Vous êtes sur la page 1sur 6

Teoría VI. 4. Armus, Diego, LA CIUDAD IMPURA. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950.

Inmigración, raza y tuberculosis. En el S. XX se pensaba la enfermedad como resultado de un desbalance


constitucional, basada en una lógica mecanicista. Reconocía la existencia de una alteración del flujo de fluidos
en el cuerpo generada por la presencia de materias externas que disparaban un progresivo deterioro físico.
Actuaban a la manera de venenos que iban consumiendo tejidos de los pulmones. Producían nódulos donde se
depositaban los residuos de los tejidos afectados que eran evidencia del proceso degenerativo que estaba
afectando el cuerpo enfermo. En las explicaciones que ofrecían las tesis doctorales de la Universidad de
Buenos Aires se indicaba, mayor susceptibilidad a contraer la tisis entre los individuos de constitución pobre,
delgada y débil, los que vivían en ambientes urbanos insalubre, mal alimentados, los que sufrían afecciones
morales. A estas razones se le sumaba la herencia. Pero no era una enfermedad hereditaria y constitucional
sino infecciosa y causada por un microrganismo. Ya se sabía que solo una parte de la población contraía
tuberculosis y que la gran mayoría estaba infectada pero sin tener la enfermedad de modo activo. En buenos
aires la discusión de la cuestión racial y la tuberculosis transitó diferentes registros. Uno, donde dominaron los
temas de la mezcla étnica y racial, la forja de una raza argentina y la construcción de la nacionalidad en el
marco de una sociedad aluvional. Otro, referido a los grupos sociales, étnicos o nacionales que por diversos
motivos se suponían predispuestos a contraer la enfermedad.

La nación entre la inmigración y la mezcla étnica. La cultura científica decimonónica ofreció la posibilidad de
un cierto orden para la joven nación argentina y la fuerza de la fe en el progreso. Los intelectuales proveyeron
una matriz mental positivista y cientificista. Jerarquizaron el tema de la raza. Se buscó definir y calificar a los
distintos grupos raciales reconociendo entre lo orgánico y lo espiritual, de la pigmentación de la piel y los
rasgos fenotípicos al idioma, las tradiciones, la moral y la psicología. El pensamiento racial en la Argentina
encontró en la cuestión inmigratoria un tema dominante. Se puso en marcha el experimento poblacional de
atracción de inmigrantes nordeuropeos esbozado en el programa alberdiano de “gobernar es poblar”,
respondiendo a una masiva presencia de inmigrantes, que recordaba que los extranjeros que se habían
instalado en la argentina no eran los deseados, por ello la necesidad de la selección. La cuestión racial fue la
cuestión inmigratoria. La discusión se movió entre la aceptación y el rechazo del inmigrante. Unos querían ver
en la masiva llegada un proceso de integración armoniosa y una inversión. Otros articularon reacciones
nativistas y un discurso que asociaba la degeneración con la inmigración masiva. Hubo incluso brotes
xenófobos. Algunos hablaban de razas inferiores y superiores basándose en factores que podían mezclar y
combinar la biología, la historia, la cultura, la geografía. De liberales reformistas a católicos, y de radicales a
socialistas y anarquistas, todos asumían estar utilizando un concepto científico con el que pensaban la cuestión
social y la identidad nacional. Se tensionaron ideas sobre la justicia social, el interés nacional, las
responsabilidades de los individuos particulares y del Estado, las preocupaciones políticas por el potencial
demográfico del país. Motivo de disquisiciones sobre como forjar el capital humano más apropiado para el
futuro argentino. Hubo una clara apuesta a las influencias del medio en la transformación orgánica, mental y
moral de los individuos y los grupos étnicos y raciales. Fue el problema de mezcla lo que definió los contenidos
de la cuestión racial en la Argentina. En la mezcla de criollos y extranjeros y de extranjeros entre si se
condensaban los riesgos y también las posibilidades de la nueva raza nacional. Indígenas, negros y asiáticos
fueron marginales. Con la inmigración ultramarina se discutió el problema de la mezcla racial y el de
optimización del proyecto de construcción de la nacionalidad. En la Argentina era la raza como nación en
formación. Considerada herramienta de progreso y civilización, la composición y características dominantes de
la mezcla serán motivos de reflexiones. El S. XIX estuvo marcado por la perspectiva alberdiana y la búsqueda
de las razas anglosajonas en un contexto de fomento de la inmigración europea y de puertas abiertas para

