Vous êtes sur la page 1sur 48

LAS OCUPACIONES PREHISPÁNICAS DEL VALLE DE ABURRÁ

GUSTAVO SANTOS VECINO

MUSEO UNIVERSITARIO
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
Medellín 12 de octubre

1
LAS OCUPACIONES PREHISPÁNICAS
DEL VALLE DE ABURRÁ

Gustavo Santos Vecino


Antropólogo

1. “CAZADORES-RECOLECTORES” DEL PLEISTOCENO (10.260-10.000 años


AP)

Los indicios del poblamiento inicial del Valle de Aburrá1 se remontan a finales del
Pleistoceno (más de 10.000 años), época en la que se llevó a cabo el poblamiento del
continente suramericano. Las fechas más antiguas, aceptadas en la permanente
discusión sobre los inicios del poblamiento, se encuentran entre 13.000 y 12.000 años AP,
y corresponden a unos pocos sitios (entre ellos Monte Verde en Chile, Arroyo Seco 2 en
Argentina y Taima Taima en Venezuela), pero entre 12.000 y 10.000 años AP se
multiplican los sitios con ocupaciones tempranas y todos los ambientes del territorio
suramericano son ocupados por grupos de “cazadores-recolectores”, quienes desarrollan
una diversidad de modos de vida (Politis y Gnecco 2004). Entre estos sitios, se
encuentran El Abra y Tibitó en el Altiplano de Bogotá, el primero con fechas hasta de
12.400 años AP, y el último con una única fecha de 11.740 años AP (Correal 1977 y
1981). No obstante, la idea de que los primeros colonos eran cazadores especializados y
compulsivos se asume actualmente con cuidado, en la medida en que se ha reconocido
que hubo intervenciones humanas en los ecosistemas, incluyendo quema y tala, y
selección cultural de especies útiles, que condujeron a la constitución de paisajes
antropogénicos desde finales del Pleistoceno (Politis y Gnecco 2004)2.

1
El Valle de Aburrá, por donde corre el río Medellín, se encuentra entre los 1.400 y los 1.600
metros de altura sobre el nivel del mar, encajonado entre dos ramales de la Cordillera Central en
Antioquia, que forman las altiplanicies de Rionegro y Santa Rosa, ambas con más de 2.000 m de
altura. El valle se encuentra en una zona de vida de “Bosque Húmedo Premontano” (Espinal 1990);
el clima es en general templado y húmedo, con una temperatura de 16 a 24°C y una pluviosidad
promedio de 1.593 mm anuales (IGAC 1992). Sin embargo, a medida que se ascienden las laderas
hacia las altiplanicies el clima se torna más frío y más húmedo. A partir de la localidad de
Porcecito, el río Medellín toma el nombre de río Porce y sigue su curso para desembocar al
Nordeste del Departamento de Antioquia en el río Nechí, tributario del río Cauca, y este a su vez
del río Magdalena.
2
De acuerdo con Kelly (1995), el término “modo de vida cazador-recolector”, entendido como
pequeños grupos nómadas viviendo de la predación, tiene problemas conceptuales, en la medida
en que hace referencia a una imaginaria forma de adaptación original de los humanos, “la
condición humana”, que no ha sido tocada por el paso del tiempo, y que ha sido definida con base
en la “falacia etnográfica”, es decir, pensada a partir del estudio de grupos predadores modernos,
los cuales han sufrido los efectos de colonialismo y han sido encapsulados por la expansión del
sistema mundial. Este concepto así construido no tiene en cuenta la diversidad del comportamiento
humano, ni las condiciones ambientales específicas dentro de una trayectoria histórica particular.

2
En este sentido, se ha señalado que desde finales del Pleistoceno se presentan en
Suramérica tradiciones regionales distintas, las cuales estarían representadas en el
registro arqueológico por una diversidad de tipos de puntas de proyectil bifaciales
restringidos regionalmente y acompañados de conjuntos de artefactos líticos tallados
unifacialmente (Ardila y Politis 1989; Bryan 1999; Gnecco 2000; Dillehay 2003). Estas
tradiciones regionales son significativas de diferentes patrones económicos y sociales en
movimiento constante hacia sistemas “Protoarcaicos” (previos a sistemas con énfasis en
la recolección), representados por tecnologías diversas, territorialidad dispersa,
economías de caza y pesca generalizadas donde la caza de megafauna es apenas una
de las diversas prácticas de subsistencia, cambios demográficos, movilidad decreciente, y
en algunos casos, manipulación de plantas y animales, y surgimiento y desarrollo de la
jerarquización social (Ardila y Politis 1989; Dillehay 2003).

Dos puntas de proyectil talladas en chert, halladas accidentalmente en el sector de Niquía


(Municipio de Bello), han sido consideradas como vestigios de los grupos de cazadores-
recolectores que poblaron el Valle de Aburrá (Arcila 1977). Una de estas puntas
corresponde a las conocidas como “puntas Restrepo”, las cuales han sido halladas
también en otros sitios de Colombia, como Bahía Gloria en el Golfo de Urabá, la
desembocadura del río La Miel en el Valle Medio del Magdalena y Restrepo (de donde
proviene su nombre) en el valle del Calima (Ardila y Politis 1989). El hallazgo reciente en
Porce III (cuenca baja del río Porce) de una punta similar a la del Valle de Aburrá muestra
que los portadores de estas puntas se extendieron por la cuenca del río Medellín-Porce
(Otero de Santos y Santos 2006). La otra punta de Niquía, aunque se encontró
fragmentada, parece corresponder al mismo tipo. Si bien, estas puntas han sido
asociadas por su morfología a finales del Pleistoceno3 (Ardila y Politis 1989), todas ellas
provienen de hallazgos fortuitos, de manera que su cronología es incierta, y debido a la
ausencia de contextos arqueológicos no es posible establecer inferencias sobre las
formas de vida de los grupos que las elaboraron, o sobre los factores que llevaron a la
amplia dispersión del estilo en Colombia.

3
Las puntas Restrepo son delgadas y pequeñas, y con pedúnculos anchos acanalados. La punta
entera de Niquía mide 11,3 cm de largo y tiene un espesor de 8 mm, y la punta de Porce, un poco
más pequeña, mide 8,3 cm de largo y tiene un espesor de 8,3 mm.

3
Puntas tipo “Restrepo”de Niquía (izquierda) y Porce III (derecha).

En el sitio Primavera 2 (yacimiento 52), en Porce III, se hallaron en un estrato subyacente


a los estratos con tecnologías de talla holocénicas, fechado en 10.260±70 años AP, un
raspador con borde retocado y cuatro fragmentos de lascas en chert, dos de ellos
correspondientes a una lámina. Estas piezas, que suponen una tecnología especializada,
testimonian la presencia de grupos pleistocénicos en la cuenca del Porce, y es posible
que la punta Restrepo hallada en los alrededores de este sitio corresponda a estos grupos
(Otero de Santos y Santos 2006). Puede esperarse entonces, que estas ocupaciones se
hayan extendido al Valle de Aburrá, pero la ausencia de información confiable no permite
confirmar esta apreciación.

2. HORTICULTORES DEL HOLOCENO TEMPRANO Y MEDIO (10.000-3.000 años


AP)

Los vestigios más antiguos de grupos humanos excavados en contextos arqueológicos en


el Valle de Aburrá se han encontrado en el sitio La Morena (Municipio de Envigado),
donde se hallaron restos de ocupaciones precerámicas que fueron fechadas en sus
inicios en 10.060±60 y 9.680±60 años AP, es decir, hacia la transición Pleistoceno-
Holoceno (Santos 2010 y 2011). Estos vestigios consisten básicamente en herramientas
de piedra, entre las que se encuentran hachas talladas en rocas ígneas; herramientas de
molienda como “cantos rodados con bordes desgastados” (CRBDs), yunques, y manos y

4
placas de moler en rocas ígneas y metamórficas; y artefactos no convencionales en
cuarzo (lascas, núcleos y fragmentos de rocas). Estas herramientas de piedra se
mantienen durante el Holoceno Temprano y Medio en el sitio La Morena como lo indican
otras dos fechas de 7.080±40 y 4.170±50 años AP asociadas al final de las ocupaciones.

Herramientas similares han sido registradas en el sitio precerámico La Blanquita, ubicado


en la parte alta de la quebrada La Guayabala (Municipio de Medellín) y fechado 7.720±50
años AP (Botero y Martínez 2002; Botero 2008), y en varios sitios de las cuencas media y
baja del Porce (Porce II y Porce III) con ocupaciones precerámicas fechadas entre 8.000 y
5.000 años AP, y ocupaciones alfareras tempranas fechadas entre 5.000 y 3.000 años AP
(Castillo et al. 2000; Otero de Santos y Santos 2006; Santos 2008; Cardona et al. 2007),
lo cual es indicativo de que los grupos portadores de estos conjuntos de herramientas se
extendieron a lo largo de toda la cuenca del río Medellín-Porce durante el Holoceno
Temprano y Medio. El registro de herramientas similares en el sitio El Pedrero, en las
afueras de la población de El Carmen de Viboral, en la Altiplanicie de Rionegro, fechado
entre 6.660±100 y 4.510±80 años AP (Botero y Salazar 1998), es indicativo de que estos
grupos se extendieron también por las partes altas de La Cordillera Central en Antioquia.

Las hachas talladas, definidas a partir de los estudios de Porce III (Otero de Santos y
Santos 2006), son herramientas de forma elipsoidal y sección biconvexa4, que fueron
elaboradas mediante estrategias tecnológicas de “talla bipolar y retoque de bordes” o de
“desbastamiento de cantos rodados”. Generalmente, presentan bordes afilados tanto en
sus extremos como en sus lados. Algunas presentan pulimento en uno de sus bordes,
como una estrategia complementaria para facilitar el reafilamiento y en consecuencia para
posibilitar una mayor vida útil. Con base en experimentación (elaboración y empleo de
réplicas), y teniendo en cuenta sus características morfotecnológicas, así como su
presencia y abundancia en suelos oscuros con altos contenido de materia orgánica y
Fósforo5, se ha planteado que estas herramientas debieron ser utilizadas para cortar
materiales blandos, y muy posiblemente para cortar y descortezar tubérculos, aunque
algunos ejemplares pequeños pudieron emplearse para cortar y raspar otros materiales
vegetales, y los bordes romos de algunas hachas pudieron emplearse para machacar
alimentos, lo cual las convierte en herramientas multifuncionales.

Puede decirse entonces, que las hachas talladas, junto con las herramientas de molienda
(CRBDs, yunques, y manos y placas de moler), conforman un equipo de herramientas
para el procesamiento de alimentos vegetales, los cuales, por su contenido de almidones
(carbohidratos) son una fuente importante de calorías. En las ocupaciones de Porce III y
4
En Porce III el peso promedio de 187 hachas talladas completas es de 245 gr y en La Morena el
peso promedio de 15 hachas talladas completas es de 292 gr.
5
En Porce III se hallaron 141 hachas talladas en el yacimiento 40 (con un área aproximada de 276
2 2
m ) y 527 en el yacimiento 52 (con un área aproximada de 945 m ). Las cantidades de materia
orgánica oscilan entre 1,4 a 10,1 % en los horizontes precerámicos y de 3,3 a 13,3 % en los
horizontes asociados a alfarería temprana; y las cantidades de Fósforo entre 95 a 137 ppm en los
horizontes precerámicos, y entre 19 a 113 ppm en los horizontes asociados a alfarería temprana.

5
de La Morena este equipo de herramientas para el procesamiento de alimentos vegetales
se asocia con microrestos y macrorestos botánicos, obtenidas tanto en los suelos como
de las mismas herramientas, entre los que se han identificado batata (Ipomea batata),
ñame (Dioscorea sp.), maíz (Zea mayz) y fríjol (Phaseolus sp. y Phaseolus trichocarpus)
(Otero de Santos y Santos 2006; Santos 2010 y 2011). Esta asociación de herramientas y
restos botánicos es indicativa, no sólo de una intensa manipulación de plantas silvestres,
sino también del desarrollo de una horticultura6 desde comienzos del Holoceno (hace
10.000 años), si se tiene en cuenta que el maíz es una planta domesticada (que requiere
de la intervención humana para su reproducción), y que el ñame se presenta ya
domesticado durante el Holoceno Temprano (10.000-7.000 años AP) en Centroamérica
(Ranere 2008). El equipo de herramientas para el corte y molienda de alimentos vegetales
es por consiguiente indicativo de una “organización tecnológica”7 propia de grupos del
Holoceno Temprano y Medio que tenían un considerable grado de sedentarismo tanto
para el procesamiento de alimentos de plantas silvestres y domesticadas, como para la
manipulación y el cultivo de las mismas.

Hachas talladas del sitio La Morena.

6
Entendida como cultivos en pequeña escala o en jardines caseros, tanto de plantas de morfología silvestre
como de plantas claramente domesticadas (Piperno y Pearsall 1998).
7
Entendida como la selección e integración de estrategias para fabricar, usar, transportar y
descartar herramientas y materiales necesarios para su fabricación y mantenimiento (Nelson
1991).

6
Hachas talladas de Porce III.

Hachas talladas con bordes pulidos, y placa y mano de moler del sitio La Morena.

Experimentación con réplicas del equipo de herramientas temprano


en el procesamiento de tubérculos de malanga.

7
En el Valle de Aburrá se han registrado otros sitios o localidades con hachas talladas,
indicadoras de la presencia de estos grupos horticultores. Superficialmente se han hallado
en la parte alta de la cuenca de quebrada La Iguaná (Municipio de Medellín) (Castillo
2000), en la Loma de los Ochoa en Girardota (GAIA 1999a), en el sitio El Pedregal (en la
parte alta de la quebrada La Tablaza, en el límite de los Municipios de Medellín e Itagüí), y
en las áreas de Álamos del Escobero y La Novena (Municipio de Envigado) (Santos
2011). En excavaciones arqueológicas se han hallado en el sitio Casa Blanca (en el área
del Pajarito, en el Municipio de Medellín) y en el sitio El Ranchito, en la margen occidental
del río Medellín (entre los Municipio de Itagüí y La Estrella), en ambos casos asociadas a
ocupaciones alfareras tempranas, con fechas demasiado tempranas, debido a la
reocupación de los sitios por sociedades “agroalfareras” (Nieto et al. 2003; Acevedo
2003). Esta distribución de las hachas talladas en el Valle de Aburrá sugiere que grupos
portadores de una tecnología asociada a la manipulación y cultivo de plantas ocuparon
todo el valle y que por lo tanto debieron aprovechar la diversidad y riqueza de recursos
faunísticos del bosque, del río Medellín y de las quebradas, así como de las zonas
inundables que debieron presentarse en partes bajas y en las desembocaduras de las
quebradas.

Desafortunadamente, debido a la acidez de los suelos no se hallaron restos de la


alimentación en los sitios de La Morena y La Blanquita, ni en los sitios de Porce III. Sin
embargo, en uno de los sitios de Porce II se halló un conjunto de restos óseos de
animales, fechado entre 7.000 y 6.000 años AP, la mayoría perteneciente a armadillo
(Dasypus novemcinctus), oso perezoso (Choloepus hoffmanni y didactylus), guagua
(Agouti paca), ñeque (Dasyprocta fuliginosa), puerco espín (Coendou prehensilis), y en
menor cuantía a venado (Mazama americana) y a restos de primates (simiformes),
carnívoros, aves, peces y reptiles no identificados (Castillo et al. 2000)8. Este conjunto de
restos óseos permite establecer que los grupos tempranos (precerámcos y alfareros
tempranos) de la cuenca del río Medellín-Porce debieron combinar la recolección y cultivo
de alimentos vegetales, ricos en calorías, con los alimentos provenientes de la caza y la
pesca en bosques y ríos, ricos en proteínas. Es posible entonces, que los artefactos no
convencionales de cuarzo, con bordes adecuados para cortar y raspar, hubieran sido
empleados en el faenado de animales, y en la elaboración de objetos de madera para la
caza y la pesca. Dos puntas de proyectil en cuarzo halladas en uno de los sitios
tempranos de Porce II (asociadas a ocupaciones precerámicas) son indicativas de las
actividades de cacería (Castillo et al. 2000)

8
De todas maneras, existen muchas otras especies animales que son comunes en los bosques
neotropicales y que debieron ser aprovechadas, como el venado “cola blanca” (Odocoileus
virginianus), la danta o tapir (Tapirus americanus, T. bairdii), el saíno o pecarí (Tayassu pecari, T.
tajacu), el capibara o ponche (Hydrochaeris hydrochaeris), el agoutí (Dasyprocta punctata), el
guatín (Dasyprocta punctata), el coatí (Nasua nasua), la ardilla (Sciurus granatensis), el mono
aullador (Aloutta palliata) y el mono capuchino (Cebus capucinus) (Piperno y Pearsall 1998).

