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En este periodo el hombre prehistoá rico, busca el origen y naturaleza de todo lo que
nos rodea, comenzando a utilizar y trabajar ciertos elementos provenientes de la
naturaleza, nacen a manera de respuestas cierta cantidad de mitos que se conjugan
como teogoníáas y cosmogoníáas de estos pueblos primitivos.
Concretamente las primeras experiencias del hombre como quíámico se dieron con
la utilizacioá n del fuego en la transformacioá n de la materia. La obtencioá n de hierro a
partir del mineral y de vidrio a partir de arena son claros ejemplos. Poco a poco el
hombre se dio cuenta de que otras sustancias tambieá n tienen este poder de
transformacioá n. Se dedicoá un gran empenñ o en buscar una sustancia que
transformara un metal en oro, lo que llevoá a la creacioá n de la alquimia.
En este periodo el hombre prehistoá rico, busca el origen y naturaleza de todo lo que
nos rodea, comenzando a utilizar y trabajar ciertos elementos provenientes de la
naturaleza, nacen a manera de respuestas cierta cantidad de mitos que se conjugan
como teogoníáas y cosmogoníáas de estos pueblos primitivos.
Este períáodo corresponde a la edad de piedra.
Los primeros materiales que usoá el hombre eran universales, en el sentido de que
se encuentran en cualquier parte: madera, hueso, pieles, piedras…
De todos ellos la piedra es el maá s duradero, y los uá tiles de piedra tallada son los
documentos maá s claros de que disponemos actualmente para conocer aquel
dilatado períáodo.
Por eso hablamos de la Edad de Piedra.
En la antiguü edad, no hay en realidad, quíámica cientíáfica, solo es empíárica; maá s que
una ciencia, era un arte. Una de las caracteríásticas distintivas de la antiguü edad es la
de un complejo “filosoá fico-religioso-teá cnico” (interpretaciones fantaá sticas entre lo
racional y lo incoherente).
ALQUIMIA GRIEGA
Maá s tarde Aristoá teles supuso que el cielo constituíáa un quinto elemento, el eá ter.
Maá s tarde auá n 600 AC Tales de Mileto descubre el aá mbar, una resina foá sil, la que
llamaron electroá n, puesto que teníáa la propiedad de atraer plumas, hilos o pelusas
al ser frotadas.