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Investigación en crítica
MAJSHAVOT
“a los cuales El ha llenado de sabiduría de corazón para hacer toda suerte de obras de maestro, de artista y
de bordador en tejido de lana azul celeste y púrpura y carmesí, y en lino, y en teneduría, y les convirtió en
realizadores de toda obra para que hicierandiseños textiles.” Exodo 35:35
Bañado culturalmente por una Europaen guerra, pero además llena de ideales
vanguardistas irradiados a todas las islas del pensamiento, sobre todo el creativo, dejó ver
con claridad desde sus inicios, el lado de la creación y reflexión que tomaría.
Sin duda el majshavot, experiencia más que palabra, al que los judíos atribuyen el
don divino de los pensamientos únicos, habilidosos, innovadores, direccionó el propósito
conceptual de la mayor parte de su obra, donde el diseño, visto como una habilidad
especial y divina, se convirtió en una filosofía y un camino de vida, más que una mera
disciplina capaz de ser aprendida con el tiempo y la práctica.
Este trabajo intenta trazar una visión crítica que permita desglosar cada uno de
esos fundamentos, para entender un poco más la posición de Flusser al respecto,
utilizando su misma metodología de análisis etimológico, actitudinal y de fe.
Vilem Flusser - UNA FILOSOFÍA DEL DISEÑO: La forma de las cosas
Análisis etimológico
¿Qué es el DISEÑO?
El diseño debe tener un propósito claro, y éste debe tener la astucia de ser único e
inédito.
Para ello, Flusser, introduce la figura del diseñador, como el ser pre-cargado de
esa agudeza, funcionando como una máquina que imprime con eficiencia ese propósito
en el diseño mismo. El design es un sustantivo que se alimenta de la máquina y su
mecánica inteligente: la habilidad del diseñador.
El propósito puede ser genuino o falso como el mismo Flusser alude al tocar el
témino griego mechos, haciendo referencia a la máquina que el diseñador es, ya que se
encuentra con sus aspectos volitivos: poder, fuerza, deseo, potencia.
El verbo design (to design) se relaciona directamente con la acción del diseñador.
Y para accionar, esta máquina de artilugios pensados, requiere de un conocimiento
idóneo, acertado, para luego mezclarlo de forma tal que el producto cumpla su propósito.
Es aquí donde el propósito se convierte en un camino, o mejor dicho, proceso, articulado
y preciso, compuesto de acciones con el poder de construir el diseño.
Estas acciones son en sí las habilidades del diseñador, y su proveniencia lo
tocaremos más adelante.
Lo que está claro es que no hay sustantivo sin el verbo. El design no puede
llevarse a cabo sin el to design.
Para acoplar ambas definiciones, Flusser expone con mucha claridad el to design,
apegándose al griego techne y su inmediata derivación en tekton, lo que para el mundo
clásico era directamente relacionado con la persona habilidosa que tenía el poder y las
facultades para construir y fabricar algo. Cuestión por demás interesante, ya que el artista
o carpintero, como lo entiende Flusser, no solo tiene la habilidad de desear crear algo,
sino que también establece una relación íntima con su voluntad y lo que ese algo puede
llegar a convertirse como motivo.
El término que el autor usa con exactitud es el latín artifex, quien es aquel que
tiene la habilidad, la virtud y el conocimiento de convertir la materia en algo mejor, o para
emular a Flusser, algo aventajado y beneficioso.
Este artifex está por sobre todo, lo domina, lo moldea, le inyecta su voluntad, es un
hombre que ha sido designado para tener el poder de crear, y a la vez designar
propósitos e intenciones en la materia a la que da forma.
El material y su forma solo los decide "aquel que puede", el diseñador. Y a este,
Flusser, deja toda la responsabilidad sobre lo que se crea, incluyendo apariencia,
resistencia, intención y propósito, perdurabilidad y utilidad. No obstante, el filósofo nacido
Praga considera que desde el Renacimiento, esta conexión design-to design, se perdió
por completo, ya que los últimos tres o cuatro siglos, el diseño fue aislado del arte y este a
su vez de la tecnología, cosa que desafortunadamente derivó en algo posteriormente
conocido sistemáticamente como beaux-arts.
