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El impacto de las emociones

Copyright © 2015. SB Editorial. All rights reserved.

Martín, O. R. (2015). El impacto de las emociones: un recorrido por nuestra interioridad para conocernos, experimentarnos
y desarrollarnos. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com
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Martín, Orlando Rafael
El impacto de las emociones. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : SB, 2015.
164 p. ; 22x15 cm.
ISBN 978-987-1984-20-6
1. Psicología.
CDD 150

Título de la obra: El impacto de las emociones


Autor: Orlando Martín
ISBN: 978-987-1984-20-6

© 2015, Orlando Martín Rafael


© 2015, Sb editorial

1o edición, Buenos Aires, junio de 2015

Directora de arte: Cecilia Ricci


Corrección: Pablo Ceballos

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723.


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ORLANDO MARTÍN

El impacto de las emociones


Un recorrido por nuestra interioridad
para conocernos, experimentarnos y desarrollarnos
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A todos los que buscan crecer y desarrollarse integralmente como personas.
A los padres y madres de familia, primeros educadores de las emociones
básicas y de los sentimientos de vincularidad primaria.
A los educadores que tienen que afrontar las emociones destructivas y
construir los afectos positivos de socialización y ciudadanía.
A los centros comunitarios y de salud, a los centros de espiritualidad y
religiosos, a las organizaciones de promoción cultural y educativas… y a todos
aquellos que estamos en servicio y no nos quedamos quietos hasta ver una comu-
nidad más solidaria, cooperativa y justa, valores que plenifican nuestra existencia
humana.

Orlando R. Martín
orlandormartin@gmail.com
www.koinonia.org.ar
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Palabras previas

¿LA ERA DEL CONOCIMIENTO, DEL SENTIR


O DEL NARCISISMO?

En el siglo del conocimiento y de las comunicaciones, el sentir se ha cons-


tituido como guía de la conducta humana: hago esto “porque así lo siento”, no
realizo aquello “porque no lo siento”. Estamos en la era de los sentimientos y del
sentir. Es la época de las “ganas”.
¿Por qué ocurrió esto? Frente a una racionalidad fría y distante, frente a una
época del deber ser y de las obligaciones ha irrumpido –fruto de varios factores,
entre ellos la postmodernidad o la modernidad líquida– la etapa “gánica”, del
tengo deseos o no tengo.
El centro de la toma de decisiones no tiene una escala de valores y norma-
tividades como punto de referencia. El criterio fundamental es auto-céntrico.
Y este criterio se está presentando como sinónimo de autenticidad y de
presencia inobjetable: si así lo siente...
Nos estamos volviendo seres aislados, que no pueden intercambiar opinio-
nes ni criterios. ¿Estamos convirtiéndonos en mónadas de Leibniz, seres encerra-
dos en sí mismos, dentro de los parámetros del individualismo y del consumismo
despersonalizante?
Esto trae aparejado una serie de síntomas muy perceptibles en la actuali-
dad, especialmente en las grandes urbes:

• Soledad: es la incapacidad de entablar vínculos afectivos íntimos con otras


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personas. Se expresa en carencias de amigos y de integración en grupos


constructivos. Estar solo/a, sentirse solo, no tener tiempo, estar malhumo-
rado, quejarse de todo...
• Intransigencia e intolerancia: se percibe por doquier. Todo se hace difí-
cil… ¿Por qué facilitar las cosas cuando se pueden empeorar? El otro no es
el sujeto de mis servicios, es el objeto de mi descarga y de mis broncas.
• Defensa y ataque: la comunicación se atrinchera entre dardos que se lan-
zan o escudos que se presentan. El clima se pone tenso. Es imposible bajar
la guardia, hay que defenderse.
• Agresividad y violencia (social, familiar, escolar, etc.): es la irrupción dra-
mática de las emociones destructivas, de vínculos tóxicos, de relaciones
sádicas y destructividades intolerables.

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• Las conductas osadas y temerarias: arriesgar permanentemente la vida es


un triste signo de cómo el parecer, lucir y ser visto es más importante que
el ser.
• Los valores y sentires sociales y de trascendencia están desapareciendo.
Lo subjetivo se está convirtiendo en subjetivismo, lo individual y privado,
en individualismo y privatismo, o en la lucha corporativa por defender los
propios intereses.

La triste paradoja de la era del sentimiento.


£
Lo que reintentaba rescatar lo termina destruyendo.
¿Se puede construir una convivencia y una comunidad en este clima?
¿Se puede desarrollar una sociedad y un país con seres aislados, egocéntricos y sin
metas comunes?
¿Qué hacer frente a esta situación tan preocupante y autodestructiva?

No podemos continuar con la cultura del mirar para otro lado, la


£ cultura del distraído que se expresa en los famosos dichos “no te
metas” y “hacé la tuya”.
• Tampoco buscar solo nuestra salvación personal que, aunque válida en sí
misma, es imposible a la corta o a la larga, porque siempre estamos situados
en un contexto.
• Por eso se ha señalado la necesidad de la educación de las emociones y de
los sentimientos, es decir, de vehiculizar lo que se ha dado en llamar inteli-
gencia emocional. Es un paso importantísimo a nivel de ideas y de conceptos.
• A partir de esos aportes, es necesario que demos un paso más: terminar con
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los mitos de que el egoísmo y la violencia son solo producto de la pobreza


y la miseria. El egoísmo, la violencia y la indiferencia son producto de
varias causas. Por un lado, la falta de testimonios y congruencias públicas,
por otro, los resentimientos por promesas incumplidas y, finalmente, la
falta de metas concretas presentes y futuras.
• No podemos pensar que una cultura se cambie solo con el cambio de sen-
timientos de vincularidad primaria (por ejemplo, haciendo un pacto de
entendernos y llevarnos bien entre nosotros). Junto con esto es necesario el
abordaje de los nexos profundos para construir un nosotros solidario y
comprometido. Nuestro país, nuestra ciudadanía y nuestra Latinoamérica
se construyen. No vendrán por sí mismas ni por arte de magia.
• El tema que nos convoca es emocionante, fascinante y apasionante (emo-
ciones y sentimientos al fin), pero lo es desde una dimensión más integral

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y comprensiva, desde una lectura y una propuesta más humanizante del


hombre y de todos los hombres.

Son tan importantes las emociones y tiene tanta incidencia en


£ nuestras vidas, que hemos dejado en cada capítulo un espacio para
la reflexión personal, familiar, escolar y sociopolítica.
Este es nuestro desafío, esta es nuestra búsqueda. ¿Cómo entramos en estas
dimensiones? ¿Por dónde hacemos el recorrido?
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Introducción

LA AFECTIVIDAD: UN TEMA IMPRESCINDIBLE

Hay hombres que luchan un día, y son buenos.


Hay otros que luchan un año, y son mejores.
Hay otros que luchan muchos años, y son muy buenos.
Pero hay hombres que luchan toda la vida. Esos son los imprescindibles.
Bertolt Brecht

Esas son las personas de carácter.


Esas son las personas de convicciones que iluminan las sociedades...

En 1996, frente al nuevo milenio, la UNESCO lanzó el Programa


Internacional sobre la Educación, la Sensibilización del público y la Formación
para la Viabilidad del Futuro. Sugirió propuestas y estimuló acciones.
Ya en el siglo XXI, con el calentamiento global, las tragedias por doquier,
la crisis financiera mundial, la hecatombe del modelo neoliberal, los dogmas del
mercado y el resurgimiento de fundamentalismos ideológicos, nos invaden una
serie de incertidumbres: ¿cuál será el mundo de nuestros hijos, nietos, bisnietos?
¿Podrá aquietarse y encausarse la humanidad?
De algo estamos seguros: si queremos que la Tierra sea habitable y satisfaga
las necesidades de los seres humanos, la sociedad humana debe transformarse,
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hacerse más humana. En esta tarea, la Educación y la Orientación (Counseling)


desempeñan un papel decisivo: son la fuerza y el motor del futuro. Para mí hay
dos grandes dimensiones de trabajo: el área del conocimiento y del pensar y el
área de lo afectivo y emocional, ambas impregnadas de valores, espiritualidad,
historia y trascendencia.
¿Qué me ha llevado a escribir esta obra sobre afectividad, vínculos, pareja
y familia? ¿Cuál es mi búsqueda y mi aporte?
Desde el siglo XIV hemos estado inmersos en una fuerte corriente cultural:
la modernidad. Este pensar y esta cultura dieron una fuerte preponderancia a la
intelectualidad y a lo racional. De aquí surgieron los fascinantes progresos en la
ciencia y la tecnología. La educación se centró en esta área y dejó de lado la dimen-
sión afectiva y vincular, el cuerpo y la sexualidad, áreas escurridizas, incontrolables,
peligrosas. Se vive en la disociación: de día, lo formal y lo intelectual, lo controlable;
de noche, ocultando el cuerpo, la sexualidad se despliega intensamente.

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En esta cultura de disociación se instalan la represión, la censura y la culpa.


El siglo XX produjo un conjunto de revoluciones en las costumbres y en lo
científico-técnico: surgió y se desarrolló la revolución sexual, apareció la anticon-
cepción y la mujer produjo un cambio cósmico cuyas consecuencias aún no se
terminan de conocer: la liberación femenina. El varón se encuentra en la encru-
cijada. Caen los mandatos tradicionales, se generaliza la crisis institucional, se
cree que han muerto Dios, el hombre, la familia y el amor. El escepticismo,
especialmente después de la segunda guerra mundial, ganó la calle y surgieron
las preguntas:

• Vivir: ¿para qué?


• Amor: ¿con qué objetivo?
• Familia: ¿hijos?

Se manifestó el existencialismo nihilista en su versión más extrema.


Frente a esta desilusión humana surgen reacciones: desde los legendarios
hippies de los años 60, la generación de mayo del 68 a los movimientos del
hombre nuevo y las utopías revolucionarias de los 70. Surgen también movimien-
tos y renovaciones religiosas, como el Islam muy fuerte en Oriente y la renova-
ción Católica con Juan XXIII y el Concilio Vaticano II.
Se instala la cultura postmoderna y la generación de lo light, carente de
profundidad y de compromiso.
Paralelamente, el mundo tecnológico, científico y económico, vértice y
síntoma de la modernidad, sigue creciendo. Triunfa el capitalismo y el neolibe-
ralismo. Cae el muro, se disuelve la U.R.S.S., termina la guerra fría, e irrumpen
los antiguos nacionalismos y los fundamentalismos religiosos, económicos y
políticos.
Luego llega el siglo XXI, adviene el nuevo milenio con la globalización
mercantilista que parece arrastrar todo como una ola gigante. Se agrupan los
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poderosos y ponen condiciones a la inmigración. Con la tecnología y la roboti-


zación, irrumpen la desigualdad, la desocupación y la inseguridad. La crisis
financiera mundial amenaza destruir todo. El calentamiento global acecha peli-
grosamente.
¿Otra desilusión, otro escepticismo en tan poco tiempo?
La cultura occidental actual, la transmodernidad, sobremodernidad o postmo-
dernidad, está impregnada y dominada por contradicciones permanentes. Por un
lado, la era del vacío, la pérdida de sentido y la creación de nuevos relatos, el
crepúsculo del deber. Todo se centra en el mundo de la imagen, del aparecer, del
parecer y del consumo. Por el otro, las leyes omnímodas del mercado. Todo
ordenado y controlado. Hasta que acontece lo inesperado: la crisis financiera mun-
dial. Todo se desploma. ¿Y las leyes inexorables? ¿Y el dogma del mercado?
Las ambiciones desmedidas y la avaricia sin límites se vuelven contra el
mismo sistema. Vivimos en la Sociedad del espectáculo (Guy Debord, año 60) que

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genera la cultura del espectador y la mentalidad scoptofílica (del que mira pasiva-
mente). Estamos en un gran supermercado, mirando, a veces comprando, pero
siempre sufriendo el embate de la oferta y de la presión al consumo.
En este clima de expectación, somos pasivos, dependientes y solitarios.
Caemos en un individualismo vacío porque desaparece el afecto, el vínculo y
la relación interpersonal. La alegría y el sentido de la vida se hacen escurridi-
zos. Desaparece el entusiasmo, el protagonismo y la creatividad colectiva,
salvo en pasajeros mundiales de fútbol o ante temas muy específicos. Se
atenúa o desaparece el involucramiento y la participación real. Las redes
sociales intentan satisfacer esta necesidad de aislamiento: vinculan los grupos
de amigos, vinculan imágenes, vinculan frases hechas, pero también vinculan
aspiraciones humanas de propuesta o de protesta.
Frente a esto hay reacciones y búsqueda de espiritualidad y de intimi-
dad que se realizan desde una modalidad muy intimista, individualista o muy
acotada.
Afortunadamente, no todo está perdido. El Espíritu sigue actuando:
empiezan a crecer las ONG, las organizaciones solidarias se desarrollan. Hay,
fundamentalmente, una necesidad de vínculos y afectos consistentes, sin los
cuales es imposible construir personas.
En el mundo profesional aparecen aportes científicos sobre el desarrollo
del hombre: la investigación y revalorización del sexo y de la sexualidad; los
estudios sobre la emoción y la inteligencia emocional; el posicionamiento de
la psicología personalista y humanista, etc. Nosotros, desde 1985, con la
Didáctica de la Educación Sexual: un enfoque personalizador de la sexualidad y
el amor nos plegamos a esta mirada positiva y expansiva del ser humano y
creemos que hemos contribuido al diálogo en estos temas.
Nuestra intención en esta obra es rescatar esta dimensión afectiva e
íntima, sexual y vincular, e incorporarla en el desarrollo integral del hombre,
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en su dimensión comunitaria, social y política, en su proceso de hominización


y humanización. No es un acercamiento aséptico: tiene una intención huma-
na, estimuladora del despliegue de las dimensiones reprimidas o descuidadas.
Partimos de una actitud de respeto profundo y aceptación de la nueva
realidad. Pero no nos quedamos en la mera descripción distante, relativista e
indiferenciada. Creemos en el potencial y el desarrollo humano (la tendencia a
la actualización tan trabajada en la línea de Rogers, Maslow, etc.), por eso
nuestro propósito es invitar a hacer aflorar lo mejor de nosotros mismos, de
cada uno, de cada pareja, de cada familia, de la sociedad toda.
Nos inspiramos y apoyamos en una antropología y psicología humanista,
en el Enfoque Centrado en la Persona, en la teoría del Counseling y la del
Desarrollo Humano.

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En De la liberación del deseo al despliegue de la capacidad de amar (1983)


señalamos una preocupación e hicimos un avance. Se podía y se expresaba la
sexualidad y la genitalidad pero restaba un desafío mayor: desarrollar y des-
plegar las capacidades amorosas que aparecen inhibidas y bloqueadas o de un
modo descontrolado y de mal gusto. Sin la capacidad de ternura y de caricia;
el despliegue de la comprensión, de la comunicación y el diálogo; la confi-
dencia, la fidelidad y el proyecto esperanzador, el sexo y la sexualidad pueden
terminar en simples contactos epidérmicos y superficiales.
Buscamos y aspiramos a un amor pleno, que se apoye en la verdad. Un
amor integral, comprehensivo, profundo, expansivo y feliz. Un amor que es
el principio y el fin de todo y sin el cual nada somos (I Cor. 13).
El amor se descubre en la vivencia y en la experiencia, lo percibimos a
través de la emoción y el sentimiento. Pero el amor no es solo vivencia y
sentimiento, es una posición frente a la vida, es una opción y una actitud.
Esto implica vivenciar y experienciar, reflexionar e integrar. El amar es un
arte y una disciplina (E. Fromm).
A continuación haremos este recorrido: Nuestro mundo interno es
dinamismo y complejidad, posee dimensiones que se superponen y se imbri-
can mutuamente. Detengámonos en algunas situaciones:
• ¿Por qué nos cuesta a veces pensar?
• ¿Por qué caemos en momentos de confusión?
• ¿Por qué una frustración nos deprime y todo lo vemos negro?
• ¿Por qué una satisfacción nos levanta el espíritu y tendemos a verlo todo
con entusiasmo?
• ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Todo se implica y se tiñe de la tonalidad afectiva y emocional del momen-


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to, de acuerdo a la personalidad y formación de cada uno.


Pero deseamos destacar niveles y secuencias:

• Está lo más primario, la afectividad más primitiva, las emociones más arcai-
cas conectadas con lo orgánico y con las necesidades de supervivencia
(comer, beber, respirar, descansar, expulsar). Es el mundo del deseo primi-
genio, lo que está en nuestro ser más profundo.
• En una segunda instancia, está lo que sentimos y experimentamos, los
afectos y sentimientos emergentes, a través de los cuales inferimos y pode-
mos llegar a lo profundo. Es lo que aparece y se nos devela (introspección)
y lo que nos revela frente a los demás por medio de nuestros gestos, signos
y señales (tan bien expresados por los humoristas y las tiras cómicas
mediante los rasgos faciales y corporales).

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E L I M PA C T O D E L A S E M O C I O N E S

• Y se da otra dimensión, fruto de una organización interna: El psiquismo,


en cada persona, comienza a decantar vivencias, a unir relaciones, a polari-
zarse en tal o cual valor o gusto o persona. Comienza a desarrollar ilusiones
y sueños, después busca concentrar los esfuerzos en un tema determinado
(motivación) y finalmente decide concentrar toda su energía en proyectos
específicos.
• Todo esto está contextualizado por el mundo externo: cultura, educación,
valores e imaginario social, que –al interiorizarse y organizarse– se hacen
convicción, motivación y proyecto de vida personal.

En otro nivel nos encontramos con el desarrollo y la presencia activa de las


instancias psíquicas superiores: cognición, volición, discernimiento, compromiso
y responsabilidad. Estas permiten y posibilitan no solo la construcción de víncu-
los y proyectos personales y familiares, sino también el desarrollo de la cultura y
de la comunidad humana.
Este proceso de la inteligencia emocional es el que desarrollaremos en las
siguientes partes:

• El sentir primordial, los afectos fundamentales: ¿qué nos pasa? ¿Por qué
sentimos? ¿Por qué no somos simples autómatas o ejecutores del hacer? Un
intento de describir este fascinante fenómeno de los afectos y emociones.
• En el mundo de los deseos, sueños, ilusiones y utopías intentamos descu-
brir qué hacemos con esas emociones que bullen desde adentro: son las
“búsquedas” de salida, de dar cauce concreto a esos sentires permaneciendo
en un estado imaginativo y de fantasías.
• No podemos quedarnos encerrados con tanta energía interior. En el
mundo de los proyectos y concreciones, intentamos concretar esas emocio-
nes y esos deseos o sueños. Aquí recuperamos la “voluntad” y aparecen los
temas tan dejados de lado en la época “light”: la elección, la motivación, la
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decisión y el compromiso responsable por alguien o algo que da sentido a


nuestra existencia.
• Esto requiere una “persona asertiva”, una personalidad desarrollada y con
la necesaria educación de las emociones: sin educación las emociones se
pueden distorsionar y truncar. Lo que estaba destinado a compartir y amar
puede atrincherarse en mezquindad y egoísmo cuando no en destructivi-
dad e ira. La educación de los afectos y sentimientos expande y despliega
lo mejor de cada uno para concluir en el gran logro que es la madurez
psico-afectiva y la personalidad asertiva.

