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El amor a los de más empieza pos amarme

Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos,
34

se juntaron a una.
35 Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo:
36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?
37Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente.
38 Este es el primero y grande mandamiento.
39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

«Jesús respondió: —“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda
tu mente”. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo es similar:
“Amarás a tu prójimo con el mismo amor con que te amas a ti mismo”.»
Mateo 22:37-39 NBD

«Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con
todas tus fuerzas. Éste es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.»
S. Marcos 12:30-31 RVR1960

«Jesús le contestó: —El primero y más importante de los mandamientos es el que dice así:
“¡Escucha, pueblo de Israel! Nuestro único Dios es el Dios de Israel. Ama a tu Dios con todo lo
que piensas, con todo lo que eres y con todo lo que vales.” Y el segundo mandamiento en
importancia es: “Cada uno debe amar a su prójimo, como se ama a sí mismo.” Ningún otro
mandamiento es más importante que estos dos.»
San Marcos 12:29-31 TLA

En otra ocasión Jesús dijo: “Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros.” –
Juan 5:42. Y Pablo menciona en su carta a Timoteo: “Porque habrá hombres amadores de sí
mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos,
impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores
de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que
tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.” –
2 Timoteo 3:2-5
Nuestro hermano en la fe, también es nuestro prójimo, por eso debemos
instarnos a perseverar en la fe, perdonándonos nuestras ofensas y
nuestras faltas, soportándonos unos a otros, sosteniendo a los débiles,
exhortando y corrigiendo cualquier actitud o desvío en la vida cristiana,
con el fin de restaurar la comunión con Dios y con los hermanos, esto
es bueno y agradable (Salmos 133:1), es evidencia que andamos en la
luz (1 Juan 2:10), demuestra que somos discípulos de Cristo (Juan
13:35), es señal que hemos nacido de nuevo (1 Juan 3:14).
Mateo 5:44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a
los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los
que os ultrajan y os persiguen
Juan 13:34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a
otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.
Romanos 12:14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no
maldigáis
Gálatas 6:10 Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a
todos, y mayormente a los de la familia de la fe
1 Juan 3:23 Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de
su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha
mandado.
Consentir el pecado no es amor, tolerar el error no es amor, pero
tal como lo dijo Charles Spurgeon: “No soy enemigo de nadie, pero soy
enemigo de toda enseñanza contraria a la Palabra de Dios”
MENSAJE DEL 2-07-2013
“EL AMOR A DIOS Y EL AMOR AL PRÓJIMO”
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Cada éxito se debe a la obediencia a estos mandamientos capitales, y todo fracaso se


debe a la desobediencia de ellos.
Muchos han hecho del conocimiento Bíblico: el propósito y la meta de su vida, llegando a
poner el estudio de Dios por encima de la persona de Dios.
Mateo establece:
Mateo 22:37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu
alma, y con toda tu mente.
22:38 Este es el primero y grande mandamiento.
22:39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
22:40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
Mateo 22:37–40, donde Jesús declara que el amor a Dios (demostrado en obediencia a su
Palabra) y el amor al prójimo como a uno mismo (que se demuestra en servicio a ellos)
son el soporte en donde se sostiene la Escritura, son la clave para entender la Biblia
cabalmente y para transmitirla con eficacia.
Aproximación Bíblica al Estudio Bíblico.-
Si reuniendo versículos y conceptos se pretende mostrar que si vamos a conocer a Dios y
vamos a darlo a conocer como Él merece, indefectiblemente tenemos que revitalizar el
principio de Mateo 22:37–40. Este pasaje explica todos los éxitos y todos los fracasos del
hombre, y a la vez es en sí mismo la única llave que abre las Escrituras espiritualmente. Al
decir espiritualmente me refiero a tanto al conocimiento del Libro en sí como al
conocimiento de Dios a través de Jesucristo, tanto para que la entienda el que la investiga
como para que la entienda quien la recibe a través del testimonio de aquel que la
investigó.
Para que no dar lugar a confusiones, quiero dejar asentado expresamente que no rechazo
la teología ni la experiencia gloriosa del amor en Cristo; pero sí rechazo total y
definitivamente los dos extremos mencionados. Rechazo (permítaseme la expresión no
demasiado académica) el “teologismo”, aquello de poner a la teología por encima de la
persona de Dios, de llenarse la cabeza de “humo teológico” en lugar de llenarse el corazón
del amor de Dios y el amor al prójimo. Pero también rechazo la actitud de una unidad
basada en “dejemos los dogmas que nos dividen y vivamos en amor”, actitud poco acorde
con un Dios que nos ha depositado en nuestras manos la responsabilidad de “contender
ardientemente por la fe” (Judas 3).
Frente a una Cristiandad que parece oscilar entre el amor sentimentaloide e inestable
(algo así como “celo de Dios pero no conforme a ciencia”) y la esterilidad de una teología
declamatoria pero carente de vida, propongo esta opción señalada por Cristo en Mateo
22:37–40: el camino del “amor/obediencia” a Dios, y del “amor/servicio” al prójimo como
requisito ineludible pero seguro para discernir las Escrituras y para darlas a conocer con
profundidad y poder transformador.

