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Manuel Antonio García Durán

Teorías Políticas Contemporáneas 2

Dra. Tania Martínez Cárdenas

El desarrollo de las ciencias sociales durante el siglo XX estuvo marcado por la disputa
internacional a propósito de la mejor forma de gobierno para las naciones del mundo.
Existió una considerable cantidad de corrientes de pensamiento, representadas por
grandes intelectuales, que entraron en los debates siempre con la intención de imponer
sus ideas. De ese universo de propuestas, existen dos que lograron aglomerar la mayor
cantidad de adeptos en todo el mundo: el capitalismo y el socialismo. Ambas
propuestas, en su caracterización que define una categoría, son reduccionistas respecto
de la cantidad de corrientes históricas, sociológicas, económicas y políticas que
albergaron. Sin embargo, no dejan de ser útiles para pensar la totalidad de esas
discusiones.

Existe un consenso analítico para englobar la duración socio-histórica de este siglo a


nivel mundial el cual, según dicho consenso, va de 1914 a 1990, aproximadamente 76
años, un siglo bastante corto. Tiempo suficiente para el desarrollo de las formas
imperantes de hacer política, las mencionamos antes, el capitalismo y el socialismo.
Aunque los orígenes de ambas se remontan a siglos anteriores, es durante el siglo XX
que se posicionan como los dos grandes sistemas posibles para comprender la realidad
del mundo y definir rumbos, y como si fuera humor negro, cada sistema se orienta o es
orientado hacia un espectro del ámbito político: la derecha o la izquierda. Esa carga
axiológica, sella el límite entre ambas como antítesis una de la otra.

A lo largo de este siglo, ambos sistemas sufrieron crisis, momentos parciales de triunfo
de uno sobre el otro, incluso compartieron la tensión desatada en contra de si de los
mismos movimientos sociales. En todos los ámbitos de lo humano estuvieron en
constante lucha, siempre con la intención de imponerse. Las diferencias entre ambos
pueden ser innumerables según la época o el país del que hablemos, se vuelve
prácticamente imposible enlistar sus contrapuntos por las especificidades inherentes a
los distintos análisis que se pueden hacer, a pesar de esto, hay una dimensión en la que
es muy fácil comprender sus diferencias: el ámbito económico.

Los modelos económicos de ambos sistemas articulan la complejidad de los restantes


ámbitos. Nos interesa rescatar esa dimensión, además de la evidente importancia,
porque ayuda a comprender el presente de cada sistema. El sistema capitalista, tal vez
por definición, fue más dinámico a la hora de reconfigurarse en cada etapa del siglo XX,
anti histórico en lo eferente a la autocrítica buscó, muchas veces con éxito, mostrar
nuevas caras del modelo aunque pocas veces hubo cambios sustanciales. El otro, el
socialismo, por influencia principalmente de Stalin se mostró más reticente al cambio,
su vena de materialismo histórico le desgasto más de lo que ayudo, lo que generó un
imaginario de un sistema aletargado y estático.

Ambas dinámicas ayudaron o deterioraron, según sea el caso, a la imagen de cada


sistema. Dentro de esa vorágine de conflicto, del lado capitalista, surgió una corriente
entre las décadas de 1940 y 1980 que es conocida como neoliberalismo. El
neoliberalismo es, principalmente, una corriente que reflexiona las disciplinas
económica y política que, en términos generales, es una reversión del liberalismo
clásico del siglo XIX pero adecuado a las nuevas exigencias de un mundo polarizado y
en vías de estar conectado por diferentes medios y adelantos tecnológicos. Como
mencionamos, el neoliberalismo se gesta en un intervalo de aproximadamente 40 años;
en principio, es la dimensión económica la que se desarrolla y, a la par aunque
ligeramente más lenta la dimensión política.

En los inicios de la década de 1980, el sistema socialista ya contaba con una fuerte
opinión pública en su contra, de propios y extraños. La demanda por las libertades
liberales ponía en serias tensiones a los países socialistas. Cada vez surgían menos
defensores del socialismo por lo que este se alimentaba de las opiniones de viejos
militantes los cuales cada vez tenían juicios más anacrónicos respecto del malestar
político de la época, una vez más la incapacidad de dinamismo y reconfiguración
política y social fueron las anclas del socialismo. Es en ese contexto que Margaret
Thatcher y Ronald Reagan llegan al frente de los gobiernos de la Gran Bretaña y los
Estados Unidos de América, respectivamente, enarbolando las ideas neoliberales.

