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EXTENSIÓN LATACUNGA
APRECIACIÓN A LA PINTURA
DEBER
INGENIERÍA MECATRÓNICA
NOMBRE:
Marcelo Anda
El pintor
Los pintores contemporáneos asisten a las transformaciones socioeconómicas de su
época y dejan de estar sometidos a la tutela de los gremios. Su formación puede
ser académica o autodidacta, y su relación con el público es completamente distinta a la
existente en el Antiguo Régimen: sus clientes preferidos ya no son el clero y
la monarquía absoluta, sino un mercado de arte representado por la burguesía, a cuyos
gustos pueden responder o no. Si se anticipan a su tiempo y renuncian a cualquier
compromiso con la comercialidad, buscando el arte por el arte, pueden ser
incomprendidos e incluso pasar penalidades, representando con su propia vida la figura
tópica del pintor bohemio, que se reúne con otros artistas de su misma condición en los
ambientes marginales de los barrios más conflictivos (como el Montmartre de París).
La provocación
El fin confesado de muchos pintores contemporáneos fue «épater le bourgoise»
(escandalizar al burgués), es decir, realizar conscientemente una provocación mediante
la transgresión. La búsqueda de sucesivas formas de ruptura de las convenciones nunca
tuvo fin, porque, cada vez más rápidamente, lo que era provocador pasaba a ser primero
tolerado y después incluido en el mainstream institucional y del mercado del arte, que
era el verdadero estímulo para que surgieran nuevas provocaciones, quedando cada vez
menos espacio para definir quién era un pintor maldito o dónde encontrar realmente una
pintura underground, independiente o marginal.
La reproducción de la imagen
El grabado tenía una tradición secular, pero las posibilidades de reproducción de la
imagen se desarrollan de modo impactante con las nuevas técnicas de reproducción de
imágenes, especialmente a partir de la fotografía (en desarrollo desde las décadas
centrales del siglo XIX). Posiblemente, el impacto más decisivo de la fotografía fue
desincentivar la tradicional identificación entre arte e imitación de la realidad, y
estimular la búsqueda de otras alternativas, especialmente a través del color, que la
fotografía no consiguió reproducir hasta mucho más adelante.
El color
En la larga lucha entre color y dibujo que venía librándose en la pintura europea desde
la Edad Media, el academicismo había sentenciado el triunfo del dibujo y la línea,
concediendo al color un discreto segundo puesto, que ni romanticismo ni realismo
habían subvertido. Únicamente algunas individualidades, como Goya o Turner,6 dieron
a la mancha y al color un puesto protagonista en sus obras, que caracterizó también a
parte de la pintura victoriana posterior; el resto incluso valoraba la homogeneidad
cromática que convertía casi todos los tonos en pardos, tierras u ocres. Incluso se llegó a
decir explícitamente que un buen cuadro debía tener el color de un buen instrumento
musical de madera.
La textura
La pincelada y la mancha son elementos muy importantes en la técnica de los pintores
de la Edad Contemporánea. La pincelada gruesa no es un invento del impresionismo, la
utilizaban muchos maestros antiguos (como Tiziano, del que se decía que daba
directamente los colores con las manos); pero ciertamente el efecto acabado es uno de
los requisitos de la pintura académica. Una conocida anécdota de Goya describe la
impaciencia del maestro por el detallismo con el que su discípulo Vicente López
Portaña estaba haciéndole su retrato de 1826. A esas alturas, el estilo de Goya, que ya
había realizado las pinturas negras, era el de sus últimas obras en Burdeos. El
efecto abocetado fue buscado por otros discípulos de Goya, como Leonardo Alenza; y
se convirtió en una de las señas de identidad de los pintores rupturistas del realismo y el
impresionismo.
La forma o la figuración
El impresionismo y el neoimpresionismo reconstruían ópticamente las
meras apariencias. Los postimpresionistas (Cézanne, Van Gogh, y Gauguin, que huyen
de la atmósfera de París en busca de horizontes inéditos) iniciaron desde 1880 la
reconstrucción de las formas, es decir, de la existencia corpórea de las
propias figuras representadas. El cubismo y el constructivismo insistirán en estos
conceptos.
La abstracción
Kandinsky realizó su Primera acuarela abstracta entre 1910 y 1913; y teorizó sobre
la pintura abstracta en Uber das Geistige in der Kunst (1911).26 Otros pintores se
aproximaron al mismo concepto por esos mismos años: En un texto de 1910 sobre
el futurismo, Boccioni escribió acerca de la abstracción expresiva: "Mi ideal era un arte
que expresara la idea de sueño sin representar ninguna cosa durmiente". Su obra Stati
d'animo (Estado de ánimo), de 1911, se acerca a ese concepto de la abstracción.
La mujer
El feminismo es un movimiento ideológico que nace con la Edad Contemporánea y
evoluciona con ella. La imagen de la mujer que se va representando pictóricamente a lo
largo de este periodo fue cambiando sustancialmente. Las representaciones idealistas
(heroicas o hagiográficas) convivieron con las eróticas y costumbristas. Prerrafaelitas,
simbolistas y modernistas tuvieron en el tema de la mujer uno de sus principales
motivos, alternando en su representación lánguida y activa.
La expresión
La sobriedad de las poses estáticas del neoclasicismo contrastaba con el dinamismo y la
violencia expresiva del romanticismo. El realismo de mediados de siglo XIX dio
oportunidad para que algunos autores, especialmente el caricaturista Daumier o el
grabador Gustavo Doré, experimentaran con la distorsión de la expresión
facial y corporal, que ya habían iniciado artistas aislados en la primera mitad del XIX
(Goya, William Blake o Füssli).