A. DISTINTAS FORMAS DE APROXIMACIÓN AL ESTUDIO DE LA BIBLIA


El Libro de Dios es tan rico, que podemos acercarnos a él por distintas vías y siempre
obtendremos un gran provecho. A modo de ejemplo, y sin la pretensión de agotar las
muchas posibilidades que existen, voy a enumerar algunas de estas vías.
1. La aproximación histórica
Dios dio su revelación en un contexto eminentemente histórico. Hebreos 1:1–2 lo dice de
esta manera: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo
a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo…”. La
Biblia no es un libro de historia, pero llegó a la luz por medio de hombres que formaron
parte de la historia, que hicieron la historia, que hablaron a su generación y de su
generación. Así que es totalmente válido acercarse a la Biblia a partir de lo histórico, de lo
cronológico.
2. La aproximación geográfica
La Biblia también es el libro de la Tierra. Fue dado a hombres que vivían en este planeta y
que lo difundieron en este planeta, así que sus referencias a la geografía son constantes.
Pero particularmente es el libro de la Tierra Prometida, de Israel, que aparece en él como
una especie de “ombligo del mundo”. Gran parte de los aspectos significativos la historia
se desarrolla en Israel, y casi toda la profecía que aún no se ha cumplido tiene a Israel y a
Jerusalén como centro. Así que es totalmente válido acercarse a la Biblia desde una óptica
geográfica.
3. La aproximación textual
La Biblia es un Libro. Claro que no es otro de los millones de libros que se han escrito
porque proviene de la mente de Dios: “Toda la Escritura es inspirada por Dios…” (2
Timoteo 3:16). Pero sigue siendo un libro; sus conceptos están expresados en palabras.
Originalmente estas palabras no fueron escritas en Castellano sino principalmente en
Hebreo (el Antiguo Testamento) y en Griego (el Nuevo Testamento), y deben estudiarse
de acuerdo a las reglas de la interpretación del texto. Así que es totalmente válido y hasta
imprescindible acercarse a ella a partir de lo textual, lo idiomático y lexicográfico, y de ser
posible, en sus idiomas originales.
4. La aproximación filosófica
La Biblia da a conocer el pensamiento de Dios. En ella Dios nos responde a los grandes
interrogantes de la humanidad; nos revela Quién es Dios, quiénes somos nosotros, qué es
la vida. cuál es nuestro origen y nuestro destino, qué es y cómo es el mundo en el que
vivimos, etc. Así que es totalmente válido acercarse a la Biblia desde una óptica filosófica,
porque contiene filosofía y de la mejor.
5. La aproximación ética
La Biblia no es un libro de ética en el sentido estricto del término. En principio no propone
normas éticas, ni intenta modificar conductas. Lo que exige es un nuevo nacimiento
espiritual del cual resultarán cambios morales. Tomando en cuenta esto, es totalmente
válido acercarse a la Biblia para discernir y eventualmente buscar el principio de vida que
produce esos resultados éticos.
Y podríamos seguir mencionando otras formas de acercamiento al estudio de las
Escrituras: el educacional, el religioso, el social, etc.; pero los ejemplos dados nos
permiten reafirmar lo que siempre hemos dado por sentado: que la Biblia es un libro
enorme, sorprendente, inagotable, maravilloso. Sin menospreciar estos enfoques del
estudio de las Escrituras, es necesario entender que existe un camino mejor, un camino
por excelencia que nos conduce a necesariamente a más altos niveles de discernimiento
de la Palabra de Dios. Y eso es lo que trataremos en el resto de este ensayo.
B. APROXIMACIÓN AL ESTUDIO DE LA BIBLIA SEGÚN MATEO 22:37–40
1. Mateo 22:37–40 declara que el Antiguo Testamento depende del amor a Dios y el amor
al prójimo como a uno mismo.
a. En otros lugares del Nuevo Testamento se mencionan uno de estos mandamientos o
ambos, y se los define como resumen de la ley y los mandamientos (Romanos 13:8–10);
