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Para otros usos de este término, véase Españolismo.
La Batalla de Tetuán de Dionisio Fierros Álvarez, 1894. La batalla, que tuvo lugar en 1860, durante
la Guerra de África, fue ganada por las tropas españolas dirigidas por el general O'Donnell.
Obelisco conmemorativo del Levantamiento del 2 de mayo en Madrid. En la actualidad mantiene una
llama perpetua en honor a los que dieron su vida por España y es objeto de homenajes periódicos.
La connotación simbólica de la fecha, que ha sido considerada convencionalmente como hito de
inicio de la Edad Contemporánea en España, sigue teniendo una gran fuerza: la Comunidad de
Madrid, junto con los ayuntamientos de Madrid, Aranjuez y Móstoles (los más vinculados a los
hechos del año 1808), han creado la Fundación «Dos de Mayo, Nación y Libertad», para organizar
las celebraciones del bicentenario.5
Índice
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1Historia
2Nacionalismo y soberanía
3Nacionalismo y economía
4Nacionalismo y lengua
5La construcción de la historia nacional
o 5.1Las bellas artes: pintura, escultura, arquitectura, música
o 5.2Nuevos medios de expresión: el cine y el cómic
6Lemas acerca de la identidad nacional durante el siglo XIX
7Militarismo y Regeneracionismo
8La Segunda República
9La Guerra Civil
10El Franquismo
11La Transición
12La actualidad
o 12.1Fuerzas sociales
o 12.2Partidos políticos
13Véase también
14Notas y referencias
15Bibliografía
16Enlaces externos
Historia[editar]
Históricamente el nacionalismo español surgió con el liberalismo y en la guerra contra
Napoleón.6
A partir de 1808 puede hablarse en España de nacionalismo: el patriotismo étnico pasó a ser
plenamente nacional, al menos entre las élites. Y ello fue obra indiscutible de los liberales. Las élites
modernizadoras aprovecharon la ocasión para intentar imponer un programa de cambios sociales y
políticos; y el método fue lanzar la idea revolucionaria de la nación como titular de la soberanía. El
mito nacional resultó movilizador contra un ejército extranjero y contra los colaboradores de José
Bonaparte, en tanto que no españoles (afrancesados). Los liberales españoles recurrieron a la
identificación entre patriotismo y defensa de la libertad: como declaró el diputado asturiano Agustín
Argüelles al presentar la Constitución de 1812, «españoles, ya tenéis patria».
José Álvarez Junco7
Nacionalismo y soberanía[editar]
Proclamación de la Constitución de Cádiz, por Salvador Viniegra. Por la fecha en la que tuvo lugar
—el 19 de marzo de 1812— se bautizó popularmente como la Pepa. El grito Viva la Pepa pasó a ser
un lema liberal.
Al igual que todas las monarquías europeas durante la crisis del Antiguo Régimen, el reino
de España sufrió profundos cambios sociales y políticos entre finales del siglo XVIII y
comienzos del siglo XIX, especialmente a partir de la invasión napoleónica. Las guerras
napoleónicas transformaron toda Europa, haciendo surgir sentimientos nacionales donde
antes no los había o no se expresaban con el nuevo concepto identitario surgido en
la Revolución francesa: el de nación como sujeto de la soberanía (Sieyès). España no fue
una excepción a esa nueva corriente nacionalista. Desde la guerra contra la Convención,
la propaganda antifrancesa iba generando la idea de un enemigo exterior, que se concretó
de forma evidente con la Guerra de la Independencia Española, aunque la adopción de las
teorías y prácticas políticas del "enemigo" eran evidentes: la Constitución de Cádiz de
1812 no era en muchos aspectos menos "afrancesada" que la Constitución de Bayona de
1808, aunque la influencia de ésta en aquélla no fuera más que reactiva.21
El concepto rousseauniano de soberanía nacional no se limitó a inspirar a los
revolucionarios liberales, sino que se prolongó hasta los movimientos políticos "de masas"
de la Edad Contemporánea, incluyendo los totalitarismos (comunismo y fascismo) en su
supeditación del individuo a la voluntad general.22 Otras interpretaciones ven tanto
a Locke como a Rousseau en la línea del contractualismo individualista, mientras que
serían Hegel y la filosofía del derecho del siglo XIX los que propondrían el principio
corporativo, para el que la soberanía y la libertad no es individual sino colectiva.23
Sea cual fuere su génesis intelectual, la irrupción del totalitarismo en el nacionalismo
español se efectuó con toda su fuerza en los años treinta del siglo XX; no tanto por el
reducido aunque influyente Partido Comunista (que no alcanzó más que parcelas
compartidas de poder durante la Guerra Civil) como por los movimientos opositores a
la Segunda República y por el Franquismo, cuya condición fascista o totalitaria ha sido
siempre objeto de controversia, llegándose a proponer la utilización de los
términos autoritarismo (Juan Linz) y fascismo clerical (Hugh Trevor-Roper).
Nacionalismo y economía[editar]
Locomotora Mikado 1-4-1, utilizada por Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles
Edificio de la Compañía Telefónica Nacional de España en la Gran Vía de Madrid. Construido entre
1926 y 1929 (simultáneamente al Empire State Building de Nueva York) fue, con sus modestos 88
metros, el primer rascacielos que se construyó en España.
Nacionalismo y lengua[editar]
Diccionario de Autoridades, el primero de los editados por la Real Academia Española, en 1726.