8
Algunas de las hachas talladas del Valle de Aburrá y de Porce presentan escotaduras
para enmangar, lo cual las hace similares a las llamadas “azadas”, “hachas con cintura” o
“útiles para enmangar” que se presentan en el suroccidente del país (regiones de Calima
y Altiplanicie de Popayán) durante el Holoceno Temprano y Medio (Cardale et al. 1989 y
1992; Salgado 1989 y 1995; Gnecco y Salgado 1989)9. Estas “azadas” se encuentran
durante los mismos períodos en la región del Cauca Medio, donde son comunes también
las hachas sin escotaduras, similares a las halladas en Antioquia (Tabares 2002 y 2003;
Tabares y Vergara 1992; Tabares y Restrepo 2003). Además, el equipo de herramientas
(hachas talladas o “azadas”, CRBDs, y manos y placas de moler) se encuentra también
en todos los sitios del Holoceno Temprano y Medio ubicados en bosques tropicales de
montaña y de tierras bajas que han sido registrados en el país, especialmente en los
pisos templados de las Cordillera Central y Occidental en el Suroccidente del país y en el
Cauca Medio, a pesar de las diferencias en los artefactos tallados asociados y de las
particularidades de las materias primas locales10. Igualmente, en Panamá, en el abrigo
Carabalí (Pacífico Central), en capas fechadas entre 8.000 y 7000 años AP, y en Ecuador,
en el sitio de Las Vegas (en la Costa Pacífica), con ocupaciones fechadas entre 9.800 y
6.600 años AP, se han hallado herramientas de molienda similares (cantos rodados con
bordes desgastados, manos y placas), aunque no se presentan las “azadas” o hachas
talladas (Piperno y Pearsall 1998; Stother 1985 y 1989; Ranere 2008). Esta amplia
distribución de herramientas para el procesamiento de alimentos vegetales sugiere la
existencia de un horizonte tecnológico en Colombia y en el norte de Suramérica
(incluyendo Panamá), el cual, asociado a evidencias paleobotánicas11, supone un

9
Incluso, por su forma de azadas, se ha planteado que pudieron emplearse en la remoción de
suelos (Cardale et al. 1989 y 1992; Salgado 1989 y 1995), pero la utilización de réplicas en suelos
de montañas, generalmente pedregosos, mostró un desgaste característico (fracturas y grandes
lascados en los bordes) que no se observa en las hachas talladas arqueológicas.
10
Estos sitios son: San Isidro en el Altiplano de Popayán (Gnecco 2000), fechado entre 10.050 y
9.530 AP; Peña Roja en el curso medio del río Caquetá, en la selva amazónica, fechado entre
9.250 y 9.125 AP (Cavalier et al. 1995); Sauzalito y El Recreo en el Alto Calima, en la Cordillera
Occidental, fechados entre 9.670 y 9.300 AP, y entre 8.750 y 7.830 AP respectivamente (Cardale
et al. 1989 y 1992); El Pital, en el Medio Calima, fechado en 7.310 AP (Salgado 1989 y 1995); El
Prodigio, en la vertiente oriental de la Cordillera Central, en el Municipio de Chaparral, fechado en
7.370 AP (Rodríguez 1991 y 1995); y varios sitios del Cauca Medio, como El Jazmín, fechado en
9.020±60 y 7.599±90 AP, Guayabito, fechado en 7.990±100 AP, y Campoalegre, fechado 7.600±90
AP (Aceituno 2003).
11
La información paleobotánica, obtenida a partir de microrestos botánicos, del sitio de Las Vegas
en Ecuador, de varios sitios de Panamá, y de los sitios de San Isidro y Peña Roja en Colombia
sugiere el desarrollo de cultivos tempranos, entre 10.000 y 7.000 años AP, de plantas como sagú
(Maranta arundinacea), lerén (Calathea allouia), zapallo (Cucurbita sp.), calabaza (Lagenaria
siceraria) y maíz (Zea mayz), y en algunos casos de batata (Ipomea), yuca (Manihot), malanga
(Xanthosoma) y ñame (Dioscorea trifida) (Cavalier et al. 1995; Piperno y Pearsall 1998; Gnecco y
Aceituno 2004; Aceituno y Loaiza 2007; Ranere 2008). También los restos macrobotánicos indican
el uso de plantas que incluyen varias especies de palmas, de aguacate (Persea americana), de
nance (Byrsonima crassifolia), algarrobo (Hymenaea courbaril e Inga sp.), jobo (Spondias sp.) y
especies de la familia Sapotaceae (cf.Pouteria o Manilkara spp.) (Cavalier et al.1995; Gnecco
2000; Ranere 2008).

9
aprovechamiento de plantas silvestres y el desarrollo de una horticultura o cultivos
incipientes desde el Holoceno Temprano, de manera que los desarrollos logrados en el
Valle de Aburrá y la cuenca del río Medellín-Porce se inscriben dentro de estos
desarrollos continentales. De otro lado, las similitudes morfológicas y tecnológicas entre
las herramientas de los grupos que poblaron los valles interandinos de las cordilleras
Occidental y Central durante el Holoceno Temprano y Medio suponen afinidades e
interacciones culturales, aunque obviamente debió existir una gran diversidad cultural
derivada de los distintos desarrollos regionales y locales.

Hachas talladas con escotaduras del sitio La Morena.

La existencia de adecuaciones o pisos en piedra en los suelos oscuros de los sitios


tempranos de las cuencas media y baja del río Medellín-Porce, la abundancia de
herramientas y desechos en ellos12, el empleo de equipos de herramientas de piedra que
no son transportables debido a su peso y volumen, y la baja densidad de estos sitios en
áreas relativamente grandes13, sugieren una organización social basada en grupos o
bandas que, a partir de dos o tres “campamentos-base” (donde permanecía la mayor
parte del grupo), explotaban los recursos de extensos territorios mediante movimientos
“logísticos” o desplazamientos de sólo algunos miembros del grupo para explotar recursos
específicos (Otero de Santos y Santos 2006; Santos 2008). Sin embargo, en el Valle de

12
Las adecuaciones de piedra en Porce III tienen promedios por cortes de excavación que oscilan
2
entre 22 y 398 Kg/m en capas de 10 a 20 cm de espesor. La densidad de herramientas en los
2 2
yacimientos 40 y 52 de Porce III es de 3.2/m y 0.9/m respectivamente.
13
En Porce III, en 1.754,5 hectáreas prospectadas, sólo se hallaron cuatro yacimientos tempranos:
dos yacimientos con ocupaciones precerámicas y alfareras tempranas (yacimientos 40 y 52), uno
con una ocupación precerámica (yacimiento 59) y uno con una ocupación alfarera temprana
(yacimiento 12) (Otero de Santos y Santos 2006). En Porce II, en 1.119 hectáreas prospectadas,
sólo se hallaron tres yacimientos tempranos: dos yacimientos con ocupaciones precerámicas y
alfareras tempranas (yacimientos 21 y 45), y uno con una ocupación alfarera temprana (yacimiento
107) (Castillo et al. 2000).

10
Aburrá, la ubicación de los sitios La Morena y La Blanquita es indicativa de otros aspectos
de la movilidad y de la organización social de estos grupos.

En el Valle de Aburrá, los sitios La Morena y La Blanquita, aunque presentan las mismas
herramientas de los sitios tempranos de Porce y del sitio El Pedrero (en la Altiplanicie de
Rionegro), no presentan las adecuaciones o pisos en piedra característicos de estos
sitios, y las densidades de materiales son más bajas (por lo menos con respecto a Porce
III), a pesar de que se encuentran en cantidades considerables14. Estas particularidades
de los sitios La Morena y La Blanquita, así como su ubicación estratégica entre el Valle de
Aburrá y otras regiones como la Altiplanicie de Rionegro y la cuenca del río Cauca, llevan
a pensar que no se trata de sitios de habitación prolongada o de campamentos-bases,
sino de sitios logísticos, o más bien de “sitios de tránsito”, que facilitarían el
desplazamiento interregional para el aprovechamiento de los recursos alimenticios de
distintos pisos térmicos y de distintos ambientes, así como de recursos minerales (materia
prima para la elaboración de las herramientas talladas)15 (Santos 2010 y 2011). Además,
la existencia de campamentos-base en la Altiplanicie de Rionegro, representados por el
sitio de El Pedrero, ubicado en los alrededores de la población de EL Carmen de Viboral,
hacia el centro de la Altiplanicie de Rionegro, a unos 27 Km del Valle de Aburrá, sugiere
que los sitios de tránsito, como La Morena, debieron jugar un papel importante en la
interacción interregional.

Aquí es importante señalar, que si bien la Altiplanicie de Rionegro colinda con el Valle
Medio del Magdalena y facilita el desplazamiento entre este y la cuenca del río Medellín-
Porce, separados por una distancia de unos 65 Km, las tecnologías de talla, y las
herramientas de estas dos regiones contrastan marcadamente16. Este contraste
tecnológico, que no puede explicarse solamente por las diferencias de las materias primas
o de los recursos locales, estaría indicando entonces la existencia de distintas
organizaciones tecnológicas, que suponen diferencias sociales y culturales acentuadas
entre los grupos que durante el Holoceno Temprano y Medio poblaron en Antioquia la
Cordillera Central y el Valle Medio del Magdalena, así como el desarrollo de territorialidad

14
Mientras que en Porce III, en los yacimientos 40 y 52, la densidad de las hachas talladas es de
2 2 2
1,9/m (en un área de adecuaciones de piedra de 41 m ) y 0,9/m (en un área de adecuaciones de
2 2 2
piedra de 10 m ) respectivamente, en la Morena es de 0,1/m (en un área de 86 m , donde se
concentran los materiales). Igualmente, la densidad de desechos de talla de las hachas en los
2 2 2
sitios de Porce III es de 18/m y 6,75/m , mientras que en la Morena es de 1,17/m (Otero de
Santos y Santos 2006).
15
El empleo de toba lapilli (procedente de la formación “Quebradagrande”) para la elaboración de
las hachas talladas en el sitio de El Pedrero supone desplazamientos de la Altiplanicie de Rionegro
al río Medellín (aproximadamente 30 Km). Igualmente, la presencia de lascas de chert en La
Morena (procedente muy posiblemente de la formación “Amagá”) supone desplazamientos del
Valle de Aburrá al Cañón del Cauca (aproximadamente 7 Km) (Santos 2010 y 2011).
16
En el Magdalena Medio, durante el Holoceno Temprano y Medio, son características las puntas
de proyectil y los raspadores plano-convexos en chert y cuarzo, y los “choppers” o tajadores en
cuarcita y cuarzo (Otero de Santos y Santos 2002).

11
o el establecimiento de límites para controlar la competencia por los recursos (Otero de
Santos y Santos 2006; Santos 2008, 2010 y 2011).

Puede decirse entonces, que la movilidad que representa la ubicación de los sitios La
Morena y La Blanquita, constituye un elemento importante para el análisis de la
organización social y la movilidad de los grupos horticultores de la cuenca del río
Medellín-Porce durante el Holoceno Temprano y Medio. No obstante, la falta de
exploraciones sistemáticas en las Altiplanicies de Rionegro y Santa Rosa, así como en la
cuenca del río Cauca, no permiten avanzar por el momento en estos análisis. Además, en
las riberas del río Medellín debieron existir otros asentamientos precerámicos y alfareros
tempranos orientados a la explotación de los recursos fluviales y de suelos fértiles, que
han desaparecido sin dejar huella debido al desarrollo urbano de Medellín y de otras
poblaciones del Valle de Aburrá (Santos 2010 y 2011).

A partir del quinto milenio AP los grupos de horticultores de la cuenca del río Medellín-
Porce adoptaron la alfarería. En Porce II y III se presenta entre 5.000 y 3.000 años AP
una alfarería temprana conocida como Cancana, una de las más antiguas de América17.
Esta alfarería se presenta en el Valle de Aburrá en el sitio La Morena entre 4.170 y 3.180
años AP. Se trata de una cerámica con pastas compactas y formas sencillas, entre las
que se encuentran principalmente cuencos o recipientes semiesféricos, algunos de ellos
decorados, y secundariamente ollas sencillas (vasijas globulares y subglobulares con
bordes evertidos) y platos. En Porce III, donde se halló una muestra representativa de
esta cerámica, la decoración consiste en engobe rojo y motivos geométricos elaborados
mediante una variedad de técnicas, entre ellas impresión, acanalado, excisión, incisión y
dentado (Santos 2011). En Porce II, donde se hallaron más de 90.000 fragmentos, las
formas son similares y se presenta también decoración incisa e impresa, aunque se
hallaron además cinco pequeñas figurinas con representaciones antropomorfas y
zoomorfas (Castillo et al. 2000).

Los cuencos debieron emplearse básicamente para servir alimentos. Sin embargo, tanto
en Porce III como en La Morena, varios de ellos presentan rastros de haber sido puestos
sobre el fuego (costras carbonizadas, hollín y ahumados) muy posiblemente para cocinar.
Puede establecerse, por tanto, sin desconocer que la cerámica desde sus orígenes ha
sido siempre tanto un bien utilitario como un bien de prestigio (Rice 1999), y que no hay
una correlación entre alfarería y agricultura, que con la adopción de la cerámica debió
facilitarse la cocción de alimentos vegetales derivados de la recolección y de la
horticultura, especialmente de los alimentos ricos en almidones o féculas, y esto, a su vez,
debió influenciar su rápida aceptación y proliferación.

17
La cerámica más antigua de América se ha halló en los sitios de Taperinha y Cueva Pintada en
el interior del Amazonas, con fechas entre 7.580 y 6.300 años AP (Rice 1999).

12
En América se han registrado en varias regiones alfarerías con fechas muy tempranas,
como la cerámica Monagrillo de Panamá, fechada entre 5.000 y 3.000 años AP y
asociada a cultivos de maíz y yuca dulce; la cerámica Valdivia en Ecuador, fechada entre
5.500 y 3.500 años AP y asociada a una agricultura de multicultivos18; y la cerámica de los
sitios de Cueva Pintada y Taperinha en el Amazonas, con fechas entre 8.000 y 7.000
años AP, empleada para cocinar numerosos alimentos del río, incluyendo mejillones,
tortugas y pescados (Piperno y Pearsall 1998). En Colombia, se han registrado varios
sitios de la costa Caribe con la alfarería temprana, fechados entre 6.000 y 3.000 años AP.
La forma predominante en esta cerámica de la costa Caribe es igualmente de cuencos
sencillos o “tecomates”, algunos de ellos decorados con variados motivos geométricos
formados por incisiones, los cuales han sido asociados con la cocción de alimentos
(Reichel-Dolmatoff 1997). Sin embargo, la cerámica Cancana muestra características
particulares con respecto a la de la costa Caribe, por lo que puede asumirse que se trata
de un desarrollo regional.19

En las cuencas media y baja del Porce durante las ocupaciones alfareras tempranas, la
reocupación de los sitios precerámicos y la continuación de las adecuaciones en piedra,
así como la persistencia de las mismas herramientas talladas y de molienda, muestran la
continuidad de un desarrollo cultural que se inicia desde las ocupaciones precerámicas
del Holoceno temprano (Castillo et al. 2000; Otero de Santos y Santos 2006; Cardona et
al. 2007; Santos 2008). No obstante, se observa un incremento de las frecuencias de
materiales y del volumen de las adecuaciones de piedra, asociado a un incremento
progresivo de la cerámica Cancana, y la introducción de nuevas tecnologías
representadas por la alfarería y las hachas pulidas. El registro arqueológico supone
entonces una serie de cambios que estarían relacionados con el afianzamiento de la
horticultura, y que se expresarían en un aumento del volumen de alimentos procesados
relacionado con un crecimiento de la población, y un cambio marcado en la organización
tecnológica, que supone una mayor restricción de la movilidad y un desarrollo de la
complejización social (Otero de Santos y Santos 2006; Santos 2008).