Este libro también intenta lograr una mirada comprehensiva para captar
la complejidad del mundo emocional. Le damos también una secuencia dinámi-
ca que concluye con la imprescindible reflexión y educación del mundo emo-

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cional tanto en nosotros como en nuestras comunidades. Tarea difícil y ambi-


ciosa a la vez. Esto nos ha llevado, en cada parte a incluir el ítem para “Sentir,
pensar y reflexionar” que tiene dos objetivos:

1. Hacer una recapitulación sobre lo tratado en cada parte.


2. Incorporarlo a nuestra vida personal, familiar, sociolaboral, ciudadana y
política.

Esta obra no pretende ser erudita pero sí profunda, reflexiva y dialogante.


Mis fuentes de reflexión y diálogo se encuentran, en primer lugar, en mi vida y
mi historia personal, familiar y comunitaria. Mi teoría tiene sus raíces en la psi-
cología humanista, en la antropología personalista, en los clásicos del pensar
occidental y en algunos aportes del mundo oriental. Un aporte fundamental y
permanente es el de los consultantes: jóvenes, parejas y familias que concurren a
nuestro consultorio profesional. Un espacio de reflexión, confrontación y enri-
quecimiento sin igual lo constituyen los cursos, talleres y grupos de reflexión que
realizamos en el Cias y la Pastoral Prematrimonial y los que desarrollamos inten-
samente desde Koinonía y desde la Universidad (Facultad de Medicina - UBA).
Me inspiro, por supuesto, en autores clásicos y actuales que siempre tienen algo
que aportar, lo mismo que los colegas y la cultura popular que con sus dichos,
canciones y poesías me dan una vívida noticia de este mundo de los afectos.
Estoy convencido que si trabajamos nuestros afectos y nuestros vínculos
haremos, comenzando por nosotros y nuestro entorno, un mundo más humano,
un futuro más viable para nosotros y para las futuras generaciones.
Cada lector puede agregar sus aportes personales y, si es posible, acercarnos
sus propios descubrimientos y sugerencias. Se los agradezco profundamente.
Que esta obra nos enriquezca y nos acerque a todos.
Desde el afecto y desde la amistad,

Orlando R. Martín
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y

Primera parte

LOS SENTIRES PRIMORDIALES:


EL MUNDO DE LOS AFECTOS

Sin afectos no se comprende la conducta humana.


Anónimo

Una persona...
Me encuentro con mi nieto o mis hijos, con un amigo/a, con una compa-
ñera, con un alumno. Lo primero que experimento es una fuerte y, a la vez,
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delicada emoción de gozo y cariño... Charlamos, jugamos, conversamos sobre su


salud, su familia, su trabajo, sus preocupaciones... ¿Quién es esta persona?

• Es un cuerpo. Un organismo que vive y se desplaza, está conmigo y con-


versa, ocupa un espacio y tiempo. Está ahí.
• Al charlar siento un conjunto de necesidades, caprichos, enojos, pala-
bras, pensamientos, sobre cómo está viviendo él y su familia, sus trabajos y
sus proyectos, sus alegrías y tristezas.
• Él/ella es una persona que piensa y actúa, un sujeto que vive el presente,
que posee una historia y está cargado con ilusiones y deseos. Puede estar
contento o triste, eufórico o agresivo, no es una mera máquina inteligente.

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Es un sujeto emocional. Siente, se alegra o se entristece, fracasa o triunfa,


establece un dialogo interno con sus emociones, con sus expectativas.
Esta persona no es solo un alguien presente, un conjunto de conocimientos
y entrenamientos socioculturales y ocupacionales. Es un ser-siendo dotado de
posibilidades y deseos impresionantes.
Si deseo conocer y entrar en un vínculo con esta persona, es necesario que
sienta el mundo de sus ilusiones y deseos, de los afectos y emociones, su mundo
interno, su corazón.
Esta es la condición para conocerlo y comprenderlo. El mundo del corazón
es, entre otros, el mundo del sentir, del desear y del querer.
En el mundo del sentir o mundo de los afectos, que abordamos a continua-
ción, miraremos estos fenómenos y observaremos cómo aparecen y se expresan
estas emociones, y cómo se las agrupa.
De aquí que sea tan fundamental escuchar nuestro corazón, léase nuestro
mundo interno: él nos habla y nos da razones o anti-razones de existencia.
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1. LOS AFECTOS

Cuando vemos una conducta desconectada de los afectos,


en realidad no la comprendemos. “Es con el corazón
como vemos correctamente; lo esencial es invisible a los ojos”
Antoine de Saint-Exúpery

Para ver nos hacemos estas preguntas:

• ¿Qué son los afectos?


• ¿Qué es la afectividad?
• ¿Qué es sentir?
• ¿Cómo se expresa?
• ¿Qué significan en nuestra existencia?

Intentemos desarrollarlo.

Desde los afectos (Mario Benedetti)

¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?


Que uno tiene que buscarlo y dárselo...
Que nadie establece normas, salvo la vida...
Que la vida sin ciertas normas pierde formas...
Que la forma no se pierde con abrirnos...
Que abrirnos no es amar indiscriminadamente...
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Que no está prohibido amar...


Que también se puede odiar...
Que el odio y el amor son afectos...
Que la agresión porque sí, hiere mucho...
Que las heridas se cierran...
Que las puertas no deben cerrarse...
Que la mayor puerta es el afecto...
Que los afectos, nos definen...
Que definirse no es remar contra la corriente...
Que no cuanto más fuerte se hace el trazo, más se dibuja...
Que buscar un equilibrio no implica ser tibio...
Que negar palabras, es abrir distancias...
Que encontrarse es muy hermoso...

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Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida...


Que la vida parte del sexo...
Que el porqué de los niños, tiene su por qué...
Que querer saber de alguien, no es solo curiosidad...
Que saber todo de todos, es curiosidad mal sana...
Que nunca está de más agradecer...
Que autodeterminación no es hacer las cosas solo...
Que nadie quiere estar solo...
Que para no estar solo hay que dar...
Que para dar, debemos recibir antes...
Que para que nos den también hay que saber pedir...
Que saber pedir no es regalarse...
Que regalarse en definitiva no es quererse...
Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos...
Que para que alguien sea, hay que ayudarlo...
Que ayudar es poder alentar y apoyar...
Que adular no es apoyar...
Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara...
Que las cosas cara a cara son honestas...
Que nadie es honesto porque no robe...
Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo...
Que para sentir la vida hay que olvidarse que existe la muerte...
Que se puede estar muerto en vida...
Que se siente con el cuerpo y la mente...
Que con los oídos se escucha...
Que cuesta ser sensible y no herirse...
Que herirse no es desangrarse...
Que para no ser heridos levantamos muros...
Que sería mejor construir puentes...
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Que sobre ellos se van a la otra orilla y nadie vuelve...


Que volver no implica retroceder...
Que retroceder también puede ser avanzar...
Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol...
¿Cómo hacerte saber que nadie establece normas, salvo la vida?

Concepto
Tradicionalmente se habla de tres funciones psíquicas:

• La cognición y conocimiento que se expresa por medio de conceptos,


ideas, pensamientos, teorías;
• la conación o volición: es la toma de decisiones y los compromisos fruto
de la voluntad;

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• la afección, los afectos y la afectividad son la connotación emocional,


sentimental o pasional que acompaña nuestra vida y nuestras conductas.

Estas tres funciones no están separadas. Muchas veces se imbrican y se


confunden. Algunas son una mixtura como veremos más adelante.
Empecemos por los afectos, el término más genérico que abarca a las emo-
ciones, los sentimientos y las pasiones.
Afecto proviene del latín affectationis: “impresión interior que se produce
por algo o alguien”.
La afectividad está constituida por el conjunto de fenómenos psico-emocio-
nales de naturaleza subjetiva que implican sensibilidad o afección diferentes del
puro conocimiento. De ahí que se dice: es una persona afectiva (léase tierna, sensi-
ble, cariñosa...) o muy afectiva (sentimental, depresiva y lábil en sus emociones).
Estos afectos y afectividad suelen ser difíciles de verbalizar por su naturale-
za profunda y compleja, porque implican sensaciones viscerales, porque tocan y
parten del cuerpo.
Abarcan e implican a toda la persona. Producen movilizaciones y cambios.

¿Cómo emergen y se expresan?


Emergen y se expresan a través de cuatro vertientes o dimensiones muy
conocidas:

• La dimensión física-corporal: es todo lo pre-verbal o para verbal, es el cuerpo


hablando. Son las emociones y las pasiones (un rostro agresivo o sonriente).
• La psicológica o vivencias que conmocionan profundamente y que puede
producir estados de alegría o de euforia; de tristeza o de turbación. Son los
sentimientos.
• La cognitiva-lingüística o las verbalizaciones. Es la capacidad de expresar
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los sentimientos y las emociones.


• La conductual y proyectiva que conlleva a acciones constructivas o destruc-
tivas, conductas delicadas o violentas.

A través de estas señales podemos ver e intuir un mundo de afectos y sen-


timientos que nos tocan y nos llegan a nuestro propio corazón.
De estos cuatro caminos, los sentimientos son la forma más frecuente de
manifestar la afectividad. Hasta tal punto que la expresión “no tiene senti-
mientos” es sinónimo de no tener afectividad. De ahí que los sentimientos se han
constituido como la vía por excelencia para conocer el mundo de la afectividad.
¿Por qué ocurre esto? Porque los sentimientos, proviniendo de esa dimensión
sensible, no han quedado atrapados, sin cognición y sin palabra. Puede sentir y,
a la vez, puede expresar lo que siente. Ya podemos sacar un objetivo para la edu-
cación del corazón: aprender a conocer y expresar nuestras emociones.

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La afectividad es el modo en que somos impactados interiormente por el


mundo circundante (cosas, personas, educación, cultura) y por nuestras propias
vivencias; en esta interioridad personal se construye un universo de emociones,
sentimientos, pasiones, ilusiones, deseos, motivaciones, etc. Un sistema comple-
jo de fenómenos que pueden estar ordenados en un proyecto personal de vida o
estar anárquicamente yuxtapuestos en una existencia personal.

¿Son importantes en nuestra existencia?

• ¿Qué papel cumple el mundo afectivo y sentimental en nuestra vida humana?


• ¿No bastaría con el mundo intelectual y racional para existir?
• ¿Poseen algún rol orientador de la existencia o son ciegos como a menudo
se escucha?

Tratemos de responder estos interrogantes.

Significación existencial de la vida afectiva y los sentimientos


¿Qué son los sentimientos?
Los sentimientos son poesía como lo diría el recordado romántico Bécquer:

“¿Qué es poesía?”, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul.


“¿Qué es poesía?” ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.

El sentimiento es la alegría de la vida, es la posibilidad de realización. ¿Qué


sería de nosotros sin el mundo de los afectos? Ya Santa Teresa de Jesús expresó, de
modo poético y profundo, la significación existencial del mundo de los afectos:
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“El corazón tiene razones que la razón no comprende”.

Son las razones del corazón, las significaciones que nos aportan nuestros
sentires. ¿Son tan ciegos los afectos como se suele escuchar? Si son ciegos ¿cómo
pueden orientar nuestras vidas?
Nuestros sentimientos más profundos, nuestras pasiones y anhelos, son
guías esenciales, brújulas existenciales, patrones orientadores. Nuestra especie debe
gran parte de su existencia al poder que ellos tienen sobre los asuntos humanos.
Ese poder es extraordinario. Solo un amor poderoso –la urgencia de salvar a un
hijo querido, un chico indefenso, un amigo del alma– podría llevar a una perso-
na a pasar por alto el impulso de la supervivencia personal. Considerado desde
el punto de vista del intelecto, su sacrificio personal es discutiblemente irracio-
nal; desde el punto de vista del corazón, es la única elección posible, es esa luz

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interior que lo invita y conmina a colocar determinada conducta. Escuchemos


algunos dichos populares cuando a alguien se le pregunta porque hizo o dejó de
hacer algo arriesgado: “yo me guié por mi intuición” o “yo debería haberme
guiado por lo que sentía”.
Los sociobiólogos señalan el predominio del corazón sobre la cabeza en momentos
cruciales cuando hacen conjeturas acerca de por qué la evolución ha dado a las
emociones un papel tan importante en la psiquis humana. Nuestras emociones,
dicen, nos guían cuando se trata de enfrentar momentos difíciles y tareas dema-
siado importantes para dejarlas en manos del intelecto: los peligros, las pérdidas
dolorosas, la persistencia hacia una meta a pesar de los fracasos, los vínculos con
un compañero, la formación de una familia. Cada emoción ofrece una disposi-
ción definida a actuar; cada una nos señala una dirección que ha funcionado bien
para ocuparse de los desafíos repetidos de la vida humana. Dado que estas situa-
ciones se repiten una y otra vez a lo largo de la historia de la evolución, el valor
de supervivencia de nuestro repertorio emocional fue confirmado por el hecho de
que quedaron grabados en nuestros nervios como tendencias innatas y automáti-
cas del corazón humano (Goleman, La inteligencia emocional, 22).
Una visión de la naturaleza humana, la que aporta la Sociedad del conoci-
miento (como se da en llamar al siglo XXI) que pase por alto el poder de las
emociones es lamentablemente miope. El nombre mismo de Homo sapiens, la
especie pensante, (a no ser que se use la palabra “pensante” en sentido pleno)
resulta engañoso a la luz de la nueva valoración y visión que ofrece la ciencia con
respecto al lugar que ocupan las emociones y los sentimientos en nuestra vida.
Como todos sabemos por experiencia, cuando se trata de dar forma a nuestras
decisiones y a nuestras acciones, los sentimientos cuentan tanto como el pensa-
miento, y a menudo más. Hemos llegado muy lejos en lo que se refiere a destacar
el valor y el significado de lo puramente racional –lo que mide el cociente inte-
lectual– en la vida humana. Para bien o para mal, la inteligencia puede no tener
la menor importancia cuando dominan las emociones.
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Es verdad que los afectos y los sentimientos fuertes pueden hacer estragos
con el razonamiento y con la evolución de una vida. Esto debemos tenerlo muy
presente y lo abordaremos cuando trabajemos el apartado la necesaria educación
de los sentimientos y emociones. Pero también debemos enfatizar que la falta de
conciencia de los sentimientos y su modo adecuado de expresarlos puede ser rui-
nosa, sobre todo cuando se trata de sopesar las decisiones de las que depende en
gran medida nuestro destino: qué carrera seguir, si conservar un trabajo seguro o
cambiar a uno que supone más riesgo pero es más interesante, con quién salir o
con quién compartir, dónde vivir, qué apartamento alquilar o qué casa comprar.
Tales decisiones no pueden tomarse correctamente solo gracias a la racionalidad;
exigen sentimientos viscerales, y la sabiduría emocional acumulada gracias a las
experiencias pasadas. La lógica formal sola, nunca puede funcionar como la base
para decidir con quién casarse, en quien confiar o incluso qué trabajo aceptar;
estas son esferas en las que la razón sin sentimiento es ciega (Goleman, ib., 75).

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La necesaria armonía interna: la superación de los reduccionismos


y de las dicotomías
Los afectos, la racionalidad y la toma de decisión han estado siempre en tensión
y en antagonismo. A veces hemos suprimido una dimensión o nos hemos instala-
do en un solo aspecto, como lo suelen expresar (y rotular) los dichos populares:

• Es un/a intelectual (o racionalista)


• Es un/a sentimental (o sensiblero)
• Es un/a voluntarista (o formalista)

El hombre, la naturaleza humana, es una unidad integrada por energías y


polos de tensión. La tentación es optar por una o la otra. El desarrollo y la crea-
tividad humana están en la síntesis superadora y esto es fruto de la educación y
del desarrollo integral.
Como dice Goleman (ib., 49): en cierto sentido, tenemos dos cerebros, dos
mentes y dos clases diferentes de inteligencia: la racional y la emocional. Nuestro
desempeño en la vida está determinado por ambas; lo que importa no es solo el
cociente intelectual sino también la inteligencia emocional. En efecto, el intelec-
to no puede operar de manera óptima sin la inteligencia emocional. Por lo
general, la complementariedad del sistema límbico y la neo corteza, de la amíg-
dala y los lóbulos pre frontales, significa que cada uno de ellos es un socio pleno
de la vida mental. Cuando estos socios interactúan positivamente, la inteligencia
emocional aumenta, lo mismo que la capacidad intelectual. Y el fruto será una
toma de decisión pertinente.
Esto invierte la antigua comprensión de la tensión entre razón y sentimien-
to: no se trata de que queramos suprimir la emoción y colocar en su lugar la
razón, como afirmaban Descartes y Erasmo, sino encontrar el equilibrio inteli-
gente entre ambas. El antiguo paradigma sostenía un ideal de razón liberado de
la tensión emocional. El nuevo paradigma nos obliga a armonizar cabeza y
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corazón. Para hacerlo positivamente en nuestra vida, primero debemos compren-


der más precisamente qué significa utilizar la emoción de manera inteligente
Para entrar en el fascinante mundo de los sentimientos y de la afectividad,
haremos una nueva profundización y nos preguntaremos:

¿Qué es sentir?
“Esta persona no se conmueve por nada, es un/a insensible”.

Trataré de entrar en este mundo afectivo, en este ordo amoris tan inasible y
escurridizo pero tan fascinante y vital.
Empezaré por el fenómeno y el concepto más básico que es sentir (a seme-
janza del concepto pensar en el mundo intelectual); pasaré luego a señalar las

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características más específicas de las emociones, de los sentimientos personales y


de los sentimientos sociales y trascendentes. Lo haré de un modo muy sintético
ayudándome de gráficos y esquemas para ser lo más sencillo posible.
Lo primero que tenemos que decir es que no se debe confundir sentir de
sentimiento con sentir de sensaciones (sentir el color o el peso de un cuerpo, etc.)
El sentir que hablamos es el sentir interno, que es la movilización que se produ-
ce en nuestro interior por la presencia de un hecho o de una persona, De ahí que
lo conceptuamos así:

Sentir es implicarme en algo o con alguien, es involucrarme,


£
meterme.
En el pensar, analizar y reflexionar tomo distancia del objeto, lo escudriño
sin implicarme. En el sentir, en cambio, estoy inmerso en lo que siento hacia el
objeto o persona y lo percibo desde mis sensaciones, desde mi corporeidad, desde
mis vísceras.
Puede ser en presente o de modo anticipatorio: es el pre-sentimiento
(estado afectivo que hace que una persona presagie lo que va a suceder), y está
muy cerca de la intuición. También puede perdurar ese estado afectivo:

• Si es de modo grato y gozoso es el sentimiento de disfrute y de alegría.


• Si es de dolor y frustración nos encontramos con los sentimientos de tristeza,
sufrimiento y/o re-sentimiento (la gama es inmensa y las mezclas también).
• Este sentir empático puede ser con:
Un objeto, cosas.
Una idea, una cosmovisión, una ideología.
Lo trascendente (Dios).
Personas, compañeros, amigos, pareja, familia…
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Este implicarse es subjetivo: es posible hipotecarse por alguno de los extremos.


