Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
PREAMBULO
La abogacía como profesión liberal, cumple una función social al servicio del Derecho y
la Justicia, siendo su objetivo esencial la convivencia social de los hombres como fuente
fecunda de paz, libertad, progreso y bienestar general y cuya acción no se limita al solo
éxito de la causa que patrocina o de la función que cumple en el órgano jurisdiccional o
en una entidad pública o privada, sino que busca conseguir que la convivencia social
sea fuente fecunda de paz, libertad, progreso y bienestar general, lo que implica cumplir
deberes con la comunidad, con los colegas y consigo mismo, que si bien interesan a la
propia dignidad, pero influyen de manera indirecta en el prestigio de esta noble
profesión.
Por ello, la Junta de Decanos de los Colegios de Abogados del Perú, ha aprobado en
su Asamblea General Extraordinaria de la ciudad de Puno, el 24 de febrero del 2012, el
Código de Ética del Abogado, elaborado por la Comisión Encargada de la Redacción
del Código de Ética del Abogado de la Junta de Decanos, en base al Código Voluntario
de Buenas Prácticas del Abogado de la Red Peruana de Universidades, así como del
Proyecto de Código de Ética y Responsabilidad del Profesional en Derecho, producido
por un centenar de abogados, donde además participaron el Grupo de Estudio sobre
Temas de Ética y Responsabilidad Profesional del Abogado de asociaciones de
estudiantes de Derecho, así como estudios jurídicos del país.
Por tanto, el Código de Ética del Abogado, es el fiel reflejo de varios años de trabajo de
docentes y estudiantes de Derecho de las universidades, de estudios de abogados del
país y el aporte de los decanos miembros de la Junta de Decanos de los Colegios de
Abogados del Perú.
Artículo 1º.- Las disposiciones contenidas en este Código, son obligatorias para los
abogados inscritos en los Colegios de Abogados de la República, miembros de la Junta
de Decanos de los Colegios de Abogados del Perú, cualquiera sea el ámbito o función
que desempeñen.
Todos los abogados sin distinción alguna, deben observar el presente Código, sea que
el acto violatorio de las normas éticas se haya cometido en el ejercicio de la profesión,
en la actividad pública o privada o cual fuere el cargo que desempeñe, así este provenga
de elección popular o por designación.
Artículo 2º.- La Abogacía es una profesión liberal. Cumple una función social al servicio
del Derecho y la Justicia. Su objetivo esencial es la convivencia social de los hombres
como fuente fecunda de paz, libertad, progreso y bienestar general.
SECCIÓN SEGUNDA
PRINCIPIOS FUNDAMENTALES
Misión del abogado, deberes y prohibiciones fundamentales
El análisis crítico de las decisiones de la autoridad es un medio válido para defender los
intereses del cliente y el Estado de Derecho.
1) Actuar con sujeción a los principios de lealtad, probidad, veracidad, honradez, eficacia
y buena fe; así como del honor y dignidad propios de la Profesión;
2) Orientar su actuación al servicio preferente de la sociedad y apoyar en especial a los
sectores carentes de recursos económicos, para hacer prevalecer el Derecho y alcanzar
Justicia;
3) Cumplir oportuna y eficientemente los demás deberes y obligaciones profesionales
establecidas en la ley y en las normas del Colegio de Abogados al que pertenece.
El abogado debe obedecer la ley, no debe inducir a otros a que la infrinjan, ni aconsejar
actos ilegales. Debe promover la confianza del público en que la justicia puede
alcanzarse con el cumplimiento de las reglas del Estado de Derecho.
En sus manifestaciones, el abogado debe exponer con claridad los hechos, el derecho
aplicable al caso, y las pretensiones de su cliente. No debe declarar con falsedad. El
abogado no debe realizar citas doctrinarias o jurisprudenciales inexistentes.
El abogado debe actuar en todo momento, conforme a lo establecido por este Código.
No debe utilizar a terceros para eludir el cumplimiento de dichas obligaciones.
SECCIÓN TERCERA
LA RELACIÓN CON EL CLIENTE
CAPITULO I
REGLAS GENERALES
El abogado no debe contrariar la voluntad del cliente, aun cuando crea que ello sería lo
más adecuado para la defensa del interés del cliente. En el supuesto que la voluntad
del cliente pudiese perjudicar su propio interés, el abogado deberá explicarle
oportunamente las implicancias de lo que desea lograr; no obstante, deberá respetar la
decisión de su cliente respecto a los objetivos de la representación y los medios a utilizar
para lograrlos.