Utiliza la denominación lengua castellana, si bien en el prólogo del diccionario se utiliza la
denominación lengua española : "...la lengua española, siendo tan rica y poderosa de palabras...",
"...entre las lenguas vivas es la española, sin la menor duda, una de las más compendiosas y
expresivas...", etc...31 Posteriormente la Academia se decantó por la utilización de lengua española,
incluso con informes polémicos ante la redacción del texto de la Constitución de 1978.3233
A pesar de lo repetido que ha sido este texto para proyectar hacia el pasado la
identificación nacional española con la lengua castellana, el hecho es que el propio Carlos
había aprendido muy tardíamente ese idioma (una de las causas de la Guerra de las
Comunidades fue las dificultades de relación con sus nuevos súbditos) y que la Monarquía
Hispánica de los Habsburgos no fue de ninguna forma un estado con una identificación
nacional lingüística, incluso si pudiera calificársele de estado.36 Se ha llegado a
argumentar que el castellano no era más que una de entre las múltiples lenguas del
Imperio, no prevaleciente ni sobre las peninsulares (catalán o portugués) ni sobre las
europeas (alemán, francés, neerlandés o italiano) ni siquiera sobre las lenguas
indoamericanas, sometidas pero persistentes (guaraní, quechua, náhuatl o quiché); y
desde luego mucho menos prestigioso socialmente que el latín.37
Más trascendencia supuso la adopción del modelo académico francés bajo el que se
instituyó la Real Academia Española, a partir del siglo XVIII, cuando las posesiones
territoriales de la monarquía se habían reducido y simplificado como consecuencia
del Tratado de Utrecht, y se había producido la abolición del régimen foral en los reinos
orientales peninsulares, reducido a la Nueva Planta. La Academia se aprestó a la
defensa casticista de la pureza de la lengua española, en un comienzo frente a la invasión
de galicismos. Simultáneamente, el castellano fue ganando la consideración de lengua
oficial en todo tipo de ámbitos, incluyendo los más resistentes a los cambios, como las
desfasadas Universidades a las que las reformas ilustradas querían desprender del
vetusto latín, bastante impuro filológicamente, y cada vez más inoperante científicamente.
En cambio, el debate nacionalista lingüístico tuvo que esperar al surgimiento de los
nacionalismos periféricos de finales del siglo XIX, que tomaron la identidad lingüística
como clave de su desarrollo, institucionalizado un siglo más tarde con la formación de
las Comunidades Autónomas (a partir de 1979). Su postura reivindicativa suele denunciar
la imposición del castellano sobre las lenguas vernáculas (catalán, gallego o euskera),
sobre todo durante el Franquismo, que ha llegado a ser calificado de genocidio lingüístico
y cultural.38 La reacción en sentido contrario implica la denominada normalización,
delimitación o consideración de lengua propia de un territorio u otro. Esta normalización ha
suscitado a su vez nuevas y opuestas denuncias de imposición, bien sea en nombre de los
hispanohablantes locales, bien sea por parte de quienes consideran que
ciertas variedades lingüísticasmerecen consideración de lengua independiente respecto a
otra, tal como ha pasado con el valenciano respecto al catalán;39 también se rechazan los
argumentos basados en injusticias retrospectivas propios de los nacionalistas periféricos,
argumentos tildados de victimismo y mitificación.40
En cambio, la postura institucional de la Academia y la mayor parte de sus componentes,
es negar la identificación nacionalista-lingüística para el caso español. La idea
humboldtiana de la lengua como manifestación del espíritu de un pueblo o la del
igualitarismo lingüístico se transfiere a las lenguas, que son simples instrumentos, más o
menos afinados y puestos a punto, caracteres que corresponden a los hombres que las
usan. 41 Sí que se patrocina una optimista y nueva imagen del español como vehículo de
concordia, internacionalismo e incluso rentabilidad, 42 en la línea de lo que se
denomina poder blando43
Véanse también: Discriminación lingüística, Polémica en torno a español o
castellano y Oficina de Garantías Lingüísticas.
Muerte de Churruca, durante la batalla de Trafalgar, por Eugenio Álvarez Dumont, 1892. Esta batalla
también fue objeto del primero de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Su bicentenario
(2005) fue aprovechado para reflexionar sobre la conciencia nacional española y el conocimiento y
uso que se hace de la historia de España, en un momento en que simultáneamente se debatía
vivamente en el Parlamento y la sociedad la Ley de Memoria Histórica sobre de la Guerra Civil y el
Franquismo. Apareció una novela histórica de Arturo Pérez-Reverte, famoso por su recreación del
siglo de oro en la serie de novelas El Capitán Alatriste. Este autor se lamentaba de lo vivo que
estaba el episodio entre los ingleses (que hicieron una celebración fastuosa, con parada naval
incluida) frente a lo discreto de la conmemoración en España, cuyo acto más visible estuvo a cargo
del Ministerio de Defensa (José Bono).44
Los últimos de Filipinas, sobre los que se hizo una película dirigida por Antonio Román (1945). Su
melancólica habanera (o bolero, según las fuentes) Yo te diré, de Enrique Llobet y Jorge Halpern,
fue una de las canciones más emblemáticas de la posguerra.
Diversión de España, grabado de la serie Los toros de Burdeos, que Francisco de Goya realizó en
un espacio tan propicio para la introspección sobre la condición nacional como es el exilio, entre
1824 y 1825. Los toros ya eran la fiesta nacional española por antonomasia, aunque tal condición
fue discutida desde los ilustrados, que se le oponían, con notables excepciones, como el propio
Goya. Es innegable el papel de los festejos taurinos y otras celebraciones en la vida cotidiana y la
conformación de la mentalidad y del propio lenguaje corriente, así como su función amortiguadora
de los conflictos sociales, como ocurrió más tarde con el fútbol (véase Pan y Toros).
Los dos militares que se estrechan la mano en este óleo de Bernardo López Piquer (1842) pueden
representar la identidad corporativa que alcanzaron los militares españoles a lo largo del siglo XIX,
por encima de sus periódicos y sangrientos enfrentamientos. Uno de ellos parece disimular una
boina roja (carlista), por lo que el cuadro fue confundido con una alusión al abrazo de Vergara entre
Espartero y Maroto (1839).
Militarismo y Regeneracionismo[editar]
Artículos principales: Militarismo y Regeneracionismo.