Si se hipertrofia el objeto, el sujeto muere; es la absoluta dependencia. Agrandando
el sujeto se cae en el narcisismo que cosifica y fagocita al otro (“yo”, “para mí”, “lo
que necesito”). En ambas situaciones no se da un vínculo interpersonal, una verda-
dera relación humana. (Como lo veremos en el punto número tres).

Tipos de afectos y de sentires


Para entrar en el mundo afectivo lo primero que haremos es una visión
sintética del sentir. La realizamos de acuerdo a su vinculación con lo orgánico, su
elaboración psíquica y relación con valores y proyecciones.

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Ă
Sentir Impulsivo –Agradable/Desagradable
Instintos, emociones, pasiones –Placer/Dolor
–Sed, hambre, frío
Å parte y está en lo orgánico –Deseo sexual
Å son necesidades básicas corporales –Enamoramiento
Å pocas representaciones mentales –Emociones y pasiones
Å reacciones intensas (Señales) destructivas

Ă
Sentir Psíquico y Espiritual Sentimiento del Yo
Sentimientos Personales –Amor-Odio
–Relación afectiva
SENTIR

Å Vinculado con alguna representación –Esperanza,


Å Pensamiento más tranquilo –Angustia frente a la vida
Å Proceso o estado delicado, íntimo, intenso –Alegría, tristeza, gozo
Å El sentir y el pensar se acompañan –Ternura
y complementan (Signos)

Ă
Sentir Social y Trascendente –Lo religioso, y trascendente
Sentimientos socio culturales y espirituales –Lo estético, lo creativo
y artístico
Å Es un sentimiento cargado de símbolos que –Lo ético
son producciones que pautan conductas y –Lo social, lo humano
generan conciencia y sentimientos de per-
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tenencia (Símbolos orientativos)

Martín O/1. Gráfico Sentir.

Los afectos en general. Análisis y profundizaciones del gráfico


Los afectos en general o sensaciones afectivas, son los modos de vincularnos
y de implicarnos con las personas, con los objetos, con el cosmos, con Dios. Se
fundamentan en la apertura existencial de la naturaleza humana, en la necesidad
de homeostasis y desarrollo personal, social y trascendental.
Algunas características:

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a. Requieren de la presencia de un estímulo percutor, un cuerpo, una imagen


o una fantasía.
b. Son expresivos, dan una señal, signo o símbolo al otro: una caricia, gesto
facial, palabra, bandera o colores.
c. Forman parte del carácter personal y social, agrupado en díadas: miedo /
rabia; vergüenza / alegría.
d. Las expresiones de afecto son adquiridas.
e. El objeto del afecto no es específico (salvo los que se apoyan en impulsos).
f. Se puede buscar la tensión o la orientación (vida orientada al placer).
g. Disminuye con el acto (acostumbramiento) o se acrecienta.
h. Se puede mitigar o disminuir intencionalmente el afecto.
i. Conectado con fantasías y valores.
j. Uno puede reprimir o desplazar a otro, sublimarse, canalizar.
k. No son necesidades inevitables.

Algunos de estos afectos son:

• Afecto sexual: el impulso y la sexualidad (instincte o trieb) son elaboracio-


nes que están condicionadas por la sociedad, la cultura y los valores. Por
eso la “sexualidad” desde el principio es un afecto sexual pero que se apren-
de y se desarrolla.
• Miedo: es una ansiedad o angustia ante un estímulo presente o posible.
• Vergüenza: afecto social por excelencia: es en relación a una prescripción
social o religiosa.
• Alegría y tristeza son los sentimientos básicos.
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A continuación veremos los afectos en particular.

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2. IMPULSOS, EMOCIONES Y PASIONES

Las emociones afectan nuestra vida diaria e influyen en nuestras decisiones.


Literalmente, las sentimos en el cuerpo y las manifestamos en nuestras expresio-
nes faciales.
Las personas que logran una sana salud mental o lo que comúnmente
denominamos inteligencia emocional, son conscientes de los pensamientos,
sentimientos y comportamientos que les acontecen.
Lo importante es saber qué son las emociones y aprender cómo manejarlas
para poder superar el estrés de los problemas diarios y de ese modo tomar mejo-
res decisiones. El aprender a manejar las emociones ayuda a que tengamos una
mejor salud y que experimentemos mejores relaciones con las demás personas.
Todos los días nos suceden cosas que producen que sintamos emociones,
por eso es tan importante vivir con inteligencia emocional (ver Goleman, El
derebro y la inteligencia emocional).
Los impulsos están basados en la biología: se relacionan con el instinto de
conservación, son individualistas, no disminuyen con el hábito o la negación
(pensemos en sentir sed: el negarla no hará que ésta desaparezca). Se repiten
siempre. Son indicadores de necesidades que han de satisfacerse.
La emoción es un episodio psíquico, una reacción compleja, intensa, acom-
pañada de reflejos. Puede ser primaria o derivada. Existen emociones negativas o
destructivas (ira, rencor, rabia) y positivas (el enamoramiento es un ejemplo).
Las pasiones son estados emocionales muy intensos y durables (pasión por
la música, por el sexo, por el deporte o estar apasionadamente enamorado). En la
medida que una pasión se estabiliza en la biografía de una persona, que adquie-
re consistencia y motivaciones se va desarrollando una ilusión, una actitud, una
motivación de vida, una esperanza. También existen pasiones desordenadas que
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estructuran o condicionan una vida alrededor de un anti-valor o de una obsesión


(como veremos más adelante)

Impulsos y emociones
Características de las emociones
Toda emoción va acompañada de una connotación o tonalidad afectiva
que suele ser descripta bipolarmente como:

• Agradable / desagradable
• Placentera / dolorosa
• Intensa / pasajera

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Emociones y pasiones
Hay emociones pasajeras, fugaces agitaciones del ánimo y están en función
de la supervivencia. El que tiene un ataque de ira o tristeza dejará de tenerlo
dentro de un rato o cuando se duerma. En ese lapso puede realizar actos muy
destructivos para otros o para sí mismo, incluidos homicidios y suicidios.
Las pasiones, en cambio, son emociones duraderas y permanecen. Al menos
por un tiempo (“estoy apasionado por...”). La pasión es un estado intenso y
vehemente de la afectividad que puede eclipsar las otras áreas de la persona y nos
vuelve monotemáticos (u obsesivos por algo) y nos puede hacer perder la capa-
cidad de pensar y discernir. La pasión se hace prioritaria en nuestra existencia.
El enamorado, el ambicioso, el envidioso lo están día tras día incluso cuan-
do se despiertan (“está loco por…”). La pasión atraviesa el conjunto de los fenó-
menos psíquicos sin que los mismos impidan su continuidad y permanencia.

Las emociones son los sentires más viscerales


£
y las pasiones tienen un carácter emocional vehemente,

“Tu corazón es libre, escúchalo”.


Expresa lo que tu corazón siente,
£
no lo que tu mente imagina

Tipos de emociones

• Las emociones satisfactorias y constructivas.


• Las emociones más básicas y perceptibles a la experiencia son:
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Sed, hambre, respiración;


temperatura adecuada (ni frío ni calor extremos);
la necesidad de seguridad;
la contención afectiva y vincular;
la expresión afectiva y sexual;
el enamoramiento y los vínculos de proximidad;
las necesidades de desarrollo y expansión;
las necesidades de afiliación, de pertenecer o estar incluido en un grupo.

Estas emociones parten de necesidades o deseos intensos y generan un


estado emocional y conmocionante que no cesa hasta que esas necesidades o deseos
son satisfechos.

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Este tipo de emociones son fundamentales para la subsistencia y para el desa-


rrollo humano, y cuando no se satisfacen adecuadamente generan en la persona
alteraciones muy fuertes en su personalidad. Por ejemplo, en el caso de un niño que
no puede satisfacer sus necesidades físicas y fisiológicas, tendrá fuertes peligros de
perturbaciones neurológicas y de desarrollo mental. Los que no satisficieron las
necesidades de seguridad, se encontraran con situaciones de miedo y angustia fren-
te a todo lo desconocido. Los que no satisficieron las necesidades de afiliación y
pertenencia se encontraran con permanentes desarraigos y con fuerte incapacidad
para desarrollar vínculos duraderos y profundos. Aquellos que no pudieron desa-
rrollar vínculos y afectividad profunda (amor) les costara salir de su Yo y vincularse
con el otro y un nosotros, quedando encerrados en sí mismos. Por último, aquellos
que no pudieron alcanzar (ya sea de manera individual o grupal) cierto grado de
logros, desarrollos y realizaciones, tampoco pueden experimentar gozos por los
bienes comunes, por el triunfo de su colectivo, y se reducen a los bienes particula-
res e individuales. Sería interesante pensar como esto se puede aplicar para poder
comprender nuestra realidad, cuántos talleres se pueden organizar para ir encausan-
do nuestras necesidades y nuestras aspiraciones como pueblo/familia.
Las necesidades expresan un desequilibrio que puede ser físico, hormonal
o afectivo y requieren su satisfacción. Cuando son satisfechas movilizan a otras
realizaciones. Porque además de satisfacer una necesidad para existir, impelen y
movilizan a nuevas búsquedas, expanden la personalidad, la llevan a nuevos
horizontes. Y esto es fundamental para el crecimiento del hombre y el desarrollo
de la humanidad. Y de este modo se construye el desarrollo de una personalidad,
de una comunidad o de una familia.
También es constatable la presencia de emociones y actitudes que no son
constructivas y que no contribuyen ni a satisfacer las necesidades de los demás
ni a dejarlos vivir en paz.
Estas emociones destructivas se dan mixturadas y son poli-causadas.
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Funcionalidad de las emociones


El mundo emocional es el nivel más anclado en lo orgánico y biológico,
muy ligado a las necesidades y los impulsos básicos, con escasa o nula represen-
tación mental y conceptual.
Las emociones están en función de la supervivencia individual y de la especie.
Es la conducta y la reacción más arcaica, primaria y espontánea. Si no
existieran estas emociones, la especie no habría superado las dificultades, las
amenazas de la naturaleza y los peligros que en un modo permanente acecharon
a la raza humana en sus orígenes y lo hacen aún hoy. Todo esto ha quedado
grabado en nuestro sistema nervioso primitivo o simpático, y actúa siempre que
sea necesario. Por eso, en este momento estamos en una situación de estrés per-
manente. Nuestros sistemas de alarma están actuando de un modo continuo, sin
relax y sin reposo. Por eso los sistemas médicos, psicológicos, espirituales, están

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invitando a crear espacios y momentos de relajación, esparcimiento, y gozo. Hoy


se dice que todos necesitaríamos por día 10 abrazos para vivir un poco más cal-
mos y con alegría.

El mundo de las pasiones


“Nada grande se realiza sin pasión”.
Hegel, Lecciones de Filosofía de la Historia

Características
Las pasiones constituyen el aspecto intenso, vehemente y fagocitador de la
afectividad (Rojas) que margina a la inteligencia, el discernir y los sentimientos
más tiernos.
La pasión –en su grado más extremo– es la expresión más intensa de la
emoción. Margina la presencia del pensar y reflexionar (al menos transitoriamen-
te) y somete a la persona a sus pulsiones más primarias. Su influencia se observa
en el calentón que no escucha ni admite razonamientos, en la venganza sin lími-
tes o en la vehemencia impulsiva.
Los antiguos clásicos censuraban estas pasiones porque quitaban la libertad
y la posibilidad de ser Kyrios, señor de todas las cosas. En la Ilustración (siglo
XVIII) eran despreciadas. En cambio los Románticos (siglo XIX) las considera-
ban fuente de inspiración.
Hoy, como lo hacía Hegel, son consideradas de gran importancia para
cualquier emprendimiento personal, social, deportivo (“hay que poner lo que
hay que poner”) o emprendimientos comerciales (“ponerse la camiseta”) o artís-
ticos, culturales o religiosos (“estas cosas no se logran sin trabajo, sin pasión o sin
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entusiasmo”).

Distinciones
¿Por qué estos significados y apreciaciones tan diferentes?
El término pasión y sus derivados, se utilizan cotidianamente desde distin-
tos lugares y con desiguales significaciones
En primer lugar hagamos esta distinción: Las pasiones y el estar apasionado.

a. Las pasiones (como sustantivo) pertenecen al mundo de la emociones


como lo señalamos anteriormente. Surgen de una necesidad o de un deseo inten-
so. Buscan satisfacerse imperiosamente (necesidades de subsistencia), o con
vehemencia (compañía, expresión sexual). También encontramos a las pasiones

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muy ligadas a deseos fuertes, vehementes y hasta descontrolados (celos, ira des-
tructiva, amor pasional), y las relacionadas a funciones simbólicas de placer,
acopio, dominio o destrucción (avaricia, gula, destrucción, tiranía). Cuando la
persona pierde el control de si, irrumpe la pasión desordenada con todas las con-
secuencias conocidas. Estas pasiones se salen del carril, se “desmadran”.

b. Estar apasionado (como adjetivo o tonalidad afectiva) es una cualidad


que impregna un acto, una acción o una actitud. Esto es lo que queremos signi-
ficar cuando decimos “Esta persona le pone pasión a todo lo que realiza”, “Pedro
ama apasionadamente”, “Ana sigue su vocación, la docencia, con pasión”.
Cuando esta tonalidad afectiva es realizada por una persona consciente es
signo de entusiasmo, compromiso, vehemencia, garra y constancia en su accionar.
Es cuando deseamos que alguien asuma su trabajo o tarea con entusiasmo, con
pasión. Y hasta nos duele cuando no ponen empeño y vigor en sus proyectos.

Personalidad y mundo afectivo


Nuestra personalidad está impregnada de emociones, sentimientos, deseos,
ilusiones y pasiones. El tema es cómo organizamos este mundo y con qué crite-
rios. Cuando decimos que alguien es iluso, romántico, utópico o idealista, ¿qué
estamos diciendo? Cuando decimos que sus sueños no se proyectan en hechos
concretos (un proyecto coherente), que no hay deseos o no le pone pilas, que es
un desganado, un abúlico, “no tiene sangre en las venas”; o que es violento, agre-
sivo, avaro o tirano ¿qué estamos diciendo?
Analicemos estas dos áreas polares.

Las emociones y las pasiones “desordenadas”


En la filosofía antigua y en la teología se dedicaba un espacio de reflexión
muy extenso al trato de las pasiones y, en concreto, al de las pasiones “desordena-
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das” y los “pecados o vicios capitales”.


Hablar de pasiones desordenadas supone la existencia de pasiones ordena-
das, reguladas desde un psiquismo (psiqué) y especialmente por el espíritu (nous).
Cuando se daba este ordenamiento, la persona lograba la paz (“la tranquilidad
en el orden” al decir de San Agustín).
No es nuestra meta hablar en extenso de las pasiones desordenadas pero sí
hacer una breve incursión en el tema ya que, en estos momentos, está preocu-
pando el surgimiento de las emociones destructivas (Goleman D. Emociones des-
tructivas. Cómo comprenderlas y dominarlas. Un diálogo científico con el Dalai
Lama) y las llamadas Emociones tóxicas (Stamateas, B., Emociones tóxicas. Cómo
sanar el daño emocional y ser libres para tener paz interior), temas que están
haciendo estragos en la salud no solo psíquica sino en la salud y convivencia
humana.

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Emociones desordenadas por exceso


Al respecto, recordamos la clásica clasificación de los siete pecados capitales
(de San Juan Casiano y San Gregorio Magno) alrededor de los cuales se indicaba
el desorden moral. Ellos son la soberbia, la avaricia, la gula, la lujuria, la ira, la
envidia y la pereza. A estos habría que agregarle los pecados de nuestro tiempo:
la indiferencia, el cinismo, la violencia, el desprecio y la hipocresía.
Tomemos un ejemplo: la agresividad.
¿Es necesaria para existir? ¿Cuándo es una actitud equilibrada? ¿Cuándo es
una emoción desordenada y hasta una perversión?
La agresividad es esa energía vital imprescindible para vivir. Es esa
capacidad para afrontar lo difícil y lo conflictivo. Es la fuerza que necesita el
helecho para abrirse paso en la tierra o entre las rocas, es la potencia que tienen
que adquirir una mariposa o el ser humano para poder volar o simplemente
caminar, es la potencia o virilidad que necesita el varón para poder copular. Sin
esa energía tonificada y adiestrada no podríamos desplazarnos, buscar nuestros
alimentos, tener intimidad, vivir.
Sin esta energía nos dejamos morir. Es lo que ocurre con el marasmo o depre-
sión del infante cuando un niño no se siente deseado ni querido (tema tan bien
estudiado por el Dr. Spitz en los antiguos orfelinatos). ¡Cuánto se podría hablar
de este tema hoy! ¿Qué ocurre cuando nuestra vida pierde o no encuentra sentido
y caemos en una profunda depresión? No tenemos fuerza ni para levantarnos ni
para tomar un vaso de agua. Y si no nos obligan nos dejamos morir simple y
literalmente. ¡Cuánto de esto conocemos y se palpa en nuestra sociedad actual!
¿Pero qué ocurre si esta energía no es encausada, adiestrada y en ciertas
situaciones sublimada y controlada? Puede derivar en múltiples situaciones. He
aquí algunas:

• Enojos, berrinches y caprichos: muy típicos en la infancia y niñez, son


expresiones de un yo acopiador y que aún no aprendió el gozo del compar-
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tir. Si no son encausados, dan paso a la prepotencia y la violencia.


• Torpezas: es lo típico del púber cuando comienza su desarrollo y no lo ha
incorporado en su esquema corporal, quedando muy lejos de una delicade-
za y firmeza madura.
• Ira y broncas: pueden surgir en reacción a injusticias, frustraciones e impo-
tencias. Bronca y rabias lógicas y que, acompañadas de la capacidad de
reflexión, llevan a los cambios necesarios. Está también la ira, como un deseo
desmedido de venganza que no para hasta ver destruido su objeto de odio.
• Violencia y violación: la violencia en sus distintas formas y con distintas
variedades: social, familiar, laboral; con todas las consecuencias tan cono-
cidas y con el correlato de la inseguridad tan destructivo de los vínculos y
de la paz social.

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Cuando esta violencia está conectada con el atropello de la persona y lo


sexual nos encontramos con las situaciones dramáticas del abuso, estupro, trata
y violaciones.
Este es un simple muestreo del desorden por exceso. Podríamos tomar
cada una de las pasiones que dan origen a los desórdenes emocionales, analizar por
qué se desordenan y ver cómo esas emociones se deben orientar y educar.