1
Teoría VI. 4. Armus, Diego, LA CIUDAD IMPURA. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950.

cualquier otro inmigrante. En 1910 Juan Alsina señalaba la conveniencia de mantener la homogeneidad de la
población argentina, sugería distinguir entre migrantes preferibles y no deseables. El entresiglo fue un
periodo prolifero en diagnósticos y formulaciones destinadas a forjar el futuro de la raza nacional. Tratar de
incidir en la modelación de la raza argentina parece haber sido un terreno del que se apropiaron los
especialistas influenciados por el movimiento eugenésico. La cuestión sobre la mezcla se enfocó en la
conveniencia de las razas latinas, donde eran inocultables las afluencias de la biotipología. Muchos de los
participantes en el Congreso nacional de población seguían apostando a la mezcla, indicando la conveniencia
de que se sigan alentando las corrientes inmigratorias de origen latino sin desechar la incorporación de otras,
también la necesidad de seleccionar la inmigrante. La cuestión de la mezcla es pensada como un recurso para
garantizar las condiciones que permitían el mejoramiento de la raza nacional. Alentaba y apostaba a mejoras
medioambientales que debían beneficiar el capital genético de la población. En la Argentina, tuvieron lugar
formas y estrategias de hibridación constructiva que llevaron a abordar algunas dimensiones en la construcción
de las identidades nacionales como dilemas raciales donde las razas inferiores eran absorbidas por las
superiores. De esas mezclas saldrían las nuevas razas nacionales. En este clima de ideas por los asuntos de
mejor selección de los componentes de la mezcla racial se discutió como deshacerse de aquello que
deterioraba el capital hereditario y la salud de la población. Y la tuberculosis fue identificada como un
peligro regeneracionista. Importaba saber si se trataba de una enfermedad hereditaria, si se debía prohibir
el ingreso de extranjeros tuberculosos, si correspondía desalentar la inmigración de grupos nacionales con
altos índices de mortalidad tuberculosa, si los diferentes grafos estaban determinados por la herencia o por
el medio. La tuberculosis sirvió para articular las razones que consideraban la conveniencia o necesidad de
selecciona para quienes tenían intenciones de probar suerte en la capital argentina.

Selección del inmigrante. En la Argentina la pregunta de qué inmigrantes eran los apropiados estuvo desde
1860. La ley de inmigración de 1876 alentaba una política de puertas abiertas que en su aspecto sanitario
aspiraba a ser más selectiva que prohibía el ingreso en calidad de inmigrante a todo extranjero enfermo de mal
contagioso o infeccioso que lo incapacitara para trabajar. La selección del inmigrante tuvo en su mira la
exclusión de los tuberculosos. A fines del S. XIX, hubo debates sobre la conveniencia de adoptar medidas
más restrictivas articuladas a razones de orden sanitario y también en torno a razones ideológicas y
culturales. Había reglamentos que habilitaba a inspectores sanitarios a controlar barcos y examinar
inmigrantes en el Hotel de Inmigrantes. En 1904 se firmó un convenio internacional con países vecinos que
contemplaba la presencia de médicos sudamericanos en las naves europeas que traían inmigrantes. Se
sumaron otras razones basadas en criterios ocupacionales, ideológicos y culturales. En 1923 se envió al
congreso un proyecto de ley de inmigración que mantenía los principios de puertas abiertas pero precisaba
controles sanitarios, policiales y judiciales, la edad tope del inmigrante, el desaliento al ingreso de mujeres
solas con hijos pequeños y la exclusión de activistas políticos, prostitutas, mendigos y alcohólicos debido al
debate que generó, el poder Ejecutivo opto por una vía administrativa para impedir el desembarco de un
inmigrante. El proceso de selección debía comenzar en los lugares de origen del migrante, que quedaba
obligado a presentar ante las autoridades consulares argentinas certificados de salud, policiales, judiciales y
de no mendicidad. Desde el comienzo domino la flexibilidad, fueron muy pocos los rechazados y la mayor
rigidez de los funcionarios se aplicaba para los que tenían lesiones físicas evidentes, las mujeres jóvenes que
viajaban solas y podían ser parte de la trata de blancas, los que no podían ocultar su enfermedad. El control
sanitario estaba tipificado. Mientras algunas enfermedades eran de fácil reconocimiento, con la tuberculosis
las cosas eran sin duda más complicadas. Identificar un tuberculoso no era sencillo porque tanto el análisis