18
Entre ellos maíz (Zea mayz), habichuelas (Canavalia sp.), ñames (Scirpus sp. y Cyperus sp.), sagú
(Maranta arundinacea), achira (Canna edulis), totumos, calabazas, algodón, palmas y frutas de la familia
Sapotacea (Piperno y Pearsall 1998).
19
En el Valle de Aburrá también se ha hallado cerámica Cancana en el sitio Casa Blanca en
Pajarito (Municipio de Medellín), fechado en 2.550±40 AP (Nieto et al. 2003); en el sitio El Ranchito
(Municipios de Itagüí y La Estrella) (Acevedo 2003); en Sabaneta (Acevedo y García 2004); y en el
área de Álamos del Escobero (Municipio de Envigado) (Santos 2006).

13
3. LAS SOCIEDADES AGRÍCOLAS PREHISPÁNICAS (3.000 años AP-1.500 años
DC)

Hace unos 3.000 años se presentan en el contexto del noroeste de Suramérica y Panamá
un conjunto de nuevas manifestaciones culturales que expresan cambios marcados en la
organización económica y social. Es notable la proliferación de sitios de vivienda en los
que se presenta una alfarería desarrollada caracterizada por una diversidad de formas y
decoraciones (incluyendo objetos como figurinas, pintaderas y volantes huso); las
herramientas talladas dan paso a herramientas más elaboradas como las hachas y
cinceles pulidos, y aparece el equipo de manos y metates asociados a la molienda del
maíz, el cual se hace dominante y remplaza las anteriores herramientas de molienda
(Piperno y Pearsall 1998; Otero de Santos y Santos 2006; Santos 2010 y 2011).

En el Valle de Aburrá, a partir del tercer milenio AP y hasta la época de La Conquista


(siglo XVI DC) se presentan evidencias de ocupaciones de sociedades que vivían en
aldeas sedentarias, y que habían logrado un notable desarrollo de la alfarería. Estas
ocupaciones han sido diferenciadas culturalmente por los estilos cerámicos conocidos
como Ferrería, Marrón Inciso y Tardío (Santos y Otero de Santos 2003; Otero de Santos y
Cardona 2003), debido a que la cerámica es uno de los vestigios más visibles, es decir,
generalmente los sitios correspondientes a estas ocupaciones son identificados por la
presencia de fragmentos de cerámica. Sin embargo, en estos sitios pueden encontrarse
también herramientas no convencionales talladas en cuarzo para cortar y raspar (núcleos,
generalmente con los bordes modificados, y lascas); hachas y “cinceles” de piedra pulida;
manos y metates asociados a la molienda de maíz; y ocasionalmente diversas formas de
entierros humanos, en los que la cerámica es utilizada como urnas o como ajuar
funerario. La relación de estos sitios con aterrazamientos antrópicos en depósitos
aluviales y coluviales, cimas de colinas y cimas amplias de cuchillas, así como la
presencia de huellas de postes en algunos de ellos, ha permitido establecer que se trata
de sitios de vivienda, que se agrupan formando aldeas más o menos dispersas. No
obstante, también se han hallado cementerios, o áreas de entierros alejados de las
viviendas, asociados al estilo cerámico Tardío, y excepcionalmente se han registrado
otros elementos asociados a los sitios de vivienda, como campos de cultivo y caminos.

La asociación del equipo de manos y metates con la molienda y el consumo del maíz llevó
a suponer que estas ocupaciones, visibles por la cerámica, correspondían a sociedades
agrícolas, o sociedades que basaban su subsistencia en el cultivo del maíz, razón por la
cual se les ha denominado sociedades “agroalfareras” (Santos y Otero Santos 2003;
Otero de Santos y Cardona 2003). Los estudios recientes realizados en Porce III (cuenca
baja del Porce) y en los sitios de La Morena y Álamos de Escobero en Envigado han
aportado una información paleobotánica significativa, que, junto con otras evidencias

14
paleobotánicas obtenidas en otros estudios del Valle de Aburrá, han permitido corroborar
esta asociación entre agricultura20 y sociedades sedentarias y alfareras21.

3.1. Alfarería y ocupaciones de sociedades agrícolas

La cultura material (como la cerámica), es un medio para comunicar información sobre


afinidades y diferencias sociales y culturales, jerarquización social y concepciones
cosmológicas (Wobst 1977). En este sentido, puede considerarse que los estilos
cerámicos, definidos con base en patrones morfológicos y estilísticos (formas y
decoraciones de las vasijas de barro), son emblemáticos, es decir, hacen referencia a
grupos sociales concretos que son intencional y estratégicamente establecidos para
facilitar relaciones sociales (Wiessner 1983). Además, la asociación de cada uno de los
estilos cerámicos diferenciados en el Valle de Aburrá (Ferrería, Marrón Inciso y Tardío)
con formas particulares de enterramiento, afianza la idea de que se trata de grupos con
diferencias sociales y culturales. De otro lado, estos estilos o grupos sociales muestran
distribuciones espaciales y cronológicas específicas, de manera que pueden tratarse
como distintas ocupaciones en el tiempo y el espacio, aunque puedan coexistir en
algunas áreas o períodos.

El estilo cerámico Ferrería se extiende por la Cordillera Central de Antioquia y su vertiente


al Magdalena entre los siglos V-II AC y IV DC (Santos y Otero de Santos 2003; Otero de
Santos y Cardona 2003; Otero de Santos y Santos 2006) (ver Anexo). Esta cerámica se
caracteriza por formas muy estandarizadas, entre las que se encuentran vasijas
globulares y subglobulares con bordes fuertemente evertidos, a veces con cuellos
estrechos y bordes evertidos horizontalmente, generalmente con asas verticales, y con
una decoración de hileras de líneas cortas o puntos sobre el borde o sobre el hombro.
Eventualmente, se presentan también cuencos sencillos con bordes y decoraciones
similares a los de las vasijas. Las superficies son generalmente bien acabadas mediante
pulimento de las superficies. Aunque se han registrado muchos sitios con numerosos
fragmentos de esta cerámica en el Valle de Aburrá y en Antioquia, se cuenta con muy
pocas vasijas en las colecciones museales, debido a que estas no se utilizaban en
contextos funerarios donde podrían haberse conservado.

20
Entendida como campos de cultivo a gran escala, en los cuales las plantas domesticadas son
comunes y llegan a dominar los cultivos básicos (Piperno y Pearsall 1998).
21
Otra manifestación cultural que ha sido a asociada a las sociedades agrícolas prehispánicas está
constituida por los petroglifos o grabados en rocas, que se encuentran en Itagüí, Barbosa y
Girardota. Aunque no se ha realizado estudios sobre su asociación histórico-cultural o sobre su
significación (Alzate y Osorio 2009), algunos motivos de los petroglifos de Itagüí se reproducen en
volantes de huso recuperados en una “tumba de tambor y sombra” (correspondiente a una tumba
de pozo con cámara lateral) hallada en el Alto de la Calabacera, en el barrio Guayabal de Medellín
(Arcila 1977), lo cual sugiere su asociación con la ocupación Tardía del Valle de Aburrá (Bermúdez
1997). Además, algunos de los motivos de lo petroglifos de Barbosa han sido interpretados como
plantas de maíz, y en consecuencia asociados a las sociedades agrícolas (Alzate y Osorio 2009).

15
Vasija Ferrería de entierro del Cerro El Volador.

El estilo Marrón Inciso se extiende a lo largo de toda la cuenca montañosa del Cauca
(entre el norte del Departamento del Valle y el Norte del Departamento de Antioquia), y en
Antioquia ha sido fechada entre los siglos I AC-I DC y VI-VIII DC (ver Anexo) (Santos y
Otero de Santos 2003; Otero de Santos y Cardona 2003; Otero de Santos y Santos 2006).
Esta cerámica fue definida con base en vasijas de colecciones procedentes de tumbas
guaqueadas de la región del Cauca Medio (Bruhns 1990), entre las que se destacan las
urnas funerarias de forma cilíndrica, a veces con representaciones antropomorfas y
fitomorfas, y generalmente con engobe marrón (o rojo oscuro) e incisiones finas. Sin
embargo, puede decirse que esta cerámica se caracteriza también por una diversidad de
formas y decoraciones, entre las que se incluyen vasijas globulares, subglobulares,
cuencos y platos, formas aquilladas y lobuladas, pintura polícroma y variados motivos
incisos y estampados (Santos 1993 y 1995). En varios sitios con fuentes salinas de la
cuenca alta de la quebrada Piedras Blancas (Altiplanicie de Rionegro), el Valle de Aburrá
y la cuenca del Cauca, se presentan también grandes vasijas de acabado burdo y bocas
abiertas que se empleaban en la explotación de sal (Santos 1986 y 1995)22. La utilización
de esta cerámica como urnas o ajuar funerario ha permitido que se hayan podido
recuperar numerosas vasijas de entierros guaqueados en las regiones del Cauca Medio y

22
En la cuenca alta de quebrada Piedras Blancas, en el sitio de Mazo (corregimiento Santa
Helena) un depósito de fragmentos de cerámica Marrón Inciso, resultado de la explotación de sal
fue fechado en 1.430±70 (Botero y Vélez 1995), 1.540±60 (Botero y Vélez 1995), 1.560±60 (Castro
1999) y 1.640±60 (Santos 1998).

16
de Antioquia, que han engrosado las colecciones de varios museos del país23.
Afortunadamente, la excavación arqueológica de varios sitios de vivienda y de entierros
en Antioquia, ha permitido conocer la variedad de formas y decoraciones que constituyen
este estilo y documentar su empleo en contextos domésticos y funerarios. Hacia el centro
de Antioquia son comunes las vasijas subgloburaes con bordes biselados y decoración de
hileras de puntos dentado-estampados sobre el borde, y hacia el Suroeste vasijas
subglobulares aquilladas con bordes evertidos horizontalmente y una banda de engobe
crema sobre el borde, generalmente con líneas incisas verticales en el cuello o el hombro.

La cerámica Marrón Inciso ha sido asociada estilísticamente a la orfebrería Quimbaya


Clásica o Quimbaya Temprana, especialmente por la similitud de los detalles de las
representaciones antropomorfas, como el realismo y el énfasis en el volumen, la
preponderancia de formas femeninas y de frutos, la redondez, el hieratismo, la desnudez,
los rostros triangulares con ojos semicerrados, y la pintura facial de líneas que atraviesan
longitudinalmente el rostro, así como por las similitudes entre algunas formas de vasijas y
los poporos de la orfebrería (Bruhns 1970; Uribe 2005). A este vínculo puede agregarse
que tanto los recipientes cerámicos como los de orfebrería fueron empleados como urnas
funerarias (para guardar restos óseos cremados) (Uribe 2005). Esta asociación ha sido
corroborada por tres hallazgos contextualizados de piezas de orfebrería y vasijas de
cerámica, dentro de los que se destaca un entierro del Cerro El Volador, donde se halló
una cuenta de collar zoomorfa (representando una “mariapalito” o Mantis religiosa) típica
de la orfebrería Quimbaya Temprana dentro de una urna funeraria Marrón Inciso (Santos
y Otero de Santos 1996; Uribe 2005)24. Es necesario anotar, que la orfebrería Quimbaya
Temprana ha sido considerada una de las más famosas de Colombia y de América por
sus avanzadas técnicas metalúrgicas y por la belleza de sus diseños, y se ha planteado
que constituye un “estilo de élite” o una “tecnología de poder” a través de la cual se
plasmaron y comunicaron un conjunto de ideas que legitimaban grupos de poder, a través
de la materialización de una ideología o cosmovisión que establecía vínculos entre las
élites y las divinidades, y otras fuerzas sagradas para el control del universo (Uribe 2005).

23
En el Museo Universitario de la Universidad de Antioquia se encuentra aproximadamente un
millar de vasijas procedentes de entierros guaqueados en Antioquia y Cauca Medio, aunque en las
dos últimas décadas está colección se ha ido enriqueciendo con vasijas excavadas en estudios
arqueológicos realizados en el Valle de Aburrá y en Antioquia.
24
Los otros dos casos corresponden a una tumba con urnas Marrón Inciso excavada en la cuenca
alta de la quebrada Piedras Blancas (Altiplanicie de Rionegro), en la que se hallaron ocho cuentas
de collar en tumbaga (Obregón et al. 2004; Uribe 2005), y a otra tumba también con urnas Marrón
Inciso excavada en sitio La Lorena en el río La Miel (Magdalena Medio), en la que se hallaron
cuentas de collar antropomorfas y bicónicas (Castaño 1988; Uribe 2005).

17
Urnas funerarias Marrón Inciso del Cerro El Volador.

El estilo cerámico Tardío se extiende por la Cordillera Central en Antioquia y ha sido


fechado entre el siglo X DC y la época de la Conquista (ver Anexo) (Santos y Otero de
Santos 1996 y 2003; Bermúdez 1997). Se caracteriza por la asimetría de sus formas y el
acabado burdo de las vasijas, y ha sido diferenciado también por su relación con “tumbas
de pozo de cámara lateral”. Esta cerámica presenta formas sencillas, entre las que se
encuentran vasijas globulares y subglobulares, vasijas con cuerpos aquillados, cuencos,
copas y platos, generalmente con impresiones triangulares o motivos geométricos incisos
sobre el cuerpo o los bordes y ocasionalmente engobe rojo claro (Santos 1995; Otero de
Santos 1992; Santos y Otero de Santos 1996; Bermúdez 1997). Sin embargo, junto con
esta cerámica burda, se presentan cuencos aquillados de pastas delgadas y superficies
pulidas, con líneas o motivos geométricos incisos, y a veces engobe rojo, sobre la parte
superior del cuerpo, los cuales se encuentran especialmente en contextos funerarios, por
lo que podría decirse que este estilo comprende dos vajillas, una de uso doméstico y otra
de uso funerario o ceremonial. También se asocian a esta cerámica volantes de huso que
generalmente se encuentran en contextos funerarios (Santos 1995; Bermúdez 1997).

18
Orfebrería Quimbaya Temprano (Mantis religiosa). Cerro El Volador.

La variabilidad de este estilo cerámico permite decir que se trata de un amplio horizonte
que se extiende por la región montañosa de Antioquia con variaciones regionales o
subestilos que estarían representados por el complejo Inciso con Borde Doblado de
Sopetrán (Castillo 1988); el complejo La Aguada de Jericó y Jardín (Otero de Santos
1992; Santos 1995); el complejo Aplicado Inciso del Suroeste Antioquia (el cual se
extiende también por el Departamento de Caldas) (Brunhs 1976 y 1990); el complejo El
Venado de Concordia Bermúdez (1997); y el complejo Tardío del Cerro El Volador y la
altiplanicie de Rionegro (Santos 1995; Santos y Otero de Santos 1996). La asociación de
esta cerámica con “tumbas de pozo con cámara lateral” ha sido registrada en
excavaciones de contextos funerarios en Sopetrán, Concordia, Salgar, La Ceja, Fredonia,
Bello y el Cerro El Volador (Castillo 1988; Bermúdez 1997; Santos y Otero de Santos
1996 y 2003).

