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¿Qué es intercultualidad?
La Interculturalidad es la interacción entre culturas, es el proceso de comunicación entre
diferentes grupos humanos, con diferentes costumbres, siendo la característica
fundamental: “la Horizontalidad”, es decir que ningún grupo cultural está por encima del
otro, promoviendo la igualdad, integración y convivencia armónica entre ellas.
Si bien la interculturalidad está basada en el respeto a la diversidad, integración y
crecimiento por igual de las culturas, no está libre de generar posibles conflictos, tanto por
la adaptación o por el mismo proceso de aprender a respetar, pero con la diferencia, de que
estos conflictos se resolverán mediante el diálogo y escucha mutua, primando siempre la
Horizontalidad del proceso.
Debemos tener en cuenta, que la interculturalidad se refiere tanto a la interacción
cultural a nivel geográfico y cultural, como en cualquier situación donde se
presenten diferencias de cualquier tipo.
Requisitos y etapas:
Para que se realice un verdadero proceso de interculturalidad debe cumplirse los siguientes
requisitos y etapas:
Requisitos:
Visión dinámica de las culturas.
Comunicación, como base principal para mantener y fortalecer las relaciones
cotidianas.
Construcción de una ciudadanía, basada en la igualdad de derechos.
Etapas:
Negociación; esta etapa está dirigida a evitar conflictos.
Conversión; es decir, ponerse en el lugar o puno de vista del otro.
Descentralización; perspectiva en la que nos alejamos de uno mismo, a través de
una reflexión de sí mismo.
Dificultades: “La Realidad”
La interculturalidad está sujeta a diferentes variables:
Hegemonía cultural
Política y economía de países y regiones.
Definición del concepto de cultura.
Obstáculos de comunicación: diversidad de Idiomas
Carencia de Políticas de Estado.
Sistema económico exclucionista
Jerarquías sociales
Ideologías discriminatorias.
Desconocimiento de grupos culturales y sociales.
Marcada exclusión en el ejercicio y respeto de los derechos humanos y de genero
Si bien la Interculturalidad se basa en el respeto mutuo, igualdad y horizontalidad, son estas
variables las que entorpecen este proceso, cambiando el “se basa” por un “debe” que casi
nunca se cumple.
Interculturalidad y justicia:
Como es bien sabido, el Perú es un país pluricultural, y donde la Constitución Política
reconoce en el artículo 2°, numeral 19, el derecho de toda persona a su identidad étnica y
cultural, a usar su propio idioma ante cualquier autoridad a través de un intérprete,
delegando al Estado, la tarea de reconocimiento y protección de la pluralidad étnica y
cultural de la Nación.
De ahí que, la interculturalidad deberá integrar y establecer un mecanismo de inclusión
donde puedan comunicarse, tanto la diversidad cultural, como los diversos sistemas de
Justicia existentes en el país, respetando siempre los derechos fundamentales, para que
pueda existir un verdadero acceso a la Justicia.
Si bien la realidad es distinta, el 26 de Diciembre del 2012, el Poder Judicial al aprobar la
hoja de ruta de la Justicia Intercultural, devuelve la esperanza a una Justicia accesible para
todos, respetando la realidad pluricultural y étnica, y reconociendo la validez de la Justicia
indígena y la justicia Comunal.
De ser así, esto representaría mayores garantías para las poblaciones vulneradas
jurídicamente, es decir que no sólo se reconocerá su propia Justicia, sino también, se
respetará los derechos de los indígenas procesados bajo la justicia de modelo occidental.
Cabe mencionar, que estos derechos procesales forman parte de la legislación peruana, pero
que en la práctica no se ha respetado su cumplimiento. Estos derechos son:
Derecho al Intérprete, reconocido en el artículo 2°, numeral 19 de la Constitución,
en el artículo 12° del Convenio 169 de la OIT, en el artículo 152° del Código de
Procedimientos Penales y en el Principio 14° del Conjunto de Principios para la
Protección de todas las Personas sometidas a cualquier forma de Detención o
Prisión.
Actuación del Perito Antropológico, el cual proporcionará, para mayor comprensión
de un caso en particular, conocimientos al Juez sobre la procedencia cultural del
procesado. Es decir, el Perito explicará al juez si la actuación del procesado fue
producto de su propia cultura o cosmovisión.
El artículo 10° del Convenio 169 de la OIT, señala que “Cuando se imponga
sanciones penales previstas por la legislación general a miembros de dichos
pueblos deberán tenerse en cuenta sus características económicas, sociales y
culturales”
Así mismo, en el párrafo 2° del artículo 10° del Convenio 169,
señala que “Deberán darse la preferencia a tipos de sanción distintos del
encarcelamiento”.