Emociones desordenadas por defecto o ausencia


El desorden puede ser por defecto o por omisión, por negligencia o pereza,
o por falta de educación afectiva.
Este tema ha sido trabajo por Enrique Rojas en El amor inteligente. Rojas,
comentando el analfabeto emocional de D. Goleman, introduce un término muy
significativo: la persona alexitímica. Esta persona que no puede expresar sus
emociones y sentimientos, es la que aparece como indiferente y, por supuesto,
abúlica y desganada. La que le cuesta responder y reaccionar. Es la que crea un
vínculo frío, formal, sin calor y sin expresividad.
Aquí tenemos un excelente ejemplo de no desarrollo del afecto y emocio-
nes, muy típico en el mundo erótico. Es el clásico mandato al hombre viril=ma-
cho: el hombre no llora, no siente, es falocéntrico y con represión afectiva.
Simplemente se anula, no se deja aflorar el afecto y la emoción.
¿Pero el hombre alexitímico será simplemente inexpresivo? ¿O derivará en
otras situaciones?
En primer lugar es una afectividad muy rígida, que no suele admitir ni
dialogo ni otra opinión. En segundo término se desencadenan otras emociones,
en especial el enojo, la agresión y la violencia torpe. En tercer lugar el clima
vincular se hace insostenible. Es decir el vacío no queda vacío, es ocupado por
otras emociones más arcaicas y primitivas. El amor tierno es sustituido por un
amor posesivo, por un poder fálico u otras emergencias arcaicas.
Esta situación del varón suele acoplarse con una mujer muy pasiva y cum-
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plidora de conductas de rutina con un marcado escepticismo y resignación (el


síndrome de Burnout o el “estar quemada” como dice E. Rojas).
Estas emociones desordenadas por defecto no solo se dan en lo personal, se
dan también en lo colectivo. Son los pecados sociales por omisión, por ejemplo, el
no atestiguar cuando se requiere su presencia para señalar las causas y responsa-
bles de un accidente, los círculos de silenciamiento en la trata de personas, el no
cumplimiento de las leyes laborales con las injusticias que trae aparejadas, el no
participar en momentos cívicos de un país “porque no me tocó a mí” o “no tiene
que ver conmigo” y el hablar en tercera persona de un grupo del que se forma
parte: “en este país”, “los gobiernos de este país”.
Con estas carencias del analfabetismo emocional (ya sea por exceso o por
defecto) es muy difícil construir una pareja con un vínculo sólido y armónico, es
muy difícil una convivencia armónica y feliz, siendo también difícil construir

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una Sociedad Participativa, una democracia verdaderamente real, inclusiva e


incluyente, y no una mera enunciación formal.

Emociones integradas en una personalidad (ordenadas)


¿Qué decimos cuando decimos que son emociones desordenadas?
¿Cómo logramos un desarrollo saludable?
¿Por qué en el medio se encuentra la virtud?
Cuando decimos que las emociones están desordenadas, nos referimos a
que no están desarrolladas adecuadamente ni integradas en la personalidad. Con
esto significamos la importancia de que las emociones sean asumidas, ya que son
parte constitutiva de nuestra existencia y además están integradas en un cosmos
de afectos y en una relación vincular con todas las otras dimensiones de la per-
sonalidad, en concreto con el área cognitiva y conativa o de la volición. Sin esta
integración, la personalidad se disgrega y no se da la armonía, el orden, en defi-
nitiva el bien y la felicidad.
Cuando una emoción se queda sola y se dispara, se desordena, se hipertro-
fia y tiene el peligro de aplastar o anular otros afectos.
Razón tenían los de antes cuando decían; “el bien es fruto de la presencia
integral de causas, lo malo –sufrimiento, dolor, frustración– consecuencia de
cualquier ausencia. Y esto es la virtud, la persona virtuosa”
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3. LOS SENTIMIENTOS DE CERCANÍA Y PROXIMIDAD

Los sentimientos de cercanía y proximidad, también conocidos como sen-


timientos personales, se han constituido en la vía regia para conocer nuestro
sentir y nuestro mundo íntimo.
Son estados íntimos, a menudo intensos, complejos y difícilmente explica-
bles que se experimentan, permanecen y expresan. Estos estados cualifican una
vida personal que puede ser triste, alegre, esperanzada, optimista, etc.
Sobre las emociones y los sentimientos, muchos filósofos, psicólogos y
poetas han investigado y escrito muchísimo. Algunos hablan de emociones pri-
marias, otros, de sentimientos fundamentales asociados en familias y agrupacio-
nes. Veamos algunos ejemplos:
Scheler en Teoría y formas de la simpatía habla de:

• Sensaciones afectivas: placer y dolor (físicos).


• Sentimientos vitales: que atañen a todo el organismo (plenitud, laxitud, ten-
sión).
• Sentimientos psíquicos y espirituales: que atañen a determinados valores (sen-
timientos del yo, amor y odio, gozo y tristeza).
• Sentimientos metafísicos: sentimientos profundos (esperanza, serenidad, éxta-
sis).

¿Cuáles son?
Para Maisonneuve (ver Los sentimientos), los sentimientos fundamentales
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están agrupados en polos:

• Polo del psiquismo espiritual. Alegría y tristeza: dolor del psiquismo, a


diferencia de la díada placer-dolor que habla de sensaciones afectivas o
emociones.
• Polo de sentimientos del yo: sede y objeto de la propia persona.

Sentimientos hacia sí mismo Sentimientos sociales


Amor propio Vergüenza
Sentimiento de inferioridad Interés
Dignidad moral

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• Polo de la toma de interés en la relación afectiva con el otro. Amor y odio.


• Polo de estar en el mundo y en el tiempo. Angustia y esperanza.

Si relacionamos los polos afines nos encontraríamos con lo siguiente:

• Placer - alegría - amor y esperanza: es la esfera de la expansión, la comunión


y de la confianza: la esfera del sí.
• Dolor - tristeza - odio y angustia: es el mundo de lo negativo, de la retrac-
ción, el aislamiento y la desconfianza: la esfera del no.

Funcionalidad
Los sentimientos personales, que denomino de vincularidad primaria e
íntima nos revelan con quien estamos y como nos sentimos frente a ellos. Son
la atmósfera donde se desarrollan nuestros vínculos más cercanos y más íntimos.
Nos crean el sentido de pertenencia básica (pensemos en el amor de pareja y de
familia, en el compañerismo y la amistad).
No es de extrañar que hayan sido estos sentimientos los más trabajados y
los más expresados por los poetas.
Sentimiento del Yo:

• Amor - Odio.
• Relación afectiva.
• Esperanza.
• Angustia frente a la vida.
• Alegría, tristeza, gozo.
• Ternura.
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En el gráfico se muestran los diferentes modos de vincularse y relacionarse.


Son esquemas que nos permiten ver dimensiones, poderes y dependencias entre
las personas. El óvalo externo representa la atmósfera o clima que rodea e
impregna la relación; los óvalos internos las personas, su presencia y su modo de
vinculación. Se pueden dar las siguientes posibilidades:

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Modos de sentir y de vincularse con otra persona

Vínculo respetuoso e igualitario,


YO TÚ distancia óptima entre las personas.

El YO absorbe al TÚ, un YO narcisista, un


TÚ dependiente

YO TÚ

Ă
Vínculos simbiotizados (empastados),
ausencia de distancia

Ă
YO TÚ
Un YO dependiente, un TÚ absorbente y
dominador

Vínculos distantes:
Relaciones paralelas
YO TÚ Relaciones agresivas
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Relaciones de indiferencia

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4. LOS SENTIMIENTOS SOCIALES Y DE TRASCENDENCIA

Estos sentimientos son la vía regia para conocer nuestro anclaje socio cul-
tural y nuestros sentidos de pertenencia comunitarios
Los sentimientos sociales son moldeados por las objetivaciones culturales
y trascendentes; implican un encauzamiento de los impulsos. Llevan a ajustarse,
a pertenecer a la vida social o a apartarse de las prescripciones sociales. Ayudan
a desarrollar sentimientos de familia, religiosos, comunitarios, políticos, ecológi-
cos, etc. Mediante estos sentimientos se desarrolla una preocupación por el
mundo circundante y a la vez una conciencia y sentido de pertenencia. Por eso
también se constituyen en sentimientos orientativos.
La cultura actual ha puesto énfasis en los sentimientos personales. Son
íntimos y de cercanía, ya que giran alrededor de la pareja, de la familia y las
amistades. Aun así, tenemos dificultades. Pero los sociales y de trascendencia han
sido aun más descuidados (el clásico “no te metas, viví tu vida”) con la consi-
guiente pérdida de valoración de los bienes comunes, de los valores y de las
actitudes correspondientes.

¿Cuáles son?

• Sentir patrio, cívico.


• Lo religioso, y trascendente.
• Lo estético, lo creativo y artístico.
• Lo ético.
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• Lo social, lo humano.
• Lo ecológico.

Actitud y sentimientos orientativos


Los sentimientos mencionados son orientativos si cumplen una función
social de encauzamiento y superación. Ayudan a detectar el bien común de un
determinado grupo humano (familia, escuela, barrio, ciudad).
Son experiencias, aprendizajes o conocimientos sociales y de socialización.
No son sentimientos orientativos por imposición; son fruto de la educación y de
la cultura de involucramiento y de participación.
Dan seguridad familiar y social; contención, solidaridad, sociabilidad.
Generan conciencia de convivencia y sentimiento de inclusión.

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Se constituyen en los sentimientos básicos para una comunidad, una socie-


dad o un país.

Funcionalidad
Crean conciencia de una determinada necesidad o problemática social,
sentido de pertenencia, crean y desarrollan Koinonía (comunicación, comunión,
solidaridad, participación, sinergia grupal y social).
Algunos de estos se expresan:

• En la acción directa: en el trabajo, con perseverancia y constancia;


• en el pensar, la cultura, la creatividad;
• en relación al sentido, a gustos, actividades e intereses (sensus communis);
• en el contacto con otras personas y con grupos humanos.

Los sentimientos orientativos son vivencias complejas que, si se sustentan


en convicciones y valores, crean actitudes que dan sentido a una vida.
En estas actitudes vitales, el aspecto afectivo desempeña un papel central.
Los sentimientos son más complejos y personales que las actitudes (no es
lo mismo poseer una actitud favorable hacia el “interior” o la patria que tener un
sentimiento patrio del interior).
Los sistemas y escalas de valor tienen casi el mismo carácter, pero con un
factor de juicio mucho más explícito. De acuerdo a los valores seleccionados
(consciente o inconscientemente) y a esas actitudes surgirá la organización de la
vida en proyectos personales, y, fruto de ello, los diferentes estados de ánimo y
la consecuente búsqueda de la felicidad.

Es necesario rescatar los sentimientos de humanidad


Parangonando a L. Boff nos animamos a decir: Observando los escenarios
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sociales a nivel de mundo y de nuestro país nos llenamos de abatimiento. Es


doloroso ver la falta de sentido humanitario de los países ricos frente a los pobres
y de los grupos pudientes frente a los carenciados.
Es grande el abatimiento por el hambre de millones de personas, debido a
la desorganización introducida por el agro negocio mundial y a la especulación
de los mercados de materias primas.

• Día a día nos alertan acerca del caos ecológico que se está instalando en la
Tierra, que amenaza la biodiversidad, y a la propia especie humana.
• Sigue la desenfrenada voracidad y acopio productivista, deforestando, con-
taminando aguas y envenenando suelos.
• No se sabe hacia dónde estamos yendo. Lo cierto es que la prolongación
del viaje de la Tierra, limitada en recursos y averiada en muchos puntos,
puede provocar un desastre colectivo.

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• Esta situación, como bien lo demostraron Michael Löwy (franco-brasileño)


y Robert Sayre, lleva a lo que es el título del libro de ambos: Revolta e
melancolia (Vozes, 1995). A la revuelta contra el exceso de materialismo,
contra el espíritu utilitarista en la relación con la naturaleza, contra la infla-
ción del esprit de géométrie pascaliano y contra la dominación burocrática y
el desencanto del mundo.
• Lleva a la melancolía frente a la anemia espiritual dominante en la cultura,
la ausencia de la razón sensible y cordial que funda el respeto a la alteridad,
la ética del cuidado y la responsabilidad universal.
• Hubo en el pasado, y continúa en el presente, un movimiento cultural que
se opuso a lo que convencionalmente se llamó «espíritu del capitalismo»,
estudiado en detalle por los dos autores citados: el Romanticismo. Necesitamos
superar el sentido convencional de romanticismo que lo identifica con una
escuela literaria o artística.
• El espíritu y la cultura humanista es algo más complejo y profundo. Se trata
de una cosmovisión, de una forma de habitar el mundo, no solo prosaicamen-
te con artefactos, máquinas, ordenaciones sociales y jurídicas, sino de habitar
poéticamente el mundo al articular la máquina con la poesía, el trabajo ruti-
nario con la creatividad, el interés con la gratuidad, la objetividad en los
conocimientos con la subjetividad emocional, el pan trabajosamente ganado
con la belleza fascinante de las relaciones calurosas. Esto hay que rescatarlo.
• La sociedad de la tecnociencia y del conocimiento nos mandó al exilio, nos
robó el sentimiento de un hogar y de una patria, y, principalmente nuestra
capacidad de conmovernos, de llorar, de reír con gusto y de apasionarnos
por la naturaleza y por la vida.
• Estamos viviendo bajo el «sol negro de la melancolía», pero no solo los
humanistas son afectados por esta melancolía, sino también los adeptos a
la cultura imperante. Un devastador vacío existencial marca a millares de
personas que tratan de llenarlo mediante el consumo desenfrenado.
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• Esta condición humana suscita de nuevo la utopía. Nace de la convicción


de que el mundo no está fatalmente condenado a la melancolía sino a la
esperanza y a la ilusión.
• Hay en cada uno de nosotros y en la sociedad virtualidades y potencialida-
des aún no ensayadas que, puestas en práctica, pueden re encantar y re
orientar la vida.
• Es, pues, una utopía necesaria, que debe traducirse en proyectos involu-
crantes y participantes de desarrollo y de participación social y ciudadana.

Recapitulando: si no desarrollamos los sentimientos sociales y orientativos


perdemos el sentido de la sociedad como un lugar de acogida, un lugar que vale
la pena vivir; nos retrotraemos a sentimientos de tristeza y melancolía, de falta
de horizontes. Hemos perdido las ganas de vivir el disfrute por la vida y esto es

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lo que percibimos en tantos grupos sociales, (ver grupos de indignados en sus


diversas expresiones).
Sin sentimientos orientativos hemos perdido el sentido de pertenencia
gozoso a esta raza humana, de ahí la necesidad de recuperarla con prontitud.
Hoy es más fácil rescatar la pertenencia local que la nacional.

Glosario del Mundo Emocional


Agruparemos estas emociones y sentimientos, vistas en esta primera parte,
por proximidad intencional o de contenido, para ver gradualidades y asociacio-
nes que pueden ocurrir.
Estos vínculos nos señalan que el mundo emocional está profundamente
imbricado y conectado con el mundo de los juicios y valores. Nosotros los dis-
tinguimos y los separamos para un análisis más detallado y un estudio didáctico.
Pero la vida emocional es una unidad compleja. Veamos:

• Ira: furia, ultraje, resentimiento, cólera, exasperación, indignación, aflic-


ción, acritud, animosidad, antipatía, fastidio, irritabilidad, hostilidad y, en
el extremo, violencia, odio patológico.
• Tristeza: congoja, pesar, melancolía, pesimismo, pena, autocompasión,
soledad, abatimiento, desesperación y, en casos patológicos, depresión grave.
• Temor: ansiedad, aprensión, nerviosismo, preocupación, consternación,
inquietud, cautela, incertidumbre, pavor, miedo, terror; en un nivel psico-
patológico, fobia y pánico.
• Felicidad: gozo, alegría, alivio, contento, dicha, deleite, diversión, placer,
estremecimiento, embeleso, gratificación, satisfacción, euforia, extravagan-
cia, éxtasis y, en el extremo, manía.
• Amor: aceptación, simpatía, confianza, amabilidad, afinidad, devoción,
adoración, infatuación, ágape (amor espiritual).
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• Sorpresa: admiración, conmoción, asombro, desconcierto.


• Disgusto: desdén, desprecio, menosprecio, aborrecimiento, aversión,
repulsión.
• Vergüenza: culpabilidad, molestia, disgusto, remordimiento, humillación,
arrepentimiento, mortificación, contrición.

No cabe duda de que esta lista no resuelve todas las preguntas que se plantean
acerca de cómo categorizar la emoción. Por ejemplo, ¿qué podemos decir de com-
binaciones tales como los celos, una variante de la ira que también se mezcla con
la tristeza y el temor, con la inseguridad y falta de identidad? ¿Qué podemos decir
de las virtudes, como la esperanza y la fe, el coraje y la indulgencia, la certeza y la
ecuanimidad? ¿O de algunos de los vicios clásicos, sentimientos como la duda, la
complacencia, la indolencia y la apatía o el aburrimiento? No existen respuestas
claras. El debate científico acerca de cómo clasificar las emociones continúa.

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Para sentir, pensar y reflexionar

Después de haber visto la riqueza y complejidad de los sentimientos y las


emociones, nos preguntamos: ¿qué significan en nuestra existencia? ¿Cómo se
pueden desarrollar? En definitiva ¿son educables y modificables o permanecen
estáticos? Nosotros pensamos que van evolucionando, cambiando y desarrollán-
dose de acuerdo al trabajo personal y fundamentalmente a las experiencias viven-
ciales y vinculares.
Este proceso implica varios pasos; una introvisión o conocimiento interno,
una expresión y verbalización, y una escucha, un cuidado que nos hacemos a
nivel personal y fundamentalmente comunitario. De hecho una psicoterapia
vincular profunda es una experiencia emocional correctiva que se da entre las per-
sonas que se vinculan.
En este capítulo vimos los afectos, emociones y sentimientos de un modo
simple pero comprehensivo.
Después de esta lectura nos podemos hacer muchas preguntas. Se nos ocu-
rren, entre otras, las siguientes:

Reflexiones personales

• ¿Tenía conciencia de la complejidad del mundo de los afectos?


• En mi vida personal, ¿cuál es la emoción o sentimiento que más aparece y
que más cuido o cultivo?
• ¿Cuál es la emoción que me presenta más dificultades?
• Si aparece una emoción incoherente con nuestro yo (agresión, envidias,
celos…): ¿Cómo lo trabajo para el autodominio?
• ¿Qué pasiones siento? ¿Cómo experimento y trabajo las emociones descon-
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troladas? ¿Pasiones como estar apasionado por algo o pasiones descontroladas?


• ¿Cuáles son los sentimientos de cercanía que más he trabajado en mi exis-
tencia?
Amor
Compañerismo
Amistad
• ¿Cómo trabajo mis sentimientos de trascendencia?
Amor patrio
Amor a la humanidad
Solidaridad
• ¿Y mis sentimientos de espiritualidad?

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Reflexiones de pareja y familia

• ¿Cuál es la emoción (positiva o negativa) más frecuente en nuestros víncu-


los de pareja y de familia?
• ¿Qué pasiones dominan nuestros vínculos? ¿Hay alguna ambición exagera-
da? ¿Cuál es el sentimiento íntimo más trabajado?
• ¿Cómo se ha desarrollado el sentido de pertenencia familiar?
• ¿Se han instalado vinculaciones negativas que destruyen esa pertenencia?