En Porce II y Porce III (cuencas media y baja del río Medellín-Porce) en lugar de la
cerámica Tardía del Centro y Suroreste de Antioquia se presenta un estilo conocido como
Picardía (Castillo et al. 2000; Otero de Santos y Santos 2006), que no ha sido registrado
en el Vale de Aburrá. Este estilo presenta rasgos característicos de la cerámica tardía del
Valle Medio del Magdalena (siglo IX DC hasta la época de la Conquista), representada
por el “Horizonte de Urnas Funerarias” (Reichel-Dolmatof 1943; Castaño 1992) y por los
complejos Colorados (Castaño y Dávila 1984) y La Giralda (Otero de Santos 1995). En la
cuenca del Porce esta cerámica se caracteriza por vasijas globulares y subglobulares con
bordes rectos, evertidos e invertidos, y cuencos de bordes invertidos. La decoración más
común es de anillos sin alisar en el cuello, impresiones digitales o ungulares, incisiones
lineales, diseños geométricos de triángulos concéntricos o hachurados, e impresiones de
puntos (Castillo et al. 2000; Otero de Santos y Santos 2006). La ocurrencia de este estilo

19
en las cuencas media y baja del río Medellín-Porce, no sólo es indicativa de las
influencias de los desarrollos logrados en el Valle Medio del Magdalena, sino también de
la reorganización espacial de grupos sociales a partir del siglo X DC en estas cuencas
hidrográficas.

En cuanto a la producción de la cerámica de las sociedades agrícolas prehispánicas


puede decirse, con base en experimentación, que vasijas como las del estilo Marrón
Inciso, que exhiben representaciones antropomorfas y fitomorfas y engobes monócromos
o polícromos, requieren para su elaboración de especialistas o personas con habilidades
y condiciones adecuadas (disponibilidad de tiempo, disponibilidad de materias primas,
talleres y ayudantes), y son indicativas de una división del trabajo, en la medida en que
fueron elaboradas mediante técnicas complejas (recortes y aplicaciones, repujados,
bruñidos y engobes, y decoraciones basadas en incisiones o acanaladuras formando
campos o motivo simétricos). La existencia de dos vajillas en la cerámica Tardía, una
sencilla y burda, y otra de pastas delgadas y superficies bien acabadas, sugiere también
que la primera debió ser elaborada por las unidades domésticas para su consumo,
mientras que la segunda debió se elaborada por especialistas para actividades
ceremoniales o como bienes de prestigio para un grupo más amplio de consumidores que
debió trascender la unidades domésticas, situación que debió presentarse también en los
grupos asociados al estilo Marrón Inciso.

3.2. Evidencias paleobotánicas y agricultura

Aunque se había asumido que en el Valle de Aburrá y en Antioquia el conjunto de


manifestaciones formado por sitios de vivienda, equipos de manos y metates, una
cerámica desarrollada y complejas formas de enterramientos, era representativo de
sociedades agrícolas, sólo a partir de la última década se ha obtenido información
significativa sobre plantas cultivadas o prácticas agrícolas. Esta información sigue siendo
my escasa, y básicamente procede de los estudios realizados en Envigado, donde se
han identificado restos de maíz, fríjol y yuca. En la columna bioestratigráfica del sitio La
Morena (Envigado) es notable la proporción de indicadores de cultivos hacia el final de la
ocupación precerámica (fechada en 4.170±50) y el inicio de la ocupación agrícola
representada por los estilos Ferrería y Marrón Inciso25, lo cual coincide con la aparición de
polen de un posible maíz (Zea sp. Aff. a maíz) y la presencia de varias semillas de maíz
carbonizado (Zea sp. Aff. a maíz) en la parte inferior del horizonte con cerámica y en una
vasija de un entierro humano asociado al estilo cerámico Ferrería, que fue fechado en
3.180±40 años AP (a partir de una muestra de carbón recuperada del fondo de la vasija).
También en Envigado, en el yacimiento 1 del área de la Urbanización Álamos del
Escobero, se halló almidón de yuca (Manihot sp) y polen de maíz (Zea tipo), frijol
(Phaseolus sp.), quinua (Chenopodium sp.) y amaranto (Amaranthus sp.) en placas de

25
En el sitio precerámico La Morena (en Envigado) el yacimiento arqueológico presenta también un
componente cerámico relacionado con los estilos Ferrería y Marrón Inciso.

20
moler que fueron depositadas como ofrendas en una tumba de cancel asociada a una
ocupación Marrón Inciso, fechada en 1.640±50 años AP, así como almidón de yuca
(Manihot sp), y polen de maíz (Zea tipo) y amaranto (Amaranthus sp.) en un suelo oscuro
sepultado, que según los estudios de suelos debe corresponder a una huerta casera,
asociada a la ocupación Marrón Inciso, la cual fue fechada en 1.740±60 y 1.650±50 años
AP (Santos 2006, 2007 y 2009).

Otros indicadores de cultivos en el Valle de Aburrá se han obtenido en el Cerro Pan de


Azúcar (Municipio de Medellín), donde el registro polínico sugiere el cultivo de maíz (Zea
mayz) y yuca (Manihot sp.), y posiblemente de zapallo (Cucurbitacea) y anón
(Anonaceae), durante una ocupación Ferrería, fechada en sus inicios en 2.080±40 años
AP, en la que se presentan suelos oscuros acondicionados como campos de cultivo
(Cardona 2002). También en un estudio de prospección realizado en varias áreas (de La
Estrella, Girardota y el Cerro Padre Amaya) se registró polen de maíz (Zea mayz) y yuca
(Manihot sp.) asociados a ocupaciones de sociedades “agroalfareras”, pero no se
establece claramente su asociación con fechas o con los estilos representativos de las
ocupaciones identificadas (Langebaeck et al. 2002). Sólo en el sitio La Quinta, en el Cerro
Padre Amaya (Municipio de Medellín), donde se hallaron ocupaciones Ferrería, Marrón
Inciso y Tardía, se señala que polen de yuca (Manihot sp.) se presenta a lo largo de toda
la secuencia, y que polen de maíz (Zea Mayz) se presenta al final de la misma.
Igualmente, polen de maíz (Zea mayz), asociado a una ocupación Marrón Inciso, fechada
en 1.960±120 años AP, se registró en el sitio de El Atravezado (o El Sillar) en el Cerro
Manzanillo (Municipio de Itagüí) (GAIA 1999b). Así mismo, en el sitio El Ranchito se halló
un raquis calcinado de un maíz “primitivo” asociado a una ocupación representada por el
estilo Ferrería, fechada en 1.650±50 años AP (Castillo 1995). Igualmente, en un estudio
reciente del sitio La Castellana se halló en una tumba de pozo con cámara lateral,
fechada en 570±70 años AP, una placa de moler que contenía almidones de yuca
(Manihot esculenta), fríjol (Phaseolus spp.) y sagú (Maranta arundinacea) (Aristizábal
2009).

La información obtenida en Porce III (cuenca baja del río Porce, donde se registraron 114
yacimientos “agroalfareros”) basada en dos columnas de polen de dos yacimientos, en
análisis de fitolitos y almidones de varias muestras de sedimentos de rasgos, vasijas,
herramientas, y en la identificación macrorestos carbonizados, es también significativa de
la agricultura que debió desarrollarse en la cuenca del río Medellín-Porce (Otero de
Santos y Santos 2006). En todas las ocupaciones de sociedades “agroalfareras”
representadas por los estilos Ferrería, Marrón Inciso y Picardía, y fechadas entre
2.080±40 años AP y 370±80 años AP, se presenta polen maíz (Zea mayz), así como
numerosos restos de semillas (106 ejemplares) y de raquis de esta planta (32
ejemplares). También se identificaron fitolitos de maíz (Zea mayz) en sedimentos
obtenidos en una estructura de almacenamiento y en el interior de vasijas, y almidones de
maíz en herramientas de molienda y en costras carbonizadas del interior de vasijas. Estas
evidencias indican que el cultivo del maíz debió ser intensivo y dominante frente a otras

21
plantas cultivadas, como lo señala también el alto porcentaje de sitios de vivienda con
implementos de molienda relacionados con la preparación y el consumo de este grano,
especialmente manos y metates26.

En los restos macrobotánicos recuperados se hallaron semillas de fríjol (Phaseolus


vulgaris), y fitolitos de la misma planta en costras carbonizadas del interior de vasijas. Los
análisis de fitolitos muestran también la existencia de otros cultígenos como la batata
(Ipomea batata), y la ahuyama (Curcúrbita máxima). Además, el registro polínico señala
el manejo selectivo de palmas como el chontaduro (Bactris gasipaes), Catoblastus cf
radiatus, Geonoma sp. y otras especies de la familia Arecaeae, así como la presencia de
bledos o amaranto (Amaranthus sp.), de mafafa (Monstera sp.) y de una variedad de
especies silvestres propias del bosque húmedo tropical que son comestibles, medicinales
y alucinógenas Entre las comestibles se encuentran piña (Bromeliaceae), pepino
(Cyclanthaceae), brevo (Ficus sp.), guamo (Inga sp.), leguminosas (Leguminosae), árbol
del pan (Moraceae), jobo o ciruelo (Spondias sp.); entre las medicinales, especies de las
familia Rubiaceae, Asteraceae (flor amarilla) y Cyperaceae (papiro o cortadera), así como
Melastomataseas (siete cueros o marrabollos); y entre las alucinógenas, yagé
(Malpighiaceae), que tiene un efecto narcótico y es utilizado por comunidades actuales en
la región de la Amazonía. Como puede apreciarse, a lo largo de la secuencia de
ocupaciones de sociedades agrícolas de Porce III, aunque la producción agrícola se basó
principalmente en cultivos del maíz, se cultivó una amplia variedad de especies, entre
ellas leguminosas como el fríjol, tubérculos como la batata y la mafafa, y varios tipos de
legumbres.

Todas estas evidencias paleobotánicas de plantas cultivadas en la cuenca del río


Medellín-Porce, y especialmente de maíz, fríjol y yuca, y su asociación a herramientas de
molienda, y en algunos casos a campos de cultivo, validan la relación establecida en
Antioquia entre la agricultura y las sociedades “agroalfareras”, y son indicativas de que la
agricultura fue un factor decisivo en el desarrollo de estas sociedades, que se presentan
desde el tercer milenio AP. Sin embargo, la caza y la pesca debieron ser actividades
complementarias importantes como fuentes de proteína, a pesar de que la acidez de los
suelos no permitió la conservación de los restos óseos de la alimentación, ni de los
artefactos o aparejos para la caza y la pesca elaborados en materiales perecederos. En el
golfo de Urabá, por ejemplo, donde los suelos permitieron la conservación de restos
óseos, se hallaron en asentamientos de sociedades agrícolas evidencias del consumo de
mamíferos, peces, aves, reptiles, anfibios y moluscos, es decir de toda la fauna
aprovechable en la región (Santos 1989). Las crónicas de la Conquista corroboran estas
inferencias arqueológicas y señalan que estas comunidades cultivaban maíz y yuca en
sementeras preparadas mediante el sistema de “tala y quema”, y que practicaban la caza,

26
Las herramientas para el procesamiento de alimentos vegetales comprenden 39 metates, 19
manos de metate, 30 placas de moler, 13 manos de moler, 18 machacadores, 11 CRBDs, y 22
hachas pulidas (Otero de Santos y Santos 2006).

22
la pesca y la recolección (Santos 1989). Igualmente en las relaciones del descubrimiento
del Valle de Aburrá se menciona que las sociedades indígenas tenían abundante comida
representada por maíz, fríjoles, y carne (Sardela, transcripción de Hermes Tovar 1993).

Entierros Marrón Inciso del Cerro El Volador (izquierda) y Bello (derecha).

3.3. Las costumbres funerarias

La asociación de los estilos cerámicos de las sociedades agrícolas prehispánicas con


pautas de enterramientos particulares apoya la idea de que los estilos representan grupos
sociales que se identificaban y diferenciaban intencionalmente. Por ejemplo, los grupos
representados por el estilo Marrón Inciso muestran un patrón de enterramiento expresado
por el entierro de restos óseos cremados en vasijas de cerámica, generalmente tapadas
por otras vasijas, en fosas sencillas y en el área de la viviendas (Santos y Otero de
Santos 2003 y 2006)27. La persistencia espacial y temporal de este patrón de
enterramiento (en el territorio antioqueño durante siete u ocho siglos), es indicativa no
sólo de concepciones cosmológicas relacionadas con la vida y la muerte, y con los ciclos
de la vida natural y humana, sino también de una norma prescriptiva, que indudablemente
debió ayudar a mantener afinidad social y cultural, y una interacción o cohesión entre

27
Numerosos entierros de este tipo han sido excavados en el Valle de Aburrá, en el cerro El
Volador (Santos y Otero 1996), en el cerro Nutibara (Restrepo y Tabares 2011), y en el sitio Los
Guayabos (Aristizábal 2009) en el Municipio de Medellín; y en otros municipios en los sitios de
Álamos del Escobero (Municipio de Envigado) (Santos 2006), La Meseta (Municipio de Girardota)
(Correa et al. 2011), y La Primavera (Municipio de Bello) (Santos y Otero de Santos 1996).
También se han reportado estos entierros en varios sitos de Medellín, como los cerros El Salvador
y Nutibara, y los barrios de El Poblado, Simón Bolívar, La Floresta, Manrique Oriental y Villatina
(Arcila 1977). Igualmente, se han excavado estos entierros en Antioquia, en La Ceja (Santos 1995),
Jericó (Otero de Santos 1992), en Armenia (Botiva 1976), en Porce II (Castillo et al. 2000) y en
Porce III (Otero de Santos y Santos 2006).

23
grupos distribuidos en un extenso territorio (toda la cuenca montañosa del Cauca). Una
variante de esta pauta está representada por los entierros debajo de grandes rocas con
pequeños abrigos cercanos a las viviendas registrados en Jericó (Otero de Santos 1992),
pero igual se trata de entierros de huesos cremados en urnas.

Aun así, y a pesar del carácter prescriptivo de este patrón de enterramiento, se presentan
variaciones en la calidad de las urnas funerarias y en la composición del ajuar. Entre las
urnas (recipientes y tapas) se encuentran, desde vasijas elaboradas para ser
exclusivamente empleadas como urnas funerarias (las cuales están ausentes o son raras
en los contextos domésticos), algunas de ellas espectaculares por sus representaciones
antropomorfas y fitomorfas, hasta vasijas de formas sencillas y sin decoración elaboradas
para servicio, cocción y almacenamiento. El ajuar puede contener otras vasijas
(igualmente variables en formas y decoraciones); piezas de orfebrería de oro (desde
cuentas de collar o narigueras sencillas, hasta figurinas zoomorfas o antropomorfas y
conjuntos de piezas o “tesoros”); o herramientas de piedra (manos y metates para la
molinda de máiz o hachas de piedra pulida). Una variación importante del patrón está
representada por un entierro del Cerro El Volador, en el que una urna, que contenìa los
restos óseos no cremados de un individuo con deformaciones corporales, fue depositada
en una fosa con una forma definida (la parte superior de forma rectangular y la parte
inferior, donde se halló la urna, de forma cilíndrica) (Santos y Otero de Santos 1996).
Estas diferencias han sido considerados como indicativas de diferenciación y
jerarquización social (Santos y Otero de Santos 1996 y 2003).