como cumplimiento de ellos (mismo pasaje); como llave para acceder a la vida eterna
(Lucas 10:25–28); como marca identificatoria de los hijos de Dios (Romanos 8:28 y sig.);
como garantía de que uno permanece en la luz (1 Juan 2:10); como manifestación de los
hijos de Dios (1 Juan 3:10 y sig.); como parámetro para medir nuestra vida de relación con
Dios (1 Juan 5:1, 2); etc.
b. Habitualmente pensamos en estos dos mandamientos de acuerdo a los ejemplos dados
arriba (el amor a Dios y al prójimo como resumen de la ley, como cumplimiento de la ley,
etc.), pasando por alto el énfasis que Mateo pone en su presentación de los
mandamientos, cuando dice que “de estos dos mandamientos depende toda la ley y los
profetas”. Y si vamos a obtener de la Biblia todo el conocimiento y la bendición que Dios
ha “escondido” en ella para sus hijos, es sumamente importante que entendamos muy bien
este concepto .
c. El significado de la palabra “depende” es fundamental para que podamos acceder a este
nivel superior de comprensión de la Biblia. En el original Griego esta palabra es
kremannuni en su forma 3ª persona singular, presente indicativo, voz media, del infinitivo
krematai y significa literalmente colgar, suspender, y en sentido metafórico depender de,
referirse a. En Mateo 22:40 este verbo destaca la gran importancia que les cabe a los
mandamientos sobre el amor en relación con “la ley y los profetas”; de hecho, Jesús dijo
que la ley y los profetas “dependen, cuelgan, están suspendidas” de ellos. ¡Sin ellos se cae
todo el Antiguo Testamento!
d. Otra de las palabras importantes de Mateo 22:40 es “toda”. “La ley y los profetas” es una
de las expresiones que el Nuevo Testamento usa para referirse a la totalidad del Antiguo
Testamento. Si es que uno quiere comprender cabalmente el Antiguo Testamento desde
Génesis hasta Malaquías, debe poner todo su texto ser puesto bajo el cristal interpretativo
de los dos mandamientos aludidos .
e. Por extensión, también es totalmente válido poner al Nuevo Testamento bajo el control
interpretativo de Mateo 22:37–40. Lenski lo expresa de esta manera:
“Estos dos (mandamientos) son el clavo del que se sostiene todo lo que está escrito en el
Antiguo Testamento. Quite este clavo y todo se caerá en un montón. Todo perdería su
verdadero sentido, significado y propósito. Aquí tenemos nuevamente el enfático olos “toda
la ley”. No podemos reducir “la ley y los profetas” al contenido legal de los libros del
Antiguo Testamento para decir que los profetas explican y aclaran las muchas leyes y
regulaciones de Moisés. Esto obscurecería el sentido evangélico del Antiguo
Testamento… El evangelio también “cuelga de estos dos mandamientos”. Sólo aquellos
que tienen y sostienen el evangelio pueden cumplir cabalmente estos mandamientos… Y
estos dos mandamientos, y no otros, muestran la verdadera necesidad del Evangelio; pues
a pesar de lo bien que puedan cumplir con los deberes externos de la ley, los hombres por
naturaleza fallan ante el amor demandado por estos mandamientos, y son culpables
delante de Dios, y solamente pueden ser salvados y restaurados por medio del Evangelio”
(The Interpretation of St. Matthew Gospel, por R. C. H. Lenski, 1:883).
2. ¿Qué significa el verbo amar?
a. La forma verbal aquí es la 2ª persona singular, futuro, del verbo agapao (agapeseis), y
significa amarás con el amor en su más pura esencia. W. E. Vine lo define así:
“Agape y Agapao se usan en el Nuevo Testamento: (a), para describir la actitud de Dios
hacia su Hijo, Juan 17:26; hacia la raza humana en general, Juan 3:16, Romanos 5:8; y
particularmente hacia los que creen en el Señor Jesucristo, Juan 14:21; (b) para comunicar
Su voluntad a sus hijos con respecto a la actitud que deben tener unos hacia otros, Juan
13:34, y hacia todos los hombres, 1 Tesalonicenses 3:12, 1 Corintios 16:14; 2 Pedro 1:7;