Desde Riego hasta Martínez Campos, casi todo el siglo XIX está salpicado de
periódicos pronunciamientos de los espadones que agrupaban detrás de ellos a los
distintos partidos políticos. Fue la propia Guerra de Independencia la que suscitó el
prestigio social de la vocación militar, a la que llegaron gentes de todo origen (hijos
segundones antes destinados al clero, plebeyos) que en una sociedad estamental cerrada
no hubieran tenido tal oportunidad de ascenso social. Algunos de ellos (Ferraz, Valdés)
recibían el mote de ayacuchos por haber participado en la Batalla de Ayacucho, o si no fue
así (como Espartero o Maroto), por al menos haber asistido al final de la presencia
española en la América continental;60 mientras que también en las nuevas naciones se
impuso el caudillismo como forma de representación política.
En estos líderes se identificaba la propia nación en un concepto de encuadramiento social
que, lejos de ser conservador o reaccionario, era en origen revolucionario: la nación en
armas. No obstante, en la práctica se delegaba también en ellos la iniciativa política, en
ausencia de control efectivo de la sociedad civil. La milicia nacional instrumentalizada por
los progresistas, que encuadraba a las clases urbanas en la defensa de la revolución
liberal, dejó pronto de tener importancia efectiva. Otro cuerpo militar, nacido a mediados de
siglo a iniciativa de los moderados,61 tuvo una proyección mucho más importante:
la Guardia Civil, con un amplio despliegue territorial que cubría todas las áreas rurales,
encargada de garantizar dos nuevos conceptos: el orden público y la propiedad privada, de
extraordinaria importancia para el nuevo sistema liberal-capitalista que, tras la Guerra
Carlista y la Desamortización, había integrado a la oligarquía de altos nobles, grandes
burgueses y terratenientes.62
Ritual del Cristo de la Buena Muerte, que sigue celebrándose en la actualidad, al igual que
otras devociones castrenses (algunas matizadas, como la participación militar en la Procesión del
Corpus de Toledo, que ya no presenta honores militares)63 y la institución del capellán castrense.
La Legión Española fue un cuerpo de choque creado para la Guerra de Marruecos en 1920, y tuvo
entre sus primeros oficiales a Millán Astray y Francisco Franco, que encarnaron el concepto
de militar africanista, con una nueva forma de entender la misión de España en el mundo que exigía
recomponer las relaciones entre ejército y sociedad civil. Echaban de menos en ésta los valores
castrenses que la Legión encarnaba, explicitados en su Credo Legionario: disciplina inflexible,
adhesión inquebrantable al jefe (que debe mostrar dotes carismáticas de mando), hermandad entre
compañeros de armas con razón o sin ella (el grito A mí la Legión), exaltación de la virilidad, con
desprecio de la propia vida (el grito Viva la muerte —utilizado junto con Abajo la inteligencia por
Millán Astray en su célebre altercado con Miguel de Unamuno—) y una fuerte identificación con el
catolicismo.
La Segunda República[editar]
Monumento a José Calvo Sotelo, el Protomártir de la Cruzada en la Plaza de Castilla (Madrid).
La mayor parte de los partidarios de la Segunda República (empezando por sus dos
presidentes, Niceto Alcalá Zamora y Manuel Azaña) no eran menos nacionalistas
españoles que sus oponentes; y algunos, ni siquiera menos centralistas, como pudo
observarse en los debates parlamentarios, en que José Ortega y Gasset acuñó el
término conllevancia para designar la relación con los nacionalistas periféricos.68
El movimiento obrero (dividido entre socialistas —organizados en torno al Partido
Socialista Obrero Español y escindido en múltiples sensibilidades— y anarquistas —cuyas
principales organizaciones eran la CNT y la FAI, que posteriormente formarían un frente
único anarquista llamado CNT-FAI—) era teóricamente internacionalista (el
minoritario Partido Comunista de España sí tenía un estrecho control desde
la Internacional Comunista), con lo que su posición ante el tema de la identidad nacional —
tanto unitaria española como particularista o periférica— nunca podría ser demasiado
categórica. No obstante, en la práctica se comportó en ocasiones decisivas como la más
efectivamente centralista de las fuerzas republicanas. Es muy conocida la expresión de
extrema desconfianza de Indalecio Prieto hacia la autonomía vasca (Gibraltar vaticanista),
a pesar de que terminó por contribuir profundamente a la redacción final de su estatuto.69
La posición de la CNT —mayoritaria en el movimiento obrero catalán— hacia la autonomía
pasó por fases más o menos comprensivas, pero nunca dejó de considerarla un asunto
más bien burgués, es decir, expresión de sus enemigos de clase;70 y en cualquier caso no
entraba dentro de sus parámetros el sometimiento a ningún tipo poder, fuera central o
autonómico. La postura de los anarquistas ante su condición nacional o identitaria osciló
entre el federalismo teórico o real (particularmente el sector treintista o moderado, que era
tildado de nacionalista español), el regionalismo, e incluso el iberismo (la escala ibérica de
la FAI); siempre según la cambiante tendencia de los líderes del movimiento en cada
momento o lugar, de forma más agudizada durante la guerra civil: durante un año existió
el Consejo Regional de Defensa de Aragón (en la práctica un gobierno anarquista
independiente del central); más espectacular fue la posición de los anarquistas en
Cataluña, que llegó al enfrentamiento armado (Jornadas de mayo de 1937 en Barcelona).
Ya en ese momento se había producido en Cataluña una unificación de partidos de
izquierda, incluyendo a distintas ramas de socialistas y comunistas, con el nombre
de Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC, que se vinculará a la Internacional
Comunista), aliado en el gobierno de la Generalitat con los nacionalistas catalanes
de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), y que excluía tanto a los anarquistas como
los a trotskistas del POUM.
En el otro extremo del espectro político, la cuestión regional suscitada desde la discusión
del estatuto de autonomía catalán sirvió de estímulo para la radicalización de los partidos
de derecha, en un proceso que terminó en la apropiación del adjetivo nacional por
el bando sublevado en la guerra civil.
