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BATALLON DE INFANTERIA DE GUARDIAS


NACIONALES DE SANTAFE

Granaderos: capitán, don José Ayala; teniente, don Manuel París;


subteniente, don Fermín Rodríguez; subteniente, don Cristóbal Andrade.
Primera: capitán, don Francisco de Paula Morales; teniente, don
Carlos Salgar; subteniente, don Joaquín Ortega y Santamaría; subte-
niente, don Lino Ramírez.
Segunda: capitán, don José María Olano; teniente, don Antonio
Ricaurte; subteniente, don Pedro Rocha; subteniente, don Miguel Malo.
Tercera: capitán, don Domingo Montenegro; teniente, don José
Nicolás Moreno; subteniente, don Mariano París; subteniente, don
Pedro Acevedo.
Cuarta: capitán, don José Ortega; teniente, don Agustín Velasco;
subteniente, don Mariano Alvarez Lozano; subteniente, don Juan
Pardo.
Plana mayor: comandante, don Antonio Baraya, con grado de coro-
nel; sargento mayor, don Joaquín Ricaurte y Torrijos; ayudante mayor,
don Pedro María Moledo, de la clase de teniente; ayudante segundo, don
Manuel Ricaurte y Lozano, de la clase de teniente; abanderado, don
Francisco de Paula Santander; capellán cirujano, el doctor don José
Joaquín García; armero, Ignacio Muñoz.

Notas: Consta este batallón de cinco compañías, cada una de 80


plazas, inclusas las clases de sargentos, cabos, tambores y pífanos. Total
de fuerza, 400 hombres.

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Uniforme: Casaca azul corta, forro, solapa vuelta y cuello carmesí con
guarnición de galón éste, y las armas de la ciudad en él y la solapa ojalada;
la vuelta, igualmente guarnecida; chupa y pantalón blanco; botín negro,
gorra negra, cubierta la copa con piel de oso y adornada con cordón y
borlas del color de las vueltas; un escudo de plata con el nombre del
batallón y pluma encarnada.

FUENTE EDITORIAL:
Diario polftico de Santa Fe de Bogotá, NI! 22, 1810 (6/11).

OTRAS EDICIONES:
Otero y Cuervo, t. 1, p. 7-8, NI! 4, de Diario polftico de Santa Fe de Bogotá.
Archivo Santander, 1913, p. 117, de Boletln de Historia y Antigüedades, p. 603, NI! 11.
Gaceta Histórica, p. 92, de Diario polftico de Santa Fe de Bogotá, op. cit.
Boletln de Historia y Antigüedades, p. 603, NI! 11.

PROCLAMA DE MANUEL DEL CASTILLO Y RADA

Honda, 1Q de abril de 1811

Don Manuel del Castillo y Rada, capitán del regimiento de infantería


auxiliar, comandante de las armas de esta provincia, y en ella corregidor
intendente en comisión por el rey nuestro sefior, etcétera. A los pue-
blos de Honda, Mariquita y demás de este distrito.

Habitantes de la provincia de Mariquita:


Un fatal destino os ha hecho sufrir ocho meses más de tiranía que el
resto de vuestros hermanos de la Nueva Granada. El 20 de julio rayó para
ellos la aurora de su libertad, y para vosotros no amaneció hasta el 29 de
marzo siguiente. Conducidos en la primera época por el impulso con que
la naturaleza arrastra en pos de su bien a todos los seres, vosotros no sólo
abrazasteis el partido que tomó la capital del reino con su heroica
resolución de romper las pesadas cadenas que la oprimían, y proclamar

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los sacrosantos derechos del hombre, sino que conociendo la insuficien-
cia de vuestra aptitud para sostener el rango de un Estado independiente,
¡OS pusisteis bajo su poderosa protección, os sometisteis al sabio gobier-

no que estableció, lo reconocisteis y proclamasteis llenos de júbilo y


aclamaciones! ¡Felices vosotros si hubieseis sido constantes en vuestra
resolución! Pero el genio enemigo de nuestro bien, el que no desprecia
medio que pueda arrastrarnos al estado lamentable de nuestra antigua
esclavitud, suscitó entre vosotros diferentes facciones que han trabajado
incesantemente con tan detestable objeto. Estos hombres, enemigos de
Dios, y del don más apreciable que nos ha concedido a los americanos
como al resto de nuestros semejantes, eternos perseguidores de la libertad
que para siempre hemos reconquistado, os alucinaron haciéndoos creer
que podíais sostener la dignidad de provincia independiente y os hicieron
cometer la perfidia de sustraeros de la obediencia que espontáneamente
habíais prestado al gobierno de Santafé, para que rotos los lazos que os
unían con él y hacían invencibles, pudieseis ser víctimas de su despotis-
mo. Lograron su intento. ¿Y cuántas han sido las consecuencias? Voso-
tros las sabéis que habéis sufrido las vejaciones, tropelías y males que no
ignoráis, y que habéis estado al borde del mayor de los precipicios en que
iba a estrellarse vuestra libertad, y a encorvarse vuestros cuellos bajo el
enorme peso de la tiranía, que de nuevo os querían hacer recibir, con el
indebido reconocimiento de los ilegales gobiernos formados sucesiva-
mente en la desolada España, a que os querían comprometer. En esta
espantosa crisis os hallábais, cuando llegaron vuestros clamores y la
noticia de vuestro peligroso estado al solio del soberano gobierno, mi
comitente. Conmovida su piadosa generosidad, resolvió, olvidando
vuestra ingratitud, dispensaros su alta protección. Mandó disponer una
respetable expedición militar, me dispensó el honor de ponerme a su
frente, me confió una comisión política de la mayor importancia, y me
previno que a toda costa volase a salvaros, a extirpar vuestros tiranos y
organizar vuestro gobierno. Con esta noticia se estremecen vuestros
tiranos, tiemblan al saber que me aproximo, pretenden resistir mi entra-
da, trabajan por difundir la opinión de que mis tropas venían a profanar
vuestros hogares, a saquearlos, y... ya sabéis cuántos arbitrios han medi-
tado para desacreditar mi misión.
Pero vosotros, que no ignoráis la liberalidad de mi gobierno; que
estáis persuadidos de que los americanos somos incapaces de representar

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las desoladoras escenas que para siempre harán detestable la memoria de
los caudillos de la jornada de Ambalema, todo lo despreciasteis, y
abristeis los brazos para estrechar en ellos a los que al título de hermanos
vuestros añadimos hoy el de libertadores. De nada serviría todo lo hecho,
y mi comisión sería bien insignificante si sólo se contrajese a cubriros con
la égida de la fuerza armada que vengo a mi mando, para evitar nuevos
atropellamientos de particulares, desentendiéndose de obrar la felicidad
de los pueblos, organizar su gobierno, y fijar su sistema. Santafé, que
respeta los sagrados derechos aun de los más infelices lugares, quería que
se diese este paso convocando una representación de todos los partidos
que componen la provincia, para resolver el problema de si le sería más
conveniente continuar gobernándose por sí sola o si, convencidos ya de
lo impracticable de este proyecto tan calamitoso, convenían en volver a
su primera y más acertada resolución de sujetarse al gobierno de la
capital en el cual serían representados según sus respectivas poblaciones,
no menos que en el congreso general del reino; pero los departamentos de
La Mesa, Tocaima, Espinal, La Palma, Ambalema e Ibagué se anticipa-
ron a expresar su resolución de someterse al gobierno de Santafé, envian-
do los cuatro primeros sus representantes al colegio electoral para sufra-
gar por los individuos que debían renovarlo, según acaba de hacerse, y
dictarles la constitución ya sancionada, y que sirve de base al Estado, y
los últimos han protestado que primero se verán reducidos a cenizas, que
gobernados por Honda y Mariquita. Está, pues, causada la pluralidad, y
por la voluntad del pueblo libre de esta provincia, ella unida a la de
Santafé, formando un solo Estado en la Nueva Granada, gozando ambas
de iguales derechos en la formación de su común gobierno, y respectiva
separada representación en el congreso nacional que pronto veremos
formado legalmente para la tranquilidad del reino.
Sólo resta para vuestra prosperidad que procedamos a renovar con
legalidad por el voto libre del pueblo los cuerpos municipales de esta
villa, y ciudad de Mariquita, para que teniendo estas legítimas represen-
taciones podamos reunir las cortes parciales de la provincia, y elegir
debidamente su diputado para el congreso o ratificar la anterior elección,
obra de vuestro primer interés, ya que inmediatamente voy a dedicarme
con el carácter de corregidor intendente de que estoy investido por
merced del gobierno soberano del Estado. Para ello se hace preciso
proceder ante todas las cosas a su formal reconocimiento con exclusión

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de cualquier otra soberanía que no sea la que por un acto de generosa
espontaneidad tenemos reconocida en el señor don Fernando VII, para
cuando llegue el suspirado día de verle libre de su actual cautiverio, y
entre tanto en el soberano gobierno de Santafé su legítimo depositario, sin
la menor dependencia del ilegal consejo de regencia de Cádiz, ni menos de
las nominadas cortes generales de la nación formadas en la isla de León,
acto que deberá verificarse en el día por el ilustre cabildo y demás cuerpos
y empleados civiles y militares, y que el infrascrito cuidará de hacer
ejecutar solemnemente a los enemigos y sospechosos en nuestro actual
sistema. Entre tanto ordeno y mando bajo las más severas penas a todos
los habitantes de la provincia, cualquiera que sea su estado, clase o
condición, respeten nuestro sistema, se abstengan de atentar, ni hablar
contra él, entendidos los descontentos de que tienen libertad de ocurrir al
corregidor que les franqueará pasaporte y auxilios para que puedan
mudar su domicilio siempre que examinada su conducta resulte que no
son responsables a la indemnización de los daños causados por los
facciosos autores de las últimas convulsiones de esta villa y de la de
Ambalema; y prohíbo que se falte al respeto que recíprocamente nos
debemos los hombres, aun cuando nuestras opiniones sean contrarias, ni
aun en el caso de juzgar a algún individuo enemigo del actual gobierno,
que cuidará de celar de su decoro y conservación, de administrar justicia,
reparar agravios, y sobre todo de velar sobre la seguridad pública e
individual. Por último, declaro disuelta la junta ilegal que con el nombre
de suprema provincia ha gobernado en Mariquita y Honda y por únicas
legítimas autoridades las del infrascrito corregidor intendente, sus seño-
rías alcaldes ordinarios, prohibiendo se falte al respeto, ni menos se
insulte a los que componían la disuelta junta, en inteligencia de que se
oirán las quejas de todos los que se crean agraviados y se les hará justicia.
Debiendo quedar entendidos todos los ministros a cuyo cargo ha estado
la administración pública, de que no deben cumplir libramiento ni orden
alguna que se les comunique por otro conducto, que el de la intendencia,
pena de responsabilidad.

Manuel del Castillo y Rada,


Corregidor intendente comandante de armas.
FRANCISCO SANTANDER y OMAÑA,
Secretario

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Don Francisco de Paula Santander. subteniente del batallón de infan-
tería de guardias nacionales de Santafé y secretario de la comisión a cargo
del capitán de ejército.

Tunja, 2 de abril de 1812

Mi querido Mariano I y compañero:


Por de contado que tú no te habrás vuelto a acordar de mí después de
nuestra salida, pero yo sí lo he hecho de todos ustedes por no correspon-
der en la misma moneda. Ya estamos aburridos de ver a Tunja cada
momento, deseamos se continúen las marchas, que acaso tardarán más
de lo preciso por culpa de este gobierno y de los achaques de que está
acometido mi brigadier. No hemos tenido novedad alguna y yo deseo que
por allá tampoco la haya habido. Saluda a los amigos y pensados
compañeros Olano, Ricaurte, Roche, Parises y Pardo. Entrega a Bayón o
a Juan Antonio Uribe la que te acompaño, que me importa, y no omitas
ocasión de escribir a éste, tu compañero y amigo verdadero que te piensa,

FRANCISCO DE PAULA SANTANDER

FUENTE EDITORIAL:
Cortázar, 1953, t. 1, p. 1, NI! 1, de Archivo del presbftero Mario Germán Romero.

NOTA
1. Mariano Paris (Cortázar, op. cit.)

CERTIFICACION

Villa de Honda, 4 de abril de 1811

Comandante de armas, corregidor intendente de la provincia de


Mariquita don Manuel del Castillo y Rada.
Certifico: Que el día de la fecha como a las 12 de él, se publicó el
bando que antecede a son de cajas, a estilo militar y a usanza de guerra,

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quedando fijado en los lugares acostumbrados de donde saco esta copia
que está conforme.
FRANCISCO SANTANDER Y aMAÑA,

Secretario

FUENTE EDITORIAL:
A.rchivo Santander, 1913, t. 1, p. 118-121, de Biblioteca Pineda, serie 2, t. 21

OTRAS EDICIONES:
Otero y Cuervo, p. 9-13, Nll 6, de Biblioteca Pineda, serie 2, t. 21.