Cuando la capacidad del cliente para tomar decisiones razonadas sobre su propio
interés esté afectada por minoría de edad, condición mental o cualquier otra razón, el
abogado deberá consultar con individuos o entidades que tienen la capacidad de tomar
decisiones para proteger el interés del cliente.
El abogado debe adoptar las medidas que estime pertinentes si considera que la
persona responsable está tomando decisiones que afectan el interés del cliente.
El abogado de una persona jurídica, pública o privada, patrocina los intereses de ésta y
no los de sus funcionarios, directores, gerentes, empleados, accionistas u otras
autoridades o miembros de la organización. En asuntos donde exista conflicto con los
intereses de la organización, se aplican las reglas sobre conflicto de intereses de este
Código.
CAPITULO II
Libertad de Patrocinio
El abogado tiene el derecho de aceptar o rechazar un patrocinio, sin tener que justificar
su decisión.
El abogado puede aceptar patrocinar todo tipo de causas, incluso si conoce de la
responsabilidad o culpabilidad del cliente, debiendo emplear todos los medios lícitos que
garanticen el debido proceso y el reconocimiento de sus derechos dentro del marco
jurídico aplicable.
CAPITULO III
Renuncia del Patrocinio
a) Descubra que el fin o los medios son ilegales, particularmente si toma conocimiento
que el cliente usó de manera directa o indirecta medios indebidos de contenido
económico u otro tipo de beneficios respecto de la autoridad, la contraparte o terceros.
b) Sobrevenga un conflicto de intereses con el cliente.
c) La autoridad ordene la renuncia del abogado de oficio, en el marco de un proceso
judicial.
El cliente tiene derecho en cualquier momento a solicitar la conclusión del encargo, sin
tener que expresar los motivos de su decisión. El abogado tendrá derecho a que se le
paguen todos los conceptos acordados hasta la fecha de la conclusión del encargo.
El abogado que renuncia a una organización profesional para incorporarse a otra, debe
notificar oportunamente sobre su retiro a los miembros de la organización de origen,
antes de comunicarlo a los clientes.
SECCIÓN CUARTA
DEBERES CON EL CLIENTE
CAPITULO I
Competencia y diligencia profesional
Es deber del abogado defender el interés del cliente de manera diligente y con un
elevado estándar de competencia profesional.
CAPITULO II
Información Oportuna
El abogado podrá publicar artículos académicos respecto de los asuntos que ha visto
con ocasión de su ejercicio profesional, siempre que no se pueda identificar el caso
concreto o las personas involucradas, salvo que cuente con el consentimiento
informado, previo y expreso del cliente.
CAPITULO IV
LEALTAD Y CONFLICTO DE INTERÉS
CAPITULO V
CUIDADO EN EL MANEJO DE BIENES DEL CLIENTE
Los bienes que reciba el abogado en el marco del patrocinio, deben ser administrados
y conservados con cuidado, diligencia y honradez, atendiendo estrictamente a las
instrucciones recibidas de su cliente. Ante la falta de instrucciones, el abogado debe
actuar en interés del cliente, con las atribuciones y responsabilidades de un depositario.
Los fondos dinerarios u otros bienes fungibles que el abogado reciba en el marco del
patrocinio deberán estar siempre a disposición del cliente o de sus causahabientes,
informando prontamente al cliente de los bienes que reciba en el marco del patrocinio,
solicitándole instrucciones al respecto.
Cuando el abogado prevea que hay un riesgo inminente para el cobro de cualquier
crédito que tenga frente al cliente derivado del patrocinio, podrá excepcionalmente
retener los bienes del cliente para garantizar su cobro siempre que los bienes guarden
relación con dicho servicio. En ningún caso, procede la retención de documentos de
identidad ni de cualquier tipo de documentación que el cliente requiera para asegurar
su derecho de defensa en un proceso, incluyendo la defensa frente al abogado.
Fuera del caso de cuota litis pactada por escrito con anterioridad a su intervención
profesional, el abogado, su cónyuge y parientes hasta el primer grado de
consanguinidad no pueden adquirir derechos patrimoniales por contrato, legado o
subasta pública, directamente o indirectamente, que recaen sobre los bienes que son
objeto de un litigio en el que intervengan o hayan intervenido por razón de su profesión,
hasta después de un año de concluido en todas sus instancias.
La misma prohibición rige para el abogado, así como para su cónyuge y parientes hasta
el primer grado de consanguinidad, que dictamina o informa sobre bienes, hasta
después de un año de emitido el informe.