Nota: en cumplimiento del Artículo 55º de la Constitución Política del Perú, el cual
establece que los tratados celebrados por el Estado y en vigor, forman parte del derecho
nacional, el Convenio 169 forma parte de legislación peruana desde el año 1995.
Finalmente, como lo señalara el político norteamericano John Fitzgerald Kennedy, “Si no
podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos a que el mundo sea un lugar apto
para ellas”, sólo dependerá de nosotros y de las autoridades, llevar a cabo una verdadera
Interculturalidad, para que así en el Perú, las oportunidades de desarrollo cultural,
crecimiento económico y acceso a la Justicia, sean iguales para todos los peruanos sin
excepción.
Introducción
Este conjunto de elementos, que integran la etnicidad particular, se convierte en base para el
establecimiento de relaciones con otros grupos o pueblos. Y es en ese proceso de relaciones en
donde se va construyendo la identidad étnica, es decir, la forma en que un conglomerado social,
grupo o pueblo se observa a sí mismo. Esta visión de sí mismo se fundamenta en aquellas
características asumidas como propias, en sus diferencias con respecto a Otros y en aquellas
características que le son asignadas por tales Otros pero que son rechazadas o aceptadas.
Tanto la etnicidad como la identidad étnica intervienen y se expresan de cierta forma en cada
relación individual o colectiva y sus expresiones varían en cada contexto: local, regional y nacional.
Así, por ejemplo, en cada contexto se encontrarán interpretaciones simbólicas y basadas en
valores sobre la etnicidad e identidad propia y ajena, de tal manera que éstas influyen en qué,
cómo, cuándo y dónde se establece una relación entre individuos o colectividades sociales.
Las comunidades y pueblos de origen maya, garífuna, xinca y ladino han desarrollado una serie de
características étnicas entre las cuales se incluyen saberes y experiencias acumuladas, las cuales
generalmente pasan a ser parte o contenido de su identidad. Estas características, no obstante,
han sido generalmente rechazadas y excluidas de casi todas las acciones orientadas a mejorar sus
condiciones de vida, debido a su carácter étnico, origen rural y marginal.
Históricamente las organizaciones y pueblos de origen maya, xinca y garífuna especialmente, han
sufrido de opresión, explotación, exclusión, discriminación y racismo. A pesar de esto, hoy día han
levantado sus voces exigiendo su reconocimiento. De forma permanente y activa interpelan a
ladinos o mestizos y criollos o blancos (incluidos por ellos como parte del "mundo" ladino), sobre
las visiones, actitudes, prácticas y conocimientos que les aplican.
Son básicamente esas voces las que cuestionan y estimulan nuestra reflexión y nos hacen creer
firmemente que toda persona y colectividad tiene derecho a ser diferente étnicamente y respetada
integralmente en sus características socioculturales. No obstante, ese reconocimiento será
superficial hasta que se logre el despojo de prejuicios y esquemas discriminatorios -–transmitidos
de generación en generación--, hasta que se logre conocerles y asumirles como diferentes, en
condiciones de respeto, tolerancia, diálogo, solidaridad, intercambio y, sobre todo, de equidad.
Éticamente ese reconocimiento también implica que debemos escuchar dichas voces y asumirlas
en tanto son planteadas por sujetos que, al igual que todos los demás, están cargados de visiones,
conocimientos, experiencias, etc., es decir, de humanidad. Ha sido precisamente esa interpelación
la que nos ha permitido razonar sobre su existencia, sobre el papel que han jugado en el desarrollo
nacional y cultural en lo específico, así como sobre sus potencialidades de seguir aportando.
En ese sentido, pretender hacer un trabajo en salud tomando al Ser Humano como principio ético,
implica construir un puente que permita conocer y reconocer la diferencia sociocultural y sobre todo
el Derecho que todo ser humano tiene de poseer y optar por una etnicidad e identidad diferente.
Asimismo, reconocer su capacidad y posibilidad para aportar desde sus características propias.
Así, en el contexto guatemalteco existe un sistema tradicional de salud (concepto aplicado
externamente, por distinción al sistema oficial y hegemónico de salud, que también es tradicional),
es decir, un conjunto de concepciones, conocimientos, prácticas, roles y recursos relacionados con
el proceso salud--enfermedad--servicio, el cual tiene expresiones distintas en cada contexto social
y cultural, además de incluir elementos propios y del sistema y medicina oficial. Este sistema está
presente tanto en población indígena como no indígena y más enraizado --aunque no
exclusivamente-- en sectores sociales en condición de pobreza y pobreza extrema.