El doctor y político José María Albiñana fundó en abril de 1930 el Partido Nacionalista
Español, inspirado en el Partido Nacional Fascista italiano (con sus milicias, culto al líder y
populismo) pero de carácter integrista cristiano y monárquico. No tuvo apenas
implantación, salvo en Barcelona, Madrid, Sevilla, Valladolid y Burgos (por esta provincia
resultó elegido diputado Albiñana en las elecciones de febrero de 1936). Tras el inicio de la
Guerra Civil, partido y milicias acabaron integradas en Falange Española Tradicionalista y
de las JONS. Ésta, a su vez, había surgido de la fusión de otros grupos más o menos
inspirados en el fascismo y muy combativos (dialéctica y físicamente) contra los grupos
izquierdistas: las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista de Ramiro Ledesma y Onésimo
Redondo y la Falange Española de José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador. Había
muchos otros grupos, como Tradición y Renovación Española y el Bloque
Nacional de José Calvo Sotelo, o el Partido Agrario de Nicasio Pelayo (desmantantelador
de la reforma agraria durante el llamado bienio negro) y Antonio Royo Villanova (que
destacó por su oposición al estatut y su libro El problema catalán).71 No obstante, el
movimiento político más importante era la Confederación Española de Derechas
Autónomas (CEDA, coalición formada en torno a un partido primero llamado Acción
Nacional, y luego Acción Popular), liderado por José María Gil-Robles, cuyas juventudes
actuaban como un grupo de disciplina casi paramilitar (Ramón Ruiz Alonso).72
La Guerra Civil[editar]
Véase también: Guerra Civil Española
El mismo uso del nombre de bando nacional que se dio a sí mismo el formado en torno a
los militares sublevados en 1936 fue un activo propagandístico a su favor.73 En cada una
de las tomas de una población, se repetía el lema Entra España o Ya es España; y se
procuraba identificar todo lo posible al bando republicano no sólo con los rojos, sino
explícitamente con una genérica Anti-España y concretamente con Rusia (lo que continuó
haciéndose obsesivamente después de la guerra con los temas, convertidos en clichés,
de Rusia es culpable y El oro de Moscú). Por su parte, la propaganda del bando
republicano para referirse a sus opuestos, utilizaba la expresión fascistas apoyados por
Alemania e Italia, y procuraba remarcar la utilización de moros como tropas de choque;
pero por otro lado, sus mensajes siempre fueron muy internacionalistas (no es casual que
se eligiera el nombre de Brigadas Internacionales para las formadas por voluntarios
extranjeros) y procuraban utilizar el argumentario pacifista propio de la Sociedad de
Naciones.
En el contexto de la guerra civil no era necesario precisar de qué bando era la autoridad
que emitía un bando como éste:
Ordeno y Mando:
Artículo 1º: Todo elemento extremista que al darle el grito de VIVA ESPAÑA, no conteste de igual
forma, será ejecutado pasado por las armas en el acto.
Artículo 2º: Al presentarse las autoridades a las inmediaciones de sus domicilios y no salga el
personal que haya dentro del mismo antes de la llegada de la fuerza con los brazos abiertos en alto
gritando VIVA ESPAÑA serán pasados por las armas en el acto (...)
Falces, 11 de agosto de 1936. El Excmo. Sr. Comandante militar de la plaza.
Recogido en Navarra 1936. De la Esperanza al Terror
El Franquismo[editar]
Artículo principal: Dictadura de Francisco Franco
Véanse también: Bando sublevado, Golpe de Estado en España de julio de 1936, Movimiento
Nacional, Nacional-sindicalismo y Nacionalcatolicismo (demasiados parámetros en
{{VT}}) Wikipedia.
Las ideas políticas y filosóficas de Franco no eran muy diferentes de las del sector más derechista
del cuerpo de oficiales del Ejército. Era conservador, católico y nacionalista; creía en una política
autoritaria... era pragmático en sus actitudes políticas... estaba decidido a no repetir lo que él mismo
llamó "el error de Primo de Rivera": la incapacidad del primer dictador español para crear una nueva
doctrina y un nuevo sistema político... Franco estaba convencido de que él iba a jugar un papel
providencial en la Historia de España.
Stanley G. Payne74
La España que sale de la guerra civil es un Estado totalitario, como la Italia fascista o la
Alemania nazi, sus aliadas, aunque no tanto como para no mantener una prudente
neutralidad en la inmediata Segunda Guerra Mundial. Con gran realismo se renunció al
sueño imperialista que pareció posible en algún momento, al menos para presentarlo
a Hitler en Hendaya (1941; se llegó a encargar a los entonces jóvenes diplomáticos José
María de Areilza y Fernando María Castiella que plasmasen las Reivindicaciones
Españolas en el Norte de África, incluyendo buena parte de las colonias francesas,
especialmente el Oranesado, además de la irredentista de Gibraltar si se arrebataba a
Inglaterra).75 Durante unos años evitará definirse como reino, hasta que la Ley de
Sucesión en la Jefatura del Estado de 1947, proclame que España, como unidad política,
es un Estado católico, social y representativo, que, de acuerdo con su tradición, se declara
constituido en Reino (art. 1º); y durante más tiempo aún se evitará el nombramiento de
un sucesor a título de rey, entre los posibles candidatos, hasta que en 1968 se nombre
a Juan Carlos de Borbón, que hubo de soportar muchos más desplantes y alguna duda de
que la decisión pudiera revertirse en beneficio de Alfonso de Borbón y Dampierre, casado
con la nieta del Generalísimo (él mismo, o bien su entorno más próximo, nunca dejaron de
coquetear con la idea de entroncar con la monarquía).
