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Zizek sostiene acerca de este punto que “repetir a Lenin significa que uno tiene que
distinguir entre lo que Lenin efectivamente hizo y el campo de posibilidades que él abrió,
la tensión entre lo que Lenin hizo y otra dimensión, lo que era ‘en Lenin más que el propio
Lenin’”3. Desde este punto de vista repetir a Lenin no significa repetir “lo que Lenin HIZO,
sino lo que él FALLO HACER, sus oportunidades FRACASADAS”4.
Este último punto expresa bien el hecho de que la repetición se encuentra comprometida no
tanto con el pasado sino con el futuro, con lo que está aún por hacerse (“lo que Lenin falló
hacer; sus oportunidades fracasadas”). Podemos decir, en suma, que mientras que el retorno
vuelve al pasado con la intención de traer dicho pasado al presente, la repetición vuelve
sobre el pasado para diferenciarse de él, para recomenzarlo. Desde esta perspectiva resulta
plausible afirmar que si el retorno opera por medio de una lógica representativa –pues
intenta hacer presente, en el sentido temporal, algo ausente- , la repetición no es sino la
puesta en cuestión de toda lógica de tipo representativo. A diferencia del retorno, la
repetición pertenecería más bien al orden de lo eventual.
Lo que intentaré hacer en lo que resta de tiempo es mostrar que la distinción entre retorno y
repetición, tal como ha sido expuesta, nos permite una mejor comprensión de la teoría de la
“vuelta a los principios” expuesta por Maquiavelo en los Discursos III, 1. Mi hipótesis es
que la “vuelta a los principios” debe considerarse como una formulación específica,
relacionada a los cuerpos políticos, del vínculo entre repetición y evento. Ahora bien, antes
de abordar directamente esta cuestión, quiero llamar la atención sobre el hecho de que el
lugar en donde Maquiavelo formula su teoría de la repetición sea, en importante medida,
una reescritura de otro libro, La Historia de Roma desde su fundación de Tito Livio.
3
Ibíd. p. 84
4
Ídem.
Los Discursos y la Historia de Roma de Tito Livio
Como se sabe bien, Maquiavelo comienza el Proemio al libro primero de sus Discursos
reivindicando resueltamente su originalidad. Maquiavelo dice ahí haberse aventurado a
entrar en un camino aún no recorrido por ningún otro y compara la novedad de su método
con el descubrimiento de aguas y tierras desconocidas. Sin embargo, tan pronto realiza esta
declaración, el secretario florentino anticipa la intención de su libro, a saber, persuadir a sus
contemporáneos para extender al dominio de la política la imitación de la Antigüedad.
Maquiavelo, en efecto, se lamenta de que mientras la imitación de los antiguos es un hecho
en campos como el de la medicina, el arte y el derecho, “cuando se trata de ordenar la
república […] no se encuentra príncipe ni república que recurra a los ejemplos antiguos”5.
Claude Lefort advirtió bien la naturaleza paradójica de dicho propósito: al mismo tiempo
que Maquiavelo documenta la novedad radical de su modo de acercamiento al dominio de
la política, erige a la Antigüedad como modelo a imitar. “Todo sucede –afirma Lefort-
como si, a su modo de ver, el descubrimiento del continente desconocido ordenara una
vuelta al mundo antiguo, o incluso coincidiera con el redescubrimiento de ese mundo”6.
Maquiavelo avanza dos explicaciones para este hecho (que en política no se imite a los
antiguos). La primera hace referencia a la debilidad a la que ha conducido al mundo la ética
cristiana, la cual, según el florentino, “ha glorificado más a los hombres contemplativos que
a los activos”7. Según Maquiavelo el modo de vida que acompaña a las virtudes cristianas
ha debilitado a los hombres haciéndolos presa fácil de los “hombres malvados, los cuales lo
pueden manejar [al mundo] con plena seguridad, viendo que la totalidad de los hombres,
con tal de ir al paraíso, prefiere soportar sus opresiones a vengarse de ellas”8.
