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Augusto Gonzalez Molina 1

Semántica y Pragmática

Actos de habla
1)
El enunciado “decir es hacer” da cuenta de una posición que Austin toma y que parte de la
filosofía. Aquella refiere a que decir algo implica enunciar algo y la discusión finaliza. El
filósofo 3. considera esta suposición como errónea y toma el ejemplo a partir de dos
verbos, “apostar” y “bautizar”, con los cuales llega a la conclusión de que aquellos
constituyen acciones en cuanto es posible realizarlas a partir del acto del decir mismo.
El hecho de pronunciar palabras no radica en que estas den cuenta de una situación (es
decir, la describan) o someta la expresión lingüística a la verificación. Más bien, aquello
que se dice constituye un acto en sí, una praxis, hacer: “expresar las palabras es, sin duda,
[…] el episodio principal, en la realización del acto (de apostar o lo que sea), cuya
realización es también la finalidad que persigue la expresión. (1990: 49)
Por consiguiente, el enunciado “decir es hacer” constituye la base de la teoría que Austin
propone y desarrolla a lo largo de su obra, en la que considera fuertemente que lo que se
dice también puede implicar una acción.

3)
La falacia descriptiva remite a una postura que considera que los enunciados proferidos
tienen un carácter puramente verificable y no admiten funciones diversas en la
comunicación. Esta aseveración se condice con aquello que expresa Austin: “decir es
hacer”. Además, refiere a la posición de la filosofía del lenguaje que considera enunciados
aquellos que son verificables y pseudo-enunciados, los que no. De acuerdo con el filósofo,
algunas palabras indican circunstancias en las que se formula el enunciado o restricciones a
las cuales se somete, su modalidad a ser considerado, entre otras.
En consecuencia, las expresiones lingüísticas, para el filósofo, no se limitan a describir un
estado solamente y verificar su valor de verdad, sino que existen algunas que realizan actos.
Negar esta posibilidad, entonces, es cometer ese tipo de falacia descriptiva.

4)
En la conferencia II, Austin realiza una distinción entre dos tipos de enunciados: los
realizativos y los constatativos. Los primeros son expresiones que satisfacen dos requisitos
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fundamentales de acuerdo con Austin: por un lado, no “describen” algo ni tampoco pueden
ser calificadas como “verdaderas o falsas”; por otro, “el acto de expresar la oración es
realizar una acción, o parte de ella, acción que a su vez no sería normalmente descripta
como consistente en decir algo.” (1990: ). Esto quiere decir que este primer tipo de
enunciados constituye la realización de un acto. Por ejemplo, la expresión “Los declaro
unidos en matrimonio” significa que su emisor (un juez o funcionario) realiza una
declaración y asienta el matrimonio de dos contrayentes, modificando también el estado
civil de ambos en el plano legal.
En cuanto a los constatativos, se circunscriben, según el filósofo, al su valor de
verificabilidad. Es decir, se considera que una expresión es verdadera o falsa y describe el
estado de las cosas. Un ejemplo de este segundo tipo el siguiente enunciado: “Hoy es
viernes”. El referente inmediato (la realidad y el momento en que aquel fue proferido)
permite constatar la veracidad o falsedad (que ese día no sea viernes sino cualquier otro).

5-6)
La teoría de los infortunios que formula Austin está desarrollada en la conferencia II. Para
que un realizativo sea ejecutado de manera correcta, es preciso que exista una serie de
condiciones para que se dé; de no ser así, el acto es fallido, es desafortunado.
Las reglas que Austin postula para la ejecución afortunada de un realizativo son listadas a
continuación y son explicadas luego, desglosando los tres tipos de condiciones que este
autor propone:

