Vous êtes sur la page 1sur 7

El olor de la Educación Física

   
Licenciado en Educación Física. Doctor en Ciencias Dr. Luis Guillermo Jaramillo Echeverri  
  Humanas y Sociales - Educación. Profesor Asociado. ljaramillo@unicauca.edu.co
Departamento de EF. Universidad del Cauca - Popayán. (Colombia)
   
 
 
Resumen
     Los olores circulan por los cuerpos y las calles, las residencias y los barrios, las escuelas y los patios; penetran las narices hasta alcanzar, casi de inmediato,
infinita posibilidad de percepciones que nos develan como: seres-en-el-mundo. El presente escrito es una aproximación fenomenológica al mundo de los olores; a
sus atributos de sentido-corpóreo que se bate en las existencias del saber-ser, la historia del volver-a-ser y las exclusiones de tener-ser. Ello, en relación a una
Educación Física vital que nos visibiliza de manera patente gracias a los aromas que despedimos a través de nuestros humores-sudores.
    Palabras clave: Olor. Fenomenología del olor. Cuerpo. Educación. Educación Física.
   

Escrito realizado con motivo del Primer Encuentro de Egresados y Seminario de Educación Física, Recreación y Deporte.
Facultad de Ciencias Naturales Exactas y de la Educación. Departamento de Educación Física. Universidad del Cauca. Popayán diciembre 19 de 2007.
 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 12 - N° 117 - Febrero de 2008

1/1

Introducción

Reflexión

    Los sentidos tienen sentido, no percibimos sólo fisiológicamente; somos más de lo que el mundo nos muestra; la
realidad no se regala por deducción teórica, ni se compila en volúmenes de textos que la describen, explican o
comprenden. Los libros no nos aclaran la vida, es la vida la que nos permite aclarar los libros (Youcernar, 2004); o sea,
la manera como vivimos, como nos relacionamos, como experienciamos e interpretamos mundo. La realidad es
interpretada permanentemente por nuestro ser-en-el-mundo, es vivida y encarnada co-implicadamente; esto nos
permite otorgar sentido y significado que hacen posible la comprensión del sí mismo, del Otro y lo otro.

        Perceptivamente, nuestros sentidos captan una parte de esa realidad, no la perciben de manera completa más
actúan complementariamente gracias a una fe perceptiva1; podríamos decir, que están en mutuo entendimiento para
dar a conocer al hombre y la mujer como es el mundo, su mundo, como lo sienten, lo viven y lo adecuan a sus
contextos; en últimas, como se hacen entender. De este modo, sentido y sin-sentido participan de manera permanente
en nuestro accionar de la vida.

        De estos sentidos fisiológicos, algunos (dependiendo del momento y del lugar) actúan más que otros. Uno de
aquellos que ocupa un papel protagónico en nuestra percepción, es la vista; esta nos permite recorrer distancias, ver
los objetos en su luminosidad y opacidad, nos da la seguridad de saber a dónde y con quién nos dirigimos; su
deterioro se soluciona con lentes que pueden corregir la miopía, la hipermetropía y la presbicia entre otros. No
obstante, vemos más allá de lo que simplemente nuestros ojos nos permiten ver, el pintor Cézanne diría: "podemos
ver lo profundo, lo duro y lo aterciopelado" (citado por Merleau-Ponty, 2000: 36).

    El oído es otro sentido que nos pone en contacto con la realidad, nos hace "parar oreja" (colocar atención); es el
canal de comunicación por el cual se escuchan los primeros gritos, quejidos y palabras que nos posibilitan com-
prender mundo; el oído está comunicado con el habla; o sea, la no escucha de las palabras no nos permite nombrar el
mundo, nuestro mundo y esto sólo es posible gracias al lenguaje. "A través del lenguaje, el hombre y la mujer
empiezan a utilizar una forma de tiempo socialmente organizada: se escapan de la naturaleza, crean al interior del
tiempo físico, el tiempo de la cultura…el lenguaje es un enigma. Pero el enigma del lenguaje es el enigma del hombre."
(Cabrejo, 2004: 8).
    Ahora bien, igual que el ojo, el oído comunica más de la información que transmite, emite un sentido más profundo
de lo que creemos; no sé si algunos de ustedes han escuchado el dicho: "las paredes tienen oídos", esto es porque
nos encanta el cuento narrado de otros; así también, lo escuchado al calor de una buena bebida o cena; con el oído,
muchas veces no decimos las cosas como las escuchamos sino que le aumentamos y terminar jugando "teléfono
roto"; o sea, escuchamos más de lo que necesitamos para después decir, yo no oí o dije eso… El oído es tan poderoso
que hasta nos volvemos apasionados y sensuales con él; quizás, alguna vez en su vida habrán dicho o escuchado que
a tal hombre o mujer le están "calentando el oído".