En el Cerro El Volador se hallaron 10 entierros con vasijas sencillas de uso doméstico


utilizadas como urnas o como tapas (21 vasijas globulares o subglobulares, y cuencos),
en las que se encontraron restos cremados de uno o varios individuos (Santos y Otero de
Santos 1996). En uno de los entierros la urna contenía, además de restos óseos
cremados, la cuenta de collar en forma de Mantis religiosa característica de la orfebrería
Quimbaya Temprana (ya mencionada). En otro entierro se halló dentro de la urna una
nariguera de oro sencilla (formada por un alambre arqueado), y en el relleno de un
entierro guaqueado se halló otra nariguera similar, que se asocian también a la orfebrería
Quimbaya Temprana. El entierro en una fosa con una forma definida fue fechado en
1.620±70 años AP. Igualmente en Bello se hallaron cinco entierros, similares a los del
Cerro El Volador, aunque uno de ellos contenía los restos no cremados de un neonato.

24
Entierros Marrón Inciso del Cerro El Volador.

Una pauta funeraria muy particular, contrastante con la anterior, pero asociada también a
los grupos Marrón Inciso, está representada por las denominadas “tumbas de cancel”, o
de sarcófagos en piedra. Una tumba de estas, fechada en 1.640±50 años AP, fue hallada
en el área de Álamos del Escobero en Envigado, en un sitio de vivienda asociado a
ocupaciones Ferrería y Marrón Inciso (Santos 2006, 2007 y 2009). Aunque se hallaron los
restos óseos de una mujer al interior del cancel, y debajo de este tres placas y dos manos
de moler depositadas como ofrendas, no se encontró cerámica u otros objetos que
permitieran asociar directamente esta tumba con uno de los estilos cerámico
mencionados. Otra tumba de “semicancel” (solo con el fondo en piedra) hallada al lado de
la anterior no contenía restos óseos ni tampoco ajuar funerario. Sin embargo, teniendo en
cuenta que estas tumbas de cancel son comunes en la región del Cauca Medio, por
donde se extiende el estilo Marrón Inciso, se consideró que la tumba de Álamos del
Escobero se asocia con este estilo cerámico, y que constituye una expresión de la
interacción social que debió existir entre los grupos portadores de este estilo que
habitaron las regiones del Valle de Aburrá y el Cauca Medio. Otros indicadores de
interacción a largas distancias en este sitio están representados por fragmentos de
alcarrazas (una forma común en las regiones de Calima y el Cauca Medio); por un
fragmento de obsidiana (procedente muy probablemente del complejo de nevados Ruíz-
Tolima); y por una concha de mar (procedente posiblemente del océano Pacífico)28.

28
Recientemente, en el municipio de Briceño, (cuenca del Cauca, Departamento de Antioquia) se
hallaron varias tumbas de cancel asociadas claramente al estilo cerámico Marrón Inciso, una de
ellas fechada en 640 años DC (Muñoz y Botero 20101). Sin embargo, no se trata propiamente de

25
Tumba de cancel hallada en El Escobero (Envigado).

Recientemente se registraron otras dos tumbas de cancel en el sitio La Meseta en


Girardota, que fueron asociadas al estilo Marrón Inciso (Correa et al. 2011). Una de las
tumbas, la más grande, contenía los restos de cuatro individuos adultos, uno de ellos
cremado, y la más pequeña, los restos de dos infantes y dos vasijas de cerámica, también
uno de ellos cremado. Sin embargo, las vasijas (de acuerdo con las ilustraciones) no son
diagnósticas del estilo Marrón Inciso, de manera que no es muy clara la asociación
cultural establecida.

Las pautas funerarias de los grupos Ferrería, a diferencia de las de los grupos Marrón
Inciso, no muestran un patrón, sino que se caracterizan por varias formas de
enterramientos, representadas por entierros de cadáveres con diversas posiciones en
tumbas de pozos rectangulares con nichos o semicámaras que forman una especie de
escalón en el pozo, y por entierros de huesos cremados en urnas cerámicas o
directamente sobre el suelo (Santos y Otero de Santos 1996 y 2003). Si bien, la
vaiabilidad de esta pauta de enterramiento podría expresar diferencias sociales, los pocos
entierros registrados arqueológicamente hasta el momento no permiten establecer
ninguna consideración confiable al respecto. Además, en las tumbas de pozos
rectangulares no se han hallado vasijas de cerámica depositadas como ajuar, de manera
que es posible que muchos entierros de este tipo hallados accidentalmente, no hubieran
sido asociados a ocupaciones prehispánicas, o hubieran sido destruidos sin dejar

tumbas de cancel, en la medida en que no corresponden a sarcófagos donde se depositaban los


cadáveres, sino a fosas forradas en piedra para depositar las urnas cerámicas con los restos
óseos. Puede decirse, entonces, que se trata más bien de una variante de las tumbas de cancel o
de un sincretismo entre las costumbres funerarias expresadas en las tumbas de cancel y los
entierros en urnas cerámicas.

26
evidencias, lo que explicaría el escaso número de entierros reportados y de vasijas
enteras en las coleciones museales (como ya se anotó).

En el Cerro El Volador se halló en una terraza de vivenda un contexto funerario muy


especial, formado por tres entierros asociados contextualmente (Santos y Otero de
Santos 1996). Estos consisten en una tumba de pozo rectangular con nichos o
semicámaras laterales que contenía los restos de un esqueleto de una mujer y dos
concentraciones de restos óseos cremados y carbón colocados directamente sobre el
suelo a cada lado de la entrada al pozo (Otero de Santos 1993; Santos y Otero de Santos
1996). Los nichos o semicámaras se abren antes de llegar al fondo del pozo, el cual forma
un sarcófago en la roca (o saprolito) donde se halló el esqueleto de una mujer en posición
decúbito dorsal, extendido, con una nariguera de tumbaga en la parte frontal del cráneo.
En una de las concentraciones de restos óseos cremados y carbón se hallaron coronas
dentales de varios individuos y, como algo excepcional, una pequeña vasija carcterística
del estilo Ferrería. El entierro con el esqueleto fue fechado en 1.710±60 años AP (edad
calibrada 245 a 540 DC) y el entierro de restos cremados con la vasija de cerámica en
1.800±140 años AP (60 AC a 500 DC), por lo que podría considerarse que se trata de un
entierro compuesto, como lo sugiere la asociasión contextual de los entierros. En el sitio
La Primavera en Bello se registraron tres entierros de pozos con semicámaras laterales,
con esqueletos individuales en alto estado de descomposición depositados en las
semicámaras, en posición decúbito lateral con los miembros inferiores ligeramente
flexionados, los cuales, por sus similitud con el entierro del Cerro El Volador, se asocian al
estilo Ferrería (Santos y Otero de Santos 1996). Es interesante señalar que en este sitio
un entierro Marrón Inciso se halló superpuesto a uno de los entierros Ferrería, lo cual es
indicativo de que la ocupación asociada a este último estilo ocurrió primero en este sitio.

27
Entierro Ferrería del Cerro El Volador.

En Porce II se hallaron diez entierros similares en dos sitios de vivienda (cinco en cada
sitio) (Castillo et al. 2000). Los entierros consisten en tumbas de pozos rectangulares
escalonados o con semicámaras, y de pozos ovalados, que contenían restos óseos
generalmente de un individuo en posión decúbito dorsal con los miebros flexionados. Por
sus características estos entierros deben corresponder a los grupos representados por el
estilo Ferrería, aunque dos fechas obtenidas en dos tumbas, de 1.180±80 y 1.100±80
años AP, son muy tardías para este estilo. También en el Cerro El Volador se halló un
entierro de restos óseos cremados en una vasija característica del estilo Ferrería (Santos
y Otero de Santos 1996). Igualmente en dos sitios de vivienda del área de La Morena en
Envigado se hallaron tres entierros similares (Santos 2010 y 2011). En uno de los sitios se
halló un entierro con una vasija grande acompañada de una vasija pequeña con tapa que
le servía de ajuar, el cual fue fechado en 3.180±40 años AP a partir de una muestra de
carbón tomada del fondo de la vasija grande (como ya se señaló). En el otro sitio se
hallaron dos entierros, el primero con una vasija y restos óseos cremados, fechado en
1.990±70 años AP, y el segundo con seis vasijas, entre ellas un cuenco que servía de
ajuar, y restos óseos cremados por dentro y por fuera de las vasijas. En ambos entierros
se hallaron grandes troncos de madera carbonizados que delimitaban las bases

28
rectangulares de las fosas, lo cual sugiere que fueron quemados como parte del ritual
funerario. En el entierro con seis vasijas, estas se hallaron fragmentadas y dispersas
formando varias concentraciones, lo cual es indicativo de que fueron partidas
intencionalmente.

El estilo cerámico Tardío presenta una pauta funeraria que contrasta con las
anteriormente descritas. Esta consiste en entierros individuales o colectivos en estructuras
funerarias conocidas como “tumbas de pozo con cámara lateral”, las cuales se encuentran
en cementerios (o sitios distintos a las viviendas) ubicados en cuchillas o filos de
montañas o en cimas de colinas (Santos 1995; Santos y Otero de Santos 1996 y 2003;
Bermúdez 1997). Los cadáveres en posición extendida, o los restos de su cremación,
eran colocados en el piso de grandes cámaras, ocasionalmente acompañados por vasijas
de cerámica, volantes de huso, herramientas de piedra o narigueras de oro y tumbaga.
Estas tumbas se han hallado en el Valle de Aburrá en el Cerro El Volador, en La
Castellana, Guayabal, y Envigado, y en Antioquia en los municipios de Sopetrán, La Ceja,
Armenia, Fredonia, Concordia y Salgar (Arcila 1977; Castillo 1988; Santos 1995; Santos y
Otero de Santos 1996 y 2003; Bermúdez 1997; Gómez y Betancur 1999; Tabares 2009;
Aristizábal 2009).

En el Cerro El Volador, se excavaron 12 estructuras funerarias formadas por pozos


rectangulares (que pueden alcanzar hasta cinco metros de profundidad) y grandes
cámaras funerarias de formas cónicas y plantas elípticas (con diámetros entre 2,20 y 3,70
m, y alturas entre 1,50 y 2,20 m), a las que se accede por una pequeña abertura en forma
de arco que se encuentra un poco antes del fondo de los pozos (Santos 1995; Santos y
Otero de Santos 1996). Otra estructura, que constituye una variante de las anteriores
presentaba solo un nicho en lugar de cámara. Estas tumbas son parte de un cementerio
que se encuentra en las cimas de cerro, y fueron fechadas entre los siglos XV y XVII DC,
es decir, hacia finales de la época prehispánica y los inicios de la Colonia, pero se asocian
a una ocupación tardía del cerro que se presenta desde el siglo X DC (Santos 1995).
Aunque, con excepción de una de ellas, se encontraban guaqueadas, pudo establecerse
que contenían restos óseos cremados de varios individuos y fragmentos de cerámica
prehispánica, y algunas de ellas restos óseos de caballos y vacas, y materiales de
procedencia europea como cerámica mayólica (vidriada), loza, y vidrio. En Sopetrán
varias estructuras funerarias excavadas, algunas de ellas ya alteradas por guaquería,
presentan pozos de acceso circulares, generalmente con dos cámaras laterales, que
pueden tener formas ovales o trapezoidales (Castillo 1988). Estas tumbas fueron
fechadas entre los siglos X y XVI DC, es decir son contemporáneas con las del Cerro El
Volador, y contenían vasijas, fragmentos y otros objetos de cerámica, como volantes de
huso, pintaderas cilíndricas, y herramientas de piedra como hachas y cinceles pulidos, y
pesas de red. Además se hallaron varias narigueras de oro y tumbaga. Dos de las tumbas
contenían restos óseos de caballos y vacas, y materiales de procedencia europea como
ladrillos, loza, y una herradura.

29
En Envigado se excavó en el siglo pasado una tumba de pozo con cámara lateral, similar
a las halladas en el Cerro El Volador, pero con dos cámaras. Esta tumba se encontró en
la finca Tierra Linda (vereda El Escobero) (Restrepo 1944). La cámara mayor presentaba
líneas grabadas en el techo en la dirección norte-sur y este-oeste, y en ella se hallaron los
restos óseos de 15 individuos dispuestos concéntricamente, cuatro narigueras de oro, y
19 posibles herramientas de piedra tallada. En Medellín, en estudios realizados
recientemente se excavaron nuevamente tumbas en el sito La Castellana (ubicado en los
predios de la Universidad Adventista) (Tabares 2009; Aristizábal 2009). De acuerdo con
uno de los estudios (Tabares 2009), en el sitio se encuentra un cementerio evidenciado
por 27 depresiones que podrían corresponder a tumbas de pozo con cámara lateral. La
excavación de seis tumbas, ya alteradas por una explanación y algunas por guaquería,
permitió establecer que cuatro de ellas son de pozos rectangulares con cámaras de forma
cónica, similares a las del Cerro El Volador, una es de pozo rectangular con una cámara
lateral rectangular, y la otra es un pozo rectangular sin cámara. En estas tumbas se
hallaron restos de esqueletos humanos de uno o varios individuos, volantes de huso y
fragmentos de cerámica Tardía, y en algunas de ellas, herramientas de molienda y restos
óseos de pecarí (Tayasu tajacu) y de cánidos (perro americano). Una de estas tumbas
fue fechada en 570±70 años AP (Aristizábal 2009).

30
Entierro Tardío del Cerro El Volador (pozo con nicho).

Tumba de pozo con cámara lateral del Cerro El Volador.

31
La persistencia de una estructura funeraria básica (pozos con una o varias cámaras o con
nichos) asociada al estilo cerámico Tardío en varios sitios del Valle de Aburrá y de
Antioquia, es indicativa de un patrón funerario prescriptivo, que como en el caso del
patrón funerario asociado al estilo Marrón Inciso, expresa afinidad social y cultural. No
obstante, a diferencia de éste, la poca variabilidad significativa dentro del patrón, sugiere
que las estructuras funerarias fueron diseñadas, más para expresar creencias y valores
religiosos, que para expresar diferencias sociales, aunque estas pudieran estar reflejadas
en los ajuares funerarios. En este sentido, las tumbas del Cerro El Volador tienen una
particularidad que las convierte en estructuras de alto contenido simbólico relacionado con
un orden cosmológico. Algunas de las cámaras que se conservaron intactas presentan
grabados o dibujos en las paredes formados por acanaladuras que simulan las alfardas o
varas de madera que se emplean en la armazón de techos, una espiral de la base hacia
el techo que las “amarra”, y entre ellas trazos que simulan las fibras del techo. Otros
elementos que pueden estar representados son la puerta y el ápice del cono del techo.
También se observaron en algunas cámaras restos de un engobe o “pañete” que recubre
las paredes. Todos estos elementos, junto con la forma cónica de las cámaras, permiten
decir que estas tumbas son una representación explícita de las viviendas indígenas
(Santos 1995). También en La Castellana tres tumbas presentaban grabados en las
cámaras simulando alfardas (Tabares 2009; Aristizábal 2009).

Los estudios etnográficos de sociedades indígenas de Colombia que conservan valores


tradicionales y los expresan a través de su mitología, muestran que la concepción del
universo es representada por modelos tridimensionales compuestos por varios niveles o
planos horizontales, en los que la tierra habitada constituye el nivel central, mientras que
los demás niveles o mundos está habitados por seres sobrenaturales (Santos 1995). Esta
concepción origina una oposición entre el mundo de arriba y el mundo de abajo, que se
asocia con otros pares de opuestos como la luz y la oscuridad, el día y la noche, lo
caliente y lo frío, bien y el mal, y especialmente el mundo de los vivos y el mundo de los
muertos. De otro lado, en varias comunidades indígenas las viviendas son una réplica en
menor escala del universo, con sus distintos niveles unidos por un eje central o una
espiral. Las viviendas y templos así concebidos constituyen microcosmos, y su
construcción es una imitación del trabajo de los dioses, es decir constituyen espacios
sagrados. Existe también una relación entre las tumbas y las casas, que se expresa en la
costumbre de muchas sociedades indígenas actuales y de la época de la Conquista de
depositar los cadáveres de sus antepasados en casas ceremoniales o en viviendas. Esta
relación tumba-vivienda-cosmos permite decir entonces, que las tumbas son espacios
sagrados y representan las viviendas o el poblado de los muertos dentro de un modelo
cósmico. Puede concluirse entonces, que las tumbas del Cerro El Volador y de La
Castellana no solo tienen un valor arquitectónico, en la medida en que deben ser una
réplica a escala de las viviendas, sino también un valor simbólico, como réplicas del
cosmos (Santos 1995).