Maquiavelo, sin embargo, rechaza esta primera alternativa para avanzar la explicación que
él considera más adecuada. El problema radicaría, según él, en la falta de un verdadero
conocimiento de la historia. De no extraer de ella, al leerla, “su sentido, ni gozar del sabor
5
Maquiavelo, N. Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Madrid, Alianza, 2000, ( I, Proemio), p. 28
6
Lefort, C. “Maquiavelo y la veritá effetuale”, en El arte de escribir y lo político, Barcelona, Herder, 2007, p.
233
7
Maquiavelo, Op. cit. II, 2, p. 198
8
Ibíd. II, 2, p. 199
que encierra. De donde nace que muchos lectores se complacen al escuchar aquella
variedad de sucesos que contiene, sin pensar de ningún modo en imitarlos”9.
Con el propósito, por lo tanto, de alejar a los hombres de este costoso error, Maquiavelo, a
la manera de Pierre Menard12, se propuso (re)escribir los diez primeros libros de la Historia
de Roma de Tito Livio, incitando a leerlos a la luz tanto de los hechos pasados como de los
presentes “de modo que quienes lean esas aclaraciones mías puedan fácilmente extraer
aquella utilidad por la que debe buscarse el conocimiento de la historia” 13. Esta rescritura,
evidentemente, no busca repetir palabra por palabra el libro de Tito Livio. En esto
Maquiavelo se diferencia del personaje de Borges, quien quiso escribir el mismo libro que
escribió Cervantes antes que él. Maquiavelo no quiere ser Tito Livio. A este respecto, los
comentadores han insistido bastante sobre la manera en que los Discursos toman distancia
del libro del historiador romano. En efecto, es bien conocido el tono aristocrático de la
Historia de Roma mientras que los Discursos están escritos, en cambio, desde una
perspectiva republicana o, incluso, hay quienes afirman, democrática o populista14.
Intentado explicar este punto, Lefort afirma que Maquiavelo invocó la autoridad del gran
historiador romano estratégicamente, con el objetivo de conciliarse con sus lectores. Leo
Strauss, similarmente, sostuvo que dado que Maquiavelo no podía polemizar en contra del
9
Maquiavelo, Discursos sobre la primera década de Tito Livio, (Libro I, Proemio) Madrid, Alianza, 2005, p. 28
10
Ibíd. pp. 28-29
11
Lefort, C. Op. cit. p. 234
12
Borges, J. “Pierre Menard, autor del Quijote”, en Ficciones, Madrid, Alianza, 2002
13
Maquiavelo, Discursos, (I, Proemio) op. cit. p. 29
14
Véase McCormick, J. Machiavellian Democracy, New York, Cambridge University Press, 2011
cristianismo y la autoridad de la Iglesia sin contar con el apoyo de alguna otra autoridad,
Livio se volvió la Biblia de Maquiavelo, o mejor dicho, su anti-Biblia15. A mi juicio, ambas
interpretaciones, aunque no del todo incorrectas, pierden de vista un aspecto importante a
tener en cuenta, a saber, la relación entre la teoría de la “vuelta a los principios” y la
estructura general de los Discursos. Retomaré este punto al final de esta presentación.
La teoría de la “vuelta a los principios” se halla explicitada recién en el primer capítulo del
tercer libro de los Discursos, el último, en donde Maquiavelo sostiene que si se quiere que
una república viva largo tiempo es necesario retraerla a sus principios. Cito al florentino:
“Nada hay más cierto que el hecho de que todas las cosas del mundo
tienen un final, pero, en general, las que cumplen enteramente el ciclo que
les ha sido asignado por los cielos son las que no han desordenado su
cuerpo, sino que lo tienen regulado de modo que no se cambia, y, si se
altera, es para recibir salud y no daño. Y hablando de cuerpos mixtos
como las repúblicas y las sectas, digo que son salutíferas aquellas
alteraciones que las reconducen a sus principios. Y por eso están mejor
organizadas y tienen una vida más larga las que, mediante sus
instituciones, se pueden renovar a menudo o que, por cualquier
circunstancia ajena a sus ordenamientos, llegan a dicha renovación. Y es
más claro que la luz que, si no se renuevan, no pueden durar. El modo de
renovarlas es, como se ha dicho, reducirlas a sus principios”16.