(c) para expresar la naturaleza esencial de Dios, 1 Juan 4:8.
“El amor puede conocerse solamente a través de las acciones que provoca. El amor de
Dios se ve en la dádiva de Su Hijo, 1 Juan 4:9, 10. Pero obviamente éste no es el amor de
la complacencia ni del afecto, es decir, no se produjo debido a la excelencia de aquellos
que lo recibieron, Romanos 5:8. Fue un ejercicio de la voluntad Divina por medio de una
elección deliberada, hecho sin ninguna causa específica fuera de la naturaleza de Dios
Mismo. (Compare Deuteronomio 7:7, 8)
“El amor tiene en el Señor Jesucristo su perfecta expresión entre los hombres, 2 Corintios
5:14; Efesios 2:4; 3:19; 5:2. El amor Cristiano es el fruto de Su Espíritu en el Cristiano,
Gálatas 5:22.
“El amor Cristiano tiene a Dios como sujeto primario, y se expresa primero de todo en una
obediencia implícita a Sus mandamientos, Juan 14:15, 21, 23; 1 Juan 2:5; 5:3; 2 Juan 6. El
agradarse a uno mismo es la negación del amor de Dios.
“El amor Cristiano, tanto el que se ejerce hacia los hermanos como el que se ejerce hacia
los hombres en general, no es un impulso de los sentimientos, no siempre corre paralelo a
las inclinaciones naturales, ni se agota sólo en aquellos con los que hay cierta afinidad. El
amor busca el bienestar de todos, Romanos 15:2, y no causa ningún mal a nadie,
Romanos 13:8–10; el amor busca oportunidades para hacer ‘bien a todos, mayormente a
los de la familia de la fe’, Gálatas 6:10. Vea también 1 Corintios 13 y Colosenses 3:12–14.
Cuando agapao se refiere a Dios, expresa el profundo y constante amor e interés de un
Ser perfecto hacia sujetos totalmente indignos; produce y alimenta un amor reverencial
hacia el Dador, un amor práctico hacia aquellos que participan del mismo amor, y un
deseo de ayudar a otros en su búsqueda del Dador” (Expository Dictionary of the New
Testament, por W. E. Vine, 3:21).
b. Estos dos mandamientos son inseparables e interdependientes (vea 1 Juan 3:23; 4:19–
21; etc.).
c. ¿Cuáles son algunas formas prácticas de expresar este amor?
(1) Con respecto a Dios
Amar a Dios es obedecerle total e incondicionalmente. Toda expresión de amor hacia Dios
demanda una obediencia incondicional a su Palabra (Juan 14:21, 23, 24). La única
perspectiva correcta de este mandamiento es que “amar es obedecer, y obedecer es
amar”. Otra vez, la única expresión pura del amor a Dios es la obediencia incondicional a
sus mandamientos.
Entre los muchos mandamientos cuyo cumplimiento da evidencias de nuestro amor a Dios,
destacamos éstos que nos exigen
una santidad personal,
la sujeción al Señorío de Cristo,
el cumplimiento de la Gran Comisión,
aunque, como es obvio, estos mandamientos no son los únicos.
(2) Con respecto al prójimo
Amar al prójimo es hacerle bien y servirle activamente. Esta clase de amor va mucho más
allá de lo pasivo. Algunos dicen: “No hagas a los otros lo que no quieres que te hagan”,
pero Jesús establece un principio eminentemente activo cuando dice: “Todas las cosas
que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced con ellos” (Mateo
7:12). ¡“La Regla de Oro” es la mejor aplicación a este segundo mandamiento de amar al
prójimo como a uno mismo!
Tengamos en cuenta que desde el punto de vista Cristiano hay dos clases de prójimo: los
creyentes y los que no son creyentes, y nuestra consideración y trato hacia ellos tiene
matices distintos hacia uno y otro grupo. Pero la Biblia nos enseña que debemos amar a
ambos, es decir, hacerles bien y servirles. Busque los versículos donde se encuentran
estas expresiones que son otros tantos ejemplos del amor al prójimo.
Entre otras cosas, los Cristianos debemos
hacer bien a todos, mayormente a los de la familia de la fe,
soportar a los débiles en la fe,
cuidar de las viudas y los huérfanos,
amar a los enemigos,
compartir el Evangelio