        Bueno, así podría seguir con otros sentidos como el gusto y el tacto, aunque el gusto se encuentra fuertemente
ligado a nuestro olfato y el tacto a nuestro ser corpóreo (Levinas diría: geómetra encarnado); sin embargo, quiero
detenerme en el sentido que inspiró el título de presente escrito: El olfato…el olor. El olfato es altamente emocional, es
un sentido que nos des-cubre, nos muestra; dependiendo de la sensación olorífica que provoque debe ser disminuido
y ocultado lo cual no ocurre con los otros sentidos mencionados anteriormente. Me explico, cuando la visión se
acorta o disminuye esta se soluciona con lentes de contacto o lo que comúnmente llamamos gafas; de la misma
manera, existen aparatos para aumentar la audición de personas que han sufrido trastornos en sus oídos, bien sea en
su región media o interna. Pero, respecto a los olores que despedimos y que salen de nuestro sudorífico cuerpo,
algunos deben ser opacados o cubiertos con elementos estandarizados y clasificados como "agradables" para
nuestra nariz. En este caso, el olor no se aumenta (como sucede con los otros sentidos); muy por el contrario, los
olores se camuflan, se mezclan y se confunde con otras sustancias. Así, existen desodorantes para las axilas, talco
para los pies, crema dental y enjuagues para la boca y diversidad de jabones para el resto del cuerpo.

    Esta breve descripción es para decirles que el olor es altamente emocional y que raramente nos olemos a nosotros
mismos; hemos mistificado el olor que sale de nuestras axilas, genitales y demás pliegues de nuestro cuerpo como
poco agradables para sí mismos y para los otros. El olor es una de las constataciones más reales de que existimos,
que por nuestro cuerpo sale calor, color y olor; es decir, en nuestras actividades cotidianas aumentamos de
temperatura de acuerdo a la acción que estamos realizando; nos ponemos pálidos o nos ruborizamos dependiendo
de las circunstancias, así como sudamos frío o caliente debido a las fuertes tensiones que estemos experimentando.

        Opuesto a nuestra manera de actuar respecto a los olores, los animales no usan ningún producto de los que
nosotros usualmente utilizamos para negar nuestros olores. Ellos se huelen y se huelen bien. ¿Qué se huelen? Se
huelen una sustancia que nosotros también poseemos llamadas feromonas, las cuales se encuentran en los
recovecos de nuestras axilas, ingle y demás. Los animales se identifican por su olor natural, se huelen para aparearse.
Según Lawrence (1976), existen mariposas de raza Heliconius erato que difieren en el olor de las glándulas
abdominales femeninas y muestran que el olor se origina en el macho y es transferido a la hembra en el
apareamiento. Observaciones conductuales bien marcadas sugieren que el olor es un antiafrodisiaco que ayuda a
reforzar la monogamia entre hembras; cuantas mujeres no desearían lanzar sus sustancias corporales a sus esposos
para que estos sean repelidos sexualmente por otras mujeres. Obviamente, nosotros los humanos no actuamos así,
pero sí hacemos galanteos olfativos cuando ponemos olor a las cartas o invitamos a comer a alguien a un
restaurante que huele bien, así como nos perfumamos con cualquier tipo de menjurje o pachulí comprado en el
almacén que se acomode más a nuestro presupuesto. Leyendo un poco, descubrí que los perfumes se mezclan con
olor de orina y hormonas sexuales2.

