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Para establecer una relación de forma estrecha entre estos dos conceptos, debemos asociar
la cultura de la organización con los requerimientos de una ejecución eficiente de la estrategia. Los
administradores deben comprender que nutrir al ambiente cultural correcto no sólo añade poder a
su impulso por una ejecución eficiente de la estrategia, sino también promueve una fuerte
identificación y compromiso de los empleados con la visión, objetivos de desempeño y estrategia de
la empresa. Una cultura que se basa en los tipos de acciones y conductas que procuren una buena
aplicación de la estrategia contribuye a estos esfuerzos de tres maneras:
Centra la atención de los empleados en las acciones más importantes del esfuerzo de
aplicación de la estrategia.
Mediante la presión de grupo inducida por la cultura, contribuye al éxito del esfuerzo de
aplicación de la estrategia.
Otorga energizar a los empleados, profundiza su compromiso con el esfuerzo de aplicación
de la estrategia e incrementa la productividad de sus acciones.
Así, conviene a la administración dedicar esfuerzos considerables al establecimiento de una
cultura corporativa bien arraigada que fomente las conductas y prácticas laborales
conducentes a una buena ejecución de la estrategia.
Dentro de las culturas que podemos encontrar al interior de una organización, existen las
que favorecen el desarrollo adecuado de las estrategias y objetivos planteados, como también
organizaciones que generan barreras que no son favorables para el logro de las objetivos. Dentro
de las primeras que favorecen una adecuada ejecución de las estrategias podemos mencionar:
Culturas de Alto desempeño: podemos definirlas como las organizaciones en las que sus
características culturales más destacadas son un espíritu de realización, orgullo por hacer
las cosas de forma correcta, responsabilidad sin excusas y un clima de trabajo general
orientado a los resultados, en el que los empleados ponen un esfuerzo adicional por
alcanzar o superar objetivos grandes.
Podemos mencionar además las culturas que en la mayoría de los casos no favorecen el desarrollo
de las estrategias u objetivos de la empresa, tales como:
Culturas Insulares y Ensimismadas: podemos definirlas como las organizaciones que han
tenido la oportunidad de ser lideres de la industria o que disfrutan de un mercado próspero
por tanto tiempo, que su personal comienza a creer que tienen todas las respuestas o que
pueden establecerlas ellos mismos. Hay una tendencia marcada a descuidar lo que dicen
los clientes y el modo en que cambian sus necesidades y expectativas; creando un
ambiente de arrogancia. Esto puede provocar un gran riesgo, tales como que la empresa
puede subestimar las competencias y logros de sus rivales y sobreestimar sus propios
progresos, hasta que la pérdida de su posición en el mercado las devuelve a la realidad.
Culturas Inmorales o Guiadas por la Avaricia: podemos definirlas como las organizaciones
que tienen poco respeto por las normas éticas o que son dirigidas por ejecutivos movidos
por la avaricia y la gratificación personal. Los ejecutivos no evidencian cuán negativa es la
arrogancia, la egolatría, la avaricia y la mentalidad maquiavélica que generan en la
búsqueda obstinada de extender los objetivos de ingresos y rentabilidad. Los altos
administradores solapan conductas inmorales y ellos mismos pueden cruzar la línea hacia
la conducta inmoral (y en ocasiones criminal).
Subculturas incompatibles; podemos definirlas como las organizaciones que poseen varias
culturas en su interior; las que a veces varían significativamente entre los departamentos,
localidades, divisiones o unidades de negocio. Las diversas culturas plantean una situación
perjudicial cuando en ellas se integran subculturas incompatibles; las que entran en
conflicto, apoyan planteamientos inconsistentes de la ejecución de estrategias y fomentan
métodos incompatibles para dirigir a la gente. Las subculturas conflictivas impiden que una
empresa coordine sus acciones para diseñar y ejecutar estrategias, y distraen al personal
de sus objetivos de negocios. Cuando las subculturas incompatibles promueven el
surgimiento de facciones en pugna al interior de la empresa, no sólo son perjudiciales, sino
francamente venenosas.