El obsesivo culto a la personalidad del Caudillo, la reiteración obsesiva
de lemas y símbolos unitarios, no ocultaba que en el régimen nunca hubo una monolítica
unidad: el mismo Franco explotaba la rivalidad de las familias del
franquismo (militares, azules o falangistas, católicos —luego transmutados en
democristianos y tecnócratas del Opus Dei—, tradicionalistas o carlistas), entre las que
administraba el reparto de parcelas de poder y utilizaba como contrapesos mutuos,
resolviendo los conflictos internos de forma paternalista y salomónica, en una concepción
de España idealizada como una gran familia, propia de la sociedad preindustrial, de la que
él sería el padre.76 Una de sus frases se cita mucho como ilustración de su concepto del
poder: haga como yo, no se meta en política.77 En otra definía su relación con sus
ministros con un expeditivo y cuartelero es muy sencillo: yo mando y ellos obedecen, lo
que de hecho le alejaba de los asuntos cotidianos, que muchas veces postergaba,
proporcionándole una aureola de intemporalidad e identificación con los intereses eternos
de la nación que convenía a la imagen de estadista que se formó (se decía: Franco no
tiene reloj, sino calendario). En el análisis de uno de sus ministros, Gonzalo Fernández de
la Mora, esta manera de entender la política era vista de forma extraordinariamente
elogiosa:78
Evitaba los asuntos subalternos y muy especialmente los relativos a nombramientos de personas:
jamás me sugirió a nadie para cargo alguno. Daba, en suma, una gran libertad de acción a sus
ministros, no les interfería y, con ello, les estimulaba a un máximo sentido de la responsabilidad.
Administraba sus propias decisiones con mesurada parsimonia: zanjaba los debates importantes en
el seno del Gobierno, daba unidad a la acción del Estado y reajustaba con meditado sentido político
el equilibrio del Gabinete. Manifestaba su voluntad sólo cuando era imprescindible. No pretendía,
como los dictadores, asumir todas las instancias, sino únicamente la última y excepcional, la
exclusivamente suya.
Su visión de los españoles que se le oponían era extremadamente maniquea, en línea con
el concepto de Anti-España que el pensamiento reaccionario español había definido desde
Menéndez y Pelayo, y que dejó claro en su guion de la película Raza. En particular,
llegaron a niveles obsesivos sus referencias a la Conspiración Judeo-Masónico-
Comunista-Internacional que supuestamente habría causado todos los males de España,
remontándose en sus orígenes al siglo XVI.79 Sin que llegara a constituir ninguna posición
oficial, la búsqueda de identificación de la nación española con una presunta raza
española, a semejanza de la raza aria de los nazis, llegó a su extremo en algunos
personajes como el coronel y psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera,80 que realizó extrañas
investigaciones durante la guerra civil en colaboración con la Gestapo (experimentos
encaminados a purificar la raza española eliminando el gen rojo), y la producción de una
inquietante literatura sobre eugenesia en los años siguientes.81
No obstante, la idea de nación española para el franquismo no fue por ese camino.
Tampoco por el Estado Nacional Sindicalista que pretendían los falangistas, desplazados
del centro del poder desde 1942 (salida de Ramón Serrano Súñer) y abocados a añorar
una romántica revolución pendiente. Los años cuarenta y cincuenta fueron los del triunfo
del Nacionalcatolicismo (para Trevor-Roper, el franquismo puede definirse como fascismo
clerical, siendo el más tardío y exitoso de ellos).82 Toda la vida social, pública y privada,
debía mostrarse adecuada al ideal de una España unida en la fe cristiana,83 identificada
con el lema Por el Imperio hacia Dios. Se vigiló particularmente la educación (a veces
hasta extremos como los que se ridiculizan en El florido pensil), con una
exhaustiva depuración del Magisterio, de la Universidad y las instituciones científicas y la
recuperación de la enseñanza religiosa, tanto la impartida por colegios privados de
titularidad religiosa como en los públicos; la Religión volvió a ser asignatura obligatoria, a
la que se añadió la de Formación del espíritu nacional.
quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro, y ha sido mi voluntad constante,
ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir.
...
Creo y deseo no haber tenido otros [enemigos] que aquellos que lo fueron de España, a la que amo
hasta el último momento y a la que prometí servir hasta el último aliento de mi vida que ya sé
próximo.
...
Mantened la unidad de las tierras de España exaltando la rica multiplicidad de las regiones como
fuente de fortaleza en la unidad de la Patria.
Testamento político de Franco, 1975.84
Este estadio lleva el nombre de Santiago Bernabéu, presidente del Real Madrid de 1943 a 1978. El
periodo es casi coincidente con la ocupación de la jefatura del estado por Franco. El club, que ganó
las cinco primeras Copas de Europa (de 1956 a 1966), era exhibido como una De las glorias
deportivas, que campean por España... Noble y bélico adalid, caballero del honor, en palabras de su
himno oficial. Su identificación con el régimen, y con la misma Nación Española, era proverbial. 85
El palco del Bernabéu, que Franco visitaba con frecuencia (además de en partidos de fútbol, al
menos una vez al año en las Demostraciones Sindicales) pasó a ser un espacio privilegiado para
dar y buscar información, hacer negocios, ver y dejarse ver en los aledaños del poder político, social
y económico. Una función similar cumplían las cacerías (como se describe en La escopeta nacional,
de Luis García Berlanga).
Se desincentivó el uso del catalán en todo tipo de ámbitos (Si eres español, habla
español), incluso en los religiosos, lo que produjo conflictos con las autoridades
eclesiásticas, tan comprensivas en otros temas;87 y se prohibió en ámbitos oficiales
(incluso en el registro civil de los nombres).88899091 Se cuidaba de forma exquisita los
nombramientos de determinados puestos, como la Diputación o el Ayuntamiento de
Barcelona, el rectorado de la Universidad e incluso la dirección del periódico La
Vanguardia (que pasó a llamarse La Vanguardia Española), a pesar de ser de capital
privado (Conde de Godó), o el más que un club Fútbol Club Barcelona.92 En cambio, los
clubes vascos eran explícitamente puestos como ejemplo virtuoso al alinear únicamente
jugadores españoles (al ser de su localidad o así). El fútbol fue ampliamente utilizado
como válvula de escape de tensiones sociales y territoriales (Pan y fútbol), y como
vehículo de identificación nacional.
En los últimos años sesenta y primeros setenta, en el final del franquismo, la España
vertical de la posguerra quedaba muy lejos, incluso para los círculos más cercanos al
poder.
