correctivos. Esto, partiendo de la
seguridad que, su propagación tiene incidencia directa en el bienestar de la sociedad.
Es, precisamente, esta clase de sentimientos los que dan lugar a la “Empatía” donde el
hombre tiene la necesidad de contemplar el bienestar de quienes lo rodean, en
consecuencia, el ser humano es también capaz de amar, de impartir justicia; no es
sólo un ser que se dedica a maximizar sus preferencias; tal como, lo apunta Villa (1999)
“con todo, no siempre resulta sencillo trazar una línea divisoria clara, entre el
altruismo y el egoísmo, pues dada la naturaleza humana, resulta auténticamente
difícil encontrar actitudes puramente egoístas o puramente altruistas (p.142)”.
Mientras que lo justo es “aquello que cualquier ser racional que no se deje llevar
por sus intereses individuales o grupales sino por intereses universales tiene por
justo” (Cortina 1996, p.117). Desde esta perspectiva los criterios de justicia
son universalmente intersubjetivos en tanto y en cuanto, se enmarcan dentro de
lo que expresa la declaración de los Derechos Humanos y, en consecuencia,
exigibles a cualquier persona, lo cual representa una arista de comprensión de la
ética.
Del desarrollo del ser humano con valores, principios morales y éticos
dependerá en gran medida la eficacia en los servicios y una mayor fortaleza y
madurez de la sociedad, la cual demanda permanentemente entrar a una
ética en la que los valores, y principios morales sean el norte rector de la
administración (p.117).
Respecto a esto último, se puede afirmar que las personas que trabajan en una
organización, son quienes la caracterizan y proyectan hacia la sociedad con los
resultados de sus acciones, en las cuales los principios éticos y el interés colectivo
deben estar por encima de los intereses individuales, con el objeto de satisfacer las
demandas que día a día la sociedad les hace como una condición natural de
convivencia social.
Considerando todo lo anterior, los principios son para los funcionarios públicos los
referentes centrales de acción que definen su conducta en la cotidianeidad laboral, de
allí, la importancia de su práctica y prevalencia. Un ejemplo de ello es el expresado
por Pérez (2006):
1
Yolimar Vilchez / Formación Gerencial Año 11, Nº 2 Noviembre (2012 ). Recuperado de
Revista Formación Gerencial, Año 11 Nº 2 Noviembre (2012) ISSN 1690-074X
• Quien administra recursos públicos rinde cuentas a la sociedad sobre su utilización y
los resultados de su gestión.
• Los ciudadanos tienen derecho a participar en las decisiones públicas que los afecten.
Es menester el considerar, siempre, que los principios son los que dan origen a los
valores y no viceversa, de allí que definir unos valores apropiados y socializar a los
miembros de la organización con ellos, se convierte en una labor ética de máxima
importancia. Partiendo de esta premisa, los valores le dan sentido a la existencia
humana, y se adquieren mediante el proceso de socialización.
“La dimensión ético-moral en la gestión pública está estrechamente conectada con dos
valores que le exigen al servidor Público un comportamiento coherente en todos los
ámbitos a los que aluden: la Integridad y la Transparencia.
2
Autor citado
De igual manera, y sin restar importancia se destacan a continuación algunos de los
valores que se manifiestan en la convivencia laboral de los servidores públicos y que
generalmente son empleados en la mayoría de las decisiones que afectan al colectivo.
Respeto. Asumir una actitud que garantice las acciones propias y de otros se
desarrollen en consideración de los derechos de los demás.
Los valores positivos se convierten en cultura cuando demuestran que sirven para
integrar internamente y para adaptar la organización al entorno, es decir, cuando
tienen éxito y son aprehendidos e internalizados por los miembros de la organización
como la forma correcta de percibir, pensar y sentir, a partir de ese momento los
valores se convierten en creencias básicas y asumidos así inconscientemente por los
miembros de la organización, guían su conducta. Este debe ser el norte en el Poder
Judicial.
A partir de esta premisa, es a través del conocimiento que la ética y moral le otorga
al hombre la posibilidad de elegir correctamente en cada acción que realice; al
mismo tiempo que concede a los gerentes la posibilidad de orientar el
comportamiento de todos los empleados, ya que a través de ella se puede estimar
la justicia o injusticia de los hombres, elevando además el nivel cultural de un
pueblo. De tal manera que, aquel individuo que quiera ser estimado por su talante
moral debe ser movido en primer lugar, por principios justos de convivencia en los
cuales la ética y moral está presente.
A estas alturas, resulta imperioso indicar que Perú es un Estado democrático y social
de derecho y justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento
jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, y la solidaridad, la
democracia, la responsabilidad social, y en general, la preeminencia de los derechos
humanos, la ética, y el pluralismo político. Así lo establece la Constitución Política del
Perú.
Esta nueva cultura de servicio tiene como proceso básico la democratización y servicio
al ciudadano, el cual se orienta a crear mecanismos, instancias y espacios
administrativos que aseguren la participación ciudadana en la gestión pública con el fin
de garantizar que el Estado actúe incorporando la voluntad popular en términos de
equidad, efectividad y calidad.
En esta ruta, y a partir de la asunción de los valores que los ciudadanos de una
sociedad pluralista como la nuestra comparten, sean cuales fueren sus concepciones
de vida buena, surge la dimensión ético-moral de los funcionarios, en la que es preciso
tener en cuenta las exigencias morales de la sociedad en general (ética cívica) y
organizaciones y gerentes en particular, como sujetos de la acción moral. Así
como también los elementos racionales y emocionales presentes en las decisiones de
los mismos.
CONCLUSIONES:
La ética y la moral son las armas principales para combatir las prácticas indebidas
de los miembros de la organización, sin embargo, su práctica requiere
permanentemente estímulo. Paradójicamente, se ha reconocido la importancia que los
funcionarios adquieren para influir positivamente en el comportamiento ético de sus
organizaciones, pero se ha investigado poco sobre lo que significa ser un funcionario
ético o cuáles comportamientos lo caracterizan, por lo general los investigadores
parten de sus propias percepciones o creencias, pero sin un fundamento empírico
valido y confiable, lo cual retarda la internalización de las acciones ético-morales, en la
cotidianidad de la organización.
En este sentido, es importante que quienes aspiren a ser funcionarios tengan una
formación íntegra con una amplia visión, con sentido de responsabilidad, lealtad a la
institución y compromiso con los objetivos de la misma, no sólo basta la formación
técnica, ya que de nada servirá ser competitivo si la entidad adolece de transparencia,
pues, ésta es también percibida por su entorno y más temprano que tarde traerá
consecuencias.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
Villa (1999) Filosofía Vol III Ética, Política e Historia de la Filosofía I. España-
Editorial Mad. S.L.