    Para sorpresa de muchos, nosotros no olemos a cuerpo, olemos al jabón que comúnmente usamos: olemos a Juno,
Rexona, Sensus, Camay o Protex; nuestra boca huele a Colgate, Pepsoden o Kolynos, los pies huelen a Mexana, Eficient y
demás; lo cierto de todo es que raramente olemos a nosotros; es decir, poco nos identificamos con nuestro propio
olor. El bebé no huele a bebé, el bebé huele a Jhonson o Cariñosito. Como simple experimentación, les invito a que se
huelan los pliegues cutáneos antes de bañarse. Esta acción - con baño o sin él - es muy común en ciertos hombres
que se mandan las manos a los testículos y después se las llevan a la nariz; lo he visto frecuentemente en carniceros,
camioneros, panaderos y hasta educadores; manía que, parece ser, es parte del reconocimiento de nuestro territorio
corpóreo, del saber (sabor) y sentir que olemos a algo más que a jabón…nos encontramos invadidos por la limpieza,
las residencias huelen a "ambientador", y la ropa a detergente.

        Ahora bien, he descubierto tres grandes atributos del olor en nuestra humana manera de vivir y que se pueden
relacionar con la capacidad de sentirnos olfativamente vivos en nuestras clases de Educación Física: el primero tiene
que ver con la percatación de que existimos; el segundo, con la posibilidad de volver a nuestras vivencias (re-
memorar); y el tercero, con la manera como nos relacionamos con los Otros y con el Mundo.

    En primer lugar, podemos asegurar que el olor es una prueba de nuestra existencia, la constatación de que estamos
vivos para nosotros mismos y para los demás. En el libro: El Perfume de Patrick Suskind, se nos cuenta la historia de
un asesino que cuando nació quiso ser abortado y abandonado bajo los desperdicios de una pescadería; este bebé no
olía a nada, ni siquiera a "Jhonson", en la medida que crecía no despedía olor por sus axilas ni por su sexo. La gente no
se percataba de su existencia hasta que no lo veía; lo que sí poseía, era un olfato altamente agudo el cual podía
reemplazar el resto de sus sentidos: caminaba en la oscuridad de la noche guiado por el olor a piedra en los caminos;
nombraba los objetos por su olor: el árbol era árbol por su olor y no porque se llamara árbol. Mas tarde, hizo ricos a
los perfumeros de la región haciendo las mil y una mezclas de sustancias y creando fragancias poco realizables para
las narices de los diestros en el arte de la perfumería. No obstante, su gran frustración fue haber descubierto que su
cuerpo no olía a nada, como ser viviente no despedía el más mínimo olor; desconocía el olor de su cuerpo, su aroma
identitario. En medio de disquisiciones y delirios decidió hacer el perfume del olor humano; ayudado con la agudeza
de su olfato, mezcló elementos que le darían algo parecido a dicho olor: de este modo, reunió los siguientes
elementos:

Del patio trasero de donde vivía cogió un pequeño montón, todavía fresco de excrementos de gato, esto lo
mezcló en matraz con unas goticas de vinagre y un poco de sal fina; también cogió un pedazo de queso
rancio que empezaba a podrirse y despedía un fuerte olor cáustico; de una tapa de sardinas cogió un
pedazo de pescado podrido y lo mezcló con un huevo también podrido y castóreo, nuez moscada, cuerno
pulverizado y corteza de tocino chamuscada. Todo picado finamente. Añadió cierta cantidad de perfume
común y mezcló el olor nauseabundo en alcohol. El Caldo olía a mil demonios..., pero cuando se mezclaba
con el aire producido del verano y con los olores del mercado y las casas atestadas de inquilinos, olía a lo
que olían los humanos (Suskind, 2004: 153).

    Al untarse esta composición pudo ser reconocido como del común por el olor natural que tenía la gente. ¿Qué nos
está sugiriendo este relato?, que reconocemos inconscientemente a las personas por que sus cuerpos expiden olores
que necesariamente no son desagradables; las cobijas de nuestra cama tienen nuestros olores nocturnos. Existimos
porque olemos y no necesariamente olemos mal; nuestro nombre huele, lo que pasa es que es borrado por la
estandarización de olores comerciales, en la homogeneidad de los olores los sujetos transitan como seres
visibilizados más por la vista o el oído que por su olor.

