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Los origenes sociales de la dictadura y de la democracia Barrington Moore, Jr. Los origenes sociales de la dictadura y de la democracia El sefior y el campesino en la formacién del mundo moderno Traduccién de Jaume Costa y Gabrielle Woith Pp EDIGIONES PENINSULA BARCELONA La edicién original inglesa fue publi a fue publicada por Beacon Pre pee Onna tle Sal Origins i rocracy: Lard and Pe the Moin fe Madrm Wonks nn ne Min © Barrington Moore, Jn ust seo pba sna aii Signa te acer, cys brpicte oleh se cular nei etn agen ccna srg ert aren ener La primera edicién castellana de esta obra fue dicién castellana dee nublicada ena colecign «blisrria, Ciencia, Sociedade en 1073 Primera edici6n en esta coleccién: octubre de a octubre de 2002, © de esta edicién; Ediciones Peninsula s.a., Pen dela Creu 4, 8c01-Bareelona perenne rw sli com Fotocompuesto en V. Igual s., Cér 1 Pais, O8oy6eBarcelona, impreso en Domingraf, Pol. Ind. Can M: Trani mes nO 8100 Mollet del Valles EPOSITO LEGAL: B, 38.000-2002. sen: Bg-8307-512-1. CONTENIDO Prdlogo Primera parte. Origenes revolucionarios de la democra~ cia capitalista 1. Inglaterra y las contribuciones violentas al grax dualismo 1. Impulsos aristocréticos coadyuvantes a Ia transicidn al capitalismo en el eampo 2. Aspectos agrarios de la Guerra Civil «Enclosures» y destrucei6n del camapesinado Gobierno aristocritico para el capitalismo wiunfante gy IL, Evolucién y revolucién en Francia 1. Contrastes con Inglaterra y causas que los - originaron 2. La respuesta nobiliaria a la agricultura co- mercial 3. Las relaciones le clase bajo el absoluisme real 4. La ofensiva aristocritica y el colapso del ab- solutismo 5. La relacién de los campesinos con el radica- liso durante la Revolucién 7B B 8 7 106 116 6. Los campesinos contra la Revolucidn: la i ‘V. El fascismo asistico: el Japon 333 Vendée yo 1. Revolucién desde arriba: respuesta de las [7 Consecuencias sociales del terror revolucio- { clases dirigentes a las nuevas y a las viejas } nario 159 | amenazas 333 | 8, Recapitulacion 169 2. La ausencia de una revolucién campesina 368 | | 3. El orden de los Meiji: los nuevos terrate- | IIL, La Guerra Civil Americana: lo ditima revolu- | © ientes y el capitalismo 308 k clon capitalista m3 Of 4. Consecuencias politicas: naturaleza del fas- | 1. Plantacién y fabrica: gun conflicto inevita- I cismo japonés 420 ble? 1 i | 2. Tres formas de crecimiento capitalist nom ">= Vi, La democracia en Asin: la India yel precio del | teamericano 90 cambio pacifico 45t | 3: Hacia una explicaeién de las causas de la } 1, Relevancia de la experiencia india 450 | Guerra Civil 203 I 2. La India mogol: obsticulos ala democracia 455 | 4. Elimpulso revolucionario y su fracaso 215 3. La sociedad aldeana: obsticulos a la rebelién 473 | 5. El significado de la Guerra Civil 226 4. Cambios producidos por los britinicos bas- ta 1857 488 5, Pax Britannica 857-1947: {Un paraiso para Segunda parte. Ties rutas hacia el mundo moderno en el terrateniente? SOF Asia 237 6. El vinculo burgués con el campesinado a | través de la no violencia 526 Nota preliminar 23900 7. Una nota sobre la extension y el carcter k de la violencia campesina 538 IV. La decadencia de le China imperial y los orige- I 8. La independencia y el precio del cambio pa- nes de fa variante comunista gf cifico sar 1, Las clases alta y el sistema imperial 243 2. La «gentry» y el mundo del comercio 256 3. Lanoadopeién de la agricultura comercial 262 «=== Tercera parte. Inferencias y proyecciones tedrices 583 4- Colapso del sistema imperial y auge de los | caciques guerreros 266 ‘VII. La ruta democritica hacia la sociedad moderna 585 | 5. Elinterludio del Kuomintang y su sentido 275 VILE. Revolucién desde arriba y fascismo 615 | 6. Rebeliones, revolucién y campesinos 204 I IX, Los campesinos y Ia revolucion 643 Epilogo, Imigenes revolucionarias y reaccionarias 685 - Apéndice Una nota sobre la estadistica y sobre la historio= rafia conservadora ye ‘Notas 740 Bibliografia 833 | I | | | i | | | | I | i | | Los ll PROLOGO Este libro pretende explicar los diferentes papeles polf- ticos desempeiiados por las clases superiores terrate- nientes y el campesinado en la transformacién de las sociedades agrarias (definidas simplemente como sis- temas donde una gran mayoria de la poblacién vive de Ia tierra) en sociedades industriales modernas. Algo mis espectficamente, trata de descubrir la gama de con- diciones histéricas bajo las que uno de aquellos grupos rurales o ambos a Ja vez se convittieron en fuerzas im- portantes para Ia emergencia de las versiones parla- mentarias occidentales de la democracia y de las dic- taduras de derecha y de izquierda, es decir, de los regimenes fascistas y comunistas. Como ningiin problema Mega nunca a secas y sin Hover al estudioso de la sociedad humana, vale la pena indicar muy brevemente las consideraciones implica- das en el que nos ocupa. Ya algan tiempo antes de ini- iar en serio esta obra hace mas de diez alios, me habia vuelto escéptico sobre la tesis de que el industrialismo seria la causa principal de los regimenes totalitarios del siglo xx, por el hecho muy obvio de que Rusia y la China eran paises eminentemente agrarios cuando los, 9 comunistas se establecieron en ellos. Mucho antes ain me habia convencido de que la comprensién teérica adecuada de los sistemas politicos requiere que se atienda a las instituciones y la historia de Asia. Por eso me parecié a lo menos una estrategia prometedora in- vestigar qué corrientes politicas se dieron entre las cla- ses que vivian del campo, y dedicar tanta atencién a las sociedades de Asia como a las occidentales. Para empezat (en la primera parte), el libro consi- dera el itinerario democrético y capitalista hacia la Edad Moderna, y asimismo cémo se resolvié tal trans- formacién en Inglaterra, Francia y los Estados Uni dos. Mi intencién original habia sido completar esa secci6n con capitulos similares sobre Alemania y Rusia con miras a mostrar cémo los origenes sociales del fas- cismo y del comunismo en Europa diferian de los de la democracia parlamentaria, Tras algunas vacilaciones, me decidi a prescindir de esos dos capitulos, en parte porque el libro ya era bastante largo, en parte porque durante el curso de su redaccién se hicieron asequibles tratados excelentes a los que me hubiera sido imposi- ble afiadir nada en cuanto a interpretacién de la histo- tia social de ambos paises. Por otro lado, no he dejado de aprovechar libremente materiales sobre Alemania y Rusia con fines de ilustracién comparativa y en la ex- posici6n teérica de la tercera parte. La bibliografia rei ne las fuentes que han formado la base de mi concep: cién de Ia historia social de Alemania y Rusia. No referirse explicitamente a Alemania y Rusia tiene por lo menos la ventaja compensatoria de permitir una ex- posicién més extensa (en la segunda parte) de las ver- 10 siones asidticas de fascismo, comunismo y democracia parlamentaria, en el Japén, la China y la India, donde los problemas agrarios son atin agudos. Dado que la historia y la estructura social de dichos paises a menu- does bastante desconocida de los lectores occidentales cultos, cabe suponer que los criticos serdn indulgentes con un autor que escribe mis sobre lo que menos co- noce. Contra semejante seleccién de-casos es posible ob- jetar que su émbito es demasiado amplio para que lo cubra una sola persona y,a la vez, demasiado estrecho para permitir generalizaciones bien fandadas. Acerca de la posibilidad de que la empresa sea demasiado am- biciosa, lo nico que el antor, propiamente, tiene dere- cho a decir es que ha habido muchcs momentos en que él mismo lo hubiera reconocido de buena gana. Las criticas del segundo tipo podrian sefialar que nin- guno de los Estados de extensién menor —Suiza, Es- candinavia 0 los Pafses Bajos entre los democraticos, las éreas mas reducidas de victoria o control comunis- ta por otro lado, como Cuba, los satélites de la Europa oriental, Vietnam del Norte, Corea del Norte— reci- ben consideracién alguna. :Cémo es posible generali- zar sobre el desarrollo de la democracia occidental 0 del comunismo excluyéndolos? La exclusién de los Estados democriticos occidentales de segundo or- den, zno da un sesgo antirrural a todo el libro, desde el principio hasta el fin? A esa objecién, creo que existe una respuesta objetiva. Este estudio se concentra en ciertos estadios importantes dentro de un prolongado proceso social que se ha ido conformando en diversos ur paises. Como parte de tal proceso han, ido imponién- dose nuevos ajustes sociales, con o sin violencia, que han dado a ciertos paises el liderazgo politico en dis- tintos momentos de la primera mitad del siglo xx. Lo que interesa aqui de modo central es la innovacién que ha conducido al poderio politico, y no la propagacién y la recepcién de instituciones que han sido forjadas acé y alli, salvo donde han conducido a una pujanza significativa en la politica mundial. El hecho de que Jos pafses de menor relieve dependan econdmica y po- Iticamente de los grandes y poderosos indica que las causas determinantes de su politica se encuentran fue ra de sus limites, Indica asimismo que sus problemas politicos no son en realidad comparables con los de los paises més importantes. Por eso un estudio general so- bre las precondiciones histéricas de la democracia y del autoritarismo que incluyera lo mismo pequeiios que grandes paises serfa probablemente tan amplia como Ilena de lugares comunes abstractos. Desde ese punto de vista, el andlisis de la transfor- macién de la sociedad agraria en paises especificos produce resultados tan valiosos, por lo menos, como amplias generalizaciones. Es importante, por ejemplo, saber cOmo Ia solucién de los problemas agrarios con- tribuy6 al establecimiento de la democracia parlamen- taria en Inglaterra, mientras que el fracaso hasta hoy en la solucién de aquéllos, planteados de modo muy distinto, constituye una amenaza para la democracia en la India. Ademés, para un pais cualguiera en parti- cular, uno esté obligado a encontrar lineas causales que no encajarfan fécilmente en teorias de alcance més 12 amplio. Una dedicacién demasiado devota a la teorfa, por el contrario, entrafia siempre el peligro de que uno ponga excesivo énfasis en hechos que encajan en la teorfa més all4 de su importancia en la historia del pais en cuestién. Por todas esas razones la interpretacién de la transformacién en distintos paises ocupa la ma- yor parte del libro. En el esfuerzo por entender la historia de un pais especifico, una perspectiva comparativa puede llevar al planteamiento de cuestiones muy titiles y, a veces, nue- vas. Hay atin mas ventajas. Las comparaciones pueden setvir para rechazar de plano explicaciones histéricas aceptadas. Y una aproximacién comparativa puede lle- var a nuevas generalizaciones histéricas. En la practica todas esas caracteristicas constituyen un proceso inte- lectual vinico y hacen que un tal estudio sea mas que una coleccién heterogénea de casos interesantes, Tras observar, por ejemplo, que los campesinos indios han venido a sufir de hecho durante los siglos x1x y 30 tanto como los campesinos chinos sin engendrar un movimiento revolucionario masivo, uno empieza a re- considerar las explicaciones trad:cionales sobre lo que ha tenido lugar en ambas sociedades y presta atencion a los factores relacionados con alzamientos campesi- nos en otros paises, con la esperanza de discernir cau- sas generales. © tras tener noticia de las desastrosas consecuencias para la democracia de la coalicién entre Sites agrarias e industriales en la Alemania del siglo xix y principios del xx, el tan traido y Ilevado matrimonio del hierro y del centeno, se pregunta por qué un ma- trimonio similar entre hierro y algodén no impidi6 en 13 paises. Como parte de tal proceso han, ido imponién- dose nuevos ajustes sociales, con o sin violencia, que han dado a ciertos paises el liderazgo politico en dis- tintos momentos de la primera mitad del siglo xx. Lo que interesa aqui de modo central es la innovacién que ha conducido al poderio politico, y no la propagacién y Ia recepei6n de instituciones que han sido forjadas aca y alld, salvo donde han conducido a una pujanza significativa en la politica mundial, El hecho de que los paises de menor relieve dependan econdmica y po- Ifticamente de los grandes y poderosos indica que las, causas determinantes de su politica se encuentran fue- ra de sus limites. Indica asimismo que sus problemas politicos no son en realidad comparables con los de los paises mas importantes. Por eso un estudio general so- bre las precondiciones histéricas de la democracia y del autoritarismo que incluyera lo mismo pequefios que grandes paises serfa probablemente tan amplia como Hlena de lugares comunes abstracts. Desde ese punto de vista, el andlisis de la transfor macién de la sociedad agraria en paises especificos produce resultados tan valiosos, por lo menos, como amplias generalizaciones. Es importante, por ejemplo, saber cémo la sohucién de los problemas agrarios con- tribuy6 al establecimiento de la democracia parlamen- taria en Inglaterra, mientras que el fracaso hasta hoy en la solucién de aquéllos, planteados de modo muy distinto, constituye una amenaza para Ia democracia en Ia India. Ademés, para un pafs cualquiera en parti- cular, uno esta obligado encontrar lineas causales que no encajarian ficilmente en teorias de aleance mis 12 amplio. Una dedicacién demasiado devota a la teoria, por el contrario, entraita siempre el peligro de que uno ponga excesivo énfasis en hechos que encajan en la teorfa més allé de su importancia en la historia del pafs en cuestién, Por todas esas razones la interpretacién de la transformacién en distintos paises ocupa la ma- yor parte del libro. En el esfuerzo por entender Ia historia de un pais especifico, una perspectiva comparativa puede llevar al planteamiento de cuestiones muy titiles y, a veces, nue- vas. Hay atin més ventajas. Las comparaciones pueden servir para rechazar de plano explicaciones histéricas aceptadas. Y una aproximacién comparativa puede lle- var a nuevas generalizaciones histdricas. En la prictica todas esas caracteristicas constituyen un proceso inte- Iectual tnico y hacen que un tal estudio sea més que una coleccién heterogénea de casos interesantes. ‘Tras observar, por ejemplo, que los campesinos indios han venido a suftir de hecho durante los siglos xix y xx tanto como los campesinos chinos sin engendrar un movimiento revolucionario masivo, uno empieza a re- considerar las explicaciones tradicionales sobre lo que ha tenido lugar en ambas sociedades y presta atencion a los factores relacionados con alzamientos campesi- rnos en otros paises, con la esperanza de discernir cau- sas generales. O tras tener noticia de las desastrosas consecuencias para la democracia de la coalicién entre ditesagrarias ¢ industriales en la Alemania del siglo x1x y principios del xx, el tan trafdo y Hevado matrimonio del hierro y del centeno, se pregunta por qué un ma~ trimonio similar entre hierro y algodén no impidi6 en B los Estados Unidos que se produjera la guerra civil; yas{uno ha dado un paso cara a especificar las configu- raciones favorables y desfavorables al establecimiento de la democracia occidental moderna. Es obvio, con todo, que el anélisis comparativo no representa nin- giin sustitutivo para la investigacién detallada de los casos especificos. Las generalizaciones bien fundadas se asemejan a.una carta en gran escala de un extenso territorio, como Ja que utilizaria un piloto de avién al atravesar un con- tinente. Tales cartas son tan esenciales para ciertos fines como son necesarias las més detalladas para otros. Nadie que busque una orientacién preliminar res- pecto a determinado territorio pretender conocer la localizacién exacta de cada casa y cada sendero. En ‘cambio, si se explora a pie —y en la actualidad el his- toriador comparatista no hace otra cosa buena parte del tiempo—, lo primero que se conoce son los deta- Iles. Su sentido y su parentesco emergen tan solo gra- dualmente, Puede haber largos periodos en que el in- vestigador se sienta perdido en una maleza de hechos habitada por especialistas ocupados en salvajes dispu- tas sobre si la maleza es un pinar o una jungla tropical. Es improbable que salga de tales refriegas sin rasguiios ymagulladuras. Y si cartografia el area que ha visitado, puede muy bien suceder que uno cualquiera de los na- tivos le acuse de haber omitido su casa, triste eventua- lidad si el investigador ha encontrado alli, justamente, buen sustento y refresco. Fs probable que la protesta sea atin més viva si el explorador, al fin del viaje, inten- ta fijar en forma muy sumaria para quienes quizé sigan 14 | sus pasos las cosas més notables que ha visto. Eso es exactamente lo que voy a intentar llevar a cabo ahora, © sea esbozar con trazos muy gruesos mis hallazgos principales con miras a dar al lector un mapa prelimi- nar del terreno que vamos a explorar juntos. En el conjunto de casos aqui examinados, se pue- den distinguir tres grandes vias en el trinsito del mun- do preindustrial al moderno. La primera de ellas pasa por lo que me ha parecido apropiado denominar revo- Iuciones burguesas. Ese término, ademés de ser una bandera roja para muchos eruditos a causa de sus con- notaciones marxistas, presenta otras ambigtiedades y desventajas, Sin embargo, por razones que se verdn a su tiempo, pienso que es una designacién necesaria para ciertos cambios violentos que tuvieron lugar en las sociedades inglesa, francesa y norteamericana en el curso de su evolucién hacia democracias industriales modemas, y que los historiadores asocian con la Re- volucién Puritana (también llamada con frecuencia Guerra Civil Inglesa), la Revolucisn Francesa y la Gue- rra Civil Americana. Un rasgo clave de tales revolucio- nes es el desarrollo de un grupo social con base econé- mica independiente que ataca los obsticulos que se oponen a la versién democrética del capitalismo, obs- ticulos heredados del pasado. Aunque gran parte del fmpetu procediera de las clases ciudadanas mercantiles yartesanas, ello esté lejos de explicarlo todo. Los alia- dos que encontré ese impetu burgués, los enemigos con que chocé, varian muchisimo de un caso a otro. Las clases altas rurales, principal punto de partida de nuestras consideraciones, o bien fueron una parte im- 15 Portante de la marea capitalista y democritica, como en Inglaterra, o bien quedaron al margen en las con- vulsiones de la revolucién 0 guerra civil. Lo mismo se puede decir de los campesinos. O bien la orientacién primordial de sus esfuerzos politicos coincidié con aquel empuje hacia el capitalismo y la democracia po- Iitica, o bien, de lo contrario, fueron irrelevantes, ya Porque el avance capitalista destruyé la sociedad rural, ya porque se inicié en un nuevo pais, tal como los Es- tados Unidos, sin auténtico campesinado. A través de grandes revoluciones y guerras civiles, Ja primera y mas temprana de las tres vias arriba dis. tinguidas condujo a la combinacién de capitalismo y democracia occidental. La segunda via también fue ca~ pitalista, pero culminé durante el siglo xx en el fascis mo. Alemania y el Japén son los dos casos mas obvios, sibien tan sélo el iltimo se trata con detalle en este es- tudio, por las razones ya comentadas. La calificaré de forma capitalista y reaccionaria. Representa un tipo de revoluci6n desde arriba. En tales paises el impulso burgués fue mucho més débil, Si Hegé a cobrar cariz, Tevolucionario, la revolucién fue desbaratada, Mis tar- de sectores