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INMACULADA

I. COMENTARIO ARTÍSTICO
Escultura tallada en madera policromada de cedro, de bulto redondo y de pie. Representa a la Virgen.
Hay que resaltar la serenidad de esta pequeña escultura, cuya verticalidad se ve compensada por la
pequeña torsión de su cuerpo, el giro de la cabeza y la posición de las manos
Es una representación de la virgen-niña, totalmente abstraída de la realidad, cuyo rostro sereno emerge
de un revoloteo de paños que se ensancha en torno a las manos unidas a la cintura, donde el corte de la
gubia se hace menudo, curvo, nervioso. Se estable un contraste entre el rostro sereno y el movimiento de
paños. El rostro de María se enmarca con los finos mechones de cabellos tallados con blandura y
elegancia, perfectamente amoldados a la cabeza y al cuerpo, acentuando su figura. El rostro de la Virgen
representa el ideal de belleza de Alonso Cano, con ojos grandes, nariz fina, boca muy pequeña, su
belleza es icónica, es decir la forma pura y la visión contemplativa de la imagen remiten a un mundo no
formal, inmaterial y espiritual donde reside la divinidad. Se asienta sobre una nube con tres cabezas de
querubes y una media luna con los picos hacia bajo casi oculta.
Lanza una diagonal que el manto azul inicia en la base, conduciendo la mirada del espectador hasta el
rostro y manos, formando un óvalo de oración, con un ritmo cerrado.
Si el ritmo ascendente de los pliegues conduce la vista hacia la derecha, donde el manto se recoge y
cubre el hombro izquierdo, y donde las dos manos de la Virgen concentra la atención por un momento,
la leve inclinación hacia la izquierda de su hermoso rostro obliga a seguir esta dirección y a detenerse en
él.
Su composición es también explicada por el lugar que ocuparía la imagen, coronando el facistol, un
mueble litúrgico para los libros de coro. Toda la catedral está dedicada a la Encarnación de la Virgen, de
modo que el tema de la Inmaculada Concepción debía estar muy presente.
La composición de líneas cerradas vincula la figura al clasicismo del que hizo gala Cano y que
concordaba perfectamente con el entorno catedralicio. Una vez terminada, el cabildo decide no colocarla
en el facistol, para situarla en la cajonería de la sacristía, centrando este espacio.
Se han llegado a establecer ecuaciones de “volumen-color” y “gubia-pincel”, así los cortes de gubia en
Cano actúan como pinceladas breves y rápidas, casi impresionistas, y colores planos, en amplias
superficies, definiendo perfectamente los volúmenes tanto en la talla como en el lienzo.
Las representaciones de la Virgen Inmaculada tuvieron un gran protagonismo en el barroco español de
la mano de la Contrarreforma, frente a los ataques y críticas protestantes, y fue España el país donde el
tema de la Inmaculada gozó de mayor éxito.
II. CLASIFICACIÓN
Barroco español. Alonso Cano, escuela granadina. S. XVII (1655). La inmaculada. Catedral de Granada.
En la escultura del Barroco español destaca con mucho la imaginería, siendo el material más utilizado la
madera, siguiendo la tradición hispana. En estas obras se utiliza la técnica del estofado y la policromía.
Las figuras son realizadas para iglesias, conventos y para las procesiones de Semana Santa.
Se extiende el sentido realista, las imágenes aparecen con ricas vestiduras, cabello natural y ojos y
lágrimas de cristal. La finalidad de estas esculturas es provocar una profunda emoción religiosa en el
espectador.
En la escultura barroca española podemos distinguir dos escuelas principales, la Escuela andaluza y la
Escuela castellana.
En la Escuela andaluza, extendida por Sevilla, Granada y Málaga, se huye de la exageración del
realismo, que se idealiza, predomina la serenidad y las imágenes bellas y equilibradas con un modelado
suave.
La temática tratada es casi exclusivamente religiosa y sólo en el ámbito de la corte se realiza la escultura
monumental. Los temas mitológicos y profanos están ausentes. También se realizan retablos, donde
aparecen figuras exentas y en bajorrelieve.
III. RELACIONES ESTILÍSTICAS CON OTROS MONUMENTOS HISTÓRICO-
ARTÍSTICOS
En Alonso Cano la búsqueda de la perfección, del equilibrio y la idealización de los modelos, la
plasmación de una aplacible serenidad en sus figuras sustituye el dramatismo de otros autores. Es el
primer escultor andaluz que abandona la técnica del estofado (tela rica, adornada con pan de oro)..
Se aprecia su relación con la obra del gran escultor Juan Martínez Montañés, con quien parece que pudo
colaborar entre 1626 y 1629, y de él tomará la serenidad, elegancia y naturalismo de sus esculturas, así
como el gusto por el tratamiento minucioso de los ropajes.
Al igual que otras obras de similar temática del propio Alonso Cano, o de otras realizadas por
importantes artistas como Murillo o Zurbarán, es necesario recordar De ahí que los pintores y escultores
estudiasen continuamente el tema para conseguir representar de forma tangible un símbolo de profunda
dimensión teológica. En esta obra de Cano se culminó toda una línea de investigación, y por ello se
convirtió en un modelo continuo que sería posteriormente repetido en infinidad de ocasiones. Alonso
Cano es el creador de las Inmaculadas menudas, íntimas y melancólicas que incitan a la oración
Su maestría como escultor contó con numerosos discípulos, ente los que deben recordarse dos artistas
excepcionales: Pedro de Mena (1628-1668) y José de Mora (1642-1724
IV. ANÁLISIS DEL ENTORNO SOCIO-CULTURAL