    Si relacionamos este primer atributo con la Educación Física, y sí decimos que ella existe, podríamos preguntarnos
entonces a qué huele, cómo se está visibilizando. Una primera aproximación es decir que nuestra disciplina existe
porque nuestros niños despiden olores, más podemos opacarla con los olores que exhalan las otras asignaturas del
currículo escolar; me explico, muchas veces se enseña Educación Física en la escuela para reforzar Matemáticas y
Ciencias Sociales (Historia, Geografía y Democracia). Su olor se oculta gracias al desodorante que se impregna a
través de la exactitud y limpieza de las abstracciones numéricas. No obstante, el olor que emana de la Educación
Física es la constatación de una escuela que suda, que está viva, que juega, que existe y tiene sentido. Me pregunto de
qué tenemos que untarnos y que debemos mezclar para existir en la diferencia a los otros conocimientos del
currículo. Como licenciados en Educación Física, a qué nos olió la carrera cuando nos graduamos y a qué huelen las
clases que orientamos hoy. Son olores nauseabundos o mas bien, aromas que erotizan y enamoran a los niños en la
afirmación de un cuerpo que existe y les pertenece, fragancias que les inspira a quererse a sí mismos, a ser
autónomos en sus decisiones y sobretodo, a dejarse permear por una actividad que cobra sentido para ellos. El
protagonista de el perfume mató aproximadamente doce mujeres con el fin de captar su olor virgen y angelical, olor
de cuerpo que reunió y después derramó sobre sí mismo para ser comido (canibalizado) por un grupo de mendigos.
"Ellos estaban altamente orgullosos. Por primera vez habían hecho algo por amor" (Suskind, 255). Metafóricamente,
que agradable aroma ocasionaría en nosotros el poder sentir a nuestros estudiantes orgullosos de su profesor de
Educación Física.

    En segundo lugar, los olores nos permiten volver, a través de los recuerdos, a lugares donde estuvimos y a evocar
momentos agradables o desagradables vividos. Es decir, el olor está unido a nuestra memoria, al recuerdo de objetos
y palabras que se asocian con la experiencia; a la rememoración de personas y lugares que exhalan su humor
característico, caso de Adriano en sus Memorias cuando evocaba "a caballo, y luego a pie, las peligrosas sendas
bordeadas de retama y lentiscos que reconocía en plena noche por su perfume" (Youcernar, 2004: 152). La memoria
es la carne de la experiencia y la "experiencia es la carne del tiempo" (Merleau-Ponty, 1966). Con el olor se pueden
captar experiencias de infancia, evocamos a que olía y aún huele la finca del abuelo, la boñiga de las vacas, la comida
cocinada en leña: el chocolate nos huele y nos sabe a humo y los cuartos viejos nos huelen a madera y subterráneo;
recordamos el olor de los árboles, de arbustos y maleza que bordean los caminos. Más aún, recordamos a qué olía y
huele el abuelo/a, huelen a viejito, a ruana guardada, a baño de cada tres días, a tabaco, a azahar de naranjo de cidra o
de limonero. Con el abuelo/a y con la casa, recordamos también el olor de las begonias colgadas en el corredor y las
plantas medicinales del patio: nos huele a hierbabuena, cilantro, manzanilla y malva. El olor nos trae a la memoria la
primera o primer novio/a, el olor de su piel, el sabor de sus besos y el olor de su cuello y nuca cuando nos abrazaba.

    El olor está fuertemente ligado a nuestros afectos, a emociones fuertes y contradictorias; recordamos la muerte por
su olor: las funerarias huelen a veladora y el muerto a formol; los hospitales huelen a antisépticos, las droguerías a
medicamentos, los condones a látex y las universidades a libros. Ahora me pregunto: ¿con qué olor asociamos los
programas de Educación Física? Con libros o Sudor, o ambos. ¿Qué recuerdos oloríficos quedan impregnados en los
niños y niñas que viven nuestras clases de Educación Física? ¿Qué memoria guardada sigue vigente en sus prácticas
deportivas?, y esto no por el olor que despide el profesor, sino por su amistad, por la oportunidad de compartir en
medio del Juego, por la posibilidad de sentirse escuchado. En medio del éxtasis y la alegría se viven cantidad de
momentos significativos; junto con el balón se lanzan palabras que quedan grabadas en la memoria y que se
constituyen en un sedimento dentro del cual se arraigan las experiencias (Escobar, 1999). El calor, color y sudor que
exhala nuestra piel sobrepasa el simple divertimento, nos permite llegar a estados de camaradería que sólo son
entendibles en el olor y fragor del juego deportivo. En medio de este, se vivencia una gama de encuentros
(entrenamientos) que nos hacen recordar al profesor/entrenador por sus ánimos, por sus gritos de triunfo pero
también por sus regaños; con sus palabras olfateamos que es "sudar la camiseta". ¿Será que en el entrenamiento se
nos enseña a vivir el olor del triunfo así como el olor de la derrota?

