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Homilía Hospital Aeronáutico – 09 de septiembre de 2011

En primer lugar agradezco al Sr. Director del Hospital Aeronáutico, a toda la


comunidad del hospital, al querido Capellán, P. Luis Ioele y a todos los que han
colaborado con él para desarrollar durante estos días esta misión pastoral.

La persona sufriente es motivo de preocupación y solicitud en la acción


misionera de la Iglesia. El sufrimiento y el dolor afectan a la persona no sólo en su
aspecto físico, sino que repercuten en su integridad y en su entorno familiar y social.
Para aliviar el dolor se necesitan medicamentos y analgésicos, para aliviar el
sufrimiento necesitamos encontrar respuestas sobre el sentido y la trascendencia de la
vida humana.

En el ámbito de nuestro Obispado castrense pretendemos una Pastoral de la


Salud que sea humanizadora y evangelizadora, que haga presentes los gestos y palabras
de Jesús misericordioso e infunda consuelo y esperanza a los que sufren; una pastoral
que anuncia al Dios de la vida y que promueve la justicia y la defensa de los derechos
de los más débiles, de los enfermos; que compromete a toda la comunidad cristiana en
un trabajo organizado y estructurado dentro de la pastoral de conjunto.

La salud es afirmación de la vida y como tal tiene que ver con la subjetividad, la
espiritualidad, la convivencia. La salud es un proceso armónico de bienestar (“bien-
ser”) físico, psíquico, social y espiritual y no solo la ausencia de enfermedad, que
capacita al ser humano para cumplir la misión que Dios le ha destinado, de acuerdo con
la etapa y la condición de vida en que se encuentre.

Mirar la realidad a la luz del Evangelio nos hace descubrir los signos de vida y
de muerte que se revelan en nuestra cotidianeidad y nos interpelan para definirnos como
generadores de vida o de muerte.

En el misterio de la Encarnación, expresión visible del amor del Padre, el Hijo


de Dios asume nuestra condición y se solidariza con toda situación humana. Jesús no
sólo es sensible a todo dolor humano sino que se identifica con el que tiene hambre,
frío, está enfermo… y hace del compromiso con el necesitado criterio de salvación o de
condenación: “Venid, benditos de mi Padre…” Cfr. Mt 25, 31-46

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