15
Strauss, L. Thoughts on Machiavelli, Chicago, University of Chicago Press, 1958
16
Maquivelo, N. Discursos (Libro III, 1), op. cit. p. 305 [Las cursivas son mías]
17
Pocock, J. G. A. El momento maquiavélico: el pensamiento político florentino y la tradición republicana
atlántica, Madrid, Tecnos, 2008
se enfrentaron los intelectuales florentinos era el de “explicar cómo nacían las repúblicas y
de qué manera era posible asegurar su pervivencia en el tiempo”18. Según este intérprete,
para resolver teórica y prácticamente dicho dilema Maquiavelo y sus contemporáneos
abrían apelado a la noción de virtud cívica proveniente de la tradición aristotélica. En sus
palabras, “mediante la institucionalización de la virtud cívica, la república o la polis
asegura su propia estabilidad en el tiempo, y encamina el desarrollo de la materia prima
humana que la nutre hacia la realización de aquella vida política que constituye el fin del
hombre”19.
Lo que hay que evitar no es sino que el proceso del tiempo, con su disposición hacia la
degeneración de los cuerpos, envuelva con su manto a la república. Al respecto, Pocock
señala que “los mecanismos institucionales pueden reforzarse y renovarse y están en
condiciones de prevenir los síntomas de la corrupción cuando ésta realmente todavía no ha
comenzado, pero una vez que la corrupción ha comenzado posiblemente resulten
impotentes”21. La ventaja que supone contar con mecanismos institucionales de prevención
de la corrupción es que, en su ausencia, la única alternativa disponible es la presencia de un
18
Ibíd. p. 273
19
Ibíd. p. 272
20
Ibíd. p. 292
21
Ídem.
hombre sabio, de excepcionalidad virtud, capaz de advertir el advenimiento de males aún
no perceptibles para la mayoría. Sin embargo, dado que, aun admitiendo que tal hombre
existiera, éste “encontraría difícil convencer a sus vecinos y mucho más cuanto más
corruptos fueran”22. La única alternativa al marco constitucional parece ser, por lo tanto, el
gobierno tiránico o la dictadura de un hombre sabio.
22
Ídem.
23
Spinoza, B. Tratado político, Madrid, Alianza, 2010, p. 233
24
Ídem.
25
Ibíd. p. 234
26
Ídem.
27
Íbíd. P. 238
La “vuelta a los principios”: evento y repetición (del comienzo)
28
Arendt, H. “¿Qué es la autoridad?”, en Entre el pasado y el futuro: ocho ejercicios sobre la reflexión
política, Barcelona, Península, 1996
estatus de un acontecimiento único. Debido precisamente a este carácter único los romanos
no eran capaces, al asentar una nueva colonia, de repetir la fundación original, aquella de
su primera polis. Los romanos simplemente añadían esta nueva ciudad a la polis originaria.
29
Ibíd. p. 132
30
Íbid. p. 151
En el capítulo 2 del libro primero de los Discursos, Maquiavelo contrapone aquellas
ciudades que fueron fundadas por un legislador, como es el caso de Esparta por Licurgo,
con aquellas otras que, como Roma, “no habiéndose trazado según un ordenamiento
jurídico prudente, se vio forzada a reorganizarse a sí misma”31. Acerca del primer grupo de
ciudades, Maquiavelo dice: “Y desde luego podemos llamar feliz a aquella república en la
que haya surgido un hombre tan prudente que le haya dado leyes ordenadas de tal manera
que, sin necesidad de corregirlas, pueda vivir segura bajo ellas”32.