        Por último y en tercer lugar, el olor es de aquellos sentidos que más posibilita o impide la interacción entre los
humanos; el olor hace que las personas puedan interactuar entre sí gracias a un ambiente captado y aceptado de
manera inconsciente, el olor es altamente relacional; permite encuentros y desencuentros. El olfato es de esos
sentidos que más hace una demarcación entre las etnias y sociedades. Unido al color de su piel, las personas son
segregadas por su olor; reconocemos al negro, al indígena y al mestizo en su etnicidad; sin embargo, cuando su
cuerpo nos huele evitamos su proximidad y contacto. Los olores cumplen un papel importante en la aceptación del
otro, acentúan o frustran relaciones, cuando alguien huele mal todo el mundo habla pero nadie dice nada, las risas son
secretas y los gestos escondidos; el afectado es objeto de burla y a veces ridiculizado delante de otros a fin de que
reciba su escarmiento. Esto se vive mayormente en las escuelas donde a los niños que no se bañaban eran puestos
delante de todos en el patio escolar; se les hacía quitar los zapatos y las medias para lavarse con jabón y pudieran
oler "bien"; su olor fue ocultado, pero el estigma de ser un niño/niña "des-aseado" seguirá vigente en los compañeros
del curso que se encargarían de recordárselo durante mucho tiempo gracias a la acción pulcra y pedagógica del
profesor.

    La pobreza huele así como también huele la riqueza, huele el pobre así se haya bañado con jabón, las personas
huelen por el vestido que se pongan y la posición social que ocupen; "el olor es un sentido muy emocional que marca
los límites sociales" (Howes, 2006). Me pregunto, a qué olemos los profesores universitarios y ¿qué olor es el que
perciben de los profesores los niños y niñas en las escuelas? Muchas veces los docentes no dejan que los niños
hagan clase de Educación Física o suden en el recreo porque no desean que el salón de clases se impregne de "malos
olores".

    Los profesores de Educación Física son los que más tienen que lidiar con sus propios olores y los olores de sus
estudiantes, se bañan hasta dos veces al día. Esto está bien, lo que posiblemente puede causar cierta incomodidad es
segregar a los demás por el olor que de ellos se desprende sin tener en cuenta su humor cultural, ambiental y
económico. Hay personas que sólo se bañan con agua porque no tienen jabón o sencillamente consideran importante
sentir el olor de su piel. En nuestra universidad existen profesores que privilegian el olor de la actividad física por el
olor del libro, por el contrario, el olor de los libros al de la actividad física. Ambas intencionalidades producen olores
distintos, lo que sucede es que no se ven complementariamente. Dependiendo del olor, los profesores son segregados
académicamente, los de mucha actividad física o los de mucha teoría.

        La Educación Física huele a actividad, a juego, a deporte, a divertimento, a descanso de clases "teóricas" y a
desestrés; pero también huele a encuentro, a sentidos de amistad emergentes desde la reciprocidad, a abrazos y a
libertad3. Profesores y estudiantes necesitamos impregnar el olor de una Educación Física trascendental que huela
distinto al olor que expulsan otras asignaturas del currículo escolar. Trascender: significa etimológicamente "rebasar
subiendo, despedir olor las cosas; fragancia olorosa; en alto alemán, "rouhhan"; base germánica renkan: Heder. Lo que
huele o hiede. En sentido un espacial y temporal se plantearía un más allá" (Botero, 2004: 78-79). La trascendencia
nos arroja a buscar la fragancia de una Educación Física que desborda concepciones biologicistas y deportivizadas
para llevarnos a lugares y encuentros in-imaginables de un ser en movimiento que otorga sentido e intención; o sea,
enacción4.

    Por más que queramos hacer de nuestros patios escolares sitios donde se enseña un contenido deportivo, siempre
estaremos remitiéndonos a vivencias olfativas de un mundo cotidiano con el fin de que los estudiantes comprendan
"desde dónde" es que nos queremos hacer entender. El contacto físico (abrazos, saludos, caricias, encuentros) hace
que nos impregnemos del Otro, de su humanidad…de su esencia (Jaramillo y Yanza, 2005).