Dentro de la clase política del régimen, existían al menos dos grupos que mostraban abiertamente
sus diferencias. Por un lado estaban los "inmovilistas", que trataban de "perfeccionar" el régimen, sin
perder las señas de identidad derivadas del Estado surgido con el "Alzamiento del 18 de julio de
1936"... ex-ministros (Girón o Fernández-Cuesta) militares (García Rebull, Cano Portal) hombres de
negocios (Oriol y Urquijo) eclesiásticos (monseñor Guerra Campos) organizaciones de ex-
combatientes (Hermandades Nacionales de Alféreces Provisionales)... Su fuerza radicaba en el
contacto directo con Franco y en la presencia en las instituciones. Su mayor debilidad se centraba
en la escasa audiencia pública que tenían y, sobre todo, en la propia transformación de la sociedad
española... Son un contrapoder, en los que Franco se apoya para intimidar a los "aperturistas".
Franco tiene mayor confianza en ellos, ya que comparte su visión de la historia, su propio pasado,
está seguro de su fidelidad y sobre todo entiende aquello que defienden.
Abdón Mateos y Álvaro Soto93
La Transición[editar]
Artículo principal: Transición Española
Tanque del ejército preparando el desfile del Día de las Fuerzas Armadas del año 2006 en Madrid.
Veinticinco años antes, existió la posibilidad de que esa imagen fuera de una maniobra real, como
de hecho ocurrió el 23 de febrero de 1981 en las calles de Valencia, tomadas por tanques al mando
del general Jaime Miláns del Bosch.
La movilización de la oposición era cada vez más abierta, y las más espectaculares,
además de los conflictos de naturaleza laboral generalizados por todo el país, fueron
precisamente en Cataluña y el País Vasco, las que incluían desafíos al concepto
uniformador de España incuestionable durante el franquismo. El más divulgado fue un
lema triádico: Libertad, Amnistía, Estatuto de Autonomía. Adolfo Suárez era desde 1976 el
nuevo presidente del gobierno, más conforme a los deseos reformistas del rey. Tras las
elecciones de junio de 1977, consideró la conveniencia de dar el golpe de efecto de la
vuelta del exilio de Josep Tarradellas (y su grito Ja soc aquí en la Plaza de San Jaime, el
29 de septiembre del mismo año),96 al que hábilmente reconoció el cargo de President de
la Generalitat (en un primer momento de forma no explícita, sino a través de la fórmula
protocolaria del tratamiento de honorable). Al mismo tiempo, significó un punto de tensión
para los militares, cuyo ruido de sables amenazaba permanentemente con un golpe de
estado, que se evitó, en buena medida por la forma en que fueron controlados por el
vicepresidente Manuel Gutiérrez Mellado. Sólo la vuelta de Santiago Carrillo (finales de
1976, poco antes del referéndum de la Ley para la Reforma Política) y la legalización del
PCE (9 de abril, sábado santo de 1977, a pocos meses de las elecciones de junio)
supusieron un desafío mayor, con dimisiones incluidas (almirante Pita da Veiga).97 La
existencia de un terrorismo de varios frentes (GRAPO, ETA y grupos ultraderechistas)
hacía particularmente delicada la situación, que estuvo a punto de convertirse en
insostenible en enero de 1977 (los llamados Siete días de enero en la película de Juan
Antonio Bardem), cuando se produjeron simultáneamente secuestros de altas
personalidades por el GRAPO y el atentado ultraderechista contra un despacho de
abogados laboralistas conocido como matanza de Atocha. Los repetidos atentados de
la ETA contra policías, militares y políticos españolistas en el País Vasco, y la quema de
banderas españolas en numerosas manifestaciones, era ampliamente calificada de
desafío inaceptable a la españolidad del País Vasco por los medios de prensa
ultraderechistas, que abiertamente llamaban a la intervención del ejército (especialmente
el periódico El Alcázar). Las conspiraciones de algunos elementos militares (Operación
Galaxia) fueron fácilmente detectadas y neutralizadas antes de que pasaran a fase de
ejecución, hasta el fallido golpe de estado de 23 de febrero de 1981.
En cuanto a los nuevos partidos políticos, cuya legalización parecía sólo cuestión de
tiempo desde el discurso de Arias conocido como el del espíritu del 12 de febrero (1974)
que implicaba el consentimiento de asociaciones políticas, fueron situándose en el
espectro político de izquierda a derecha, correspondiendo a éstos últimos las defensas
más cerradas del concepto de unidad de España, que no obstante todos tenían que
respetar en sus estatutos tal como quedó previsto en la definitiva Ley para la Reforma
Política de diciembre de 1976 (aceptada por las Cortes franquistas en lo que se conoció
como su harakiri o suicidio político). No se legalizó a los que mantuvieran claras
reivindicaciones independentistas, aunque sí al PNV o los partidos nacionalistas catalanes
(Pacte Democràtic per Catalunya, de Jordi Pujol, mientras que la tradicional Esquerra, que
apoyaba otra coalición, sólo obtuvo un diputado). Incluso pudo presentarse y obtener un
diputado Euskadiko Ezkerra, vinculado a ETA político-militar (una rama de ETA que acabó
por reinsertarse en el sistema democrático). También ofrecía dificultades legalizar a
partidos de izquierda, a los que se sugirió desde el ministerio del interior (Rodolfo Martín
Villa) que centraran sus reivindicaciones programáticas en cuestiones teoréticas, como el
cuestionamiento de los valores de la burguesía. No obstante, algunos de los partidos de
extrema izquierda no fueron legalizados hasta meses después de las elecciones
(PTE u ORT) aunque pudieron presentarse de hecho a través de coaliciones ad hoc. A
pesar de ello no obtuvieron representación parlamentaria. Tampoco pudieron presentarse
los que no optaron por utilizar eufemismos para salvar su orientación republicana, otro de
los escollos legales (Izquierda Republicana y otros partidos históricos). El PCE,
significativamente, respondió a una urgente sugerencia del gobierno con una famosa
rueda de prensa (14 de abril de 1977) en que se abandonaba el uso de la bandera tricolor
en beneficio de la rojigualda. El mismo PCE insistirá posteriormente para que la legislación
sobre uso de la bandera llevara este texto:98
La bandera de España simboliza la nación; es signo de soberanía, unidad e integridad de la patria y
representa los valores superiores expresados en la Constitución.