SECCIÓN QUINTA
HONORARIOS PROFESIONALES
Los abogados están obligados a emitir comprobantes de pago por los servicios
prestados, y a pagar los tributos que correspondan a dichos servicios.
SECCIÓN SEXTA
RELACIONES CON LAS AUTORIDADES
CAPITULO I
Deberes Generales
El abogado podrá acudir a los medios de comunicación social cuando vea conculcados
sus derechos o los de su cliente en un proceso, siempre y cuando se limite a denunciar
la irregularidad que lo afecta.
Sin perjuicio de las responsabilidades legales a que haya lugar, incurre en grave
responsabilidad a la ética profesional el abogado que lleva a cabo actos de corrupción,
soborno, cohecho u ofrece, aporta o entrega bienes o servicios u otro tipo de beneficios
de cualquier índole a la autoridad. El abogado debe instruir a su cliente que no debe
ofrecer, directa o indirectamente, regalos, prestaciones en especie, ni otras dádivas o
beneficios de cualquier índole a la autoridad. Si su cliente incurre en esta inconducta, el
abogado tiene el deber de renunciar al patrocinio, conforme a lo previsto en el artículo
18° del presente Código.
Constituye grave infracción a la ética profesional que el abogado trate asuntos que
patrocina con la autoridad que conoce de éstos, al margen de los medios y
procedimientos permitidos por la ley.
CAPITULO II
Patrocinio debido
Falta a la ética profesional el abogado que abusa de los medios procesales para obtener
beneficios indebidos o procura la dilación innecesaria del proceso.
Artículo 61°.- Obtención de pruebas
El abogado debe recurrir a todos los medios legales para el acopio de pruebas
preexistentes en defensa de su cliente. Podrá pagar para obtener documentos
legalmente y otros materiales preexistentes que puedan servir para la defensa del
cliente. Bajo ninguna circunstancia le está permitido al abogado fijar la compensación
de los testigos en función del resultado del proceso, ni pagarles u ofrecerles algún
beneficio para inducirlos a modificar su declaración.
Podrá pagar los gastos de traslado y viáticos del testigo, siempre que se lo comunique
a la autoridad con antelación a la declaración, pudiendo solicitar que sean considerados
como costos del proceso.
El abogado no debe utilizar medios que representen una injerencia para el ejercicio
imparcial e independiente de la autoridad, sin perjuicio del ejercicio de su derecho a la
libertad de expresión. Asimismo, el abogado debe instruir a su cliente que no debe
ejercer influencia sobre la autoridad apelando a vinculaciones políticas, familiares, de
amistad, o de otro tipo que sean ajenas al patrocinio.
En sus manifestaciones, el abogado debe exponer con claridad los hechos, el derecho
aplicable al caso, y las pretensiones de su cliente.
SECCIÓN SETIMA
LAS RELACIONES CON COLEGAS Y CON TERCEROS
CAPITULO I
Publicidad y competencia
Artículo 65°.- Publicidad del Abogado
El Abogado puede anunciar y ofrecer directamente sus servicios, siempre que los realice
y actúe con decoro.
El abogado debe competir lealmente con sus colegas, de conformidad con lo establecido
en las normas legales vigentes.
CAPITULO II
Relaciones con los colegas, la contraparte y terceros
Los abogados deben mantener debido respeto y consideración con los demás colegas
y la parte contraria.
SECCIÓN OCTAVA
RESPONSABILIDAD DEL ABOGADO
El abogado debe esforzarse por ser un ejemplo de idoneidad ética para sus colegas, en
especial para los futuros profesionales del Derecho.
SECCION NOVENA
PROCESO DISCIPLINARIO
CAPITULO I
Disposiciones Generales
CAPITULO II
Órganos disciplinarios
CAPITULO III
Principios del Procedimiento Disciplinario
Son principios que deben observarse en todos los procedimientos disciplinarios: los
principios de debido proceso, imparcialidad, razonabilidad, proporcionalidad, celeridad,
non bis in idem, presunción de licitud, buena fe procesal y todos aquellos aplicables
según la Constitución y las demás normas del ordenamiento jurídico.
En el caso de una denuncia de parte, las partes podrán conciliar en cualquier estado del
procedimiento, inclusive hasta en la Audiencia Única. El Consejo de Ética está facultado
para promover la conclusión del procedimiento mediante conciliación. El Consejo de
Ética puede decidir la continuación de oficio del procedimiento, si del análisis de los
hechos denunciados se advierte una afectación severa a la ética profesional.