CARTA CONTRA NA RIÑO

Tunja, 10 de abril de 1812

Habiendo llegado a manos del presidente de este Estado, don


Antonio Nariño, una copia del siguiente oficio, dirigido por el
gobierno de Tunja al de Caracas, se publica de orden del mismo
presidente Nariño.

Señor secretario del poder ejecutivo de Caracas:

La Nueva Granada creyó que derribando a los opresores había


recobrado sus derechos y su libertad en 1810. Pero una funesta experien-
cia de casi dos años, le ha enseñado que en los presidentes de Santafé
tenía unos tiranos tan terribles como los primeros. Abusando continua-
mente de la artillería y de las armas que acumularon los virreyes en
aquella capital para mantener en esclavitud a las provincias; abusando de
la imprenta, e insultando impunemente a todo lo que no lleva la divisa de
Cundinamarca; han tendido cien lazos a la simplicidad y a la inocencia;
han corrompido la opinión pública; y no han aspirado a otra cosa, sino a
centrarlo todo en Santafé para dominarlo todo, y para devorarlo todo.
Este camino de crímenes, comenzó a trillar el presidente Lozano: éste dio
nacimiento al proyecto mortal de departamentos, en el que tocaba a
Santafé y absorbía la mayor y mejor parte del reino: éste inspiró las ideas

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destructoras de que el congreso arruinaría la provincia que lo abrigase en
su seno; y éste debe a la Nueva Granada, el delito de haberla entorpecido
en todos los desgraciados meses de su presidencia; pero los males que
ocasionó Lozano, no eran sino una imagen débil de los que debía realizar
su sucesor Nariño. Este presidente, más astuto, más activo, y con un
corazón más ambicioso y atrevido, ha desplegado con la más declarada
impudencia toda la malignidad que abrigaba en el silencio de su pecho.
Nariño abrió su carrera política, por la conmoción popular del 18 de
septiembre en que destronó a su predecesor, y que se abrió un camino al
primer puesto de la presidencia, por medio de las supersticiones más
groseras, vertidas en La Bagatela extraordinaria que compuso, y publicó
aquel mismo día. A este paso criminal añadió el de violentar el colegio
revisor electoral de 1812, para que violando la constitución jurada le
eligiesen de presidente en propiedad. Apenas percibió que este cargo le
ponía un freno a su ambición, ya su arbitrariedad innata, conmovió los
ánimos por medio de una facción de malvados, sus aduladores y sus
criaturas, se interrumpió, insultó, casi disolvió el colegio electoral, que le
había creado presidente. Pero todos estos males eran males de provincia,
y no eran trascendentales sino a la desgraciada Cundinamarca.
Así que se vio afianzado en la presidencia, comenzó a extender sus
miradas ambiciosas a las provincias colindantes, y a impedir con todas
sus fuerzas su reunión en congreso. El incorporó, mejor diré, se sorbió a
la fértil provincia de Mariquita: dividió y subyugó al Socorro [valido] de
los pretextos de protección, y de las ilegales agresiones de Vélez y San Gil.
El ha sembrado la división aquí, y en todos sus lugares, adonde ha podido
extender su influjo envenenado. Cartagena casi ha sido víctima de los
escritos malignos de este tirano insolente. La Bagatela, este periódico de
que es autor, ha incendiado, ha hecho vacilar la libertad, y ha degradado
las provincias. Este papel ha reanimado a los tiranos españoles, en la
guarida de Santa Marta. Sin pudor nos ha dicho que estamos educados
bajo de las leyes españolas, leyes de esclavitud y de opresión; que
nuestros usos, hábitos y virtudes, son leyes, usos, hábitos de la monar-
quía de dependencia; y que no podemos ser libres, sino esclavos de los
presidentes de Santafé: él ha escarnecido a Pamplona, al Socorro, a
Tunja, a Casanare, ha ridiculizado nuestras autoridades, y ha adoptado
por máximas fundamentales el dividir para reinar, enviando emisarios
tan corrompidos como él: ha separado de Tunja a Muzo, Chiquinquirá y

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aun el partido de Leiva, uno de los que juraron, y formaron la constitu-
ción: sin saber con qué justicia los ha incorporado a su Cundinamarca, y
sigue sin escuchar los gritos de la razón al sometimiento de cuanto
sucede. ¿Quién había de creer que este atrevido inmoral haya propuesto a
tres millones de hombres libres una monarquía templada para sustituirla
a un congreso federal, liberal, y representativo? Este tirano ha querido
también hacer odiosos en sus Bagatelas infernales, a los hombres más
ilustrados y más libres. Cuando apareció el acta de federación, que todo el
reino ha visto con placer y con júbilo, entonces no dejó resorte por mover
para excitar la desconfianza pública, y acumular un odio sobre los diputa-
dos de las provincias, haciendo sinónimos los nombres federalista y regen-
tista. ¿Qué pretextos no inventó para denegarse a que el representante de
Cundinamarca firmase esta acta, obra también de sus manos? Exagera los
sacrificios que pide la federación, y levanta hasta los cielos el grito del per-
juició que va a ocasionar el congreso a su provincia. Sentía más que todo
deshacerse de unas armas, de una artillería, y de unas tropas que debían
pronto afirmar su despotismo, y extender los límites de su imperio.
Enenero de este año partió para el Socorro el batallón provincial a la
subyugación de aquella provincia, y ya su presidente fue conducido a
Santafé en calidad de preso. El 8 de marzo salió con pretexto de ir a
Salazar de las Palmas y Santa Marta otra expedición militar al mando del
ilustre Baraya; pero las miras reales han sido dar energía a los emisarios
de Nariño; y a los mal contentos, para acelerar y proteger la agregación
de diversos pueblos y partidos de esta provincia de Tunja, y dividir para
reinar. Se me pidió licencia para pasar a su destino; pero abusando de la
generosa hospitalidad, de la escasez que tenemos de armas, se han
acantonado en esta capital desde el 15 de marzo, y ha comenzado a
realizar el plan pérfido, que con escándalo del universo trazó el presiden-
te de Santafé, como lo podrá ver vuestra señoría por los testimonios que
acompaño. Yo veo formarse a expensas de nuestra libertad, a expensas de
nuestra sangre, a pesar de nuestros más vivos deseos, a pesar de la
voluntad general de la Nueva Granada, a pesar del grito de todos los
pueblos de este vasto reino, veo, digo, erigirse un tirano, y un monarca,
ahogando nuestros votos y nuestros deseos. No pueden ser indiferentes
para la libre y afortunada Venezuela nuestros padecimientos: ella no verá
con ojos serenos la hipótesis: tarde o temprano amenazará a la libertad de
sus vecinos. Caracas, como la Nueva Granada, debe hacer todos sus

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esfuerzos para ahogar en la cuna esta hidra venenosa: ella debe mediar, y
aun amenazar al tirano para encerrarlo dentro de los límites de Cundina-
marca. Yo no lo dudo, y en vista del oficio que acaba de pasarle ese
congreso, lo afirmo y digo, que Caracas será nuestra libertadora. ¡Ojalá
que los diputados anunciados a Casan are lleguen pronto a esta capital!
¡Ojalá que intimidado el presidente Nariño retire sus tropas, y restituya
la libertad que ha usurpado a Mariquita, Neiva y Socorro, y la tranquili-
dad que actualmente perturba a Tunja y a Pamplona!
Nariño tiene bajo de su mando a Neiva con 50.000 almas; a Mariquita
con otras tantas; al Socorro con 125.000; ya Cundinamarca con 190.000.
Si subyuga las bellas provincias de Tunja y Pamplona, ésta con 90.000, y
aquélla con 200.000 almas, con más de 25.000 de Casanare,¿quién podrá
resistir este tirano? ¿No deberán temblar Popayán, Antioquia y Cartage-
na? ¿No deberá temblar también Caracas? La provincia de Tunja no es de
las últimas, en extensión, fertilidad, población y demás recursos con
200.000 habitantes repartidos en dos ciudades y cinco villas, y más de
90 pueblos libres y legalmente constituidos, con un terreno susceptible
a cuantos frutos hay en la América, desde trigo hasta cacao, que se
cosechan con abundancia, con numerosas crías de ganados mayores y
menores de la mejor calidad; con uitpoco de industria y ricos minerales;
con unas rentas que ascienden al estado actualmente de decadencia a
$80.000. ¿No podrá centrar su gobierno y federar? ¿No podrá ser libre
como lo podrá ser Cundinamarca? Yo me apresuro a poner en manos
de vuestra señoría esta relación dolorosa de nuestros padecimientos,
tanto más sensibles, cuanto mayores son las proporciones que Dios y
la naturaleza nos han concedido para ser felices; tenga vuestra señoría la
bondad de elevar al conocimiento del supremo congreso de Venezuela,
para que en vista de los males que nos amenazan, tome aquella resolución
enérgica que tanto le ha distinguido en la grande obra de nuestra inde-
pendencia. Dios guarde a vuestra señoría muchos años.
Sala de gobierno de Tunja.
JUAN NEPOMUCENO NIÑO

Es copia.
Tunja, 14 de abril de 1812
Montaña
Es copia.
Sogamoso, 29 de abril de 1812
FRANCISCO DE PAULA SANTANDER

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FUENTE EDITORIAL:
Otero y Cuervo, jueves, 1812 (21/5). p. 14-18, NI! 7, de Gaceta Ministerial de CUlIdi1JQ-
marca. NI! 52.

ACTA DE SOGAMOSO

Sogamoso, 25 de mayo de 1812


En la villa de Sogamoso a veinte y cinco de mayo de 1812.
El señor brigadier don Antonio Baraya, comandante de la segunda
expedición de Cundinamarca hacia el norte, hizo juntar en su casa a
todos los oficiales que la componen, para determinar lo que se debía
hacer con vista del estado en que se hallaba nuestra existencia política por
los procedimientos del gobierno de Santafé en orden a la pronta forma.-
ción del congreso, y la decidida voluntad de las provincias de Tunja,
Socorro, Pamplona, y demás que componen el reino. Dicho señor briga- "",

dier hizo presente: que el presidente de Santafé había entablado negocia- (,)

ción con los diputados comisionados singularmente para ello, por los demás
"';:i:.~ ~
diputados residentes en [bagué. y que de ellos resultaba la adhesión que ya ;¿~ r.::¡
manifestaba dicho señor presidente de formar el congreso bajo las condicio-
nes expresadas en carta particular de uno de los comisionados, que se
hicieron presentes. Que la voz expresa y la voluntad decidida de todas las
provincias era la de formar el supremo congreso, como el único que
podía resistir los ataques de los enemigos exteriores, poner en seguridad a
todo el reino, y garantizarlas de no ser divididas y subyugadas por
Cundinamarca, como ya lo habían comenzado a experimentar. Que para
llevar a cabo la formación de este supremo cuerpo de nación, había
ofrecido el gobierno de Tunja todos los auxilios de hombres, armas,
pertrechos, víveres y caudales, y que el gobierno de Pamplona sólo había
concurrido con dinero para el mismo efecto, por hallarse empeñado en
defender su territorio de la invasión que la amenazaba por los enemigos
de la causa. Que la parte más sana y más notable del estado de Cundina-
marca estaba decidida a contribuir a que se montase el deseado congreso

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general; y últimamente hizo presente el señor brigadier una orden del
secretario de guerra, en que Prevenia se retirase con toda la expedición
hacia la capital, mediante a haber desaparecido los objetos que habian
conducido a dicha expedición.
Todo lo referido hecho presente exigió el señor brigadier que cada
oficial franca y libremente sin temor a incurrir en delito dijese:
1. Si convenia mantenemos bajo la protección del gobierno de Tunja,
hasta que se formase el congreso supremo, o se debia obedecer pron-
tamente la orden del gobierno que hacia retirar la expedición a San-
tafé.
2. Si nos debiamos oponer a realizar cualquier plan que atacase la
libertad e integridad de las provincias, o sólo obedeciamos las posterio-
res órdenes del gobierno de Cundinamarca.
3. Si convenia ofrecernos al congreso o a sus diputados, prometiendo
que no desmayaremos hasta verlo formado, y que sólo sus órdenes
pondriamos en ejecución, o prescindiamos el dar este paso.
Para mejor asegurar el voto común hizo leer el señor brigadier el
oficio de Pamplon,a en que pide una compañia en auxilio para poder
rechazar completamente al enemigo que lo amenazaba; pues esta súplica
puede hacer variar el estado de las cosas, y asegurar más el éxito de la
junta.
Oidas atentamente las razones expuestas por el señor brigadier,
procedió cada uno de los oficiales a dar su voto sobre los tres puntos
propuestos, y sobre el primero, dijeron todos de común acuerdo: que no
se debia obedecer la orden indicada de que se retirase la expedición a
Santafé sino que el señor brigadier, de acuerdo con el gobierno de Tunja y
el de Pamplona, trabajase por formar el congreso general del reino, pero
que todas las operaciones militares debian dirigirse por el mismo señor
brigadier, y que así serian todas obedecidas. Sobre el segundo dijeron:
que las posteriores que emanen del gobierno de Cundinamarca no deben
obedecerse, y que si alguna se dirigiese a defender la causa común del
reino atacado por los enemigos exteriores, se verá si verdaderamente hay
peligros trascendentales al reino, y prontamente de acuerdo con las
provincias debe proceder la defensa, no porque asi lo hubiese mandado el
presidente de Santafé, sino porque peligraba la libertad única que hemos
jurado sostener en defensa. Y sobre el tercero dijeron todos que era de
ofrecernos a los diputados del congreso, asegurándole que no cesariamos

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en la empresa hasta ver formado ese cuerpo, y que s610 las órdenes que
procedieren de él, serían obedecidas por nosotros. Con lo cual se conclu-
yóesta acta que firman individualmente los oficiales para su perpetua
constancia, y con la que se constituyen obligados a cumplir con el general
voto que se ha manifestado.