A pesar del prejuicio que recae sobre el sistema tradicional de salud, con frecuencia calificado a
priori como caduco, propio de la ignorancia y de la superstición, y de sus limitaciones debidas a las
condiciones históricas de la población portadora, éste ha demostrado su vigencia y efectividad en
la solución de muchos problemas de salud existentes en nuestro medio, tanto por sus beneficios
fisiológicos, biomédicos como psicosociales. No obstante, ha sido excluido permanentemente,
precisamente porque el enfoque y práctica médica oficial y hegemónica en Guatemala ha sido
fundamentalmente monocultural y etnocéntrica. Además, ha sido asumido desde el concepto de
“occidente” como el paradigma de la ciencia, del conocimiento y la cultura.
La medicina occidental es, desde luego, una tradición que ha logrado aportes importantes en el
esfuerzo humano por mejorar la calidad de vida. Sin embargo, existen otras tradiciones médicas
que han sido poco valoradas y excluidas por causa de opresión y discriminación, pero que
requieren condiciones distintas para demostrar sus posibilidades de aporte y para potenciar su
desarrollo. Por ello es necesario reconocer la constelación de saberes y prácticas sobre salud—
enfermedad--servicio en el mundo y, particularmente, en Guatemala. Saberes y prácticas que son
producto de procesos en los cuales la población ha conocido, experimentado y encontrado
alternativas para enfrentar y vivir en un contexto ambiental, social, económico y cultural
generalmente adverso.
2. CAMBIO DE PARADIGMAS
Aceptar que ese sujeto tiene lo propio es afirmar su derecho a ser respetado y reconocido
integralmente. Esto implica entablar con una relación de diálogo, en la cual se comparta
mutuamente (sin imponer) el conocimiento y experiencia acumulada.
En ese sentido es necesario abandonar la posición impositiva del “conocedor”, del científico, del
trabajador en salud que por el hecho exclusivo de serlo se constituye en el único sabedor o dueño
de la ciencia. Correspondiente con ello, abandonar la posición de que el saber del sujeto de
atención es simple creencia, que sus prácticas son “costumbres” a ser desechadas por carecer del
aval de procedimientos y métodos científicos que desde la ciencia occidental son aceptados como
los únicos confiables y útiles.
Así, quienes desarrollan trabajo en salud, no pueden excluir las características étnicas y las
posibilidades de conocimiento de las distintas comunidades humanas presentes en el contexto
nacional. Antes bien, es necesario asumir la heterogeneidad de voces, cosmovisiones y
racionalidades que han sido construidas, han evolucionado y permanecido en condiciones sociales
determinadas a lo largo de cientos de años. Son formas y contenidos de ver y asumir la realidad
desde su contexto, desde su etnicidad y desde su identidad. El reconocer esas voces y saberes
debe verse como posibilidad de comunicación y relación no dominante, como posibilidades para
lograr mejores y mayores resultados de bienestar y desarrollo humano a partir de su articulación.
Igualmente es fundamental hacer una crítica a la “ciencia occidental” como único parámetro desde
el cual se debe actuar como sujetos que trabajan en salud y como fundamento único y hegemónico
de conocimiento y práctica en salud. Debe cuestionarse lo “occidental” como la única alternativa y
abrirle posibilidades y opciones a sistemas tradicionales de salud (no oficiales y occidentales) los
cuales han demostrado su pertinencia, precisamente por su procedencia local --más aceptada en
muchos casos por pertenecer al contexto sociocultural de los pueblos y comunidades mismas--,
por enfrentar desde los recursos y posibilidades locales una serie de problemas de salud. Esta
pertinencia de los sistemas tradicionales de salud se debe a la existencia de un sistema de salud
oficial que no logra resolver los problemas debido a su escasa cobertura, su carencia de recursos,
sus enfoques, estrategias y métodos inadecuados para los contextos sociales y étnicos concretos.
Asimismo porque la medicina oficial implica grandes costos económicos para una población en
condición de pobreza y pobreza extrema, la cual tiene como alternativa acudir a lo accesible, que
por ser barato no necesariamente es mejor o peor.
