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Otra característica central que exhibe esta etapa del Sistema Penal1 es la
tendencia a un “modelo de ejecución penal” que tiene una naturaleza
eminentemente “administrativa”, lo que no implicaría mayor dificultad si la
ejecución de la pena sólo comprendiera aspectos vinculados a la seguridad, la
gestión de los centros de reclusión y otras cuestiones relacionadas con la mera
administración de los mismos. Parece razonable que este tipo de asuntos cuente
con una adecuada organización que se encargue de crear y administrar las
condiciones necesarias para el cumplimiento de las funciones de los centros de
reclusión y que el titulo ejecutivo de la condena se cumpla de conformidad con
lo señalado por la autoridad judicial.
1
En los términos del profesor Eugenio Zaffaroni, llamamos “sistema penal” al control social punitivo
institucionalizado, que en la práctica abarca desde que se detecta o supone que se detecta una sospecha
de delito hasta que se impone y ejecuta una pena. Véase Manual de Derecho Penal. Parte General.
Ediciones Jurídicas. Lima, Perú. 1994. p. 31
2
Con el nombre de “constitucionalismo” nos queremos referir a aquella concepción del Derecho que
supone: a) entender la validez en términos sustantivos y no meramente formales (para ser válida, una
norma debe respetar los principios y derechos establecidos en la constitución); y, b) entender que la
jurisdicción no puede verse en términos legalistas -de sujeción del juez a la ley-, pues la ley debe ser
interpretada de acuerdo con los principios constitucionales. Sin duda, el elemento central en torno al cual
se estructura el nuevo Derecho, así como las instituciones de este nuevo orden de valores y creencias en
la autoridad encargada de decidir estas limitaciones sea la administración
penitenciaria, sin que exista por ejemplo un control jurisdiccional; más aún si se
tiene en cuenta que las personas privadas de libertad se encuentran cumpliendo
un mandato de naturaleza judicial, el cual además busca asegurar ciertos fines
de valía también constitucional e internacional.
las actuales democracias contemporáneas, está moldeada por el rol que juega la Constitución. Vid.
Tribunal Constitucional y Argumentación Jurídica. Pedro Grández Castro. Palestra Editores. (Lima/2010
se debería dispensar con una frugalidad productiva que reforme y rehabilite a los
criminales. Cuanto más castigue, de esta forma, una sociedad a sus
delincuentes, tanto más se le considerará civilizada, avanzada, y socialmente
justa. Esta concepción del castigo se refleja cada vez más, con mayor nitidez, en
los instrumentos internacionales sobre derechos humanos.
EL DERECHO DE EJECUCIÓN PENAL
“Crees tú –dice- que puede durar y no venirse abajo un Estado en el que no tiene
fuerza las sentencias dictadas por los tribunales?.
Sin embargo, pese a los estudios citados, Moreno Catena advierte de inmediato
acerca de su “pobreza”: … concediendo, en general, muy poca relevancia a este
estudio; si ya con razón afirmaba Francesco Carnelutti que el proceso penal era
la cenicienta del Derecho procesal, no cabe duda de que la ejecución penal
aparece como el “apéndice ingrato” que es preciso aliñar de algún modo (no
importa mucho el cómo).
Que la ejecución penal sea parte del Sistema Penal tiene consecuencias
importantes: se aplicarán a esta última fase todos los principios y garantías del
proceso penal, en especial, el principio de legalidad, el principio de
jurisdiccionalidad y los derechos de defensa.
La que considera que la ejecución penal es materia jurisdiccional; esta tesis parte
de la premisa de que la jurisdicción [entendida como forma de tutela para la
realización de un derecho a través de dos garantías: ejercida por un juez y a
través de un procedimiento] es aquél poder del Estado que tiene por objeto el
mantenimiento y la actuación del ordenamiento jurídico. De ahí deducen que la
ejecución penal, confiada en exclusiva a la autoridad, tiene como misión la
obtención de la justicia a través de la aplicación de la Ley.
Ante quienes cometen actos que repudiamos utilizamos como forma de reproche
habitual la privación de la libertad como una respuesta que sabemos es
ineficiente e irracional. Ahora, nuestras cárceles que utilizamos para el reproche,
por su parte, aparecen cada vez más sobrepobladas (un indicio de que no
solucionamos los problemas que debíamos solucionar, sino que reforzamos los
reproches), y entre esas personas que habitan esas cárceles encontramos
grupos obviamente sobre representados, a resultas de los arbitrarios modos en
los que el sistema penal selecciona a los culpables: la situación de
selección/discriminación hacia ciertos grupos es tal que, si alguien quisiera saber
cuáles son los grupos más desaventajados de la sociedad bastaría con mirar lo
que existe dentro de los muros de la prisiones para tener un panorama bastante
completo de las escalas más bajas de ese ordenamiento social.
Frente a ese panorama, como señala Eugenio Raúl Zaffaroni, la función del
Derecho de Ejecución Penal debe ser la de un saber reductor del poder punitivo
en el curso de la concreta inflicción del sufrimiento declarado en la sentencia
penal. Sabemos que la criminalización secundaria y en particular la
prisionalización tienen efectos estigmatizantes y deteriorantes. Este dato de la
realidad impone como función al Derecho de Ejecución Penal la de reducir al
mínimo estos efectos.
Por otra parte, sabemos que la criminalización no es tanto resultado del delito
sino de la vulnerabilidad, o sea, de la particular disposición del autor a la
criminalización, en especial a los casos en que la misma obedece a un estado
de vulnerabilidad alto (estratos sociales, instrucción, vecindario, caracteres
físicos, edad, género, etc.). Con este dato, debe asignarse también al Derecho
de Ejecución Penal la función de ofrecer (no imponer) a la persona la posibilidad
de reducir su nivel de vulnerabilidad.
John Garrido, a su turno señala que, el Derecho de Ejecución Penal tiene una
«función social». Es decir, que cuando el legislador crea las leyes penales, la
hace para que los tribunales la apliquen, lo que quiere decir, que los tribunales
al sancionar al individuo, están aplicando lo que el legislador creo. Cuando el
juez de juicio sanciona penalmente a un individuo que ha violado las leyes
penales, está haciendo una especie de construcción moral sobre una persona
(…) para devolverlo como bueno a la sociedad”.