Los órganos de control disciplinario no sólo tienen el deber de reprimir las conductas
que contravengan las normas de responsabilidad profesional, sino que deberán también
prevenir la comisión de futuras infracciones. El Consejo de Ética puede dar lineamientos
que deberán ser observados en los posteriores procedimientos. Asimismo, el Tribunal
de Honor tiene la potestad de establecer cuando lo estime pertinente, precedentes de
observancia obligatoria para los demás órganos disciplinarios.
Los miembros del Consejo de Ética y del Tribunal de Honor deberán excusarse de
intervenir si se presentan los supuestos regulados en los artículos relativos al conflicto
de intereses, o cuando se presentara alguna otra causal suficientemente grave.
Las partes podrán recusar a los miembros del Consejo de Ética y del Tribunal de Honor
por las razones señaladas en el párrafo precedente, dentro del plazo establecido para
la absolución de la denuncia o de la apelación, sin excepción alguna y según
corresponda, debiendo presentar los medios probatorios que estimen convenientes a
afectos de acreditar la causal invocada.
La recusación podrá ser interpuesta con posterioridad, siempre que se funde en hechos
nuevos.
Cuando se trate de hechos anteriores, la recusación procederá sólo si razonablemente
dichos hechos no hubieran podido ser conocidos por la parte que recusa, debiendo
probar que recién ha tenido conocimiento de estos.
El Consejo de Ética puede desestimar de plano aquellas denuncias que versen sobre
aspectos no relativos al ejercicio profesional, que carezcan manifiestamente de
fundamento o si se hubiese producido la prescripción para el ejercicio de la potestad
disciplinaria. La resolución que al respecto emita el Consejo deberá estar
adecuadamente motivada.
Las notificaciones serán remitidas al domicilio procesal y real del registrado por el
abogado en su respectivo Colegio y al que haya indicado el denunciante.
Supletoriamente se les notificará mediante correo electrónico.
Una vez que las partes señalen un domicilio procesal, las notificaciones serán dirigidas
a este último.
Durante el procedimiento disciplinario, las partes pueden aportar los medios probatorios
adicionales que consideren convenientes hasta antes que resuelva el Consejo.
La decisión se adoptará por mayoría de votos de los miembros del Consejo, debiendo
ser motivada adecuadamente.
La resolución del Consejo será notificada a las partes, debiendo ser publicada una vez
consentida.
Artículo 100°.- Apelación
Contra la resolución del Consejo las partes pueden interponer recurso de apelación ante
el Tribunal de Honor, en un plazo de cinco (05) días hábiles de notificada la resolución.
El Consejo de Ética dentro del día hábil siguiente de interpuesto el recurso elevará los
actuados al Tribunal de Honor, el mismo que, inmediatamente después de recibir la
documentación mencionada notificará del mismo a las partes interesadas para que en
los siguientes diez (10) días hábiles, presenten sus oposiciones.
Con o sin respuesta de la parte interesada, el Tribunal de Honor, dentro del tercer día
hábil de vencido el plazo para la presentación de las oposiciones, fijará una fecha
improrrogable para la realización de la audiencia con informe oral de las partes.
La fecha para dicha audiencia deberá ser fijada dentro de los diez (10) días hábiles del
vencimiento del plazo de las oposiciones señalado anteriormente. El Tribunal de Honor
emitirá resolución en un plazo de quince (15) días hábiles de realizada la audiencia.
CAPITULO V
Sanciones y efectos
Artículo 102°.- Sanciones
Las sanciones establecidas en los incisos a), b), c) y d) del artículo precedente se
aplicarán teniendo en consideración la gravedad del hecho y el perjuicio causado.
El monto correspondiente a las multas, debe destinarse para fines de difusión de temas
relativos a la ética y responsabilidad profesional del abogado.
La acción disciplinaria prescribe a los cinco (5) años contados desde el día que se
cometió el último acto constitutivo de la infracción. El inicio del proceso disciplinario
interrumpe el cómputo del plazo de prescripción.
Se considerará falta grave la comisión del mismo tipo de infracción ética de manera
reiterada. En estos casos, la sanción aplicable no podrá ser menor que la sanción
precedente.