El Barroco fue un periodo de la historia en la cultura occidental que produjo obras en el campo de la
literatura, la escultura, la pintura, la arquitectura, la danza y la música, y que abarca desde el año 1600
hasta el año 1750 aproximadamente. Se suele situar entre el Renacimiento y el Neoclásico, en una época
en la cual la influyente Iglesia Católica europea tuvo que reaccionar contra muchos movimientos
revolucionarios culturales que produjeron una nueva ciencia y una religión disidente dentro del propio
catolicismo dominante: la Reforma protestante.
La necesidad de reformar las estructuras del mundo católico es lo que conduce al Concilio de Trento y a
la mal llamada Contrarreforma, en realidad, una Reforma católica, que no va contra algo sino en busca
de una adaptación a los nuevos tiempos.
La traducción de este estado de cosas sobre el arte trae importantes consecuencias desde el primer
momento. Los teólogos reunidos en el concilio, mayoritariamente españoles, proclaman ciertos dogmas
que han de ser representados dignamente por los artistas al servicio de la Iglesia: la virginidad de María,
el misterio de la Trinidad, entre otros, pasan a protagonizar los lienzos. Se exige a todos los artistas que
se alejen de las elaboraciones sofisticadas y de los misterios teológicos, para llevar a cabo un arte
sencillo, directo, fácil de leer, que cualquier fiel que se aproxime a una iglesia pueda comprender de
inmediato. Los personajes han de ser cercanos al pueblo: los santos dejan de vestir como cortesanos para
aparecer casi como pordioseros, con rostros vulgares. El énfasis de la acción ha de colocarse sobre el
dramatismo: la consigna fue ganar al fiel a través de la emoción. Las escenas se vuelven dinámicas, lejos
del hieratismo intemporal de los estilos anteriores. Las composiciones se complican para ofrecer
variedad y colorido. Las luces, los colores, las sombras se multiplican y ofrecen una imagen vistosa y
atrayente de la religión y sus protagonistas. Fuera del patrocinio de la Iglesia, los mecenas privados se
multiplican: el afán de coleccionismo incita a los pintores a llevar a cabo una producción de pequeño o
mediano formato para aumentar los gabinetes de curiosidades de ricos comerciantes y alta nobleza.

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