32
3.4. Organización y dinámica social

Como puede apreciarse, la variabilidad en los patrones o pautas de enterramiento de las


sociedades agrícolas prehispánicas, así como la presencia de piezas complejas y
sofisticadas de alfarería y orfebrería que pudieron ser utilizadas como objetos de prestigio
sugieren la existencia de una diferenciación y jerarquización social (Santos y Otero de
Santos 2003). Al respecto se ha planteado, con base en la metodología del “muestreo
sistemático regional”29, que a partir de la ocupación Marrón Inciso del Valle de Aburrá se
presentan jerarquías de asentamientos (evidenciadas como aldeas o concentraciones de
viviendas) que se mantienen hasta la ocupación Tardía, y que serían indicativas de
“cacicazgos”, entendidos (de acuerdo con la definición de Robert Carneiro) como
unidades políticas autónomas “que comprenden un número de aldeas bajo el control
permanente de un jefe máximo” dentro de una circunscripción regional (Langebaeck et al.
2000). Sin embargo, más allá de esta definición, los cacicazgos suponen una serie de
factores, como una jerarquización centralizada para asegurar la estabilidad política
mediante el control de la sucesión del poder; un control centralizado de la agricultura
intensiva y de la redistribución de las cosechas; grandes obras de infraestructura para
garantizar el funcionamiento del sistema; arquitectura monumental y producción de
objetos de arte finos para ser empleados o consumidos como bienes de prestigio por los
gobernantes y sus aliados; y una fuerza armada para el dominio y defensa de la población
(Roosevelt 1999).

La información arqueológica del Valle de Aburrá no sustenta la existencia de centros


político-administrativos, asociados a obras de infraestructura o de arquitectura
monumental (con excepción de varios caminos en piedra considerados prehispánicos)30,
que ejercieran controles a niveles territoriales o regionales. Tampoco hay en la orfebrería

29
Este método, implementado por Drenan (2000) en el Valle de La Plata (Alto Magdalena),
relaciona variables como densidad de cerámica, densidad de yacimientos, y tamaño y distribución
de los yacimientos, para obtener indicadores sobre jerarquización social y dinámicas de población,
mediante la realización de prospecciones a gran escala.
30
En cuanto a obras de infraestructura sólo puede hablarse de una red de caminos en piedra que
se asocian a la época prehispánica, entre ellos el famoso “camino de la cuesta” que conduce
desde el Valle de Aburrá hasta la cuenca alta de la quebrada Piedras Blancas, donde existen
varias fuentes salinas que fueron explotadas por los grupos portadores del estilo Marrón Inciso
hacia los siglos IV y VI DC (Santos 1995; Botero y Vélez 1994). Este camino es mencionado en las
relaciones del descubrimientos del Valle de Aburrá, en las que se señala la existencia de “muy
grandes hedificios antiguos destruydos e los camynos de peña tajada hechos a mano más anchos
q(ue) los del Cuzco e otros bohios como a man(er)a de depósitos”, “un bohío e a dos leguas otro e
en cada uno avia senbrado su comida de mayz e yuca” (Sardela, transcripción de Hermes Tovar
1993). También se señala en estas relaciones que desde la provincia de Arrna hasta el Valle de
Aburrá había grandes caminos y “edificios”, destruidos y abandonados, por las “sierras” y “medias
laderas”, “que en el Cuzco no los hay mayores” (Robledo, transcripción de Tovar 1993). Aunque se
ha planteado que el “camino de la cuesta” debió estar relacionado con la explotación y el
“comercio” de la sal (Santos 1995), no se cuenta con información sobre la época en que fueron
construidos estos caminos en piedra, ni sobre su función específica.

33
ni en la alfarería representaciones de caciques o personajes de alto rango, y en el caso
los grupos asociados al estilo Marrón Inciso, quienes lograron un alto desarrollo de estas
artesanías, las representaciones corresponden a mujeres y frutos, o imágenes que se
asocian con ritos de fecundidad, y ciclos naturales y sociales (Uribe 2005). Además, en la
orfebrería Quimbaya Temprana, aparte de los objetos personales que podrían reflejar
diferencias sociales (básicamente narigueras, y colgantes y cuentas de collar), son
comunes los poporos y otros objetos relacionados con el consumo ceremonial de la coca
que se relacionan más bien con actividades chamanísticas. De todas maneras, casi todas
las piezas de esta orfebrería provienen de entierros guaqueados, y aunque se ha
planteado que representan “estilos de élites” o “tecnologías de poder” (Uribe 2005), la
ausencia de contextos arqueológicos no permite conocer los sistemas de circulación y
consumo, es decir si jugaban un papel en la legitimación de líderes o grupos dominantes.
Además, los tres “tesoros Quimbayas”, que podrían indicar una concentración de estos
objetos en manos de un individuo o de un grupo particular (Uribe 2005), carecen también
de contextos arqueológicos. Por el contario, el hallazgo de dos piezas de oro (una cuenta
de collar zoomorfa y una nariguera) en vasijas de uso doméstico empleadas como urnas
funerarias en entierros sencillos, excavados en sitios de vivienda en el Cerro El Volador,
sugiere que estos objetos no tenían una circulación restringida sino que estaban al
alcance de toda la comunidad.

De otro lado, los cacicazgos no se identifican por la presencia de uno o varios rasgos de
una lista de rasgos característicos, sino que obedecen a un concepto con fuertes
implicaciones teóricas. En este sentido, puede decirse, siguiendo a Roosevelt (1999), que
el concepto de “cacicazgos” o “jefaturas” es el resultado del interés de la arqueología y la
antropología social norteamericanas por la explicación del surgimiento de las sociedades
complejas prehistóricas, en las décadas de los setentas y ochentas del siglo pasado, bajo
el enfoque de la Ecología Cultural, según el cual, el surgimiento de las sociedades
complejas fue concebido como una adaptación cultural de poblaciones crecientes a
regiones ecológicamente heterogéneas, y se consideró que la centralización y la jerarquía
social fueron la mejor manera de organizar sus sistemas culturales. Este concepto
comenzó a ser, cuestionado y repensado desde la década de los noventas debido a su
falta de correspondencia con el registro empírico y al desarrollo de los paradigmas
teóricos (Roosevelt 1999). Además, fue adoptado como una etapa de desarrollo humano
dentro de los modelos neoevolucionistas (ver por ejemplo Service 1984), también
cuestionados por reducir la diversidad humana en el pasado a unas cuantas etapas o
períodos en una secuencia de progreso: bandas, tribus, jefaturas y estados31. Influenciado
por la obra de Julian Steward (1902-1072), fundador de la ecología cultural y uno de los
exponentes del neoevolucionsmo, este modelo fue retomado por Reichel-Dolmatoff (1986

31
Incluso se ha planteado desde el punto de vista de la “etnogénesis” que los cacicazgos o
sociedades jerarquizadas son el resultado de cambios en la organización social y la identidad
cultural bajo modelos coloniales, y que es necesario asumir críticamente el registro arqueológico y
los modelos culturales y simbólicos que empleamos para entenderlo (Navarrete 2006).

34
y 1997) para ordenar y explicar el gran acopio de datos disponibles sobre la prehistoria de
Colombia, la cual subdividió en varias etapas evolutivas: Paleoindia, Formativa,
Desarrollos Regionales, Cacicazgos y Estado Incipientes. Es curioso sin embargo, que a
pesar del cuestionamiento y superación de los modelos evolucionistas en la disciplina
arqueológica, el modelo de Reichel-Dolmatoff sigue siendo el marco de referencia para la
gran mayoría de los arqueólogos colombianos (Flórez 2001).

Un punto de vista alternativo (el enfoque heterárquico) señala que no necesariamente las
sociedades complejas debieron estar organizadas bajo jerarquías centralizadas, y que su
organización se ajusta más a estructuras horizontales o “rizomáticas”, basadas en líderes
y comunidades locales que, en el contexto de una producción diversificada, controlaban la
explotación y el acceso a ciertos recursos (Roosevelt 1999; Navarrete 2006). En este
sentido, en el caso de los grupos representados por el estilo Marrón Inciso, por ejemplo la
información arqueológica muestra la existencia de aldeas especializadas en la explotación
de fuentes salinas en la cuenca de la quebrada Piedras Blancas (altiplanicie de Rionegro)
(Santos 1986 y 1995) y en el sitio de Altamonte en la microcuenca La Salada (Valle de
Aburrá) (Delgado 1995), y la orfebrería especializada y los asentamientos a lo largo de
cuencas hidrográficas con altos potenciales para la minería del oro, como los río Porce y
Nus, sugieren que debieron existir aldeas especializadas en la minería del oro.
Igualmente, la presencia de asentamientos cerca de ríos principales, desembocaduras de
quebradas y zona inundables, sugiere que pudieron existir aldeas especializadas en la
pesca y caza o captura de fauna relacionada con estos ecosistemas acuáticos (tortugas,
babillas, iguanas y aves). También los grupos representados por el estilo Tardío tenían
varias aldeas en la cuenca del Cauca especializadas en la explotación de sal, como lo
señalan las referencias de la Conquista (Cieza de León 1962). “Y esta sal la llevaban por
el valle de Aburrá hasta las provincias que están al oriente” (Cieza de León 1962),
posiblemente hacia el valle del Magdalena para conservar los peces que abundaban en
las épocas de “subienda” y facilitar su intercambio.

Puede decirse entonces, que en las sociedades agrícolas prehispánicas del Valle de
Aburrá y de Antioquia se desarrolla una complejización social que no se corresponde con
el concepto de sociedades jerarquizadas y centralizadas o “cacicazgos” en su sentido
clásico, sino que se ajusta más bien a jerarquías locales no centralizadas o estructuras de
poder horizontales fundadas en líderes locales y asociaciones de estos líderes, que
controlaban el acceso a los recursos distribuidos desigualmente en los territorios
ocupados, y el intercambio y la redistribución de productos . Es probable entonces, que la
variabilidad observable en las pautas de enterramiento de las sociedades agrícolas
prehispánicas de Antioquia, así como la elaboración de suntuosas piezas de alfarería y
orfebrería, expresen más bien diferencias de rango derivadas de liderazgos locales y
especializaciones en oficios religiosos y artesanales.

35
Independientemente de esta discusión, es evidente que en el Valle de Aburrá y en
Antioquia, se presenta a partir del tercer milenio AP un cambio marcado, señalado por el
surgimiento y desarrollo de sociedades sedentarias aldeanas con una agricultura
afianzada, basada en cultivos intensivos de plantas domesticadas como el maíz, la yuca y
el frijol; por un incremento considerable de la población expresado por la proliferación de
sitios de vivienda; por un notable desarrollo de la alfarería y la orfebrería; y por el
surgimiento de complejas prácticas funerarias. Estas manifestaciones sugieren el
desarrollo de sociedades complejas, entendidas como sociedades con una diferenciación
y jerarquización social (no necesariamente centralizada) que jugaba un papel en el
mantenimiento de un orden social y cosmológico. Otro cambio marcado se presenta a
partir de los siglos IX-X DC, asociado a cambios notorios en la alfarería y en las pautas
funerarias, pero estos no reflejan transformaciones sustanciales en las actividades
económicas sino en las manifestaciones culturales, que pueden ser el resultado de
reagrupaciones de la población debidas al surgimiento de nuevas formas de organización
social, que llevaron a la construcción de nuevas identidades sociales y nuevas
manifestaciones emblemáticas.

4. Los indígenas del Valle de Aburrá en el momento del contacto con los
españoles

Existen muy pocas referencias de la época de la Conquista sobre los grupos indígenas
que habitaban el Valle de Aburrá, los cuales están representados por el estilo cerámico
Tardío. Posiblemente, los españoles no concedieron un interés especial al Valle de
Aburrá, “descubierto” en 1.541, porque éste no ofrecía las riquezas auríferas de otras
regiones recién exploradas, como el valle del río Cauca, lo que explicaría que prefirieran
poner su atención en la ciudad de Santa Fe de Antioquia, fundada también en 1.541
(Santos 1993; Álvarez 1996). Además, según la versión de los españoles plasmada en las
relaciones del “descubrimiento” del Valle de Aburrá (Sardela, transcripción de Hermes
Tovar 1993; Robledo, transcripción de Hermes Tovar 1993), los indígenas eran “indios
pobres” que tenían poco oro, aunque eran grandes labradores y tenían mucha ropa y
comida, representada por maíz, frijol y carne. De acuerdo con estos relatos de la
Conquista, los indígenas del Valle de Aburrá en sus “trajes” y “la manera de sus casas
como en todo lo demás” eran de costumbres diferentes a los grupos que habitaban la
vertiente oriental de la cuenca Cauca, y eran distintos de los indígenas de otras provincias
más al norte como las de Nutabe o Hebéjico. Algunos aspectos que llamaron la atención
de los españoles fueron la ausencia de “canibalismo”, la utilización de “estóricas” o
propulsores de dardos, el hilado de algodón y la elaboración de textiles, y los curíes y
“perros mudos” que tenían los indígenas.

En otras regiones de Antioquia (como la cuenca del Cauca) la información de crónicas y


documentos muestra que se trataba de sociedades agrícolas, que cultivaban
principalmente maíz, yuca, fríjol, y árboles frutales, que explotaban recursos auríferos

36
como el oro y la sal, y que desarrollaron algunas artesanías como los textiles y la
orfebrería (Cieza de León 1935; Robledo, transcripción de Hermes Tovar 1939; Simón
1981). Después del descubrimiento transcurrieron varias décadas, en las que no se tiene
noticias del interés de los españoles por el Valle de Aburrá. Sólo hasta 1.574 Gaspar de
Rodas solicitó al Cabildo de Antioquia tierras para fundar hatos ganaderos y estancias de
comida en el Valle de Aburrá, y en 1.579 la Corona le otorgó una capitulación para la
gobernación, población y reedificación de las provincias de Antioquia, Ituango, Nive y
Bredunco y otras entre los dos ríos (Magdalena y Cauca), de manera que hacia 1.582 ya
habían adquirido tierras algunos compañeros de la empresa militar de Rodas y vecinos de
la ciudad de Antioquia (Álvarez 1996).

Con la dominación española los indígenas fueron rápidamente exterminados, al ser


sometidos al trabajo en las minas de oro, el transporte de cargas, el trabajo en los hatos
ganaderos, y la agricultura para el sustento de los españoles y de los esclavos que
empezaban a introducirse. Varias referencias históricas documentan este proceso. En las
relaciones de las visitas de Fray Jerónimo de Escobar en 1.582 y de Francisco Guillén
Chaparro en 1.583, se señala que para esa época sólo quedaban en Antioquia entre 800
y 1.500 indígenas, sometidos al trabajo en las minas y a una precaria agricultura (Álvarez
1988). Hacia 1.615 el visitador Francisco de Herrera Campuzano encontró 80 indios
“útiles”, entre ellos aburraes, yamecíes, peques, béjicos, noriscos, y maníes, y con ellos
formó en 1.616 el pueblo y resguardo de San Lorenzo de Aburrá (Álvarez 1996). A
medida que disminuían los indígenas se ocupaban las tierras del resguardo, y en 1.669
sólo quedaban cinco indígenas y la mayor parte de las tierras del resguardo se
encontraban en manos de los nuevos pobladores españoles (Álvarez 1996).

