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La era de la no polaridad
Lo que seguirá al dominio de Estados Unidos
Richard N. Haass
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La era de la no polaridad
Richard N. Haass
En este mundo, Estados Unidos es y seguirá siendo durante largo tiempo el país
con la mayor concentración de poder. Anualmente, gasta más de 500 000 millones
de dólares en sus fuerzas armadas —más de 700 000 millones, si se incluyen las
operaciones en Afganistán e Iraq— y cuenta con fuerzas terrestres, aéreas y nava-
les que presumen ser las mejores del mundo. Su economía, con un pib de alre-
dedor de 14 billones de dólares, es la más grande del mundo. Estados Unidos es
también una importante fuente de cultura (a través de sus películas y televisión), de
información y de innovación. Pero la realidad del poderío estadounidense no debe
enmascarar el relativo deterioro de la posición de Estados Unidos en el mundo;
al mismo tiempo, este relativo declive de su poder se acompaña de un deterioro abso-
luto de su influencia e independencia. La participación de Estados Unidos en las
importaciones globales ya ha bajado al 15%. Aunque el pib de Estados Unidos
representa más del 25% del total mundial, este porcentaje seguramente bajará con el
tiempo, dado el diferencial real y estimado entre la tasa de crecimiento de Estados
Unidos, y las de los gigantes asiáticos y de muchos otros países; muchos de ellos tie-
nen tasas de crecimiento que duplican o triplican la de Estados Unidos.
El aumento del pib es apenas un indicio del fin del dominio económico estado-
unidense. El surgimiento de fondos soberanos o fondos de inversión estatales
(sovereign wealth funds) —en países como Arabia Saudita, China, Emiratos Árabes
Unidos, Kuwait y Rusia— es otro. Estos fondos controlados por el gobierno, ge-
neralmente producto de las exportaciones de gas y petróleo, ahora suman alrede-
dor de 3 billones de dólares. Están creciendo a una tasa estimada de 1 billón de
dólares al año y son, cada vez más, una importante fuente de liquidez para las
empresas estadounidenses. Los altos precios de la energía, incentivados princi-
palmente por el violento aumento de la demanda en China y la India, continuarán
durante algún tiempo, lo que significa que el tamaño y la importancia de estos
fondos seguirán creciendo. Están surgiendo bolsas de valores alternas que alejan
a las compañías de las bolsas estadounidenses e, incluso, están lanzando ofertas
públicas iniciales (opi). Londres, en particular, está compitiendo con Nueva York
por ser el centro financiero del mundo y, de hecho, ya lo superó en cuanto al nú-
mero de opi que alberga. El dólar se ha debilitado frente al euro y a la libra bri-
tánica, y es probable que su valor relativo frente a las divisas asiáticas también baje.
La mayoría de las reservas en los bancos centrales del mundo está ahora en divisas
distintas al dólar, y es posible que cambie la denominación del petróleo a euros o a
una canasta de divisas; sin duda, este paso dejaría a la economía estadounidense más
vulnerable a la inflación y a las crisis cambiarias.
El dominio estadounidense también está siendo desafiado en otros ámbitos, como
el de la eficacia militar y la diplomacia. Los indicadores de gasto militar no son los
mismos que los de la capacidad militar. El 11-S mostró cómo una pequeña inversión
de los terroristas podía causar grados extraordinarios de daño físico y humano.
Muchas de las piezas de armamento moderno más costosas no son especialmente
útiles en los conflictos actuales, donde el campo de batalla tradicional se ha visto re-
La era de la no polaridad
emplazado por zonas urbanas de combate. En esos entornos, un gran número de sol-
dados con poco armamento puede resultar ser un enemigo mucho más difícil para un
pequeño número de soldados estadounidenses mejor armados y entrenados.