Antonio Baraya, José Ayala, Francisco Caldas, Rafael Urdaneta,


Antonio José Vélez, Manuel Ricaurte y Lozano, José María Ricaurte,
José Arze, Angel González, Lino María Ramírez, Francisco de Paula
Santander, Luciano D'Elhúyar y Bastidas, José Agustín Rosas.
Es copia.
Sogamoso, fecha ut supra.

FRANCISCO DE PAULA SANTANDER

FUENTE EDITORIAL:
Otero y Cuervo, jueves, 1812 (1/6). p. 18-20,Nll 8, de Gaceta Ministerial de Cundinamarca,
Nll 54.

OTRAS EDICIONES:
Gaceta Histórica, p. 93-94.

INFORME SOBRE INDEPENDENCIA DEL SOCORRO

Tunja, 4 de septiembre de 1812

Ciudadano Manuel del Castillo

Mi capitán, compaftero y mejor amigo:


La de usted de 31 del pasado que me entregó el representante Dávila,
me da nuevas pruebas del aprecio que debo a usted, pues no se ha
olvidado de un amigo que se precia serlo de usted. La obstrucción de las
correspondencias me habia impedido escribirle, ya para comunicarle
todas nuestras militares peregrinaciones y ya para manifestarle mi con-

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tento por el buen éxito que tuvo su figurada causa de maquinación contra
el gobierno, a pesar de estar usted a los ojos de esa multitud de chisperos,
enemigos del hombre de bien.
Poco esperamos de la renuncia de Nariño. El debe seguir trazando
nuevos planes para destruir nuestra libertad, y tiene precisión de desacre-
ditar el congreso para acreditar su conducta y manejos en su maldita
presidencia. Los órganos y agentes de sus depravados planes viven toda-
vía, y viven con representación en el gobierno. Sus aduladores han
quedado impunes, y el hombre de bien y amante de la libertad ha sufrido
persecución, calabozos, grillos, etc. ¿Podrá haber paz y tranquilidad de
este modo? El general Baraya, con noticia de que Nariño trataba de
fugarse, ofició con ese poder ejecutivo haciéndolo responsable de cuantos
males se pudiesen seguir por no sujetar a una escrupulosa residencia al
dictador de Cundinamarca. Con esta fecha lo hace también el mismo
poder ejecutivo ofreciéndole sus tropas para sostener el decoro y provi-
dencias del gobierno, que se dirijan a extinguir ese partido revolucionario
que tan descaradamente suspira por los gobiernos de España, advirtién-
dole que si no se trata de sofocar y castigar a sus autores, no debe
admirarse Santafé de que marche con su ejército a la capital a sostener la
libertad del Estado. Este aviso puede ser oportuno, y si no lo fuere, se
cumplirá con ocurrir a cortar los miembros acancerados que corrompen
todo el cuerpo libre de esta nación. Mi general está muy alerta y es incapaz
de que alguno 10 pueda engañar; conoce a Nariño desde muy atrás, y su
conducta pasada lo ha convencido muy bien de que su corazón es creado
para las pasiones colosales.
Amigo, la provincia del Socorro es ya libre e independiente; está
constituida, organizada, sus partidos conciliados, sofocados los resenti-
mientos y extinguido el germen de la discordia que había progresado en
sus pueblos. La independencia del Socorro hace temblar a Nariño porque
ha escapado de sus manos el grande apoyo en que soñaba descansar su
imperio. Su gobernador García Rovira, ilustre sabio, libre, y sus repre-
sentantes Pombo y Santamaría, conocidos por sus virtudes cívicas, sos-
tendrán el decoro de esta provincia, que es bastante interesante en la
federación de la Nueva Granada.
Gloríese usted de haber tenido en la majestuosa obra de la libertad del
reino un lugar muy distinguido. Todas las provincias así lo han de
conocer cuando sepan que la caída del tirano y formación del congreso

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tuvo origen desde que Castillo servia la secretaría del comandante Ri-
caurte, porque entonces fueron descubiertas todas las miras del conquis-
tador sobre la desgraciada Pamplona. ¡Ah!, y cuánto honor hemos
sentido todos y con.ellos mi general, que usted no se hubiese podido
incorporar en el ejército de la Unión para que hubiese ayudádonos en las
empresas militares. Nos consolamos tenerlo algún día para objetos más
interesantes.
Díganos usted sobre ·la situación de Cartagena y progresos de sus
expediciones sobre los samarios, pues carecemos de estas noticias, no
omitiendo comunicar si se ha verificado la independencia de Mariquita,
de que no dudo cuando me acuerdo que su amigo Viana y Armero están
en ella. Correa no ha adelantado un paso sus tropas hacia Pamplona,
teme encontrarse con nuestra expedición, dejando abandonado a Mara-
caibo, que, se dice, está amenazado por el ejército de Miranda, y el
principal motivo, no espera encontrar un botín tan interesante como del
que se ha aprovechado en Cúcuta, pues no ha perdonado hacienda que no
embargue ni muebles que no subaste, después de hacer tratado con la
mayor tiranía a los pocos que se quedaron aguardándolo para obsequiar-
lo. ¿Qué podremos esperar de estos hombres? Vengan franceses, ingleses,
vengan turcos primero que ñopos.
Nuestro armamento ya se está componiendo por Barrionuevo, que ha
sido muy bien recibido por este gobierno. La tropa está restableciéndose y
muy contenta. Se les exploró de nuevo su voluntad sobre si querían ir a
esa ciudad o querían seguir con Baraya, y sólo 50 más o menos resolvie-
ron lo primero. Se hacen ejercicios de artillería y se disciplinan gentes en
los pueblos para o atacar a Correa o a los enemigos del congreso.
Tenemos buenos oficiales y tropa llena de valor y entusiasmo por su
general, que es lo que importa.
Mi general, Caldas, Urdaneta, Ramírez, Portocarrero, Pepe, Girar-
dot, París, Andrade, etcétera, saludan a usted con las expresiones más
finas de su buen afecto. Yo hago otro tanto al señor don José María y
encargo a usted que, abandonando por unos días el manto de Venus, se
venga a esta ciUdad a respirar un aire libre ya dar el gusto a sus amigos de
verlo, entre quienes lo tendrá muy particular su reconocido que lo es de
usted,

FRANCISCO DE PAULA SANTANDER

15
Posdata: No le tema usted a Tunja, que aunque hace un frío bastante
bárbaro, es tolerable en comparación de Honda, y quien tiene la paciencia
de sufrir siete meses de calor y amarillez, puede sufrir 14 de frío mayor
que en el Aserradero. Algo chupamos en este páramo.

FUENTE EDITORIAL:
Cortázar, 1953,t. 1, p. 1-4, Nll 2; de Archivo Restrepo.

SUPREMO CONGRESO DE NUEVA GRANADA

Tunja, 8 de octubre de 1812

Ciudadano Manuel del Castillo

Mi capitán y amigo de todo mi aprecio:

Después de 28 meses de desorganización, de conquistas y de confu-


sión, existe ya el supremo congreso de la Nueva Granada. Siete provin-
cias libres y con todos los recursos para figurar en el mundo político
componen la federación, y se oponen de frente al orgullo de los recon-
quistadores. ¡Qué placer, mi capitán, servir a las órdenes de un cuerpo
legítimo, generalmente compuesto de hombres patriotas, libres, sabios y
virtuosos! ¡Qué contento, si possum e insum no estuviesen en el número de
los compuestos de sum, est, fuit !
En la lista de los militares destinados para componer la junta militar
del reino, he visto con placer colocado a usted en su secretaría, con voto
informativo y con el carácter de suplente nato. Figúrese usted si lo habré
celebrado sobre mi corazón, a pesar de que sé que usted es opuesto a
embarrar papel, pero como veo que aquella es una junta no de una
provincia sino de todo el reino, que no es para hacer planes de conquistas
domésticas sino para hacerlos de defensa contra los verdaderos enemigos
de la libertad; que no va a poner destacamento en la Angostura, avanza-
da en Nare y atalaya en Garrapata, sino que mandará las cosas como
deben ser; que no se compone de Pey, Morales ... , sino de hombres que
han tenido alguna inteligencia en la carrera, me complazco demasiado al

16
verlo a usted escogido para un empleo que merece un oficial de conoci-
mientos dilatados y de expedición, como lo han creído a usted con
justicia 11 sabios padres de la patria. Reciba, pues, usted mil enhorabue-
nas que nacen de lo más íntimo de mi corazón.
Nariño está todavía muy barba. Pueda ser que el congreso se le eche
encima para que jamás vuelva a repetir sus revoluciones que por lo
regular son en septiembre todas. Nosotros lo habríamos hecho ya, pero
era muy imposible porque de 700 fusiles que tenemos, los 400 estaban
inútiles, y más de 100hombres enfermos. Usted sabe lo que es el maldito
socorro, que sólo un eunuco o yo no podríamos cargar con llagas y
potros. En fin, Dios nos está conduciendo al término de nuestra felicidad
por caminos y medios muy desconocidos.
Mi general, presidente de la junta, se ha llenado de contento al verlo a
usted en ella, y me previene que lo salude con expresiones las más
afectuosas.
Aquí hemos celebrado con repiques, iluminaciones, cohetes, la for-
mación del congreso; preparamos otras muchas cosas que contribuyan
mucho a fijar la opinión por aquel cuerpo en estos pueblos apáticos, que
viendo que hay corrida de toros y oyendo vivas al congreso, creen que
esto es lo único bueno que hay. Nuestra tropa está muy entusiasmada;
todos cargan su cinta azul y colorada con este mote: "¡Viva el soberano
congreso y su ejército de la Unión!". Si hoy tocáramos gener~la, no se
quedaba un hombre sin tomar alguna arma.
Lo creo a usted en la villa federal, por lo mismo le suplico salude a mi
nombre al señor don José María y a nuestro doctor Frutos con las
expresiones de mayor cariño. Tal vez iré un día de estos a esa villa a tener
la gran satisfacción de ver a nuestros diputados y a usted.
Me repito siempre su más afectísimo y verdadero amigo y compa-
ñero,

FRANCISCO DE PAULA SANTANDER

Posdata: Reciba usted las expresiones más finas de Pepe, Portoca-


rrero, Ramírez, etcétera.

FUENTE EDITORIAL:
Cortázar, 1953, t. 1, p. 4-6, NlI 3, de Archivo Restrepo.