A.1) Tiene que haber un procedimiento convencional aceptado, que posea cierto
efecto convencional; dicho procedimiento debe incluir la emisión de ciertas
palabras por parte de ciertas personas en ciertas circunstancias. Además,
A.2) en un caso dado, las personas y circunstancias particulares deben ser las
apropiadas para recurrir al procedimiento particular que se emplea,
B.1) El procedimiento debe llevarse a cabo por todos los participantes en forma
correcta, y
B.2) en todos sus pasos,
Γ.1) En aquellos casos en que, como sucede a menudo, el procedimiento requiere
que quienes lo usan tengan ciertos pensamientos o sentimientos, o está
dirigido a que sobrevenga cierta conducta correspondiente de algún
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participante, entonces quien participa en él y recurre así al procedimiento debe


tener en los hechos tales pensamientos o sentimientos, o los participantes
deben estar animados por el propósito de conducirse de la manera adecuada1,
y, además,
Γ.2) los participantes tienen que comportarse efectivamente así en su oportunidad.

En el caso de A y B, la transgresión de estas dos reglas acarrea la consecuencia de

que el acto no es realizado de manera satisfactoria, es decir, no tiene lugar. En el

caso de Γ, implica otras consideraciones y el acto es realizado en esas

circunstancias. Austin diferencia los desaciertos y los abusos en el no

cumplimiento de estas normas. Los primeros constituyen la violación de A y B “en

los que no se consigue llevar a cabo el acto, cuya realización, o en cuya realización,

sirve la fórmula verbal correspondientes”, según Austin. Entonces, el acto es nulo

y no tiene efecto. Los segundos son “aquellos infortunios en los que el acto es

llevado a cabo”; son denominados “pretendidos” o “huecos” por Austin, o

también “no consumados”, contrapuestos a la nulidad de los primeros.

Las violaciones a las reglas A.1 y A.2 se corresponden con malas aplicaciones

mientras que en el caso de B.1 y B.2, malas ejecuciones. El primer tipo refiere al

pronunciamiento de fórmulas establecidas por el acto mismo por parte de las

personas adecuadas en un determinado contexto específico al realizativo. Por

ejemplo, en un matrimonio, los contrayentes deben formular el enunciado “Sí,

acepto” ante un funcionario del registro civil que los declarará cónyuges ante la

fórmula “X, ¿acepta a Z como su cónyuge?” y viceversa (“Z, ¿acepta a X como

cónyuge?”). El casamiento finaliza con la expresión “Los declaro unidos en

matrimonio” y el acto se concreta. Si los contrayentes no pronunciaran dichas

fórmulas o no se tratara de un funcionario público, el acto es nulo.

El segundo tipo de reglas, particularmente B.1, si es violada, el acto es viciado,

mientras que en B.2 se remite a inconclusos, es decir, los participantes no


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concluyen el procedimiento para la concreción de aquellos. En el ejemplo anterior,

si alguno de los contrayentes altera la fórmula “Sí, acepto”, no puede concretarse el

matrimonio y, a su vez, se consuma si la última fórmula, por ejemplo, “Los

declaro unidos en matrimonio” no es pronunciada para finalizar.

Los casos Γ.1 y Γ.2 son actos insinceros. En este aspecto, son realizados pero al

implicar sentimientos, pensamientos e intenciones que no se cumplen, derivan en

un abuso y por eso el autor los denomina “insinceros”, puesto que transgreden la

esfera personal de quienes los llevan a cabo. Un ejemplo claro de la violación a esta

regla sería si uno de los contrayentes acepta al otro pero, en sus sentimientos

respecto de la otra parte no son reales, es decir, en realidad no lo acepta. La

intención, en este caso, tampoco es acertada, ya que al decir “Sí, acepto” pero

interiormente no se tiene el propósito de consentir el matrimonio, el acto realizado

es hueco.