¿Hay otras maneras de amar (hacer bien, servir) al prójimo? Anótelas aquí abajo:
(3) Con respecto a uno mismo
Se dice que si uno no se ama a sí mismo, no puede amar al prójimo; y aunque esta
afirmación suena bien, está cambiando sutilmente los términos de Mateo 22:39, y de
hecho se opone a lo expresado por Jesús. Note lo siguiente:
En primer lugar, en estos versículos (de hecho en ningún versículo de la Biblia) no se dice
que uno debe amar primero a Dios, segundo a uno mismo y tercero al prójimo. ¡Estos
mandamientos no son tres sino dos! Hay un mandamiento primario: amar a Dios, y uno
dependiente de aquel: amar al prójimo como a uno mismo. Pero no se enseña que para
amar al prójimo uno debe amarse primero a sí mismo (en sentido cronológico, de
importancia, etc.). La fuerza del segundo mandamiento está precisamente en su
simultaneidad y su equilibrio: “al prójimo como a uno mismo”.
En segundo lugar, y a pesar de la simultaneidad a la que aludimos recién, todavía es cierto
que Jesús deliberadamente menciona primero al prójimo y después a uno mismo. Es
evidente que el Señor quería eliminar toda posibilidad de que este mandamiento fuera mal
entendido, y que alguien cayera en el error de ponerse a sí mismo segundo en esta escala
del amor, y poner al prójimo tercero. Si existiera esta escala (en realidad no existe, pero si
existiera) ¡el prójimo debería ser el segundo y uno mismo el tercero!
Entonces, ¿qué significa la expresión “como a uno mismo”? Una ligera mirada a Levítico
19 (de donde Jesús cita en el versículo 18) nos ayuda a entender esto de “amar al prójimo
como a uno mismo”. Una buena parte de ese capítulo se dedica a delinear las conductas a
seguir con el prójimo, sea judío o no. Por ejemplo: enseña cómo debe ser la actitud de uno
hacia los padres (3), los pobres (9, 10, 15), los extranjeros (9, 10, 33, 34), y los ancianos
(32); prohíbe el robo (11a), el engaño y la mentira (11b, 12), la opresión física o económica
(13), el abuso de los discapacitados (14), la injusticia (15, 35, 36), el chisme (16a), el
desprecio por la vida ajena (16), el odio, la venganza y el rencor (17, 18a), la falta de
respeto a la sierva, a la esposa del prójimo (20–22) y la incitación a la prostitución de las
hijas (29).
Resulta muy interesante que en medio de estos mandamientos destinados a regular la
conducta a seguir con el prójimo, también se ordena cuidarse (¿amarse?) a uno mismo;
los judíos tenían que vivir en santidad (2), huir de la idolatría (4), ofrecer sacrificios de
manera correcta (5–8), no comer con sangre (26a), no ejercer el ocultismo ni exponerse a
la influencia de los adivinos y agoreros (26b, 31), no maltratar el cuerpo (27, 28), guardar
el día de reposo y reverenciar el santuario de Dios (30).
Levítico 19 destaca la interdependencia y reciprocidad de este mandamiento, donde todos
tienen que ver con todos pero la responsabilidad de amar siempre es de uno mismo. A mi
entender, ésta es la esencia de Mateo 22:39: tiene que ver con ejercer hacia los demás el
cuidado que uno tendría consigo mismo, pero comenzando por el otro y no por uno. El
amor/ágape es hacer bien y servir al prójimo.
Ahora bien, en este esquema ¿dónde queda uno como persona? ¿Propugna la Biblia una
especie de anulación personal? ¿Para amar al prójimo se debe descender al nivel de “no
persona”? ¡Por supuesto que no! ¡Lo que Dios quiere es que por medio del servicio de
amor brindado a nuestro prójimo nos elevemos a nosotros mismos!
En cuanto a la relación del creyente con el prójimo/hermano, las Escrituras señalan que
esta relación se establece sanamente cuando uno ocupa el lugar que le corresponde en el
cuerpo de Cristo: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre
vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de
sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.” (Romanos 12:3).
Hay un nivel conceptual que sí debemos tener de nosotros mismos: tenemos que vernos
tal cual somos (es decir, vernos como Dios nos ve), para ocupar con dignidad ocupar el
lugar que Dios nos ha concedido en el cuerpo de Cristo (vea los versículos siguientes,
donde se mencionan algunos de los dones dados a los creyentes, y Romanos 14:1–15:6
donde se define el trato que debemos brindar a los hermanos débiles en la fe). El que no
se mira a sí mismo desde este nivel demuestra falta de cordura; quien no tiene un
equilibrio espiritual en la consideración de su persona cae en una especie de insania o
locura espiritual. Ahora bien, para mantener esta visión equilibrada de nosotros mismos,
Dios nos ha concedido a cada uno de nosotros la medida de fe que necesaria como para
no menospreciarnos ni ensalzarnos a nosotros mismos, ni menospreciar o adular a otros.
(Vea también Filipenses 2:1–8, y Efesios 5:25–33. En ambos pasajes el Señor Jesucristo
es el ejemplo supremo de la actitud de amor que debemos mostrarnos unos a otros como
hermanos que somos).
En cuanto a la relación con el prójimo que no es creyente, Romanos 1:14–13:14 plantea
distintas situaciones que lo ejemplifican.
En conclusión,