2
Teoría VI. 4. Armus, Diego, LA CIUDAD IMPURA. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950.

clínico como el bacteriológico distaban de ser concluyentes. Establecer con certeza que un recién llegado
estaba enfermo de tuberculosis era tan difícil como asegurar que un cierto individuo terminaría siendo un
delincuente común o un activista político, otras dos causantes de prohibición de ingreso al país según la
legislación. Entre los europeos, los del norte fueron bien calificados pero no así los provenientes del este y el
centro. La supuesta incapacidad para el trabajo agrícola, las ancestrales tendencias a ocuparse en el sector
comercial, la distancia lingüística, el color o la religión fueron algunos de los recursos usados para la articular
esos estereotipos y prejuicios. Y la herencia, o la predisposición a contraer la tuberculosis, fueron
instrumentales a esos propósitos que parecían querer organizar las razones que marcaban negativa o
positivamente a un grupo migratorio. La tuberculosis estuvo mencionada al momento de listar causad de
exclusión, pero muy pocas veces devino la razón por la cual un inmigrante era rechazado.

La tuberculosis de los españoles. La idea de la tuberculosis importada quedo asociada a los inmigrantes
provenientes de la Península Ibérica, el grupo migratorio de origen europeo más afectado y con una mortalidad
tuberculosa que duplicaba a la de los italianos. Dominaron dos perspectivas al problema de la tuberculosis de
los españoles. Por un lado, el argumento de la herencia señalaba la predisposición de la raza española,
apoyándose en el crecido número de argentinos de primera generación descendientes de inmigrantes
españoles enfermos de tuberculosis. La otra perspectiva cuestiona esta supuesta predisposición. Enfrentados
al problema de la rápida propagación de la enfermedad, los tisiólogos enhebraron a la cuestión de la
herencia las situaciones que creían, desataban la congénita predisposición a contraer la enfermedad. La
expatriación, los embarazos múltiples y el alcoholismo fueron los factores más mencionados. La emigración
gallega se tornó masiva al despuntar el SXX como resultado del estancamiento de las posibilidades de
crecimientos y modernización de una agricultura minifundista poco diversificada, la presión demográfica sobre
el efecto de los retornados exitosos hacían el abaratamiento de los pasajes transatlánticos o los recursos
monetarios originados en la hipoteca de la pequeña propiedad rural. Todo esto alimento y facilito un proceso
emigratorio de limitada selectividad. Los tisiólogos gallegos encontraban otra prueba de la heredabilidad de la
enfermedad. Postulaban que el flujo de emigrantes que regresaban tuberculosos a sus lugares de origen el que
facilitaba la diseminación de la enfermedad no tanto por la vía del contagio directo sino transmitido esa
herencia enferma a sus descendientes. La interpretación de la tuberculosis de los gallegos se despliega entre la
herencia y las condiciones medioambientales. Pero mientras los argentinos localizaban el proceso de la
predisposición en Galicia, los gallegos lo hacían en la estadía de Buenos Aires de los emigrantes retornados
que, enfermos, implantaban sus debilidades adquiridas en su descendencia y diseminaba la enfermedad en el
medio rural. Esas imágenes lograron relegar a un segundo plano la existencia de una elite gallega bien afirmada
en la sociedad porteña. Se trata de miembros de las elites comerciales de exportación e importación, la banca,
la industria de bienes de consumo y los seguros, consolidados como grupo de intelectuales y profesionales
liberales, republicanos que habían emigrado con altos niveles de educación formalizada.

