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Corcuera Favela Francisco Alberto AJEF.

Poema de Giaconda Belli. Cien millones de estrellas.

Cien mil millones de estrellas en la Via Láctea.


Para llegar a la Galaxia vecina, la Gran Nube de Magallanes se necesitarían ciento
cincuenta mil años viajando a la velocidad de la luz. Mi cerebro tiene ochenta y seis
mil millones de neuronas.
Cada segundo las neuronas disparan entre cinco o cincuenta veces y crean
alrededor de mil trillones de conexiones entre ellas.
Mientras escribo esto, la pequeña galaxia que habita bajo mis rizos funciona con la
precisión con que brillan, nacen y mueren las estrellas.
Si con las 2000 calorías que consumo produzco la energía para alimentar el
misterioso universo que funciona dentro de mí
¿qué hacen con su energía los mil cien millones de estrellas en la Vía Láctea?
Nos han puesto al alcance de la mano, universos paralelos. La materia gris y la Vía
Láctea.
Nos han mostrado la materialidad de la conciencia. Ella no existe más allá del
fin de la vida: la vida de mi cerebro es el límite de mi conciencia.
¿Por qué la semejanza entonces?
¿La Vía Láctea de mis padres es la misma que yo veo?
¿Se apagan y encienden las estrellas igual que nosotros?
¿Cuál es el límite de sus vidas?

A veces sueño imaginando que la muerte es solamente llegar a la solución del


acertijo. Comprender lo que, vivos, se nos hacía incomprensible.
Un momento de intensa lucidez revelando todos los misterios.
El conocimiento como un placer postrero, ya sin ningún uso práctico, La absoluta
claridad, antes del fin antes del punto final, saber todo para olvidarlo un instante más
tarde cuando ya no es posible regresar con la noticia.
No sería extraño.
La crueldad de la Naturaleza es a menudo sádica.
Terremotos en víspera de Navidad, por ejemplo, el tumor en el cerebro en la niña
bien amada.
Ver morir a quien apenas ha vivido

¿Pero por qué la magnificencia del cuerpo humano y sus miríadas de


sinapsis derivando en inteligencia?
¿Por qué la inmensa Vía Láctea?
Los Universos que no percibimos la enormidad que habitamos tan desprovista de
propósito como estos organismos que somos: la sólida piedra, el animal, el molusco,
la ameba cuánto vivo, cuánto siento, cuánto aprendo la gran inversión social y
celestial en cada persona desaparecerá dejando si acaso un rastro.
¿No es eso acaso una crueldad?
¿anunciarnos el final, hacernos saber que no hay escape,someternos a los ritos de
la muerte?
No en balde los antiguos imaginaron la existencia como un castigo, un “valle de
lágrimas”
La muerte borra de un tajo todas las alegrías de la vida y nos devuelve al origen
oscuro del que partimos.
¿Cómo es que hay quienes se atreven a achacarle a un Dios el destino de la
humanidad?
Sólo un Dios sin ningún merecimiento habría ideado un esquema tan desprovisto
de compasión.
Quien haya visto morir colabore conmigo y dígame si no es desoladora la hora del
fin.
¿Cien mil millones de estrellas lanzadas como canicas al frío del espacio?
¿Ciento cincuenta mil años luz para llegar a la Gran Nube de Magallanes?
Ochenta y seis mil millones de neuronas disparando de cinco a cincuenta veces por
segundo para un trillón de sinapsis.
Los números desafían la imaginación Y preguntan de dónde la inteligencia para
calcularlos Y su propósito.

(Septiembre 2016)

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