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1. "Pero la verdadera razón del fracaso matrimonial no fueron los celos, ni el mal
carácter de mi padre, sino la enfermedad nacional por antonomasia, aquella que infesta
todos los estratos y familias del país y en todos deja un relente que envenena la vida de
los peruanos: el resentimiento y los complejos sociales. Porque Ernesto J. Vargas, pese
a su blanca piel, sus ojos claros y su apuesta figura, pertenecía —o sintió siempre que
pertenecía, lo que es lo mismo— a una familia socialmente inferior a la de su mujer."
(p. 11).
3. Pero la lectura no me impedía los juegos y era capaz de invitar a toda mi clase a
tomar el té a la casa, excesos que la abuelita Carmen y la Mamaé, a quienes si Dios y el
cielo existen espero hayan premiado adecuadamente, soportaban sin chistar, preparando
con afán los panes con mantequilla, los refrescos y el café con leche para todo ese
enjambre. (p. 17)
4. "Fueron las clases medias las que llenaron esas plazas. No los ricos, pues, en ese
país misérrimo en que los malos gobiernos han vuelto al Perú, ellos no alcanzarían a
llenar un teatro y acaso ni un salón. Y tampoco los pobres, campesinos o habitantes de
los llamados pueblos jóvenes, que escuchaban el debate entre estatismo y libre empresa,
como si no les concerniera. Esas clases medias —empleados, profesionales, técnicos,
comerciantes, funcionarios, amas de casa, estudiantes-se encogían cada vez más." (p.
45)
11. ATEÍSMO JUVENIL: "A partir de entonces, de una manera gradual, fui
dejando de interesarme en la religión y en Dios. Seguía yendo a misa, confesándome y
comulgando, e incluso rezando por las noches, pero de una manera cada vez más
mecánica, sin participar en lo que hacía, y, en la misa obligatoria del colegio, pensando
en otra cosa, hasta que un día me di cuentas de que ya no creía. Me había vuelto un
descreído. No me atrevía decírselo a nadie, pero, a solas, me lo decía, sin vergüenza y
sin temor. Sólo en 1950, al entrar al Colegio Militar Leoncio Prado, me atrevía a
desafiar a la gente que me rodeaba con el exabrupto: "Yo no creo, soy un ateo". (p. 76)
17. FREDEMO: "El Frente Democrático no llegó a ser una fuerza coherente e
integrada, en la que el objetivo común prevaleciera sobre los intereses de los partidos
que lo formaban. Sólo en la segunda vuelta, luego de la gran sorpresa —el elevadísimo
porcentaje alcanzado por el desconocido Alberto Fujimori y la certidumbre de que en la
elección final el voto aprista e izquierdista lo apoyaría—, hubo un sobresalto que acercó
a militantes y dirigentes y los indujo a cooperar sin la mezquindad partidista que
predominó hasta el 10 de abril de 1990." (p. 92)
V. EL CADETE DE LA SUERTE
18. TRISTEZAS, LECTURAS: "Aunque, ninguno de los apodos que yo tuve fue el
de "loco"; me decían Bugs Bunny, El Conejo de la Suerte, o Flaco; pues lo era, y a
veces Poeta, porque escribía y, sobre todo, porque me pasaba el día, y a veces la noche,
leyendo. Creo que nunca leí tanto y con tanta pasión como en esos años
leonciopradinos." (p. 114)
19. "En las salidas, compraba libros y mis tíos me tenían lista alguna nueva
provisión para traerme al colegio. Cuando comenzaba a caer la noche del domingo e iba
acercándose la hora de cambiar las ropas de civil por el uniforme para volver al
internado, todo comenzaba a malograrse: la película se volvía fea, el partido soso, las
casas, los parques y le cielo se entristecían. Surgía un difuso malestar en el cuerpo. A
esos años debo el odio al tardecer y la noche del domingo. Recuerdo muchos libros que
leí en esos años —Los Miserables, por ejemplo, de efecto imperecedero—, pero el autor
al que más agradecido le estoy es Alejandro Dumas. Casi todo él estaba en las ediciones
amarillas de la editorial Tor o en la de cartulinas oscuras, con solapa, de Sopena: El
Conde de Montecristo, Memorias de un médico, El collar de la reina, Angel Pitou, y la
serie larguísima de los mosqueteros que terminaba con los tres volúmenes de El
Vizconde de Bragelonne." (pp. 115-116)
25. LIBERTAD: "La libertad había que entenderla como indivisible, en lo político y
en lo económico. El Movimiento Libertad debía ganar para estas ideas un mandato
electoral que nos permitiera materializarlas en un régimen civil y democrático. Una gran
reforma liberal era posible en democracia, a condición de que una mayoría votara por
ella. Por eso era imprescindible ser transparentes, explicando lo que queríamos hacer y
su precio." (p. 160)
26. SERVILISMO, CACIQUES: "Lidiar con los caciques, servirme de los caciques,
fue algo que nunca supe hacer. El disgusto que me producían, ellos, que representaban a
nivel provinciano, todo lo que no hubiera querido que no fuera la política en el Perú, sin
duda me lo leían en la cara. Pero ello no impidió que en muchas provincias los comités
del Movimiento Libertad cayeran en manos de caciques. ¿Cómo algo tan visceralmente
incorporado a nuestra idiosincrasia?" (pp. 164-165)
27. CORRUPCIÓN: "Yo me había prometido acabar con ese epifenómeno del
subdesarrollo peruano. Porque sin la moralización del poder la democracia no
sobreviviría en el Perú o seguiría siendo una caricatura. Y por una razón más personal:
los pillos y la pillería asociada a la política me dan náuseas. Es una debilidad humana
con la que no soy tolerante. Robar desde el gobierno en un país pobre, donde la
democracia está en pañales, siempre me ha parecido un agravante del delito. Nada
desprestigia y trabaja tanto por el desplome de la democracia como la corrupción. Algo
en mí se subleva desmedidamente frente a esa utilización delictuosa del poder obtenido
con los votos de gente ingenua y esperanzada, para enriquecer a los compinches.