"Lo único que da valor al plástico del bolígrafo, es su diseño" (Flusser 1999). Lo
único que da relevancia al material es lo que el diseñador pueda hacer con su estructura.
Al igual que el autor desmenuza el anglosajón design, también plantea un método
similar para comprender el vocablo materia, definiéndolo como un intento del romano por
emular el término griego hyle, o madera. Claro está, los griegos solo querían concebir una
palabra que expresara todo aquello que fuera diferente a morphe, es decir, hyle es algo
más parecido a "materia sin forma".
En primer lugar señala la materia como una cosa, o stuff, capaz de ser solo algo
que permanece en la naturaleza esperando a que ocurra una fisión materia-energía (aquí
el autor refiere a Einstein) mediante el to stuff, es decir, por medio de la acción que el
diseñador ejerce al cargar o rellenar esa materia con las ideas que tiene.
Para ilustrar más eficientemente, el autor usa la figura del carpintero que tiene la
forma de una mesa, o mejor dicho, la idea de la forma de una mesa, y la imprime a un
pedazo amorfo de madera. Pero en el proceso ocurren diversas situaciones que
transforman la idea para convertirla en otra que no es la original. Esta relación es
necesaria para que el diseñador tenga éxito en su propósito.
Este fenómeno es la formulación misma del diseño como proceso donde el ciclo es
continuo, y donde el carácter volitivo del diseñador está presente para asumir la cultura
que lo rodea y cruzar el puente que lo conecta con la materia y su forma posible.
En este punto, Flusser deja entrever su verdadera posición con respecto a la teoría
y quien la conoce. Para trazar su postulado sobre lo que el diseñador es y cómo es, el
autor echa mano del sentido de la forma y su eternidad.
Masculla una vieja percepción de quienes poseen una visión anticipada de lo que
no solo va a ocurrir, sino que también sucederá de la manera correcta que solo ellos
conocen.
Esto, siempre y cuando el diseñador entienda que todos los problemas y sus
posibles soluciones no son más que las variantes de una formulación que puede tomar
diversas direcciones: "Si la tierra orbita el sol, o el sol a la tierra, no es más que una
formulación de diseño" (Flusser 1999)
Como el mismo Flusser asevera, Dios se asegura hoy en día de preservar los
atributos mesiánicos para El, liberando las cargas del diseñador, su hombre de confianza.
bárá / mu-shin
En este ensayo, titulado de igual forma por Flusser en "Una Filosofía del Diseño: la
forma de las cosas", y que aparece a mitad de la obra a manera de conciliador, el autor
deja su posición clara con respecto a lo que el diseño es o al menos debería ser para el
diseñador, e incluso para el usuario común.
Flusser expone, utilizando una vez más las habilidades agudas de la formulación
propia del diseñador, una relación procesual entre la concepción de la cultura occidental y
la cultura oriental.
El diseño para los occidentales, sea cual sea la afinidad teórica, anglosajona o
clásica, es producto de un trabajo en primera instancia intelectual y reflexivo. Se genera
durante y como resultado de un proceso alimentado de pensamientos, investigaciones,
técnicas, habilidades, etc; sin embargo, para los orientales, como bien lo explica Flusser,
el diseño no es más que abrirse a la experiencia, es la vida como tal, y puede ser el
resultado "no consciente" del pensamiento en sí.
El mu-shin japonés, pensar sin pensar, meditar y concentrarse para entender sin
que la mente se ocupe inútilmente en procesos. Esta experiencia es lo que abre el campo
a la estética en la cultura japonesa, entendiendo la estética como lo útil y bello de la
experiencia como tal.
Como el mismo Flusser expone, en la cultura oriental no existen los códigos para
"ordenar" o "componer", como beaux-arts ha intentado perpetuar.
Este tipo de código, se acerca mucho más a la nueva era digital, o viceversa.
Para Flusser, lo que ha sucedido a partir de la segunda mitad del siglo XX, es que
el diseñador, ha retomado su papel como predicador de una doctrina única en su especie,
todo esto gracias a los avances de una nueva era digital.
El autor plantea una posición polémica pero muy vigente y discernida con mucha
ponderación, acompasada con los últimos tiempos y su visión de lo que está sucediendo y
sucederá en las décadas venideras en cuanto al diseño y los diseñadores: un doctrina y
sus habilidosos predicadores.