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Mucha gente no sabe que esos vocablos son de origen taíno, a menos que lo
hayan aprendido en la escuela, en donde a veces se enseña que las palabras
maíz, yuca, casabe, bohío, batey, maní, caníbal, Caribe, lerén, entre otras, son
supervivencias de la cultura taína.
Entre las palabras de ese diccionario hay muchas que no sólo son de uso
corriente porque describen cosas físicas, sino también las hay que nombran
fenómenos naturales, como es el caso de los ríos Ozama, Yuna, Yaque, Yuma,
Bajabonico; o lugares como Macorís, Neiba, Bahoruco, Jaragua, Jánico,
Higüey, Yaguana, y otros.
No sólo han quedado las palabras taínas, también han quedado algunas
costumbres asociadas a ellas o descritas por ellas como es el uso de la coa, la
macana, la canoa (palabras taínas), la agricultura de tumba y quema, la
construcción de los bohíos campesinos.
Estas herencias taínas han sido bien estudiadas y existen varios estudios y
ensayos que las han descrito en detalle, lo mismo que otras herencias más
lejanas, como son muchas palabras y costumbres de origen africano que
forman parte de la cultura criolla.
Hace más de cuarenta años los antropólogos señalaron que entre las
supervivencias africanas más comunes en las sociedades caribeñas está la
costumbre de las madres de cargar en sus caderas a sus niños pequeños.
Lo mismo ocurre con San Lorenzo de Los Mina, que se formó con esclavos
libertos procedentes de Mina, Angola, que escaparon de las plantaciones
francesas de la colonia de Saint-Domínguez.
Hay supervivencias más sutiles, pero no por ello menos visibles o poderosas,
como son las creencias religiosas importadas de África y reprimidas desde un
principio por los amos esclavistas.
Para proteger sus creencias los esclavos aceptaron hacerse “cristianos” y se
disfrazaron de una religiosidad aparentemente católica que ocultaba una
santería más cercana a los panteones dahomeyanos y de Guinea que al
santoral católico romano.