En 1675, cuando la fundación de la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín,


habían más de 3.000 indígenas dispersos y en el resguardo de San Lorenzo de Aburrá
más de las dos terceras partes eran indígenas “forasteros” o “anaconas”, que habían
llegado como cargueros al servicio de los comerciantes, procedentes de diversas
regiones, entre ellas Pamplona, Tunja, Buga y Cartago (Álvarez 1988). En el padrón
ordenado por el gobernador Miguel de Aguinaga con motivo de la fundación de la villa se
hallaron en el Valle de Aburrá (en ambas márgenes del río), en el sitio de Aná, el pueblo
de San Lorenzo, el sitio de Guayabal, el sitio de La Culata y el sitio de Guitagüi, 280
familias, de las cuales sólo 31 eran indígenas. Estos indígenas por ser pocos y dispersos,
y por ser el sustento agrícola de las minas, fueron mandados a recoger en el resguardo
de San Lorenzo (Monsalve 1937).

37
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Aceituno, Francisco Javier y Loaiza, Nicolás. 2007. Domesticación del bosque en el


Cauca Medio colombiano entre el Pleistoceno final y el Holoceno medio. Archeopress,
Oxford. BAR International series.

Acevedo Jorge. 2003. Plan de Manejo arqueológico El Ranchito. 2003. Predios del Sur
S.A. Informe. Medellín. Informe sin publicar.

Álvarez Víctor. 1988. La sociedad colonial. 1580-1720. Historia de Antioquia.


Suramericana de Seguros. Medellín.

Álvarez, Víctor. 1996. Poblamiento y población en el Valle de Aburrá y Medellín 1541-


1951. Historia de Medellín. Tomo I. Compañía Suramericana de Seguros. Bogotá.

Alzate, Nathaly y Osorio Cindy. 2009. Aproximación a una contextualización histórica y


cultural de los petroglifos del Valle de Aburrá. Departamento de Antropología. Universidad
de Antioquia. Monografía sin publicar.

Arcila Graciliano. 1977. Introducción a la arqueología del Valle de Aburrá. Universidad de


Antioquia. Medellín.

Ardila Gerardo y Politis Gustavo. 1989. Nuevos datos Para un viejo problema.
Investigación y discusiones en torno del poblamiento de América del Sur. Boletín del
Museo del Oro. No. 23. Bogotá.

Aristizábal, Pablo. Proyecto Vía Longitudinal Occidental, entre Belén Rincón (Carrera 79
con Calle 1 Sur) y la quebrada Ana Díaz (Carrera 88 con Calle 35, Barrio La Almería).
Medellínj. Informe sin publicar.

Bermúdez, Mario A. 1997. Los grupos portadores del estilo cerámico tardío en el centro
del departamento de Antioquia. Boletín de Antropología. Universidad de Antioquia. Vol.
11, No. 27. Medellín.

Botero et al. 1989. Nuevos contextos arqueológicos fechados en el Macizo Central.


Boletín de Antropología. Universidad de Antioquia. Vol.12, No. 29. Medellín.

Botero, Silvia. 2008. Ocupaciones tempranas en el Valle de Aburrá. Sitio La Blanquita.


Ecología Histórica. Interacciones Sociedad-Ambiente a Distintas Escalas Socio-
Temporales. Universidad Tecnológica de Pereira, Universidad del Cauca y Sociedad
Colombiana de Arqueología. Pereira.

Botero, Silvia y Martínez, Luz Helena. 2002. Ocupaciones tempranas en Valle de Aburrá.
Sitio La Blanquita. Fondo Mixto. Promoción Cultura y Artes Antioquia. Informe sin publicar.

Botero, Sofía. 1999. Gente antigua. Piedras Blancas, campos circundados. Vestigios
arqueológicos en el Altiplano de Santa Helena (Antioquia, Colombia). Boletín de
Antropología. Universidad de Antioquia. Vol. 13, No. 30. Medellín.

38
Botero Sofía y Salazar Carlos. 1998. El Pedrero. Evidencias de antiguos especialistas en
el Municipio de El Carmen de Viboral, Antioquia – Colombia. Boletín de Antropología.
Universidad de Antioquia. Vol. 12, No. 29. Medellín.

Bruhns, Karen O. 1970. Stylistic affinities between the Quimbaya gold style and a little
known ceramic style in the Middle Cauca Valley, Colombia. Naupa Pacha 7, 8.

Bruhns, Karen O. 1976. Ancient pottery of the Middle Cauca Valley, Colombia.
Cespedesia. Vol. 5 Nos. 17-18. Cali.

Bruhns, Karen O. 1990. Las culturas prehispánicas del Cauca Medio. El Arte de la tierra.
Fondo de Promoción de Cultura. Banco Popular. Bogotá.

Bryan, Alan L. 1999. El poblamiento originario. Las sociedades originarias. Historia


general de América Latina. Unesco. Tomo I. Paris.

Cardale et al. 1989. Reconstruyendo el pasado en Calima. Resultados recientes. Boletín


Museo del Oro. No. 24. Banco de la República. Bogotá.

Cardale et al. 1992. Calima: diez mil años de historia en el suroccidente de Colombia.
Fundación Pro Calima. Santafé de Bogotá.

Cardona, Luís Carlos. 2002. Prospección arqueológica en el cerro Pan de Azúcar, área
periurbana de la ciudad de Medellín, Colombia. Boletín de Antropología. Universidad de
Antioquia. Vol. 16, No. 33. Medellín.

Cardona et al. 2007. Del Arcaico a la Colonia. Construcción del paisaje y cambio social en
el Porce Medio. Estudio arqueológico en el marco de la construcción de las obras
principales del proyecto hidroeléctrico Porce III. Universidad de Antioquia-Empresas
Públicas de Medellín (EE PP M). Informe no publicado.

Castaño, Carlos. 1992. Arqueología del Horizonte de Urnas Funerarias en el valle medio
del río grande de la Magdalena. Arte de la Tierra. Fondo de Promoción de la Cultua.
Banco Popular. Santafé de Bogotá.

Castaño, Carlos y Dávila Carmen. 1984. Investigaciones arqueológicas en el Magdalena


Medio, sitios Colorado y Mayaca. Fundación de Investigaciones Arqueológicas
Nacionales. Banco de la República. Bogotá.

Castillo Neyla. 1988. Complejos arqueológicos y grupos étnicos del siglo XVI en el
Occidente de Antioquia. Boletín del Museo del Oro. No. 20. Bogotá.

Castillo Neyla. 1995. Reconocimiento arqueológico en el Valle de Aburrá. Boletín de


Antropología. Universidad de Antioquia. Vol.9, No. 25. Medellín.

Castillo, Neyla et al. 2000. Entre el bosque y el río: 10.000 años de historia en el Valle
Medio del río Porce. Universidad de Antioquia. Empresas Públicas de Medellín. Medellín.
Informe sin publicar.

39
Castro, Gonzalo. 1999. Investigaciones Arqueológicas en la Cuenca Alta de la Quebrada
Piedras Blancas. Corregimiento de Santa Elena. CORANTIOQUIA. Medellín. Informe sin
publicar.

Cavalier et al. 1995. No sólo de caza vive el hombre. Ocupación del bosque amazónico,
Holoceno temprano. Ámbito y ocupaciones tempranas de la América tropical. Instituto
colombiano de Antropología, Colcultura, Fundación Erigaie. Santafé de Bogotá.

Cieza de León Pedro. 1962. Crónica del Perú. Espasa-Calpe. Madrid.

Correa et al. 2011. Informe del monitoreo al patrimonio arqueológico en la construcción


del gasoducto Sebastopol – Medellín ramal Oriente. TRANSMETANO S.A., INDISA S.A,
Medellín. Informe sin publicar.

Correal, Gonzalo. 1977. Exploraciones arqueológicas en la Costa Atlántica y Valle del


Magdalena. Sitios precerámicos y tipologías líticas. Caldasia. Vol. 11, No. 55. Bogotá.

Correal, Gonzalo. 1981 Evidencias Culturales y Megafauna Pleisiocénica en Colombia.


Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales, Banco de la República. Bogotá.

Delgado, Carlos. 1995. Grupos agroalfareros asociados a la explotación prehispánica de


fuentes salinas. Sitio Altamonte. Universidad de Antioquia, Facultad de Ciencias Sociales,
Departamento de Antropología, Medellín. Tesis de Grado no publicada.

Dillehay, Tom. 2003. Las culturas del Pleistoceno Tardío de Suramérica. Maguaré.
Departamento de Antropología. Universidad Nacional de Colombia. No. 17. Bogotá.

Espinal Sigifredo. 1990. Zonas de vida de Colombia. Departamento de Ciencias de la


Tierra. Universidad Nacional de Colombia. Medellín.

Flórez, Franz. 2001. “Cacicazgos del edificio Colombia prehispánica. Limitaciones de un


calendario evolutivo nacionalista „al alcance de los niños‟”. Arqueología del Area
Intermedia, No. 3.

GAIA. 1999a. Desarrollo vial del Aburrá Norte. Informe sin publicar.

GAIA. 1999b. Prospección Arqueológica en los Ecosistemas Estratégicos del Valle de


Aburrá, Cerro Manzanillo. CORANTIOQUIA. Medellín. Informe sin publicar.

GAIA. 2002. Ocupaciones tempranas en el Valle de Aburrá. Sitio La Blanquita. Escrito no


publicado. Fondo Mixto de Promoción de la Cultura y Artes de Antioquia. Medellín.
Informe sin publicar.

Gnecco, Cristóbal. 2000. Ocupación temprana de bosques tropicales de montaña.


Editorial Universidad del Cauca. Popayán.

40
Gnecco, Cristóbal y Salgado, Héctor. 1989. Adaptaciones precerámicas en el
suroccidente de Colombia. Boletín Museo del Oro. No. 24. Banco de la República. Bogotá.

Gnecco, Cristóbal y Aceituno, Francisco Javier. 2004. Poblamiento temprano y espacios


antropogénicos en el norte de Suramérica. Complutum. No. 15.

Gómez, Alba Nelly y Betancur, Pompilio. 1999. Reconocimiento arqueológico de un sitio


en el Occidente de Medellín. Museo Universitario. Universidad de Antioquia. Informe sin
publicar.

IGAC. 1992. Antioquia. Características Geográficas. Santafé de Bogotá.

Kelly, Robert. 1995. The foraging espectrum. Diversity in hunter-gatherer lifeways.


Smithsonian Institution Press. Washington.

Langebaeck et al. 2002. Arqueología y guerra en el Valle de Aburrá. Ediciones Uniandes.


Vol. 145. Bogotá.

Monsalve Manuel. 1937. Libro de actas del muy ilustre cabildo de Medellín. Imprenta
Oficial. Medellín.

Muñoz, Diana y Botero, Silvia. 2011. Rescate arqueológico Proyecto Hidroeléctrico


Ituango. INTEGRAL S.A. – EPM. Medellín. Informe sin publicar.

Navarrete, Rodrigo. 2006. Prospectando caciques: teorías y métodos actuales para el


estudio de las sociedades complejas en el norte de Suramérica. Arqueología
Suramericana. Volumen 2, Número 1. Departamento de Antropología. Universidad del
Cauca. Popayán.

Nieto et al. 2003. Prospección Arqueológica y Plan de Manejo en el Área Física del
Proyecto Plan Parcial Pajarito. EDU (Empresa de Desarrollo Urbano de Medellín). CISH.
Universidad de Antioquia.Medellín. Informe sin publicar.

Otero de Santos Helda. 1992. Dos períodos de la historia prehispánica de Jericó.


Departamento de Antioquia. Boletín de Arqueología. Fundación de Investigaciones
Arqueológicas. Banco de la República. Año 7, No. 2. Santafé de Bogotá.

Otero de Santos Helda. 1993. Definición de las zonas arqueológicas del cerro El Volador.
Secretaría de Educación de Medellín. Informe sin publicar.

Otero de Santos, Helda. 1995. Rescate arqueológico de los sitios Hacienda Valparaiso
(Km 196-197), Hacienda La Giralda (Km 198-201) y Terrazas Rio Negro (Km 208-209) del
tramo comprendido entre Vasconia y Puerto Salgar del Gasoducto Centro Oriente.
ECOPETROL. Santafé de Bogotá. Informe sin publicar.

Otero de Santos Helda. 2007. Definición de las áreas de potencial arqueológico del
Municipio de Envigado. Secretaría de Planeación del Municipio de Envigado. Envigado.
Informe sin publicar.

41
Otero de Santos Helda y Cardona Luís Carlos. 2003. Plan especial de protección o plan
de manejo arqueológico del Municipio de Medellín. Informe técnico de soporte.
Departamento de Planeación. Municipio de Medellín. Centro de Investigaciones de la
Facultad de Ciencias Sociales y Humanas. Universidad de Antioquia. Medellín. Informe
sin publicar.

Otero de Santos, Helda y Santos, Gustavo. 2002. Aprovechamiento de recursos y


estrategias de movilidad de los grupos cazadores-recolectores holocénicos del Valle
Medio del Magdalena, Colombia. Boletín de Antropología. Universidad de Antioquia. Vol.
16, No. 32. Medellín.

Otero de Santos, Helda y Santos, Gustavo. 2006. Las ocupaciones prehispánicas del
cañón del río Porce. Prospección rescate y monitoreo arqueológico. Proyecto
hidroeléctrico Porce III – Obras de Infraestructura. Universidad de Antioquia-Empresas
Públicas de Medellín (EE PP M). Informe sin publicar.

Piperno Dolores, Pearsall Deborah. 1998. The origins of agriculture in the lowland
neotropics. Academic Press. San Diego, U.S.A.

Politis, Gustavo y Gnecco, Cristóbal. 2004. Introducción. El primer poblamiento de


América del Sur. Complutum, 2004, Vol. 15: 147-150

Ranere, Anthony. 2008. La historia temprana del cultivo de plantas en Centroamérica:


nuestra comprensión actual. Memorias del Segundo Seminario de Arqueología en
Envigado “Ocupaciones del Holoceno Temprano y Medio en el Área Intermedia”.
Publicación digital.

Reichel-Dolmatoff, Gerardo. 1997. Arqueología de Colombia. Un texto Introductorio.


Biblioteca Familiar Presidencia de la República. Bogotá.

Reichel-Dolmatoff, Gerardo y Alicia. 1943. Las urnas fuenrarias en la cuenca del río
Magdalena. Revista del Instituto Etnológico Nacional. Escuela Normal Superior. Vol. I.

Restrepo Alonso.1944. Meditaciones biológicas sobre la muerte. Editorial Bedout.


Medellín.

Rice, Prudence. 1999. On the Origins of Pottery. Journal of Archaeological Method and
Theory. Vol. 6, No. 1.

Rodríguez, Camilo. 1991. Patrones de asentamiento de los agricultores prehispánicos en


“El Limón”, municipio de Chaparral (Tolima). Fundación de investigaciones arqueológicas
Nacionales, Banco de la república. Santafé de Bogotá.

Rodríguez, Camilo. 1995. Asentamiento de los bosques subandinos durante el Holoceno


medio. Ámbito y ocupaciones tempranas de la América tropical. Instituto colombiano de
Antropología, Colcultura, Fundación Erigaie. Santafé de Bogotá.

Robledo, Jorge, transcripción de Hermes Tovar. 1939. Relación de Anserma. Relaciones


y visitas de los Andes; S. XVI. COLCULTURA. Instituto de Cultura Hispánica. Bogotá.

42
Roosevelt, Anna C. 1999. The developmnet of prehistoric complex societies: Amazonia, a
Tropical forest. Complex polities in the Anciant Tropical World. Archaeological Papers of
the American anthropological Association. Number 9.