de la relativamente débil clase comercial ¢ industrial contaron con elementos disidentes de les més rancias y atin dominantes clases rectoras, recluta- dos sobre todo en el campo, para imponer cambios politicos y econémicos indispensables para la cons- truccién de una sociedad industrial moderna, bajo los auspicios de un régimen: semiparlamentario. El de- sarrollo industrial, bajo tales auspicios, fue quiza répi- do, Pero el resultado, tras un breve ¢ inestable periodo 16 de democracia, fue el fascismo. La tercera via es, por supuesto, él comunismo, ejemplificado en Rusia y en China. Las magnas burocracias agrarias de esos paises sirvieron para inhibir los impuestos comerciales y lue- go industriales en mayor medida atin que en los casos precedentes. Los resultados fueron biformes. En pri- mer lugar las clases urbanas fueron demasiado débiles para constituir siquiera un asociado advenedizo segiin Ia forma de modernizacién adoptada por Alemania y el Japén, aunque hubo tentativas en tal sentido. ¥ al fal- tar los mas minimos pasos hacia la modernizacién, el campesinado continué siendo ingente. Ese estrato, su- jeto a nuevas sobrecargas y presiones al introducirse el mundo moderno, suministr6 la mayor afluencia de fuerza revolucionaria destructiva que eché abajo el an- tiguo orden e impuls6 a aquellos paises a a era moder- na bajo regimenes comunistas que hicieron de los cam- pesinos sus victimas predilectas. Finalmente, podemos ver en la India un cuarto modelo general que se caracteriza por el débil impulso hacia la modernizacién. En aquel pafs, basta el mo- mento, no se ha dado ni una revoluci6n capitalista des- de arriba o desde abajo, ni una revolucién campesina que haya conducido al comunismo. Asimismo el im- pulso hacia la modernizacién ha sido muy débil. Por otro lado, no han dejado de hacer acto de presencia en él algunos, por lo menos, de los requisitos histéticos previos de la democracia occidental. Hace cierto tiem- Po que posee un régimen parlamentario que es consi- derablemente mis que mera fachada. Justamente por- que en la India el impulso hacia la modernizacién ha 17 sido més débil, su caso resulta algo aparte de cualquie~ ra de los esquemas tedricos que parece posible cons- truir para los restantes. A la vez sirve de saludable re~ fatacidn a tales generalizaciones. Es itil, en especial, para tratar de entender las revoluciones campesinas, por cuanto el grado de miseria rural en la India, don- de no se ha dado revolucién campesina alguna, es mas o menos igual al de la China, donde rebelin y revola- cién han sido decisivas lo mismo en los tiempos pre- modernos que en los recientes. Para resumirlo con la mayor concisién posible, nos mueve el propésito de comprender el papel de las clases altas rurales y de los campesinos en las revolu- ciones burguesas que condujeron a Ja democracia ca- pitalista, las revoluciones burguesas abortadas que condujeron al fascismo, y las revoluciones campesinas que condujeron al comunismo. Las formas como las clases altas rurales y los campesinos reaccionaron al reto de la agricultura comercial fueron factores decisi- vvos para que se dieran determinados resultados poli- ticos. Espero que en el curso de la exposicién que va a seguir se pondré de manifiesto la aplicabilidad de aquellas etiquetas politicas, los elementos que tienen ono en comin aquellos movimientos en diversos paf- ses y distintas épocas. Hay un punto, con todo, que merece ser puesto de relieve en seguida. Aunque en cada caso destaque una configuracién dominante, es posible discernir configuraciones subordinadas que en ‘otro pais constituyen los rasgos dominantes. Asi en Inglaterra, durante 1a Gltima parte de la Revolucién ‘Francesa y hasta después del final de las guerras napo- 18 le6nicas, existian algunos de los elementos de una con- figuracién reaccionaria reconocibles como rasgos do- minantes en Alemania: una coaliciéa entre las mi: rancias élites terratenientes y las comerciales e indus- triales en ascenso, dirigida contra las clases bajas ciu- dadanas y rurales (pero capaz. a veces de atraerse el importante apoyo de éstas en determinadas cuestio- nes), De uno u otro modo, en efecto, tal combinacién reaccionaria de elementos aparece en cada una de las sociedades estudiadas, incluso en los Estados Unidos. Igualinente el absolutismo real en Francia muestra al- ganos efectos sobre la vida comercial idénticas a los de las grandes monarqufas burocraticas de la Rusia zaris- tay la China imperial, Observaciones de ese tipo acre cientan un tanto la confianza en la posibilidad de que categorfas fundadas empiricamente tresciendan los ca- sos particulares. Existe, sin embargo, una fuerte tensién entre las exigencias de explicar en debida forma un caso parti- cular y la biisqueda de generalizaciones, en especial porque es imposible saber a ciencia cierta cudn impor- tante puede ser un problema particular hasta que uno ha terminado de examinarlos todos. Esa tensién es res- ponsable de una cierta falta de simetria y de elegancia en la manera de presentar esta obra, que deploro, pero que he sido incapaz. de eliminar tras varias redaccio- nes, De nuevo el paralelo con el explorador de tierras, desconocidas puede no estar de més: no se le pide que construya un camino real Ilano y directo para cl grupo de viajeros que va a seguirle. De ser sa guia, se consi- deraré que cumple adecuadamente con su cometido si 19 evita las pérdidas de tiempo en marchas atris y errores de su primera exploracién, se abstiene cortésmente de conducir a sus compafieros por lo més intrincado de la maleza y, mientras les va guiando con cautela hacia de- Iante, les indiea los pozos de lobo mas peligrosos. Si un torpe desliz le hace caer en una trampa, puede incluso que algunos de los de la partida, lejos de regodearse _ 4 sus expensas, estén dispuestos a darle una mano para ponerle otra vez en su camino. Es para un equipo ast de compafieros en busca de la verdad que he escrito este libro. El Centro de Investigacién Rusa de Harvard me ha favorecido con una preciosa dadiva de tiempo. Por el interés comprensivo que me han manifestado sin el me- nor vestigio de impaciencia, estoy especialmente agra- decido a diversos funcionarios del Centro durante cuyo ejercicio el libro ha sido escrito: los profesores William L. Langer, Merle Fainsod, Abram Bergson, director, Marshall D. Shulman, director asociado. Mis numerosos descuidos han obligado a la sefiorita Rose DiBenedetto a mecanografiar repetidas veces inconta- bles paginas del manuscrito siempre con inalterado buen humor. Allo largo de toda la empresa, mi excelente amigo el profesor Herbert Marcuse me ha sostenido con su amalgama tinica de eilido aliento y de critica pene- trante. Quizd cuando mds me ha ayudado ha sido cuando me ha creido menos. Otro buen amigo, el di- fanto profesor Otto Kirchheimer, ley6 el manuscrito 20 ae fee SY de cabo a rabo y sacé a la luz algunas tesis implicitas que después he tratado de hacer explicitas, El concur. S0 que me ha prestado Elizabeth Carol Moore en to- ddos los estadios ha sido tan fundamental y tan variado que solo un autor y marido puede apreciarlo. Ambos nos hemos beneficiado a menudo, y en gran medida, de la inteligencia y la prudente inventiva de algunos de los que integran el personal de la Widener Library, en especial del sefior Foster M. Palmer y de la seiiorita Y, T. Feng. Distintos colegas con especiales conocimientos objetivos, gracias a sus observaciones sobre capitulos purticulares, me han salvado de necios errores y me han hecho sugestiones valiosas. Su generosidad al con. fesarme que en esta obra han encontrado materia de reflexi6n e incitaciones a replantearse algunos puntos én sus respectivas especialidades ha constituido para mi una recompensa de sumo valor. Por més aclaracio- nes que hiciera constat, enumerar aqui sus nombres les identificaria en cierto modo con mis puntos de vista Y conferirfa a este libro una injustificada aureola de consenso erudito, Por eso he preferido darles las gra- cias privadamente. De aquellos no mencionados aqui lo mismo que de los que sf lo han sido, he aprendido que la noci6n de una comunidad de erucitos es mis que pura retérica. BARRINGTON MOORE, JR. 21 | | | | | | PRIMERA PARTE ORIGENES REVOLUCIONARIOS DE LA DEMOCRACIA CAPITALISTA INGLATERRA Y LAS CONTRIBUCIONES VIOLENTAS AL GRADUALISMO I. IMPULSOS ARISTOCRATICOS COADYUVANTES ALA TRANSICION AL CAPITALISMO EN EL CAMPO. Al acometer el estudio de la transicién del mundo preindustrial al moderno examinando la historia del primer pais que dio el salto, viene a la mente de modo casi automstico esta cuestin: gpor qué el proceso de industrializacién en Inglaterra culminé en el estable- cimiento de una sociedad relativamente libre? Que la Inglaterra contemporénea lo es hace ya largo tiempo, y quizds incluso considerablemente més liberal que {os Estados Unidos en las areas cruciales de la libertad de expresiGn y la tolerancia de oposicién politica or- ganizada, parece bastante claro. El componente aris tocritico en esa actitud magnénima de las clases do- minantes es asimismo ostensible: Indicar todas las razones importantes por las que vino a crearse tal si- tuacién serfa una tarea que ira més allé de nuestras ne- césidades, aun siendo necesario contar con otras posi- bles causas que Jas aqui investigadas a fin de mantener tuna perspectiva apropiada. Este capitulo se centraré en el papel particular y muy significative que las cla- 25 | ses rurales ejercieron en la transformacién hacia el in- dustrialismo. Si el énfasis puesto en las vicisitudes de nobles y campesinos —asi como en las numerosas gradaciones intermedias que son un rasgo distintivo de la sociedad inglesa— procede del plan general de este libro y de las cuestiones de que ha arrancado, otro eje de Ia in- vestigacién resulta del examen de lo dado por eviden- te. No es necesario leer mucha historia inglesa, ni ser ms escéptico que en el grado prescrito en los textos standard sobre el método cientifico, para reconocer que hay un elemento mitico en los lugares comunes sobre la peculiar capacidad briténica de resolver sus diferencias politicas y econémicas mediante procesos pacificos, limpios y demoeriticos. Tales ideas, més que tun mito, son una verdad parcial, Limitarse a desacre~ ditarlas no pone en claro las cosas. Las convenciones de los escritos hist6ricos que inician la crénica de la in- dustrializacién inglesa en algén punto después de 1750 ayudan a perpetuar esa verdad parcial iluminan- do la pacifica historia doméstica, muy paeifica en con- traste con Francia, durante los siglos xvii y xix, y de~ jando en la sombra la época de la Revolucién Puritana Guerra Civil! La mera observacién de ese hecho significa enfrentarse con la cuestién de cuil ha sido el nexo entre violencia y reforma pacifica: ante todo en Jas democracias modernas y, més generalmente, en la transformaci6n aqut y alié de las sociedades basadas en a agricultura, en sociedades basadas en las tecnologias industriales modernas. Las pugnas sociales que estallaron en la Guerra 26 Civil inglesa del siglo xvu tenian sus orfgenes en un complicado proceso de cambio que habfa empezado varios siglos antes. Es imposible decir con exactitud cuindo empezd, como también lo es probar que debia revestir Ia forma de una guerra civil. Pero el caricter del proceso en s{ mismo esta razonablemente claro. Una sociedad moderna y secularizaca iba abriéndose [paso poco a poco en su camino ascendente a través de Ja vigorosa y muy enmarafiada exuberancia del orden feudal y eclesiistico.’ Mas especificamente, desde el si- slo xv en adelante se manifiestan algunos signos que indican la creciente importaneia del comercio tanto en el campo como en las ciudades, la desarticulacién del fendalismo y su reemplazamiento por la relativamente pélida versién inglesa del absolutismo real; ambos fe~ n6menos prosiguieron en el contexto de un conilicto religioso cada vez més dspero, en parte reflejo y en parte causa de las ansiedades y amarguras que necesa- riamente acompaian el declive de una clase de civili- zacién y el ascenso de otra nueva. Aunque la explotacién de la lana se conociera ya en Inglaterra de antiguo, fue a fines de la Edad Media cuando el pafs se convirtié en la fuente més rica e im- portante de Jana fina.’ Las repercusiones del negocio lanero se dejaron sentir, no tan sélo en las ciudades, sino asimismo en el campo, posiblemente atin més en éste, y por supuesto en la politica. Como los mercados ingleses de la lana estaban en el Continente, en parti- cular en Italia y los Paises Bajos, es al desarrullu de ciudades mercantiles en esos paises donde deberia acudirse para encontrar los inicios del fuerte impulso 27 1 comercial que con el tiempo iba a regir la sociedad in- glesa, Tal anilisis nos levaria demasiado lejos; para nuestros propésits basta con admitir esa influencia decisiva como puro dato. Operaron también otros fac- tores importantes. En 1348-1349, la Peste Negra segé con profunda guadafiada la poblacién de Inglaterra y redujo las disponibilidades en mano de obra. No mucho después estallaron dentro de la «Lollardy> los primeros retumbos de mal agiiero de revuelta religio- sa, seguidos en 1381 por una seria rebelién campesina, ‘Ms adelante habré ocasi6n de examinar tales conmo- ciones entre las clases bajas y su significado. Por ahora atenderemos sobre todo a las clases al- tas, Durante la iiltima parte del siglo xv y Ja mayor parte del siglo xv, se fueron operando cambios impor- tantes en su posicién. La tierra y las relaciones pose- sionales basadas en ella cesaron en buena medida de ser el cemento que entrejuntaba sefior y hombre. Pese i a que otros aspectos del feudalismo, se mantenfan vi- gorosos, el rey llevaba ya tiempo intentando con éxito diverso encauzar dichos reajustes hacia sus propios fi- nes, trabajandolos para reforzar su poder. Separado de sus raices en el suelo, el feudalismo se habia vuelto pa- | rasitico: sacaba su fuerza de las maniobras de los mag- nates poderosos y las contramaniobras del monarca." La Guerra de las Dos Rosas (1455-1485) fue para la aristocracia terrateniente, mas que una catéstrofe natural, una catéstrofe social, una sangria que la debi- lit severamente y permitié a la dinastfa Tudor, que surgi6 del conflicto, reasumir con mayor éxito el pro- ‘ceso de consolidacién del poder real. Bajo Enrique VIL, 28 [ | l f i f ' cuestiones politicas y religiosas tuvieron quizé por consecuencia que se diera otro paso Eacia la agricultu- ra comercial. Un historiador marxista ha sugerido que es posible que la confiscacién de los monasterios por Enrique VIII en 1536 y 1539 ayudaraa promover nue- vos propietarios rurales con mentalidad comercial a expensas de la vieja aristocracia y de sus tradiciones centrifugas.* Parece més probable, sin embargo, que la significacién capital del reinado de Enrique VILI con- sistié en menoscabar uno de los pilares del antiguo or- den, la Iglesia, y en dar un ejemplo a ese respecto que sus sucesores tendrian que lamentar. Entraron en ac- cién movimientos més profundos que no necesitaban ya que los alentara la corona, la cual se enfrent6 cada vez mas con ellos como a una amenaza al orden esta- blecido. Combinada con el estimulo ininterrumpido del negocio lanero, la paz tudoriana engendr6 un estimu- lo poderoso para el desarrollo de una actitud comer- cial ¢ incluso capitalista en el campo. Junto con otras, obras, el estudio no superado de R. H. Tawney sobre a-vida econémica de Inglaterra antes de la Guerra Ci- vil muestra que hacia ya mucho tiempo que aquellas fuerzas habfan desquiciado la estructura feudal: En los turbulentos afios del siglo xv la tierra tenfa avin im- portancia militar y social aparte su valor econémico; los se- fiores salfan a caballo a la cabeza de sus stibditos para con- vencer a un mal vecino con arcos y lanzas;y un gran mtimero de Hevadores cra més importante que un alto rendimiento pecuniario del suelo. La diseiplina tudoriana, con su rigida prohibicién de la ivery y el maintenance, sus jutisdiccio- 29 nes administrativas y su incansable burocracia, reprimié las guerras privadas con mano dura, y, quitindole los dientes al feudalismo, hizo del manejo de dinero algo més importante que el manejo de hombres... [Ese cambio...) marca la transi- ci6n de la concepcién medieval de la tierra como la base de funciones y obligaciones politicas @ la moderna, que Ia con- sidera como una inversin que reporta ingresos. La propie~ dad rural tiende, brevemente, comercializarse.* Paz monérquica y lana tuvieron que combinarse de un modo especifico para formar una de las fuerzas decisi- vas que propulsarian a Inglaterra tanto hacia el capita- lismo como hacia una revolucién que terminarfa por hacerlo democratico. En otros Estados, notablemen- te Rusia y Ia China, gobiernos fuertes impusieron su mando sobre dilatados territorios. En Inglaterra, en cambio, el hecho de que el éxito de los gobernantes fuera muy limitado contribuy6 sobremanera al triunfo final de la democracia parlamentaria. Y, por otro lado, entre negocio lanero como tal y democracia no hay ‘una conexién necesaria. En Espana, durante el mismo periodo, el efecto de la cria de ganado lanar fue mas bien el contrario, ya que los rebaiios trashumantes y sus duefios se convirtieron en uno de los instrumentos utilizados por el monarca centralizador en oposicién a las tendencias locales y particularistas, y contribuye- ron asi al desarrollo de un absolutismo real asfixiante.” La clave de la situaci6n inglesa es que la vida comer- cial, lo mismo en la ciudad que en el campo, durante {os sigios xv1y xvii se desarroll6 en gran parte, aunque no enteramente, en oposicién con la corona, por raz0- nes que se veriin a su tiempo. Bajo la presién de las circunstancias, la nocién me- dieval que levaba a juzgar los hechos econémicos con- forme su contribucién a la salud de! organismo social entré en barrena. Cesé de ereerse que el problema agrario consistia en hallar el mejor método posible de mantener a las gentes en la tierra y empezé a conside- arse que era cuestién de dar con la mejor manera po- sible de invertir capital en ella, Se empezé a tratar la tierra, cada vez més, como algo que podia comprarse y venderse, sujeto a uso y abuso, en una palabra como propiedad privada capitalista moderna. También bajo el feudalismo habia existido, por supuesto, propiedad privada en el campo. Pero, en todas las partes del mundo donde se desarrollé el feudalismo, la propie- dad de la tierra habia levado siempre aparejadas las cargas y trabas de una gran variedad de obligaciones Tespecto a otras personas. El proceso por el que esas obligaciones desaparecieron, y quién salié ganando 0 perdiendo con el cambio, implicé encrucijadas poli- ticas de suma trascendencia en todos los paises que co- nocieron el feudalismo, En Inglaterra las novedades emergieron pronto a la superficie. Mucho antes de Adam Smnith, grupos dispersos de ingleses residentes en el campo empezaron a considerar el interés privado y la libertad econdmica como la base natural de la so- iedad humana. Ante el prejuicio muy extendido de que el individualismo econémico surgié principal- mente entre Ja burguesia, vale la pena notar que los propietarios rurales «cercadores», con anterioridad a Ja Guerra Civil, proporcionaron ya a tales doctrinas, subversivas un semillero por lo menos notable. 