Artículo 111°.- Informe de los procedimientos disciplinarios
1. Definición y clasificaciones
Aristóteles, en sus Refutaciones sofísticas68 nos dice que una falacia es un argumento que
parece bueno o correcto sin que lo sea. La característica principal del argumento falaz, como
dice Javier Muguerza, consiste en que los argumentos falaces tienen la “apariencia” de ser
correctos, y esto mismo los convierte en temibles fuentes de confusión y de engaño.69 Los
argumen- tos falaces tienen parecido con los buenos argumentos, porque se parecen
a ellos, y las personas que los producen no lo hacen necesariamente porque tengan la intención
de engañar o de confundir, aunque pudieran tenerla, sino que se incurre en ellos por las
dificultades cognitivas de nuestro enten- dimiento o por nuestra incapacidad para comprender
la complejidad del entorno.70
Las falacias implican la violación a las reglas lógico-formales, materiales o dialécticas de la
argumentación; por eso las técnicas de la argumentación deben ayudarnos a refutar argumentos
falaces o a desvelarlos.71 En una cla- sificación de las falacias, que distingue entre falacias
formales y materiales, se señala que las falacias formales se originan por la infracción a las
reglas del silogismo, y en los supuestos de las falacias materiales, éstas se produ- cen por la
construcción de argumentos que no descansan en buenas razo- nes —se parte de premisas
falsas, inválidas o, insuficientemente acreditadas o irrelevantes—, que no permiten elaborar
una conclusión mínimamente plausible.
Atienza, que clasifica a las falacias en tres tipos: formales, materiales y pragmáticas,
abunda en lo anterior, y, así, explica que una falacia formal se debe a la elaboración de una
inferencia inválida, como ocurre con la falacia de la afirmación del consecuente, o falacias que
trastocan las reglas de la inducción en el caso de la falacia de la generalización apresurada. En
las falacias materiales se utilizan razones que no son del tipo correcto; por ejemplo, las que se
apoyan en expresiones ambiguas o en la falsa analogía. Y en las pragmáticas es importante
determinar si son de carácter retórico o dialéctico; así, por ejemplo: se atenta contra las reglas
de la retórica si se hace un uso abusivo del argumento de autoridad, y en el caso de las falacias
dialécticas, éstas ocurren si se infringen las reglas del debate, ya sea que se evada la cuestión o
no se conteste un asunto planteado en el debate.72 Sin embargo, reconoce que en un solo
argumento falaz se puede contener la reunión de los tres géneros de argumentos falaces.
Existen diversas clasificaciones de las falacias. Una muy conocida dis- tingue entre falacias
de atinencia y de ambigüedad. Según Copi y Cohen, las falacias de atinencia ocurren cuando
un argumento descansa en premi- sas que no son pertinentes para su conclusión, y, por lo tanto,
no pueden establecer de manera apropiada su verdad. Dentro de estas falacias destaca las
siguientes: el argumento por la ignorancia o argumento ad ignorantiam;
la apelación inapropiada a la autoridad o argumento ad verecundiam; la pre- gunta
compleja; los argumentos ad hominem (abusivo y circunstancial); el ac- cidente; el
accidente inverso; la causa falsa; la petición de principio o petitio principii; argumentos
ad populum; ad misericordiam; ad baculum, y conclusión in- atinente o ignoratio elenchi.73
Las falacias de ambigüedad ocurren porque los argumentos contienen palabras o frases
ambiguas, cuyos significados cambian en el curso del argu- mento. Se les llama también
sofismas. Existen cinco especies principales de ellas: el equívoco; la anfibología; la falacia del
acento; de la composición, y de la división.74
Una clasificación racional de las falacias las divide en formales e infor- males. Las principales
falacias formales son la afirmación del consecuente y la de la negación del antecedente. Las
falacias informales se dividen en: falacias de irrelevancia y de ambigüedad. Las de irrelevancia
pueden ser de transferencia de propiedades (ad hominem, ad verecundiam, división, y composi-
ción), de apelación a los sentimientos (a la fuerza, a la piedad, a la ignorancia o al pueblo), de
referencia insuficiente (generalización amplia o de accidente, generalización precipitada o de
accidente inverso, petición de principio o de circularidad y, bifurcación), de conclusión
irrelevante y de causa falsa. Las principales de ambigüedad son el equívoco, la anfibología y
la del énfasis o acento.75
Otras clasificaciones derivan de las características de la teoría de la argumentación de la que se
parte; tal es el caso de la clasificación de Toul- min, que elabora su distinción fundándose en
el uso impropio de los ele- mentos que integran todo argumento. Toulmin, así distingue las
siguientes especies de falacias: falacias debidas a falta de razones; falacias de razones