Service, Elman R. 1984: Los orígenes del Estado y de la civilización. El proceso de


evolución cultural. Madrid: Alianza Editorial

Salgado, Héctor. 1989. Medio ambiente y asentamientos humanos prehispánicos en el


Calima medio. Instituto Vallecaucano de investigaciones científicas INCIVA. Cali.

Salgado, Héctor. 1995. El precerámico en el cañón del río Calima, Cordillera Occidental.
Ámbito y ocupaciones tempranas de la América tropical. Instituto colombiano de
Antropología, Colcultura, Fundación Erigaie, Santafé de Bogotá.,

Santos, Gustavo.1986. Investigaciones arqueológicas en el “Oriente” antioqueño. El sitio


de Los Salados. Boletín de Antropología. Universidad de Antioquia. Vol. 6, No. 20.
Medellín.

Santos, Gustavo. 1989. Las etnias prehispánicas y de la Conquista en la región del Golfo
de Urabá. Boletín de Antropología. Universidad de Antioquia. Vol. 6, No. 22. Medellín.

Santos Gustavo. 1993. Una Población Prehispánica de Antioquia Representada por el


Estilo Cerámico Marrón-Inciso. Catálogo de la exposición "El Marrón-Inciso de Antioquia".
Museo Nacional de Colombia y Museo Universitario de la Universidad de Antioquia.
Bogotá.

Santos Gustavo. 1995. El Volador: Las viviendas de los muertos. Boletín de Antropología.
Universidad de Antioquia. Vol. 9, No. 25. Medellín.

Santos Gustavo. 1998. La Cerámica Marrón Inciso de Antioquia. Contexto Histórico y


Sociocultural". Boletín de Antropología. Vol. 12, No. 29. Universidad de Antioquia.
Medellín.

Santos Gustavo. 2006. Una tumba de cancel en el Valle de Aburrá. Prospección y rescate
arqueológico en el área de la Urbanización Álamos de Escobero. Municipio de Envigado.
Envigado. Informe sin publicar.

Santos, Gustavo. 2008. Cazadores-recolectores y Horticultores del Holoceno Temprano y


Medio en la Cuenca Baja del Porce. Ecología Histórica. Interacciones Sociedad-Ambiente
a Distintas Escalas Socio-Temporales. Universidad Tecnológica de Pereira, Universidad
del Cauca y Sociedad Colombiana de Arqueología. Pereira.

Santos, Gustavo. 2010. 10. 000 años de ocupaciones humanas en Envigado (Antioquia).
El sitio La Morena. Sección Archivo Histórico. Secretaría de Educación para la Cultura.
Municipio de Envigado. Envigado.

Santos, Gustavo. 2011. Investigaciones arqueológicas en El Escobero. Municipio de


Envigado (Antioquia). Secretaría de Educación para la Cultura y Archivo Histórico de
Envigado. Informe sin publicar.

43
Santos Gustavo y Otero de Santos Helda. 1996. EL Volador: Una ventana al pasado del
Valle de Aburrá. Departamento de Antropología. CISH. Universidad de Antioquia.
Secretaría de Educación Municipal. Medellín. Informe sin publicar.

Santos Gustavo y Otero de Santos Helda. 2003. Arqueología de Antioquia. Balance y


síntesis regional. Boletín de Antropología. Edición especial. Universidad de Antioquia.
Medellín.

Sardela, Juan Bautista, transcripción de Hermes Tovar. 1993. Relación de lo que sucedió
al magnífico Señor Capitán Jorge Robledo. Relaciones y visitas de los Andes; S. XVI.
COLCULTURA. Instituto de Cultura Hispánica. Bogotá.

Simón Fray Pedro. 1981. Noticias historiales de la Conquista de Tierra Firme e Indias
Occidentales. Biblioteca Banco Popular. Bogotá.

Stother Karen E. 1985. Las Vegas Culture of Coastal Ecuador. American Antiquity 50 (3).

Stother Karen E. 1989. La prehistoria temprana de la península de Santa Helena: Cultura


Las Vegas. Miscelánea Antropológica Ecuatoriana.

Tabares, Dionalver. 2002. Arqueología del mundo Arcaico en la región del Cauca Medio,
Colombia (Prospección Río Campoalegre). Fundación de Investigaciones Arqueológicas
Nacionales. Banco de la República. Bogotá. Informe sin publicar.

Tabares, Dionalver. 2003. Prospección y evaluación del impacto arqueológico en el


yacimiento La Playa. Estación Base de Colombia Movil. Santa Rosa de Cabal. Informe sin
publicar.

Tabares, Dionalver. 2009. Yacimiento arqueológico La Castellana. Corporación


Universitaria Adventista-UNAC. Medellín. Informe sin publicar.

Tabares, Dionalver y Vergara, Felipe. 1992. El Jazmín. Un sitio precerámico temprano en


el Cauca Medio. Departamento de Antropología. Universidad de Antioquia. Monografía sin
publicar.

Tabares, Dionalver y Restrepo, Juan. 2003. Yacimiento arqueológico San Bernardo (SRC-
SB01) (Prospección y evaluación del impacto arqueológico). EIA Proyecto Parque
Cementerio El Jazmín, Santa Rosa de Cabal, Risaralda. Medellín. Informe sin publicar.

Uribe, María Alicia. 2005. Mujeres, calabazos, brillo y tumbaga. Simbolos de vida y
transformación en la orfebrería Quimbaya Temprana. Boletín de Antropología. Vol. 19 No.
36. Departamento de Antropología. Universidad de Antioquia. Medellín.

Wiessner, Polly. 1983. Style and social information in Kalahari San proyectil points.
American Antiquity. Vol. 48, No. 2.

Wobst, Martin 1977. Estylistic behavior and information Exchange. Anthropology Papers,
61. Museam of Anthropology. University of Michigan, Ann Arbor.

44
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Acevedo et al. 2004. Prospección arqueológica en el área del proyecto urbanístico


“Caminos de La Romera”. Sabaneta. Informe sin publicar.

Angel et al. 1997. Panorama prehispánico del Cerro El Volador visión arqueológica.
Universidad de Antioquia, Facultad de Ciencias Sociales. Departamento de Antropología.
Medellín. Tesis de Grado sin publicar.

Castro, Gonzalo. 1999. Investigaciones Arqueológicas en la Cuenca Alta de la Quebrada


Piedras Blancas. Corregimiento de Santa Elena. CORANTIOQUIA. Medellín.

Corea et al. 1999. Arqueología urbana en la Plazuela Francisco Antonio Zea. Boletín de
Antropología. Universidad de Antioquia. Vol. 13, No. 30. Medellín.

Duque et al.2001. Investigaciones arqueológicas en el cerro El Volador. Secretaria de


Educación y Cultura de Medellín. CORANTIOQUIA. Centro de Investigaciones Sociales y
Humanas. Medellín. Informe sin publicar.

GAIA. 2002. Territorios culturales, contextualización y ubicación de los asentamientos


Aburráes. CORANTIOQUIA. Medellín.

Muñoz et al. 1996. Excavación de una terraza de vivienda en El Cerro El Volador “Terraza
8”. Universidad de Antioquia. Facultad de Ciencias Sociales. Departamento de
Antropología Medellín, 1996. Tesis de Grado no publicada.

Restrepo, Juan y Tabares, Dionalvert. 2011. Diagnóstico, evaluación y corrección del


impacto arqueológico. Proyecto Acueducto Circuito Nutibara. Informe Final. EEPPM,
Medellín, 2011.

Tabares, DionalverT. Proyecto ramal a oriente del gasoducto Sebastopol-Medellín.


Gestión del Patrimonio Arqueológico. Fase de Intervenciones PMA. Informe Final.
TRANSMETANO S.A, SAG. Medellín. Informe sin publicar.

Tabares, Dionalvert. 2008. Ecoparque arqueológico Cerro El Volador. Proyecto


restauración ecológica y reforestación en el Cerro El Volador. Monitoreo y corrección del
impacto arqueológico. Informe final. Alcaldía de Medellín, Secretaría del medio Ambiente,
Universidad de Antioquia. Medellín. Informe sin publicar.

Tabares Dionalvert. 2005. Plan parcial Caminos de La Romera. Plan de manejo y


corrección del impacto. Propiedad Raíz Ltda, Caminos de La Romera S.A., Sabaneta,
2005. Informe sin publicar.

45
ANEXO

Fechas radiorcarbónicas del Valle de Aburrá

Municipio Sitio Contexto Asociación Edad Laboratorio Fuente


cultural radiocarbónica
convencional

Envigado La Morena Sitio de vivienda Precerámico 10.060±60 Beta 245566 Santos 2010, 2011

Envigado La Morena Sitio de vivienda Precerámico 9.680±60 Beta 245564 Santos 2010, 2011

Medellín La Blanquita Sitio de vivienda Precerámico 7.720±50 Beta 162328 Botero y Martínez
2002
Envigado La Morena Sitio de vivienda Precerámico 7.080±40 Beta 260242 Santos 2010, 2011

Envigado La Morena Sitio de vivienda Precerámico 4.170±50 Beta 245565 Santos 2010, 2011

Medellín Casablanca Sitio de vivienda Cancana 2.550±40 Nieto et al. 2003

Envigado La Morena Sitio de vivienda Ferrería 3.180±40 Beta 245563 Santos 2010, 2011

Estrella VA 098. La Ferrería Sitio de vivienda Ferrería 2.390±110 Beta 46827 Castillo 1995

Medellín VA 046. Belén La Sitio de vivienda Ferrería 2.110±60 Beta 46818 Castillo 1995
Perla
Medellín Cerro Pan de Azúcar Campo de cultivo Ferrería 2.080±40 Beta 135400 Cardona 2002

Itagüí El Cacique Sitio de vivienda Ferrería 2.010±70 Beta 129213 GAIA 1999b

Envigado La Morena Sitio de vivienda Ferrería 1.990±70 Beta 260244 Santos 2010, 2011

Medellín Casablanca Sitio de vivienda Ferrería 1.970±60 Beta 178441 Nieto et al. 2003

Medellín VA 046. Belén La Sitio de vivienda Ferrería 1.950±50 Beta 46817 Castillo 1995
Perla
Itagüí El Cacique Sitio de vivienda Ferrería 1.940±50 Beta 129214 GAIA 1999b

Itagüí El Cacique Sitio de vivienda Ferrería 1.920±80 Beta 129212 GAIA 1999b

Medellín U4. Cerro Pan de Estructura vertical Ferrería 1.790±70 Beta 135401 Cardona 2002
Azúcar
Medellín Cerro El Volador. Entierro Ferrería 1.710±60 Beta 75508 Santos y Otero de S.
Terraza 11 1996
Itagüí VA 097. El Ranchito Sitio de vivienda Ferrería 1.680±50 Beta 46826 Castillo 1995

Medellín Cerro El Volador. Entierro Ferrería 1.620±70 Beta 81108 Santos y Otero de S.
Terraza 11 1996
Envigado La Morena Sitio de vivienda Ferrería 1.520±60 Beta 218856 Santos 2006

Medellín VA 046. Belén La Sitio de vivienda Ferrería 330±60 Beta 46815 Castillo 1995
Perla
Girardota El Indio Sitio de vivienda Marrón Inciso 2.910±50 Beta 10533 Botero, Monsalve y
Múnera 1998

46
Caldas Cierraojos Sitio de vivienda Marrón Inciso 2.350±60 Beta 155835 Moscoso et al. 2001

Girardota San Diego Sitio de vivienda Marrón Inciso 2.270±120 Beta 141052 Langebaeck et al.
2002
Estrella Pueblo Viejo Sitio de vivienda Marrón Inciso 2.230±60 Beta 118098 Castro 1999

Itagüí El Atravesado Campo de cultivo Marrón Inciso 1.960±120 Beta 129215 GAIA 1999a

Medellín VA 022. Quintas del Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.940±60 Beta 46822 Castillo 1995
Danubio
Medellín VA 041. Belén Los Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.890±90 Beta 46824 Castillo 1995
Alpes. La Guayabala
Estrella VA 126. Pueblo Viejo Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.860±90 Beta 46828 Castillo 1995

Medellín Cerro El Volador. Entierro Marrón Inciso 1.800±140 Beta 81109 Santos y Otero de
Terraza 10 Santos 1996
Medellín Corregimiento Santa Campo circundado Marrón Inciso 1.770±50 Beta 94908 Botero 1999
Elena
Itagüí El Ranchito Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.760±60 Beta 1713008 Acevedo 2003
y Ferrería
Envigado Álamos del Escobero Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.740±60 Beta 218856 Santos 2006

Medellín Loma Los Ochoa 1 Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.710±50 Beta 127747 Martínez 1999

Girardota El Incendio Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.660±50 Beta 127745 GAIA 1999b

Envigado Álamos del Escobero Entierro Marrón Inciso 1.650±50 Beta 218857 Santos 2006

Barbosa El Diamante Entierro Marrón Inciso 1.650±50 Beta 97022 Santos et al. 1996

Envigado Álamos del Escobero Entierro Marrón Inciso 1.640±50 Beta 218854 Santos 2006

Medellín Corregimiento Santa Basurero de Marrón Inciso 1.640±60 GrN 17664 Santos 1998
Elena. Mazo explotación salina
Girardota El Incendio Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.610±50 Beta 127744 GAIA 1999b

Medellín Cerro El Volador, Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.590±60 Beta 46821 Santos y Otero de
Terraza 6 Santos 1996
Girardota La Palma Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.590±60 Beta 111209 Botero, Monsalve y
Múnera 1998
Itagüí El Ranchito Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.560±50 Beta 165481 Acevedo 2003

Medellín Corregimiento Santa Basurero de Marrón Inciso 1.560±60 Beta 129459 Castro 1999
Elena. Chorroclarín explotación salina
Medellín Corregimiento Santa Basurero de Marrón Inciso 1.540±60 Beta 67471 Botero y Vélez 1995
Elena. Mazo explotación salina
Guarne Guapante 5 (YAGG05) Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.440±50 Beta 255298 Tabares 2009

Medellín Corregimiento Santa Basurero de Marrón Inciso 1.430±70 Beta 67470 Botero y Vélez 1995
Elena. Mazo explotación salina
Medellín Cerro Padre Amaya. Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.400±60 Beta 142830 Langebaeck et al.
La Quinta 2002
Medellín Corregimiento Santa Campo circundado Marrón Inciso 1.390±60 Beta 67469 Botero y Vélez 1997
Elena
Medellín Corregimiento Santa Campo circundado Marrón Inciso 1.360±50 Beta 94909 Botero 1999
Elena

47
Girardota Ave Negra Sitio de vivienda Marrón Inciso 1.280±40 Beta 217105 Grupo Constructor
HATOVIAL 2006
Girardota El Indio Sitio de vivienda Marrón Inciso 960 INTEGRAL 1997

Medellín Corregimiento Santa Campo circundado Marrón Inciso 850±60 Beta 76298 Botero 1999
Elena
Medellín Los Guayabos Sitio de vivienda Marrón Inciso 810±30 Beta 294237 Aristizabal 2011

Girardota Loma de Los Ochoa 3 Entierro Marrón Inciso 760±40 Beta 217107 Grupo Constructor
HATOVIAL 2006
Girardota Loma de Los Ochoa 2 Sitio de vivienda Marrón Inciso 680±50 Beta 127746 GAIA 1999b

Medellín Cerro El Volador. Sitio de vivienda Tardío 950±70 Beta 75512 Santos y Otero de
Terraza 10 Santos 1996
Medellín Cerro El Volador Entierro Tardío 530±80 Beta 46818 Santos 1995

Medellín Cerro El Volador Entierro Tardío 480±60 Beta 75551 Santos 1995

Medellín Cerro El Volador Entierro Tardío 420±50 Beta 46820 Santos 1995

Fechas radiocarbónicas del Valle de Aburrá

48

Vous aimerez peut-être aussi