También por eso mi oposición a Alan García fue tan dura: porque con él en el poder la
pillería se generalizó en el Perú a extremos del vértigo." (p. 169)
29. IDEAS Y EMOCIONES: Pero no tuve mucho éxito en ninguna de las dos cosas.
Porque los peruanos no votaron por ideas en las elecciones y porque, a pesar de mis
prevenciones, muchas veces noté —sobre todo cuando la fatiga me vencía— que, de
pronto, resbalaba también por el latiguillo o el exabrupto para arrancar el aplauso. (p.
173)
31. EROTISMO: Mi generación vivió el canto del cisne del burdel, enterró a esa
institución que iría extinguiéndose a medida que las costumbres sexuales se distendían,
se descubría la píldora, pasaba a ser obsoleto el mito de la virginidad y los muchachos
comenzaban a hacer el amor con sus enamoradas. La banalización del sexo que eso trajo
consigo es, según psicólogos y sexólogos, muy saludable para la sociedad, la que, de
este modo, se desahoga de abundantes represiones neuróticas. Pero ha significado,
también, la trivialización del acto sexual y la extinción de una fuente privilegiada de
placer para el ser humano contemporáneo. Despojado de misterio y de los tabúes
religiosos y morales seculares, así como de los elaborados ritos que rodeaban su
práctica, el amor físico ha pasado a ser para las nuevas generaciones lo más natural del
mundo, una gimnasia, un pasajero entretenimiento, algo muy distinto de ese misterio
central de la vida, de ese acercarse a través de él a las puertas del cielo y del infierno
que fue todavía para mi generación. El burdel era el templo de aquella clandestina
religión, donde uno iba a oficiar un rito excitante y arriesgado, a vivir, por unas pocas
horas, una vida aparte. (pp. 191-192)
X. VIDA PÚBLICA
38. EMPIEZA EL MARXISMO: "Desde que Félix se unió a nosotros los demás
temas quedaron relegados a un lugar secundario y la política —o más bien, el
socialismo y la revolución-fue el centro de nuestras conversaciones. Charlábamos en los
patios de San Marcos —instalada todavía en la vieja casona del Parque Universitario,
pleno centro de Lima— o en cafecitos de La Colmena o Azángaro, y Lea nos llevaba a
veces a tomar un café o una Coca-Cola en el sótano del Negro-Negro, en los portales de
la plaza San Martín. A diferencia de lo que habían sido mis visitas a ese local, durante
mi bohemia de La Crónica, ahora no bebía una gota de alcohol y hablábamos de cosas
muy serias: los atropellos de la dictadura, los grandes cambios éticos, políticos,
económicos, científicos, culturales que estaban forjándose allá en la URSS , o en esa
China de Mao Ze Dong que había visitado y sobre la que había escrito tantas maravillas
ese escritor francés —Claude Roy—, en Claves para China, libro que nos creíamos al
pie de la letra." (p. 238)
39. FILIACIÓN MARXISTA: "Félix y yo dijimos que queríamos ser simpatizantes
pero Lea pidió su afiliación inmediata. El juramento que le tomó Washington Durán en
una media voz de monaguillo era solemne —"¿Juráis luchar por la clase obrera, por el
partido
42. LUIS ALBERTO SÁNCHEZ: "A diferencia de Basadre o de Porras, ese tercer
mosquetero de la célebre generación del diecinueve, Luis Alberto Sánchez (el cuarto,
Jorge Guillermo Leguía, murió muy joven, dejando apenas el esbozo de una obra), que,
como dirigente del APRA, había vivido muchos años en el destierro, era el más
internacional y el más fecundo del trío, pero también el más improvisado y criollo y el
menos riguroso a la hora de publicar. Que escribiera libros de un tirón, confiando en la
memoria (aún si se tenía la formidable memoria de Luis Alberto Sánchez), sin verificar
los datos, títulos, nombres, como ocurría con frecuencia en sus torrentosas
publicaciones, ponía a Porras fuera de sí. Las inexactitudes y ligerezas de Sánchez —
más aún que las malevolencias y desquites contra adversarios políticos y enemigos
personales que abundan en sus libros— exasperaban a Porras por una razón que, a la
distancia, creo entender mejor, una razón más elevada de lo que, entonces, me parecía
simple rivalidad generacional. Porque esas libertades que Sánchez se tomaba con su