El vigor de los vascos. En la mirada de numerosos sectores de la elite argentina los vascos se recortaban
como un grupo diferenciado del resto de los españoles. Su reputación fue resultado de la exitosa inserción de
los descendientes de comerciantes vascos que se asentaron en el área rioplatense en el S. XVIII y que en el S.
XIX llegaron a las pampas con un pasado de pastores que se integraron en la producción agropecuaria. A esas
primeras olas inmigratorias se sumó otra, cuyo ajuste a la sociedad receptora fue distinto y resultante de
precondiciones, de la adaptación al bagaje étnico cultural que traían desde sus lugares de origen, a las
posibilidades de inserción laboral y social en la pampa agroexportadora, y de los empleos urbanos ofrecidos
por el mercado de trabajo porteño a las preferencias culturales de empleadores y empleados. Esta masiva
3
Teoría VI. 4. Armus, Diego, LA CIUDAD IMPURA. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950.

emigración vasca incluyo gentes de las costas y del interior del país vasco. De esos inmigrantes, algunos se
dedicaron a la ganadería lechera y las actividades rurales y a otras tareas poco calificadas en el mundo
urbano, en primer lugar el servicio doméstico. Había una celebración de la innata resistencia física y moral de
los vascos residentes en la Argentina que no tomaba nota de la tuberculosis que campeaba en el país vasco.

Los judíos que debían ser tuberculosos pero no lo son. En el caso de los rusos judíos la cuestión de la
predisposición adquirió una dimensión bastante singular. Se hablaba de inmunidades naturales resultantes de
su ancestral experiencia urbana y su limitada mezcla con otras colectividades. Aun cuando vivieran hacinados,
los rusos judíos no contraían tuberculosis. Esas inmunidades naturales compaginaban mal, con la imagen de
los judíos esbozada por algunas voces antisemitas, que veían en ellos una raza débil, poco higiénica, fuente de
enfermedades y amenaza a la salud pública, incapaz de auto-sustentarse y candidata a transformarse en una
carga para el Estado. Se trata de una imagen de debilidad física asociada a la figura del sastre o el trabajador
del vestido. Esto fue así en Buenos Aires donde la migración judía fue importante. En la lista de atributos
negativos se habló de predisposiciones a la deformidad física y la epilepsia, la perversidad moral y la locura, la
mendicidad y el crimen, el anarquismo, el socialismo y el maximalismo. En 1895 cuando la inmigración judía
empezaba a ser una realidad, el presidente del consejo nacional de higiene Ramos Mejía culpabilizaba de la
importación del tifus a los judíos, el único grupo migratorio que sería obligado a pasar desinfecciones
sistemáticas a pesar de los reaseguros en contrario ofrecidos por los agentes colonizadores y navieros. Muchas
de estas perspectivas prejuiciosas antisemitas se intensificaron en el contexto de la convicción de que el
mejoramiento de la raza nacional se lograría con una adecuada selección del inmigrante. La figura de los
inmigrantes no recomendables estuvo presente en el perfil ocupacional que se pensaba más adecuado y que
era el del inmigrante con habilidades para el trabajo agrícola. Junto a negros y asiáticos eran grupos que
conspiraban contra la homogeneización étnica de la nación. Abundaron los que proponían atraer una
inmigración de razas superiores capaces de formar por selección natural darwiniana un tipo nacional también
superior e impedir el ingreso de las razas inferiores, la mayoría de los que reflexionaron el tema solo indicaría
preferencias por los grupos anglosajones, nórdicos y latinos. Concretar esas preferencias fue una empresa
poco exitosa. El aumento proporcional de judíos polacos fue mayor que el de italianos y españoles. Los
avatares de la inmigración judía relevan la escasa efectividad de los discursos y políticas selectivas dirigidas a
atraer a quienes debían alimentar el crecimiento demográfico argentino. Se trataba de un grupo de baja
mortalidad y una morbilidad con alto grado de cronicidad, que gozaba de una inmunidad heredada y adquirida,
facilitada por el abundante número de individuos con procesos tuberculosos benignos. Era una interpretación
que apuntaba a desracializar el viejo tema de quienes eras los que se enfermaban o morían de tuberculosis y
en el caso de los judíos, de los que debían enfermarse o morirse de tuberculosis pero no lo hacían.