“Este mandamiento viene a ser una condenación de la idolatría de la criatura. Nuestro


afecto supremo ha de ser reservado para Dios. Pero tan sinceramente como nos amamos
a nosotros mismos hemos de amar a todos los seres humanos, y con la misma prontitud a
obrar y a sufrir por ellos como razonablemente esperaríamos que ellos lo hicieran por
nosotros” (Comentario Exegético y Explicativo de la Biblia, por R. Jamieson, A. R. Fausset
y D. Brown, II, 117).
d. Algunas advertencias Bíblicas con respecto a la vida de amor.
(1) Con relación a Dios.
Deuteronomio 6:1–9
Miqueas 6:8
Marcos 12:28–34
Juan 13:34–35
Juan 21:15–19
1 Corintios 13
Santiago 1:12; 2:5
(2) Con relación al prójimo
Levítico 19:17, 18
Mateo 7:12
Romanos 13:8–10
(3) Con relación a uno mismo
Efesios 5:28, 29
3. ¿Dónde se encuentra y cómo se expresa ese amor?

a. El amor de Dios ya está en nosotros (Romanos 5:5)


En el original Griego el verbo “ha sido derramado” está en un modo perfecto, e indica que
el amor de Dios fue derramado en nuestros corazones en el momento de la conversión
cuando Dios nos otorgó el Espíritu Santo, y sigue derramándose en nosotros. Si alguien
ora a Dios pidiendo más amor está orando mal. ¿Cómo Dios podría contestar esta oración,
siendo que ya nos ha dado todo su amor en Cristo?
En segundo lugar note la abundancia del amor de Dios en nosotros: “ha sido derramado”.
Derramar es mucho más que “gotear”… Dios es amor, y Dios vive en nosotros. ¿Podría
haber mayor abundancia que ésta? ¿Podríamos aspirar a más amor si en nosotros mora el
Dios que es amor? ¡Simplemente es imposible! ¡Lo que usted y yo tenemos que hacer es
“abrir el grifo” para que ese amor que poseemos en su plenitud se manifieste en
obediencia a Dios y en servicio al prójimo!
b. El amor de Dios se expresa por medio del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22, 23)
En la actualidad hay un excesivo énfasis en los dones milagrosos y en el poder del Espíritu
y muy poco énfasis en el fruto del Espíritu. Esta desproporción está causando un grave
daño al Cuerpo de Cristo. Se ha perdido de vista el hecho de que el Espíritu da los dones
como Él quiere y a quien Él quiere darlos (1 Corintios 12:7–11); no todos los creyentes
tienen todos los dones ni todos los creyentes tienen el mismo don. Y también ha quedado
relegada a un segundo plano la verdad de que todos los creyentes deben producir el fruto
del Espíritu. Es tal la confusión al respecto que, a manera de modernos Corintios, hay
muchos que hacen alarde de sus dones y de su poder, pero no producen el fruto del