oficio presuponían el subdesarrollo de sus lectores, la incapacidad de su público para
identificarlos y condenarlos. Y Porras —como Basadre y Jorge Guillermo Leguía, y,
antes que ellos, Riva Agüero—, aunque escribió y publicó poco, lo hizo siempre como
si el país al que pertenecía fuera el más culto e informado del mundo, exigiéndose un
rigor y una perfección extremas, como correspondería al historiador cuyas
investigaciones van a ser sometidas al examen de los eruditos más solventes." (p. 275)
43. FAULKNER Y DE NUEVO SARTRE: Aunque en esos años leí mucho a los
novelistas norteamericanos —Erskin Caldwell, Steinbeck, Dos Passos, Hemingway,
Waldo Frank—, fui leyendo Santuario, Mientras agonizo, ¡Absalón, Absalón!, Intruso
en el polvo, Estos 13, Gambito de caballo, etcétera, que descubrí lo dúctil de la forma
narrativa y las maravillas que podía conseguir en una ficción cuando se la usaba con la
destreza del novelista norteamericano. Junto con Sartre, Faulkner fue el autor que más
admiré en mis años sanmarquinos; él me hizo sentir la urgencia de aprender inglés para
poder leer sus libros en su lengua original. Otro narrador un tanto huidizo que hacía
apariciones de fuego fatuo por San Marcos era Vargas Vicuña, cuya delicada colección
de relatos Nahuí, publicada en esos días, hacía esperar de él una obra que, por desgracia,
nunca surgió." (p. 283)
47. INTELECTUAL BARATO: "Podría citar cien casos más, variantes todos de esta
práctica: fingir una persona pública, unas convicciones, ideas, valores por conveniencia
profesional y, al mismo tiempo, desmentirlas alegremente con la conducta doméstica. El
resultado de semejante inautenticidad es, en la vida intelectual, la devanación del
discurso, el triunfo del estereotipo y de la vacua retórica, de la palabra muerta de
eslogan y el lugar común sobre las ideas y la creatividad. Por eso, no es accidental que,
en los últimos treinta o cuarenta años, el Perú no haya producido en el dominio del
pensamiento casi nada digno de memoria, y, sí, en cambio, un gigantesco basural de
palabrería populista, socialista y marxista sin contacto con la realizada de los problemas
peruanos." (p. 309)
48. "Julia acababa de llegar y estaba aún desempacando. Reconocí su voz ronca y
su risa fuerte, su esbelta silueta de largas piernas. Hizo algunas bromas al saludarme —
"¡Cómo! ¿Tú eres el hijito de Dorita, ese chiquito llorón de Cochabamba?"—, me
preguntó qué hacía y se sorprendió cuando el Tío lucho le contó que además de
estudiante de Letras y Derecho, escribía en los periódicos y hasta había ganado un
premio literario. "¿Pero que edad tienes ya?" "Diecinueve años". Ella tenía treinta y dos
pero no los aparentaba pues se la veía joven y guapa. Al despedirnos, me dijo que si mis
"pololas" (enamoradas) me dejaban libre, la acompañara al cine alguna noche. Y que,
por supuesto, ella pagaría las entradas." (pp. 323-324)
49. EL SELLO DEL EROTISMO LITERARIO: "Pero no tardé mucho —es decir,
alguno años— en comprender que, con la permisividad moderna, en la sociedad abierta
e industrial de nuestros días, el erotismo cambiaba de signo y contenido, y pasaba a ser
un producto manufacturado y comercial, conformista, convencional a más no poder, y,
casi siempre, de una atroz indigencia artística. Pero el descubrimiento de la literatura
erótica de calidad, que hice en los inesperados anaqueles del Club Nacional, ha tenido
una influencia en mi obra y dejado un sedimento en lo que he escrito. De otro lado, el
prolijo y abundante Restif de la Bretonne me ayudó a entender una característica
esencial de la ficción: que ella sirve al novelista para recrear el mundo a su imagen y
semejanza, a recomponerlo sutilmente de acuerdo a sus secretos apetitos." (p. 336)
Esto era, también, algo temido por dirigentes del Frente Democrático, que me
aconsejaban gestos públicos y reuniones privadas con jefes militares para tranquilizarlos
respecto al "antimilitarismo" de mis libros y algunas tomas de posición de veinte o
treinta años atrás (por ejemplo, a favor de la revolución cubana y del intento guerrillero