La corriente se presenta como novedosa ante las condiciones de crisis económica de la


época y lleva anexada la necesidad de establecer la forma representativa de la
democracia, como mecanismo de elección de gobiernos. La democracia representativa
no es ninguna novedad para esa época, opinamos que la posible novedad, fue la
imposibilidad de establecer la doctrina neoliberal sin un cambio en el mecanismo de
elección de gobierno que también se expresa en el establecimiento absoluto de las
libertades liberales. Ya sea por coerción, por beneficio mutuo, por generar un nuevo
ciclo dentro del sistema capitalista, o muchas otras circunstancias, el establecimiento del
neoliberalismo generó una ola democratizadora en países donde no había gobiernos
democráticos, o, los que sí tenían eran sólo en apariencia, como el caso de algunas
dictaduras en América Latina.

De esta forma es como se inicia la época neoliberal a escala mundial y, principalmente,


la caída del modelo socialista, momento que quedó fechado a principios de la década de
1990, sólo 10 años después. Una vez terminada, en términos formales, la polarización
capitalismo-socialismo, el canon por antonomasia de las buenas formas de gobierno se
encontraron en la democracia representativa; rápidamente, y no sin conflictos sociales,
gran parte de los países del mundo adoptaron esta versión del capitalismo.

Así han pasado aproximadamente 30 años, en donde un aplastante sistema mundo no


termina de establecerse, pero hay la fuerte percepción de que existe y que debe ser así.
Este periodo, como mencionamos, se caracteriza por la instauración masiva de la
democracia representativa pero la experiencia sociopolítica que tienen algunos Estados
con este mecanismo es de más larga data, más de 150 años en muchos casos. A la par de
la instauración del neoliberalismo y la subsecuente caída del socialismo real, se
generaron movimientos en diferentes partes del mundo que buscan mejorar el problema
de la representatividad, dentro del modelo que triunfó. Uno de los sentidos de esos
movimientos, es reformular las relaciones gobernadores-gobernados, ya que el
mecanismo y las subsecuentes formas de gobierno que procura la democracia
representativa promueve la desarticulación de demandas sociales, atomiza las naciones
y, principalmente, no procura una efectiva representación a la hora de gobernar,
fácilmente los gobernantes se desligan de sus gobernados promoviendo agendas
políticas afines a los grupos de poder político o económicos a los que pertenecen los
servidores públicos elegidos.

En ese sentido, existe una visible brecha entre gobernantes y gobernados, que se expresa
en bajos índices de participación electoral, altas tazas de desaprobación hacia la clase
política, búsquedas de alternativas para conformar organización social que no pase por
el modelo de partidos políticos y el cada vez más común lugar de denuncia que asegura
que la causa de todo lo negativo que pasa en las naciones es culpa del gobierno. En
general, así es como surgen las demandas por otras expresiones de democracia
(participativa, deliberativa, directa) que contengan mecanismos más vinculantes de
decisión.

II

Hemos intentado expresar algunas particularidades históricas, políticas y sociales que


ayuden a situar la complejidad que supone pensar la introducción de los mecanismos de
democracia directa ya que por un lado consideramos que la sociedad civil, expresada en
movimientos sociales u otras formas de organización, que pueden ser de ideologías
diversas, acepta en lo general el mecanismo de la democracia representativa en lo que
atañe a la elección de los cargos públicos de mayor jerarquía pero, en otro sentido, es en
los gobiernos locales donde se busca abrir el horizonte de acción para la ciudadanía,
exigiendo la participación en la toma de decisiones, además de tomar en cuenta de
forma directa las opiniones de las diversas organizaciones especialistas en los temas que
están conformando las agendas políticas locales; de tal suerte, que se garantice no
solamente el transparente ejercicio del voto sino que los representantes cumplan con sus
promesas de campaña o retomen las opiniones de los representados y las lleven a
discusión en los diferentes espacios de gobierno o, de lo contrario, activar los
mecanismo de democracia directa para garantizar el cumplimiento de las demandas.