3 Uno de los signos mas reveladores del cambio de perspectivas fue el boon en el mercado de tierras que empez6 alrededor de 1580 y duré aproximadamente medio siglo, Las rentas anuales subieron.a un tercio, del precio de venta de las fincas pocas décadas antes.” Semejante boom dificilmente se hubiera dado sin cam- bios estructurales de gran envergadura en la misma or- ganizacién de la agricultura, y puede interpretarse como una consecuencia de tales cambios. Los mas importantes de ellos fueron las enclosures («cercamientos»). Este término tiene diversidad de sentidos que se refieren a hechos bastante diferentes que sucedieron todos por aquellos tiempos y cuya im- portancia relativa no est enteramente clara. Durante el siglo xvt el primordial fue el de fueron, claro esté, los relativamente poco emprendedores que no supieron manipular su situa- cidn econémica en el campo y carecian de titiles cone- xiones urbanas de naturaleza comercial y oficial. Esos agrowlers and grumblers» («grofiones y rezongones>) proporcionarfan parte del elemento radical en que se apoyaron Cromwell y Ja Revolucién Puritana, aunque 40 el impetu de ésta broté ante todo de mis abajo de la escala social.” Por el impacto del comercio y de algu- na industria, la sociedad inglesa estaba, pues, transfor- méndose de arriba abajo dejando bolsas de desconten- to radical producidas por las mismas fuerzas que por algtin tiempo ocuparfan el primer plano. Como vere- mos, secuencias similares de desenvolvimientos son también caracteristicas, a grandes rasgos, de las otras grandes revoluciones modernas, Ia francesa, la rusa y la china. En ese proceso general, cuando el antiguo orden se desintegra, sectores sociales afectados negati- vamente por tendencias econémicas de larga duracién sacan la cabeza y realizan buena parte de la violenta «faena sucia» de destruir el ancien régime, despejando el camino pata instituciones de nuevo cuiio. En Taglaterra la més notable «fzena sucia» de tal tipo fue el acto simbélico de decapizar a Carlos I. La exigencia de juzgar al rey salié en primer lugar del ejército. Las influencias populares eran en él bastante intensas. Procedian de estratos inferiores a la gentry, muy probablemente de menestrales urbanos y labrie~ gos." Por la época de la efecucién, Cromwell y sus ofi- ciales habjan logrado ya refrenarlas. En cuanto a la gjecucién misma, tuvo que ser impuesta en el Parla- mento précticamente a punta de espada. Asfy todo, un nximero respetable de sus miembros (cuarenta y nue- ve) se negaron a juzgar al rey; los que firmaron la or- den de muerte sumaron cincuenta y nueve. Hay indi- cios de preponderancia de la gentry menos acaudalada entre los regicidas, y de la mas rica entre aquellos que se negaron a juzgar al rey. La imbricaci6n entre ambos 4u grupos, sin embargo, era considerable; un anilisis so- ciolégico mecénico no cernerd al justo los sentimien- tos politicos del momento. Cabe suponer que la mo- narquia constitucional hubiera podido advenir de otro modo. Pero la suerte de Carlos I fue una tremenda ad- vertencia para el futuro. Ningdin rey inglés posterior trataria ya de reintroducir seriamente el absolutismo real, La tentativa de Cromwell de establecer una dicta~ dura parece un mero intento de recomponer la situa- cién a posteriori, de hecho, no puede compararse con Ia fase semidictatorial de la Revolucion Francesa, en que atin se dio mucha destruccién del ancien régime. Los campesinos y la plebe urbana, por otro lado, que corrieron con la «faena sucia» en las demis revolucio- nes, no se significaron durante la Guerra Civil Inglesa, salvo en ciertos breves actos simbélicos muy impor- tantes. Innovadores y tradicionalistas se hallaban unidos por muchos vinculos, incluidos temores comunes frente a las capas inferiores, la «baja suerte». ‘Tales vinculos ayudan a explicar por qué las alineaciones de clase estuvieron lejos de ser claras en aquella revolu- cién. Carlos I hizo como mejor pudo para cortejar a la gentry, y consta que consiguié atraérsela en una escala muy amplia.” A despecho de Ja oposicién de los Es- tmardo a las enclosures, el apoyo de buena parte de la gentry rica a la causa real no puede sorprender dema- siado. Dificilmente cabria esperar de gentes acomoda- das como eran aquéllas que tuvieran Ia conciencia laxa caando se trataba de dar un puntapié a dos de los mé~ ximos puntales, rey ¢ Iglesia, que sostenian el orden social. A la larga, transformados éstos, mas de acuerdo con sus necesidades, volverian a darles Ia bienvenida, En las tres otras grandes revoluciones mencionadas, asi como en la Guerra Civil Norteamericana, se iba a manifestar la misma actitud ambigua respecto a los aspectos del antiguo orden que sostenian los derechos de propiedad. La politica de los dirigentes de la rebe~ ién, por el contrario, fue clara y sin rodeos. Se opu- sieron a toda interferencia en los derechos de propie- dad de los sefiores rurales por parte del rey y de los radicales de las capas bajas. En julio de x641, el Long Parliament abolié la Star Chamber, la més eficaz arma monarquica contra los sefiores rurzles «cercadores», a la vez que simbolo relevante del poder real arbitra- rio. Las amenazas radicales desde dentro del ejército de los levellersy diggers fueron desviadas por Cromwell y sus colaboradores con firmeza y habilidad.* Existen aiin otros factores que explican que la Re~ volucién Puritana no desembocara en ningtin mo- mento en una pugna bien definida entre estratos su- periores ¢ inferiores. En el conflicto se combinaron cuestiones econémicas, religiosas y constitucionales. No se dispone de suficientes datos para sefialar con- cluyentemente hasta qué punto coincidieron: la base social del puritanismo esté por analizar. Pero los indi- cios son de que, en diversos momentos, se produjeron cristalizaciones de la opinién en tomo a ellas. De ahi que, al desplegarse los avatares draméticos de la Revo- luci6n y encontrarse enfrentados los individuos con acaecimientos que no podian controlar y cuyas im- plicaciones no podian prever —en otras palabras, al B avanzar y retroceder el proceso de polarizacién revo- lucionaria—, muchos de ellos, ya en encumbrada ya en humilde posicién, se sintieran terriblemente apurados y solo pudieran decidirse con enormes dificultades. Lealtades personales podian arrastrarles en direccién opuesta a principios que sélo seguian a medias, y vice- versa. En el plano econémico, la Guerra Civil no produ- jo un traspaso masivo de la propiedad rural de un gru- po oclase a otro. (A ese respecto, todo indica que se ha entendido mal a Tawney.) Sus efectos sobre la pose- sidn de tierras fueron ain menores, probablemente, que los de la Revolucién Francesa, para la cual la in- vestigacién moderna ha ratificado la tesis polémica de Tocqueville de que el desarrollo de una clase de cam- pesinos propietarios, lejos de ser Ia consecuencia de la venta de haciendas de émigrés, precedié a la Revo- lucién, En Inglaterra, el bando parlamentario anduvo crénicamente corto de dinero y financié la guerra en parte usufructuando la administracién de los dominios de los realistas, en parte confiscandolos directamente. Agentes realistas se las arreglaron para readquirir al- gunos dominios, aun contribuyendo con ello al finan- ciamiento de sus enemigos. Los dominios recuperados después fueron muchos mas. Un estudio de esas tran- sacciones en la Inglaterra sudoriental, cuyo autor cree que puede tener aplicaciones més amplias, muestra que mis de las tres cuartas partes de las haciendas vendi- das bajo la Commonwealth volvieron a sus propieta- rios con la Restauracién. Las otras habjan sido ya re- cuperadas antes de 1660. Los adquiridores de tierras 44 | de la corona y de la Iglesia no parecen haber sido ca- paces de retenerlas tras la Restauraci6n, aumque Thirsk no da estadisticas sobre este particular.’ Tales constataciones, sin embargo, no se aducen en apoyo de la tesis de que la Revolucién Puritana no fue en absoluto una revolucién. Sus consecuencias revolu- cionarias fueron profundas y duraderas en el érea de la legislaci6n y de las relaciones sociales. Con la aboli- cién de la Star Chamber, los campesinos perdieron su amparo capital contra el incremento de las enclosures. Es cierto que bajo Cromwell, especialmente en la ilti- ma fase del mando de the major generals, se hicieron aiin algunas tentativas para atajar sus efectos. Pero fue ya eliltimo esfuerzo en ese sentido.%® Aunque puedan caber dudas sobre las caracteristicas sociales de aquella gentry que sostuvo la revolucién, est muy claro quién salié ganando con la victoria. .”” Los grandes frmers pagaban una contribucién econémica, Aunque los propietarios co- rrieran con las cargas de gravosos impuestos, ~-los renteros se hallaban en una posicién suficientemente s6lida para imponerlo—, raras veces proporcionaban a éstos capital de explotacién.*” Tampoco se esperaba de ellos que lo hicietan, Con todo, los grandes renteros, junto con los mas ricos poseedores de tiertas francas, 52 i | i I i | I | I y no el célebre pufiado de «audaces sefiores rurales», fueron los auténticos pioneros del desarrollo agricola, a juicio de un historiador reciente.** El espacio de tiempo en que tales cambios se pro- dujeron con mayor rapidez:y profundidad no esté del todo claro. Parece muy probable, sin embargo, qué el movimiento de enclosure acumulé considerable fuerza alrededor de 1760, Cobré quizd su méxima acelera- cidn durante las guerras napoleénicas, para extinguir= se después de 1832, habiendo contribuido entre tanto a cambiar el campo inglés més alli de todo célculo, El alza de precios de los alimentos y probablemente tam- bién las dificultades para obtener mano de obra pare- cen haber sido los principales factores que indujeron y compelieron a los sefiores rurales a ensanchar sus po- sesiones y a racionalizar la manera de cultivarlas.* Asi pues, en partes sustanciales de Inglaterra, al ha~ cerse més extenso el gran dominio y ser dirigido cada vex més, segiin principios comerciales, Ia comunidad campesina medieval qued6, finalmente, destraida. Es bastante probable, aunque no del todo seguro, que Ja ola de enclosures parlamentarias durante el siglo xvi y principios del x1x significé tan s6.o dar sancién legal aun proceso de erosidn de la propiedad campesina que hacia ya algsn tiempo que venia desarrollindose.” Por Ia experiencia de otros paises, sabemos que la intrusién del comercio en una comunidad campesina pone en marcha casi siempre una tendencia a la concentracién de Ja tierra en menor ntimero de manos. Tal tendencia habia sido perceptible en Inglaterra al menos desde el siglo xv1. En el coraz6n de un area duramente golpea- 53 da por la enclosure, el 70 por ciento de las tierras de una aldea habfan sido ya separadas de la economia campe- sina antes que el Parlamento deeretara la enclosure del lugar. Hacia 1765 solo tres familias de cada diez ocu- paban tierras en aquella érea con creciente industria. El resto eran braceros, calceteros, pequefios artesanos. Setenta pequefios campesinos, de menos de un cente~ nar, posefan menos de la quinta parte de todas las tie- ras, mientras que una docena de familias selectas po- sefan tres quintas partes." Una situacién similar debi6 de prevalecer en la mayorfa de las zonas duramente su- jetas a la enclosure en la segunda mitad del siglo xvi. Si, para hacerse cargo del area afectada, uno mira un mapa de Inglaterra sombreado de acuerdo con las Areas totales de los condados donde tuvo lugar la enclo- sure de campos comunales, comprucba que estuvo su jeta a ella més de la mitad del pais. Aproximadamente Ja mitad, a su vez, de esta érea, sobre todo en los Mid- Jands pero con una amplia lengua que se extiende ha- cia el Norte, suftis el impacto mas fuerte, con propor- ciones de un tercio a una mitad, e incluso mas, de las Areas totales de los condados.* Como acostumbra a suceder en los cataclismos so: ciales de esa naturaleza, el destino de los que salicron perdiendo en la transformacién es muy dificil de dis- cernir. En el curso de los procedimientos de enclosure, aquellos que tenfan derechos de propiedad que defen- der pndieron, por lo comtin, capear mejor el temporal que aquellos que no los tenfan. Con todo, muchos pe- quefios propietarios debieron soportar gravosas costas conexas a los procedimientos de enclosure, asi como de~ 54 k k sembolsos de capital para cercar con seto y abrir zan- jas, lo cual hizo precaria su situacién.%* Aquellos cuyos derechos de propiedad eran tenues o inexistentes no aparecen en la documentacién histérica, precisamente porque carecfan de derechos de propiedad que defen- der. «.. En general, sin embargo, s6lo los jévenes, los solteros y los artesanos estaban dis- puestos a abandonar el suelo natal —y los nuevos pa- tronos industriales sélo querian individuos como ellos. Los hombres maduros con familia no eran tan adies~ trables ni tan capaces de erradicarse del tejido de la vida rural, Permaneciendo en el campo, podfan re- currir a su «iltimo derecho» —el derecho al socorro de pobres.® En una aldea del Leicesterhire, «como en millares de otras parroquias de los Middlands y el Sur», los cer- camientos de campos comunales, junto con la ruina del estado llano y las exigencias de una economia mo- netaria, Hlevaron consigo un ininterrumpido aumento de las contribuciones «de pobres>, que, hacia 1832, debian alcanzar a tener «casi la mitad de las familias de Ia aldea en cobranza regular del socorro de pobres y muchas més cobrando socorro intermitente». En el si- 56 glo anterior esas mismias familias habfan sido peque- ios granjeros que se bastaban a si mismos o cottagers no en exceso apurados, que podian obtener lo necesa- rio para vivir en una economia de campos libres. Alli donde el sistema de campos libres habia funcionado plenamente bien, como para suministrar en cantidad suficiente lo que se necesitabs, habia constituido la base de cierta igualdad econémica aldeana. Habia ser- vido también para reforzar la red de relaciones sociales basada en la divisién del trabajo que habia sido en rea- lidad la sociedad de la aldea. Cuando, en el pasado, la sociedad de la aldea habia sido fuerte, los campesinos habfan luchado vigorosamente, y con algiin éxito, para defender sus derechos. En el siglo xvi, tras el golpe de gracia de las enclosures y las influencias comerciales, los pequefios granjeros dejaron de resistir, no se batie. ron ya." Parece, pues, bastante claro que, al desapare- cer jos terrenos comunales y empezar a imponerse en el campo un nuevo sistema econémico, la vieja comu- nidad campesina, finalmente, cedi6 y pas6 a desinte- grarse.® Echando una mirada retrospectiva al movimiento de enclosure en conjunto y teniendo en cuenta los re- sultados de la investigacién moderna, parece asimismo harto evidente que, junto con la expansién de ia indus- tria, los cercamientos fortalecieron en gran manera a los propictatios rurales més poderosos y descalabraron al campesinado inglés, elimindndole como factor de la vida politica brivinica. Desde el Punto de vista de los procesos tratados aqui, es éste, por encima de todo, el Punto decisivo, Ademés, al campesino «sobrante», le 37 daba lo mismo si el tirdn de las cindades o fabricas era més 0 menos importante que el empujén que le ex- pulsaba de su mundo rural, A fin de cuentas, en uno u otro caso, estaba atrapado entre alternativas que sig- nificaban degradaci6n y suftimiento comparadas con la vida tradicional de la comunidad aldeana. Que la vio- lencia y la coerci6n que produjeron tales resultados tu- vieran lugar durante un largo espacio de tiempo, y casi por entero dentro del marco de la ley y el orden, que contribuyeran a la larga a establecer la democracia so- bre una base més firme, todo ello no debe ocultarnos a masiva violencia ejercida por las clases altas contra las bajas. GOBIERNO ARISTOCRATICO PARA EL CAPITALISMO “TRIUNFANTE EI siglo xrx, por el contrario, se caracteriz6. por la transformacién pacifica; durante su transcurso, la de- mocracia parlamentaria fue estableciéndose con fir- meza y ampliandose de precedente en precedente. An- tes de examinar qué papel desempefiaron los cambios agrarios en ese proceso, conviene hacer una breve pausa y considerar cémo la violencia de los siglos xv y xvi —abierta y revolucionaria en el primero, mis disimulada y legal, pero no por eso menos violenta, en el segundo— habian preparado el camino para la tran- sicién pacifica del xix. Romper Ja conexién entre am: bos procesos seria falsificar la Historia. Afirmar que aquélla, de algtin modo, fue necesaria ¢ indispensable, 58 justificar el presente por el pasedo con un argumento que es imposible comprobar. Todo lo que puede hacer el historiador social es apuntar una conexién contin- gente entre cambios en la estractura de la sociedad. Puede que el legado més importante del pasado violento fuera el haberse fortalzcido el Parlamento a expensas del rey. El hecho de que el Parlamento exis- tiera significaba que se contaba con una institucién flexible que constitufa, tanto uns arena en la cual podia integrarse a nuevos elementos sociales a medida que planteaban sus exigencias, como un mecanismo insti- tucional para componer pacificamente los conflictos de intereses entre los distintos grupos. $i bien el Par- Jamento, tras la Guerra Civil, habia quedado ante todo como un instrument de las clases altas rurales con mentalidad comercial, no era tan s6lo eso; como iba a mostrar la experiencia, podia Ilegat a ser mucho més. El haber desarrollado aquella clase una base econémi- ca que la habfa conducido a oponerse violentamente a la corona antes de la Guerra Civil tuvo mucho que ver con la vigorizacién del Parlamento, punto que se vers mis claro cuando seré posible comparar el curso de los hechos en Inglaterra con otras casos en que ello no su- cedié. El fuerte tono comercial en la vida de las clases altas rurales, lo mismo de la gentry que de la nobleza ti- tulada, Hevé también aparejado que no existiera nin- guna falange demasiado compacta de oposici6n aristo- crética al progreso de la misma industria. A pesar de que algunos de sus miembros expresaran a menudo sentimientos adversos, se puede afirmar con justicia que el sector més influyente de las clases altas rurales 59 actué como una avanzada politica del capitalismo co- mercial e industrial, Asf continuaban actuando, sélo que de mevas maneras, durante el siglo x1x, La otra gran herencia era la destruccién del cam- pesinado, Por brutal y despiadado que parezca el con- cluirlo, hay razones de peso para sostener que contri- buy6 al cambio democratico pacifico en la misma medida, quizd, que la pujanza del Parlamento. Implicé que la modernizacién-pudiera avanzar en Inglaterra sin el inmenso fondo de fuerzas conservadoras y reac- cionarias que ha existido, en determinados momentos, en Alemania y el Japén, para no mencionar a la India, ‘También, por supuesto, que la posibilidad de revolu- ciones campesinas a la manera de Rusia y de la China no entrara ya en el orden del dia de la Historia. A fines del siglo xv y prineipios del xtx, la victoria de la democracia parlamentaria no tenia, ciertamente, nada de inevitable. Es improbable, en efecto, que la gran mayorfa de los individuos tuvieran ni la nocién més vaga de qué podian significar tales palabras y de qué clase de sociedad se dibujaba en el horizonte. Fl comercio, durante el siglo xvint, habia hecho progre- sos considerables. Se manifestaban ahora los primeros signos de conflicto entre los intereses rurales y los re~ Iativos al comercio. Elementos influyentes de éste tra- taban de promover una politica exterior agresiva en pos de materias primas y mercados, mientras que gran parte de la gentry se resistia a pasar adelante por miedo de contribuciones més elevadas, en una época en que Ia contribucién territorial era la méxima fuente de ren- tas piblicas, Entre tanto empezaban a hacerse oft vo- 60 ces radicales que denunciaban la necesidad de revisar Ia anticuada estructura social de Inglaterra, en especial su corrompido Parlamento. El cliché de que la polit ca del siglo xvii fue un batallar de camarillas sin au- ténticos puntos en disputa es simplemente falso, Exis- tfan las mismas tensiones entre nuevas y antiguas formas de sociedad y de civilizacién que en el siglo xvu, traspuestas a una nueva era, aunque quizé sea exagera- do afirmar que, tras la pérdida de las colonias america- nas, Inglaterra estaba a dos dedos de la accién revolu- cionaria. El estallido de la Revolucién Francesa puso fin a toda esperanza de reforma. Més especificamente, tan pronto como la Revolucién Francesa dejé atras su fase liberal, cuando la huida de Luis XVI a Varennes y su nueva captura «arrancaron el velo de ilusiones» sobre expectativas liberales y la Revolucién empez6 a entrar en una fase radical, los que simpatizaban con ella en Inglaterra se encontraron en una posicién cada vez més embarazosa. Pitt el Joven cort6 toda especulacién sobre reforma. Inglaterra empez6 a entrar en una fase de represién que se prolongé hasta después de las guerras napoleénicas, Su caracteristica fundamental fue que las clases altas, tanto en las ciudades como en el campo, cerraron filas en torno de lemas patristicos yconservadores contra la amenaza del radicalismo y la tiranja franceses y contra la més -emota de que sus pri- vilegios peligraran.’