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Entre filosofía y literatura siempre ha habido una relación abierta pero enigmática, y sus

vínculos han estado determinados durante muchos siglos por la discusión y la exclusión
recíprocas. Cuando se intenta abordar el tema nos encontramos, por un lado, que cuando
la literatura pretende profundizar en su propia significación cultural se enfrenta con una
serie de problemas que requieren un tratamiento filosófico.
En efecto, todo acontecimiento literario ha sido precedido, acompañado o seguido por una
teoría filosófica. Y toda idea filosófica o se ha alimentado de intuiciones poéticas o ha
dado lugar a revoluciones literarias
Así pues, nos encontramos que estas disciplinas no nacieron alejadas la una de la otra ni
se han mantenido siempre a distancia, sino que se gestaron en parte fusionadas y a dicha
fusión recurren en determinadas ocasiones.

La filosofía y la literatura son dos formas distintas del pensamiento,


dos formas de realización de la cultura y dos formas de llevar a cabo
las interpretaciones y las reflexiones del hombre sobre el mundo, la sociedad,
la naturaleza humana y el conocimiento. Esas dos formas de pensamiento tienen
rasgos en común y diferencias.
Los problemas de la filosofía son teóricos, abstractos y de naturaleza
muy general; son problemas de tipo conceptual; se formulan cuando se presenta
un enredo o un desorden teórico para el que aún no tenemos respuestas
claras y explicaciones sólidas; cuando se encuentra contradicción
entre diversas respuestas, entre nuestro conocimiento y los hechos o entre diversos
niveles de conocimiento. Un problema filosófico supone una perplejidad,
un no saber qué camino coger. Sin embargo, aunque esos problemas son conceptuales
y teóricos se refieren en últimas al mundo, a la sociedad, al
hombre o al conocimiento de ellos.
Así las cosas, las actividades más importantes de la filosofía
son: formular preguntas, analizar conceptos y llevar a cabo la crítica
de teorías y de verdades del sentido común que se han aceptado
sin ser sometidas a la reflexión; esta disciplina está en la capacidad
de someter a crítica conceptos y teorías que habíamos dado
por sentados, o asumido sin sospecha y sin discusión; la filosofía
supone la actitud de “no tragar entero”.

Por su parte, los problemas de la literatura, y que podemos descomponer en


dos grandes campos, el de la narración de ficción y el de la poesía,
atañen más propiamente a la existencia humana, al ser del hombre.
Ella toca problemas semejantes y diferentes a los filosóficos, pero los
presenta en la manera en que afectan al ser del hombre, como vivencias humanas.
La literatura y la filosofía se han planteado los problemas de la discriminación
racial, de la injusticia social, de la censura a ideas distintas, de la eutanasia,
de la identidad humana. La filosofía formula de manera racional y argumentada
el problema; analizando los fundamentos de donde surgen, examinando los argumentos
desde los cuales se han pensado y dando nuevas razones teóricas para
responderlos. La literatura los plantea mostrando la forma como ellos afectan
la vida humana, como inciden en el obrar y el padecer del hombre y como se
experimentan
en la vida.
Lo interesante en los dos campos, el de la filosofía y el de la literatura
es que tienen cierto arraigo común, en cuanto la conciencia del problema
produce curiosidad, insatisfacción y sorpresa, actitudes humanas necesarias
y propicias para realizar los esfuerzos de la imaginación, la razón
y la voluntad para buscar salidas. En este sentido tanto la filosofía
como la literatura se arraigan en la actitud propia del ser humano de cuestionarse
y hacerse preguntas.

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