irrelevantes; falacias producidas por razones defectuosas; falacias propicia- das por
suposiciones no garantizadas, y falacias que resultan de ambigüe- dades.76 Las falacias por falta
de razones consisten en no dar una razón diferente a la pretensión original; el ejemplo clásico
de esta falacia es la pe- tición de principio. Las falacias debidas a razones irrelevantes tienen
lugar cuando la prueba que se presenta a favor de la pretensión no tiene vínculo directo con
ella; verbigracia, las falacias de evadir el problema, apelar a la autoridad, argumentar contra la
persona, argumentar ad ignarantiam, apelar al pueblo, a la compasión o a la fuerza, aunque no
toda apelación al pueblo o a la autoridad constituya una falacia. Las falacias debidas a razones
defec- tuosas ocurren cuando las razones ofrecidas a favor de la pretensión son del tipo correcto
para apoyar o justificar la pretensión, pero son inadecuadas para satisfacerla plenamente; entre
ellas encontramos las generalizaciones apresuradas y las falacias del accidente (mantener como
excepción a la regla una que no lo es). En las falacias debidas a suposiciones no garantizadas
se parte de una garantía (regla o principio jurídico) que no es aceptada como tal por los
operadores jurídicos o por la comunidad jurídica; por ejemplo, la falacia de la cuestión
compleja; la falacia de la falsa causa; de la falsa analo- gía, o la de envenenar los pozos (falacia
que impide argumentar contra una pretensión para reforzar una pretensión anterior). Por último,
las falacias que resultan de ambigüedades son consecuencia del empleo de una palabra o frase
que se usa equivocadamente, debido a una falta gramatical, como la falacia de anfibología, a
una colocación errónea de énfasis como en la falacia del acento, a afirmar como válido el
conjunto cuando el argumento sólo es válido para uno de sus elementos —falacia de la
composición—, a sostener como válido un elemento cuando el argumento es sólo válido para
el conjunto —falacia de la división—, o a confundir las similitudes morfoló- gicas de las
palabras como similitudes de significado —falacia de las figuras de dicción—.
Stuart Mill distingue entre falacias a priori, que son argumentos que por sí mismos
promueven errores; falacias de observación, que son argumentos basados sólo en una
contemplación —falacias de no observación, de ejem- plo o circunstancias, y falacias de mala
observación—; falacias de generali- zación, que son intentos de reducir fenómenos distintos a
una misma clase; falacias de confusión, que consisten en confundir leyes empíricas con leyes
causales, y falacias de raciocinio, que tienen lugar en el pensamiento silogís- tico de la lógica
formal.77
Anthony Weston explica que además de las falacias de atinencia y de ambigüedad, hay dos
grandes tipos de falacias, que son: la falacia de la ge- neralización a partir de una información
incompleta, y la falacia del olvido de alternativas. El primer tipo de falacia implica argumentar
sin contar con todos los elementos necesarios para justificar un argumento, una preten- sión,
premisa o conclusión; por ejemplo: señalar que porque hay diez mexi- canos vehementes todos
los mexicanos deben ser necesariamente vehemen- tes. La falacia del olvido de alternativas
significa atender a una o a algunas explicaciones, causas, hipótesis, tesis o teorías, sin utilizar
en la construcción de nuestro razonamiento la integralidad de explicaciones, causas, hipótesis,
tesis o teorías. El ejemplo que emplea Weston es el siguiente: “Una buena manera de evitar el
divorcio es hacer el amor con frecuencia, porque las es- tadísticas muestran que los esposos
que hacen el amor frecuentemente rara vez piden el divorcio”. La explicación anterior es
insuficiente o inatinente, porque las causas para el mantenimiento del matrimonio o para la
verifica- ción de los divorcios son múltiples, y obedecen a distintas razones, que ten- drían que
exponerse y justificarse cada una de ellas, sin conformarnos con una sola explicación; por
ejemplo: señalando estadísticamente las causas más recurrentes del divorcio y abundando sobre
cada una de ellas, además de asumir que podría haber otras causas o motivos.78
Luis Vega distingue entre sofismas que entrañan el uso a sabiendas de malos argumentos,
y los paralogismos, que son errores argumentativos co- metidos sin malicia alguna. Para Vega,
las falacias tienen que ver más con los sofismas que con los paralogismos. Este autor diferencia
entre falacias lógicas, dialécticas y retóricas. Las falacias lógicas se producen porque las
premisas no están adecuadamente acreditadas e impiden la realización de una inferencia válida,
o porque las premisas no se relacionan de manera pertinente con la conclusión. Las falacias
dialécticas se producen por viola- ción a las reglas de la discusión racional —por ejemplo, la