Reflexiones en la comunidad educativa y/o próxima

• ¿Cuál es la emoción (positiva o negativa) más frecuente en nuestros víncu-


los escolares o laborales?
• ¿Cuál el sentimiento más trabajado?
• ¿Cómo se está desarrollando el sentido de pertenencia y de inclusión en la
escuela o en el trabajo?
• En nuestros vínculos laborales, ¿cuál es la emoción más desarrollada: la
solidaridad o la competencia?

Reflexiones ciudadanas y sociopolíticas

• ¿Cuál es la emoción (positiva o negativa) más frecuente en nuestros víncu-


los ciudadanos y sociales? ¿A qué se debe? ¿Cómo las podrían trabajar en
las distintas comunidades u organizaciones?
• ¿Cómo se está desarrollando el sentido de pertenencia y de inclusión social,
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ciudadano y patrio?
• ¿Cuáles son los dichos más frecuentes que expresan y revelan nuestro sentido
de pertenencia o de aislamiento y auto marginación o de exclusión social?

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y

Segunda parte

LOS CAMINOS DE BÚSQUEDA: LOS DESEOS.


LOS SUEÑOS E ILUSIONES. LAS UTOPÍAS.

En el mundo de los afectos observamos el mundo del sentir y reflexio-


namos acerca del modo en que aparecen las emociones y sentimientos. Es el
área de la expresión más básica y primaria.
Aquí, el área de los deseos, sueños e ilusiones, nos devela un paso más:
nuestro ser no solo expresa, también apetece, busca adquirir e incorporar un
objeto o un vínculo o una situación o estado que satisfaga una necesidad o
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una aspiración.
Es el mundo de la búsqueda que comienza por una inquietud como bien lo
decia el gran psicólogo de la antigüedad, San Agustín: “inquietum es cor meum…”
Ocurre algo fantástico: el afuera atrae y nos mueve desde adentro, nos
moviliza. Produce en nosotros eso que llamamos deseos, ilusiones, esperan-
zas, utopías. A veces como un susurro, otras con gran intensidad.
Entremos en estas nuevas dimensiones.

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5. DESEOS

Deseo poco
y lo poco que deseo
lo deseo poco
San Francisco de Asís

¡Ay de mí si no tengo y desarrollo deseos!

Descripción y características

Desear…

• Tiene muchas acepciones: apetecer, representarse algo como satisfactorio o


como medio de satisfacción; sentir que una cosa o condición satisfará o
aliviará una necesidad.
• Tiene varios sinónimos: anhelar, ansiar, querer (ver más adelante).

Desear es apetecer, es pretender algo con cierto ímpetu y fogosidad, con un


enorme interés que nos lleva a su conocimiento, deleite, pertenencia o admira-
ción (Rojas, Lenguajes, passim). El deseo es fuerza vital, anhelo, inmediatez en la
gran mayoría de los casos. Es impulso. Sin deseos, ¿viviríamos?
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“Pero el deseo no es sencillamente un impulso ciego sino una tendencia


que lleva consigo significaciones, tiene sentido… no es mera necesidad ni es
mera economía…. Porque tienen sentido tienen cierta selectividad… Se trata
de un proceso de formación del futuro, de modelación del futuro por obra de
un procedimiento simbólico que comprende la imaginación y la fantasía de lo
que esperamos que sea el futuro. El deseo es el comienzo de nuestra orienta-
ción hacia el futuro, es admitir que queremos que el futuro sea de este
modo o de otro…No hay voluntad sin un deseo previo... es progresivo…
tiene poder motivador... ‘desear es el acto más humano’ ” (Rollo May, Amor
y Voluntad).

El deseo está en la psicología de cada persona, constituye el vector decisivo


(o uno de ellos) de su existencia. La biografía de una persona puede sintetizarse
por el deseo o la ilusión que la atrapó y por la cual vivió.

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Cinco notas a tener en cuenta en el deseo

1. Es anhelo, pretensión profunda que es vivida con fuerza aunque sea inconscien-
te. Es atracción, es la “esencia del hombre”, al decir de Espinosa. Estructura
y organiza una vida.
2. También es conocimiento: lo deseado busca ser escudriñado, preguntado,
conocido (y amado o destruido como en la etapa infantil y en los amores
posesivos).
3. Es deleite, es placer, goce y disfrute. Lleva a la felicidad. Y si no se lo ordena
puede llevar al emborrachamiento y a la posesión sin limites
4. Es posesión, es saber que me pertenece. Que es de mi propiedad, que es mío o
mía. Si el deseo no es regulado y educado puede llevar a la dominación y
cosificación del objeto o de la persona amada).
5. Es admiración o contemplación: es el amor respetuoso y servicial al amigo/a, a
la persona amada; es la contemplación espiritual de Dios.

Estas notas están presentadas en una progresión didáctica pero en la realidad


podemos ir y volver, destruir lo que admirábamos, cosificar a Dios como un
objeto, endiosar a una persona o un objeto como si fuera un Dios a quien adorar...
El deseo es fundamental en nuestra existencia. No se podría vivir sin
deseos, sin satisfacer necesidades vitales y sin búsqueda de gozos y placeres, reales
o fantaseados. El deseo es fuerza, potencia, impulso, movimiento apasionado que
impele y lanza a uno en busca de su objeto, presa o persona. En el mismo se
acoplan necesidad e impulso, que giran alrededor del estímulo, considerado satis-
factor de esa apetencia o necesidad.
Somos animales de deseos subjetivos y subjetivados. Por eso cada uno
experimenta satisfacciones y frustraciones tan personales. Algunos se reducen a
las necesidades básicas imprescindibles (comer, beber, respirar, descansar y elimi-
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nar los deshechos), otros a necesidades de la especie, de la cultura o de la espiri-


tualidad...Y cada uno organiza esas necesidades y vivencias de acuerdo a una
constelación de experiencias y valoraciones que hacen a la trayectoria de su vida
Por eso es muy atinado lo que expresa Rollo May en la obra ya citada:

“Lo que nos mueve no es la voluntad sino los deseos.”

Según Julián Marías:

“El deseo tiene un carácter fontanal.”

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Funcionalidad de los deseos

• Los deseos son universales: no se concibe una vida sin deseos. Vivir es
desear, pero esto no quiere decir que sean siempre iguales.
• Cada uno en cada etapa de su vida, edad, situación o estado, expresa sus
deseos de un modo particular:
El infante es pura curiosidad y exploración bucal, visual, manual, etc.
Necesita comerse las cosas, su cuerpo y las personas. Esto se observa al
comienzo de la vida: primero busca el pezón, cualquier pezón, pero
después busca el pecho, no cualquier pecho. Es el pecho que da cari-
ño, cuidado, calor. En sus exploraciones auto eróticas, en la curiosi-
dad de sus compañeros, en el entrar en la cama de los padres (para
ver la escena primaria) hay algo más que un mero impulso, hay una
búsqueda de los sentidos y significaciones de la vida humana.
El niño, satisfechas las necesidades iniciales, amplía sus curiosidades
en el nivel grupal incluyendo la fantasía y el lenguaje en los juegos
sexuales y en la experimentación.
El púber vuelve a nacer. Necesita re-descubrirse corporal y emocio-
nalmente, su mundo se amplía extraordinariamente por los estímulos
y por el acceso a internet y a los medios de comunicación social y a
sus propios grupos. De ahí su precocidad.
El adolescente, sueña con sus propios paraísos (y puede quedar atra-
pado en un profundo narcisismo, la vagancia ambulatoria y su red
virtual); puede soñar con sus deseos de cambiar el mundo (y pode-
mos encontrarnos con soñadores o hermosos chicos y chicas muy
comprometidos/as)
El joven y el adulto anhelan concretar proyectos personales, profesiona-
les, económicos, sociales. Es el momento de las toma de decisiones y de
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los compromisos, de la autonomía y de la inserción en el mundo real.


Las parejas buscan realizar sus sueños y aspiraciones y empezaran el
camino de su construcción (ver nuestra obra Construir la pareja con-
yugal, Sb, 2015.)
Las familias, con sus gozos y sus logros, tendrán que afrontar un
sinnúmero de dificultades, en una cultura que la pondera y declama
pero que muy pocas veces la acompaña y la apoya eficazmente
Un país, como organismo viviente y solidario, necesita explicitar sus
deseos y desarrollar un modelo o proyecto consensuado y participati-
vo (de lo contrario somos individuos yuxtapuestos y pasivos, habitan-
tes de un territorio sin llegar a ser ciudadanos comprometidos y res-
ponsables).

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Cada comunidad educativa, religiosa, social o cultural necesita expre-


sar sus deseos so pena de aparecer como instituciones sin vida, como
organismos muertos.
Esto nos habla del dinamismo del deseo y de su inagotabilidad.

• ¿Por qué ocurre esto? Muy simple: somos seres carentes y, además, frágiles.
Esto es lo que permite y posibilita el seguir creciendo, aprendiendo y desa-
rrollándonos.
• Los deseos nos ayudan a sobrevivir y, sobretodo, a proyectarnos desde nuestra
propia biología. El deseo es intrínseco a nuestra existencia, surge desde
nuestras entrañas. Nos estimula en la subsistencia personal y en las tres
fases básicas de la sexualidad (atracción, acople y reproducción), pero tam-
bién en la realización personal, en los vínculos y en los afectos.
• Constituyen las bases neuro-biológicas de nuestras motivaciones de la defi-
ciencia y nos lanzan proyectivamente a las motivaciones de la actualización
y del desarrollo (Maslow) como veremos más adelante.

De aquí tres caracteres importantes de los deseos:

• Los deseos son un verdadero proceso de expansión creciente. Esta es la base


del crecimiento y del desarrollo (growth) fundamental para la organización
de la currícula educativa.
• Se expresan de muchos modos (multi modalmente): como curiosidad, deleite,
conocimiento, posesión, admiración, contemplación.
• Se canalizan a través de todas las dimensiones de la persona humana, de
manera separada pero habitualmente de modo muy imbricado. Las dimen-
siones se pueden describir de lo más simple a lo más complejo y profundo:
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Físico-biológicos: son los deseos más inmediatos en verse; aparecen


como más acuciantes. Pueden ser reales (deseo de comer, cubrirse,
estar acompañados) o artificiales (pensemos las modas físicas, estéti-
cas, de vestir, vivienda o posesiones)
Psicológicos: son muy complejos. Se refieren a las inteligencias, a la
autoestima, a los afectos. ¿Quién no desea estudiar, ser valorado,
estimado y querido? Pensemos, ¿qué hay detrás de la necesidad de
exposición que aparece en Facebook, en las presentaciones masivas a
los concursos, etc.?
Sociales: desde las relaciones interpersonales simples y directas (com-
pañeros, amigos, parejas, familias), hasta grupos, comunidad, socie-
dad. Aquí entra a tallar la educación social y la formación ética y
política del ciudadano o la formación evangelizadora del laico.

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Culturales: es la inclusión en el mundo simbólico y creativo, en las


construcciones de la sociedad, en el desarrollo de proyectos.
Espirituales: es la expresión de las dimensiones más profundas de la
intimidad y de la trascendencia humana. Es el área de las creencias,
de las convicciones y de las certezas del corazón. Es el área dadora de
sentido existencial de la vida.

Aquí también vemos una progresión y expansión desde lo más corporal,


propio e individual a lo más vincular y trascendente (Primun manducare deinde
filosofare, es decir, primero comer, después filosofar).

Personalidad y deseos
¿Todas las personas desean igual?
Por experiencia y profesionalmente sabemos que no. En orientación voca-
cional, por ejemplo, se presentan dos situaciones muy conocidas: los que tienen
muchos intereses y anhelan muchas carreras y posibilidades, y por otro lado, las
personas que no se sienten atraídas por nada, que no desean nada.
Veamos esta simple tipología:
La falta de deseo, la incapacidad de desear es lo que causa la enfermedad.
El deseo nos impulsa al acto, a vivir y es una expresión de que vivimos. “Dejar
de desear es estar muertos o por lo menos morar en un país de muertos” (R.
May). Es la vacuidad de la existencia, es el sin sentido de la vida
Es lo que Rojas ha dado en llamar la personalidad alexitímica (del griego:
incapacidad de sentir y expresar afecto) y que también podemos denominar
personalidad anhedónica (incapacidad de sentir o buscar el placer). Es una per-
sona que necesita ser sostenida para vivir. Ha perdido las ganas y el deseo de vivir.
Vive en el sufrimiento.
Aquí percibimos la ausencia de aprendizajes a elegir y optar desde muy
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chicos o el haber vivido en la permanente represión y no haber experimentado


la vida (ya sea por carencias absolutas o por tener “todo servido”).

• El híper-hedónico o hedonista, en cambio, está instalado en la búsqueda del


placer y del vivir de un modo obstinado. Es tan fuerte su deseo que puede
quedar atrapado en el mismo y terminar en la esclavitud de lo apetecido,
sean objetos, personas, dinero o poder. Son los pecados capitales de la
antigüedad: gula, avaricia, lujuria, etc. Y, extraña paradoja, al dejar de ser
sujeto-deseante pierde su capacidad de desear, aparece el sin sentido, surge
la posesión por la posesión, el placer por el placer.

Superando esas dos polaridades nos movemos en el crecer y desarrollo


humano. La intensidad y su focalización de los deseos dependerá de la etapa
evolutiva, de los condicionamientos y estímulos socio culturales y económicos

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de cada comunidad y de cada familia, de la estructuración personal y del discer-


nimiento ético que va realizando el sujeto a través de sus distintas etapas vitales.

Objetivos y metas de los deseos


¿Qué buscamos cuando deseamos consciente o inconscientemente?
Buscamos algo o alguien que sea significativo para nosotros. Es alguien o
algo considerado un bien, algo valioso, importante o imprescindible para vivir y
que exige ser adquirido, poseído o admirado. Estos bienes son estimados como
valores (valorizados) y considerados fundamentales para la existencia humana o
para la existencia personal.
Aquí aparece un tema muy controvertido pero muy decisivo para el vivir.
Los objetos de deseo pueden ser desde bienes materiales hasta los más trascen-
dentes y espirituales, pasando por los objetos cargados de afectos (un lápiz que
me regalaron en la infancia) o un vínculo formado en un momento evolutivo
especial, por ejemplo, el primer enamoramiento, el primer trabajo, el auto desea-
do, el deseo del hijo o el primer encuentro con Dios, el descubrimiento de la
contemplación o la espiritualidad. A lo largo de la vida estos deseos van cambian-
do de objetos muy concretos a vínculos y realidades profundas. No podemos
dejar de lado, las manifestaciones distorsionadas, los fetiches y amuletos fruto de
una ausencia de educación de los deseos.

“Lo que es muy importante para mí,


£
puede ser una nimiedad para ti”

Deseos existenciales básicos


¿Cuáles son los deseos y necesidades básicos de la existencia humana? A
continuación mencionaremos algunos que nos parecen de primera línea.
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El deseo de una vida digna. El vivir bien


Si realizamos un rápido análisis de nuestros deseos nos encontramos con
un deseo muy sentido y básico para la existencia: el deseo de vivir. Pero no vivir
de cualquier modo. El deseo de una vida digna, como tan poéticamente lo expre-
sara Eladia Blázquez en “Honrar la vida”.
Vale la pena releerla, porque ¡cada estrofa dice tanta verdad! Y su autora fue
congruente al afrontar su propia enfermedad con tanta hidalguía.

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Honrar la vida (Eladia Blázquez)

No, permanecer y transcurrir no es perdurar,


no es existir, ni honrar la vida.
Hay tantas maneras de no ser,
tanta conciencia, sin saber, adormecida.
Merecer la vida no es callar y consentir
tantas injusticias repetidas.
Es una virtud, es dignidad,
y es la actitud de identidad más definida.
Eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir
porque no es lo mismo que vivir, honrar la vida.
No, permanecer y transcurrir no
quiere sugerir honrar la vida.
Hay tanta pequeña vanidad
en nuestra tonta humanidad enceguecida…
Merecer la vida
es erguirse vertical más allá del mal de las caídas.
Es igual que darle a la verdad
y a nuestra propia libertad la bienvenida…

¿Qué es una vida digna? ¿Cuál es el contenido de una vida digna?


La vida, en sí misma, es el valor primario por excelencia, ya que sin su exis-
tencia no podemos acceder a ser sujetos y sin subjetividad humana no hay ni
intersubjetividad ni derechos. No hay don tan importante como el don del existir.
Pero… una vida digna continúa por la satisfacción de las necesidades bási-
cas imprescindibles para la vida humana: ¿Cuáles son estas necesidades básicas?

• El comer el pan de cada día.


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• El cubrirse de abrigo para no ser destruido por la intemperie.


• El poder acceder a un techo para descansar.
• El disponer de las elementales condiciones de seguridad para preservar la
vida y la intimidad.

¿Cuántos hermanos nuestros están hambrientos, duermen bajo cartones,


están en harapos, carentes de toda higiene, expuestos a cualquier infección,
enfermedad y muerte?
¿Cuántos niños/as, cuántos adolescentes expuestos a las condiciones más
grotescas de promiscuidad, violencias, abusos y violaciones?

• Por supuesto, hay que continuar con las necesidades y derechos de educación,
contención afectiva, trabajo digno, posibilidades de expansión y desarrollo.

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¡Hay tantas maneras de no ser, tanta conciencia, sin saber, adormecida!


¡Hay tanta pequeña vanidad, en nuestra tonta humanidad enceguecida!
En este apartado, por tanto, hablaremos de la grandeza y dignidad de la
vida humana que requiere estar satisfaciendo las necesidades básicas de existencia
y seguridad. (Los dos primeros peldaños de la pirámide de Maslow).
De aquí, que debemos ser más precisos cuando señalamos que la vida
humana, es digna.
Algunas notas para su comprensión:

• Lo primero que debemos admitir es que el ser humano es persona y, en


cuanto tal es original. Es un salto cualitativo en el orden de la creación en
tanto sujeto portador y generador de valores (axiología). Podemos desarro-
llar y expresar los otros valores del ser humano: libertad, respeto, amor,
capacidad de soñar y expresarnos, etc.
• En segundo lugar la persona humana es valor ético (M. Vidal) en su doble
vertiente de realidad privada y pública, en su realidad de intimidad y de socia-
bilidad interactuando estos dos aspectos de un modo dialéctico permanente.
• Por eso se dice: “El hombre es y debe ser tratado siempre como un ‘fin’ y nunca
como un ‘medio’” (Kant). La persona humana es un ser absoluto que debe
ser respetado como tal, nunca debe ser reducido a un medio para nuestras
satisfacciones o utilidades.
• De aquí la conclusión: el hombre es un ser personal. Ser persona es su
dignidad. Es el centro del universo, es el centro de los valores.
• La hominización y la humanización como horizonte axiológico de la digni-
dad humana. No basta con señalar el valor de la dignidad humana, es
necesario construirlo desde tres vertientes complementarias y recíprocas (M.
Vidal):

a. La afirmación del valor individual (el sí mismo).


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b. La afirmación axiológica de la alteridad (el otro).


c. La afirmación de las estructuras como mediaciones éticas del desarro-
llo de la persona y de la sociedad.

