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¿Cómo testificarle a los musulmanes?

REZA F. SAFA
En estos tiempos donde la atención del mundo parece estar dirigida a los seguidores
del Islam, muchos cristianos desean saber cómo darles testimonio de las buenas
nuevas de Jesús. Un exmusulmán comparte sus impresiones, pues hay que estar
preparados para la gran cosecha.

Safa-Islam Muchas veces me preguntan los cristianos: "¿Cómo le puedo testificar a un


musulmán?". Ha habido una sensación de frustración y derrota, entre muchos de los que
han hecho un esfuerzo por testificarles a los musulmanes. Aunque es posible que
descubramos que los islamitas son personas muy amistosas, ha sido difícil comunicarles el
Evangelio. Con frecuencia, los cristianos terminan cayendo en una agotadora e
interminable discusión con sus amigos musulmanes. Esto lleva a muchos a creer que los
islamitas son difíciles de convertir.
Para un musulmán no hay experiencia mayor que probar el amor ágape de Dios. El
conocimiento de Dios como un Padre amoroso que se interesa por él, es un concepto
extraño para los que practican el Islam. Ellos nunca han sentido ni experimentado el amor
de Dios de una forma personal, lo ven como una divinidad imponente y todopoderosa a la
que los hombres no se pueden acercar. Le temen a Él y a Su ira. Por eso tienen un respeto
tan inmenso por sus profetas, sólo por medio de ellos se pueden acercar a Dios.

Las necesidades del ser humano


Debemos comprender que el corazón del ser humano es el mismo en toda la tierra.
Musulmanes, hindúes, mormones, ateos o humanistas; negros o blancos; árabes o judíos,
todos poseen la misma naturaleza y la misma dureza de corazón. Ciertamente, la respuesta
de las personas al Evangelio varía de una cultura a otra. Sin embargo, las necesidades de
todos los seres humanos son las mismas en todo el mundo: necesitan que los amen, los
acepten, los perdonen y los liberen de las ataduras que los mantienen cautivos.

La viña que se cuida y atiende adecuadamente, da el mismo fruto en California que en las
colinas de Palestina. Tal vez a una de las plantas le tome más tiempo producirlo que a la
otra, debido a las circunstancias del clima, pero ambas deben llegar a dar fruto. Por
supuesto, le es más fácil responder al Evangelio a una persona de los EE.UU, que a un
árabe de Arabia Saudita. En los EE.UU., la gente ha oído muchas veces el Evangelio, y la
cultura está fundamentada en valores cristianos. Le toma más tiempo a un musulmán llegar
a ser receptivo ante el Evangelio que nunca antes ha oído. Toda su vida le han estado
diciendo mentiras contra la Biblia y el cristianismo. Lo han adoctrinado con las leyes y las
normas de una religión falsa.
El apóstol Pablo dice que el Evangelio es "poder de Dios para salvación", tanto para los
judíos como para los gentiles (Ro. 1:16). Dios posee una respuesta para cada una de las
necesidades que tienen todas las personas. Algunos necesitan sanidad; todos necesitamos
amor y perdón, y hay quienes necesitan aceptación. Dios satisface todas las necesidades por
medio de su Palabra. La clave de la salvación del hombre está en Él: "Así que la fe es por el
oír, y el oír, por la palabra de Dios", (Ro. 10:17).

La clave del Evangelio se halla en la persona que nos lo presenta. Dios ha hecho todo lo
que era necesario hacer para la redención del hombre. La pregunta es por qué hay tantos
que aún no son salvos. Sencillamente, porque no saben, y no han oído. En otras palabras:
"¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les
predique?", (Ro. 10:14).

Necesitan oír el Evangelio


Dios nos ha dado la inmensa responsabilidad y privilegio de llevarles las buenas nuevas a
los perdidos. Los debemos tomar de la mano para mostrarles la salvación de nuestro Dios y
abrirles los ojos para sacarlos de su prisión (Is. 42:7). Debemos hablar la palabra de fe con
autoridad y proclamar su libertad. Él nos ha preparado para esta tarea. "Nos hizo ministros
competentes de un nuevo pacto", (2 Co.3:6). Nos ha dado la capacidad necesaria para
ministrar esta vida nueva. Nos ha preparado para la más difícil de las tareas. No hay caso
imposible, ni circunstancia demasiado dura. "¿Hay para Dios alguna cosa difícil?", (Gn.
18:14).
Alcanzar a los musulmanes y ganarlos para Cristo es fácil. Sólo necesitamos escuchar al
Espíritu Santo, y averiguar las formas en que toca el corazón de cada persona.
La obra del Espíritu Santo de Dios es la parte más vital e importante del evangelismo a los
musulmanes, o de cualquier otro tipo. No reconocer su función y participación equivale a
trabajar en vano. Es tan importante, que Jesús dijo que no debemos salir de nuestra ciudad,
del lugar donde vivimos, antes de haber recibido su promesa, que es la Persona del Espíritu
Santo (He. 1:4-8). Sin el Espíritu de Dios, no tenemos poder para ser testigos de Cristo.

Cuando Jesús les dijo a sus discípulos que no salieran de la ciudad a menos que tuvieran ya
el poder del Espíritu Santo, conocía la obstinación de la gente, la dureza del corazón
humano y el núcleo de pecado que envuelve a la naturaleza humana. Por eso necesitamos el
poder, la fuerza, la capacidad para ser fieles a Dios, y Su unción para mostrarle a la
humanidad que necesita un Salvador. Jesús les dijo a sus discípulos: "Y yo rogaré al Padre,
y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre", (Jn. 14:16). La palabra
consolador traduce la palabra griega parákletos. Ésta también significa "consejero,
ayudante, abogado". El Espíritu Santo tiene diversas funciones en nuestra vida, tal como las
tuvo Jesús en la vida de sus discípulos.
Él lo va a ungir para testificarle a los musulmanes. Le dará sabiduría sobre la forma de
testificarles. Le dará las palabras adecuadas en el momento correcto. Dará testimonio de la
Palabra de Dios con señales y prodigios. Les abrirá los ojos de la comprensión para que
puedan ver la gloria y la autoridad de Jesús. Los convencerá de sus pecados (Jn. 16:8). El
Espíritu Santo es el que puede llevar convicción al pecador; no somos nosotros.