        Bueno, lo cierto de todo esto es que los olores son parte de nuestro ser en el mundo, aumentan con nuestra
actividad "física", son fiel testimonio de que estamos vivos; dónde es que más sudamos y olemos sino en las clases
de Deporte y Educación Física, en el recorrido de caminos veredales que nos hacen ver, oír y oler territorio, en las
noches acalorados y tormentosas de la mujer que ya no se encuentra a nuestro lado, en el hilo de sudor que corre por
nuestra espalda cuando nos encontramos en momentos de gran tensión por la exposición de un tema académico o
una declaración de amor. El olor nos desnuda, muestra nuestra humanidad, nos des-arrapa en la orfandad e
incompletud de lo que somos, nos hace humanos…demasiado humanos.

        Quisiera terminar con un poema escrito por Winston Morales Chavarro (2003) llamado Olores, como una
manifestación más de que podemos escribir con la nariz:

He aprendido en Schuaima
El arte de respirar,
El arte de oler
Los aleteos de la lluvia o de la música,
El aroma del mar
Cuando duerme sobre el olor a brea de las pequeñas embarcaciones.
Sé cuándo la noche
Está pintada de estrellas y ovellones,
Cuándo la brisa trae canciones
Colgadas en las hojas envejecidas de perfumes.

Sé leer con mi nariz


Un libro virgen,
Un poema embalsamado de aceites.
Gracias a mi olfato
Me saturo de flores y velámenes,
Sé a lo que huelen las muchachas;
Suerbo con mi nariz rizada por el viento
Sus faldas invadidas de geranios
Sus cabellos apoltronados de fragancias
Oscuras, rubias o castañas.

He aprendido en esta Tierra


Que las cosas se ven mejor con el olfato.
No hay ningún recuerdo, ninguna brisa, ningún beso
Que logre escapar
Al hálito respirado por una nariz enamorada.
Sé de qué olores se visten
Las hormigas, las piedras, los grillos,
Las noches lluviosas y lejanas.

He aprendido a capturar
El aroma de las cosas "inanimadas"
Los maderos, las esferas, las semillas,
Las ventanas de las enamoradas
El viento cuando no trae otro perfume que el silencio.
He aprendido en Schuaima
El arte de respirar,
El arte de embriagarse con el cosmos,
Con la danza púrpura de las flores,
El arte de distinguir sin más presagios
Que el espíritu y el cuerpo
Convergen donde empiezan las fragancias
Y que el corazón queda muy cerca de la nariz.

Notas

1. Para Merleau-Ponty (1970: 48) la "Fe Perceptiva" que es la que nos da la certeza de que "estamos ocupando el mundo con nuestro cuerpo, sin
tener que elegir ni distinguir siquiera entre la seguridad de ver y ver lo verdadero, porque son fundamentalmente las mismas cosas" en otras
palabras, "tambalea la vieja sospecha de que todo me engaña y que el conocimiento de la realidad es inaccesible por los sentidos; el cuerpo
siente el mundo que es y por tanto es preponderante su papel en la búsqueda de la verdad" (Aguirre, 2006: 58).

2. Al contrario de lo que algunas personas puedan pensar, el olor de la orina y del sudor tienen un efecto positivo en la atracción entre los sexos,
pero solo si estos olores son apenas detectables por los humanos. La orina y el sudor contienen hormonas que pueden o no provocar la
atracción sexual entre dos personas. Debido a esto estos tipos de olor se añaden a menudo a los perfumes (Lenntech, noviembre de 2006).

3. Sentidos de la Educación Física que emergieron de la investigación nacional "Los imaginarios del joven escolarizado ante la clase de Educación
Física" realizado en Colombia con la participación de siete universidades del país. En esta investigación comprendimos que a los y las jóvenes
escolarizados les subyacen imaginarios instituidos de deporte. Imaginarios que se encarnan a través de dispositivos como los contenidos, la
metodología, los materiales, los escenarios, la evaluación y el discurso pedagógico del docente entre otros. A su vez, comprendimos que los
jóvenes crean expresiones de un imaginario que los impulsa al deseo de nuevas prácticas y encuentros de clase; ellos en sus dinámicas de
acción, reclaman una libertad compartida, una exigencia moderada y una evaluación acordada; piden ser tenidos en cuenta en la posibilidad de
hacerse visibles desde el reconocimiento y la afirmación. De este modo, encontramos mediaciones positivas de la clase y de profesores que
rescatan al estudiante como un sujeto activo (Murcia, Jaramillo, Camacho y Loaiza, 2005).