falacia del error causal o la falacia de la falta de competencia— para obtener una ventaja ilícita
sobre el contrario, de suerte que se pierde el equilibrio entre las par- tes. Y las falacias retóricas
son estrategias deliberadas para lograr engañar al contrario y al auditorio con propósitos
suasorios o disuasorios.79
Calonaje las clasifica en falacias de dominio, falacias de datos insuficien- tes; falacias de
ambigüedad o equívoco; falacias de referencia, y falacias de pertinencia. Las falacias de
dominio buscan influir en la opinión del con- trario a través de la fuerza o la autoridad
(argumento de fuerza, apelación a la autoridad, preguntas complejas, y preguntas
conductoras). Las falacias de datos insuficientes consisten en argumentar con información,
pruebas o razonamientos insuficientes (falacia de la generalización inadecuada; falacia de falta
de pruebas; falacia de la falsa causa; falso dilema; falacia genética; falacia naturalista, y
razones irrelevantes). Las falacias de la ambigüedad o equívoco pretenden confundir
empleando errores semánticos, sintácticos o fonéticos (petición de principio, arenque rojo, el
hombre de paja, cuesta resbaladiza, palabra comadreja, composición, y división). Las
falacias de referencia pretenden fundar sus argumentos recurriendo a una instancia superior
(apelar a la autoridad; apelar a la novedad; apelar a un dicho; ape- lar a muchos, y apelar a
los pocos). Finalmente, las falacias de pertinencia pretenden argumentar por medio de
elementos que pretenden vincular los razonamientos con elementos ajenos a las razones
adecuadas (falacia ad ho- minem; falacia ad populum; falacia ad ignorantiam, y la falacia del tú
también).80 Las anteriores clasificaciones tienen sólo propósitos pedagógicos, pues como dice
Atienza, la noción de falacia es contextual, y no sólo lógica —debe entenderse y percibirse en
el contexto de cada razonamiento— y su análisis exige un tratamiento que tenga en cuenta
todas las vertientes de la argumen- tación.81 Lo escrito significa que para evaluar o determinar
cuándo estamos en presencia de una falacia debemos analizar el argumento en relación con
su uso concreto y a partir del estudio de la estrategia argumentativa específi- ca. No es
sencillo apriorísticamente identificar falacias, sino que requerimos del contexto y del caso
concreto para saber si estamos en presencia de una auténtica falacia. En ocasiones existen
argumentos que a simple vista pue- den parecer argumentos falaces, pero al
contextualizarlos encontramos que tienen visos de validez, y que por lo mismo no pueden ser
descartados sin la correspondiente justificación. No obstante lo dicho, existen argumentos co-
munes y repetidos que suelen ser falaces, y que expondremos a continuación.
2. Los principales tipos de falacias
Las falacias materiales son casos en que la construcción del razonamien- to es incorrecto
porque se parte de una o varias premisas que son falsas, ambiguas o equívocas, inválidas,
insuficientemente acreditadas, irrelevantes o impertinentes. Estas falacias pueden basarse en
términos o enunciados ambiguos o equívocos, en falsas analogías, en opiniones no
suficientemente acreditadas, en argumentos irrelevantes para probar la conclusión, en plan-
teamientos abstractos que no se relacionan con la conclusión, en concepcio- nes esencialistas
del lenguaje, en considerar las excepciones como reglas, o viceversa, y en confundir las
máximas de la experiencia con leyes científicas, entre otras. Las falacias pragmáticas, que son
de dos tipos, retóricas y dialécticas, implican violaciones a las reglas del discurso. En las falacias
retóricas se ma- nipula el argumento haciendo uso inadecuado del argumento de autoridad o
buscando sólo un consenso fáctico, pero no el racional; es decir, apelando solamente a
emociones que no se apoyan en razones, o utilizando estrate- gias oportunistas o emotivas para
engañar al auditorio. Por su parte, en las falacias dialécticas se evade la cuestión planteada en
el debate, no se contes- ta, se elude argumentar contra el contraargumento o la refutación. Se
busca en estas últimas distraer al auditorio empleando, por ejemplo, argumentos ad populum o
ad hominem.
a. Falacia ad ignorantiam
b. Falacia ad verecundiam
Una falacia muy común es la de la pregunta compleja, la que consis- te en formular una
pregunta de tal forma que se presupone la verdad de alguna conclusión implícita en esa
pregunta; es probable que la pregunta misma sea retórica y no busque genuinamente una
respuesta. Sin embargo, al plantear con seriedad la pregunta, muchas veces se logra de modo
falaz el propósito de quien interroga. Ejemplo de estas falacias son el cuestio- namiento del
director de una compañía privada que pregunta por qué la empresa privada es más eficiente que
el sector público o, cuando hacemos a una persona la siguiente pregunta “¿Es usted aún tan
egocéntrico como solía ser?”.