El Título octavo de la Constitución, relativo a la organización territorial del Estado, ha sido el más
discutido por los especialistas y resulta el más endeble desde el punto de vista jurídico y político.
Los dirigentes de los partidos políticos y los propios redactores de la Constitución hubieron de hacer
verdaderos equilibrios para llegar a un texto que resultara aceptable para todos. Se alcanzó una
fórmula evidentemente desafortunada y ambigua, pero con ella se intentaba lograr un marco en el
que, a la vez, se pudiera incluir la exigencia del nacionalismo catalán, la reivindicación de los
derechos históricos por parte del nacionalismo vasco y una fórmula para dar resuesta al sentimiento
regionalista nacido en la totalidad de España como reacción al centralismo anterior... Si las
Constitución prescribe la unidad de España y la solidaridad de sus regiones, también hace
concesiones a los nacionalistas vascos al derogar las leyes de 1839 y 1876.
...
No fue posible lograr un consenso constitucional sobre la vertebración territorial de España... sólo se
logró con la aprobación de los estaturos catalán y vasco.
...
A la altura del año 1975 España era... para la mayor parte de [los españoles] Estado y Nación a la
vez, para importantes minorías era Estado pero no Nación... Con el paso del tiempo, las
reclamaciones vasca y catalana actuaron como detonante del sentimiento regionalista en el resto de
España.
Javier Tusell100
Se suele argumentar que la indefinición constitucional más que un defecto fue una virtud
que permitió, y sigue permitiendo, que el debate territorial se centrara en asuntos
competenciales (fundamentalmente financieros e institucionales), en los que es posible la
negociación, la transacción y en último término la decisión arbitral de los tribunales; y no
en los esencialismos identitarios, en los que por su propia definición autoafirmante y
excluyente no puede haber acuerdo.101
La actualidad[editar]
Este artículo o sección se encuentra desactualizado.
La información suministrada ha quedado obsoleta o es insuficiente.
Banderas
Banderas de las comunidades autónomas presididas por la de España frente al Senado, Madrid. El
cumplimiento o incumplimiento (sobre todo en el País Vasco y Cataluña) de la legislación que prevé la
colocación de banderas en edificios públicos ha venido dando lugar a la denominada guerra de
banderas con intervención institucional de distintos ámbitos (municipales, autonómicos, parlamentarios y
judiciales) que en ocasiones ha llegado a tener una vertiente callejera con manifestaciones y diferentes
grados de destrozos materiales y violencia.
En cambio, en 2003 en la plaza de Colón de Madrid se instaló un gigantesco mástil para una bandera de
España de dimensiones extraordinarias, a iniciativa del alcalde José María Álvarez del Manzano y el
ministro de defensa Federico Trillo(ambos del PP).102
Fuerzas sociales[editar]
Una vez concluida la transición, las fuerzas sociales que anteriormente se
denominaban poderes fácticos dejaron de gravitar de una manera tan obvia sobre la vida
política, pero no dejaron de estar presentes, y su postura ante el problema de la definición
nacional de España no deja de ser importante:
Véase también[editar]
Nacionalismo
Nación española
De Hispania a España
Regionalismo y nacionalismo en
España
Antiespañolismo
Nacionalismo católico
Notas y referencias[editar]
1. Volver arriba↑ Benedict
Anderson (op. cit.) define a toda
nación como una comunidad
imaginada, en un sentido similar
al de Eric Hobsbawm cuando
hablaba de tradiciones
inventadas (Seton-Watson,
H.: Manufactured Mythologies:
Review of The Invention of
Tradition página 1270 de Times
Literary Supplement, Volumen
4207, 18 de noviembre de
1983). Santos Juliá,
específicamente para el proceso
de construcción nacional en
España apunta que Los
historiadores están volcados en
el estudio de lo que llaman
procesos de construcción
nacional: no hay cosa que venda
hoy más que todo lo relacionado
con la memoria y la identidad,
ambas colectivas. Santos
Juliá Un respiro, El País,
23/03/2008. Gabriel
Tortella indica:
A menudo se habla y se
escribe como si el único
nacionalismo que
hubiera aparecido
sobre la faz de la Tierra
a principios del siglo
XIX fuera el español.
En realidad se trata de
un fenómeno universal,
o casi. (...) El Estado-
nación es producto de
la gran revolución
moderna que se inicia
en Holanda e Inglaterra
en el siglo XVII y que se
generaliza un siglo más
tarde con la
independencia de
Estados Unidos y la
Revolución francesa,
que, en realidad, es una
Revolución Europea.
Todo esto ya lo
establecieron hace
medio siglo Louis
Gottschalk y Jacques
Godechot, entre otros.
Lo interesante del caso
español no me parece
ser su pugna por ser
una nación moderna en
el siglo XIX. Eso les
ocurre a todas,
empezando por
Francia, e incluyendo a
las anglosajonas,
donde también hay una
larga y compleja pugna
por la modernidad. La
originalidad española
estriba en que, siendo
un país atrasado
económica e
intelectualmente a
comienzos del siglo
XIX, lucha con una
gallardía extraordinaria
por preservar su
identidad a la vez que
se esfuerza por adoptar
y adaptar lo mejor del
programa
revolucionario: el
parlamentarismo, la
Constitución, la
soberanía popular, las
libertades básicas.
El Dos de Mayo y la
nación, El País,
21/05/2008.
Vladimir López, La
nación exhausta,
Público, 12 de octubre
de 2013
Los nacionalistas
catalanes nos dicen
que todos somos
nacionalistas pero el
ejercicio del
reconocimiento
únicamente han de
realizarlo aquellos a los
que, paradójicamente,
ellos mismos no
reconocerán jamás su
identidad nacional.