* Si la amenaza de revoluci6n y dictadura militar no se hubiera desvanecido con la ba~ talla de Waterloo, es sumamente improbable que In- slaterra hubiera reanudado en el siglo xrx aquellos pa- 61 sos lentos y titubeantes hacia la reforma politica y so- cial que habfa interrumpido a fines del xvi. Que exis- tieran regimenes aceptables en Europa y no se cernie~ ra, por lo tanto, desde ésta ninguna amenaza era uno de los requisitos previos para la evolucién democratica pacifica de Inglaterra. Para comprender por qué Ia fase reaccionaria fue relativamente breve y por qué el movimiento hacia una sociedad més libre rebroté durante el siglo x1x, es ne- cesario llevar la atencién mas allé de las clases terrate- nientes. Estas habjan alcanzado el cenit de su poder, econdmico y politico a la vez, antes del cambio de si- glo; su desenvolvimiento posterior combina defensa y concesiones, otorgadas tanto més ficilmente cuanto el proceso de erosién fue pausado y su base econémica quedé firme. Las habituales metaforas mecdnicas son aqui engafiosas. Aunque los elementos urbanos capita- listas «subieron>, las clases rurales superiores no «ca- yeron» —al menos no por largo tiempo, Hacia el final de las guerras napoleénicas, los més modernos de aquellos habian alcanzado ya considerable fuerza gra- cias a sus realizaciones econémicas, las cuales, como subrayan los historiadores de nuestros dfas, tenfan de- trés una dilatada historia. Les habfa sido allanado el camino durante el liderazgo de las clases tetratenien- tes, Los capitalistas ingleses del siglo xrx no tuvieron que apelar a nada parecido a Prusia y sus Junker para dar cima a la unidad nacional, romper las barreras in- ternas al cumercio, establecer un sistema legal unifor- me, citculacién monetaria moderna, y otros requi tos previos para la industrializacién, Hacia ya mucho 62 tiempo que se habia racionalizado el orden politico y creado un Estado moderno, Solo con un minimo de ayuda de ese Estado, lograron, en su calidad de pri- mera burguesfa plenamente capitalista, convertir gran parte del globo en area comercial propia. Pese a los Perjuicios que le ocasionaron transitoriamente las gue- tras napolednicas, el capitalismo industrial inglés consiguis extenderse, en general por medios pacificos, y asi absorber los recursos forineos y convertir a In- glaterra, durante el siglo xxx, en el taller del mundo. Las otras tareas capitalistas, como el acrecentamiento de la disciplina obrera, los lideres industriales ingleses fueron también capaces de Hevarlas a cabo por su pro- pia cuenta, slo con un minimo de ayuda del Estado y de la aristocracia rural. Se vieron obligados a ello, Por cuanto el aparato represive del Estado inglés era relativamente débil a consecuencia de la Guerra Civil, con la prematura evolucién de la monarquia que habia traido, y de depender més de la armada que del ejérci- to. En contrapartida, la ausencia de una monarquia fuerte apoyada en el ejército y h burocracia, como en Prusia, hizo mas fécil el desarrollo de la democracia parlamentaria. Mientras tanto la gentry terrateniente y los ele- ‘mentos situados més arriba que ella en la escala social tenian atin firmemente en sus manos las palancas del poder politico, Nutrian los gabinetes, monopolizaban la representacién de las zonas rurales, y aun se senta- ban en el Parlamento como representantes de las ciu= dades. A nivel local, su infiuencia seguia siendo muy grande, Como ha indicado un historiador de nuestros 63 dias, la antigua clase dirigente controlaba todavia con firmeza el poder a mediados del siglo sax. «EI sistema politico atin era, en considerable medida, el juguete de lanobleza y de la gentry, y en particular de los propie~ tarios hereditarios de los grandes dominios». El néi- cleo de ese sistema no comprendia quizé més de mil doscientas personas. Por otro lado, no obstante, tales estratos rectores manejaban las palancas del poder dentro del contexto de enérgicos desafios de otras clases, Poner tan solo de relieve su posicién privilegiada en el aparato politico formal, ¢ incluso en el informal, daria una impresion engafiosa de la potencia de la gentry y de la nobleza.” Aungue el bill de Reforma de 1832, que dio el voto a los capitalistas industriales, decepcion6 las esperanzas y demostré infundados los temores de, respectivamen- te, los mas ardientes abogados y los més acérrimos ad- versarios de aquélla, su aprobacién no deja de signifi- car que la burguesfa habia ensefiado los dientes. Lo mismo se puede decir de la derogacién de las Corn Tans («leyes sobre cereales») en 1846. Las clases altas rurales no suftieron ningtin desastre, pero conocieron Jos limites de su poder. ‘Tampoco ante la agitacién 66 Una de las razones por que semejante escena pare~ ce ineongruente con la Inglaterra del siglo xix es que, a diferencia de los Junker, la gentry y la nobleza de In- glaterra no tenfan gran necesidad de confiar en palan- cas politicas para apuntalar una posicién econémica tambaleante. Ni siquiera la abolicién de las Corn Laws two los efectos calamitosos pronosticados por algu- hos. Si acaso, las condiciones de la agricultura después de 1850 fueron més bien mejores que antes, Los pre- ios seguian aumentando, La administracién de las ha- ciendas se acercaba cada vez. més a la de las empresas capitalistas a medida que los encargados se esforzaban por sacar ventaja de los grandes progresos en técnicas agricolas llevados a efecto en las décadas precedentes, Hubo ahi, claro esté, considerables diferencias, En los sectores cimeros, confiar gran parte de la responsabili- dad a-un agente fue una costumdre bastante extendida. De esa manera el propietario ganaba tiempo libre para el deporte, Ia cultura y la politica, al paso que el come- tido del agente adquirfa muchas de las cualidades de una profesi6n liberal. El gran sefior rural, con todo, tomaba las decisiones principales 0 asumfa la respon- sabilidad de ellas, y no dejaba para los agentes sino la ratina. Para la gentry, la alternat-va més bien estaba en- tre una administracién solicita por sf mismos 0, por el contrario, canfiarla a abogados de las ciudades, que a menudo ignoraban las peculiaridades rurales y que se hacian ricos asf pensaban algnos de los miembros deaquélla—a costa de la pobreza de los propietarios.”* Participes del avance general de la era victoriana y da- das 4 adquirir de continuo caracteres burgueses y capi- talistas, las clases altas rurales de Inglaterra tenfan mu- cchas menos razones que sus equivalentes continentales para oponerse al progreso del capitalismo y de la de- mocracia, En el siglo x1x, como ya antes, los limites entre la nobleza acaudalada y la geniry, por un lado, y los sec tores més elevados del mundo de los negocios y de las profesiones liberales, por el otro, eran desdibujados ¢ inciertos.”* En numerosos casos individuales, resulta muy dificil determinar si una persona pertenece a una u otra de aquellas categorias. Esa dificultad, la deses- peracién de todos aquellos que emprenden un anilisis estadistico de la estructura de las clases en Inglaterra, constituye en sf misma uno de los datos més importan- tes sobre tal estructura.” Cabe la posibilidad de que, cuantitativamente, la ‘6smosis entre mundo de los negocios y aristocracia ru- ral en el siglo xix no fuera muy distinta en Inglaterra y en Alemania. Hay incluso algunas exploraciones esta~ disticas que indican, cosa bastante sorprendente, que fue més intensa en Prusia. Un investigador afirma que ha logrado averiguar que, en una dilatada serie de afios antes de 1978, la Cimara de Diputados prusiana in- cluia entre sus miembros algo més de un 78 por cien- to, por término medio, procedentes de la burguesia (Biirgertum) y la nobleza nueva. En la diplomacia y la administracién, por otro lado, auténticas claves del poder en Alemania, las proporciones de elementos no nobles eran, respectivamente, de un 38 y un 43 por ciento. Para Inglaterra, cierto estudio del Parlamento durante los altos 1841-1847 halla tan solo un 40 por 68 ciento de miembros relacionados con el mundo de los negocios, mientras que el 60 por ciento restante no es- taban unidos a él por ningiin vineulo.” El manejo de tales datos plantea espinosos problemas técnicos; por ejemplo, si las cifras totales estadisticas de cada pais son realmente comparables. Es apropiado poner uno al lado de otro, el 4o por ciento del Parlamento inglés relacionado con el mundo de los negocios y el 78 por ciento de la Camara de Diputados prusiana proceden- te del Biirgertum? Soy eseéptico sobre el particular; creo, por el contrario, que ni siquiera si pudiéramos resolver los problemas técnicos habriamos avanzado demasiado, Una medida cuantitativa, por sf misma, nos dice bien poco acerca de la anatomia social y el funciona miento de las distintas partes de la sociedad. En la Prasia del siglo xix, los miembros de la burguesfa que se asociaron con Ia aristocracia abrazaron, por lo gene- ral, los habitos y las actitudes de esta iiltima, La rela cién entre ambas clases en Inglaterra tuvo un signo casi opuesto. Por lo tanto, aunque dispusigramos de uuna medida técnica perfecta que diera una lectura nu- ‘mérica idéntica de la cantidad total de fusién en Ingla- terra y Prusia, caerfamos en un error catastréfico si di- jéramos que los dos paises se comportaron de modo parecido. Las estadisticas, cuando abstraen de la esen- cia de la situaci6n el todo del contexto estructural en que la ésmosis social tuvo lugar, tienden un lazo al lee tor incauto. Vale la pena recalcarlo porque las estadis- ticas estén ahora de moda. Los hombres que detentan el poder no necesariamente lo efercen en interés, tan 69 s6lo, de la clase de que proceden, sobre todo en las si- tuaciones de transicién. ‘También en Inglaterra se dio cierta tendencia a la adopcién de caracteres aristocriticos por la élite co- mercial e industrial. Todos los anilisis de la Inglaterra anterior a 1914, y segin y como incluso més allé de aquel hito, dan fuertemente la impresidn de-que el po- seer acres de césped que allanar con el rodillo y una casa en el campo era indispensable para la preeminen- cia politica y social. Sin embargo, a partir aproximada- mente de la década de 1870, los dominios rurales deja- ron, cada vez més, de ser los fundamentos del poder politico para convertirse en meros simbolos de pree- minencia social. En parte porque el fin de le Guerra Civil America- na y el empleo del buque de vapor habian empezado a hacer asequibles en Europa los cereales norteamerica- nos, sobrevino entonces una depresin agricola que pasé a crosionar seriamente la base econmica de los estratos rurales superiores.” Més 0 menos lo mismo sucedi6 en Alemania, y ser de nuevo instructive con templar a Inglaterra sobre el fondo de aquélla. Alli los Junker pudieron servirse del Estado en sus esfuerzos para preservar su posicién y, asimismo, para formar un frente agricola unido con los campesinos propietarios del resto de Alemania. En ningiin momento atraves6 Alemania por una experiencia comparable a la aboli- cién de las Corn Laws. En vez de ello, los sectores prin- cipales de la industria forjaron el matrimonio del hierroy el centeno (plenamente consumado por el aran- cel de 1902), del que sacaron, como su parte en el ne- 7° gocio, un programa de construccién naval. La coali- cin entre los intereses de los Junker, del campo y de la industria en torno de un programa de imperialismo y reacci6n tuvo, en conjunto, resultados desastrosos para la democracia alemana. En la Inglaterra del siglo xxx, tal amalgama, no se produjo. Los programas politicos imperialistas tenfan ya en Inglaterra mucha historia de- twas. Eran una alternativa, quizds incluso un apéndice de los programas librecambistas, mas que un fenémeno social completamente nuevo que surgiera del capita lismo avanzado.” Ante los problemas agricolas, los go- biernos conservadores de 1874-1879 no tomaron sino timidas medidas paliativas; los liberales, de 1880 en ade- Iante, 0 dejaron que las cosas siguieran su curso o ata~ caron activamente los intereses agrarios.” La norma fue dejar que la agricultura se les apafiara por s{ misma, es decir, se suicidara de una manera decorosa conforta- da por algunas lagrimas ret6ricas. Dificilmente se la hubiera abandonado asi a su suerte sin la circunstancia, de que a la saz6n hacfa ya tiempo que los estratos supe- riores de Inglaterra no eran ya agrarios. El centro de la actividad econémica habia pasado a la industria y al co- mercio, Disraeli y sus sucesores demostraron que, con alguna que otra reforma, se podia mantener y sostener una base popular para el conservadurismo dentro de un contexto democritico. Iban a sobrevenir atin conflic- tos, como cuando Lloyd George cargé la mano sobre la nobleza terrateniente en su presupuesto de 1909 y ello Provocé una crisis constitucional. Pero por entonces, pese al furor de los sectores afectados, el problema agrario y la cuestién del poder de la aristocracia rural he habfan quedado en segundo término para ceder el paso a nuevas cuestiones, en especial como incorporar el obrero al consenso democritico. Si echamos una mirada retrospectiva al conjunto del siglo x1x, gqué factores se destacan como responsa- bles del progreso de Inglaterra hacia la democracia? Los herederos de un pasado violento han sido ya men- cionados: un Parlamento relativamente fuerte ¢ inde- pendiente, influencia del comercio y la industria, con su propia base econémica, ningdn problema campesi- no serio. Otros factores son especificos del siglo xnx. Gobernando dentro del contexto de un capitalismo in- dustrial en rapido desarrollo, las clases rurales superio- res integraron a los nuevos elementos en sus filas a la vez que competian con ellos en busca del apoyo popu- lar —o, por lo menos, evitaron un descalabro con con- cesiones oportunas. Tal politica era necesaria por no existir un aparato de represién eficaz. Era, ademas, posible, por cuanto la posicin econémica de las clases dirigentes se desgasté lentamente y de una manera que les permitié pasar de una base econémica a otra con s6lo un minimo de dificultades. Por tltimo, tales orientaciones tan necesarias como posibles se materia- lizaron gracias a que lideres prestigiosos vieron y manipularon los problemas harto correctamente y 2 tiempo. No hay ninguna necesidad de negar la signifi- cacién histérica de los hombres de Estado moderados ¢ inteligentes. Es preciso, sin embargo, atender a la si- tuacién dentro de la que se movieron, una situacién creada en gran medida por hombres que habian sido también inteligentes, pero muy poco moderados. 2 . —.___ ine : EVOLUCION ¥ REVOLUCION EN FRANCIA 1. CONTRASTES CON INGLATERRA ¥ CAUSAS QUE Los ORIGINARON Entre los factores decisivos en el desarrollo de la de- mocracia en Inglaterra figuraron, como hemos visto, la independencia de la gentry y la nobleza rurales res. Pecto a la corona, su adopeién de la agricultura co- mercial, en parte como respuesta al ascenso de una clase mercantil y manufacturera con s6lida base eco- némica propia, y Ia desaparicién del problema campe- sino. La sociedad francesa entré en el mundo moder- ‘Ro por un camino muy distinto, En vez de abrirse paso a brazo partido hacia un alto grado de independencia, la nobleza francesa, o mas especificamente su sector cimero, se convirti6 en una escolta decorativa del rey. Pese a la inversién de esa tendeacia en la segunda mi- tad del siglo xvi, la consecuencia final fue la destruc ci6n de la aristocracia, En vez de una clase alta rural que recurriera a Ia agricultara comercial a la manera inglesa, en la Francia de la monarqufa borbénica en- contramos primordialmente una nobleza que vivia de Jo que podia sacar de las obligaciones que gravitaban 73 sobre los campesinos. En lugar de la destruccién de Ja propiedad campesina, observamos su consolidacién gradual, lo mismo antes que después de la Revolucién. BI comercio y la fabricacién franceses marcharon re- zagados con respecto a Inglaterra. Desde el siglo xv1 hasta el xvi inclusive, las principales variables estruc- turales y tendencias histéricas que caracterizaron a la sociedad francesa del ancien régime difirieron en gran manera de las de Inglaterra. Cémo y por qué hubo cierta semejanza en el resultado politico final durante los siglos xrx y xx constituye, junto con algunas de las diferencias importantes, el enigma central que voy a tratar de descifrar en este capitulo. Toda vez que sin la Revolucién es muy improbable que se hubiera llegado a ninguna semejanza, aquel gran acontecimiento sera el tema central de mi anilisis. En comparacién con su equivalente en Inglaterra durante el siglo xvm, la nobleza francesa vivia en gran parte de los derechos percibidos en especie o en meta- lico de sus campesinos. Los origenes de tal diferencia arrancan de suficientemente atris en las nieblas de la primitiva historia francesa para hacer desaconsejable que un aficionado trate de mirérselos muy de cerca, sobre todo desde el momento que el gran historiador francés Mare Bloch prefirié levantar las manos de Ja empresa antes que apuntar una explicacién. Me limita- ré, pues, a decir que, aproximadamente a fines del si- glo xv y durante el siglo xv, habian empezado ya a aparecer muchos de los rasgos fundauentales. Ante todo que el sefior consagraba relativamente poca aten- cién al cultivo de su dominio estricto, més bien poco 74 extenso, y que parece habérsele encogido ain al ir cediendo fracciones de él en pequeias parcelas a los campesinos a cambio de una parte de la cosecha, De ser posible, el sefior preferia arrendar su tierra en blogue y, en muchos casos, en condiciones que indican que esperaba recobrarla en el futuro. Pero ello no siempre era posible. El noble se encontraba a menudo muy lejos guerreando y, por otro lado, era dificil hallar mano de obra pata trabajar la tierra. La mejor solu- ci6n, al menos para muchos, parece haber sido descar- garse lo més posible de las responsabilidades del culti- vo en renteros que Ilevaran grandes unidades 0, con mayor frecuencia, directamente en el campesino. Al- gtin tiempo antes la nobleza francesa habia empezado a adguirir un régimen juridico mas preciso mediante reglas estrictamente definidas en términos de ley.’ Esos dos rasgos de un régimen legal més defini- do —aunque lejos de estar tan claro como el agua—y de dependencia de los tributos campesinos iban a dife- renciar la nobleza francesa de la gentry inglesa para el resto de sus dias. Ya en fecha bastante temprana, el campesino francés habia conseguido escapar de la ser- vidumbre personal, sobre todo aprovechandose de la demanda de mano de obra en el campo, que aument6 cuando el desarrollo de las ciudades ofrecié la posibili- dad de ganarse la vida de otra manera. Por los tiempos de la Revoluci6n, los campesinos estaban cerca de po- seer detechos de propiedad de facto. Debajo de esa continuidad, hubo también impor- tantes elementos de cambio. El sistema de grandes po- sesiones territoriales trabajadas por siervos, como aca bamos de ver, empezé a sufrir modificaciones no més tarde de la segunda mitad del siglo xv, Al final de Ia Edad Media y durante los comienzos de la era moder- na, en especial quizas en el curso del siglo xv, cuando uun aumento en la afluencia de oro y plata parece haber hecho subir los precios, hay indicios de cierta crisis en los ingresos sefioriales. Amplios sectores de la nobleza militar, la noblesse d’épée, resultaron duramente afecta- dos. Ello debié de hacer ms facil para los reyes y sus talentosos ministros extender la autoridad real, proce- $0 que culminaria en el largo reinado de Luis XIV (2643-1715). La nobleza, por supuesto, no acepté su suerte pasivamente, Frente a la catistrofe, muchos no- bles intentaron volver grupas, dejar de ser rentiersy re~ constitvir, bajo su propio control, los dominios. Pero, por lo general, les faltaba para ello la base econémica, como la produccién lanera que hizo posible semejante litica en Inglaterra. PO" Los miembros de la busguesia que habian hecho dinero en las ciudades y empezado a adquirir tierras de Jos nobles en apuros tuvieron algo més de éxito. El proceso se inici6 en el siglo xv y prosiguié hasta el fi- nal del siglo xvut, Gracias a esa afluencia de caudales, se produjo cierta reconstitucién de los dominios rura- les, con Jo cual se cre6 en algunas partes de Francia uuna nueva situacién que presentaba semejanzas con la de Inglaterra, por cuanto los nuevos propietarios vi- vian en sus haciendas y las administraban pensando en los beneficios. Pero la atinidad es superticial. En la Francia del siglo xvn, e incluso con posterioridad, los beneficios no procedian de la venta de productos en el mercado, sino de percibir rentas de, los campesinos. Como observé Bloch, la fortuna que pudiera producit una gran hacienda procedfa de percibir una serie de pequefios tributos, algunos de ellos en especies, de una serie de pequefias unidades. Aunque en ocasiones se delegara la responsabilidad en un intermediario, las mejores perspectivas de éxito dimanaban de una admi- nistracin cuidadosa, detallada y més bien pleitista.’ Era una situacién ideal para los abogados, y en mas de un aspecto. Los cada vez més extendidos tenticulos de la burocracia real necesitaba abogados en su pugna con la nobleza vieja. Y los burgueses ricos que adqui- fan tierras escalaban circulos sociales mas altos o por serles concedida nobleza o por compra de un puesto burocratico (office o charge).* Aunque la noblese de robe fuera a menudo enojosa para el rey —s6lo Luis XIV supo tratarla a su tiempo con deliberado desdén—, proporcioné uno de Jos principales instramentos al absolutismo en su pugna con las tendencias localistas ¥ con la nobleza militar. Dadas las pingiies ganancias que se solian aleanzar en Ja burocracia real, especial- mente en el siglo xvur al aflojarse el control del rey, es probable que sus atractivos sirvieran para menoscabar cualquier tendencia a dirigit jas haciendas segin los criterios ingleses, En todo caso, el «retorno» al gran dominio cons- fituy6 un fendmeno relativamente limitado. No fue, ni de lejos, tan comtin en Francia como en Inglaterra 0 en el Este de Alemania. Grandes sectores del pais si- guieron en manos de los campesinos, Asi pues el siste~ ‘ma, en conjunto, se caracterizé por la coexistencia de 77 grandes y pequefias unidades.’ Francia no experimen- t6 un vasto movimiento cercado». En lineas generales, el gran propietario tenfa interés en preservar las te- nencias campesinas, desde el momento que le pro- porcionaban la base de su propia existencia.® Sélo en la segunda mitad del siglo xvi empezé la situacién a cambiar, La decadencia de la noblesse d'épée formaba parte del mismo proceso por el que el rey consolidaba y ex- tendia su autoridad. En el curso del siglo xvi, y en los siglos subsiguientes, el rey desposeyé a los nobles de muchas de sus funciones judiciales, recluté soldados y colecté contribuciones en sus tierras, intervino con frecuencia en sus asuntos, y les forzé a someterse a sus parlamentos.’ En los tiempos de Luis XIV, la nobleza parecia haber quedado reducida a un papel de fastuosa indolencia en Versalles 0 bien al de vegetar plicida- mente en las provincias. Esa impresién, sin embargo, es algo engafiosa. Es cierto que el Rey Sol la hizo en extremo inofensiva, Pero debié pagar ciertas costas que sdlo en parte resultaban ventajosas para la corona. Pudo conseguir para muchos de los miembros de aquélla buenos puestos en la Iglesia, que reportaban enormes ingresos, entonces mucho mayores inchiso que los del Estado. A cambio de esa colaboracién de !a Iglesia haciéndose cargo de un sector de la nobleza, el rey protegié a la Iglesia contra la herejia."° Una de las consecuencias fue la revocacién del Edieto de Nantes. En segundo lugar, la corona debié pagar con la guerra. Si bien Luis XTV barrié a la nobleza del centro del go- bierno, dejé en sus manos tanto el ejército como la 78 Iglesia." La guerra perpetua constitufa el perpetuo tema de conversacidn entre lanobleza cortesana, y ayu- daba a crear una atmésfera de lealtad al rey.” En Versalles, el sistema de vida que compelia al consumo ostentativo arruindé a muchos nobles. La en- cuesta de Colbert, Ievada a cabo a través de los inten- dentes, revel6 asimismo en las provincias una pobreza muy extendida."’ De ahi que sea tentador establecer una conexi6n entre el absolutismo real y el no afianza- miento de la agricultura comercial como factores que se afirmaron uno a otro durante un largo perfodo de tiempo. Hasta hace bastante poco, la contraposicin por los historiadores de una aristocracia brillante y pa- rasitica en Paris al noble rural que se desmoronaba or- gullosamente en el campo en medio de una agricul- tura estancada tendia a explicar asi el trasfondo de la Revolucién y la desaparicién de la aristocracia por vio- Iencia revolucionaria. El trabajo de invéstigacién del erudito norteamericano Robert Forster, publicado desde 1960, ha modificado en gran manera esa imagen familiar, Al ponernos en condiciones de determinar més precisamente las diferencias estructurales entre la modernizacién del campo inglés y la del francés, ha hecho una contribucién de sumo valor para compren- der el trasfondo y las consecuencias de la Revolucién. Como el papel de Ja agricultura comercial es basico para el eje de la argumentacién del presente libro, seré oportuno hacer una pausa para examinar la situacién de cerca. 79 2. LA RESPUESTA NOBILIARIA A LA AGRICULTURA COMERCIAL, En lo que concierne a las tiltimas décadas del siglo xvi y la primera del siglo xvur, hay pocos motivos para dudar de la tesis de que el impulso hacia la agricultura comercial fue débil comparado con el que se dio en In- glaterra, y no s6lo entre la nobleza, sino en Francia en conjunto. Al igual que en Inglaterra, el problema agri- cola clave era el de abastecer de grano a las clases que comfan pan pero no cultivaban trigo. La produccién de cereales presentaba un cuadro global de estanca- miento roto por cierto impulso hacia la produccién para el mercado en los alrededores de las grandes ciu- dades. En tales éreas, los méximos beneficiarios pare- cen haber sido los campesinos més ricos, con pre- ferencia a la aristocracia rural. Generalmente no se extendian més alli de las vecindades de unas pocas grandes ciudades y de ciertos depésitos para la expor- tacion en las fronteras. Sélo Paris formé un hinterland notable, La mayor parte del territorio sacaba sus pro- visiones de éreas inmediatas."" La concepcién general que se tenia del problema del grano consistia en regular un abastecimiento limi- tado obtenido de un drea limitada, La succién de las contadas grandes ciudades se sentia sobre todo en tiempos de escasez, y entonces como un factor disrup- tivo." En las tiltimas décadas del siglo xvi y a princi- pios del siglo xvisz, los mercaderes y sus agentes cn al- gunas localidades, en especial las cercanas a Paris, adoptaron la préctica de recorrer el campo para com- 80 ee eee prar cualquier excedente que pudieran hallar. Tal préc- tica despert6 grandes rencores por representar un trastorno de las fuentes locales de abastecimiento; se extendié en oposicién a la costumbre reinante y, asi- mismo, a Ia legislaci6n."* Aunque los propietarios de dominios ricos podian recibir grano en concepto de derechos feudales y disponer de él a través de comisio- nistas en las ciudades, era prictica muy comin com- prar grano de los campesinos mas pudientes, claro i dicio de que éstos competian con éxito con los nobles por un mercado limitado."” Si acaso existieron en Francia, en las décadas finales del siglo xvi y en la primera del xvin, terratenientes emprendedores que acercaran un plano a otro a la manera inglesa, han pa- sado inadvertidos a los historiadores, Posiblemente hubo unos cuantos, Pero es sumamente improbable que tuvieran la menor importancia, Durante el siglo xvit, al subir de punto los alicientes del comercio, los nobles franceses respondieron de un modo entera- mente distinto. Si sélo se considerara el trifico del grano, se corre- ria el riesgo de dar una impresin muy engafiosa. El vino fue un producto comercial, y de enorme impor- tancia. De hecho el vino fue para fa agricultura france- sa, quizés incluso para el conjunto de la sociedad fran- cesa, lo que la Jana para Ia agricultura y la sociedad inglesas en los siglos xvi y xv. Un estudioso amante de las estadisticas ha calculado que, durante los wl mos ticmpos del ancien régime, en un afio ordinario, Francia produefa vino suficiente anos treinta millo- nes de hectolitros— para proporcionar cargamento a 81 la totalidad de la flota mercante briténica de enton- ces.'* Era tan imposible para un francés beber todo el vino que podia producir como para un inglés llevar toda la lana de las ovejas que podia criar, De ahi que el cultivar la vid y el criar ovejas significaran igualmente ser empujado hacia el mercado, pasar a depender de los derechos de reyes y cancilleres y tratar de influir en ellos, hallar métodos eficaces y congeniar con los li- bros de cuentas mas que con el beau geste, la espada, la largesse y otras actitudes aristocraticas. Pero las simili tudes no van més alld, no afectan a lo que realmente importa, Las consecuencias econémicas y politicas de la vi- nicultura y la eria de ovejas son muy distintas. En lo que parece haber sido un arranque de entusiasmo galo, combinado con la mania estadistica norteamericana, el eminente historiador econémico francés CE. La- brousse se ha esforzado por demostrar con copiosas estadisticas que una prolongada depresi6n en la eco- nomia del vino constituyé un factor decisive para el atraso de la economia francesa en general y el estallido de la Revolucién. Los resultados, a mi entender, son mis aplastantes que convincentes. E] nexo con el atra- so industrial no queda demostrado. Los dos ingentes estudios de Labrousse, tan sélo una pequeiia parte de la totalidad de la empresa tal y como habia sido pla- neada originalmente, se limitan casi por entero a aspec- tos agricolas. Aunque sea agradable ver en el consumo de vino nna cura, cuando menos potencial, del atraso econ6mico, algunos hechos aducidos por el mismo au- tor indican que, para la Francia del siglo xvut, tal pers- 82 pectiva era poco realista. Las nueve décimas partes del vino producido, estima Labrousse, se consumian en la propia Francia. El cultivo de la vid estaba difundido por toda Francia: de las treintay dos généralités 0 divi- siones fiscales del ancien régime, s6lo tres situadas en el Norte y en el Noroeste no eraa zonas productoras de vino.” Malos transportes, cultivo de la vid extendido por todo el pais, la mayor parte del vino bebida en la propia Francia; todos esos hechos inducen a concluir que la mayor parte del vino era vin ordinaire, probable- mente bastante més detestable que el de hoy en dia, y no un producto de Injo que rosibilitara ganar fortu- nas y sostener Ia economia. Los vinos que proporcionaban un buen rendi- miento comercial parecen hater sido producidos en las mismas éreas limitadas de Francia que ahora. La fa- vorable circunstancia de su proximidad al transporte maritimo debié de conferir una enorme ventaja al puerto de Burdeos durante el siglo xvi. El vino depa- 6 la base econémica para el auge, durante el siglo xv, de una nobleza provineiana muy préspera y fuer~ temente orientada hacia el comercio en Burdeos y sus cercanfas. Las uvas se transmutaban en oro, y el oro en formas muy atractivas de cultura que iban desde las bailarinas hasta el Exprit des Lois de Montesquieu. (Ese destacado fildsofo fue ocasionalmente para la industria cola lo que los modernos llamarfan un «cabilde- ro».)"° De suyo, sin embargo, los beneficios vinicolas se acaban ahf, como parece que sucedié en Burdeos. La vinicultura no puede formar la base de una in- dustria textil como la ganaderia lanar. ‘Tampoco puede 83 proveer de alimento a la poblacién urbana como el cultivo de trigo. En todo caso, el impulso para el cam- bio proviene de las ciudades, no del campo. Lo que acontece en el campo resulta importante primordial- mente por los cambios sociales, en la medida que pue- dan o no extenderse a la generalidad de los que siguen constituyendo la mayoria aplastante de la poblacién durante los primeros estadios del desarrollo industrial. La viticultura no produjo en Francia cambios en- tre el campesinado de la naturaleza de los que Ia agri- cultura comercial trajo consigo en Inglaterra, tales como cercamientos masivos. Aqueélla, en particular an- tes de los fertilizantes artificiales, era lo qui los econo- mistas llaman una variedad de agricultura intensiva de mano de obra: requerfa grandes cantidades de mano de obra campesina bastante especializada y, en cambio, cantidades relativamente pequefias de capital en forma de tierra o de bienes de equipo. La situacién inglesa, a grandes rasgos, se caracterizaba por todo lo contra- rio. Ahora bien: la sociedad rural francesa del siglo xvi estaba constituida de tal modo, que pudo enfrentarse con los problemas de la agricultura intensiva de mano de obra bastante satisfactoriamente si no desde el punto de vista del campesinado, por lo menos desde el de la aristocracia. Como hay, cosa extrafia, escasa di- ferencia entre los reajustes sociales de un area de gran desarrollo viticola y los de las areas cerealeras donde habjan penetrado y adquirido fuerza influencias co- merciales, podemos pasar aqui por alto los detalles. La distincién esencial es bien simple: el aristécrata fran- 6s retenia al campesino en la tierra y utilizaba los re- 84 sortes feudales para extraer de él mayor cantidad de productos. Después el noble vendia esos productos en el mercado. En el caso del vino, sus privilegios legales eran. especialmente utiles, puesto que mediante ellos podia hacer mucho para impedir que los campesinos lle- varan vino a Burdeos en competencia con el de los ba- teaux nobles. Careciendo del privilegio de llevar vino a 1a ciudad, y asimismo de los recursos necesarios para aplazar su venta hasta el momento més favorable, los productores més modestos se vefan obligados a vender su vino al terrateniente noble." En el Burdeos de! siglo xvi, sélo encontramos fortunas de grandes dimensiones basadas en el vino entre la noblesse de robe, Ia nobleza judicial, ‘cuyos ori- genes eran principalmente burgueses, aunque en els glo xvi, para muchas familias de robe de toda Francia, el origen burgués podia ser algo que pertenecfa a un pasado remoto. La rancia nobleza militar, la noblesse @ épée, no era ni rica ni ilustre. Y sus miembros parecen haber constituido la aplastante mayoria de las cuatro- cientas y pico familias nobles de la regidn de Burdeos. Sélo unas pocas brillaban en la alta sociedad de Bur- deos. La mayor parte vivian en 0 cerca de sofiolientas parroquias, a menudo en chateaux celados por lamos © perdidos en las aldeas. Dominios trigueros de alre- dedor de cien acres y pensiones reales de algunos cen- tenares de /ivres proporcionaban la base de una exis- tencia que no era ni austera ni opulenta, sino en exremo provinciana, Los sefiores de parroquias, mu- chos de ellos oficiales del ejército retirados, tenfan in- gresos no superiores a tres mil /ivres por aio, casi de 85 indigencia comparados con los ordinarios de un noble acomodado con vifiedos en que sustentar su prosperi- dad.” Por lo menos en aquella zona, el contraste entre la vieja nobleza militar y la mas reciente moblesse de robe era impresionante. Y debia de haber por toda Francia muchos nobles que se asemejaban a tales sefiores de parroquias. Muy probablemente los nobles no em- prendedores eran una mayorfa —sospecho que una mayorfa aplastante—, aunque todavia no se poseen da- tos que temachen esa conjetura. Al notar semejante contraste, a un sociélogo de nuestros dias le vienen a la mente de modo casi automético ciertas cuestiones. @Habfa alguna suerte de barreras legales y culturales que impidieran a la noblesse d’épée practicar con éxito el comercio? ¢Qué importancia tenian esas barreras?, 0 sea: hasta qué punto explican las caracteristicas eco- némicas y politicas de la nobleza francesa y el hecho de que le arrollara una gran revoluci6n? ‘Un ciimulo de constataciones me induce a contes- tar con una negativa muy firme al ltimo interrogante y a argitir que es un planteamiento falso para com- prender la conexién entre cambios econémicos y poli- ticos. Tanto Marx como Weber, en algunos de esos puntos, han Hevado por mal camino a sus seguidores —en particular a aquellos que pretenden ser lo mas es- trictamente cientificos posible—, por inestimable que haya sido su contribucidn en otros aspectos. Pero con- sideremos primero las constataciones. Existfan, ciertamente, obsticulos culturales y lega- les que resultaban del prejuicio aristocrittico contra el comercio y de la ley de dérogeance, a saber que todo no- 86 ble que se dedicaba a una ocupicién degradante perdia su estado noble. La legislacion sobre dérogeance apun- taba con preferencia al comercio urbano y a la indus- tria, Pretendfa trazar una divisoria entre actividades a gran escala tales como la venta al por mayor y el co- mercio internacional, que la monarqufa fomentaba ac- tivamente, a veces enfrentindose a las objeciones del ‘Tercer Estado, y actividades menores como explotar una tienda de venta al detalle, que eran las que estaban prohibidas a Ja nobleza, En Ja agricultura, existia una ley categérica renovada en 1661 contra el que un no- ble explotase por si mismo sus tierras, salvo una pe- quefia extensién, cuatro charrues, 0 sea cuatro veces el rea que podfa labrarse con un solo arado.”