Tal como dice Weston, el propósito de la falacia de la pregunta compleja es exponer una
cuestión de tal manera que una persona no pueda acordar o discrepar con la pregunta sin
obligarse con alguna otra afirmación que el fa- laz quiere promocionar.86 Concha Calonaje nos
dice que la falacia de la pre- gunta compleja consiste en hacer preguntas agresivas a la otra
parte para tenderle una trampa y conseguir que admita afirmaciones que pueden ser usadas en
su contra; por ejemplo: en la película Philadelphia, el abogado de la acusación le pregunta al
protagonista: “¿Es usted homosexual? Responda a la pregunta. ¿Es usted homo?, ¿es usted
marica? Ya sabe, maricón,... in- vertido, mariquita,...? ¿Es usted gay?”.87
Una manera de advertir si estamos en presencia de la falacia de la pre- gunta compleja
entraña analizar la forma de la pregunta. Cuando las pregun- tas sirven para presionar o conducir
la respuesta, se considera que la manera de argumentar es de carácter falaz. También podemos
encontrar la falacia de la pregunta compleja cuando la pregunta se acompaña de un tajante diga
“sí” o “no”. Copi y Cohen indican que es más común que esta falacia tome la forma más
truculenta en la cual un solo hablante, o escritor, plantea deli- beradamente la pregunta
compleja, la responde él mismo y luego extrae la inferencia falaz, o, en forma aun menos
explícita, la pregunta compleja pue- de plantearse y se puede extraer la inferencia falaz sin que
siquiera se haya enunciado la respuesta a la pregunta, sino tan sólo sugerido o presupuesto.88
La falacia del falso dilema consiste en reducir las opciones que se ana- lizan sólo a dos,
drásticamente opuestas, contradictorias e injustas, a fin de inducir a un escenario a modo. Por
ejemplo, “Estados Unidos: ámalo o déjalo”.89 Esta falacia es grave e incorrecta, porque no toma
en cuenta las diversas alternativas.
Como parte de lo anterior, es muy importante que entendamos las im- plicaciones de los
dilemas. El dilema, dice Tron,
Una falacia común es la que se denomina “suprimir la prueba”. En ella se presenta sólo
una parte de un conjunto de datos que apoyan la afirma- ción o premisa, ocultando las partes
que la contradicen. Dice Tron Petit que este proceder lo podemos advertir en los planteamientos
jurisdiccionales parciales, sesgados y tendenciosos.93
Esta es una de las falacias más estudiadas en la filosofía y en la lógica analítica —al menos
desde David Hume—. Consiste en pasar de lo fáctico a lo axiológico, o viceversa, para
confundir. Por ejemplo, emplear la ex- presión “bueno”, que referencia a una característica
axiológica y definirlo como una característica o propiedad natural de una cosa. En la falacia
naturalista se transita de expresiones descriptivas naturales a expresiones prescriptivas, o
viceversa, y, sin realizar ninguna advertencia a este respec- to.94 Esto es, no se puede
legítimamente pasar del “ser” al “deber ser”, y nunca un conjunto de premisas descriptivas
puede implicar una conclusión prescriptiva o normativa.
La falacia de la falsa analogía entraña atribuir una propiedad a un ob- jeto sólo por el hecho
de que se asemeja a otro que posee dicha propiedad
a. Falacia del accidente
La falacia del accidente consiste aplicar una generalización a casos in- dividuales de
manera impropia. Una generalización amplia ocurre cuando una regla general es aplicada a una
situación particular, pero las caracterís- ticas de esa situación particular hacen que la regla no
sea aplicable al caso. Es un error que se comete cuando se va de lo general a lo específico.
Ejem- plo: “A todos los estudiantes los felicitan cuando concluyen sus estudios, seguramente
ese será mi caso”.
En la falacia del accidente se asume que casi toda buena regla tiene ex- cepciones. Por lo
que argumentar universalmente en todos los casos puede suponer una falacia si sostenemos que
el criterio universal posee una fuerza tal que debe ser aplicado necesariamente en todos los
casos particulares.98 La falacia del accidente es un obstáculo muy serio para todos aquellos que
• Abogado o Abogada: Profesional que posee un título de Abogado otorgado por una
universidad. Entiéndase que las menciones que el Código efectúa a los profesionales
del Derecho no pretenden establecer discriminación alguna entre hombres y mujeres,
los cuales ejercen la profesión del Derecho en igualdad de oportunidades.