4. Para Varela (1998: 89): "la mayor capacidad de la cognición consiste en gran medida en plantear cuestiones relevantes que van surgiendo en
cada momento de nuestra vida. Estas no son predefinidas sino enactuadas: se las hace emerger desde un trasfondo, lo relevante es aquello que
nuestro sentido común juzga como tal, siempre dentro de un contexto". La enacción, fundamentada en fenomenólogos como Merleau-Ponty,
considera que en la cognición intervienen el sentido común y el contexto como posibilidad para configurar nuestro mundo (Jaramillo, 2006).
Referencias bibliográficas

Aguirre, J. C (2006): La fenomenología como fundamento de las ciencias humanas. Tesis de Maestría en
Filosofía de la Ciencia. Programa de Filosofía. Universidad de Caldas. Manizales.

Botero, D. (2004). Martín Heindegger. La Filosofía del Regreso a Casa. Bogotá: Editorial Buena Semilla.

Cabrejo, P. E. (2004): "La cadena simbólica de la lengua: hallazgo del eslabón perdido". En: Revista Internacional
Magisterio. Educación y Pedagogía. Bogotá: Cooperativa Editorial Magisterio. No 10, 7-11.

Escobar, S. (1999): La maravillosa narración de Dios. En: Atiencia, Escobar y Stott. "Así leo la Biblia" Barcelona:
Certeza Unida

Howes D (2006): "El olor es el resultado de la dieta y los occidentales olemos a mantequilla," de Mercè
Fernández, publicado en "Consuma Seguridad. Diario de la Seguridad Alimentaria", el 25 de agosto de 2006.
http://www.consumaseguridad.com/sociedad-y consumo/2006/08/25/

Jaramillo, L. G (2006): Investigación y subjetividad: la complementariedad como posibilidad para investigar en


educación / Tesis de Doctorado; orient. Maria da Conceição Fidalgo Guimarães Costa Azevedo, María Eugenia
Trigo Aza. - Vila Real (Portugal): 258 p.

Jaramillo, L. G y Yanza, P. (2005). "Pilares fundamentales en la construcción de un currículo en Motricidad y


Desarrollo Humano". En: Cuerpo y Movimiento. Bogota: Universidad del Rosario.

Lawrence e. G. (1976): Olor femenino post copula en mariposas heliconius: ¿un antiafrodisiaco contribuido por el
macho? En: Science. Department of Zoology. The University of Texas Vol. 193, pp. 419 - 420, Julio 30.

Lenntech (Noviembre de 2006): Información sobre el olor. Agua residual & purificación del aire. Holanda:
http://www.lenntech.com/espanol/olor.htm

Lévinas, E. (1967): "Reflexiones sobe la "técnica" fenomenológica". Texto aparecido en la recopilación: Husserl,
Cahiers de Royaumont, philosophie No III, (1959). En: Descubriendo la existencia con Husserl y Heidegger.
Nuevos comentarios. Madrid: Síntesis.

Merleau-Ponty, M: (2000): "La duda de Cézanne". En: Sentido y sinsentido. Barcelona: Península. Pág. 33-56.

Merleau-Ponty, M. (1966) Lo visible y lo invisible; seguido de notas de trabajo. Barcelona: Seix Barral.

Morales, Ch W (2003): Olores. Poesía Virtual. Portal de los poetas de corazón. www.PoesiaVirtual.com

Murcia, N; Jaramillo, L. G; Camacho, H y Loaiza, M. (2005): Imaginario del Joven Escolarizado ante la clase de
Educación Física. Armenia (Quindío): Kinesis

Suskind P. (2004): El perfume. Bogotá: Casa Editorial El Tiempo.

Varela, F. (1998): Conocer. Las ciencias cognitivas: tendencias y perspectivas. Cartografía de las ideas actuales.
Barcelona: Gedisa.

Yourcenar, M. (2004): Memorias de Adriano. Bogotá: Casa Editorial El Tiempo.

Otros artículos sobre El Cuerpo

Recomienda este sitio


 
Web EFDeportes.com

Búsqueda

revista digital · Año 12 · N° 117 | Buenos Aires, Febrero 2008  


© 1997-2008 Derechos reservados

Vous aimerez peut-être aussi