El concepto
El propio concepto pasó a ser, en algunas interpretaciones radicales del vanguardismo
pictórico, lo único que importaba en la representación plástica, mientras que la
realización efectiva pasaba a ser algo secundario. Tales fueron principalmente
el surrealismo (para el que la técnica formal -pinceladas, collages, frottages, grattages- o
incluso el arte mismo elegido para la representación -escritura, cine o pintura-,
importaba menos que el mundo onírico interior que se comunicaba al exterior), las
actividades difícilmente clasificables de Duchamp (que explícitamente pretendía
destruir el propio concepto de arte y pintura -incluso destruir físicamente los museos-),
el arte conceptual o idea art, los happenings y el fluxus el body art el pop-art,
el minimal, las instalaciones o cualquiera de las formas de intervención artística que por
alguna razón se asocien con lo pictórico, aunque los límites entre los distintos artes (y
entre lo que es arte y no lo es) se hayan difuminado hasta desaparecer.
Siglo XIX
Final del siglo XVIII y primera mitad del siglo XIX
La trayectoria estilística de Goya incluye la pintura de interiores rococó, el
academicismo neoclásico y el prerromanticismo. Alcanzó un extraordinario éxito como
pintor de corte. Con sus dos grandes lienzos El dos de mayo y El tres de mayo inaugura
la pintura de historia del siglo XIX. Sus series de grabados supusieron innovaciones
técnicas, estilísticas y temáticas de gran proyección posterior. Se le considera el
precedente del expresionismo y las vanguardias del siglo XX, especialmente por las
pinturas negras.
Neoclasicismo y academicismo
Desde el siglo XVII, con la aparición de las academias, se fueron estableciendo los
cánones del clasicismo pictórico, pero no fue hasta la segunda mitad del siglo XVIII,
con la Ilustración, que llegan a establecerse como convenciones impuestas a la práctica
del oficio en la totalidad del ámbito cultural europeo occidental. Simultáneamente
aparecen la crítica y la historiografía del arte como actividades definitorias del gusto
artístico dominante, cuyo seguimiento se fomenta entre los pintores a través de la
enseñanza, de los encargos institucionales y privados, y de la convocatoria de
exhibiciones, certámenes o salones artísticos como el Salon de peinture et de sculpture o
Salon de Paris ("Salón de pintura y de escultura" o "Salón de París", desde 1725).
La figura de Jacques-Louis David, testigo de excepción de los cambios políticos y
sociales de la Revolución francesa preside el tránsito del siglo XVIII al XIX, al que
siguieron otros pintores franceses, como François Gérard. La cumbre del estilo, a
mediados del siglo XIX, fue Jean Auguste Dominique Ingres; ya en presencia de la
irrupción de los nuevos estilos antiacadémicos. No obstante, la mayor parte de la
producción pictórica de la segunda mitad del siglo XIX e incluso del siglo XX,
conviviendo con su absoluta negación, que representaron las vanguardias, siguió siendo
la pintura academicista de tradición neoclásica, cuyos seguidores, a pesar del éxito
institucional que vivieron en sus días o de su objetiva calidad, han pasado a ocupar un
espacio marginal en museos y manuales (John Singer Sargent, Jean-Joseph Weerts,
Jean-Léon Gérôme, William-Adolphe Bouguereau, Jean-Louis-Ernest Meissonier, Paul
Baudry, Alexandre Cabanel, Franz Xaver Winterhalter).
La pintura inglesa de finales del XVIII y principios del XIX tuvo como principales
figuras académicas a sir Joshua Reynolds (que definió el concepto grand manner
-"manera grandiosa" o "espléndido estilo"-),5 Thomas Gainsborough o Thomas
Lawrence; además de dos extraordinarios paisajistas que evolucionaron hacia una
concepción más identificable con el romanticismo pictórico: J. M. W. Turner y John
Constable.
Por comparación con la gigantesca figura de Goya, la pintura neoclásica española de
finales del siglo XVIII y comienzos del XIX ha sido habitualmente minusvalorada, pero
contó con pintores de la talla de Anton Raphael Mengs, que en su época era considerada
la máxima autoridad académica a nivel europeo, Paret, Meléndez o Vicente López, el
discípulo de Goya autor de su más famoso retrato. El academicismo pictórico presidió la
totalidad del siglo XIX a través de los géneros de más demanda institucional en España:
el retrato y la pintura de historia.
Romanticismo
El prerromanticismo convivió con el neoclasicismo en las décadas finales del siglo
XVIII. No solamente se manifestó en la pintura anticipadora de Goya, sino en la de
William Blake, Johann Heinrich Füssli o Giovanni Battista Piranesi. En el ámbito de la
especulación teórica, el romanticismo incluyó una redefinición del concepto de belleza,
y en concreto la aparición de un nuevo concepto: el de lo sublime, la belleza terrible y
sobrecogedora propia de los elementos desatados y de la naturaleza en estado salvaje,
ajena a la serenidad estética del neoclasicismo, y que encontrará plasmación pictórica en
los paisajes de Caspar David Friedrich y de Turner. Es muy significativa una anécdota
que enfrentó a Turner con su coetáneo Constable. Éste, quejándose del atrevimiento de
su competidor, que había añadido una impactante pincelada de minio en mitad de su
cuadro después de haberse colgado al lado del suyo propio en la exposición de la Royal
Academy (1817), resumió perfectamente el impacto de la nueva Archivo: [veo que] ha
estado aquí, [porque] ha disparado su arma.6