17
8

BATALLA DE BOGOT Al

Campo de San Diego, 6 de enero de 1813

"Todo el mundo sabe, y ya causa fastidio el repetirlo, que la separa-


ción que hizo nuestra provincia del congreso, fue solamente porque ese
cuerpo no quería cumplir con los tratados de 18de mayo, ratificados a los
11 días siguientes por el colegio más solemne que ha visto Cundina-
marca, en donde sólo una quinta parte de sus miembros era adicta a los
sistemas políticos del señor presidente Nariño. En aquella separación
halló el congreso una bella coyuntura para desenrollar el odio envejecido
que casi todos sus individuos han profesado a nuestro Estado, ya dicho
presidente. Estampar el incendiario decreto de 20 de noviembre, q~e ya el
público verá en otra ocasión; tratar por todos medios de separar a los
pueblos que componen esta provincia, de la obediencia a su capital;
levantar tropas en Tunja y el Socorro para que siguiesen (según la
expresión del congreso) a destruir la facción rebelde que oprimía a Santa-
fé; he aquí los pasos prudentes y sabios con que el congreso marchaba a
procurarnos la felicidad general. La acción del 2 de diciembre en Venta-
quemada, cuya desgracia se exageró equivocadamente aun por nosotros
mismos en la Gaceta extraordinaria del día 4, infundió en las tropas
enemigas el mayor orgullo y obcecación, al paso que a nosotros nos llenó
de moderación y docilidad. Nuestro gobierno por intercesión del cabildo
eclesiástico y secular, mandó repetidas veces plenipotenciarios cerca del
general Baraya, para que con él, o con el congreso, tratasen de cortar
nuestras desavenencias por medios honrosos de conciliación y de paz;
pero los enviados de Cundinamarca eran desairados por aquel general, y
siendo testigos de su obstinación y dureza, no conseguían otra cosa que
justificar más y más la causa de Cundinamarca.
Que se reponga el gobierno de Cundinamarca al ser en que se hallaba el
9 de septiembre último, para que el tirano Nariño no siga en un gobierno que
ha usurpado, y se someta aljuicio del congreso soberano: que Cundinamar-
ca reconozca ciegamente al congreso, y le jure la obediencia: que se me
entreguen todas las armas blancas y de fuego con los pertrechos y municio-

18
nes que tiene Santafé; y rindiéndose la ciudad a discreción, espere la
clemencia del vencedor: de lo contrario, entraré en ella a sangre y fuego, ya
costa de cualesquiera sacrificios; éste era el lenguaje con que el general de
la Unión contestaba siempre a todas las personas que le proponían la paz.
Así es que de este modo quería exigir antes de la batalla, lo que no habría
conseguido después de la victoria más completa. Si se entablaba una
suspensión de armas, ella era efimera, y se rompía a discreción del
enemigo; testigo de esta verdad fue la ocupación del Puente Grande y
Fontibón, hecha el 24 de diciembre, a consecuencia de haberse supuesto
falsamente, que de Anolaima o Facatativá entraban ese día refuerzos a
Santafé. Los grandes destacamentos que el enemigo puso en Usaquén,
Suba, Fontibón, Bosa, Tunjuelo, y el puesto de Monserrate el 5 del
corriente en que fue forzado aquel punto, nos pusieron en situación de
verdadero sitio: sin embargo, el proyecto de cogernos por hambre no era
menos desastroso, que el de intentar un ataque encarnizado sobre la
capital.
El 6 propuso nuestro presidente al general Baraya las capitulaciones
insertas en el boletín del ejército número 1,en virtud de haberlo autoriza-,
do nuevamente para que capitulara la representación nacional reunida el
5: la respuesta, concebida en los términos más decisivos y arrogantes, ya
la ha visto el público en el mismo boletín. Al tiempo que la recibió el <i."\,
señor presidente Nariño, dirigió el siguiente oficio al comandante de la;'J:: Q
división de Monserrate: "Una de las personas que han venido de ese Q
punto de Monserrate me ha insinuado la hambre que padecen los prisio- ¡§ QJ
neros y las tropas de usted a pesar del bloqueo que se tiene puesto a esta üi
ciudad, y de la inhumanidad con que se quiere arruinarla a sangre y t:j
fuego; remito a usted de pronto una carga de arroz, un tercio de carnes y~
otro de sal para que se socorran sus tropas, y me avise lo más quej
necesiten; contestándome si podré remitir a los prisioneros los demás
auxilios que puedan necesitar.
Dios guarde a usted muchos años.
ANTONIO NARIÑO"

Señor comandante de la división de Monserrate don Atanasio Girardot


üigase la respuesta dada a esta oferta de beneficencia y humanidad, y
se verá el desprecio y altanería con que se tra taba al primer magistrado de
Cundinamarca, hasta por los subalternos del ejército enemigo:

19
Campamento de Monserrate, 6 de enero

El acopio de provisiones que he recibido de Suba me pone en estado


de no necesitar de las que usted me remite, y devuelvo con el mismo
conductor. Sírvase usted por tanto evitarse estas molestias en lo sucesivo,
y tenga usted entendido que no se trata de arruinar a Santafé, con cuya
especie se ha querido difamar a un general de cuya bondad se abusa
demasiado, sino de restablecer en ella el orden de que los abusos de la
tiranía la han privado, y que muy pronto sentirán los perturbadores del
orden público todo el peso de nuestras armas victoriosas.
Dios guarde a usted muchos años.

ATANASIO GIRARDOT

Señor don Antonio Nariño

El 7 al amanecer, un trozo de nuestras tropas al mando del coronel de


ingenieros don Antonio Bailly, sorprendió el destacamento de Usaquén,
cuyo comandante era el capitán don Antonio Morales. Se hicieron
solamente 30 prisioneros: se cogieron algunos fusiles, y varios pertrechos
de boca y guerra. Esta pequeña pérdida del enemigo, dio nuevo
aliento a nuestro ejército, que se hallaba bastante consternado, no tanto
por el cerco que sufría, cuanto por la pérdida del interesante punto de
Monserrate. En un momento se reanimó el espíritu militar, y ya nuestros
soldados deseaban con ansia la llegada de los enemigos, aunque fuesen en
número de ocho a diez mil, para manifestar con ellos el valor y la energía
que los ocupaba ... A las siete de la noche se recibió un oficio del general
Baraya, hecho en Fontibón una hora antes, en que por última vez intimó
se rindiese la ciudad a discreción, o de lo contrario entraría en ella a
sangre y fuego. Señaló cuatro horas para que dentro de ellas se diese una
respuesta decisiva; y se le contestó, que si se obstinaba en no prestarse a
unas capitulaciones honrosas, se haría una vigorosa defensa, hasta derra-
mar los habitantes de Santafé la última gota de su sangre.
Este era el pie en que se hallaban nuestras desavenencias, cuando
llegó el día nueve, en que celebró la Iglesia la fiesta de San Julián y Basilia,
mártires: día el más glorioso para Santafé, y el más terrible para sus

20
enemigos ... Al amanecer se avistaron las columnas de la Unión en el
llano de la Estanzuela, como en número de 3.000 hombres. Entraron a la
ciudad por la puerta de dicha hacienda, que está al frente de la ermita de
las Cruces. Las calles se inundaron de enemigos, que se dirigieron hacia la
plazuela de San Victorino, con ánimo de echarse sobre las armas de
nuestro campamento en la Alameda nueva. A las cinco y media de la
mañana ocuparon las bocas de las calles 1 y 2 del Prado, y la parte
superior de dicha plazuela. Inmediatamente se rompió el fuego de nues-
tro campo, que principiaron y sostuvieron con la mayor viveza solamente
330 soldados de los nuestros. Los enemigos resguardados con las paredes
de los solares y casas del barrio, no podían experimentar gran daño del
fuego con que les batíamos desde la 3a calle del Prado; y así es que lo
sostuvieron una hora y 50 minutos; pero habiéndose conducido cañones
de grueso calibre hacia los flancos derecho e izquierdo, y aprovechándose
algunos tiros, no pudieron los enemigos manifestarse indiferentes a
los estragos que experimentaban. Huyeron precipitadamente, y en-
tonces nuestra infantería a paso redoblado de ataque avanzó sobre la
artillería enemiga. Tocó el clarín a degüello, y al punto nuestros pocos
soldados de caballería vuelan sobre el enemigo, y concluyen en el desor-
den comenzado. Al momento las partidas de guerrillas se esparcieron
por todos los campos con el fin de hacer prisioneros de guerra, cuyo
objeto llenaron completamente. Las valientes cundinamarquesas olvidan-
do la delicadeza de su sexo, cogieron cuchillos, y corriendo tras de los que
fugaban hicieron algunos prisioneros, y se echaron sobre un pedrero. Los
soldados de la Unión que componían el grueso destacamento de Monse-
rrate, se contentaron durante la acción con ser simples espectadores de la
desgracia de sus compañeros. El diputado en el congreso don:Andrés
Ordóñez y Cifuentes; el gobernador de' Tunja don Juan Nepomuceno
Niño; 24 oficiales prisioneros; 993 soldados entre muertos, heridos y
prisioneros de guerra; una bandera; la banda del general de la Unión; 27
piezas de artillería; más de 200 fusiles; una multitud de lanzas; 58 grana-
das reales; 34 cajones de metralla de obús; 6.000 cartuchos de fusil; 800
balas rasas de pedrero; ocho arrobas de balas sueltas de fusil; 11cajones
de cartuchos de obús; 6.000 piedras de chispa; 13 arrobas y 17 libras de
balas de metralla; y otros muchos pertrechos de boca y guerra, han sido
los trofeos de esta completa victoria. Ella nos ha compensado con usura
nuestras penalidades anteriores; ella ha sido la premiadora de nuestra

21
moderación; y por ella bendecimos sin cesar al Ser Supremo, que ha
sabido abatir a los soberbios, exaltando al mismo tiempo a los humildes".

FUENTE EDITORIAL:
Otero y Cuervo, miércoles, 1813/13/1,1. 1, p. 21-25, NI! 9, de Gaceta Extraordinaria de
Cundinamarca, NI! 92.

NOTA
1. En esta acción cayó herido Santander. (Otero y Cuervo, op. cit.).

¿QUE PASO EN SAN VICTORINO?

Desde las aulas de San Bartolomé, 25 de enero de 18B

(Reservadísima)

Señor don Manuel del Castillo

Mi coronel y distinguido amigo:


¡Qué desgracia! Todos los trabajos de 10meses en Paloblanco, Venta-
quemada y Monserrate, han desaparecido el 9 de enero en San Victorino.
Tenga usted la bondad y dolor de leer todos los acontecimientos de
nuestra expedición desde nuestra marcha a Tunja, que yo procuraré no
omitir algo interesante, pues harto tiempo me sobra en mi prisión para
escribir, con tanto mayor gusto cuanto deseo que no se hayan desfigura-
do los hechos para presentarnos cobardes, orgullosos, etcétera. Soy
demasiado ingenuo y no puedo figurar hechos que no han sucedido. Es,
pues, la misma verdad lo que estoy escribiendo.
Hasta Chocontá marchó nuestro ejército en bastante desorden, y
para internar en Cundinamarca se hizo la división de los dos batallones,
quedando tambián dividido en dos brigadas el ejército, una al mando de
Ricaurte que marchó hasta el Común por Tocancipá, y la otra al de
Baraya que ocupó a Chía marchando por Nemocón y Zipaquirá. Desde
Chocontá se recibieron diputados de Santafé para entrar en negociacio-

22
nes, previa suspensión de nuestras marchas, y se continuaron hasta el
mismo Ontibón. A todo se denegó el general previendo que se trataba
sólo de conseguir treguas para equipar otra expedición como la que
felizmente fue derrotada en Ventaquemada. El mismo presidente Nariño
propuso tener una conferencia con el general, y ésta se verificó cerca a
Usaquén, sin éxito alguno porque se conoció que a pesar del estado débil
a que estaba reducida Santafé, se trataba de dar leyes al congreso po-
niéndolo en situación de mendigar auxilios de esta ciudad para tener
que ocurrir a la defensa general. Quedó por consiguiente nuestro ejército
expedito para obrar como creyese oportuno para llenar los defectos de
sus marchas.
Aquí se perfeccionaron los planes para reducir a Santafé a su deber.
Yo he visto el que presentó Gutiérrez, el ingeniero, concebido en los
términos siguientes: "Sólo se puede reducir a Santafé por una acción en
brusco, por una parcial atacando por diversos puntos, o por un sitio
formal. De ningún modo pienso que se pueda conseguir: no del primero,
porque reuniendo toda la fuerza para atacar, también la reúne el atacado
poniéndola en sus baterías, y el vencer en este estado costaría el sacrificio
de muchos hombres que la patria necesita para su defensa; no del
segundo, porque es poca la infantería armada de fusil para atacar diver-
sos puntos que están en Santafé regularmente fortificados y cubiertos de
artillería de grueso calibre, sin que nuestro ejército pueda abrir brecha
con su artillería, cuando el enemigo puede hacerle un daño irremediable;
no del tercero, porque la fuerza de la Uni6n no es bastante para cubrir la
gran línea que forma el círculo de Santafé, y se gastaría mucho tiempo
para conseguir ponerla en desesperaci6n, puesto que muchas haciendas
bien provistas están bajo los fuegos de sus cañones. No queda, pues, otro
arbitrio que el de elegir un plan mixto de sitio y ataque para lograr los
deseos del congreso, economizando la sangre de nuestros hermanos y
precaviendo el consumo de municiones y pertrechos y la descomposici6n
del armamento". Bajo estos principios convenidos entre los generales y
Caldas, se comenzó a obrar. La primera brigada, que tenía un batall6n,
11piezas de artillería y los lanceros y caballería con número considerable
al mando de Ricaurte, qued6 situada en la punta del cerro de Suba, con
destacamentos en el camino viejo de Usaquén y en el camellón; y la
segunda, con igual fuerza, qued6 acampada en Ontib6n, con destaca-
mentos en el puente de Bosa y en Chite, camino que sale cerca de la