La tuberculosis de Ceferino Namuncurá y de los “indios de Roca”. El problema de la mezcla étnica y racial se
centró en los inmigrantes pero tuvo que lidiar con la población indígena. Su caída demográfica fue explicada
como un proceso de asimilación en el conjunto nacional vía el mestizaje y como resultado de conductas
degradantes e incivilizadas de los propios indígenas, del alcoholismo y la falta de higiene al infanticidio y el
aborto. Esta drástica reducción coincide con la llamada conquista del desierto; termino disparando procesos
patológicos y dislocaciones socioculturales que acelerarían la hecatombe demográfica de la población nativa.
En los inicios del S. XX algunos estudios explicaban la alta mortalidad tuberculosa de indios, mestizos y negros a
partir de su predisposición racial. La desaparición de los así llamados indios de Roca reforzó por un tiempo la
convicción de que se trataba de un grupo particularmente vulnerable al contagio. Por ser una raza virgen
carente de los anticuerpos necesarios que si tenían las gentes que habitaban en la ciudad, los indios de Roca
4
Teoría VI. 4. Armus, Diego, LA CIUDAD IMPURA. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950.

terminaban desarrollando cuadro de tuberculosis agudas, galopantes y mortíferas. Los pocos que sobrevivieron
a su incorporación voluntaria o forzada al mundo de la civilización fueron los poseedores de una resistencia
física y emocional que les permitió adaptarse a un entorno urbano, social y laboral nuevo, hacer frente en
mejores condiciones a la infección y engendrar sujetos de misma o mayor resistencia. Ejemplo el caso de
Ceferino Namuncurá que puede ilustrar la que les ocurrió a los muchos anónimos indios de Roca y fue uno de
los tantos niños de una comunidad mapuche que había optado por no continuar los enfrentamientos armados
con el ejército nacional. A los 18 años murió de tuberculosis. La tuberculosis de las mujeres criollas revela
similitudes con la de los indios de Roca. La mortalidad tuberculosa de las mujeres nativas era mayor que de
las extranjeras. Intentaron explicar estas diferencias: se decía que la mujer nativa vivía mucho tiempo
encerrada, mal alojada, mal alimentada, mal vestida, soportando maternidades repetidas en concubinato.
Eran hábitos, oficios y un género de vida tuberculizantes que no existen en la mujer extranjera. La raza, la alta
fecundidad y ciertos trabajos aparecían como predisponentes a la tuberculosis. Otro caso similar fue el de
soldados conscriptos. En tiempos de incertidumbres biomédicas respecto de la tuberculosis los casos de
gallegos, vascos, judíos, indios de Roca, mujeres criollas y soldados del interior revelan que en el empeño por
poner orden en un mundo urbano donde las ocasiones de mezcla se multiplicaban establecer la
predisposición de contraer la enfermedad, fue una discusión en torno de prejuicios, preconceptos y
estereotipos. Se constituían explicaciones de la enfermedad donde la pertenencia a un grupo nacional, étnico
o racial terminaba diluyendo dimensiones de la experiencia individual. Los estereotipos tendían a explicar la
predisposición a enfermarse desatendiendo la casualidad donde contaban el riesgo en el ambiente laboral, en
su residencia, en sus modos de vida, sus niveles de ingreso y educación, su alimentación, su salud y la
exposición al bacilo.

5
Teoría VI. 4. Armus, Diego, LA CIUDAD IMPURA. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950.

Vous aimerez peut-être aussi