El reconocimiento de estos sistemas de salud tradicionales pasa por promover y ser parte de un
proceso de búsqueda creadora de opciones que brinda tanto la medicina occidental y como la
medicina tradicional, maya y no maya, presente en nuestros contextos de trabajo en desarrollo. Por
ello, desde el sistema oficial de salud se impone la necesidad de intercambiar y contrastar los
conocimientos, creencias y prácticas en salud que son producto, en parte, de las condiciones de
pobreza y de tradiciones socioculturales distintas.
El sistema de salud en el que hemos estado inmersos (básicamente occidental) debe ser abierto a
los sujetos –individuales y colectivos-- que en cada contexto se expresan en términos de salud. La
formulación de nuestro enfoque de salud, nuestra metodología de trabajo, de nuestra práctica y
bases pedagógicas, deben ser objeto de una construcción constante, con enfoque democrático, en
la que participen todos los sujetos implicados: terapeutas, asociaciones de salud, de promotores,
entre otros.
Es por ello que la opción es asumir el trabajo en salud de forma y con contenido intercultural
democrático. Para ello adoptamos la categoría de Medicina Intercultural entendida como una
nueva manera de enfocar y practicar la medicina y todo aquel trabajo que implique la búsqueda de
un perfil saludable de población en contextos con heterogeneidad étnica. Nueva también en tanto
implica que el trabajador en salud, con una etnicidad e identidad étnica determinada, con
conocimientos sobre salud, debe insertarse en cada contexto de trabajo como un profesional con
perspectiva de interculturalidad democrática, con la apertura necesaria para reconocer y respetar
la diferencia, basar su práctica en la solidaridad recíproca y aprehender todo aquello que signifique
un aporte local o nacional a la salud desde experiencias socioculturales y saberes distintos. La
interculturalidad democrática en salud, entonces, se constituye así en perspectiva y práctica de
trabajo, así como en disposición de vida y trabajo profesional y personal.
Para el trabajo en salud esto implica ampliación de las fuentes de conocimiento y posibilidades
para alcanzar resultados deseables en salud. Sucesivamente también requiere investigación con
enfoque intercultural, lo cual significa no solamente volver más complejos nuestros sujetos de
estudio a partir de sus características étnicas, sino también abrir los espacios para que se
expresen, compartan y desarrollen sus prácticas y conocimientos en salud, con la posibilidad que
pasen a ser parte del conocimiento científico.
Además, crear espacios para reflexionar sobre interculturalidad en salud, para compartir
experiencias y conocimientos, prácticas y visiones. Estos espacios deben ser desarrollados con la
participación de todas y todos aquellos que trabajan en salud (que seguramente también tiene
orígenes étnicos distintos) y los sujetos de atención. Sin embargo, para que esto tenga fruto, el
intercambio debe darse en igualdad de condiciones y el aprendizaje debe ser recíproco, pues
finalmente la empresa en la que se participa es común: mejorar la situación de salud de los
guatemaltecos y guatemaltecas. En ese sentido, es necesario hacerlo sin presiones, sin prejuicios,
sin el uso de adjetivos (bueno o malo). Es decir, despojarse de la posición en la cual se cree
poseer “la verdad” fundamentada en una cultura u otra, en una tradición médica u otra.
Pero esto no es simple. Requiere observar al sujeto con etnicidad e identidad distinta, no desde
nuestra perspectiva, sino desde la perspectiva propia de dicho sujeto. La discusión en intercambio
cultural, donde no solo se busque una explicación para nosotros o donde se pretenda encontrar
precisamente lo que buscamos como respuesta preconcebida. Igualmente donde no se busque
ajustar lo extraño a nosotros o encajar a los sujetos étnicamente diferentes a conceptos, ideas,
posiciones y saberes nuestros, que no necesariamente son comprensibles y útiles para explicarlos
en sus múltiples dimensiones.
En ese marco, nuestros quehaceres dirigidos hacia futuros profesionales de la salud y hacia
sujetos de atención en salud, no deben implicar un simple depósito de conocimientos y
explicaciones, sino dejar la apertura explícita para su crítica y confrontación con la realidad. Por
ello se necesita dar a conocer los fundamentos, planes y programas, los medicamentos, etc., para
que los sujetos tengan mejores bases para aceptarlos o rechazarlos.
