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El desarrollo de las ciencias sociales durante el siglo XX estuvo marcado por la disputa
internacional a propósito de la mejor forma de gobierno para las naciones del mundo.
Existió una considerable cantidad de corrientes de pensamiento, representadas por
grandes intelectuales, que entraron en los debates siempre con la intención de imponer
sus ideas. De ese universo de propuestas, existen dos que lograron aglomerar la mayor
cantidad de adeptos en todo el mundo: el capitalismo y el socialismo. Ambas
propuestas, en su caracterización que define una categoría, son reduccionistas respecto
de la cantidad de corrientes históricas, sociológicas, económicas y políticas que
albergaron. Sin embargo, no dejan de ser útiles para pensar la totalidad de esas
discusiones.
A lo largo de este siglo, ambos sistemas sufrieron crisis, momentos parciales de triunfo
de uno sobre el otro, incluso compartieron la tensión desatada en contra de si de los
mismos movimientos sociales. En todos los ámbitos de lo humano estuvieron en
constante lucha, siempre con la intención de imponerse. Las diferencias entre ambos
pueden ser innumerables según la época o el país del que hablemos, se vuelve
prácticamente imposible enlistar sus contrapuntos por las especificidades inherentes a
los distintos análisis que se pueden hacer, a pesar de esto, hay una dimensión en la que
es muy fácil comprender sus diferencias: el ámbito económico.
En los inicios de la década de 1980, el sistema socialista ya contaba con una fuerte
opinión pública en su contra, de propios y extraños. La demanda por las libertades
liberales ponía en serias tensiones a los países socialistas. Cada vez surgían menos
defensores del socialismo por lo que este se alimentaba de las opiniones de viejos
militantes los cuales cada vez tenían juicios más anacrónicos respecto del malestar
político de la época, una vez más la incapacidad de dinamismo y reconfiguración
política y social fueron las anclas del socialismo. Es en ese contexto que Margaret
Thatcher y Ronald Reagan llegan al frente de los gobiernos de la Gran Bretaña y los
Estados Unidos de América, respectivamente, enarbolando las ideas neoliberales.
En ese sentido, existe una visible brecha entre gobernantes y gobernados, que se expresa
en bajos índices de participación electoral, altas tazas de desaprobación hacia la clase
política, búsquedas de alternativas para conformar organización social que no pase por
el modelo de partidos políticos y el cada vez más común lugar de denuncia que asegura
que la causa de todo lo negativo que pasa en las naciones es culpa del gobierno. En
general, así es como surgen las demandas por otras expresiones de democracia
(participativa, deliberativa, directa) que contengan mecanismos más vinculantes de
decisión.
II
El desgaste del PRI al frente del gobierno nacional cuenta con varios elementos, el
principal: el Presidente de Mèxico. Mencionabamos antes de la fuerza del partido en la
estructura de gobierno, èsta sòlo fue superada por el poder ejercido por los presidentes,
los cuales, evidentemente, pertenecían a los cuadros màs leales del PRI. Leòn Zayas
llama a ese poder compartido hiperpresidencialismo: “un partido político cuya principal
virtu fue lograr aglutinar una amplia y diversa gama de intereses sociales, [y] la
1
Leòn David Zayas Ornelas, “Los Mecanismos de Democraci Directa en Mèxico: el plebiscito y
referéndum en las entidades del país” en Noesis, vol. 16, No. 32, 2007, p. 3.
Este panorama, como hemos mencionado, se fue desarticulando por la voluntad de los
grupos políticos gobernantes y por la capacidad de otros grupos políticos para
capitalizar esas brechas. En el año 2000, con la llegada del PAN a la presidencia de
Mèxico, se entrò en un periodo de gobernabilidad con características totalmente
diferentes a las de la época priìsta, básicamente se materializaron las teorías de paralisis
gubernamental y gobierno divivido. En el periodo 2000-2006, el PAN controlò en
promedio 47 lugares de la Càmara de Senadores y 177, en promedio, de la Càmara de
Diputados durante el mismo periodo. Ambas cantidades representan menos del 50% de
los puestos de elección en cada Càmara, lo que se reflejo en la incapacidad del
Ejecutivo para tomar ciertas decisiones.
El primer periodo del PAN en la presidencia fue obtuso y poco claro. El cambio
institucional que se esperaba nunca llegó, al contrario, la pluralidad de partidos al frente
de diferentes gobiernos locales o en los congresos locales, derivo en la incapacidad de
diferentes actores políticos para obtener acuerdos. Unos grupos se bloqueaban con
otros, la violencia comenzó aumento en lo político y en lo social, los pocos acuerdos
consensuados seguían de cerca el programa neoliberal del salinismo, los grupos
opositores de izquierda empezaron a escalar en opiniones publicas favorables, los
movimientos sociales infirieron el desastre de gobernabilidad que venia y buscaban
generar ganar adeptos para no legitimar las instituciones político-electorales y,
finalmente, en el 2006, la elección màs competida en los últimos cien años tuvo lugar.
2
Ibidem, p. 2.
Zayas hace referencia a las condiciones en las entidades del país que no son la Ciudad
de Mèxico, sin embargo, es útil su análisis para comprender desde lo local còmo se
trabajo también a nivel Federal.
Coincidimos con la propuesta de Zayas la cual afirma que los proceso de apertura
democrática desde la época de Josè Lòpez-Portillo vinieron acompañados por la
exigencia de mayores canales de participación, de la desarticulación del poder
presidencial, para distribuir ese poder entre las Càmaras pero también entre sectores de
la sociedad civil. Estos nuevos mecanismos de Democracia Directa, incorporan un
nuevo actor de veto: el ciudadano. En la experiencia de la Ciudad de Mèxico, desde
mediados de 1990 se trabajò minimamente con estas nuevas formas: consulta pública,
referéndum o plebiscito. Desde la consulta, de ratificación, que preguntaba a los
ciudadanos del entonces Distrito Federal si querìan elegir a sus propios goberantes,
hasta la consulta por la supervìa poniente que se dio en el gobierno de Marcel Ebrad.
III
3
El ya citado ensayo de Leòn Zayas y el ensayo de Hector Hernandez y Luis Fernandez “Democacia
Directa en la Ciudad de Mèxico: retos perspectivas”, dan cuenta de la trayectoria que ha tenido la
incorpoacion de estos en Mexico.
El grado de violencia que vive el país puede ser otro factor de importancia para
comprender la imposibilidad por parte de la sociedad civil para poner en marcha los
mecanismos de democracia directa. Ante el esenario de asesinatos impunes,
desaparicioes forzadas, secuestros y otros factores de violencia, ha sido difícil articular a
la sociedad en torno a demandas políticas especificas que vayan màs allà de la
coyuntura. Los movimientos que se generaron en torno a la desaparición de los
normalistas de Ayotzinapa o la brutal violencia de gènero en contra de las mujeres, han
recibido mucha atención nacional e internacional pero no han sido capaces de articular
otras demandas en los terrenos político o social.