23
estancia de Garzón. Se empezó a fijar la opinión de los pueblos con tan
buen resultado, que todos se apresuraron a obedecer al congreso y a
remitir auxilios de armas blancas y de fuego, gentes, víveres, etcétera, al
ejército de la Unión; se empezó también a hacer la interceptación de
víveres para Santafé, cuidando mucho principalmente del ramo de mie-
les, y se hicieron dos fortificaciones en el puente del camellón de Ontibón
y en el camino de Chite, siendo la primera de tal naturaleza, que yo
respondería con mi pescuezo si con 50 fusileros y cuatro piezas de
artillería no había contenido una columna de 1.000 hombres. En pocos
días se hicieron muchos prisioneros, quedando sorprendidos los destaca-
mentos de milicias que en Puente Aranda y Bosa tenía el presidente; se
cogieron a los Rivas, a Luis Otero y a otros muchos que se tenía por
enemigos. En este estado se dispone atacar a Monserrate que estaba
guarnecido por más de 100 hombres, y lo ejecuta el valiente Girardot el
día 5 de enero con 140 fusileros, y resultándole sólo tres heridos en
nuestras tropas. Usted no puede figurarse la consternación que ocupó a
Santafé y el desorden que causó nuestro triunfo y ocupación de Monse-
rrate. Las tropas se aterraron, el campo de San Diego se levantó aquella
misma noche y se trasladó a otra parte. El parapeto lo derribaron,
cegaron los fosos, y propuso el presidente las capitulaciones del 6, que
corren impresas en el boletín que le acompaño. A esto agregue usted la
fuga de Cancino, Perry, Carbonell, etcétera, que se creyeron ya sin
fuerzas para resistir la intrepidez de las tropas de la Unión, y que sin
soñarlo los dos primeros cayeron prisioneros en nuestras manos. ¿Quién
no había de creer que estaban terminadas las desavenencias, intereses,
con las operaciones y buenos éxitos que habían tenido nuestras armas?
¿Quién no había de esperar ver a Cundinamarca unida de nuevo en
congreso, obedecido este cuerpo, entregadas sus armas y separado de la
presidencia el señor Nariño? Pero, amigo, nuestra desgracia fue grande y
el orgullo fue demasiado. No se creyó ser bueno y excelente el fruto de
nuestros trabajos, si no lo cogíamos a sangre y fuego, ni se pensó que
podíamos recibir lo que Santafé ya nos ofrecía, si ésta no lo hacía
degradándose y poniéndose de rodillas. Se inadmitieron absolutamente
las capitulaciones y la contestación sólo se contrajo a intimar un rendi-
miento a discreción. Semejante respuesta causó en Santafé tal desespera-
ción, que mudaron de lenguaje, y los que pocas horas antes temblaban al
ver a lo lejos un soldado de la Unión, desearon entonces morir primero

24
con las armas en las manos que recibir la muerte ignominiosamente.
¿Pero qué no podía obrar en unos hombres desesperados la negativa
sobre admisión de las capitulaciones? Yo le dije al brigadier Ricaurte en
la sala del cura de Ontibón que si me hallara de oficial en Santafé, no me
rendía a discreción.
Desesperadas las tropas en Santafé, fue una partida considerable al
mando del señor Bailly a la madrugada del 7 a sorprender el destacamen-
to de Usaquén que desgraciadamente lo mandaba Antonio Morales. El
resultado fue que nos mataron algunos soldados, nos hicieron prisione-
ros a 30, tomaron fusiles e hicieron retirar el destacamento. Esta pequeña
ventaja inspiró un valor grande en las tropas de esta ciudad, y se dispusie-
ron a aventurarlo todo antes que rendirse.
Yo me lleno de tristeza escribiendo a usted estos hechos y quisiera no
haber sobrevivido a nuestras desgracias. La noche misma del ataque de
Usaquén insistí con el brigadier Ricaurte sobre que debía prevenirse
mucho para ser atacado: se despreció mi anuncio, o bien porque se creyó
hijo de temor y cobardía, o bien porque confiaban demasiado en que el
enemigo obraría conforme a nuestros deseos. Lo cierto es que con
sobrado dolor yo vi realizada mi profecía que era consecuencia de la
combinación del estado nuestro y de la desesperación que me figuré
había de causarse en Santafé con aquella contestación. El día 8 hicieron
las tropas de aquí un movimiento hacia Puente de Aranda, como no-
sotros lo habíamos hecho en los dos días anteriores con el objeto de
alarmarlos y mantenerlos en expectativa. Entonces fue cuando Baraya y
Ricaurte combinaron un plan de ataque a Santafé replegando la fuerza a
un solo punto. No quisiera acordarme de este día. Todos los oficiales
ignoramos este plan, y cuando por la tarde me dijo el general que trataba
de entrar por la Chamicera, le dije estas formales palabras: "Mi general,
aun cuando triunfemos, la Nueva Granada va a perder más que a ganar,
además de que la ocasión es muy peligrosa", sin haber adelantado otra
cosa porque no se creyese que era cobardía.
Amigo, amo a Baraya, conozco su corazón, sé su hombría de bien,
conozco igualmente a Ricaurte con disposición para la libertad, pero no
puedo hacer agravio a la justicia sin juzgarlos autores de nuestros males,
no por sus operaciones anteriores sino por la acción del 9.
Contra el plan adoptado, replegaron la fuerza de Bosa, Suba, Ontibón
y Chite a un solo punto, y emprendieron tomar por asalto al fuerte de San

25
Victorino en donde estaba reunida toda la artillería e infantería. Marcha-
mos desde Ontibón a las nueve de la noche, entrando por el cerrito de
Techo a la Chamicera, guiados por un práctico. No se acordó este plan
con el batallón de Girardot que ocupaba a Monserrate, y si se le comuni-
có alguna orden, se tuvo la impolítica de hacerlo con un criado de un
oficial prisionero, que dicen, lo reveló en San Victorino. Se pusieron en
movimiento 340 fusileros con 17 piezas de artillería; se olvidaron de
prever el caso de una retirada y dejaron desmantelada la fortificación de
Ontibón, acumulando un montón de lanceros, caballería, municiones y
pertrechos por solo un lado.
La tropa, con el sereno y el desconocimiento del camino, se emborra-
chó y se perdió hasta tres veces. Marchando iba yo por ese inmenso llano,
cuando Ramírez me dijo al oído: "vamos a ser derrotados por la indispo-
sición de nuestras tropas". Cerca de la Estanzuela hizo alto un gran rato
la fuerza para reunirla y ordenarla lo posible, pues hasta allí sólo marcha-
ban grupos de gentes. La artillería, demasiado numerosa para la infante-
ría, quedó bien desordenada y aun casi confundidos los cajones de sus
servicios; las tropas de esta ciudad acampadas a la cabeza de la Alameda,
formaban un cuadro completo y estaban prevenidas a ser atacadas, pues
el teniente coronel Vélez vio que cerca de la madrugada tiraron por la
parte de San Diego tres cohetes que sin duda les dieron fuego para
hacernos creer que por allí iban tropas a Monserrate, y que San Victorino
quedaba desguarnecido. Los generales tuvieron aviso de esta novedad.
En la misma Estanzuela cerca del amanecer nos dio un fusilazo un
centinela enemigo, y obligó a nuestras compañías a que correspondiesen
con otros muchos. Mientras se reunía la artillería aclaró y nos dejamos
ver perfectamente por las tropas de aquí. Parecía que si el proyecto era
entrar por asalto, estábamos en el caso de abandonarlo, y o hacer una
honrosa retirada a nuestras baterías, u ocupar Los Laches, quedando
perfectamente dominada la ciudad por nuestro ejército. Ricaurte, obsti-
nado y deslumbrado por la batalla de Ventaquemada, dio orden para que
entrásemos por la Huerta de Jaimeshasta el mismo campo de San
Victorino, sin considerar qué de sacrificios nos iba a costar una empresa
que no era necesaria. Todos los oficiales se manifestaron disgustados
desde aquí; Urda neta trató de hacer ver la dificultad de la acción; Vélez
quiso proponer una retirada, todos calculábamos lo que nos iba a
suceder; pero el honor pudo más y obedecimos porque no creyera

26
Ricaurte que éramos cobardes. Entramos en San Victorino por las calles
que van al campo, y se nos recibió con un fuego de artillería y fusilería
vivísimo, que después de haberlo sostenido por más de una hora, perdi-
mos 200 hombres, más de la mitad de nuestras fuerzas. El terror ocupó a
nuestra cobarde caballería y ella puso en desorden a los lanceros y
fusileros, quedando solos los oficiales, expuestos a quedar hechos prisio-
neros. Perdimos toda nuestra artillería, fusiles, todos los pertrechos y se
hizo una fuga en vez de una retirada.
Esto padeció el ejército de la Unión por una acción mal dirigida, ese
ejército tantas veces vencedor y que hacía el apoyo de nuestro naciente
congreso. ¿Podía usted esperar este resultado? ¡Ah!, cualquiera que
hubiese leído las defensas de Cartago y de Numancia, desesperadas con la
suerte que les preparaban los romanos, se hubiera persuadido que Santa-
fé estaba en igual y semejante caso. El resultado no sé cuál sea; sólo veo
más de 30 oficiales prisioneros, sacrificados por la ignorancia y orgullo
de un hombre; veo arruinadas muchas familias que abrazaron nuestro
partido; veo... , dejemos, mi amigo, presentimientos lúgubres y no nos
olvidemos que la prudencia de un general ha conseguido más batallas que
la intrepidez. Considéreme usted entregado a ideas melancólicas y a la
consideración de que la suerte de la Nueva Granada estuvo en nuestras
manos para hacerla feliz, y que un no sé qué de orgullo nos la arrebató y
nos expuso a la infelicidad.
Sólo la conquista de Santa Marta ha podido mitigar nuestra aflicción.
La valiente Cartagena, esa Cartagena tenida por enemigo de nuestro
sistema, ha hecho nuestra felicidad echando a los ñopos de su antigua
guarida y enarbolando el estandarte de la libertad por todos los puntos de
Santa Marta. Gloríese usted, mi amigo, de ser hijo de Cartagena, hijo de
la inmortal Cartagena, apoyo de la libertad del reino.
Se me olvidaba decir a usted que Ricaurte al tiempo de la acción, dijo
a Pepe París que no entrase en ella, pues era perdida. El cargo más justo a
nuestros generales es el siguiente: o les interesaba reservar los planes de
ataque de los oficiales, o no; si lo primero, ¿por qué no dieron las órdenes
precisas en la acción para obrar conforme a las circunstancias y no que
nos abandonaran a que cada uno hiciese lo que juzgase oportuno? Y si lo
segundo, ¿por qué no se le impone a cada oficial de lo que debe obrar y no
que se les oculta el modo de atacar? Yo no lo comprendo, y cada vez que
me acuerdo de nuestra empresa, se me aumenta la confusión. Todo lo

27
sufriríamos con sobrada resolución, pero la idea de que se nos haya
creído cobardes, nos llena de desesperación. Crea usted, mi amigo, que
en nuestra oficialidad ha habido más valor qué en Paloblanco y en
Ventaquemada, y de otro modo no habría ella sostenido un fuego con
tanta desventaja como lo sostuvo. El verse ya sin tropa, el ver nuestra
guarnición tranquila espectadora desde Monserrate de nuestras desgra-
cias, el no recibir una orden de los jefes, todo, todo concurrió para sufrir
la derrota más completa.
Amigo, mil pliegos escribiría sobre este asunto, pero no puedo ahora
que cada renglón me arranca una lágrima. Quedamos, según dicen,
declarados simples prisioneros de guerra, en virtud de los tratados de
Santa Rosa; tenemos ya comunicación, aunque presos en las aulas;
estamos sin una camisa, pues todo lo perdimos, y se nos pasan cuatro
reales diarios.
Usted me tiene por allá de último soldado si logro que me pongan en
libertad. Saludo a Isidro, etcétera, y usted debe contar siempre con que en
toda parte soy su reconocido amigo y compañero,

FRANCISCO DE PAULA SANTANDER

Ofici~es prisioneros de San Victorino:

Ayala, Urdaneta, Mariano París, Vélez y su hijo, Manuel París,


Chinchilla, José María Ricaurte, Triana, Santander, Santos, Santana,
Pepe Tejada, el teniente Cárdenas, Buitrago, dos Saravias, Pedro Salgar,
Pepe París, y muchos más del Socorro y Tunja sueltos.

Presentados por necesidad:

Ugarte, Araos, Antonio Herrera. Prisioneros también el gobernador


Niño y el diputado Ordóñez.
Muerto ningún oficial veterano. Heridos gravemente el teniente Cár-
denas y Buitrago. Ligeramente un Rueda del Socorro, y yo, que ya estoy
casi bueno.

Rúbrica de Santander

28
Mi coronel: estos prisioneros saludan a usted y a Isidro, reproducien-
do el contenido de la presente:

TEJADA, URDANETA, AVALA


Firmas originales

Girardot logró retirarse a Tunja con algunos soldados. Yo juzgo a


usted ya en Cúcuta, pues Correa habrá huido más que Castillo de Santa
Marta. Gloria a los valientes cartageneros.

FUENTE EDITORIAL:
Cortázar, 1953, t. 1, p. 8, Nll 5, de Archivo Restrepo.