Las estrategias nacionales y locales, así como los procesos formativos en salud, deben asumir la
integralidad multidisciplinaria como oportunidad metodológica (los cómo) de acercamiento y
transformación de la realidad, así como epistemológica (los fundamentos y métodos del
conocimiento). Dicha integralidad multidisciplinaria debe incluir, entre otros, el conocimiento y
propuesta de ciencias como la Antropología Social. Esto es especialmente necesario para
comprender dinámicas y realidades presentes en el contexto social del trabajo en salud, para
concientizar a los sujetos que prestan servicios de salud, modificar concepciones y actitudes
discriminatorias, y hacerlas coherentes con la política intercultural en salud. Esto implica descentrar
a las ciencias de la salud, a las instituciones y los trabajadores en salud de su única referencia
cultural hasta ahora dominante y de su único campo de referencia médica conceptual. Es decir, se
propone una articulación dialógica de conocimientos desde disciplinas distintas, que aporten a la
consecución de una vida en salud.
En conclusión, la medicina intercultural es una opción necesaria para encaminarnos al respeto del
Ser Humano en sus múltiples manifestaciones. Este planteamiento, en tanto novedoso hasta cierto
punto, no está exento de controversia. Pero es finalmente el punto de partida para enfrentar los
problemas de salud con mejores criterios y con la intensión y práctica de asumir la interculturalidad
democrática como eje fundamental de los procesos de búsqueda de mayores niveles de salud y de
desarrollo de procesos educativos en salud más integrales.
e habla de Interculturalidad, cuando dos o más culturas diferentes comienzan a interactuar de una
manera horizontal y sinérgica, es decir, en este estado de cosas ninguno de los grupos que
intervienen se encuentra por encima del otro, sino que todos se hallan en igualdad de condiciones,
lo que por supuesto contribuye a la integración y a la pacífica convivencia de las personas
afectadas.
Proceso en el que dos o más culturas interactúan de manera directa y equiparada sin que ninguna
supere a la otra en ningún aspecto
Una de las características diferenciales de la sociedad actual es que se caracteriza por la diversidad
cultural que se presenta en las diversas naciones que componen el planeta.
Para comprobar y apreciar este fenómeno ya instalado no tenemos más que observar con
detenimiento las grandes metrópolis, en donde esta circunstancia es ciertamente visible.
En las mismas apreciamos constantemente personas que tienen orígenes étnicos diversos, hablan
diferentes idiomas y ostentan tradiciones culturales diametralmente opuestas, entre otras
cuestiones, sin embargo, y más allá de las mismas conviven y se vinculan sin problemas,
mayormente.
Ahora bien, más allá de las buenas predisposiciones de las personas a mantener relaciones con
personas que pertenecen a culturas diferentes es necesario que desde el estado se fomente la
armonía y la integración a través de dos cuestiones básicas como son el respeto mutuo y la
tolerancia.
Respeto y tolerancia
O sea, la interculturalidad se propone como objetivo máximo y prioritario que se zanjen las
diferencias y que se llegue a la convivencia armoniosa y respetuosa, combinando las diversas
propuestas culturales.
Como en toda convivencia humana, a la larga o corta, surgirán conflictos de intereses y más aún en
una situación en la que prima la diversidad, aunque, la resolución de los mismos se llevará a cabo
en un marco de absoluto respeto, prevaleciendo el diálogo y la concertación.
Cabe destacar, porque muchos tienden a confundirlos, que la interculturalidad nada tiene que ver
con el pluralismo y el multiculturalismo, especialmente por la predisposición de la interculturalidad
hacia el diálogo y el relacionamiento entre las diferentes culturas que propone.
Por su lado, la interculturalidad interpersonal se da cuando las personas de diversas culturas entran
en contacto directo a través de un medio electrónico, tal es el caso de Internet.
Apostar a la integración
A lo largo de la historia nos hemos cansado de ver como las diferencias en algún aspecto
generaban disputas, discriminación y desigualdad, entre otras cuestiones negativas, en tanto, la
propuesta de la interculturalidad es superadora precisamente en este aspecto, en que nadie quede
afuera o relegado por disponer de una característica diferente al otro, sino muy por el contrario,
que eso que lo diferencia sume y contribuya a la hora de ampliar el espectro de propuestas
culturales de una sociedad.
Cada uno, desde sus diferencias con el otro puede realizar un aporte que enriquezca al colectivo
social, así por lo pronto lo piensa la interculturalidad es muy bueno porque es un mensaje
integrador y superador en todo aspecto en momentos en donde el mundo vive un escenario en el
que inevitablemente las culturas diversas se juntan todo el tiempo.
Obviamente que habrá que superar escollos que las mismas diferencias nos imponen, como ser los
diversos lenguajes y manera de comunicarse, pero el mensaje es superar ello y apostar al
enriquecimiento que generará la diversidad
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