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Sistema Solar

Sistema Solar
El Sistema Solar es el sistema planetario en el que se
encuentran la Tierra y otros objetos astronómicos que giran directa o indirectamente en
una órbita alrededor de una única estrella conocida como el Sol.
La estrella concentra el 99,75 % de la masa del sistema solar, y la mayor parte de la masa
restante se concentra en ocho planetas cuyas órbitas son prácticamente circulares y
transitan dentro de un disco casi llano llamado plano eclíptico.
Pertenece a la galaxia llamada Vía Láctea, que está formada por cientos de miles de
millones de estrellas situadas a lo largo de un disco plano de 100.000 años luz.
El Sistema Solar está situado en uno de los tres brazos en espiral de esta galaxia llamado
Orión, a unos 32.000 años luz del núcleo, alrededor del cual gira a la velocidad de 250 km
por segundo, empleando 225 millones de años en dar una vuelta completa, lo que se
denomina año cósmico.
El Sol es el único cuerpo celeste que emite luz propia, la cual es producida por la
combustión de hidrógeno y su transformación en helio por la fusión nuclear. Se estima
que el Sistema Solar se formó hace unos 4600 millones de años a partir del colapso de
una nube molecular. El material residual originó un disco circunestelar protoplanetario
en el que ocurrieron los procesos físicos que llevaron a la formación de los planetas.9 El
sistema solar se ubica en la actualidad en la Nube Interestelar Local que se halla en la
Burbuja Local del Brazo de Orión, de la galaxia espiral Vía Láctea, a unos 28 000 años luz
del centro de esta.