10

SANTANDER: SARGENTO MAYOR

Tunja, 10 de febrero de 1813

Ciudadano Manuel del Castillo

Mi coronel y mejor amigo:


Admírese usted de volver a ver letra mía después del suceso inespera-
do del 9 de enero, del que sólo un milagro de la Providencia me pudo
haber salvado. En fin, ya estoy bueno y disponiendo mi marcha para esa
villa para el día 15 del corriente. Me he encontrado aquí con el nombra-
miento de sargento mayor del batallón de usted. La elección es bien
equivocada, yo he dicho que no me conozco con suficiencia para este
empleo, y que sólo con tal comandante puedo ser útil. Esta es una verdad
y no humillación. Sabré agradecer este destino que originariamente viene
de usted, no tengo términos para reconocerlo; usted conoce que yo debo
mucho a su favor y cariño y que soy agradecido. Desde Santafé hice
ánimo de irme a donde se hallase, sin resolución de pedir incorporación
en esas tropas, sino con la de servir a sus órdenes en cualquier clase.
Hoy, que se interesa el bien general, el particular de mi provincia, el

29
personal de mi familia, que estoy alIado y órdenes de un amigo, de un jefe
de quien puedo aprender, debo marchar a ese destino con doble gusto y
satisfacción. Dentro de quince días espero tenerla en grado superior
dándole a usted mil abrazos y manifestando más de cerca y de todos
modos mi reconocimiento.
Desde mi prisión emprendí escribir largamente a usted sobre la
desgraciada acción del 9. Puse esa carta, que remito, llena de verdades
que le impondrán bien de nuestros sucesos, mientras que largamente y
verbo ad verbum se impone usted más de ellos. De su estilo y modo de
encadenar los acontecimientos no hay que hacer caso.
Girardot marchó a esa provincia con su pequeño batallón. Ricaurte
irá para los llanos, con cuyo paso queda usted en el mando en jefe de la
expedición, que es lo que importa. Pienso llevarme cinco cabos veteranos
para que hechos sargentos segundos, alivien y ayuden de algún modo, y
con cargo de reemplazarlos con los bisoños que haya en nuestro batallón
que creo abundan bastantemente. Terrón va también y tal vez podré
conseguir otros oficiales de disposición y esperanzas. Sé que usted es
comandante general y que por grados viene a ser hasta cabo de rancho:
algo se chupa.
He estado muy barba con tanto que he escrito; reservaremos las ganas
de continuar para cuando nos veamos.
Saludo a Isidro, Ramírez, ese señor gobernador, etcétera, y siempre
me repito su reconocido amigo, compañero y súbdito que desea darle un
abrazo,

FRANCISCO DE PAULA SANTANDER

El señor Torres me ha dicho que los recursos de pólvora y armamento


para ese batallón deben venir muy en breve por Cartagena. Yo lo he
barbeado mucho por ellos.

FUENTE EDITORIAL:
Cortázar, 1953,1. 1, p. 15-16, NIl 6, de Archivo Restrepo.

30
11

SEGUNDO PARTE DEL CORONEL CASTILLO


SOBRE EL COMBATE DE LA ANGOSTURA DE LA GRITA

La Grita, 15 de abril de 1813

Señor secretario del poder ejecutivo federal, ciudadano Frutos Joaquín


Gutiérrez.

Desde Táriba di parte a usted de mi marcha sobre los enemigos que


ocupaban la ciudad de La Grita. El día 71a emprendí decampando a las
12del día y marchando hasta el Campo de Salomón, y en los siguientes 8,
9,10, 11,en el de Laura, Palmar y la Higuera frente al enemigo. El12 hice
un reconocimiento del país inmediato a la eminencia inexpugnable que
ocupaba y en que estaba atrincherado el enemigo sobre la Angostura de
La Grita. Durante el reconocimiento la partida que le auxiliaba tuvo un
ligero tiroteo. Examinado el país por la izquierda destiné al mayor
Ricaurte a ocupar la altura verdaderamente inaccesible que forma este
costado, y lo ejecutó a pesar de la fraguosidad natural del terreno y de
una fuerte lluvia que los obligó a subir arrastrándose y apoyándose de los
troncos del espeso bosque que cubre la montaña. Sin desayunarse, sin
tiendas, envueltos en lodo y empapados en agua pasaron Ricaurte y sus
dignos compañeros la noche ocultos del enemigo a favor de la eterna
niebla que cubre la cima de este cerro colosal. El centro, compuesto de las
tropas de Cartagena en número de 90 hombres y de la 3a compañía del
batallón Nll 411, vino a cubrir la subida de la montaña con destino de
embestir de frente por la Angostura, y en esta disposición pasamos la
noche. Al amanecer el 13 repetí el reconocimiento a media altura de la
montaña que ocupaba Ricaurte; y hecho capaz del mecanismo del te-
rreno, destiné al mayor Santander con las compañías la y 3adel batallón
Nll 511 a ocupar la altura de nuestra derecha en cuya declinación estaba

situado el enemigo, y apoyaba su ala izquierda. Ya Ricaurte se había


avanzado y dejaba ver por el flanco derecho y trabajaba por tomar la
retaguardia; el capitán Ramírez que mandaba el centro se había adelan-
tado a tiro de fusil poniendo un corto destacamento a medio tiro, y la
reserva había ocupado la posición que dejó Ramírez. En este tiempo

31
hubo algunos tiros entre los centinelas avanzados, y así divertido el
enemigo, dio lugar a que Santander concluyese su operación sin ser
notado y en tan corto tiempo y con tal astucia, que no será creíble sino a
los que lo presenciamos, y que logró subiendo por el escarpado dejar a su
espalda las vigías que tenía el enemigo avanzadas hacia el camino, y no
ser notado de las que estaban sobre su campo hasta que ya salió a él.
Así sorprendido el enemigo rompió su fuego de cañón y fusil, a que se
le contestó con viveza y uniformidad por derecha, izquierda y por el
centro que entró por la Angostura dilatándose y ocupándola toda, for-
zando dos cortaduras parapetadas, y las trincheras que las dominaban a
la falda del Alto de la Cruz. Entretanto Santander batía al enemigo en su
mismo campo; Ricaurte bajaba por su espalda y él aterrado abandonaba
en desorden una posición que no puede ser ocupada en poco más de tres
cuartos de hora, por otras tropas que las valientes de la República.
Santander tomó las trincheras del Alto de la Cruz, destinó al teniente
Almeida a la persecución de los derrotados por el camino de San José a
La Grita y Bailadores, el enemigo en una total dispersión y los fugitivos
que llegaron a La Grita poseídos de tal terror que contagiando a su jefe
principal y reserva los determinaron a abandonar aquella ciudad, y para
ello se ocuparon toda la noche en echar mucha cantidad de pólvora en
una acequia, en romper las monturas de sus cañones y en alistarlo todo
para fugarse a Bailadores, como lo hicieron a la mañana siguiente
abandonando tres trincheras con que fortalecieron La Grita, en su
subida, dos en el alto del Calvario, y una más en la subida de la Porquera
que dominaba la ciudad. En la primera tarde se tomaron cuatro fusiles,
cinco bayonetas, otras tantas cartucheras, alguna ropa de uso, una tienda
y seis prisioneros; el día siguiente en La Grita un cañón de a dos, dos
sacos de metralla y dos. balas de a cuatro, cuatro lanzas, tres fusiles, dos
prisioneros, algún ganado y el botiquín en dos cañones, con otras friole-
ras. En tan breve tiempo se ha concluido esta campaña sin más desgracia
que la de los heridos con el subteniente ciudadano Manuel Dabausa,
ambos de la división del mando del mayor Santander. Se han aguerrido
los reclutas, pues las dos compañías con que batió Santander al enemigo
eran de las del batallón número 511, lo mismo que una de las que obraron
con Ricaurte, y se ha visto que enterrados en el lodo, en las cimas nevadas
en medio del invierno más fuerte, y sufriendo todas las privaciones, las
tropas de la Unión son siempre impertérritas cuando luchan por su

32
libertad. Ya habrá tiempo de enviar a usted la carta y descripción del país
teatro de la guerra para que se forme un juicio exacto de la acción.
Entretanto puedo asegurar a usted que no hay un oficial, un soldado que
no haya sido un héroe, y que si alguno no obró fue porque el cobarde
enemigo le robó la ocasión porque todos ansiaban. Es, sin embargo, de
mi deber hacer una particular recomendación del mérito particular que
han contraído los mayores Ricaurte y Santander, los capitanes Ramírez y
Andrade, el ayudante de campo Rodriolos, tenientes Madrid, Almeida,
el subteniente Acevedo, los sargentos Gabriel Cárdenas, José María
Serna, José Roche y Narciso Osuna y los cabos Pacífico Lugo, Salvador
Fernández y Marín Camargo. Dígnese usted elevar este parte al conoci-
miento del poder ejecutivo federal, con la respectiva consagración que le
hago del pequeño triunfo de las armas que tengo el honor de mandar.
Dios guarde a usted muchos años.
Cuartel general de La Grita, territorio de Venezuela reconquistado
por las armas de la Nueva Granada el jueves santo 15 de abril de 1813.

MANUEL DEL CASTILLO

FUENTE EDITORIAL:
Gaceta Histórica, p. 95-97.

12

INFORME DE BOLlV AR

Cuartel general de la villa de San Cristóbal, a las 5 de la tarde, 16de abril


de 1813 3º

Excelentísimo señor presidente, encargado del supremo poder ejecutivo


de la Unión.

Excelentísimo señor:
En el camino para esta villa, adonde acabo de llegar, he recibido el
parte del coronel Castillo en que me dice lo siguiente:
"Ayer a la una y media del día, me he posesionado de esta altura
forzando el inexpugnable estrecho de La Grita, que guarnecía el enemigo
con 150 hombres.

33
"Se han tomado cuatro prisioneros, tres fusiles, cinco cartucheras,
una tienda, cinco puñales, cinco bayonetas, una pistola, algún ganado,
ropa de uso, etcétera.
"Hemos tenido heridos, el subteniente Manuel Davoura y un soldado;
el enemigo, según lo declara el sargento primero, ha tenido igual número
de heridos.
"A pesar de esta ventaja, que parece lo ha allanado todo, yo creo aún
muy dificil tomar La Grita porque estoy seguro de que el comandante
Correa ha sido reforzado considerablemente.
"La oficialidad y tropa han acreditado que son dignos de ser libres, y
el mayor Santander y capitán Andrade, que subieron por la montaña que
domina la posición y los desalojaron, son dignos de una distinción, como
la merecen el mayor Ricaurte, y capitán Ramírez, que cooperaron por la
izquierda y centro.
"Dios guarde a usted muchos años.
"Campo de la Cruz sobre la Angostura de La Grita, 11 de abril de
1813 3Q•
"Posdata. En este momento me han presentado un fusil más y dos
prisioneros de los cuales está el uno herido".
Vuestra excelencia verá por el antecedente oficio que el enemigo se ha
reforzado, como yo lo había previsto; lo cual se habría evitado si el
coronel Castillo hubiese ejecutado mis órdenes y atacado al enemigo
cuando se lo mandé. Esta noche pienso partir para La Grita, a ver por mí
mismo, cuáles son los inconvenientes que hay para no atacar a Correa, y
ejecutarlo, siempre que sea conveniente.
Dios guarde a vuestra excelencia muchos años.

SIMÓN BOLÍVAR

FUENTE EDITORIAL:
O'Leary, 1881, t. 13, p. 191.

OTRAS EDICIONES:
Otero y Cuervo, p. 33-34, NI! 11.

Archivo Santander, 1913, t. 1, p. 176-177.


Gaceta Histórica, p. 95.