Hoy en día son muchas las personas que se hacen miembros de las iglesias y se vuelven
cristianos muy activos, pero ni han nacido de nuevo, ni han sentido convicción por sus
pecados. Tienen el corazón lleno de odio, amargura y falta de perdón. Conocen cosas
acerca de Jesús, pero no lo conocen a Él. No han sentido necesidad de un Salvador. He
visto muchos musulmanes convertidos que han cambiado de religión, pero no de corazón.
La conversión es obra y esfuerzo del hombre, mientras que la convicción es obra del
Espíritu Santo. Sin la obra del Espíritu de Dios, todo lo que tendremos es un montón de
convertidos. La conversión es obra de la religión, mientras que la convicción es obra de
Dios.

Recuerdo cuando mi padre se solía emborrachar con sus amigos. Muchas veces estaba tan
borracho que perdía el control y comenzaba a maldecir y a pelear con mi madre. Pero llegó
el tiempo en que se arrepintió de su estilo de vida mundano y se convirtió en un devoto
musulmán. Hasta su aspecto externo cambió, se dejó la barba, oraba con frecuencia y leía el
Corán. Había hecho amistad con unos musulmanes muy fanáticos, y con frecuencia asistía
a sus reuniones, a las que me llevaba en ocasiones. Había cambiado inmensamente, pero
sólo en el exterior. La ira, el mal genio y el odio seguían bien vivos en él. Se había
convertido, pero no había sentido convicción. El Islam no tiene poder para llevarles
convicción a los pecadores, como tampoco lo tiene ninguna otra religión. La convicción es
imposible sin el Espíritu Santo.

Necesitamos depender por completo del Espíritu de Dios en cuanto a alcanzar a los
musulmanes. Prefiero testificar dos minutos con la presencia y el poder del Espíritu Santo,
que dos años sin Él. Por eso les ordenó Jesús a los discípulos que no se fueran de Jerusalén
mientras el Espíritu Santo no hubiera descendido sobre ellos (He. 1:8). Creo que muchos
nos hemos ido, sin llevar con nosotros al Espíritu Santo ni a su poder. Cuando se trata del
evangelismo entre los musulmanes, los métodos de la Iglesia son poco eficaces. Las
técnicas carecen de poder. Sólo Dios, y el poder de Su Espíritu, puede realizar esta obra.

¿Entienden?
"No saben ni entienden; porque cerrados están sus ojos para no ver, y su corazón para no
entender", (Is. 44:18).
En el evangelismo a los musulmanes notará que esta descripción es muy precisa. Puesto
que las enseñanzas del Islam y las tradiciones de Mahoma son tan contrarias a las
enseñanzas de la Biblia, la forma en que los musulmanes piensan y razonan es muy distinta
a la forma en que lo hacen los cristianos. La forma en que los cristianos del occidente ven
la política, la economía, la amistad y muchos otros aspectos de la vida, difiere grandemente
de los conceptos que tienen los musulmanes. Esto se debe a que nuestra religión le da
forma a nuestro pensamiento. Así es como nuestro entendimiento es distinto al de las
personas procedentes de otras religiones.

La Biblia dice: "Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra, conforme a lo
que podían oír", (Mr. 4:33). Jesús conocía las limitaciones de la gente en cuanto a
comprensión, aunque la mayoría de sus oyentes eran personas versadas en las enseñanzas
del Antiguo Testamento. Con todo, les habló en parábolas para que se pudieran identificar
con el Reino de Dios y comprenderlo. Aquí es donde hace falta la sabiduría, porque es la
aplicación del conocimiento. Sin ella, no les podremos transferir el conocimiento de nuestro
Salvador a aquellos por los cuales Él dio gratuitamente su vida. Si las personas no
comprenden las palabras que les predicamos, entonces esas palabras no echan raíces en
ellas (vea Mt. 13:19).

¿Ha oído alguna vez a un predicador hablar con un lenguaje tan complicado, que usted no
podía comprender lo que estaba diciendo? ¿Se sintió edificado? Yo he oído a este tipo de
predicadores, y le digo que lo mismo habría dado que hablaran en chino, porque no pude
comprender su mensaje, era demasiado inteligente para mí. En lo natural, a distintas
personas les comunicamos la misma información de maneras diferentes. La forma en que
usted le habla a su hijo es distinta a la forma en que le habla a su cónyuge. Tal vez les dé la
misma información, pero no de la misma forma, porque se hallan en niveles distintos de
comprensión. Así como hemos recibido capacidad para ayudar a la gente a comprender las
cosas naturales, Dios también nos ha capacitado para hacer que la gente comprenda cosas
espirituales. Jesús llamó a la multitud y les dijo: "Oíd, y entended", (Mt. 15:10). La Biblia
dice también que "les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras", (Lc.
24:45). La mente de la gente está cubierta con un velo que no le permite entender. Es un
velo de incredulidad causado por Satanás y las fuerzas demoníacas (vea 2 Co. 4:3-4).
Tal vez usted se pregunte cómo podemos abrir sus ojos al entendimiento. Por medio de la
oración y de la predicación de la Palabra. La Biblia dice: "La exposición de tus palabras
alumbra; hace entender a los simples", (Sl. 119:130).

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