7-8)

El acto locutivo o locucionario es la emisión física de un enunciado; es el acto de “decir


algo”, a partir del uso del habla. Comprende, según Austin, tres tipos de actos diferentes: un
acto fónico, fático y rético. El primero remite a la emisión de ruidos solamente (formular el
enunciado desde el plano acústico), el segundo consiste en la emisión de términos o
palabras en una estructura gramatical y el tercero constituye la realización del enunciado
con un sentido, una referencia. Por ejemplo, un emisor profiere el enunciado “Este libro no
es recomendable” con el cual dice algo a un destinatario en un entorno determinado, por
ejemplo, una conversación sobre gustos literarios.
El ilocutivo o ilocucionario consiste en la realización de un acto al decir algo y posee una
intención. En este caso actúa una fuerza ilocutiva, que se define como la función
comunicativa de la realización de un acto de habla. A su vez, esta fuerza supone una
convención. El enunciado “Este libro no es recomendable” constituye una opinión, la cual
no hace uso del verbo opinar y generar una expresión como “Opino que este libro no es
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recomendable” puesto que ya posee una fuerza ilocucionaria que conforma el enunciado y
no es necesario incluir el verbo para dar cuenta de esa intención, la cual constituye el deseo
del emisor en no recomendar la obra a la que refiere.
El acto perlocutivo o perlocucionario es la realización de una expresión que tiene un
propósito de producir un efecto. Respecto del enunciado tomado como ejemplo, el efecto
que el emisor pretende producir en el destinatario a partir de su opinión respecto de un libro
al que se refiere sería el de convencerlo de que el no es bueno según el primero expresa.

9)
Austin clasifica los verbos según posean fuerza ilocutiva. Distingue cinco clases generales:
verbos de judicación o judicativos, de ejercicio o ejercitativos, de compromiso o
compromisorios, de comportamiento o comportativos y de exposición o expositivos.
Los primeros, los judicativos, emiten un veredicto, ya sea por un jurado, por un

árbitro, etc. Pero no es menester que sean definitivos, ya qye pueden consistir, por

ejemplo, en una estimación, en un cálculo o en una apreciación. Es esencial que se

emita juicio acerca de algo —un hecho o un valor— respecto de lo cual, por

razones diferentes, resulte difícil alcanzar certeza. Ejemplos de esta clase son

absolver, condenar, dar por establecido, considerar, juzgar, determinar, calcular, computar,

estimar, medir, clasificar, entre otros. En el contexto de un juicio, el juez profiere el

siguiente enunciado respecto del acusado que es condenado por haber infringido

la ley: “Se resuelve condenar al acusado, señor X, a la pena de veinticinco años de

prisión por el delito de homicidio simple”.

Los segundos, los ejercitativos, consisten en el ejercicio de potestades, derechos o

influencia. En este tipo se encuentran designar, votar, ordenar, instar, aconsejar,

prevenir, legar, prevenir, elegir, acordar, dar, excomulgar, etc. Un ejemplo constituye la

designación de un funcionario público por parte del poder ejecutivo: “El

gobernador de la provincia de Salta designa al señor X para ejercer el cargo de

ministro de educación por el plazo de cuatro años hasta el término de su gestión”.


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Los terceros, los compromisorios, refieren al acto de prometer o comprometerse a

hacer algo; incluyen también las declaraciones o anuncios de intención, que no son

promesas, y cosas vagas, que pueden ser denominadas “adhesiones”, tales como

tomar partido. Existen conexiones obvias entre estos verbos y los judicativos y

ejercitativos. Ejemplos: prometer, pactar, contratar, comprometerse, obligarse (a), tener la

intención (de), proyectar, jurar, defender, adoptar, etc. Un albañil que recibe su pago

adelantado por una obra de parte del dueño de esta última profiere el enunciado

“Me comprometo a finalizar la obra en treinta días”, dando lugar al compromiso

del emisor respecto del destinatario.

Los cuartos, los comportativos, constituyen un grupo muy heterogéneo, y tienen

que ver con las actitudes y con el comportamiento social. Incluyen la idea de

reacción frente a la conducta y fortuna de los demás, las de actitudes y expresiones

de actitudes frente a la conducta de otro debido a hechos pasados o

contemporáneos al contexto de enunciación. Por ejemplo, pedir disculpas, felicitar,

elogiar, dar el pésame, maldecir y desafiar. El enunciado “Te felicito por haber

conseguido el título de médico”, proferido quizás por un conocido, se dirige al

reciente graduado de la carrera tras haberla finalizado.

