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Otros métodos, como el del coste del desplazamiento o el de los precios hedónicos, logran medir

indirectamente el llamado excedente del consumidor. Es decir, la diferencia entre el coste de


disfrutar el bien y la cantidad máxima de dinero que hubiera pagado por disfrutar de tal bien. En
determinados casos (y bajo determinados supuestos económicos sobre los movimientos entre las
curvas de demanda y de utilidad de la persona, de acuerdo con su renta), el llamado excedente del
consumidor es una buena aproximación de la disponibilidad al pago. La ventaja, pues, del método
de valoración contingente en este aspecto es que mide directamente tal disposición al pago por
encima de lo que el consumidor ya paga. Si se trata, pongamos por caso, de medir el beneficio del
consumidor que visita un parque nacional, pueden utilizarse el excedente del consumidor o la
máxima disposición a pagar adicionalmente a todos los costes en los que ya incurre al desplazarse
al parque. Sin embargo, las medidas de beneficio de los consumidores que detecta el método de
valoración contingente son, teóricamente y en general, distintas de las detectadas por los otros
métodos. La razón principal reside en el hecho de que además de los valores que el usuario
percibe al consumir el bien, la persona puede obtener bienestar o satisfacción aún no siendo
usuaria o consumidora directa del bien. Por ejemplo, una persona puede disfrutar de la diversidad
de flora, fauna y paisaje en un parque nacional de Australia, por lo que obtiene un bienestar por el
que está dispuesto a pagar algo. Pero aunque nosotros probablemente no vamos a disfrutar de tal
parque, podemos obtener satisfacción del hecho de que tengamos opción de conocerlo algún día.
Este llamado valor de opción lo pueden experimentar los mismos visitantes que quieran repetir
visita en el futuro, o los no visitantes que pueden decidir desplazarse en el futuro o que desean
que generaciones venideras mantengan la posibilidad de gozar de este bien

Los efectos sobre los no usuarios no pueden medirse con los modelos del coste del
desplazamiento o de los precios hedónicos, pero sí con el método de la valoración contingente.
Ello sitúa a la valoración contingente como prácticamente el único procedimiento razonable para
medir la pérdida de utilidad en personas que no van a disfrutar de forma inmediata de un bien
singular, pero que estarían dispuestas a pagar algo por la opción de disfrutarlo en el futuro. De ahí
su importancia en el presente estudio.

Algunos desastres ecológicos han llevado ante los tribunales norteamericanos la discusión sobre la
validez del método de valoración contingente como forma razonable de calcular las
compensaciones por la pérdida de utilidad de usuarios y usuarios potenciales (valor de no uso, de
uso pasivo, de existencia o de opción) de los espacios naturales dañados. Más allá de los tribunales
de justicia, la polémica sobre la validez práctica de la valoración contingente llevó a la National
Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA), del Ministerio de Comercio de los Estados
Unidos, a nombrar a una comisión de expertos para determinar si la valoración contingente puede
considerarse una técnica válida en la práctica para medir valores de no uso en externalidades
ambientales. La comisión estuvo presidida por dos premio Nobel de economía: Kenneth Arrow y
Robert Solo. Su objetivo era la realización de un informe sobre la validez de la valoración
contingente al medir en términos monetarios valores de no uso, mejoras en este método y
alternativas en caso de haberlas. Para ello, la comisión consultó la opinión de la mayoría de
especialistas, partidarios y opositores. La informe de la Comisión NOAA, hecho público en enero
de 1993, fue claramente favorable a la utilización del método de valoración contingente como
fórmula razonable de calcular el valor de no uso (uso pasivo, según su terminología) en la pérdida
de bienestar por desastres medioambientales. Sin embargo, recomendaba una serie de medidas
bastante estrictas en su diseño y aplicación, para asegurar que no lleve a estimar valores
exageradamente sesgados. Sin duda, el respaldo de la Comisión al método y la consiguiente
resolución legislativa de NOAA dan un nuevo mpulso a los estudios de valoración contingente en la
década de los años noventa

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