Espíritu sino viven en la carne, hacen las obras de la carne y hasta usan sus dones
carnalmente (vea Gálatas 5:1–21).
Jesús nos advierte el gran peligro que entraña esta falta de equilibrio entre los dones y el
fruto del Espíritu: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos,
sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel
día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os
conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:21–23). De hecho, Jesús está
diciéndoles que no amaron ni a Dios ni al prójimo, porque si le hubieran amado habrían
hecho la voluntad de Dios, y si hubieran amado a su prójimo, habrían hecho obras
bondadosas en lugar de maldades. Al enfatizar sus “grandes obras” estaban desplazando
a Dios del lugar de prioridad que le corresponde, y sus pretendidas obras grandiosas no
beneficiaron a nadie sino perjudicaron a todos.
Ahora bien, esos malos ejemplos no deben ser un tropiezo para que vivamos en amor
hacia Dios y hacia el prójimo, sino deben motivarnos a vivir clara y honestamente delante
de Dios y de los hombres, amándolos como se merecen. Recuerde que en términos
Bíblicos, el amor se plantea no como un sentimiento sino como un deber. Y como dijo
Jesús, usted y yo debemos amar “para que seáis hijos de nuestro Padre que está en los
cielos” (Mateo 5:45 en su contexto).
C. EL AMOR Y LA CORRECTA COMPRENSIÓN DE LAS ESCRITURAS
Volvemos a nuestro tema principal, que tiene que ver con la comprensión de las Escrituras
y la transmisión de ellas mediante una actitud de auténtico amor a Dios y al prójimo.
Simplemente voy a enumerar unos cuantos pasajes Bíblicos que demuestran el concepto y
lo enriquecen, dejando en manos de Dios la tarea de hacer que sus hijos los comprendan
y los apliquen. A mi entender, hay algunos pasajes de importancia prioritaria y otros de
importancia secundaria, y así los presento. Y también sé que usted en su estudio personal
de las Escrituras va a poder añadir otros a esta lista que obviamente no está completa.
1. Versículos clave:
Mateo 22:37–40
1 Corintios 2:9 (cita libremente a Isaías 64:4)
Apocalipsis 1:1
Juan 15:9–17
1 Corintios 8:1–3
Colosenses 2:2, 3
Efesios 3:14–21 con Apocalipsis 2:4 (vea también Filipenses 3:8–14)
1 Timoteo 1:5 (vea varias traducciones)
2 Timoteo 3:1–7
2. Otros versículos importantes:
Job capítulo 28
Salmo 91:14
Isaías 19:21
Daniel 1:17
Marcos 10:17–31
Juan 5:20; 8:31, 32, 35
Filipenses 1:9–11
Colosenses 1:8, 9
2 Tesalonicenses 2:10–12
1 Juan 2:3–6; 4:7–12; 4:16
2 Juan 4–11

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