Los quintos, los expositivos, se usan en los actos de exposición que suponen

expresar opiniones, conducir debates, y clarificar usos y referencias. Ponen de

manifiesto el modo cómo las expresiones encajan en un argumento o conversación,

es decir, el uso de las palabras en estos contextos. En general, son recursos que

utiliza un expositor. La siguiente es una lista de este tipo de verbos:

1. afirmo 2. observo 3. informo 4. testifico


niego menciono aviso refiero
enuncio ¿interrumpo? digo juro
describo respondo conjeturo
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clasifico replico ¿dudo?


identifico 3.a pregunto ¿sé?
5. acepto 6. postulo 7. comienzo por 7b. ejemplifico
concedo deduzco paso a explico
retiro arguyo concluyo con formulo
concuerdo omito 7a. interpreto 7c. significo
me allano a (deliberadamente) distingo me refiero
objeto ¿destaco? analizo llamo
adhiero a defino entiendo
reconozco considero como
repudio
5ª. corrijo
reviso

Un ejemplo de situación comunicativa en la que se utilicen estos verbos constituye

un político que se dirige a los potenciales votantes para persuadirlos de su

campaña: “Yo no niego que exista la pobreza en nuestro país, pero sí afirmo que

esta gestión no realiza acciones para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Por lo tanto, no concuerdo con sus políticas actuales”.

10)
Dados los siguientes enunciados: a) “Mamá, ya no tengo zapatillas. No sé qué ponerme”; b)
“Mamá, ¿me comprás un par de zapatillas? Las que tengo están horribles. ¿No te parece?”
y c) “Mirá, mamá, las zapatillas que hay en la vidriera. Están relindas. ¿No?”, es preciso
determinar la situación comunicativa de cada uno.
En el caso de a), el emisor es un hijo o hija (no es posible determinar el sexo) que se dirige
a su madre, la cual es la destinataria. La intención del emisor es sugerir a la destinataria que
le compre zapatillas nuevas. El acto locutivo fónico constituye la emisión física del
enunciado por parte del emisor; el fático consiste en la estructuración de las palabras en una
estructura gramatical constituida por dos oraciones afirmativas; en cuanto al rético, el
sentido es informar a la destinataria de la falta de calzado nuevo.
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El acto ilocutivo del enunciado a) constituye una sugerencia en cuanto al deseo del emisor
para adquirir un par de zapatillas nuevas, si bien la estructura gramatical de a) no presenta
un verbo que afirme tal situación. Por último, en cuanto al perlocutivo, el efecto es
persuadir a la destinataria para que compre el calzado.
En b), el emisor y la destinataria son los mismos que en a), pero la intención, en este caso,
es solicitar la compra de las zapatillas. El locutivo fónico también consiste en la preferencia
del enunciado en sí mismo, estructurado en una secuencia gramatical que se compone de
dos interrogaciones, intercalando una afirmación; el rético, por su parte, constituye un
pedido a una segunda persona, en este caso, la destinataria para que compre zapatillas.
En cuanto al ilocutivo, se relaciona con el párrafo anterior, debido a que se configura como
una petición, formulada a partir de una interrogación en el nivel gramatical. Todo esto
genera que el pedido sea indirecto, puesto que no se utiliza el modo imperativo que es
propio de este tipo de enunciados que implican una orden. El perlocutivo, en consecuencia,
consiste en interpelar a la destinataria para que compre el calzado nuevo.
En el caso de c), el emisor, la destinataria y la intención son idénticos que en a). El acto
locutivo fónico también consiste en la concreción del enunciado; el fático se observa en que
este último se construye a partir de un imperativo (“mirá, mamá…”) y una afirmación
seguida de una pregunta (“Están relindas. ¿No?”).
El ilocutivo también consiste en una sugerencia, debido a que el emisor se dirige a su
destinataria y la interpela a través del imperativo con el fin de que observe las zapatillas de
la vidriera y conceda a la interrogación que se formula. El acto perlocutivo, entonces, se
configura como una persuasión para que la destinataria realice la compra del producto.