34
13

RECONVENCIONES DE SANTANDER

La Grita, 19 de abril de 1813

Al coronel Manuel del Castillo


Cúcuta

Mi coronel:
Usted hasta ahora nos la ha jugado completamente. Nuestro Bolívar
ha venido hecho una badana y se ha manifestado muy sentido con
nosotros por el consejo de guerra. Yo le he hablado francamente y le he
dicho que personalmente lo estimo, pero que no prescindo de los males
que puedan sobrevenir de su mando en jefe. Nos ha dado mil satisfaccio-
nes, y a mí me ha echado mil párrafos, sintiendo la pérdida de los
progresos que podía hacer en Venezuela. En fin, yo estoy arreglando el
batallón en su prest por este mes, para entregárselo a Serrano y largarme,
cuésteme lo que me costare. A Bolívar le he dicho que no paso de aquí, y
que primero me pierdo. El está resuelto a darme licencia temporal.
A Correa no se le ha podido alcanzar. Ha ya retirádose a Mérida. Hoy
han marchado a Bailadores, Yepes y Uscátegui. D'Elhúyar recibió orden
de Bolívar para retirarse a La Grita y no la ha querido obedecer. Se han
presentado cuatro desertores de Correa y uno de Monteverde. Este dice
que Monteverde está en Valencia, y que los pueblos de Caracas están al
verificar una explosión. Desertó de Barinas el mes pasado, y dice que allí
corría que Nariño enviaba fuerzas por los llanos en número de 2.000
hombres, y que por esta parte marchaban 7.000. ¿Qué tal? Si descubren
que somos cuatro gatos, ¿cómo nos iría?
Yo reconvine a Bolívar cómo con 7.000 soldados valientes había
Monteverde sojuzgado a Caracas. Me contestó que Miranda tuvo la
culpa por no haber adoptado el plan de atacar. Me dijo: que en el
momento que fuésemos cerca de Caracas, Monteverde era atacado por
los mismos pueblos, y que si no lo íbamos a atacar, él formaba un ejército
y nos subyugaba. Le repuse que viniendo Monteverde a atacarnos, era de
esperar la misma conspiración de los pueblos de Caracas, tanto más

35
cuanto los dejaba a su espalda abandonados y sin fuerzas, y añadí que si
ahora debíamos ir seguros de que los soldados de Monteverde no se
batirían con los nuestros por ser aquéllos patriotas, la misma seguridad
debíamos tener cuando el dicho Monteverde viniese a atacarnos, pues
eran unos mismos los soldados contrincantes y por una misma causa.
Nada adelanto.
En fin, pronto lo verá a usted su reconocido amigo,

SANTANDER

Acabo de tener otra sesión con Bolívar y le he dicho que me voy a


perder el 1Q si hace un atentado con algún oficial, porque me dijo que si se
le desobedecía, pasaría uno por las armas. Mandó que Uscátegui y Yepes
fuesen a Bailadores, y reservadamente le dijo al primero, que allá dispon-
dría adelantar sus marchas. Hoy me he denegado a franquear esas
compañías, y tal vez voy yo mismo con Lamprea. Esto está endemo-
niado.

FUENTE EDITORIAL:
Cortázar, 1953, t. 1, p. 16--17, NQ 7, de Archivo Restrepo.

14

SOBRE ALGUNOS EMBARGOS

Bailadores, 24 de abril de 1813 3Q 1

Señor general ciudadano brigadier Simón Bolívar

Excelentísimo señor presidente de la Unión

Excelentísimo señor:
He recibido el oficio que en copia adjunta dirijo a vuestra excelencia
acompañado de uno que me hace el mayor Santander, que dice así:

36
"Señor general:
"Un mozo que antes de ayer 22 salió de Nueva Mérida, ha dado muy
circunstanciada noticia del estado del enemigo que ha retirádose precipi-
tadamente de aquella ciudad hacia Trujillo, después de que por el puerto
de Escalante se le fugaron muchos soldados que, llenos de miseria y
ocupados del terror más espantoso, han tratado de ir a refugiarse a
Maracaibo. El que ha traído esta noticia es un mozo de bien, que fue
enviado por el ciudadano Pulido a averiguar la situación de Correa.
"En esta parroquia se han aprehendido algunos trastos de los emigra-
dos, que no valen cosa, entre ellos cinco piezas de bayeta y alguna loza
fina, que he vendido para enterar su producto en la proveeduría. He
hecho embargar las haciendas de don Clemente Molina y don José
Chacón, y que administradas, sus productos sean para proveer la tropa.
Mañana mando al hato del primero a sacar ganados y recoger mulas.
También he mandado moler 24 fanegas de trigo del español Vilardell, y
algunas cañas de Molina. Ultimamente, he comisionado un sujeto para
que abra el camino de Mocoties.
"Quisiera también cortar los platanales de la costa, si fuese obra de
uno o dos días. Falta dinero, arroz y principalmente sal. Estos renglones
son muy necesarios, y su escasez indispone al soldado y compromete al
jefe a que no les pueda ni aun responder. Usted lo conoce bien y lo sabe.
"No ha ocurrido más novedad.
"Dios guarde a usted muchos años".

FRANCISCO DE PAULA SANTANDER

Lo traslado a vuestra excelencia para su inteligencia y satisfacción.


Dios guarde a vuestra excelencia muchos años.
Cuartel general de Cúcuta, 28 de abril de 1813 321•

Simón Bolívar

FUENTE EDITORIAL:
O'Leary, 1881, t. 13, p. 195.

OTRAS EDICIONES:
Otero y Cuervo, p. 34-35, Nll 12, de O'Leary, 1881, t. 13, p. 195.

37
Cortázar, 1953, t. 1, p. 18, NI! 8 de ü'Leary (op. cit.).
Archivo Santander, 1913, t. 1, p. 176-177, de ü'Leary, 1881, t. 13, p. 195.
Gaceta Histórica, p. 98.

NOTA:
1. En la transcripción de ü'Leary aparece esta carta con fecha 24 de abril. (Cortázar, op.

cit. ).

15

SANTANDER,DESCONTENTO

Bailadores, 29 de abril de 1813

Coronel Manuel del Castillo

Mi coronel y distinguido amigo:


Anoche recibí la de usted con la copia de la determinación del
congreso en orden a nuestras marchas para Venezuela. Mucho nos
hemos consolado y será lo que nos ha poc,iido preservar de volvernos
locos. Pintar nuestra desesperación en estos países, no es para una carta,
pero cualquiera puede figurársela cuando se imagine unos pueblos mise-
rables, enemigos, una época de invierno y unas tropas enfermas, sin
dinero, sin víveres y hasta sin sal. Venga todo en hora buena en beneficio
de nuestra común felicidad.
¿Con que ha notado usted acrimonia en mí? Tal vez tomé la pluma en
uno de los momentos de mayor desesperación, y tal vez acabando de ver y
oír a Bolívar. No crea usted que he tenido ánimo de ofenderle, ni que yo
haya pensado que nos hubiese dejado abandonados a nuestra suerte.
¿Santander incomodar a Castillo? No, mi amigo; aunque mil causas las
más justas se hubieran reunido para inspirarme un sentimiento, de usted
jamás hablaría en un tono acre ni duro, a un jefe que respeto con afecto,
que amo demasiado y a quien le debo ... Dejemos esto, mi coronel, y
córrase un velo sobre mi carta anterior.
La abertura de la que me esct:ibedon Frutos ha sido muy bien hecha.
Haga usted siempre lo mismo con cuantas se me dirijan, sean de quien se

38
fueren, y esto no habría sido necesario repetirlo si usted no me hiciese
agravio averiguándome mi parecer en este asunto.
He observado mucho a Yepes y Uscátegui. El primero me descubrió
cierta trama que el segundo tenía ya fraguada con Bolívar, de reducir a
que viniesen a Bailadores los dos capitanes, que al mismo tiempo vendría
Briceño con su caballería, y entre los dos avanzarían hasta donde qui-
siesen. Yo tomé el partido de prohibir a Uscátegui su marcha; tomé las
compañías de Yepes y D'Elhúyar y vine a ocupar esta parroquia en
donde quedará mandando D'Elhúyar, pues yo mañana voy a La Grita.
De Yepes no hay que desconfiar en manera alguna: es hombre de bien y
tiene honor. ·14
(3
El mando del batallón no se me quitará aunque venga el demonio >1
mismo. Con licencia de Bolívar para irme a Cúcuta, no lo he hecho por ()
!
evitar un comprometimiento con nuestra ausencia. "Si no van nuestros tJ
ofu:iales, nosotros no vamos tampoco", dicen los soldados general-
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mente.
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Ya usted estará informado de mi debate con Bolívar. Le hablé con
sobrada claridad y entereza, y sé que me he ganado un partido con él por
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esta resolución. Tres veces le he pedido dinero, arroz y sal. Nada ha ( \ ,.
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venido después de que dos días ha comido la tropa sin sal: vea usted el
papelito de Lamprea a mí. Si en este pueblo no embargo una carga y unas
reses, nos hubiéramos muerto de hambre. En estos términos se lo he
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escrito ayer a don Frutos dándole una noticia muy circunstanciada de
nuestros debates y recelos. Algún día verá usted la copia que tengo de esta
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carta. Hoy he escrito a Bolívar con la última claridad. Le he dicho que sin "'do
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dinero y sin víveres no hay soldados, y que en estas circunstancias yo ni >-
puedo ni debo responder de alguna deserción; que así como los honores y Z
las glorias son comunes al ejército desde el general hasta el último D
soldado, así deben ser las incomodidades y trabajos; que al descontento
que ya animaba a la oficialidad desde atrás, se ha reunido el justísimo
disgusto que le ha causado el verse abandonada hasta el extremo de
comer sin sal por dos días y otras mil cosas de este jaez. Todo esto se lo he
dicho a consecuencia de acompañarle un oficio del comandante de
Mérida en que me dice que tienen 11fusiles y cuatro pedreros que dejó el
enemigo a tiempo de retirarse para Trujillo. Vea usted mi contestación en
esa copia.

39
No me alcanza tiempo para decirle otras mil cosas. Aquí he hecho yo
las de usted en Honda. He embargado haciendas, he impuesto multas, he
recogido donativos y he aprehendido algunos intereses aunque despre-
ciables. De todo he hecho al oficial comisionado hacer su cuenta para
pasarla a Bolívar y enseñarle mudamente que no hacemos la guerra para
utilizarnos individualmente sino para utilizar al Estado.
D'Elhúyar, Lamprea, Yepes y todos los demás, sin excepción, salu-
dan a usted. Yo lo hago con las más afectuosas expresiones a Girardot,
Andrade, Ramírez, etcétera y Concha.
Sobre mi madre agradezco sus buenos oficios sobre mi corazón; no
desmaye usted en consolarla. Un día de estos más desocupados me voy a
descansar. Tengo la cabeza intratable. Comando, mayorías, proveedu-
rías, guardias, embargos, quejas, tales son las barbas que tengo encima.
Crea usted siempre que soy su reconocido amigo y compañero que
más lo estima,

FRANCISCO DE PAULA SANTANDER

Dígame cómo se puede conciliar la necesidad de pasar nosotros al


territorio granadino con la de guarnecer los puntos reconquistados. Bien
que en llegando el auxilio de Santafé, él será el que debe hacer este
servicio. Trate usted de que se nos provea de dinero, tanto paTa comple-
tar los prests de este mes, como para el suplemento del que va a entrar
pasado mañana. Igualmente arroz y sal; de ningún género de éstos hay un
grano, y todos vienen a ocurrir a mí como si yo tuviera almacenes de
víveres. Vale.

Rúbrica

FUENTE EDITORIAL:
Cortázar, 1953, t. 1, p. 19-21, NQ 9, de Archivo Restrepo.

40
16

ENFERMEDADES Y DESERCIONES

La Grita, 30 de abril de 1813, a las ocho de la noche

Excelentísimo señor presidente, encargado del supremo poder ejecutivo


de la Unión.

Excelentísimo señor:
Acabo de recibir del ciudadano comandante de la vanguardia, el
oficio siguiente:
"Señor general. Ya por el parte del capitán Lamprea, ha sabido
usted que la noche del 28 se han desertado con armas y municiones 26
soldados de la primera compañía del 5Q batallón. La noche del 29 se
desertó otro soldado de la 4" y es muy regular que en las siguientes
continúen las deserciones.
"No debe atribuir usted a otra causa semejantes excesos, sino a la
falta de dinero y a la de víveres. Desde el día 22 no se socorren los
soldados de la compañía de que son los desertores y muchos días se ha
comido sin sal. El ganado escasea y el arroz no se ha visto en muchos
ranchos. El invierno es riguroso, el temperamento contagioso y las
enfermedades en la tropa se propagan. En semejante situación y en
estado tan lamentable, no es extraño que un hombre sin principios, como
es el soldado, abandone el servicio, para ir a buscar el sustento a otra
parte. Usted sabe que en ninguna parte del mundo hay tropas de línea sin
prest y ración.
"El mes de mayo entra mañana y no hay un solo real para la tropa, ni
quién pueda prestarlo. Hoy mismo he tenido que dar unos tabacos a un
oficial que me significó, que ni tenía de este género, ni tenía medio real
para comprarlos. Lo aviso todo a usted para su gobierno y para que no
extrañe una general deserción. Al mismo tiempo, sirva a usted de inteli-
gencia que se han tomado las más eficaces providencias para evitarla,
hasta el de hacer dormir un oficial en cada campamento a pesar de que no
hay quién no esté enfermo, incluso yo.

41
"La fecha de este oficio significa a usted que me he trasladado a esta
ciudad habiendo dejado guarnición considerable en Bailadores.
"Dios guarde a usted muchos años".

FRANCISCO DE PAULA SANTANDER

FUENTE EDITORIAL:
O'Leary, 1881, t. 13, p. 200.

OTRAS EDICIONES:
Otero y Cuervo, p. 35-36, Nll 13, de O'Leary, 1881, t. 13, p. 200.
Cortázar, 1953, t. 1, p. 21, Nll 10, de Archivo Santander, 1913, t. 1, p. 178-180.
Archivo Santander, 1913, t. 1, p. 178-180, de O'Leary, 1881, t. 13, p. 200.
Gaceta Histórica, p. 98-99.