España, en su discurso,
no es nunca una nación
sino un Estado. ... Bajo
este punto de vista, el
Estado español, lo que
los nacionalistas
españoles llamarían
España, es un ente
artificial y, por tanto, de
naturaleza contingente
que, por medio de la
fuerza y de la violencia,
busca formar una
nación artificial
sacrificando las
verdaderas naciones,
naturales, que habitan
su territorio. ... para el
nacionalismo catalán
todos somos
nacionalistas, pero no
de la misma manera.
Los nacionalistas
catalanes, gallegos y
vascos defenderían una
nación natural y, por
tanto, errados o no en
los medios que utilizan
para convertir sus
naciones en estados,
tienen a su favor el
defender una causa
legítima. Sin embargo,
los nacionalistas
españoles defenderían
una nación antinatural,
artificiosa, que al no
acomodarse al orden
natural de las cosas
resulta
indefectiblemente
violenta. De modo que,
con toda naturalidad,
los nacionalistas
catalanes nos dicen
que lo que ha de hacer
el nacionalismo español
para abandonar su
violenta catalanofobia
es reconocer a
Cataluña como nación
e, implícitamente,
renunciar a la suya
propia, esto es, a
España. En resumen,
que la reiterada
demanda del
reconocimiento del
carácter plurinacional
del Estado no significa
otra cosa que la
exigencia de renuncia a
la idea de España como
nación por parte de
aquellos que participan
de este sentimiento de
identidad. Los
españoles habrán de
rendirse.
Ángel
Rivero, ¿Nosotros no
somos nada?, La
Razón, 13 de octubre
de 2013
3. Volver arriba↑ Gregorio Peces-
Barba Los nacionalismos en
España, El País 23/11/2010,
utiliza la
expresión nacionalismos
abiertos y cerrados; su artículo
es contestado en el mismo
medio por Hilari Raguer De
nacionalismos abiertos y
cerrados, 10/01/2011.
4. Volver arriba↑ La
prentensión centralizadora de la
monarquía era parte de su
búsqueda de ampliar los límites
de su autoridad ante
los privilegios locales,
estamentales
y particularismos de todo tipo.
Constantemente venía siendo
sometida a pruebas y tensiones,
desde la Baja Edad Media, y en
la Edad Moderna
destacadamente desde las
diferentes formulaciones de
la idea imperial de Carlos
V (Guerra de las Comunidades
de Castilla, guerras religiosas en
Alemania) y desde
la hispanización de la monarquía
con Felipe II (Corte en
Madrid, Rebelión de las
Alpujarras, Revuelta de
Flandes, incorporación de
Portugal, Alteraciones de
Aragón). La voluntad o decisión
de incrementar la capacidad de
rey para intervenir en cada reino,
fue notablemente menor entre
los Habsburgo que entre los
Borbones, aunque siempre tuvo
momentos de mayor o menor
intensidad, y llegó a explicitarse
en documentos entre los que
destaca el Gran
Memorial del Conde-Duque de
Olivares a Felipe IV en 1624:
Tenga Vuestra
Majestad por el negocio
más importante de su
monarquía el hacerse
rey de España; quiero
decir, Señor, que no se
contente Vuestra
Majestad con ser rey de
Portugal, de Aragón, de
Valencia, Conde de
Barcelona, sino que
trabaje y piense con
consejo mudado y
secreto por reducir
estos reinos de que se
compone España al
estilo y las leyes de
Castilla sin ninguna
diferencia, que si
Vuestra Majestad lo
alcanza, será el
Príncipe más poderoso
del mundo.
Perry Anderson El
Estado Absolutista, pg.
37
La consideración de "naciones-
estado" a los de Europa
occidental desde finales de la
Edad Media y comienzos de la
Edad Moderna es un tópico de la
historiografía y la ciencia
política, y se vincula a la propia
construcción de los conceptos
de Estado, nación y soberanía,
como refiere aquí Gregorio
Peces-Barba (El País,
1/12/2011):
España con Francia e
Inglaterra es uno de los
países que antes
alcanzaron un Estado
unitario en los orígenes
de la modernidad y que
solo tuvo dos
soberanos desde que
este concepto expresa
la unidad del poder
moderno, la soberanía
a partir de su
construcción teórica
para Jean Bodino en
Los seis libros de la
República 1576. En el
Estado absoluto el
soberano era el rey que
estaba por encima de
las leyes, y en el liberal,
a partir de la
Constitución de 1812, el
soberano fue la nación,
entendida como el
conjunto de los
ciudadanos.
El Dos de Mayo y la
nación, El País,
28/04/2008
[3]
Prólogo de
la Gramática de la
lengua castellana.
El artículo, no obstante, no
es tan pesimista como
pueda parecer, e incluso
denuncia:
la manía
lamentabilísima
que aqueja a casi
todos los
españoles, la
manía de
quejarse. (...) Yo
creo que es una
secuela de aquella
pordiosería que
nuestra literatura
picaresca tan bien
retrata. (...) cuando
oigais a un
español quejarse
de las cosas de su
patria no le hagais
mucho caso.
Siempre exagera;
la mayor parte de
las veces miente.
Por un atavismo
mendicante busca
ser compadecido y
no sabe que es
desdeñado.
Arabescos,
segunda
serie. En Obras
Poéticas.
113. Volver
arriba↑ Orientaciones morales
ante la situación actual de
España. Instrucción
Pastoral. Madrid, 23 de
noviembre de 2006. Antonio
Cañizares, vicepresidente de la
Conferencia Episcopal declaró el
3 de noviembre de 2005:
Sobre el Estatuto
catalán, monseñor
Cañizares dijo que no
entraba en el debate
constitucional, "pero sí
en el hecho de que la
unidad de España es
un bien moral". "El
mantener esa unidad
corresponde a las
exigencias del bien
común. Cuando esa
unidad queda muy en
peligro, amenazada o
incluso destruida se
está amenazando a un
aspecto del bien
común".
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Enlaces externos[editar]
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nacionalismo español
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