Analicemos el desarrollo de las tres vertientes complementarias y recíprocas:

Afirmación del valor individual personal (el sí mismo). Es el autorespe-


to y el cuidado. Es el amor a sí mismo.
Obsérvese que decimos sí mismo o self, el genuino ser personal. No decimos
yo o ego que son las construcciones y distorsiones desordenadas del sí mismo en sus
tres versiones más significativas y conocidas: el egocentrismo (típica del infante
ego-acopiador), el egoísmo (que se empieza a establecer en la niñez y se estructura
en la adolescencia) y la egolatría (típica actitud de un narcisismo con poder)

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Este amor a uno mismo es la construcción de una autoestima positiva y


confianza básica, a partir del vínculo primario con los otros.
Tiene algunas implicaciones.
• Aceptarme, valorarme.
• Perdonarme, reconciliarme conmigo mismo.
• Desarrollar mis capacidades, autosuperarme.
¿Cómo se gesta la confianza y autoestima positiva?
Desde la hetero-estima se genera la autoestima. De ahí que es fundamental
aplicar la Pedagogía del elogio, el estímulo, reconocimiento, confirmación positi-
va en el desarrollo de la personalidad.
Desde este lugar vemos el daño que ha producido la censura, la represión
y el no cultivo ni cuidado de la personalidad en niños y adolescentes.
Es necesario enseñar la autoestima y confianza básica. Y más importante
aún es que aprendamos a respetarnos y amarnos de verdad como lo expresara
tan hermosamente Chaplin:

“Una vida es una obra de teatro


que no permite ensayos…
por eso, canta, ríe, baila, ama y vive intensamente
cada momento de tu vida…
… antes de que el telón baje y la obra termine sin aplausos.”

Amor a sí mismo (Charles Chaplin)


Cuando me amé de verdad
cuando me amé de verdad,
comprendí que en cualquier circunstancia,
yo estaba en el lugar correcto, en la hora correcta y en el momento exacto
y, entonces, pude relajarme.
Hoy sé que eso tiene nombre...
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Auto-estima.
Cuando me amé de verdad,
pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional,
no es sino una señal de que voy contra mis propias verdades.
Hoy sé que eso es...
Autenticidad.
Cuando me amé de verdad,
dejé de desear que mi vida fuera diferente y comencé a ver
que todo lo que acontece, contribuye a mi crecimiento.
Hoy sé que eso se llama...
Madurez.
Cuando me amé de verdad,
comencé a percibir como es ofensivo tratar de forzar alguna situación,
o persona,
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solo para realizar aquello que deseo, aun sabiendo


que no es el momento o la persona
no está preparada... inclusive yo mismo.
Hoy sé que el nombre de eso es...
Respeto.
Cuando me amé de verdad,
comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable.
Personas, situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo.
Al inicio pensé que esa actitud era egoísmo.
Hoy sé que eso se llama...
Amor propio.
Cuando me amé de verdad,
dejé de temer tener tiempo libre y desistí de
hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro.
Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi
propio ritmo.
Hoy sé que eso es...
Simplicidad.
Cuando me amé de verdad,
desistí de querer tener siempre la razón y,
con eso, erré mucho menos veces.
Hoy descubrí la...
Humildad.
Cuando me amé de verdad,
desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme con el futuro.
Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece.
Hoy vivo un día a la vez.
Y eso se llama...
Plenitud.
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Cuando me amé de verdad,


percibí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme.
Pero cuando yo la coloco al servicio de mí corazón,
ella tiene una gran y valiosa aliada.
Todo eso es...
Saber vivir

La afirmación axiológica de la alteridad (el otro). Es hetero-respeto. Es el


amor al otro, al prójimo, “nos desarrollamos y construimos con los otros...”
“Existir es coexistir”. Esto es lo propio de una vida digna. De aquí emer-
gen todos los derechos del niño, del adolescente y del adulto
Nada más extraño a la dignidad y plenitud humana que la soledad, el
abandono, la discriminación, la marginalidad, la ausencia de pertenencia, inclu-
sión y participación. El sentirse “sobrante”.

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Implica: Respeto, aceptación incondicional del otro tal como es. No lo


manipulo. Implica...
• Reconocimiento.
• Compasión.
• Valorar la comunicación, la escucha, el diálogo, la expresión, y fomentarla
en los distintos ámbitos (pareja, familia, escuela, comunidades).
• Ayudar al desarrollo de sus capacidades.

En esta época de los vínculos y afectos light, es necesario subrayar y enfati-


zar el valor del otro, de lo contrario caeremos inexorablemente en vínculos nar-
cisistas y mezquinos, en relaciones tóxicas que en vez de desplegar vidas las
intoxican en agujeros negros y vacíos carentes de sentido.
Aquí se puede inferir que si deseamos desarrollar personas maduras, niños,
adolescentes y adultos sólidos, tenemos –desde el vamos–, que crear espacios
vinculares de escucha, intercambio y acuerdos de acciones a realizar en la familia,
en las comunidades educativas, en la sociedad toda.
De esto nos ocuparemos específicamente en la tercera parte: La necesaria
educación de los vínculos y sentimientos.

Afirmación de las estructuras sociales como mediaciones éticas del


desarrollo de la persona y de la sociedad

Es introducir estructuras de circularidad- reciprocidad y expansión crecien-


te que generen espacios de familia y comunidad. Es la política, la educación, la
salud, que al desarrollar a la sociedad no coarten ni la libertad, ni la autonomía
persona. Es crear los vínculos de solidaridad y cooperación indispensables para
construir un nosotros ciudadano.
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Conclusión
¡Así vale la pena vivir y disfrutar la vida! Con luchas, con esfuerzos… pero
con dignidad, con la frente bien en alto.
Y con Mercedes Sosa podremos cantar el jubiloso “Gracias a la vida” de
Violeta Parra…

Gracias a la vida (Violeta Parra)


Gracias a la vida que me ha dado tanto
me dio dos luceros que cuando los abro
perfecto distingo lo negro del blanco
y en el alto cielo su fondo estrellado
y en las multitudes el hombre que yo amo.

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Gracias a la vida que me ha dado tanto


me ha dado el sonido y el abecedario
con el las palabras que pienso y declaro
madre, amigo, hermano y luz alumbrando,
la ruta del alma del que estoy amando.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
me ha dado la marcha de mis pies cansados
con ellos anduve ciudades y charcos
playas y desiertos, montañas y llanos
y la casa tuya, tu calle y tu patio.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
me dio el corazón que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano
cuando miro el bueno tan lejos del malo
cuando miro el fondo de tus ojos claros.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
me ha dado la risa y me ha dado el llanto
así yo distingo dicha de quebranto
los dos materiales que forman mi canto
y el canto de ustedes que es el mismo canto
y el canto de todos que es mi propio canto.

¿Qué me dio, que me da la vida?

• Los ojos y los demás sentidos por los cuales puedo ver, admirar y contem-
plar la naturaleza, el cosmos, las personas amadas.
• La palabra, el lenguaje, por las cuales puedo no solo sentir sino, además,
expresar mis emociones y mis sentimientos.
• El caminar e investigar, por los cuales ir en búsqueda de lo que necesito y
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de lo que amo, por los cuales descubrir que ayuda y facilita el hacer una
vida digna.
• El corazón y el discernir lo bueno de lo malo, por el cual descubro lo que
humaniza a las personas y aquello que las destruye.

La risa y el llanto, por las que expreso mis gozos y mis tristezas ante el amor
o ante el odio y la mezquindad humana
Este poético canto de Violeta Parra es un verdadero tratado de emociones
y sentimientos, tan sentidos y sufridos por la escritora chilena.
Esto es lo hermoso y dramático del poeta: revelar y develar lo profundo del
corazón: sus dolores, sus alegrías y esperanzas. Esto es lo hermoso de una voz
como la de Mercedes Sosa, que le puso espíritu y vida a estas sentidas letras.

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En síntesis: una vida digna no está exenta ni de luchas ni de sufri-


mientos, de angustias ni de alegrías. Lo que siempre tendrá es un
£
horizonte, un sentido, un valor, una convicción por la cual vivir y
jugarse, aunque sea humilde y silenciosa.

La felicidad como deseo fundamental


En este apartado, trataremos la expresión popular “deseo y quiero ser feliz”.
Este tal vez sea el deseo más sentido por todos, expresado de múltiples
formas y en distintos idiomas. ¿Quién no desea ser feliz? ¿Gozar de la vida?
Todos los bienes-valores deseados se pueden metaforizar en la misma frase.
Más aún, en esta expresión se pueden sintetizar los deseos.
El problema surge cuando intentamos describir el contenido de este deseo
o dónde encontrarlo. Aquí empiezan las discrepancias…
Para ello, empecemos por un bello relato.

¿Dónde está la felicidad, dónde encontrarla?


En el principio de los tiempos, se reunieron varios demonios para hacer
una travesura. Uno de ellos dijo: “Debemos quitarles algo a los hombres, pero
¿qué les quitamos?”. “¡Ya sé!, vamos a quitarles la felicidad, pero el problema va
a ser dónde esconderla para que no la puedan encontrar”. Propuso el primero:
“Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo”, a lo que inme-
diatamente repuso otro: “no, recuerda que tienen fuerza. Alguna vez alguien
puede subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde está”.
Luego propuso otro: “Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar”, y otro
contestó: “No, recuerda que tienen curiosidad. Alguna vez alguien construirá
algún aparato para poder bajar y entonces la encontrará”. Uno más dijo:
“Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra”. Y le dijeron: “No, recuerda que
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tienen inteligencia, y un día alguien va a construir una nave en la que pueda


viajar a otros planetas y la va a descubrir, y entonces todos tendrán felicidad”.
El último de ellos era un demonio que había permanecido en silencio
escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás. Analizó cada
una de ellas y entonces dijo: “Creo saber dónde ponerla para que realmente
nunca la encuentren”.
Todos voltearon asombrados y preguntaron al mismo tiempo: “¿Dónde?”.
El demonio respondió: “La esconderemos dentro de ellos mismos, estarán tan
ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán”. (Anónimo).

Este relato nos muestra con humor los avatares en la búsqueda de la felici-
dad. ¿Cuántas veces buscamos fuera (en las cosas, en el tener o poseer) lo que está
tan cerca (en nosotros mismos, en nuestros vínculos, en nuestras actitudes y
valores)?

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Y esto llevó y lleva bastante tiempo. Realicemos dos pequeños análisis: uno
histórico (las teorías de la felicidad) y una conexión con el desarrollo humano.

Análisis histórico
En la filosofía griega posterior a los clásicos, entre el siglo IV a. C. al IV d. C.
(helenismo) surgen, alrededor de los temas del deseo, la felicidad y el placer, las
cuatro teorías clásicas sobre la felicidad que se extendieron a lo largo de la historia
en occidente:

• El epicureísmo o filosofía del jardín: el placer es el principio de la felicidad


pero se conquista mediante la sabiduría del buen vivir. Para esta doctrina
es bueno lo que aporta placer y es malo lo que lo impide o trae sufrimien-
to. En su forma extrema y simplificada se lo conoce como hedonismo. Ser
feliz es poseer, es gozar.
• El estoicismo o filosofía del pórtico (stoa): la felicidad se consigue mediante
la virtud que conduce a ser imperturbable, a obrar según la naturaleza y la
razón y a ser “señor de sí mismo”. El estoico sabe que es imposible poseer
todo, satisfacer todas las necesidades. Por otro lado, ¿por qué para ser feliz
tengo que depender del afuera, de las cosas? ¿No soy yo lo importante?
Poner la felicidad en el afuera es depender, perder la libertad.
• El escepticismo: para esta teoría no existe verdad objetiva y se maneja con
criterios subjetivos y con una desconfianza radical. Frente al fracaso y el
dolor se pierde la esperanza, la ilusión y la fantasía. El escéptico es una
persona frustrada y descreída. Muy solo, carente de abrazos y de conten-
ción.
• El eclecticismo, que intenta reconciliar las diferentes teorías, señalando que
estamos movidos por el deseo de felicidad pero que para ser libres no debe-
mos dejar que el deseo nos domine; es mejor suprimirlo.
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Es la mentalidad práctica y utilitaria, que vive el momento y las circunstan-


cias. No se plantea ni teorías ni preguntas, simplemente vive al modo de Carpe
Diem:

La vida es corta.
Rompe las reglas.
Perdona rápido.
Besa lentamente.
Ama verdaderamente.
Ríe incontrolablemente.
Y nunca te arrepientas de nada que te haya hecho sonreír.

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La vida puede no ser la fiesta que esperamos, pero mientras estemos aquí...
deberíamos bailar. Pensemos si en nuestras vidas no hemos pasado por alguna de
ellas y como nos han influido.
Por otro lado, estas teorías, se pueden enfocar desde dos polos

• La felicidad buscada por sí misma, ya sea por el deseo, placer, bienestar o


disfrute.
• La felicidad como fruto, consecuencia y resultante de actitudes, del sentido de
una vida, de la justicia y/o del amor-amar.

Si nos inscribimos en esta segunda línea, la educación y el desarrollo de los


afectos y emociones es imprescindible de lo contrario es posible destruirse a uno
mismo.

En relación al desarrollo humano


Vistos en relación al desarrollo humano, los deseos y actitudes, siendo
imprescindibles y necesarios en sí mismos, pueden ser:

• Positivos y constructivos: porque contribuyen al desarrollo de las personas,


de las comunidades, de la humanidad (hominización y humanización).
Quienes se guían por estos son los auténticos padres de familia, los direc-
tivos deseados y esperados en los colegios; los jefes comunales y líderes de
clubes que hicieron historia; los carismáticos en las comunidades religiosas;
los artistas y poetas que despiertan lo mejor de nosotros, en fin, los líderes
sociopolíticos que despiertan y movilizan una ciudadanía en pos de un
proyecto de inclusión y desarrollo. Existen numerosos ejemplos de gente
simple y sencilla con una actitud contenedora, de alegría y expansión.
• Negativos y destructivos: porque no contribuyen a la madurez y a crear
sólidos vínculos interpersonales. Ejemplos de estos son los deseos eróticos
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y sexuales cuando no se dan en un contexto de afecto, respeto y compro-


miso responsable, o lo que ocurre en una comunidad familiar, educativa,
socio cultural o política cuando los que la organizan, expresan o conducen
detentan un poder que no es orientado a servir a esa comunidad sino a
servirse y enriquecerse a costa de ella.

Hoy se habla mucho de liderazgo positivo y negativo. Es necesario hacerlo


y trabajarlo seriamente con actitudes, testimonio y coherencia. Que no quede en
una mera declamación y discursos con vidas totalmente contradictorias y elusivas.
En otras palabras, un deseo es bueno, positivo y constructivo cuando se da
contextuado en las relaciones humanas positivas y de crecimiento recíproco,
¡Cuánto tenemos que educarnos y desarrollarnos para lograr esta convivencia
armónica y expansiva!

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Aprender a desear, expresar y desarrollar los deseos


De todo lo dicho surge esta conclusión: el mundo de los deseos es una
fuerza y energía vital imprescindible y necesaria pero es educable porque de lo
contrario puede llevar a la propia auto destrucción o a la destrucción por parte
de los poderosos (los que detentan el poder discrecionalmente).
Esta educación debe realizarse de acuerdo a la etapa evolutiva y en concor-
dancia con valores y actitudes de desarrollo humano responsable. Es todo un
desafío de la educación afectiva y emocional.
Desear sin educación puede ser fuerza, fogonazo, espontaneismo, capricho
o rutina. Los deseos necesitan ser encauzados, a veces postergados, sublimados,
subjetivados de acuerdo a proyectos y valoraciones personales.
Pero nunca hay que olvidar que los deseos son la fuente, lo primordial.
Poseen un carácter fontanal al decir de J. Marías. Desear “es la condición necesa-
ria para ser humanos, de lo contrario estaremos afanados por cosas que no desea-
mos”. Gracias al deseo no somos una simple máquina de optar, juzgar y preferir.

¿Cómo manejar el deseo infinito? (Leonardo Boff )

El deseo no es un impulso cualquiera. Es un motor que pone en marcha


toda la vida psíquica. Goza de la función de un principio, traducido por el
filósofo Ernst Bloch como principio esperanza. Por su naturaleza no conoce
límites, como ya observaron Aristóteles y Freud. La psique no desea solamente
esto o aquello, desea la totalidad. No desea la plenitud del hombre, busca el
superhombre, aquello que sobrepasa infinitamente lo humano, como afirmaba
Nietzsche.
El deseo vuelve dramática, y a veces trágica, la existencia. Pero también,
cuando se realiza, produce una felicidad sin igual. Estamos siempre buscando
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el objeto adecuado a nuestro deseo infinito y no lo encontramos en el ámbito


de la experiencia cotidiana. Aquí solamente encontramos finitos.
Cuando el ser humano identifica una realidad finita como el objeto
infinito buscado se produce una profunda desilusión. Puede ser la persona
amada, una profesión muy deseada, un sueño. Llega el momento, y general-
mente no tarda mucho, en que se percibe una insatisfacción de base y se sien-
te el deseo de algo mayor.
¿Cómo salir de este impasse provocado por el deseo infinito? ¿Mariposear
de un objeto a otro sin encontrar nunca reposo? Tenemos que ponernos a
buscar seriamente el verdadero objeto de nuestro deseo. Entrando in medias
res, voy respondiendo: es el Ser y no el ente, es el Todo y no la parte, es el
Infinito y no lo finito. Tras mucho peregrinar, el ser humano es llevado a hacer
la experiencia del cor inquietum (corazón inquieto) de san Agustín: Tarde te
amé, oh Belleza tan antigua y tan nueva. Tarde te amé. Mi corazón inquieto no

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descansará mientras no repose en Ti. Solo el Ser Infinito se adecúa al deseo infi-
nito del ser humano y le permite descansar.
El deseo envuelve energías volcánicas poderosas. ¿Cómo manejarlas?
Ante todo, se trata de acoger, sin moralizar, esta condición deseante. Las pasio-
nes empujan al ser humano hacia todos los lados. Algunas lo impulsan a la
generosidad, otras al egocentrismo. Integrar sin reprimir tales energías exige
cuidado y no pocas renuncias.
La psique está llamada a construir una síntesis personal que es la búsque-
da del equilibrio de todas las energías interiores. Ni hacerse víctima de la
obsesión por una determinada pulsión, como por ejemplo, la sexualidad, ni
reprimirla como si fuese posible debilitarle su vigor. Lo que importa es inte-
grarla como expresión de afecto, de amor y de estética, y mantenerla bajo
vigilancia, pues estamos tratando con una energía vital no totalmente contro-
lable por la razón, sino por vías simbólicas de sublimación y para otros propó-
sitos humanitarios. Cada persona debe aprender a renunciar en el sentido de
realizar una ascesis que libera de dependencias y crea libertad interior, uno de
los dones más apreciables.
Otra forma de tratar con el deseo infinito es mediante la precaución, que
nos previene de las celadas de la propia vulnerabilidad humana. No somos
omnipotentes, ni dioses a los que el fracaso no puede tocar. Podemos mostrar-
nos débiles y, a veces, cobardes. Pero debemos precavernos contra situaciones
que nos pueden hacer caer y perder el Centro.
Tal vez una clave inspiradora es ofrecida por C. G. Jung con su propues-
ta de construir a lo largo de la vida un proceso de individuación. Éste tiene una
dimensión holística: ‘Asume sin temor y con humildad todas las pulsiones,
imágenes, arquetipos, luces y sombras. Oye el rugir de las fieras que lo habitan
pero también el canto del tordo sabiá, que lo encanta. ¿Cómo crear una unidad
interior cuyo efecto sea el equilibrio de los deseos, la vivencia de la libertad y
la alegría de vivir?’. C. G. Jung sugiere que cada cual procure crear un Centro
fuerte, un Self unificador que tenga la función que el sol tiene en el sistema
solar. Él atrae a su alrededor a todos los planetas. Algo similar debe ocurrir con
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la psique: alimentar un Centro personal que integre todo, con reflexión y con
interiorización, y no en último lugar, con el cultivo de lo Sagrado y de lo
Espiritual. No es raro que la religión, como institución, cercene la vida espiri-
tual por exceso de doctrinas y de normas morales demasiado rígidas. Pero la
religión como espiritualidad desempeña una función fundamental en el proce-
so de individuación. A ella le corresponde ligar y re-ligar a la persona con su
Centro, con todas las cosas, con el universo, con la Fuente originaria de todo
ser, dándole un sentimiento de pertenencia.
La falta de integración de la energía del deseo se manifiesta por el desga-
rro de las relaciones sociales, por la violencia asesina practicada en escuelas o
en las matanzas de personas negras, pobres y homosexuales.
Aprender a tratar con las fuerzas del deseo implica, pues, una preocupa-
ción por la salud social. Una educación humanística, ética y ciudadana no
deberá dejar de lado la educación del deseo. El gran obstáculo reside en la

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lógica misma del sistema imperante, centrada en el deseo de tener, descuidan-


do los valores civilizatorios de la gentileza, del buen trato y del respeto a la
persona. Por el contrario, los medios de comunicación de masas exaltan el
deseo individual y la violencia para resolver los conflictos humanos.
La globalización como fenómeno humano nos obligará a moderar los
deseos personales en beneficio de los colectivos y así volver más equilibrada y
amigable la coexistencia humana.
¡Cómo deseamos tiempos favorables!
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6. LAS ILUSIONES, LOS SUEÑOS, LAS UTOPÍAS

No sueñes tu vida.
Vive tu sueño.