11)
El enunciado “Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” es
proferido por un emisor, que es un sacerdote católico, cuyo destinatario es la persona que
recibe el sacramento del bautismo. El entorno constituye la ceremonia religiosa en una
iglesia frente a los padres (si se trata de un bebé principalmente) o padrinos del bautizado.
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De acuerdo con los postulados de Austin, es un realizativo ya que constituye la acción de


bautizar. El acto locutivo en sí constituye la proferencia del enunciado por parte del
sacerdote, mientras que el ilocutivo es bautizar a un fiel de la congregación. Finalmente el
perlocutivo consiste en constituir al bautizado como miembro de la comunidad católica a
partir del sacramento.
Según la teoría de los infortunios, dicho enunciado debe cumplir tres tipos de reglas para
que no derive en un desacierto o un abuso. En el primer caso, se produciría malas
aplicaciones si no se pronunciara el enunciado de manera correcta, es decir, siguiendo la
fórmula ritual estructurada por la propia institución (la iglesia católica) a partir de la cual se
materializa. Al mismo tiempo, el sacerdote, cuya función y autoridad da lugar al acto en sí
(bautizar), es el encargado de pronunciar estas palabras en ese orden, pero es necesaria la
presencia de los padrinos, que son los que testifican y dan cuenta del sacramento por parte
de quien es bautizado, y de este último.
La mala ejecución del bautismo se produciría si los padres no admiten su deseo
de bautizar a su hijo y educarlo en la fe católica, al igual si los padrinos no confirman que
ayudarán a los padres en esa tarea. A su vez, el sacerdote debe pronunciar la fórmula ritual
(el enunciado) de manera completa, luego de las cuestiones previas, para concluir con el
procedimiento. Si alguna de las partes no cumple con los pasos, el acto (el bautismo) es
desacertado y, por ende, no se realiza.
Por su parte, los abusos en este caso se producirían si, por ejemplo, el sacerdote no tiene la
intención de bautizar a esa persona, o bien, lo hace por obligación, al igual que si los
padrinos no se comprometen en sus tareas respecto al ahijado.

12)
La teoría de los actos de habla de Austin constituye un marco de análisis sumamente
pertinente para los estudios del discurso, en primer lugar. El análisis del discurso como
disciplina propia resalta el valor que poseen los enunciados en cualquier esfera de la vida,
sobre todo, la noción de fuerza ilocutiva.
La teoría de los infortunios remite a una formulación pormenorizada para que un realizativo
pueda darse de forma adecuada y completa. Esto tiene su utilidad en procedimientos de la
vida cotidiana que deben cumplir reglas para evitar desaciertos o abusos por parte de algún
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participante. La vida legal, religiosa, comercial e incluso la burocracia, entre otros, son
ejemplos de situaciones concretas en las que las seis reglas de dicha teoría debieran ser
aplicadas, con el fin de asegurar que todos los actos de habla que se adscriban a cada
situación específica sean llevados a cabo de manera completa.
Finalmente, esta teoría también es viable para constituir un marco de reflexión en la crítica
literaria, ya que el lenguaje empleado en las obras muchas veces no es del todo claro. Su
estructura puede presentar una serie de enunciados “enmascarados”, que no logran ser
directos en cuanto a sus intenciones y efectos y, por lo tanto, la teoría formulada por Austin
permite organizarlos para someter a análisis los textos y dar cuenta del sentido de manera
más acabada.

Bibliografía

AUSTIN, John L. (1990) Cómo hacer cosas con palabras. Barcelona: Paidós.

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