* La princi- pal fuerza que mantenia dichas leyes, as{ como la opi- nién piiblica que las respaldaba, era la monarqufa. Sin embargo, incluso bajo Luis XIV, su politica en ese te- reno resultaba ambivalente y confusa, La monarquia queria una nobleza préspera como apéndice decorati- vo dela corona y, asimismo, como auxiliar para retener alas gentes en sus sitios, y se mostraba afligida en las frecuentes ocasiones en que tropezaba con la evidencia de pobreza entre los nobles. Pero la corona no queria que la nobleza se creara una base econémica indepen- diente que le permitiera desafiar el poder real. EI prejuicio contra la pretensi6n de ganar dinero dedicindose a la agricultura probablemente pesaba mucho sobre la nobleza més alta, incluso sobre los no- bles sujetos de modo menos directo a las costumbres dela vida cortesana. Una vida de hidalga indolencia y de intriga en Versalles seria sin duda mucho més apa- 87 sionarite que cuidar de vacas y de campesinos y ense- fiarfa a encontrar molesto el tufo del estiércoi en las bots. Por otro lado, un buen ntimero de aristécratas eludian las leyes amasando sus fortunas en las Indias Occidentales, donde a menudo trabajaban hacha en mano y ala cabeza de cuadrillas de negros de su pro- piedad. Después volvfan a Versalles 0 a Paris para par- ticipar en la vida cortesana. En otras palabras: dedi- carse a una agricultura comercial Iucrativa implicaba para el alto aristécrata un abandono temporal de la alta sociedad francesa."* En el primer cuarto del siglo xvin, el prejuicio general contra las ocupaciones hu- mildes parece que fue bastante fuerte: Carré cita algu- hos testimonios sacados de cartas coeténeas, entre ellos el caso de un duque que abrié una especierfa, con lo cual se granje6 la inquina del gremio especiero. Cuando el asunto se hizo piblico, los mozuelos le per- seguian por la calle gritando: ell @ cbié au lit».’ Den- tro del mismo siglo xvi, se manifesté més tarde una vigorosa corriente de opinidn en sentido contrario, fa- vorable a que Ja aristocracia desarrollara actividades comercialés. Inglaterra y todo lo inglés, incluyendo las pricticas agricolas, se pusieron muy de moda en los altos circulos y, por breve tiempo, ejercieron alguna influencia en el plano politico. Tuvo lugar una enco- nada guerra de panfletos en torno a la conveniencia del comercio para la nobleza. Con el correr de los afios, Ia elusién de las leyes se extendié mas y més. Muchos aristécratas estabun envueltos en empresas comerciales, cuya presencia en ellas disimulaban con ficciones y testaferros.** 88 ‘Todos esos hechos indican que, durante el siglo xvur, las barreras culturales y legales fueron volvién- dose mucho menos importantes. Para el noble de pro- vincias, el que nos interesa aqui de modo primordial, eran en gran parte letra muerta. Como sefialaba un Panfleto coeténeo, cuando el noble rural habia vendi- do su trigo, vino, ganado o lane, nadie le acusaba de dé- rogewnce.”” Cuando se le presentaba la oportunidad, quiza deberia decirse la tentacion, de proceder asf, [a nobleza de espada no demostraba ninguna repugnan- cia por ganar dinero comerciando. En el caso de las cercanias de ‘Tolosa, regién donde podian conseguirse buenas ganancias con el trigo, los hébitos y costum- bres de la mas antigua nobleza se hicieron por entero utilitarios e indistinguibles de los de la semiburguesa nobleza de toga."* Refiriéndose a la nobleza de provin- cias en general, Forster ha explicado la siguiente tesis: Lejos de ser un holgazin, lerdo y empobrecido bobereau, el aoble provinciano era igualmente capaz de ser un propieta- rio rural activo, sagaz y prospero. Esos adjetivos pretenden sugetir algo mas que una cartera abultada, Implican una ac- titud respecto a la fortuna familiar caracterizada por la aus- teridad, la disciplina y la administracién estricta habitual- ‘mente implicadas en el término delos pequefios explotadores de tierras y de los que no to popular no podia promover una revolucién. Si se 1 dispontan de ninguna habia ido aumentando, con len- intensified o no en Ia fase previa a Ia Revolucién, no |) titad pero de continuo, por io menos desde dee siglos esti del todo claro; es muy probable que so hiciera. J) ats, Lefebvre afirma que en 1789 la gran mayoria de Sea como fuere,sélo al combinarse, aunque por breve | Igs propietarios rurales no poveinn suficiens tans tiempo, con los de grupos mds poderosos, podrian los para vivir y debian trabajar para otros o encontrar al- agravios populares contribuir a echar a pique la mo- guna ocupacién auxiliar, ‘Tropezamos aqui de nuevo narquia entre fuego, sangre y humo. i con la falta de estadisticas de conjunto. Pero, en mu- cia necesidad de la ayuda de sus mas acerbos enemigos. 116 1 chas partes del pais, las familias sin ninguna tierra pue- den haber significado del 20 hasta incluso el 79 por ciento de la poblacién campesina.” ; Entre los campesinos mas pobres, cabe discernir dos grandes reivindicaciones. Primeramente, y quizé mis que cualquier otra cosa, querfan una parcela de tierra si no tenian ninguna, y ensancharla un tanto si ya tenian una. En segundo lugar, ansiaban preservar aquellas costumbres especificas de la comunidad al- deana que les beneficiaban, El apego de los campesi- nos pobres a la comunidad aldeana no se extendfa a to- ~ dos sus aspectos. Cuando vislumbraron, durante la Revolucién, la oportunidad de conseguir una parcela de tetra si se dividian los terrenos comunales de la al- dea, lo reclamaron a voz en grito. Fueron sobre todo | los campesinos ricos quienes se opusieron al parcela~ miento de aquéllos, en parte porque 2 menudo eran Jos tinicos que los utilizaban como pastos para el gana~ do con que labraban sus tierras.®’ Sin embargo, ciertas | pricticas colectivistas eran importantes para los cam- pesinos pobres. La mis notable consistia en el derecho dle vaine pature. En las extensiones cultivadas, ese dere- cho formaba parte del antiguo sistema de campos | abiertos, que imperaba atin en amplias zonas de Fran- | cia a falta de un movimiento cercador poderoso. Los | propietario, como observa gréiicamente Bloch, se dor- fan, y el ganado vagaba libremente por los campos, no cercados. También en los henates, propiedad a la s276n o de un sefior o de la aldea en conjunto 0 de un campesino acomodado, imperaba en muchas zonas un concierto similar: una vez que se habia segado el heno, 4os prados se dejaban abiertos para que el ganado pu. diese pacer en ellos y comerse la segunda hierba (re- | gain). El derecho de vaine pature era importantisimo para los campesinos mas pobres, expuestos a que se les ‘impidiera hacer mucho uso de los terrenos comunales, Aunque a menudo carecfan de caballos y de arados, so- lian poseer una vaca o una oveja y algunas cabras que les procuraban carne para comer o la oportunidad de conseguir un poco de dinero, Eran también importan- tes el derecho de espigar, que llevaba a hordas de cam- Pesinos pobres a pulular por los campos durante un niimero especificado de dias bajo la ansiosa mirada de los propietarios, y los de recoger lefia y pastorear ani- males en los bosques."* Las consecuencias politicas fueron un cisma den- _ tro del campesinado y una desintegracién muy marca dade la comunidad campesina. Como en muchas otras pes partes del mundo, los campesinos més pobres resulta- ‘ton en Francia las victimas principales cuando las fuer- as dela modemizaci6n desberataron la vetusta so- Giedad aldeana que habia gobernado la divisién del tabajo y les habia conferido a ellos desde tiempo in- memorial un lugar modesto, pero respetado, dentro ‘de su pequefio mundo. Si bien las aldeas francesas, de Jas que existian muchos tipos distintos, sufrieron por é, y con el de Flurzirang en los paises de habla ale- | wen vex recogida la cosecha, los derechos del) 118, m9 logenrl mse contmenorintensdady por di Jens niles mc kos xa jt» menos ei tintas razones que sus equivalentes inglesas, no obs- __ Giones represivas que en cualquier otro pats del conti- | aerearse el siglo xvi as fn sal form de [nent La mayora de ellos eom penontrena ne, cocead aparece somatide a un embate muy vale fl Bor ecor caren donde podemos aleanzar ae eee ee eather coleer fice or ls refracciones de los eabiers, apuntaban pel rahales a iokenas tas trealtiee Pena we | mordialmente a eliminar los espectos arbitratios lal eannalde Spthesta on tale ane canes feudal, que habian venido aumentando duren- Se better a reparto del suelo (ncoso de [te los kimos afos del antiguo orden In seed Ey adem amare Cann f Sere mia oon condenaban al hambreal esting los derechos dees: | alos prvesion especiales de nobles A cone de pstoreo nade asses el vance rs | tro a menudo fo reeonacson de modo apr fal hacs formas moderns de propiedad privade, En la [echo que indica que no percibfan quia ningans co. cispde de la Revolcin, lralialinmo de ls cutee | aeton general ene los prvegos de lenolten reg des yl del campo se dieron la mano, hecho que ayu- | popios problemas. No cabe dade sos ea £78, sn {sepia pofindad y violent de Revo | uthuiern mead graves eons nose bren ‘én Fa wmparacién con su precursors | convertido en una fuerza revehiionees eee en ingesa Ne abe, cn tabarge was sola vce Fl cane tardaron en llegar aipetna te Leta wo cumine sees aie | | Uno de los impulsos revolucionatios procedis de done ves oponigndose al revolacyn de las cuds: f_ losmaneves de ees y de lis vacilaciones del rey doy debapal Consiene pois menos dose] apeiron ysigueron ae eum de ls Eu ions camps, a de aso ames | es Gents, Los canpesins cerements, pens ta dela ands ampliay difasa mavoria, cada une de las _ bian el aleance ai se preocupaban demasiado de cues, vale shuld so won nee ten crtatalwece lf pecans Ia de que se votara por estamentos 9 Tones Sans su prop ntrar en oposicién con las olea- | por individuos, que agitiba el rena fe Francia. Es asi- Hove 2 Rsionarse oa entrar en ope _ iso improbable que les inguietase de modo pro. das revolucionarias de las . _fundo el quebranto de las finanzas borbénicas + a _perspectiva de bancarrota, La dstribucion de ley can _fisfiseales entre los distntos estamentos tampoco de. + posefan la tier jue en rigot [bin de apasionarles en exceso; el campesino se mnters, aC ERNE! por su cuota en su aldea, la cual variaha de wa doris pookion legal soca del eospesbede ane | }uger a otro en forma tan aturdidora, que sélo los cen 21 120 oa pecialistas podian alcanzar a comprenderla.* Todas esas cuestiones, en cambio, agitaban sobre manera a un amplio sector de los ciudadanos instruidos. La no- bleza estaba tratando de aduefiarse del Estado valién: dose del mecanismo de los Estados Generales, légica secuela de sus objetivos durante la Iamada reaccién feudal. Su aversi6n a transigir en tal empefio hizo mo- mentineamente de lo que no era més que una etique- ta para designar los sectores que no pertenecéan ni ala nobleza ni al clero —el Tiers Btat— algo proximo a una tendencia politica homogénea. ~ Muchos de los nobles més ricos y, en especial, de los liberales, que desempefiaron un papel conspicuo en aquella primera fase de la Revolucién, estaban bas- tante dispuestos a hacer concesiones considerables. En lo tocante a las cuestiones agrarias, incluso lo estaban a sacrificar algunos de los derechos feudales mas opre- sivos sin indemnizacién. El elemento reaccionario que por algin tiempo se fusioné con el Tiers Etat procedia muy probablemente en gran medida de la multitud de, pequefios sefiores rurales que vivian de sus derechos y no tenfan ni voluntad ni capacidad ni oportunidad de llevar sus negocios como los plebeyos, aun cuando se les indemnizara por la pérdida de los derechos feu- dales.” ‘Otros impulsos eran més fortuitos. En 1786, el go- bierno francés habfa reducido fuertemente sus dere- chos de aduana sobre fas manufacturas inglesas, lo cual dejé sin uabajo a mucha gente. Resultaron cambién afectados, en algunas regiones, los campesinos, al que-_ dar restringido o eliminado el empleo exterior. Un de- 122, créto del afio 1787 anulé las restricciones al trifico de granos, entre ellas las que imponian que los cultivado- 05 los Hlevasen al mercado local. La cosecha del otoaio de 1788 fue desastrosamente escasa. Siguieron un in- viemno de extraordinaria crudeza y una primavera p gada de violentas tempestades e inundaciones.” En el Verano de 1789, las calamidades naturales se combina- __ ton con las incertidumbres y znsiedades politicas para | suscitar una serie de pdnicos y de revueltas campesinas en muchas partes de Francia. __ Empez6 con ello a ponerse de manifiesto el poten- ial radical del campesinado. Aunque los trastornos conocidos como la Grande Peur revistieran distintas __ formas en las diversas partes de Francia, la oposicién al __ feudalismo se present por doquier. Incluso en las zo- nas donde no se alzaron, los campesinos se negaban a cumplir con sus obligaciones feudales.”" Se propaga- ban con rapidez. toda suerte de rumores exagerados; _ [os temores de un complot aristocratico, no carente de fandamento, facilitaron que los campesinos obtuvie- sen el apoyo de las clases ciudadanas mas pobres. Al deteriorarse la autoridad del gobierno central, Francia parecia estarse descomponiendo en una red de peque- _ fasciudades y comunidades. La desintegracién del or- den piblico motivaba que los ciudadanos acomodados dela burguesia acogieran de buena gana en sus filas a | los nobles liberales. Las clases mas pobres, por otto _ ado, recelaban de ellos y trataban de marginarlos. Asi, _t las zonas donde reinaba el panico, los duefios de propiedades medianas en la cindad en el campo se _ constitufan en grupos de defensa locales para prote~ gerse a si mismos contra los bandoleros, que suponian movidos por una aristocracia intrigante.” Alli donde se produjeron auténticas revueltas agra- rias y jacqueries, no existié Grande Peur?? En esas 20- nas, el bandolero era el campesino en marcha. No ha- bia ninguna necesidad de pensar en bandoleros, y ninguna posibilidad tampoco de imaginar que eran el instramento de los aristécratas. La violencia campesi- na en gran escala asustaba a la burguesfa, en particular a aquellos burgueses para los que los derechos feudales representaban una forma tan sagrada de propiedad como cualquier otra, y los echaba en brazos de la no- bleza. Después de la toma de la Bastilla, la burguesia de algunas regiones, sobre todo de Alsacia, donde los alzamientos campesinos fueron especialmente violen- tos, cooperé sin reservas con las clases privilegiadas 1a reprimirlos.”" parr Revolucion habia ya desencadenado fuerzas so- ciales ansiosamente dispuestas a ponerle fin, La con- trarrevolucién tenia algo asf como su liderazgo en | Paris, y valimiento cerca del rey. Por algin tiempo, parecfa posible que le sonriera el éxito. El 11 de julio de 1789, Necker fue destituido precipitadamente y | desterrado de Francia, La nobleza habia dado mues- tras de que no estaba dispuesta a aceptar la victoria del Tiers Exat, que se habia separado de los Estados Gene- rales’levindose consigo al clero y a cuarenta y siete nobles para formar la Asamblea Constituyente, for- malmente establecida el 7 de julio de 1789. Se estaban concentrando tropas alrededor de Paris. El campo se hallaba agitado por la razones que ya hemos visto. El hambre amenazaba. Existian sospechas de que el rey Preparaba un golpe. La Asamblea Constituyente se te- nfs lo peor. En aquel momento, un alzamiento popu- lat salv6 la revolucién moderada y Ia propuls6 hacia adelante. La poblacién de Paris no tenia la intencién __ de salvar la Asamblea; actué «de rechazom, a manera de reaccién defensiva. En aquellos dias fueron con-. tinuos los pénicos, primeras manifestaciones de la Grande Peur. Viendo Patis rodeado por tropas reales ¥-sbandoleros» y temiendo que serfa bombardeado y __entregado al pillaje, masas de ciudadanos levantaron barticadas y se apoderaron de teinta y dos mil rifles en los Invalidos. Por la maiiana del 14 de julio, se diri- __ Sieron a la Bastilla para conseguir més armas y acaba- Ton tomando por asalto el famoso simbolo de la auto- " tidad arbitraria* En la toma de la Bastilla y le breve oleada de ven- ganza popular que le sigui6, aparecieron ya, como in- - ica Lefebvre, algunos de los rasgos esenciales del componente radical de la Revolacidn Francesa: el te- mor de complots contrarrevolucionarios, el alzamien- to defensivo de las masas, integradas sobre todo por __ttesanos pobres y oficiales, y la voluntad de castigar y lestruir a los enemigos.”* Tales caracterfsticas reaparecen en cada uno de los _ principales flujos populares de la Revolucin. Es bien __sabido que la Revolucién empezé con una ofensiva de la _nobleza y fue radicalizindose a medida que avanzaba, Hasta poco antes de la caida de Robespierre, el 9 Ter nidor 0 27 de julio de 1794, fueron llegando al poder __sectores cada vex mis radicales de la burguesia que se- ms 125 fan asimisino, orientacionespolticas misy mas radi- | que como una victoria politica 0 militar coneteta. Re- “cales,Slempre que las fuerzas conservadoras—que, por | sutaria mas importante el golpe mortal asestado al Supuesto, fueron cada vez menos conservadoras y esti J feudalismo pocas semanas después, en la famosa noche Vieron representadas, en las sucesivas ocasiones, por ut del 4 de agosto de 1789, cuyes origenes, segtin se aca- Siupo distinto--, trataron de frenar la Revolucién, una} ba de indicar, pueden haces: remontar de un modo f Ofensiva radical desde abajo las propulsé hacia delante. [directo a distarbios campesinos. La Asamblea Consti- | «Ties grandes convalsiones populares, tres famosasjour: | tuyente se encontré emrann I ‘es jalouaron esa serie de gitos repentinos hacia la iz- || _mayoria de sus miembros earn hombres de ley y or- auvierda. La primera fue la toma de la Bastllael rq def den, por més que lee hub salvado un alzamiento julio de 1789. La segunda, la toma de las ‘Tullerias el populat, Poseedores de considerables bienes, no te- Xo de agosto de 1792, que condujo 2 la ejecucién | ian porlo general hingtin deseo de ver desenfrenarse de Luis XVI El terceralzamiento, el del 3x de mayo de [| alos campesinos. Sin embargo, de volver al rey y alo 1793) tavo lugar en medio de circunstancias parecidas, que quedaba del aparato red para restaurar el orden, pero mis graves, y forme parte de la cadena de sucesos [| harfan el juego a los elemen, en delicada postura. La | ‘os intransigentes de la gue llevaron al reinado del «terror» y a la breve supre: [) aristocracia y se | perderian las ganancias de la Revolu- ‘macia de Robespierre. El principal impulso que deter cin. Estando ast las cosas, tnin6 cada flujo procectia de los sans-culvites parisienses, | norfalograron llevar « by Y el éxito de las sucesivas oleadas duraba siempre tan ff eretos, | sélo Jo que el apoyo activo del campo. Cuando ése cesé Aunque el texto de la dedlaracién empiece afr- bs cuando lis exigencias de los sens-cudnres entraban en mando que la Asambles desosae Por completo el fens | conflicto con las de los campesinos propitarios, elim: # dalisio, ello era exagerade, [a anulacién de los dere- pulso motor de la revolucion radical e iba agotando, } chos fedales basados en fa veonn quedaba sujeta a sus residuos urbanos eran fécilmente reprimidos, Pages que los redimiesen, lo cual hubiera signifeado Por eso es justo sostener que el campesinado, aun fu supervivencia por bastante tiempo. Subsistian tam. 1o pegde la principal fuerza propulsora, fue el érbitrof|_ ign omos remanentes, entse cle ie prerrogativas de la Revolucién, una fuerza may importante, en una |) honorificas. Sélo aide tarde, en fases més radicales de tnedida responsable de lo que, retrospectivamente, pa: la Revolucién, vinoa conswenn legislacién posterior fee cl logro més importante y perdurable dela Revo- fect totalidad de Ia tarea fe desmontar los residuos lucién: el desmantelamiento del feudalismo. [de leestractura feudal, no eabe duda que en una lines Volviendo al curso de los hechos, la toma de kf de eontinuidad con la obra del absolutismo real, como las maniobras de una mi- Asamblea a aprobar los de- Bastilla Fue ms trascendental en un sentido simbélico | Subrayé ya De Tocqueville. La Asamblea, a con todo, 126 127 tuna serie de alzamientos populares en muchas zonas | furales para protestar contra la exportacién de granos L eaquel momento de aguda eseasez. La idea de enviar } granos fuera del pais —cuando valian més en Francia que en el exterior— era, de por si, ciertamente absur- _ (a. Los alborotos, aunque reprimidos sin grandes difi- -cultades, revelan el estado de excitacién y de desorden, ‘Las capas pobres de las ciudades, asimismo, sufrfan luramente los efectos de la creciente inflacién.