Ilusiones y sueños
En el 2010 Argentina quedo eliminada del mundial de fútbol. Una de las
frases más utilizadas fue “la ilusión argentina” y la movilización que esta expec-
tativa generó.
Leamos algunos títulos frente a la derrota:
• El peor desengaño.
• Un cachetazo de la realidad.
• El peor final para una ilusión.

Algunos jugadores pidieron disculpas por haber frustrado las expectativas


y las ilusiones de los argentinos
Lo que entra en juego es el empeño, la emoción y la frustración, pero no
se analiza ni la estrategia ni el desempeño como equipo.
Observemos que se dice desengaño (¿fue una mentira?); el final de una
ilusión (¿algo construido artificialmente?); un cachetazo de la realidad (¿nos baja-
ron del aire?).
¿En que se apoya esta ilusión y este sueño?
¿Qué es la ilusión?
¿Por qué incluimos este apartado y en qué se diferencia del deseo?
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¿No estamos en el mundo de la quimera y de lo esotérico?


¿Qué son en definitiva estos fenómenos psíquicos?
¿Son normales?

Origen y concepto
Frente a las ilusiones, como frente a los sueños y la utopía, encontramos las
posturas más encontradas:

• La mirada científica y realista las consideran una distorsión de la percep-


ción (como lo muestran en la ilusión óptica) o una distorsión del pensar y
de la imaginación (como aparecen en la alucinación y los delirios, las diva-
gaciones, las megalomanías, etc.) terminando en la patología. De ahí las
rotulaciones de “iluso”, “soñador”, “utópico” o “romántico”, poco elogiosas
hacia las personas a quienes se dirigen.
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• Desde un enfoque más coloquial y cotidiano, poético y filosófico (al decir


de Rojas), se observa a las ilusiones con más benevolencia considerándolas
como una expansión de las fantasías y de los deseos, muy ligada a la ima-
ginación, como una expansión del espíritu humano, como un deseo de
saltar el aquí y ahora en búsqueda de otro “posible”, como esperanzas a
satisfacer. Es una realidad interior que da sentido y horizonte a las personas
desde un lenguaje muy popular.
• En este trabajo utilizamos la palabra ilusión desde esta segunda considera-
ción y nos apoyamos en J. Marías, en su “Breve tratado de la ilusión” donde
realiza un hermoso análisis de la misma.

Señalemos algunas de sus notas


Ilusión viene del latín illusio e iludere, ludere y éste de ludus que significa
jugar, divertirse; también es bromear, ironizar, ilusionar, engañar.
Nosotros somos historia, presente. De eso no hay dudas, ¡Pero también
somos futuro y lo anhelamos profundamente! ¡Ay de nosotros si no poseemos
sueños e ilusiones! Seríamos personas máquinas, mecanizadas, frías y calculado-
ras. Sin ilusiones nuestros días serían grises, nos levantaríamos sin ansias de
renovación y de vivir. Habríamos quedado atrapados totalmente en el aquí y
ahora, habríamos perdido la trascendencia.

• La ilusión, a decir de R. Araceli, es la hermanita menor de la esperanza.


La llama así porque la esperanza es más ambiciosa y, si llega a ser épica, se
llama utopía. Es “esa estafa necesaria” (sinónimo de ilusiones engañosas pero
que consuelan de algún modo el duro vivir) y pone como ejemplos a
Chaplin comiéndose los botines en Navidad. Se mantiene alguna ilusión en
la imposibilidad de concretar proyectos (viajes de egresados, por ejemplo).
• La ilusión está conectada al deseo, parte y depende del deseo, pero no se
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confunde con el mismo: es su argumento, le da letra y lo canaliza en deter-


minada dirección y meta (Rojas).
• Necesitamos tener un “qué” (para canalizar nuestras energías) y si no lo
encontramos, lo inventamos o lo sustituimos con cierto engaño. Sin ese
objetivo deambulamos perdidamente en el mundo. La ilusión viene a llenar
esa necesidad de un argumento existencial. Por eso dirá tan acertadamente
Nietzsche “Quien tiene un qué es capaz de afrontar cualquier cómo”.
• La ilusión se convierte así, en el motor de todas nuestras movilizaciones y
motivaciones (pensemos en todos los encuentros y marchas alrededor del
obelisco). Por eso debe ser utilizada con inteligencia y de un modo inteli-
gente y razonable, con expectativas realistas.
• La ilusión dispara movilizaciones y si no es sólida puede encaminar a un
conjunto de engaños y “auto frustraciones” muy difíciles de tolerar.

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• Un ejemplo típico y crucial es en el amor, especialmente en su momento


fundacional (enamoramiento). (Ver nuestra obra Construir la pareja conyugal
de esta misma editorial). Es lo que llamamos el “encantamiento”. ¿Cuántas
ilusiones proyectivas se colocan en el objeto de amor deseado y esperado? Por
eso suele ser tan dura la decepción, no tanto para el sujeto amado sino para
nosotros porque se vienen abajo todas nuestras idealizaciones e ilusiones.
• La ilusión está conectada también con nuestra imaginación y hace referen-
cia al futuro. Posee un carácter “futurizo” (J. Marías), es anticipación deseada
de futuro. Cuando es “realista” nos lleva a organizar y construir proyectos, ya
sean personales, de pareja, comunitarios, sociales o místicos y religiosos.
Veamos algún ejemplo: las instituciones y los movimientos sociales nacie-
ron de un “sueño” y se expresan en un imaginario o ideario. Uno de los más
conocidos es el de Martin Luther King:

Tengo un sueño (Martin Luther King)


Tengo un sueño, un solo sueño,
soñar con la libertad, soñar con la justicia,
soñar con la igualdad.
Y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas.
Soñar a mis hijos, grandes, sanos, felices,
volando con sus alas,
sin olvidar nunca el nido.
Soñar con el amor, con amar y ser amado
dando todo sin medirlo,
recibiendo todo sin pedirlo.
Soñar con la paz en el mundo, en mi país,
en mí mismo y quien sabe,
cual es más difícil de alcanzar.
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Soñar que mis cabellos que ralean y se blanquean,


no impiden que mi mente y mi corazón
sigan jóvenes y se animen a la aventura,
sigan niños y conserven la capacidad de jugar.
Soñar que tendré la fuerza,
la voluntad y el coraje
para ayudar a concretar mis sueños,
en lugar de pedir por milagros
que no merecería.
Soñar que cuando llegue al final
podré decir que viví soñando,
y que mi vida fue un sueño soñado,
en una larga y plácida noche
de la eternidad.

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Justificación y funcionalidad
Las ilusiones, los sueños y las utopías son parte de nuestras vidas. Están en
la estructura temporal de nuestra existencia, en toda trayectoria personal, social
e institucional.
La ilusión, cuando es positiva, realista y activa, es el ingrediente que mueve
toda vocación y proyecto. Lo anticipan, lo acompañan, lo animan. Esto lleva a
estar nutriendo y re-viviendo esos sueños y esas utopías que estuvieron en los
inicios y que desplegaron proyectos estupendos pero, con el tiempo y la rutina,
perdieron no solo la vitalidad sino también su razón de ser. Pueden terminar
siendo meras ilusiones, simples quimeras.
De aquí surge y urge desarrollar y cultivar los sueños para traducirlos en
proyectos y motivaciones existenciales, porque “a la larga, los hombres solo
obtienen lo que se han propuesto” (Thoreau).
Cuando esto ocurre, la ilusión y los proyectos nutren nuestra vida de sen-
tido y de encanto. La llenan de optimismo, de pasión, de ardor, y la colman de
esperanza a pesar de los avatares y de las angustias de los tiempos presentes.

Nuestra cultura actual, ¿cultiva estas actitudes y estos horizontes?


Lo único que le importa a la sociedad del consumo, del espectáculo y de la
diversión, es tenernos atrapados y consumiendo. No le interesa que pensemos o
soñemos. La postmodernidad y el consumismo atrapan en el aquí y ahora, en lo
inmediato, en el “úsese y tírese”. Es la cultura del “entretener”, del tenernos
siempre distraídos para no pensar. Nos dirán que “demasiados problemas tiene
la vida para seguir pensando” o para soñar de un modo intrascendente o en cosas
o situaciones efímeras.
De aquí cierto desprecio cultural por los que “sueñan” realidades profundas
y un mundo mejor. Esto lo encontramos expresado en ciertos dichos: “no seas
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iluso”, “no vas a llegar a ningún lado”, “eso es romanticismo”, “es una utopía”, etc.
Las ilusiones y proyectos, por el contrario, expanden del espíritu, implican
desear algo posible y no quedar reducido al aquí y ahora, a lo inmediato.
No hay ningún proyecto serio de colegios sin un proyecto o ideario, nin-
guna gesta de libertad sin un sueño (pensemos en San Martín o Belgrano).
No existe un salto cualitativo personal sin un sueño o una utopía. La pre-
gunta sería: ¿Cuáles son nuestros sueños o utopías actuales?

Las ilusiones, ¿se pueden salir de cauce? ¿Desviarse a quimeras u otras


realidades psíquicas, o simplemente estructurarse inadecuadamente?
Por supuesto. Ejemplos de esto son:
• El encantamiento idílico que no desarrolla vínculos.

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• La decepción y las resistencias a aceptar las frustraciones.


• La falta de apreciación real y la confección de diagnósticos.
• La elaboración de ilusiones sin cotejarlos con pasos operativos.
• La fijación en ideas (ideologismo) y la tergiversación de la realidad.
• Las resistencias a asumir la realidad, etc.

No es nuestro objetivo entrar en el área de la patología pero es necesario


saber que existe y que es motivo de muchos problemas vinculares y sociales. Por
eso insistiremos en la necesaria educación de las emociones.

Las utopías
¿Las utopías se diferencian de los sueños e ilusiones? ¿En qué difieren?
¿Cuáles son sus características más relevantes?
Recordemos lo que dijimos en el punto anterior:

• La ilusión es la hermanita menor de la esperanza y la utopía es la esperan-


za cuando llega a ser épica.
• La ilusión está conectada al deseo, parte y depende del deseo, pero no se
confunde con el mismo: es su argumento, le da letra y lo canaliza en deter-
minada dirección y meta.
• La utopía es una movilización épica de ilusiones y sueños.
En otros tiempos la utopía valía, daba prestancia. Hoy hay que ser “pragmá-
tico” y en nombre del pragmatismo borramos todas las ilusiones y sueños. La
utopía era lo propio de la adolescencia. En nuestro país marco toda una época. En
el 60-70 lo habitual era ser idealista, utópico, soñador, declamador de la nueva
tierra. Se escribieron muchas revistas y libros, y también se filmaron películas
(entre ellas Tango Feroz, de Fernan Mirás).
Todo esto se oponía contradictoriamente a la realidad.
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Si bien somos realidad presente, también somos y anhelamos un futuro


mejor. Pero cuando alguien lo propone lo primero que surge es la resistencia al
cambio. Un mundo mejor choca con muchos intereses económicos, de poder o de
simple comodidad.
¿Cuando comenzaron las utopías en Occidente?
En La República, Platón describe su ciudad ideal y su profundo deseo de
que los sabios gobiernen las nuevas ciudades. No le fue muy bien: fue vendido
como esclavo por difundir esas teorías.
Las utopías tuvieron su edad de oro en el Renacimiento frente al materia-
lismo y la corrupción de la vieja Europa. Sus mayores exponentes fueron la
Utopía de T. Moro, La nueva Atlántida de R. Bacon y La ciudad del Sol de
Tommaso de Campanella. Estos autores, comparando con el nuevo mundo
recién descubierto (América) señalan que se puede vivir mejor. No les fue nada

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bien en esos señalamientos. Uno tuvo que seguir en la experimentación, otro


murió en la cárcel y otro murió como mártir.
De ahí que ser platónico o romántico es sinónimo de difundir teorías idea-
listas o utópicas, donde más que cuestionar lo que se propone se desprestigia al
que la propone (clásico modo de negarme a lo nuevo o diferente).
Utilicemos la poesía de Eduardo Galeano:

Utopía (Eduardo Galeano)

Está en el horizonte,
me acerco dos pasos
ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos
y el horizonte se corre
diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine
nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la Utopía?
Para eso sirve,
Para caminar.

Pero muchas veces, lo nuevo o el sueño no es presentado como posible de


un modo más concreto y positivo. Suele quedar en la denuncia y la queja.
De ahí que para cultivar estos sueños e ilusiones se impongan por lo
menos dos requisitos:

• La necesidad de pasar al proyecto, de construir proyectos coherentes. Un


proyecto es la concreción de un sueño. Es bajar un sueño a la realidad y
pasarlo por las categorías de la expresión (y limitación) humana:
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Contextualizarlo en las situaciones cotidianas;


ubicarlo en el espacio pertinente,
ubicarlo en el tiempo de realización correspondiente.

• Hacerlo con la/s personas adecuadas. Pensemos en un sueño de pareja, o


en un sueño de una comunidad (de jóvenes, docentes, profesionales, de
familias) o en sueño de un país mejor.

¿Seremos capaces de realizar nuestros sueños, ilusiones y utopías?

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Para sentir, pensar y reflexionar

En esta segunda parte hemos visto las emociones de búsqueda que son
deseos, ilusiones, sueños y utopías de un modo descriptivo y vivencial.
¿Pensaste que era tan rico y complejo este mundo de los deseos y los sueños?
¿Pensaste cómo nos mueven las ilusiones y las utopías?
¿Pensaste que ellos tienen una incidencia tan grande en nuestra existencia?
¿Pensaste que si no se cultivan la vida se automatiza y pierde significación
y sentido?
¿Pensaste que a veces nos guiamos por ilusiones y utopías y nos olvidamos
de vivir?
¿Pensaste que mientras estas procurando determinadas cosas la vida acon-
tece de otro modo, como dice John Lennon?
¿Te planteaste que puede haber incoherencias entre lo que soñás y lo que
vivís?
Después de estas consideraciones podemos hacernos preguntas como las
siguientes:

Reflexiones personales
Leamos y escuchemos esta frase de John Lennon:

“La vida es todo aquello que te va pasando


mientras tú te empeñas en hacer otros planes”.

¿Cómo te cae a ti esta frase? ¿Mueve tus sueños y tus utopías?


¿Cuál es mi sueño o mi utopía personal en estos momentos?
¿Qué incidencia tiene en mis proyectos y en mi estado de ánimo?
¿Puedo organizar en un proyecto mis sueños e ilusiones o me quedo en la
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simple ilusión?
Te dejamos un glosario de referencias para tus reflexiones personales:

1. Cree en ti. Desarrolla tu discernir, no te dejes manipular. Sé por ti mismo.


2. Decídete a vivir dignamente. Es tu primera opción.
3. Vive en lo que haces, en lo que sientes y en lo que amas.
4. Sé el arquitecto y protagonista de tu existir.
5. Cultiva el amor y la alegría. Ríete de ti mismo.
6. Preocúpate por tu salud.
7. Gobierna tus pensamientos para ser un alma libre y feliz.
8. Sé activo, alegre y entusiasta.
9. Aleja de ti los sentimientos negativos.
10. Cultívate y cultiva la amistad y el amor.

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£ “La vida te fue dada. El vivirla es tu responsabilidad”.

La felicidad no es un a priori, es la vida y es un a posteriori (en el


£
logro y en el proceso)

Reflexiones de familia

• ¿Qué ilusiones y sueños se cultivan en nuestra familia?


• ¿Hay alguna utopía familiar?
• ¿Conocemos los sueños de nuestros abuelos?

¿Qué sueños nos inculcaron nuestros padres? ¿Qué problemáticas enfren-


taron nuestros padres que no les permitieron soñar? ¿Cómo incide esto en nues-
tras vidas personales? ¿He podido superar esas frustraciones familiares? ¿He
pedido ayuda para no quedarme estancado en la frustración?
¿Cómo se rearmaron, se reorganizaron para rearmar sueños y deseos fami-
liares?
En mi orientación profesional o laboral, ¿he seguido mi sueño personal o
he seguido la impronta y los mandatos familiares? ¿He podido superarlo?
¿Cómo?
¿La pareja mata nuestras utopías?

Reflexiones de pareja
¿Cómo cultivamos en nuestra pareja nuestros propios deseos, sueños, ilu-
siones y utopías?
¿Qué espacio nos damos para el cultivo vincular de estos temas? ¿Nos limi-
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tamos solo a seguir los mandatos familiares?


¿En qué modelo nos inspiramos?

Reflexiones en la comunidad educativa y/o próxima


¿Qué ideario y qué sueños se respiran en el ambiente del colegio o de la
universidad? ¿Estoy ahí solo para obtener un título o deseo implicarme en un
proyecto personal de vida? ¿Incluyo en este proyecto la dimensión social y comu-
nitaria? ¿Incluyo el nuevo paradigma de la interdisciplinariedad?