31
Maquiavelo, N. Op. cit. (I, 2), p. 34
32
Ídem.
33
Ídem
34
Ibíd. (I, 4), p. 41
conflicto el origen de las leyes: “todas las leyes –sostiene Maquiavelo al respecto- que se
hacen en pro de la libertad nacen de la desunión entre [clases]”35. Mi hipótesis es que al
contestar la idea del legislador sabio, de origen claramente teológico, Maquiavelo rechaza
junto con ella la idea de la fundación originaria en tanto modelo. La repetición de la
fundación, por lo tanto, que no es sino la repetición del comienzo del espacio para la
política, si seguimos a Arendt, coincide con la reactualización de la potencialidad del
conflicto entre las clases de la ciudad.
Ciertamente, la historia constitucional romana comienza con sólo dos actores: la monarquía
y la aristocracia senatorial. Sin embargo, “habiéndose vuelto insolente la nobleza romana
[…] el pueblo se sublevó contra ella, de manera que […] se vio obligada a conceder su
parte al pueblo”37. Según la interpretación de Maquiavelo de la historia constitucional
romana, es precisamente con la institución de los tribunos de la plebe cuando la
constitución de la república alcanzó la perfección propia de un régimen mixto. Antonio
Negri supo ver bien, no obstante, que la concepción del florentino acerca de la constitución
mixta es antitética a la teoría polibiana de los regímenes mixtos. Mientras que de acuerdo a
la segunda aproximación la constitución mixta es una “constitución del equilibrio y la
moderación”, para Maquiavelo, como hemos visto, la constitución romana tenía su eje, por
35
Ibíd. (I, 5), p. 42
36
Esposito, R. Living Thought: the origins and actuality of Italian philosophy, California, Stanford University
Press, 2012, p. 23
37
Ibíd. (I, 2), p. 39
el contrario, en la conflictividad inherente a toda ciudad. Esta conflictividad, por su parte,
aparece en la lectura de Negri vinculada con la apertura del campo de posibilidades para la
acción política: “la concepción de la historia [de Maquiavelo] no tiene ya nada que hacer
con dimensiones polibianas o, de cualquier modo, cíclicas, porque aquí la relación entre
principio y reforma es omnicomprensiva, y la desunión no estimula técnicas de reequilibrio
de poderes, sino al contrario representa un motor de continua reapertura de la historia”38.
La idea que cobra forma aquí es la de que “principio” equivale a “potencia”, no a un
determinado orden establecido por un principio ordenador trascendente.
Esta idea es cercana a la interpretación ofrecida por Vatter de “la vuelta a los principios”,
probablemente la exégesis más exhaustiva de esta teoría en la literatura reciente sobre
Maquiavelo. Según este autor, Maquiavelo habría sostenido dos concepciones diferentes de
la “vuelta a los principios”. Estas concepciones corresponden a lo que este autor denomina
signaturas distintas de la “vuelta a los principios”: la de Rómulo, por una parte, y la de
Bruto, por la otra. Mientras que a la primera firma correspondería el origen de la forma
Estado, a la signatura de Bruto corresponde lo que Vatter denomina el evento republicano.
En palabras del propio Vatter,
El primer modelo de la “vuelta a los principios” asume que existen dos tipos de formas de
estado, las repúblicas y los principados. Mientras que la “vuelta a los principios” de los
principados es básicamente un regreso a las condiciones de terror que estaban presentes
antes de la fundación del Estado, la “vuelta a los principios” de las repúblicas es una
renovación de los ordenes en virtud de las demandas de libertad como no-gobierno
procedentes del pueblo. No obstante, dado que la república así interpretada es una forma-
38
Negri, A. El poder constituyente: ensayo sobre las alternativas de la modernidad, Madrid, Prodhufi, 1994,
p. 95
39
Vatter, M. Between form and event: Machiavelli´s theory of political freedom, Dordrecht, Kluwer Academic
Publishers, 2000, p. 260 [La traducción es mía]
estado, “la vuelta a los principios” es siempre funcional al fin de auto-preservación de dicha
forma. Ambas formas se asemejan, por lo tanto, en que requieren repetir sus principios con
el fin de perdurar en el tiempo.