® A _una atmdsfera tan cargada, se afiadian atin los reveses | militares. El golpe que clarificé el aire, la toma por _asalto de las Tullerias y la famosa matanza de guardias | sizos —r0 de agosto de 1792—fue obra otra vez de las multitudes parisienses, en especial artesanos po- bres, oficiales, etoétera."” Aunque centrado en Paris, vot6 la igualdad ante la ley, Ja abolicién de los dere: | chos feudales de naturaleza personal (sin indemniza- ci6n), la igualdad de las puniciones, la facultad de ac- ceso de todos los ciudadanos a los servicios puiblicos, la abolicién de la venta de oficios y la supresi6n del diez. mo (sin indemnizaci6n). Semejante serie de decretos justifica que se considere aquel sefialado momento como el «certificado de defuncién del ancien régimen | Permitaseme insistir en que no se waté de un | arranque de genetosidad esponténea. La Asamblea ac- | tu6 con un purl al pecho: los desérdenes populares.* Echar mano de ocasiones como esa, en que las clases altas se mostraron propicias a las concesiones, fuera de | su contexto para argitir que no habia necesidad del ra- | dicalismo revolucionario, serfa falsificar complew- | mente la situacién, [el movimiento popular y radical recibio el apoyo acti- La segunda fase radical, provocada también por un f)-¥0 de las provincias. Fue el gran momento de la cane conato de reaccién, repitié el mismo modelo, pero con didn de guerra y revuelta de Rouget de Lisle, cantada intensidad mayor. La tentativa de fuga del rey, frustra- § por os batallones jacobinos en su marcha desde Mer, da en Varennes (20-25 de junio de 1791), destruyé & sella para acudir en ayuda de sus camaradas de Paris, cualquier hipotética posibilidad de que la Revolucién [La convulsion del ro de agosto no se limit6 tan sélo viniese a parar a una monarquia constitucional gober- [| Paris como)la del xq de julio, sino que tuvo caricter de nada por las clases superiores como en Inglaterra. En | alzamiento nacional."* Ja primavera de 1792, estallé la guerra con Austria, | Enel plano politico interior, las consecuencias fue Los adalides de la Gironde, dentro de la que pesaban } on la virtual abdicacién de la Asamblea Legislativa, fuertemente los intereses comerciales y exportadores, [que habia teemplazado a la Asamblea Constituyente la promovieron para difundir el evangelio revolucio- fen octubre de 79r; el proceso de Luis XVI, si bien no nario y, a la vez, por razones mis materiales. Lafayette §) $© intent6 utilizarla para un fin radicalmente opuesto: restaurar el orden. El peligro de un golpe militar era| real.” A partir de noviembre de 1791, se produjeron 128 de masas. Un gentio al acecho se apoderé de un grv-| po de presos bajo escolta y los ejecuts sumariamente| Después las matanzas’ se extendieron a las cérceles Perdieron fa vida entre mil cien y mil cuatrocientes presos, en su gran mayoria Iadrones comunes, prost tutas, falsificadores y vagabundos. Sélo alrededor de una cuarta parte eran sacerdotes, nobles, o politicos de toda clase." Escenas semejantes tuvieron lugar et otras cindades y poblaciones francesas. Las «matanczal de septiembre son significativas, sobre todo, por re velar la ceguera ¢ irracionalidad de la venganza popt lar. El Terror, del que aquéllas constituyeron un prelt- dio y que apareci6 en la fase siguiente, estuvo mii organizado y fue menos caprichoso en sus resultados | Gracias alos levantamientos de 1791-1792, los cam pesinos consiguieron importantes logros por el verano de 1792. Bl 25 de agosto fueron anulados los derechos feudales, sin indemnizacién, a menos que subsistiera tfoulo original. Por otro decreto, del dia 28, se devolvi a las aldeas sus terrenos comunales alli donde los sefic res los hubieran usurpado. Otro decreto atin, perse gufa facilitar al proletariado rural el adquirir tierra} disponiendo la venta de las haciendas confiscadas cee émigrés por pequefias unidades. En Paris, la Comuni emples a Tos desocupados en obras de fortificacién, Con tales medidas el gobierno dio un paso hacia la se tisfaccién de las exigencias de la oprimida mayor campesina integrada por los que tenfan poca tierra Jos totalmente desheredados, en un csfucrzo para vin} cularlos a los intereses de la Revolucién. Pero el past fue timido. El gobierno revolucionario de Paris se mos 130 | tr vacilante en la cuestidn crucial de repartir las tie- mas comunales y de émigrés entre los campesinos hu- - tnildes. Ello trajo por consecuencia que se agudizara el _divorcio entre ricos y pobres. Los campesinos més ri- 0 proclamaban soliviantados que dar propiedad a los lesheredados significaba lo mismo que la Joi agraire: el " comunismo de la propiedad.'* -. Alavezla incertidumbre del gobierno promovia la ‘circulacién de ideas radicales entre el campesinado. _ Los enemigos del radicalismo campesino las engloba- an todas dentro del turbador :6tulo general de Joi \dgraire. La igualaci6n de la propiedad era probable- mente la idea que contaba con mayor predicamento [entre los campesinos mas pobres. Pero circulaban tam- | bién otras que trascendfan las concepciones de la | propiedad privada en que permanecieron siempre los dirigentes revolucionarios, incluso durante Ia fase si- guiente més radical. Consistian en una mezcla de ‘ideas cristianas y colectivistas. Fs dificil determinar con “exactitud cuanto eco encontraron entre los campes “fos, no tan solo por la falta de documentos, sino asi- _ mismo por la rigida represion. Carnot, que aborrecfa a ‘los radicales, exageraba sin duda cuando, el 7 de octu- _ bre de 1792, desde Burdeos, escribia que la idea de la | bi agraire habia sembrado el terror por todas partes." Es obvio que el radicalismo campesino asustaba a las titoridades. En un vehemente discurso ante la Con- wcién, Barére reclamé medidas que mostraran al impo que no se tolerarfa si el mids leve ataque ala propiedad privada. El dia siguiente, 18 de marzo de _1793, 1a Convencién establecié la pena de muerte para aquellos que predicaran la Joi agraire.”” Sobrevivi6, sin embargo, lo suficiente del contenido de dichas ideas para indicarnos que se ajustaban a las necesidades de los campesinos pobres y satisfacian algunas de ellas. De ahi que convenga examinar con algiin detalle esa corriente radical subterrénea. EI primer embate radical surgié en conexién con Jas supuestas exportaciones de granos mencionadas poco ha como parte del trasfondo del alzamiento del to de agosto de 1792. En el curso de'uno de los dis- turbios, los campesinos de los municipios vecinos ase- sinaron a un rico curtidor de Etampes (Beauce). El caso se propagé a modo de onda por toda Francia; el entierro de la victima fue convertido en una fiesta na~ cional. No obstante, un curé jacobino del lugar, Pierre Dolivier, tuvo la valentia de oponerse a la ola de senti- mentalismo. En mayo de 1792 presenté a la Asamblea Legislativa una peticién en que arremetia contra la victima presentindola como un personaje rico y codi~ cioso que habia especulado con los granos y que mere- cfa de todo en todo su suerte, A continuacién Dolivier no tan sdlo pedfa controles de precios en beneficio de los pobres y hambrientos, sino que atacaba el mismo derecho de propiedad: «La nation seule est véritablement propiétaire de son terrain»."°* Mathiez sefiala con acier- to el elemento arcaico del pensamiento de Dolivier. Luis XTV habfa proclamado que era el duefio de Ja propiedad de sus sujetos. Ahora la nacién habia suce- dido al rey. Por otro lado, hay una tesis de Dolivier y sus herederos que sorprende al lector de hoy en dia por su modernidad: el Estado tiene la obligacin de 132 atender a que Ia mayorfa menos afortunada de sus ciudadanos no muera de hambre,y esa obligacién est por encima de los derechos e intereses egoistas de pro- piedad. Asi defendiendo la acién violenta de los atropella- dos campesinos y atacando la propiedad, Dolivier es- candaliz6 ala asamblea. Pero Robespierre hizo uso de lh palabra para abogar por el curé en términos que anunciaban su comportamiento posterior durante el Terror y contrastaban con él a la vez. Vituperé en blo- que a la 4vida clase burguesa que no habia visto en la Revolucién sino un medio de suceder a la nobleza y al leroy que defendia la riqueza con la misma terquedad que las clases privilegiadas habian. defendido el naci- miento."” Las ideas de los radicales extremistas no eran, pues, del todo incompatibles con las de los pe- uefios propietarios que tenian en Robespierre su por- ravoz.. ‘Tras la toma de las Tullerias, afloraron ideas simi- Jares en otras partes de Francia, junto con esporédicas ¢ infructuosas tentativas de ponerlas en practica. Otro caré decia.a sus feligreses: «Les biens vont étre commnuns, il n'y aura qu'une cave qu un grenier ott chacun prendra tout ce que lui sera nécessaire», Aconsejaba a su rebaiio {que instalaran almacenes comunes de los que podrian servirse segtin sus necesidades, cosa que permitiria su- primir el dinero. A ese respecto debemos recordar que I inflacién habfa ya hecho elevar muchisimo los pre- cios y que un sector del campesinado consumfa mas alimentos de los que producia en sus tierras, Los que carecian de tierra, claro esté, se encontraban comple- 133 tameate sin medios para producir sus propias subsis- tencias, Un habitante de Lién, esta vez. un ciudadano por tanto, elaboré y publicé un detallado sistema para la nacionalizacin de las necesidades basicas. El Esta- do tenfa que comprar las cosechas a precios fijos; des- pués, a fin de garantizar a los campesinos contra las fluctuaciones del mercado, almacenarlas en greniers @abondance; y, ademas, distribuir pan a precios fijos. Tal concepcién esté préxima a la de «granero siempre normal» de tiempos més recientes, aunque esa iltima fue una respuesta a la produccién excesiva y no a la es- case. ‘Nos ha llegado también otro panfleto de tono mu- cho més religioso. Pedia al cielo la ira de Jehovi con- tra los ricos soberbios e invocaba en su nombre «la loi des Francs... AGRAIRE!». Al igual. que los radicales in- gleses de los tiempos de la Revolucién Puritana, el au- tor del panfleto volvia la mirada hacia un pasado mitico para tratar de demostrar que los galos y los germanos redistribufan sus tierras cada aiio.""” Ciertos motivos centrales, es ficil verlo, corren a través de todas esas protestas agrarias radicales. Todas reclaman o bien la abolicién absoluta de la propiedad privada o bien su limitacién muy estricta conforme a lineas igualitarias. En segundo lugar, proponen medi- das para llegar a un control de los mecanismos del mercado, tales como depésitos de almacenaje y libre distribucién de los productos a escala local o los mas complejos greniers d’abondance. Las gentes de las ciuda~ des estaban quiz més inclinadas a abogar ante todo por el uso de la guillotina como el mejor medio para 4 arrancar las necesidades vitales de manos codiciosas y mezquinas.'" allamos ya ahi las semillas de las diver- gencias posteriores. Por el momento, sin embargo, basta con notar que el radicalismo agrario era una res- puesta bastante explicita no tan sélo a las condiciones perturbadas de aquel momento, sino asimismo a la in- trusi6n del capitalismo en el campo. La agresividad de Ias ideas que le caracterizaban iva dirigida de leno contra los que se enriquecian manipulando el merca- do. Lornecesario para vivir, se pensaba, era demasiado caro y demasiado dificil de obtener. Respecto a esas cuestiones elementales, los campesinos pobres, ¢ in- cluso los no tan pobres, y los sans-culottes de las ciuda- des podian estar de acuerdo. Mientras los intereses de ambos grupos convergieron, la revolucién radical pudo mantener encendido un fuego debajo de la revo- luci6n llevada adelante en nombre de la propiedad pri- vada y los derechos del hombre. La revolucién bur- guesa necesitaba Ja ayuda de la revolucién radical, como ya hemos visto a propésito de los hechos del 14 de julio y el 4.dé agosto de 1789. Hasta cierto pun- to las dos revoluciones —varias revoluciones menores, en realidad, que se fundian en dos grandes corrientes ficilmente distinguibles— podfan trabajar juntas y re- forzarse una a otra. En el fondo, no obstante, eran in- compatibles, debido a sus actitudes incompatibles res- pecto a la propiedad: la incompatibilidad de los que tienen propiedad y los que no la tienen."” Cuando la corriente radical se fraccioné y las clases poscedoras ya no necesitaron de su ayuda, Ia Revolucién entré en barrena, La convergencia y separacién final de los ra- 135 dicales y las clases poseedoras es el proceso que vamos aanalizar en la tercera fase. El dltimo embate radical empez6, como los que le habfan precedido, con un levantamiento popular en Paris a fines de mayo de 1793. Fue de nuevo una res- puesta correctiva a un peligro real. En marzo, el gene- ral Dumouriez. se habia vuelto traidor tras su derrota ante los austriacos. Habia concertado con ellos un ar- mistcio para marchar sobre Paris, sentar a Luis XVIL enel trono y restablecer la constitucion de 1791." La revuelta realista estaba ya en marcha en la Vendée. Marsella habia sido victima de insurrecciones contra los sans-culattes y Lién contra los jacobinos, y habian escapado al control de los revolucionarios."™ El alza- miento de mayo fue un golpe muy bien urdido, «la journée mejor organizada de la Revolucién», que per- mitié a la faccién més radical de Ia burguesia acaudi- ada por Robespierre imponerse sobre la Gironda." El radicalismo de los parisienses pobres habia em- pezado entre tanto a encontrar expresi6n articulada, més 0 menos por el mismo tiempo que las bolsas dis- persas de radicalismo agrario salian a luz en el campo. La politica de la Gironda tendente a dejar que los precios de los alimentos, en las condiciones de enton- ces de guerra y revolucién, hallaran su nivel natural por la mecénica de la oferta y la demanda reuni6 a los pequefios artesanos, oficiales, obreros y la heterogé- nea poblacién flotante de Paris —en una palabra: los sans-culottes— en una miseria comin. La intlaci6n em- peoré atin las cosas; de hecho fue una manera de car- gar el coste de la guerra sobre las’ espaldas de los po- 136 bres.“ En enero de 1793, los propios Iideres de la Gi- ronda se vieron obligados a confesar que el precio del tigo no bajaria por si mismo."” ‘Tal era la situaci6n en que Jacques Roux y los enra- g& emperaron a despertar interés en Paris. Sus ideas, més simples atin que las de los radicales agrarios recién expuestas, se ciftaban en dos proposiciones: a) La li- bertad de comercio redundaba en provecho de los es- Peculadores y causaba agudos sufrimientos a los po- bres. #) Deberfa utilizarse Ja fuerza para poner fin a la especulacién, Habja también un punto en que, signifi- cativamente, miraban hacia atrés. En un momento dado, en junio de 1793, Jacques Roux denuncié ante la misma Convencién el contraste entre la afabilidad de la existencia bajo el ancien régime yla plaga de miserias que atormentaban al pueblo bajo una revolucién pre~ tendidamente llevada a cabo en sunombre. Y, acto se- guido, expres6 a las claras su nostalgia por los dfas en que reglamentaciones paternalistas evitaban que los pobres tuvieran que pagar por las necesidades elemen- tales tres veces mas de lo que valfan. El programa de Roux, si puede lamarse asi, no iba més alla de esas no- ciones. Proclamarlas, sin embargo, por muy simples que fueran, representaba impugnar el derecho de pro- Piedad y la legitimidad de la Revolucién entera, y cier- tamente requeria valor.’ Asi pues, los radicales del campo y de la ciudad compartion una hostilidad corntin contra los ricos que se estaban aprovechando de la Revolucién y del fan Cionamiento sin trabas del mercado, Ovro testimonio de que el radicalismo urbano y el rural estaban persi- 137 guiendo objetivos compatibles, nos lo depara un signi- ficativo detalle citado por Mathiez en relacién. con el levantamiento del 31 de mayo de 1793. Algunos meses antes, habfan venido a Paris delegados de los fédérés de ochenta y tres departamentos. Aunque los lideres de la Gironda esperaban utilizar a ese grupo en su pugna contra la Comuna de Paris y la Montafia, los delega- dos cayeron bajo la influencia de los enragés." Que gentes de las provincias en quienes confiaba la Giron~ da fueran susceptibles de tales ideas indica la annplivud del radicalismo anticapitalista a la sazén. Fue, probablemente, por ese motivo que la Mon- tafia, poco después del levantamiento del 31 de mayo de 1793, creyé aconsejable hacer importantes conce~ siones al campesinado. Bl 3 de junio decreté la venta de las haciendas de émigrés por pequefias unidades, pa~ gaderas en diez afios; el r0, el reparto voluntario de las tierras comunales de las aldeas entre sus habitantes —se ignora, sin embargo, sise Hev6 jams a efecto—, y €177 de julio, la abolicién sin indemnizacién de todo io que quedaba de derechos sefioriales."” Para resumir el significado del aleamiento y de los hechos que gira- ron a su alrededor, diremos que la revolucién burgue- sa habfa sido fuertemente empujada hacia la izquierda bajo la presién radical y forzada a desembarazarse de Jos moderados (vicisitud dramatizada en el arresto de treinta y un diputados girondinos el 2 de junio) al mar- char codo a codo, aunque en irregular formacién, los radicales urbanos y campesinos. . El flujo popular ayud6 a hacer posible el periodo heroico y desesperado de la Revolucién, el reinado del 138 terror y la Hamada dictadura del Comité de Salud Pi blica, la creacién de un nuevo ejército, el rechaza- miento de los aliados contra Francia al otro lado del Rin, la derrota de la contrarrevolucién en la Vendée, Claro est que, en comparacién con los niveles del si- glo xx, la dictadura del Comité de Salud Pablica fue algo informe y primitivo. Los medios técnicos de co- municacién y transporte excluian el control centra zado de la economfa. No se intent6 ninguna medida a escala nacional para racionar el consumo de la pobla- cién.’* Esa negligencia fue una de las razones princi- pales de que los sans-culottes urbanos dejaran al final de sostener a Robespierre. En el plano agrario, los pro- blemas clave fueron el de conseguir granos, en primer lugar para los ejércitos y después para Paris y las gran- des ciudades, y el de asegurar su trasiego de las zonas donde habia un excedente a las que padecian escasez. Ese tiltimo aspecto prolongaba, en condiciones nuevas yrevolucionarias, una dificultad que habia afligido lar- go tiempo al antiguo orden. Para resolver dicha serie de problemas, el gobierno revolucionario recutrié a requisas y a controles de precios. Pero, en muchos ca- sos, el requisar no implicé sino, transferencias a un de- partamento cercano o a un ejército en activo pot las inmediaciones.'"* El complicado sistema administrati- vo se vefa embarazado de continuo por conflictos de jurisdiccién, y los representantes del Comité de Salud Piblica tomaban partido bastante a menudo por inte- reses locales opuestos a los de Paris y la Revolucién.""8 Sin embargo, pese a la dura resistencia, pese a la con- fasién reinante, el sistema funcioné: abastecié las citu- 139) dades y los ejércitos, salvé la Revolucisn y evité el ham- bre. La necesidad patridtica y revolucionaria vencié los esortipulos te6ricos de los dirigentes, entusiisticos partidarios del liberalismo econémico."