Origen y Evolución del Sistema Solar


La hipótesis actual sobre la formación del sistema
solar es la hipótesis nebular, propuesta por primera vez por Emanuel Swedenborg. En
1775 Immanuel Kant, quien estaba familiarizado con el trabajo de Swedenborg,
desarrolló la teoría más ampliamente. Una teoría similar fue formulada
independientemente por Pierre-Simon Laplace en 1796. La teoría nebular sostiene que
hace 4600 millones de años el sistema solar se formó por un colapso gravitacional de una
nube molecular gigante. Esta nube inicial tenía probablemente varios años luz de largo y
fue la sede del nacimiento de varias estrellas. Aunque el proceso era visto como
relativamente tranquilo, estudios recientes de antiguos meteoritos revelan restos de
elementos solamente formados en los núcleos de estrellas muy grandes que explotan,
indicando que el ambiente en el que el Sol se formó estaba dentro del alcance de algunas
supernovas cercanas. La onda de choque de estas supernovas pudo haber
desencadenado la formación del Sol a través de la creación de regiones de sobredensidad
en la nebulosa circundante, causando el colapso de ellas.
En un artículo aparecido en 2009 se ha sugerido que nuestro Sol nació formando parte
de un cúmulo estelar con una masa de entre 500 y 3000 masas solares y un radio de entre
1 y 3 pársecs (unidad de longitud equivalente a 3,2616 años luz), pensándose que aunque
las estrellas que formaron dicho cúmulo se han ido dispersando con los años existe la
posibilidad de que entre 10 y 60 de ésas estrellas pudieran estar en un radio de 100
parsecs alrededor del Sol.
Una de estas regiones de gas colapsante (conocida como nebulosa protosolar) pudo
haber formado lo que llegó a ser el sol. Esta región tenía un diámetro de entre 7000 y 20
000 UA (Unidad Astronómica, longitud igual por definición a 149.597.870.700 metros, y
que equivale aproximadamente a la distancia media entre el planeta Tierra y el Sol) y una
masa apenas mayor que la del Sol (entre 1,001 y 1,1 masas solares). Se creía que su
composición sería más o menos la del Sol actual: aproximadamente 98% (por masa) de
hidrógeno y helio presente desde el Big Bang, y 2% de elementos más pesados creados
por generaciones anteriores de estrellas que murieron y los expulsaron de vuelta al
espacio interestelar.
Tan pronto como la nebulosa colapsó, la conservación del momento angular significó que
girara más rápido. Tan pronto como el material dentro de la nebulosa se condensó, los
átomos en su interior comenzaron a colisionar con frecuencia creciente, causando que
liberaran energía en forma de calor. El centro, donde la mayor parte de la masa se
acumuló, se volvió cada vez más caliente que el disco circundante. Cuando las fuerzas en
competencia asociadas con la gravedad, presión del gas, campos magnéticos y la rotación
actuaron en ella, la nebulosa en contracción empezó a aplanarse, tomando la forma de
un disco protoplanetario con un diámetro de aproximadamente 200 UA, y una
protoestrella caliente y densa al centro.
Estudios de las estrellas T Tauri, estrellas jóvenes
con masa solar prefundida, que se creían similares al Sol en este punto de su evolución,
mostraron que están frecuentemente acompañadas por discos de materia preplanetaria.
Estos discos se extienden por varias UA y son bastante fríos, alcanzando apenas 1000 K
en su punto más caliente. Después de 100 millones de años, la temperatura y la presión
en el núcleo del Sol se hizo tan grande que su hidrógeno comenzó a fusionarse, creando
una fuente interna de energía que contrarrestó la fuerza de la contracción gravitacional
hasta que se alcanzó el equilibrio hidrostático. En este punto el Sol se volvió una estrella
completamente nueva.
De esta nube y su gas y polvo (la "nebulosa solar") se piensa que se formaron varios
planetas. El método actualmente aceptado por el cual los planetas se formaron es
conocido como acreción, en el que los planetas comenzaron como granos de polvo en
órbita alrededor de la protoestrella central, que inicialmente se formaron por el contacto
directo entre grupos de entre uno y diez kilómetros de diámetro, que a su vez
colisionaron para formar cuerpos más grandes (planetesimales), de aproximadamente 5
km de tamaño, gradualmente incrementados por colisiones adicionales de 15 cm por año
durante el transcurso de los siguientes pocos millones de años.
El sistema solar interior era demasiado cálido para que se condensaran moléculas
volátiles como las del agua y metano, así que los planetesimales que se formaron ahí
fueron relativamente pequeños (abarcando sólo 0,6% de la masa del disco) y compuesto
principalmente por componentes con altos puntos de fundición, como los silicatos y
metales. Estos cuerpos rocosos finalmente se convirtieron en planetas terrestres. Más
lejos, los efectos gravitacionales de Júpiter hicieron imposible que se unieran los objetos
protoplanetarios presentes, dejando detrás el cinturón de asteroides.
Todavía más lejos, más allá de la línea de congelación donde más compuestos volátiles
de hielo pudieron permanecer sólidos, Júpiter y Saturno consiguieron juntar más material
que los planetas terrestres, así como esos componentes eran más comunes. Se
convirtieron en gigantes gaseosos, mientras que Urano y Neptuno capturaron mucho
menos material y son conocidos como gigantes de hielo porque se cree que sus núcleos
están hechos principalmente de hielo (compuestos de hidrógeno).
El viento solar del joven Sol esparció el gas y el polvo en el disco protoplanetario,
diseminándolo en el espacio interestelar, poniendo fin así al crecimiento de los planetas.
Las estrellas T Tauri tienen vientos solares mucho más fuertes que los de estrellas más
viejas y estables.
Evolución subsecuente
Originalmente se creyó que los planetas se formaron en o cerca de las órbitas en las que
los vemos ahora. Sin embargo, este punto de vista ha sido sometido a un cambio radical
durante la parte final del siglo XX y el principio del siglo XXI. Actualmente se cree que el
sistema solar se veía muy diferente después de su formación inicial, con cinco objetos
por lo menos tan masivos como Mercurio estando
presentes en el sistema solar interior (en lugar de los actuales cuatro), el sistema solar
exterior siendo mucho más compacto de lo que es ahora y el cinturón de Kuiper
empezando mucho más adentro de lo que comienza ahora.
Actualmente se cree que los impactos son una parte regular (si bien poco frecuente) del
desarrollo del sistema solar. Además del impacto que formó la Luna, se cree que el
sistema Plutón-Caronte resultó de una colisión entre objetos del cinturón de Kuiper.
También se cree que otros casos de lunas alrededor de asteroides y otros objetos del
cinturón de Kuiper son el resultado de colisiones.
Sistema solar interior
De acuerdo con el punto de vista aceptado actualmente, el sistema solar interior fue
"completado" por un impacto gigante en el cual la joven Tierra colisionó con un objeto
del tamaño de Marte. De este impacto resultó la formación de la Luna. La especulación
actual es que el objeto del tamaño de Marte se formó en uno de los puntos de Lagrange
estables entre la Tierra y el Sol y (L4 o L5) y después se fue a la deriva desde esa posición.
Cinturón de asteroides
De acuerdo con la hipótesis de la nebulosa solar, el cinturón de asteroides inicialmente
contenía más que suficiente materia para formar un planeta, y, efectivamente, un gran
número de planetesimales se formó ahí. Sin embargo, Júpiter se formó antes de que un
planeta pudiera formarse de esos planetesimales. Debido a la gran masa de Júpiter, las
resonancias orbitales con Júpiter rigen las órbitas del cinturón de asteroides. Estas
resonancias dispersaron a los planetesimales lejos del cinturón de asteroides o los
mantuvieron en bandas orbitales estrechas y evitaron que se consolidaran. Lo que resta
es lo último de los planetesimales creados inicialmente durante la formación del sistema
solar.
Los efectos de Júpiter han dispersado la mayor parte de los contenidos originales del
cinturón de asteroides, dejando menos del equivalente a 1/10 de la masa de la Tierra. La
pérdida de masa es el principal factor que evita que el cinturón de asteroides se consolide
como un planeta. Los objetos con una masa muy grande tienen un campo gravitacional
lo suficientemente grande para evitar la pérdida de grandes cantidades de material como
resultado de una colisión violenta. Este no es usualmente el caso en el cinturón de
asteroides. Como resultado, muchos objetos más grandes se han roto en pedazos, y a
veces los objetos más nuevos han sido forzados fuera en colisiones menos violentas. Se
puede encontrar evidencia de las colisiones en las lunas alrededor de algunos asteroides,
que actualmente sólo se pueden explicar cómo siendo consolidaciones de material
arrojado del objeto de origen sin suficiente energía para escapar de él.

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