El poder y la influencia están cada vez menos relacionados en una era de no po-
laridad. Los llamados de Estados Unidos para que los demás se reformen tenderán
a caer en oídos sordos, sus programas de ayuda tendrán menor poder adquisitivo y
las sanciones encabezadas por los estadounidenses lograrán menos. Después de
todo, China demostró ser el país con mayor capacidad para influir sobre el progra-
ma nuclear de Corea del Norte. La capacidad de Washington para presionar a
Teherán se ha fortalecido con la participación de varios países de Europa Occidental
y se ha debilitado por la renuencia de China y de Rusia para sancionar a Irán. Tanto
Beijing como Moscú han diluido los esfuerzos internacionales para presionar al
gobierno de Sudán para que finalice su guerra en Darfur. Pakistán, mientras tanto,
ha demostrado repetidamente tener una capacidad para resistirse a las peticiones de
Estados Unidos, al igual que Corea del Norte, Irán, Venezuela y Zimbabue.
Esta tendencia también se extiende a los ámbitos de la cultura y de la información.
Bollywood produce más películas al año que Hollywood. Las alternativas a la te-
levisión producida y difundida por Estados Unidos se están multiplicando. Los sitios
web y las ciberbitácoras de otros países representan aún más competencia para los
programas de noticias y comentarios producidos en Estados Unidos. La prolife-
ración de la información es tan causa de la no polaridad como la proliferación de
armas.
adiós a la unipolaridad
Charles Krauthammer fue más acertado de lo que pensaba cuando escribió en
las páginas de Foreign Affairs, hace casi dos décadas, sobre lo que él denominó “el mo-
mento unipolar”. En ese entonces, el dominio de Estados Unidos era real; pero duró
solamente 15 ó 20 años. En términos históricos, fue apenas un instante. La teoría
realista tradicional habría predicho el final de la unipolaridad y el surgimiento de un
mundo multipolar. Siguiendo esta línea de razonamiento, las grandes potencias, cuan-
do actúan como acostumbran hacerlo las grandes potencias, estimulan la compe-
tencia de otros que les temen o que les tienen resentimiento. Krauthammer, adhi-
riéndose sólo a esta teoría, escribió: “Sin duda, la multipolaridad llegará con el
tiempo. Quizá en aproximadamente una generación más, también habrá nuevas
potencias que se equipararán con Estados Unidos, y el mundo se parecerá, en su
estructura, a la era previa a la Primera Guerra Mundial”.
Sin embargo, eso no ha sucedido. Aunque el sentimiento antiestadounidense es
generalizado, no ha surgido una gran potencia o potencias que rivalicen con Esta-
dos Unidos. Esto se debe, en parte, a que la disparidad entre el poder de Estados
Unidos y el de cualquier posible rival es demasiado grande. Con el tiempo, países
como China podrían llegar a tener un pib comparable con el de Estados Unidos.
Sin embargo, en el caso de China, gran parte de esa riqueza será utilizada forzosa-
mente para cubrir las necesidades de su enorme población (mucha de la cual sigue
siendo pobre) y no estará disponible para financiar el desarrollo militar o para
empresas externas. Mantener la estabilidad política durante un período de crecimien-
to tan dinámico, pero desigual, no será una hazaña sencilla. India se enfrenta a
muchos de los mismos desafíos demográficos y a los obstáculos adicionales de un
exceso de burocracia y de una infraestructura insuficiente. El pib de la ue es ahora
mayor que el de Estados Unidos, pero la ue no actúa de una manera unitaria, como
lo haría un Estado-nación, y no es capaz ni tiene la inclinación de actuar de ma-
nera enérgica, como actúan las grandes potencias históricas. Japón, por su parte,
cuenta con una población menguante y envejecida y no tiene la cultura política
para desempeñar el papel de una gran potencia. Rusia puede estar más dispuesta,
pero aún cuenta con una economía agrícola comercial y está agobiada por una po-
blación decreciente y por los desafíos internos a su cohesión nacional.
El hecho de que no haya surgido una rivalidad clásica entre grandes potencias y
que sea poco probable que surja en el futuro cercano también es resultado, en par-
te, del comportamiento de Estados Unidos, que no ha estimulado dicha respuesta.