del MIR, de Luis de la Puente y Guillermo Lobatón, en 1965). (pp. 428-429)
58. FUJIMORI: "¿Quiénes sino podían votar por un desconocido, sin programa,
sin equipo de gobierno, sin la menor credencial política, que casi no había hecho
campaña fuera de Lima, improvisado de la noche a la mañana como candidato?. Dijeran
lo que dijeran las encuestas, no se me pasaba por la cabeza que una candidatura tan
huérfana de ideas y personas pudiera pesar frente al monumental esfuerzo desarrollado
por nosotros a lo largo de casi tres años de trabajo. Y, en secreto, sin decírselo a
Patricia, todavía albergaba la esperanza de que los peruanos me dieran ese domingo el
mandato para el "gran cambio en libertad". (p. 446)
59. A muchos dirigentes del Frente y amigos de Libertad, la nueva estrategia, más
humilde y popular, menos ideológica y polémica, les pareció una oportuna rectificación,
y pensaron que de este modo recuperaríamos el electorado perdido, aquel que había
votado por Fujimori. Pues nadie se hacia ilusiones sobre el voto aprista o el de las
variantes socialista y comunista. También nos alentaba el cada vez más decidido apoyo
de la Iglesia. ¿No era el Perú un país católico hasta la médula?. (p. 494)
VALORACIÓN DOCTRINAL
En las Memorias se encuentran las claves para entender el rumbo y sentido (forma
y contenido) de la obra de Mario Vargas Llosa: su narrativa es continuación de su
propia historia personal.
Este relato autobiográfico presenta la vida a galope de Mario Vargas Llosa. Hay
tiempos vividos con sosiego (su infancia antes del encuentro con su padre en Lima) y
tiempos vividos a sobresaltos en experiencias vitales que marcaron profundamente su
personalidad.
Los recuerdos que Mario Vargas Llosa recoge en este libro entremezclan hechos y
juicios sobre personas, instituciones y sucesos, en general. El tono de la narración es
más bien descarnado y con tendencia a la intemperancia por exceso. Lo propio lo
muestra sin mayor pudor y recato y es fácil precisar sucesos sobre los que una
conciencia medianamente fina hubiese guardado silencio, cualidad que no es,
precisamente, un atributo en Mario Vargas Llosa.
Queda manifiesta una vida personal que se suscita en episodios excitantes que
Mario Vargas Llosa presenta a modo de agregado vital, con un reconocimiento
aprobatorio implícito. Una especie de ascenso y crecimiento personal, en franco
indiferentismo moral, en donde el criterio ético de bueno/malo desaparece.
Aunque la simplificación pueda ser estrecha, pareciera que en Mario Vargas Llosa
su alma es sartriana y popperiana su estructura mental. En cualquier caso, compañeros
precarios para el camino personal, que lo atenazan en un horizonte sin verdad, sin Dios,
sin trascendencia.
El libro contiene constantes referencias históricas, descritas con viveza, en las que
se retrata acontecimientos que tuvieron importancia en la vida de los peruanos, unas
para beneficiarlos y otras —demasiadas— para hacerles daño.
Difamar es divulgar algo verdadero que daña la fama de una persona, por muy real
que sea, pero desconocido para la gente. Un libro escrito por un candidato derrotado que
iba favorito corre el riesgo de respirar por la herida, sentir lesionado el orgullo personal,
buscar causas y explicaciones para el fracaso político. MVLL hace un esfuerzo por
superar esta tentación, se defiende con la claridad literaria de su estilo pero muchas
veces aflora el resentimiento y agravia a viejos amigos, los involucra en
responsabilidades en base a consideraciones parciales, terminando por deformar la
realidad de las cosas. Las desavenencias entre los líderes de los partidos, Fernando
Belaúnde Terry y Luis Bedoya Reyes con él; las de sus publicistas Jorge Salmón y
Daniel Vinitsky con él; o —la más famosa— de Hernando de Soto con él; son tres
ejemplos de asuntos de tipo privado, que ocurrieron en un clima de confianza íntima, en
la que se presupone reserva de oficio, que luego aparecen en las páginas de la novela
como personajes de ficción, con las consecuencias fáciles de imaginar para gente que
tiene una actuación vigente en la vida pública o profesional del país.
F.B.R. (1994)