17

POBREZA Y MAS DESERCIONES

La Grita, 30 de abril de 1813

Garde-avons

Señor coronel Manuel del Castillo.

Mi coronel y amigo:
Esta tarde he llegado para dar gusto a Lamprea, y venir a presenciar
las miserias de este ejército. D'Elhúyar quedó mandando en Bailadores
con Yepes.
Aquí me he hallado con 29 desertores de la la del 511 que se fueron con
las armas. Anoche se fue otro de la 4a del mismo 511 y esta noche se irán
quién sabe cuántos. Sin comer más que carne sin sal y bizcocho corrom-
pido, dijeron los desertores que iban huyendo del hambre. Aquí no hay
dinero, y estoy cansado de pedirlo. Mañana es 1Q Y no sé qué partido
tomar. Andrade ausente con enfermedad, o sin ella, no ha completado a

42
Acevedo, subteniente de su compañía, el dinero que se le suplió para
socorrerle. Cargo contra el capitán. El soldado pide su prest, pide su
ración; ¿qué se le puede contestar? Mi coronel, estoy en el último grado de
desesperación, quisiera hoy ser el último campesino para no sentir tanta
incomodidad. Ya usted sabe lo que es tropa y por lo mismo debe hacerse
cargo que la nuestra, sin su vestuario, pues lo dejó en Cúcuta, sin prest,
sin su ración ordinaria, en medio del barro, del invierno y de la misma
miseria, cuánto dará que sufrir a los jefes. No es esta una ponderación ni
una pintura lúgubre, es la realidad entera. Esta noche nos estamos
alumbrando con las últimas velas que hay, y mañana lo pasaremos a
oscuras. Por fortuna, ha conseguido Lamprea un poco de sal para otros
tres días. Usted conoce el abandono de nuestros proveedores y debe
hacerse cargo de la miseria de estos pueblos, que después de haber
mantenido de ganado a 500 hombres de Correa por un mes muy largo,
han tenido que mantener a 600 nuestros en otro mes. Yo no sé qué
camino tomar para acallar las quejas, las murmuraciones, las faltas y
deserciones. Si se da una providencia severa, se responde que no hay
prests ni raciones; si se toma una suave, abusan de la indulgencia y
siempre echan en cara su hambre.
No hay oficial que no esté enfermo. Yo mañana voy a tomar una
purga, fuera de las que he tomado con mi Bolívar. He encontrado ausente
al cadete Reyes. Ignoro quién le haya dado el permiso.
Vea usted ese parte que acabo de recibir de la guardia. ¿Qué haré, si el
cabo ha dicho la verdad respondiendo que los tienen muertos de hambre?
¿Qué les doy? Carne sola. Ni plátanos, ni arroz, ni nada. Todo esto lo he
escrito a usted para que remedie estos males haciendo que Bolívar nos
provea de cuanto necesitamos. No respondo de deserción alguna, y sólo
ofrezco ser el último que me ausente de esta ciudad, luego que todos los
soldados se hayan desertado. Sin oficios completos no se puede arreglar
cosa alguna. Usted lo sabe. No crea que he pensado incomodarlo con mi
carta. Es manifestarle nuestro estado para que en ningún caso ni en
ningún tiempo se diga que los oficiales de la Unión han manchado su
honor bien adquirido.
Va usted a recibir diariamente partes de deserciones. Ya empezaron
por un número regular, sin haberse escaseado la carne. ¿Qué sucederá
cuando ésta falte?

43
Mi coronel, reconózcame usted siempre como su reconocido amigo y
compañero que lo estima con respeto,
FRANCISCO DE PAULA SANTANDER

A cuatro soldados que no quisieron desertar con los 29, sin embargo
de haber sido convidados y de haberse desertado el cabo comandante de
la guarnición a que pertenecían algunos, les he hecho regalar media onza.
Vea el adjunto, ciérrelo y dirijalo.
Rúbrica

El alférez González está en cama, casi lo mismo Guerrero, Serrano,


Mendoza, etcétera.
Reciba usted expresiones de Lamprea, del señor Rodríguez y demás
oficiales.

FUENTE EDITORIAL:
Cortázar, 1953, t. l., p. 22-24, NQ 11, de Archivo Restrepo.

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CONSULTA SOBRE ENTREGA DE COMPAÑIA

La Grita, 3 de mayo de 1813

(Urgente)

Señor coronel ciudadano Manuel del Castillo

Acabo de recibir una orden del señor brigadier ciudadano Simón


Bolívar para que dé una compañía al ciudadano Cristóbal Mendoza para
que siga hasta Mérida.
No viniendo ella por conducto de usted y estando el ejército en el
estado más peligroso, como usted lo sabe, la he reclamado en atención a
que de su no inmediato cumplimiento no resulta perjuicio alguno; lo
aviso a usted para que me diga si debo entregar la compañía que se pide
por orden del general, o si estamos todavía en el caso de no avanzar más

44
adelante sin el cumplimiento de las condiciones que el supremo congreso
ha puesto.
Dios guarde a usted muchos años l.

FUENTE EDITORIAL:
Cortázar, 1953, t. 1, p. 24-25, NI! 12, de Archivo Restrepo.

NOTA
1. No tiene firma, pero es de letra de Santander, y suya por el contexto (Cortázar,op.

cit.).

19

MAS INCOMODIDADES

La Grita, condenada, 4 de mayo de 1813

Señor coronel Manuel del Castillo

Mi amado coronel y mejor amigo:


Con el chato recibí las dos cartas de Baraya y don Frutos. La de este
último ha derramado sobre mi corazón la mayor tristeza, y así me tiene
usted a esta fecha bien divertido. Eso sólo faltaba a tanta incomodidad
como he sufrido. ¿Qué hemos de hacer? Vengan disgustos del primer
cuerpo de la nación, venga invierno, venga hambre, venga enfermedad,
venga cuanto sea posible para abrumar a un hombre.
Ya verá por mi oficio que el dinero apenas ha alcanzado para pagar a
los soldados por el mes pasado. Bolívar quiere que nosotros hagamos
prodigios, como los del Señor con los cinco panes; ¿con 6.000 pesos
querrá que dos batallones se socorran por mes y medio, que la proveedu-
ría tenga dinero, que se paguen los arrieros, los gastadores, los cargueros,
la caballería y la artillería? ¿Con 6.000 pesos querrá que tengamos
ganado, arroz, sal, pues? iQué males padece un ejécito cuando está a su
cabeza un jefe que no ha pasado por las escalas de la milicia! ¡Y qué
mayores males no se le espera por el capricho de los que sólo piensan

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filosóficamente! Tal vez esta noche nos acostaremos sin luz, y ya llegará
día en que ni carne encontremos. ¡Hasta cuándo ha sido necesario
comprar a varios pobres infelices, que teniendo una vaca sola, se ven en la
necesidad de perderla! Este vicario, que no tendrá más crimen que ser
cura de un pueblo godo, y que ha donado 800 pesos, ha perdido varias
reses. Si se ha recogido ganado, un oficial ha ido a recogerlo, abandonan-
do su compañía. ¿Qué tal? ¿Y quién sufre esto? Los subalternos, que no
tenemos voz en los asuntos más importantes y en los que se interesa la
felicidad de una República naciente.
Ya he dado pasaporte para Cúcuta a los oficiales González y Mendo-
za en virtud de un reconocimiento formal del cirujano. Caycedo me ha
dirigido ya un memorial para lo mismo. Todo el que justifique con
certificación jurada del cirujano que necesita temperamento caliente, lo
mando a Cúcuta, pues por aquí no hay inmediato ninguno. No estoy yo
menos malo: ayer tomé purga y he pasado el día tendido en la cama. Si
esto nos sucede a nosotros que procuramos cuidarnos de algún modo,
¿qué no sucederá al soldado que se abandona a todo exceso?
Ya me da vergüenza escribir sobre este asunto, y había hecho inten-
ción de no volver a hablar más sobre nuestro estado; pero la desespera-
ción, el disgusto, me hacen repetir lo que tantas veces he dicho. Acuérde-
se usted de Honda cuando todo nos incomodaba y nos afligía, aun a
pesar de disfrutar de mil comodidades. Juzgue usted por sí lo que
sufriremos otros que por un destino fatal estamos condenados a sufrir
más que el resto de los defensores de la patria.
No se admire usted ni crea en mí un espíritu preparado a incomodar-
lo. Usted en mi situación, encargado de un mando que ofrece cuantas
incomodidades son posibles de dar a un hombre, acometido de enferme-
dades de estómago, ausente del objeto más amable a los ojos de un hijo,
viviendo entre el barro y la lluvia, y divisando el descanso que otros, sus
compañeros, disfrutan con igual mérito y sin ningún privilegio, usted
entonces haría la mayor resistencia para no cometer un desatino.
Permítame expresarme con esta franqueza, pues ella es la que me
escuda. Bajo estos principios estoy resuelto a pedir de todo corazón mi
licencia absoluta, y antes estoy deseando que el congreso, a consecuencia
del consejo de Táriba, deponga del empleo a quien como yo habló con
más dureza. Un oficial insubordinado, seductor, murmurador, no debe

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llevar más tiempo la casaca, y yo, que creo hallarme en los tres casos,
según el espíritu de la carta de Gutiérrez, no debo usarla.
Bolívar va a mandar guarnición a Mérida, según un oficio que vi de él
al cabildo. Quién sabe en la que nos veremos si se nombra de nuestra
tropa. Yo del 5Q no doy un hombre si no veo orden de usted y sólo con ella
marcho yo mismo a donde sea necesario.
Dispense usted cualquier expresión que pueda causarle incomodi-
dad, bajo el supuesto que yo, ni como amigo, ni mucho menos como
subalterno, trato de disgustarlo. Un genio naturalmente acalorado que
hoy tiene mil y mil motivos de estar caliente en un grado superior, es el
que me ha dictado esta carta. Repito que disimule usted mis impertinen-
cias, seguro de que en todo tiempo, de todos modos, y en todas circuns-
tancias siempre seré reconocido y amigo el más apreciador,
""'-.-;

FRANCISCO DE PAULA SANTANDER


()
i .,
\. ,)

Vea usted mi contestación a don Frutos, y cerrándola, póngala en el


correo. Aviso a usted que tengo licencia de mi general para ir a Cúcuta;
c-<
.... L""
cuento con la de usted, y un día de estos me voy aunque sea a pie a .'~,
~. >:~ \o",m-:

descansar, como descansan otros que ..., etcétera. f; O


~.j
FUENTE EDITORIAL:
Cortázar, 1953, t. 1, p. 25-27, Nll 13, de Archivo Restrepo.

POSIBLE LIBERACION DE VENEZUELA

Cuartel general de Cúcuta, 4 de mayo de 1813 3Q

Excelentísimo señor presidente del congreso, encargado del poder ejecu-


tivo de la Unión.

Excelentísimo señor:
Incluyo a vuestra excelencia la correspondencia que acabo de recibir
del comandante de la vanguardia en La Grita, mayor comandante Fran-

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cisco de Paula Santander, enviada por el comandante de armas de la
ciudad de Mérida, interceptada al enemigo.
Por ella se informará vuestra excelencia del estado de nuestros con-
trarios, que no puede ser más desesperado, aun antes de verse verdadera-
mente atacados: pues la separación del gobernador de Barinas de su
capital, indica claramente que aquél no tiene ninguna confianza y toma
por pretexto para alejarse, el solicitar tropas en unos lugares que han
dado ya muchas pruebas de su desafección al gobierno de Monteverde.
El anónimo que se encuentra entre los papeles es, según el conoci-
miento que se tiene de la letra, de Domingo Pumar, buen patriota, y no se
debe dudar de la veracidad de sus noticias, porque coinciden con las que
se reciben de todas partes; y sólo tengo por dudoso el que los resultados
sean más o menos favorables, pues yo estoy cierto de que en Cumaná,
Barcelona, Caracas y Barinas, hay un fondo de patriotismo universal que
es imposible desarraigar, aunque se use de la última crueldad; y que por
poco que se le socorra, sus efectos serán por fin la liberación de toda
Venezuela, que por sí misma hará mucho, si no hiciese el todo.
Si la España no enviare a Venezuela tropas que la obliguen a con-
tinuar en las cadenas, ella las romperá ciertamente, sin más auxilio que el
del cielo y sus virtudes, porque los obstáculos que nosotros mismos nos
estamos formando, para no ejecutar la bella empresa que tantas veces nos
habíamos lisonjeado de llevar al cabo, la veo al presente muy distante, no
por falta de medios, repito, sino por falta de voluntad en algunos de los
que debían ser los instrumentos.
Dios guarde a vuestra excelencia muchos años.

SIMÓN BOLÍVAR

FUENTE EDITORIAL:
O'Leary, 1881,1. 13, p. 205.

OTRAS EDICIONES:
Otero y Cuervo, p. 36, NQ 14, de O'Leary, 1881,1. 13, p. 205.

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