Esto no quiere decir que bajo el liderazgo de George W. Bush Estados Unidos no
haya alejado a otros países; sin duda lo ha hecho. Pero, en general, no ha actuado
de una forma tal que lleve a otros países a concluir que Estados Unidos constitu-
ye una amenaza para sus intereses nacionales vitales. Las dudas sobre la sabiduría y
la legitimidad de la política exterior de Estados Unidos se han extendido, pero
esto ha tendido a provocar más denuncias (y una falta de cooperación) más que una
resistencia categórica.
La era de la no polaridad
Richard N. Haass
La era de la no polaridad
el desorden no polar
Este mundo cada vez más no polar tendrá consecuencias especialmente
negativas para Estados Unidos, e igualmente para gran parte del resto del mundo.
Será más difícil para Washington liderar en los momentos en los que desee promo-
ver respuestas colectivas a desafíos regionales y globales. Una de estas razones tiene
que ver con la aritmética básica. Debido a que un mayor número de actores posee
un poder significativo y trata de hacer valer su influencia, será más difícil obtener
respuestas colectivas y hacer que las instituciones funcionen. Arrear a muchos es más
difícil que arrear a unos cuantos. La incapacidad de llegar a un acuerdo en la Ronda
Doha de negociaciones comerciales globales es un ejemplo revelador.
La no polaridad también aumentará el número de amenazas y vulnerabilidades
que enfrentan países como Estados Unidos. Estas amenazas pueden provenir de Es-
tados díscolos, grupos terroristas o productores de energéticos que decidan reducir
su producción, o de bancos centrales cuya acción o falta de acción pueda crear con-
diciones que afecten el papel y la fortaleza del dólar estadounidense. Quizá la
Reserva Federal debería pensárselo dos veces antes de continuar bajando las tasas
de interés, para evitar precipitar un rechazo adicional al dólar. Puede haber cosas
peores que una recesión.
Irán es un buen ejemplo. Sus esfuerzos por convertirse en una potencia nuclear
son el resultado de la no polaridad. Debido principalmente al aumento de los pre-
cios del petróleo, se ha convertido en otra concentración significativa de poder,
una que puede influir sobre Iraq, Líbano, Siria, los territorios palestinos y demás,
así como sobre la opep. Tiene muchas fuentes de financiamiento y tecnología, así
como numerosos mercados para sus exportaciones de energéticos. Además, debido
a la no polaridad, Estados Unidos ya no puede manejar a Irán por sí solo; antes bien,
Washington depende de otros para respaldar sus sanciones políticas y económicas
o para bloquear el acceso de Teherán a la tecnología y a los materiales nucleares. La
no polaridad genera no polaridad.
Sin embargo, aunque la no polaridad fuera inevitable, sus peculiaridades no lo son.
Parafraseando al teórico de las Relaciones Internacionales, Hedley Bull, la política glo-
bal es, en cualquier momento, una mezcla de anarquía y sociedad. El problema está
en el equilibrio y la tendencia. Se puede y se debe hacer mucho para configurar un
mundo no polar. El orden no surgirá por sí solo. Por el contrario, si se le deja al libre
albedrío, un mundo no polar se hará más desordenado con el tiempo. La entropía
establece que los sistemas conformados por un gran número de actores tienden hacia
una mayor aleatoriedad y desorden en la ausencia de intervención externa.
Estados Unidos puede y debe tomar medidas para reducir las posibilidades de
que un mundo no polar se convierta en un caldero de inestabilidad. Éste no es
un llamado al unilateralismo; es un llamado para que Estados Unidos ponga en
orden su casa. La unipolaridad es cosa del pasado, pero Estados Unidos aún tiene
más capacidad que cualquier otro actor para mejorar la calidad del sistema inter-
nacional. La pregunta es si continuará teniendo esta capacidad.
Richard N. Haass
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Asimismo, significará establecer una contraparte civil de las fuerzas de reserva del
ejército que proporcionaría un grupo de talento humano para auxiliar en las tare-
as básicas de construcción nacional. La ayuda económica y militar continua será
vital para ayudar a los Estados débiles a cumplir con las responsabilidades que tie-
nen con sus ciudadanos y vecinos.
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