* Por encima de tales convicciones, la situacion de cemergencia leg6 a conducir a algunos experimentos dispersos que apuntaban hacia una direccién socialista ¥y que son significativos como antecedentes de las gran- jas colectivas del siglo xx. Se hablo algo de convertir las grandes haciendas confiscadas 2 los émigré en granjas rnacionales o alguna variedad de empresas comunales con miras a alimentar las ciudades."’ Como comple- mento de la leoée en masse, 0 reclutamiento nacional, decretada el 23 de agosto de 1793, el gobierno intent conseguir que los que explotaban haciendas confisca- das entregaran la produccién a depésitos nacionales de almacenaje, greniers d’abondance, con lo cual ponia en efecto, aunque probablemente sin tener conciencia de ello, una de las ideas claves del radicalismo agrario. La . 6 tentativa, con todo, resulté un fracaso. Los campesinos mas ricos, aquellos que producian ‘un excedente considerable més alli de sus propias ne~ cesidades, eran quienes més vivamente sentian el im- pacto de los controles del Comité de Salud Pitblica, y constituyeron la fuente principal de resistencia. Aun- que la legislaci6n anticlerical habfa motivado que al- gunos campesinos se sintieran a disgusto ya descle 1790 (cuando se instituy6 la Constitueién Civil det Glero), lo que volvi6 a gran ndimero de ellos contra ta Revolucién fueron las medidas de urgencia de 1793- 1704 relativas a los suministros de alimentos. Como 140 productores, los campesinos evadian el sistema de controles de precios. Hacerlo era relativamente facil; a pesar de los esfuerzos para evitar las ventas clandesti- nas, no entrafiaba demasiados riesgos. La compulsion del antiguo régimen sobre el campesino para que lle- vara sus productos al mercado ya no existia.”"” Comno respuesta a las evasiones y a las imperiosas necesidades que le acuciaban, el gobierno apreté los tornillos. Al principio las requisas habian permitido a los campesi- nos retener lo suficiente para sus familias y para la siembra, reglamentacién eldstica que los campesinos ensanchaban cuanto podian. La Convencién suprimié la réverve familiale el 25 Brumario (15 de noviembre de 1793)" Los esfuerzos del gobierno para obtener gra~ no y compeler a su venta por los canales y precios le- gales, respaldados por la ameneza de la guillotina y a veces por medidas expresas contra el sacerdote, pare- cfan a las aldeas algo més que medidas de guerra pro- visionales. Y én efecto: en muchos lugares, la fase radi- cal de la Revolucién consistié en un ataque directo contra los campesinos acomodados, aunque breve y turbio."” Quizé lo peor de todo estribara en que sus, principales agentes fueron individuos de las ciudades y autsiders con frecuencia mucho més despiadados que los administradores y recaudadores de impuestos de la monarquia—, ayudados algunas veces de un ejér- cito revolucionario: en el apogeo del «terror popular, (© sea, entre la adopcién del maximum general, el 15 de septiembre de 1793, y la ejecucién de Hébert y otros adalides dle los sans-culottes, el 24 de marzo de 1794, el gobierno permitié la formacién de revolu- 141 cionarios, cuyo objetivo fue més el de allegar grano que combatir al enemigo."” ; El hecho decisivo de la fase radical es, obviamente, &:te: los sins-culortes urbanos habjan conseguido em- pujar a los ditigentes jacobinos a directrices politicas que salvaron la Revolucién, pero a costa de que los campesinos se volvieran contra ella. La fase radical ha- bria podido ir més allé si el gobierno de Paris hubiera estado en condiciones de contar con las masas campe- sinas contra los campesinos ricos. Pero Io limitado de ia capacidad y voluntad del gobierno en cuanto a ro- bustecer los controles de precios contribuyé a evitar que tal divorcio se materializara. Las subidas de pre- cios pusieron en graves apuros a los poseedores de Pe quefias parcelas, que tenian poco para vender, y a los braceros, que debian comprar por lo menos una parte de sats subsistencias, Fueron esos tltimos quienes més sufrieron de la violacién del maximum. Durante algiin tiempo, su situacién resultaba atin tolerable —confor- me a los detallados y completos estudios del Norte por Lefebvre—, por cuanto los precios del pan subieron con menor rapidez que los jornales. Pero, a fines de 1793, padecian estrecheces peores que los habitantes de las ciudades."” Hasta tal punto, que las condiciones imperantes en el campo enajenaron a la Revolucién al apoyo radical y secaron las fuentes del radicalismo rural. Las medidas que propusieron en marzo de 1794, inmediatamente antes de Ia ejecucién de los lideres sans-culvttes, ponen de manifiesto que Robespierre y Saint-Just eran conscientes de que necesitaban apun- talar su régimen con concesiones a los campesinos po- 142 bres, Si las propuestas que formularon en aquel mo- mento, conocidas como decretos de Ventése,132 eran ono algo mas que una maniobra politica, es objeto atin hoy de debate. Sea como fuere, fo que demuestra el episodio es que Robespierze y Saint-Just sabfan muy poco acerca de los problemas de los campesinos y que sus propuestas no Hlegaban ni con mucho a satisfacer las exigencias de aquéllos, expresadas en peticiones cuyo contenido general tenian que haber conocido los dirigentes revolucionarios.”® Por otro lado, aunque hubieran querido hacer més, Robespierre y Saint-Just disponian. de reducidisimo espacio para maniobrar. Las tierras confiscadas a los émigrés no habrian sumi- nistrado lo suficiente para satisfacer las necesidades de os pobres. Dividir toda la tierra disponible y conceder las piezas resultantes a la masa de campesinos con poca © ninguna tierra que las pagaran en plazos cémodos habria desvalorado atin mis el assignat.”" Habria sido muy dificil, quizas imposible, satisfacer los deseos ex- plicitados por los campesinos pobres sin obstaculizar la revolucién burguesa y capitalista. Tal y como esta~ ban las cosas, incluso las moderadas propuestas de Ro- bespierre y Saint-Just tropezaron en la Convenci6n y el Comité de Salud Publica con una oposicién tan in~ tensa, que vinieron a parar en nada. Asi, durante la fase radical, las necesidades y aspi- raciones de los smis-cwlotter urbanos terminaron por entrar en directo y abierto conflicto con todos los sec- tores del campo. El sintoma mas revelador fie el de- terioro de los intercambics entre las ciudades y el campo, en particular del aprovisionamiento de las ciu- 143 dades, problema que iba también a infuren exremo Sobel curso y has consecuencias de la Revolucion Rasa, Durante el inviern de ¥793-1794 4 simacion eecondmiea de los san-culortes parsienses empeord censblemente, pus los campesinos, sesindiéndose Tas eorreris de las organizaciones senile por et campo, sinisazon caa vez menos: Una eneues: ta del gobierno simultinea con e proceso de Hebert puso al descubierto que los campesinos 3 no levaban Drovisones a Paris debido a que habia individuos que Sala leap y compraban is productos un precio inde alto que el fjado. Bs obvio que ese subrerfugio solo era viable para os parsenses que poseon align Ginero, Los campesinos, ast ver, se qujaban de qe 4 Pais no le reportaa ning proverhos puesto que no podian obtener allo que necesiaban*Y els tuncion no queda limita a Paris. Tabi en ors pares de Francia las cudades se cerraban alos foras- foros, mientias que los mereaderes de as aldexsopina- than que no podian procurarse en ellas lo que les fa falta." “ Tee norindores manasa explican el facto de 1a sevolucion radical y la cada dramien de Robes: picre por el sero de que una revoucién burguess no prin safer ls exigencias de los atau pas Senses Ange en parte ituminadors, tl explica- cin me parece metaisiea y unilateral en conjunto, Es Gierto que los sns-cuoter no defendieron 2 Robes: piste yu el mismo Rebespcretampoco buses de Geras su ayuda dorantel crs, aun cuando otros sin- tentaron agitarlos. El descontento de los sts 144 fixe, pocas dudas caben al respecto, Ia causa inmediata de la ruina de Robespierre, Bl sostén de las masas se habia evaporado. Pero gpor qué se habia evaporado? En ese punto, hablar de un conflicto entre una revol- cién burgnesa y una revolucién mas radical oscurece las cosas. Robespierre y el Comité de Salud Publica se habian mostrado dispuestosa ir mucho mas all de los limites de una revolucién en beneficio de la propiedad privada. Lo malo fue que las medidas politicas en ese sentido, si bien surtieron efecto para asegurar Ja victo- ria militar, pusieron al campo en conflicto directo con los pobres urbanos, y ello en tal forma, ademas, que la miseria de los habitantes de las ciudades, lejos de re- sultar aliviada, se agrav6, En realidad, el an revolucionario de los sans-culot- tes no se disipé con la ejecucién de Robespierre. Des- pués de Termidor y del desmonte de los controles econémicos subsistentes, la situacién material de los parisienses pobres atin se deterioré més, si cabe. Repli- caron con motines en la primavera de 1795, quiz de mayor violencia todavia que las grandes jornadas revo- lucionarias del 14 de julio de 1789, 10 de agosto de 1792 y 3x de mayo de 1793. El populacho invadié la sala de la Convencién, maté a uno de sus miembros y enarbol6 una cabeza en la punta de una pica." Pero ese fervor popular revolucicnario no tuvo consecuen- cias. El campo se resisti6 a moverse en ayuda de Paris. No existfa tampoco ninguna razon para que el gobier~ no revolucionario hiciera concesiones al radicalismo. EI rey habia sido eliminado, la nobleza parecfa que también, y los ejércitos revolucionarios defendian vi 145 toriosamente las fronteras. De ahi que las fuerzas del orden y la propiedad pudieran utilizar el ejército (que actué entonces por primera vez, contra una insurrec- cin popular) para atajar la dltima oleada poderosa de Ios sans-culottes."® La represin subsiguiente dio prin- cipio al Terror Blanco. Por muy radical que fuera la ciudad, no podia hacer nada sin la ayuda de los campe- sinos. La revolucién radical habia Jlegado a su fin. 6, LOS CAMPESINOS CONTRA LA REVOLUCION: LA VENDEE Antes de pasar a examinar las consecuencias generales del impulso radical en la Revolucién, seré wil detener- nos brevemente en el anilisis de la resistencia campe- sina violenta que caracteri26 Ia famosa contrarrevo- ucién de la Vendée. En estado latente desde cierto tiempo atrés, se hizo contienda declarada en marzo de 1793, para prolongarse con distintos altibajos hasta 1796. Seguirian sus buelias imitaciones un tanto pili- das en las crisis politicas posteriores, como la caida de Napoleén en 1815 y el mal concebido alzamiento legi- timista de 1832. La contrarrevoluci6n de la Vendée re- sulta hoy en dia un tema quemante como pocos por ser el tinico alzamiento campesino de grandes proporcio- nes dirigido contra lo que se ha dado en llamar, con es- casa exactitud, la izquierda. Los rebeldes se batian a los gritos de «;Viva el rey y nuestros buenos curas! ;Que- remos nuestro rey, nuestros curas y el antiguo régi- men'»."** Es quizé significativo que, en aquellos mo- mentos de espontaneidad, se olvidaran de reclamar el retorno de los nobles, aunque aceptaron lideres no- bles. Si miramos los hechos algo més de cerca, com- probamos que la paradoja de una revolucién campesi- nna conservadora se desvanece. El impulso esencial de la contrarrevolucién fue de signo anticapitalista, con- tra los comerciantes y fabricantes de las ciudades pro- ximas y los dispersos por el mismo corazén de la Ven- dée. En su violento rechazar el capitalismo que iba introduciéndose en el campo, la contrarrevoluci6n de Ja Vendée se asemeja a los grandes alzamientos campe- sinos de Rusia y China suministradores de la pare mas considerable de la fuerza popular que derruyé los an- tiguos regimenes antes de las victorias comunistas del siglo xx. Descubrimos también en aquélla, por supuesto, rasgos especificos de Francia y de la época, anterior a Ia aparicién de los movimientos anticapitalistas mar xistas. Segin acabamos de ver, el anticapitalismo era en el campo francés una fuerza de entidad. Qué fac- tores permitieron y provocaron que explotara en la Vendée en forma de autént’ca contrarrevolucién? Con miras a aclarar esa cuestién, dos investigado- res han estudiado a fondo hasta qué punto la sociedad de la Vendée diferia de la de las regiones adyacentes adheridas a la corriente mayor de la Revolucién."* Sus pesquisas han establecido de modo muy convincente que las diferencias existfan. En la zona contrarrevolu- cionaria, la agricultura comercial no habia penietrado. En vez de vivir en aldeas rodeadas de campos abiertos distribuidos en caracteristicas hazas, Ios campesinos 147 | | | i | habitaban en alquerfas individuales aisladas 0 en case rios dispersos y cultivaban parcelas de tierra cercadas ccon setos. Las téenicas agricolas se hallaban estanca- das. Los nobles, absentistas, posefan mas de la mitad de la tierra. En las «patristicas» y revolucionarias re- giones adyacentes, en cambio, las influencias comer- ciales cran fuertes, aunque coexistian con el arcaico sistema de aldeas apifiadas y campos abiertos. Los no- bles eran menos influyentes, pero mas numerosos. Con la informacion de que hoy se dispone, seria po- sible proceder a dibujar un retrato pasaderamente com- pleto de a sociedad de la Vendée y determinar en qué se distinguia ésta de las regiones vecinas leales a la Revolu- cién. “Tales diferencias en la estructura social, sin em- argo, :dan de veras respuesta a nuestra cuestiOn? A ese respecto, tengo serias dudas. Lo harfan si se demostrara que se produjeron conflictos inherentes a las relaciones entre las reas contrapuestas. Si existiera, por ejemplo, algiin dato que indicara que la mas comercial necesitaba acrecer de continuo la extensidn de las tierras cultivadas ¢ invadia, entonces, la Vendée, se podria dar facil crédi- toa que tarde o temprano ello hubiera desembocado en un conflicto muy grave. Pero los que han estudiado el problema no intentan siquiera, en rigor, presentar argu- mentos de ese tipo. Lo tinico que ponen de manifiesto es a existencia de diferencias y el hecho del conflicto. El enlace entre ambas cosas, la conexién entre formas so- Gales especificas y el hecho politico de un estallido con- trarrevolucionario, queda oscuro, por lo menos para mi? En el siguiente capitulo, nos encontraremos con ‘un problema similar, aunque a escala mas amplia, al tra- 148 tar de comprender la conexién entre el esclavismo de plantaci6n y el capitalismo industrial en la Guerra Civil Americana. Por sf solas, las diferencias sociales y econd- tnicas no explican jamés un conflicto. Enel caso de la Vendée, la reflexién general sugie~ re en el acto dos posibles conexiones entre los caracte- res sociales de la regién y el brote contrarrevoluciona- rio. Es légico sospechar que la presién de la nobleza sobre el campesinado habia sido considerablemente mis leve en aquella parte de Francia, Parece asimismo verosimil que, en ese context, se kubiera dado un cre~ cimiento gradual del comercio y de la fabricacién —o bien en la misma Vendée o biea en las regiones ve~ cinas, que de un modo w otro la habrian invadido—, y ello de tal forma, que las gentes de las ciudades nieron a ser en extremo opresivas y odiosas para Jas masas campesinas. Ni una ni otra hipotesis, con todo, encuentra demasiado sostén en la documentacién, que apunta en su mayor parte hacia el sentido contrario. Desde el momento que todas las fuentes ponen de relieve el aislamiento de la Vendée, sw apartamiento ¢ inaccesibilidad a las dos grandes fuerzas que estaban modernizando a Francia, [a monarquia y las corrientes comerciales, la concepeién general de una penetra- cién comercial y un consiguiente descontento social pa- rece ya de buenas a primeras poco prometedora, Exis- tia, es cierto, una industria textil diseminada por las ciudades del corazan de la Vendée y consagrada a te- jer linos finos para mercados de fuera de la regién. En los afios anteriores a 1789, se produjo en el ramo textil una fuerte depresién que afecté daramente a los teje~ 149 dores. Hay indicios de que algunos tejedores se volvie~ ron entonces vehementemente antiburgueses. Los datos sobre los tejedores, no obstante, son ambiguos y con- tradictorios.’# Ademis, su conexidn con los campesinos, la mayorfa de la poblacidn, era casi inexistente. A dife- rencia de otras partes de Francia, los campesinos de la ‘Vendée no trabajaban en ocupaciones artesanas para complementar sus ingresos. Un individuo o era cam- pesino o era tejedor. En lineas generales, Ia economia comercial coexistia con Ia rural casi sin tener contacto alguno con ella. Hablar de una explotacién burguesa del campo es forzar los datos més alld de lo admisible. ‘Alo sumo se dio cierta dosis de adquisicién de tierras por las familias burguesas prosperas de las ciudades. En algunas partes de la Vendée, ello aleanzé sin duda proporciones considerables."* Pero el mismo proceso se estaba desatrollando en muchas partes de Francia sin engendrar contrarrevoluciones. En resumnidas cuen- tas, las relaciones entre ciudadanos y campesinos an- tes del estallido de la Revolucién dan muy poco de si para justificar los sucesos sangrientos de 1793. En cuan- to a los que se produjeron mis tarde, ése ya es otro cantar. ; La presién del régimen seiiorial sobre los campesi- nos es mis dificil de evaluar. En aquella parte de Fran- cia los nobles posefan buena parte de la tierra —en la zona nuclear de la contrarrevolucién, la parte del le6n, alrededor del sescnta por ciento.'# La mayoria de los nobles eran absentistas. La investigacién moderna ha echado abajo la idea de que los campesinos izaron la bandera de la contrarrevolucién movidos por la lealtad 150 alos aristécratas que vivian entre ellos y compartian su riistica existencia."*” Los ingresos de la nobleza proce- dian del arriendo de sus tierzas a los campesinos. Mu- chos nobles contrataban a intermediarios profesiona- les que eran burgueses. (Es muy poco probable que esa circunstancia pudiera haber sido la causa de una hosti- lidad particular virulenta contra la burguesia, toda vez que existia también en muchas otras partes de Fran- cia.) Si las rentas aumentaroa o no en los tiltimos aftos del ancien régime, no esta claro. Aunque suela decirse que los nobles absentistas de la Vendée se hallaban so- bre todo interesados en percibir ingresos fijos, resulta dificil comprender por qué habrian estado menos ex- puestos a las tentaciones del consumo ostentativo que otros absentistas. Hay también indicios, hacia las pos- trimerfas del ancien régime, de una reaccién sefiorial y de un endurecimiento general de las condiciones de vida campesinas."* Nos ha Ilegado un testimonio, es cierto, que po- dria indicar que la carga fue més ligera: los cabiers de 1789 contienen bastantes menos quejas sobre cuestio- nes estrictamente «feudales» en el érea contrarrevolu- cionaria que en las vecinas. Sin embargo, como esté alerta a puntualizar Tilly, ese hecho tan sélo significa que los grupos reprobadores de los privilegios nobles tenfan poco peso en las deliberaciones publicas que preparaban la redaccién de los cabiers: En otcas pala~ bras, que las voces criticas, intimidadas por la prepo- tencia del sefior y sus agentes, no se habrian atrevido demasiado a hablar alto. Qued6 manifiesto, por lo de- més, un conglomerado considerable de criticas, y, en 151

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