La interpretación de la “vuelta a los principios” que he intentado ofrecer aquí es mucho más
cercana a este modelo que al modelo representado por la firma de Rómulo. O para ponerlo
en los términos de Zizek con los que comenzamos, lo que importa no es lo que Rómulo
efectivamente hizo sino el campo de posibilidades que abrió, las que incluyen la negación
activa del propio orden estatal fundado por él. Si comprendemos la repetición histórica de
este modo, esto es, de forma activa, como la negación de la originalidad del origen, o, en
otras palabras, como la afirmación de un origen que solo vive de negar su carácter original,
en lugar de hacerlo de forma pasiva, como el retorno a un origen prefijado que toma la
forma del modelo, entonces la repetición corresponde a la idea de evento.
Althusser señaló acerca de los Discursos que la razón profunda de la “vuelta a los
principios” era la fantasía del (re)comienzo absoluto, del nacimiento de algo absolutamente
nuevo. Podemos agregar nosotros ahora, del nacimiento de lo nuevo a partir de la repetición
del comienzo. Mientras el pensamiento clásico, sostiene Althusser, piensa solamente las
condiciones de posibilidad de un consentimiento ya establecido naturalmente, para
Maquiavelo lo que hay que pensar es más bien la inexistencia. En concordancia con esto
puede decirse que lo que Maquiavelo se propuso como tarea fue pensar lo porvenir, esto es,
lo que no tiene forma porque no se hace presente todavía.
40
Ibíd. p. 262
Consideraciones finales
Se puede concluir que lo que encontramos en los principios, en el comienzo, tal como
Maquiavelo lo concibe, no es la originalidad del origen, sino la pura posibilidad de
(re)comenzarlo. Volver a los principios es repetir nuevos comienzos que interrumpan el
continuum temporal de una historia entendida en forma lineal.
El último capítulo de este libro se titula “Que el consulado y cualquier otra magistratura se
otorgaba en Roma sin tener en cuenta la edad”, y concluye elogiando la virtud y, sobre
todo, la juventud de algunos en quienes recayeron puestos de autoridad en Roma. Leo
Strauss advirtió, de modo sugerente, que en el mismo libro en donde Maquiavelo se
presenta su teoría de la imitación se culmina con una exaltación de los jóvenes, es decir, de
aquellos más llenos de futuro41.
Habíamos dicho al comienzo que tanto Lefort como Strauss consideraban que en los
Discursos Maquiavelo habría utilizado de modo estratégico la autoridad intelectual de Tito
Livio para poder presentar su propio pensamiento de modo seguro. Maquiavelo, sin
embargo, desde nuestro punto de vista, no buscaba ni conciliarse con sus lectores ni, por
otra parte, enfrentar la autoridad de Roma y del historiador romano con la autoridad de
Cristo y la Iglesia católica. Considero, en cambio, que los Discursos se pueden leer también
como modelo o ejemplo de un modo de escribir que establece, mediante la cita y el
comentario, un nuevo comienzo del libro de Livio. Maquiavelo no busca así en los
Discursos representar el pasado romano tal como Livio lo describió, antes bien, lo que
intenta es señalar nuevos modos de interpretar dicho pasado. Todo texto, al igual que todo
comienzo es concebido por el florentino como imperfecto, incompleto, abierto por lo tanto
a permanentes reactualizaciones concebidas como “vueltas a los principios”.
41
Strauss, L. “Maquiavelo”, en Strauss, L.; Cropsey, J. (comps.) Historia de la filosofía política, México, Fondo
de Cultura Económica, 1993, (falta número de página).