Para comprender las particularidades de la introducción de los Mecanismos de


Democracia Directa en Mèxico, es necesario revisar un poco còmo se ha construido su
sistema político. Durante el siglo XX mexicano un partido político se afianzò como el
hegemonico dentro del sistema gobernó prácticamente todos los rincones del país de
1930-1994, este partido es el PRI. La correlacion partido-Estado fue tan profunda
durante tanto tiempo que fácilmente pudiesen confundirse las estructuras de ambos
instrumentos de poder. Fue a partir de la década de 1970, después de la represión a
varios movimientos obreros, sindicales y estudiantiles, que el gobierno procurò el
acceso a otros grupos políticos que no militaban con el partido hegemonico. La
modificación a la conformación de la Càmara de Diputados, abriendo las puertas a los
diputados de partido, la pèrdida de mayoría absoluta en esa misma Càmara para 1988,
la victoria de Ruffo Appel en Baja California un año después (1989), la Reforma
Electoral de 1996 y, finalmente, la división del poder en la Càmara de Diputados en
1997 son algunos elementos que explican la apertura política que hubo en Mèxico.

El desgaste del PRI al frente del gobierno nacional cuenta con varios elementos, el
principal: el Presidente de Mèxico. Mencionabamos antes de la fuerza del partido en la
estructura de gobierno, èsta sòlo fue superada por el poder ejercido por los presidentes,
los cuales, evidentemente, pertenecían a los cuadros màs leales del PRI. Leòn Zayas
llama a ese poder compartido hiperpresidencialismo: “un partido político cuya principal
virtu fue lograr aglutinar una amplia y diversa gama de intereses sociales, [y] la

representación política estuvo centrada en un solo actor de veto funcional: el Presidente


de la Republica…”1. Leon Zayas, señala que la característica màs precupante del
presidente fue ostentar poderes extrainstitucionales, esto se expresa en que eran los
presidentes los únicos con facultades de negociación con actores extra gobierno y extra
partido.

El otro elemento fundamental fue el papel del Legislativo. En términos constitucionales,


el Legislaivo no era débil frente al Ejecutivo, ambos ostentaban la capacidad de veto,
sin embargo, los poderes metaconstitucionales del Ejecutivo sobre todos los actores
políticos eran de mayor consideración. Los Diputados y Senadores eran elegidos entre
los hombres del Presidente y algunos se elegian para mantener el equilibrio de fuerzas
dentro del partido. Al ser de esta forma la designación de las Càmaras la interaccion
enter Ejecutivo y Legislativo era de subordinación del segundo ante el primero,
incumpliendo principis básicos de los regímenes presidenciales. Por lo que podemos
proponer unas caracteisticas particulares del sistema político en Mexico imperantes
hasta mediados de la década de 1990: Ejecutivo poderoso, partido predominante con
lealtad en el Congreso, Presidente elijiendo los altos cargos públicos (de elección
popular o no) y un Legislativo sin intensión de poner freno a los deseos del Presidente.

1
Leòn David Zayas Ornelas, “Los Mecanismos de Democraci Directa en Mèxico: el plebiscito y
referéndum en las entidades del país” en Noesis, vol. 16, No. 32, 2007, p. 3.
Este panorama, como hemos mencionado, se fue desarticulando por la voluntad de los
grupos políticos gobernantes y por la capacidad de otros grupos políticos para
capitalizar esas brechas. En el año 2000, con la llegada del PAN a la presidencia de
Mèxico, se entrò en un periodo de gobernabilidad con características totalmente
diferentes a las de la época priìsta, básicamente se materializaron las teorías de paralisis
gubernamental y gobierno divivido. En el periodo 2000-2006, el PAN controlò en
promedio 47 lugares de la Càmara de Senadores y 177, en promedio, de la Càmara de
Diputados durante el mismo periodo. Ambas cantidades representan menos del 50% de
los puestos de elección en cada Càmara, lo que se reflejo en la incapacidad del
Ejecutivo para tomar ciertas decisiones.

El primer periodo del PAN en la presidencia fue obtuso y poco claro. El cambio
institucional que se esperaba nunca llegó, al contrario, la pluralidad de partidos al frente
de diferentes gobiernos locales o en los congresos locales, derivo en la incapacidad de
diferentes actores políticos para obtener acuerdos. Unos grupos se bloqueaban con
otros, la violencia comenzó aumento en lo político y en lo social, los pocos acuerdos
consensuados seguían de cerca el programa neoliberal del salinismo, los grupos
opositores de izquierda empezaron a escalar en opiniones publicas favorables, los
movimientos sociales infirieron el desastre de gobernabilidad que venia y buscaban
generar ganar adeptos para no legitimar las instituciones político-electorales y,
finalmente, en el 2006, la elección màs competida en los últimos cien años tuvo lugar.

El proceso de democratización o de apertura a nuevos actores políticos puso al borde de


la catarsis social muchos lugares en Mexico. De mayorías hegemónicas, coordinadas
por el PRI, se pasò a la pluralización en todos los niveles de gobierno; lo cual no fue
exclusivamente negativo o positivo, pero sì visibilizò la incapacidad de las nuevas elites
políticas de asumir la responsabilidad de la alternancia en conjunto con las viejas
estructuras. Esas condiciones que pronto fueron visibles, obligaron a los sectores màs
politizados a demandar otras formas de ejercer la democracia. A propósito menciona
Zayas Ornerlas: “Para responder a esta nueva realidad, producto de la pluralización de
los espacios de participación y representación, se han modificado los diseños
institucionales estatales y se han construido instrumentos novedosos de negociación
entre los actores con capacidad de influir en las decisiones legislativas sobre políticas”2.

2
Ibidem, p. 2.
Zayas hace referencia a las condiciones en las entidades del país que no son la Ciudad
de Mèxico, sin embargo, es útil su análisis para comprender desde lo local còmo se
trabajo también a nivel Federal.

Coincidimos con la propuesta de Zayas la cual afirma que los proceso de apertura
democrática desde la época de Josè Lòpez-Portillo vinieron acompañados por la
exigencia de mayores canales de participación, de la desarticulación del poder
presidencial, para distribuir ese poder entre las Càmaras pero también entre sectores de
la sociedad civil. Estos nuevos mecanismos de Democracia Directa, incorporan un
nuevo actor de veto: el ciudadano. En la experiencia de la Ciudad de Mèxico, desde
mediados de 1990 se trabajò minimamente con estas nuevas formas: consulta pública,
referéndum o plebiscito. Desde la consulta, de ratificación, que preguntaba a los
ciudadanos del entonces Distrito Federal si querìan elegir a sus propios goberantes,
hasta la consulta por la supervìa poniente que se dio en el gobierno de Marcel Ebrad.

Estas cirucunstancias de consulta se generan por la falta de cooperación entre partidos


políticos, por la pèrdida de la hegemonía en el gobierno de un territorio o por
ratificación del capital político previò a elecciones intermedias o nacionales.

III

Despues del triunfo del PAN, en la mayoría de las constituciones estatales 3 se


implementaron mecanismos de democracia directa que prácticamente no se han puesto
en pràctica por motivos que van desde el complicado proceso para ponerlos en marcha
hasta el desencanto que puede generar que en varios estados los resultados de los
mecanismos no son vinculantes o, también porque la población no sabe de la existencia
de dichos mecanismos. Incluso, los mismos movimientos sociales que presionaron para
que se hiciera la incorporación de dichos mecanismos no han sido capaces de echarlos a
andar para incorporar sus demandas o discusiones en las agendas políticas de los
partidos.

3
El ya citado ensayo de Leòn Zayas y el ensayo de Hector Hernandez y Luis Fernandez “Democacia
Directa en la Ciudad de Mèxico: retos perspectivas”, dan cuenta de la trayectoria que ha tenido la
incorpoacion de estos en Mexico.
El grado de violencia que vive el país puede ser otro factor de importancia para
comprender la imposibilidad por parte de la sociedad civil para poner en marcha los
mecanismos de democracia directa. Ante el esenario de asesinatos impunes,
desaparicioes forzadas, secuestros y otros factores de violencia, ha sido difícil articular a
la sociedad en torno a demandas políticas especificas que vayan màs allà de la
coyuntura. Los movimientos que se generaron en torno a la desaparición de los
normalistas de Ayotzinapa o la brutal violencia de gènero en contra de las mujeres, han
recibido mucha atención nacional e internacional pero no han sido capaces de articular
otras demandas en los terrenos político o social.

Con este panorama llegamos…

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