• ¿Se vive en un clima de alegría?


• Estas dimensiones, ¿elevan mi estado de ánimo y me hacen sentir protago-
nista de una nueva cultura?

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• En nuestro trabajo/profesión, ¿cuáles son los deseos y sueños que nos mue-
ven? ¿Son solo económicos? ¿Aparecen deseos de servicio, de cambios
sociales y estructurales? ¿Aparecen utopías de un mundo mejor?

Reflexiones ciudadanas y sociopolíticas

• En nuestro país:
¿Qué utopía o sueños se presentan en la cultura actual?
¿Puedo superar el antagonismo presente o quedo estancado en anta-
gonismos paralizantes?
¿Cómo me esfuerzo para desarrollar en nuestros grupos el bien
común para que nos comprometa a todos? ¿Puedo incluir la diversi-
dad y los valores de respeto y tolerancia?
• A nivel latinoamericano:
¿Cómo nos sentimos insertados en Latinoamérica? ¿Tengo conciencia
de pertenencia a este bloque continental?
¿Cómo leo, cómo me formo para desarrollar estas nuevas propuestas
de la Patria grande?

Para orientar esta pregunta le sugerimos leer las propuestas de la “V


Conferencia General del episcopado latinoamericano y del Caribe” del año 2007
y otras que ustedes conozcan.
Estas reflexiones nos permitirán hacer una radiografía emocional de noso-
tros mismos, de nuestras familias, de nuestras instituciones, de nuestro país y de
nuestra inserción en Latinoamérica. Y esto contribuirá al gran tema de “Dónde
está y donde encontrar nuestra felicidad”
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y

Tercera parte: proyectos y concreciones del mundo emocional

LA PARTICIPACIÓN DE LA DECISIÓN VOLUNTARIA

Toma consejo en el vino,


pero decide con agua después.

Visión general
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El mundo interno no es solo sentir (passio)


Como ya vimos, también deseamos, soñamos, nos ilusionamos y queremos
realizar esas aspiraciones. Necesitamos satisfacer de algún modo esas búsquedas.
Y esto implica tomar decisiones.
De esto trata esta tercera parte: afrontar el mundo de la voluntad y del
querer tan olvidados en estos momentos.

La necesidad de un timón existencial

• El mundo interno es sentir (pasión, emociones, sentimientos), es búsqueda


de salida y de proyección hacia el mundo exterior (deseos, ilusiones, fanta-
sías, sueños).

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• ¿Quién nos ayuda a salir de esta encrucijada o a encontrar el modo de


concretar estas emociones o sueños? ¿Quién nos impele a salir de los deseos
o sueños antagónicos o demasiados ampulosos o contradictorios?
• ¿Quién nos ayuda a superar las dudas, los escrúpulos y los temores?

Por nuestra experiencia sabemos que un día dijimos “Basta, hago esto.
Tomo una decisión, dejo de ser meramente espectador y creo las oportunidades
y nuevos sueños”. Y dijimos basta al pasado. Y comenzamos a organizar el futu-
ro, poniendo metas y objetivos concretos. Hemos comenzado a diseñar un pro-
yecto.
Esto nos indica que tenemos que dar un paso más en este itinerario afectivo:

• En el apartado uno (afectos, emociones y sentimientos) y en el dos (deseos,


sueños e ilusiones), hemos desplegado las raíces de este árbol simbólico, lo
subterráneo y los grandes móviles e impulsos del vivir humano.
• En reiteradas ocasiones hemos hecho referencia a la necesidad de un pro-
yecto, de coordinar impulsos y de sublimar deseos.
• Esto nos lleva a la necesidad de incluir otras dimensiones en la persona ya
que no hay proyectos sin elección y sin toma de decisión. Estos proyectos
están impregnados y motivados por valores que hacen a la existencia de la
persona o de una comunidad.
• Todo esto requiere de una capacidad de pensar, pensarme, pensar con otro
y pensarnos juntos (discernimiento personal-social), de analizar y proyec-
tarnos, de planificar y de organizar estratégicamente acciones y recursos.
• Estas consideraciones, en la historia humana, no se han conseguido con
facilidad: hemos encontrado negaciones, retrocesos, repeticiones destructi-
vas y énfasis descontrolados.
• En un momento valen solo las emociones; en otro el voluntarismo vacío,
en otro el sentimentalismo anodino y frívolo.
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• Intentemos abordar esta compleja temática de un modo integral y com-


prensivo.
• Para llegar a esto vamos a hacer un recorrido que incluye algunas etapas y
que abordaremos en los siguientes capítulos:
Anhelo y querer.
Toma de decisiones.
Motivación y discernimiento.
Personalidad y valores.

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7. EL ANHELO Y EL QUERER

Algo de historia

• “Lo que nos mueve no es la voluntad sino el deseo”, decía Freud y en


otros lugares señalaba: “Nada sino el deseo puede mover el aparato men-
tal”. Con él comenzó “la defunción de la fuerza de voluntad”, al decir de
Rollo May.
• Las expresiones fuerza de voluntad, libre albedrío no solo perdieron vigen-
cia, cayeron en desgracia, y hablar de voluntad, compromiso y responsabi-
lidad se volvió casi de trasnochado.

¿Por qué ocurrió esto?


La fuerza de voluntad designaba los arrogantes esfuerzos del hombre vic-
toriano (siglo XIX) para manipular su ambiente y regir la naturaleza con mano
de hierro, así como manipularse a sí mismo y gobernar su vida como si fuera un
objeto o un mecano. Esta clase de voluntad se opone al deseo y se la consideraba
una facultad en virtud de la cual podía vencerse al deseo y actuar como si el
mundo emocional no existiese.
El hombre victoriano negaba que había sido niño, que poseía deseos irra-
cionales y elementos pueriles e inaceptables del hombre “adulto y responsable”.
Despreciaba el niño que llevamos dentro, el niño que también somos.
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De este modo la fuerza de voluntad negaba (y reprimía) la conciencia de los


impulsos sexuales, corporales y de cualquier otro tipo que no entraran en el ima-
ginario del hombre “controlado y con dominio de sí mismo”. Son los resabios
modernos del dualismo maniqueo, negador y represor del mundo emocional.
Se instaló la hipocresía y la apariencia. Murió la autenticidad, la sensibili-
dad, el afecto, el deseo. Frente a esto reacciona Freud con vehemencia.
Pero también cayeron aspectos genuinos del ser humano, entre ellos, lo
volitivo y el querer. Intentemos explicarlo con cierta detención.

Las tres funciones


Ya dijimos que tradicionalmente se hablaba de tres funciones mentales:

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• La cognición o el conocimiento que se expresa por medio de conceptos,


ideas, pensamientos, teorías.
• La afectividad, que es la connotación emocional, sentimental o pasional
con la que reaccionamos.
• La conación o volición: es la toma de decisiones y los compromisos fruto
de la voluntad.

Estas tres funciones no están separadas. Muchas veces se imbrican y se


confunden. Algunas son una mixtura como veremos más adelante.

• Cuando una emoción o sentimiento no pasa por un análisis inteligente ni


por compromisos responsables puede concluir en epidérmicos sentimenta-
lismos (tan en boga en la “personalidad histérica” de nuestro tiempo).
• Cuando solo nos quedamos en análisis fríos de las emociones y de la reali-
dad y sin una respuesta comprometida, no hemos superado un intelectua-
lismo distante e irresponsable (tan propio de los intelectuales de café que
se quedan mirando y señalando diagnósticos, aquí aparece la voluntad
victoriana, descomprometida).
• Cuando una decisión o compromiso incluye a toda la persona –cognición,
discernimiento, afectividad y libertad– tenemos un compromiso responsa-
ble. No es mero voluntarismo frío y formal ni mero sentimentalismo. Es
un acto de amor comprometido, solidario y responsable (amar) y que
puede constituirse en una actitud, en un compromiso de vida cargado de
ilusiones, deseos, pasiones y sueños.

¿Qué hace que una vivencia afectiva (emoción o sentimiento), un sueño o


una ilusión se conviertan en un acto de amor comprometido y responsable o
desarrollen una comunidad educativa o social o familiar?
La presencia y participación activa de la cognición y de la volición; la actua-
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ción de un conocimiento inteligente que discierne y elabora un proyecto, la


actividad de una voluntad o conación que decide y empuja a un esfuerzo soste-
nido y constante.
La presencia de la dimensión voluntaria en el mundo afectivo fue el gran
aporte de E. Fromm, en esa hermosa obra llamada El arte de amar. Liberó al
amor de ser un mero sentimiento o pasión para transportarlo a la categoría de
amor humano, o sea: emoción, pasión, sentimiento pero también convicción,
actitud, arte y servicio.
O para decirlo con un testimonio de vida heroico reciente de la Madre
Teresa de Calcuta:

El éxito del amor está en el amar y no en el resultado de amar. Por supuesto


que es natural en el amor querer lo mejor para la otra persona, pero si resulta de
esta forma o no, esto no determina el valor de lo que hemos hecho.

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Cuanto más podamos eliminar esta prioridad de los resultados, más vamos a
poder aprender sobre el elemento contemplativo del amor.
Existe el amor expresado en el servicio y el amor en la contemplación. Es el
equilibrio de ambos por el que debemos luchar. El amor es la clave para encontrar
este equilibrio.

Podemos pensar al “anhelo y el querer” en tres grandes ejes:

• Conceptos básicos.
• Justificación.
• Funcionalidad.

Conceptos básicos
En el siglo XX hay autores fundamentales que han resaltado el valor tras-
cendental de la voluntad (como decisión, compromiso y aprendizaje) en el
desarrollo de la capacidad de amar. A modo de ejemplo, citemos algunos:

• E. Fromm: Desear tiene muchas acepciones, como apetecer, representarse


algo como satisfactorio o como medio de satisfacción; sentir que una cosa
o condición satisface una necesidad. Querer tiene varios sinónimos: anhe-
lar, ansiar.
• El Diccionario de Psicología y Psicoanálisis (de English and English) señala
que desear es apetecer o representarse algo como satisfactorio o como
medio de satisfacción. Y a continuación indica tres sinónimos:
 Anhelar: es más débil que desear y a menudo incluye la connotación
de que el deseo es o puede ser inalcanzable.
Ansiar: es más fuerte que desear y significa exigir la gratificación de
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una necesidad imperiosa (especialmente de un apetito físico).


 Querer: se suele usar como desear o anhelar pero con un sentido más
fuerte.
• X. Zubiri, en Sobre el sentimiento y la volición, señala que la voluntad es un
apetito racional que se acompaña de una decisión, que debe descubrir
adónde va. “Este triple concepto de la voluntad como apetito, determina-
ción y actividad es absolutamente necesario, estos tres aspectos no se exclu-
yen, se constituyen en una unidad intrínseca”.

Es decir que para estos tres autores hay un conjunto de movimientos psí-
quicos que van desde el anhelo al querer con una graduación cada vez más
intensa o fuerte.

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¿Qué nos dice Rollo May al respecto? Nos provee una definición provisio-
nal pero muy esclarecedora:

“La voluntad es la capacidad de organizarse uno, de suerte que pueda


tener lugar un movimiento en cierta dirección o hacia cierta meta. El deseo es
el juego imaginario con la posibilidad de que se realice…” (R. May, ib., 177).

En palabras simples: el deseo es el gran movilizador interno, el que dispara


las energías psíquicas, pero estas podrían quedar en meros juegos imaginarios y
declamación.
La voluntad (el querer griego o boulumai), es esa dimensión energética que
“ordena” e impele y de este modo organiza el aparato psíquico para que salga del
juego y actúe.
Sin esta dimensión o capacidad podríamos quedarnos en la veleidad, en la
falta de asunción y de compromiso. En una personalidad indefinida, light.

Intencionalidad
¿De dónde surge el anhelo y el querer? Para Rollo May (ib., 182 y sig.)
surgen de la intencionalidad.
¿Qué es la intencionalidad? Es esa capacidad del espíritu de tender a la
acción y la actividad, a escudriñar y operar en el mundo y en los vínculos. La
intencionalidad, entonces, es ese movimiento que me hace salir de mí para vin-
cularme con el otro y las otras cosas.
Lo fundamental es que esta dimensión relacional o intencional impregna
el deseo, la voluntad y la toma de decisiones. Y así, no solo deseamos, sino que
nos damos cuenta que deseamos y que ha aparecido alguien en nuestro horizon-
te (esto es el darme cuenta, tomar con-ciencia de).
Esto lo expresa hermosamente Emmanuel Lévinas en El otro como infinito.
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En el artículo, situado en una perspectiva fenomenológica, se pretende


abrir nuevos horizontes a partir de la actualización que hace Lévinas del con-
cepto de intencionalidad, donde se invita a las Ciencias Sociales a dejar el juego
de buscar una objetividad positivista y se propone asumir la compleja infinitud
del ser humano como algo que no se agota en categorías fijas, únicas, definiti-
vas. Al contrario, el investigador o investigadora está co-implicado con lo inves-
tigado; cada mirada conlleva la alegría de un nuevo descubrimiento, un co-na-
cimiento, a la vez que denuncia que todo encuentro desborda los límites de la
relación.
Para ello, se muestra cómo la palabra sobre el ser humano tiene que estar
pronunciada mirando el rostro del Otro; el rostro valida mi discurso. Todo
discurso pronunciado de espaldas al Otro, así sea útil, es un discurso falto del
compromiso y, en ese sentido, un discurso ajeno al hombre y mujer concretos.

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En fin, todo el escrito es una inmersión en un debate epistemológico con


la aspiración de proponer salidas a la difícil tensión bipolar entre el sujeto y el
objeto en las Ciencias Sociales. Como todo texto, dejó al descubierto muchos
mojones que ojalá contribuyan a futuros diálogos que conlleven a auténticos
acercamientos al misterio del encuentro humano.
Y en El otro en Lévinas: Una salida a la encrucijada sujeto-objeto y su perti-
nencia en las ciencias sociales, señala que la relación con el Otro no hace referencia
a una ontología previa, sino que rompe el englobamiento totalizante y totalitario
de la mirada formal e ingenua, la cual intenta apresar categorías teóricas que
predicen imprecisamente su morar en el mundo; es la mudanza originaria que se
funda en la experiencia y en el tiempo interior lo que le permite al otro ser abso-
lutamente Otro. La relación con el Otro se abre a modo de responsabilidad hacia
una persona inenglobable, vaciada a lo infinito, en una exterioridad que va más
allá de la objetividad. En Totalidad e Infinito, Lévinas plantea la posibilidad de
romper el encantamiento que se genera cuando se intenta poseer al otro, totali-
dad donde la subjetividad y la infinitud quedan encalladas, siendo el sujeto
cautivo de sí mismo.
Todo esto es un replanteo antropológico, gnoseológico y de filosofía prác-
tica y política. Es un salto del clásico dualismo sujeto-objeto para una relación
vincular participativa e implicante. El otro/otra no está fuera de mí ni es un
objeto de estudio, es un co-implicante en el proceso vincular en el mundo.
Esto nos da pie para los desarrollos y saltos del amor/pasión al amar impli-
cante, temas que veremos más adelante.
Esta fundamentación antropológica tan rica y tan compleja esta expresada
poéticamente en el “Yo-tú” de Martin Buber.
Para mayor información se puede ampliar en la obra de Laín Entralgo,
Teoría y realidad del otro.

Justificación
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¿Existe la voluntad o es una mera creación artificial? ¿Es necesaria? ¿Cómo


la justificamos realmente? ¿Cuáles son sus frutos?
Por nuestra propia experiencia sabemos de la existencia de esta capacidad
psíquica que nos ayuda a salir de nuestras dudas e indefiniciones, que nos libera
de la angustia de “no saber qué hacer”. La duda es un estado mental que nos
produce mucha angustia y desgaste energético, y es preferible tomar una deci-
sión, aunque sea esta equivocada, a permanecer en la duda (situación de escrú-
pulos y de angustia).
Este sería un fruto y un beneficio inmediato de la toma de decisión, ejer-
cicio práctico de la voluntad. De aquí que debe ser cultivado el aprendizaje de la
toma de decisión para el cultivo de una personalidad constructiva, como lo
veremos más adelante.

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Funcionalidad
¿Cómo actúa la voluntad?
La voluntad actúa por la toma de decisión que los antiguos llamaban el
imperium voluntatis o determinación de la voluntad, que es una petición a una
energía más profunda para salir del juego dubitativo de posibles alternativas. Este
mando interior nos lleva a seleccionar y elegir una de las alternativas posibles.
Aquí interviene el poder iluminador de los valores que orientan y guían nuestra
existencia, de ahí la necesidad del cultivo de los mismos para poder tomar deci-
siones superadoras o decisiones que desarrollan de verdad la personalidad (y no
meras decisiones pragmáticas, de conveniencia, utilitarias o mezquinas).
De este modo la voluntad se constituye en un gran ordenador interno, ya
que selecciona objetos del mundo psíquico para encauzarlos en una realización
practica o vincular. Esto lo vemos por ejemplo en la toma de decisiones vocacio-
nales, profesionales-ocupacionales o en la toma de decisiones afectivas y vincula-
res, y también en las decisiones políticas.
En este proceso determinativo de la voluntad no está excluida la implican-
cia intelectiva ni la sensibilidad axiológica o valórica. Es el discernimiento el que
nos lleva a escudriñar las distintas alternativas y seleccionar aquella que creemos
la más significativa para nuestra existencia.

La intencionalidad desarrolla la direccionalidad existencial. Y la


£
direccionalidad existencial construye el sentido de una vida.
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8. LA DECISIÓN

Antes de entrar de lleno en el tema de la decisión, veamos una considera-


ción genérica.

Personalidades y toma de decisión


Frente a la decisión nos encontramos con varias posturas:

• La personalidad abúlica (sin voluntad o sin-querer) o personalidad alexi-


tímica: personalidad que no puede expresar sus deseos ni puede tomar una
decisión en función de alguno de ellos. Personalidad que se va deteriorando
paulatinamente en una baja autoestima, en una ausencia de confianza y en
una pobre presencia social y vincular.
• La personalidad voluntarista: que permanentemente toma decisiones y
hace actividades, pero que son vacías de afectividad y ternura, no incluyen
emociones profundas, son formales.
• La personalidad madura e integrada: que busca un amor integral e inte-
grado.

En la personalidad abúlica no hay ganas, no deseos de amar, ni de hacer un


emprendimiento. En la personalidad voluntarista hay una amor formal, un
“deber ser” carente muchas veces de contenidos, ternura y palabra. Por eso en un
amor integral e integrado están la pasión, el deseo y la decisión vincular de un
encuentro total.
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Concepto
¿Cómo es esta toma de decisión? ¿Qué pasos se siguen para la misma?
Esta toma de decisión es, una vez más, el imperium voluntatis ya mencio-
nado. Es un optar por una alternativa sabiendo que esta no agota la realidad,
pero que sí nos hace salir de la duda, de ese saltar de una postura a otra y divagar
sin hacer nada.
Más que describirlo analíticamente, nos parece atinado traer una poesía de
un prestigioso creador como Walt Disney, veamos que nos dice:

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Decidí (Walt Disney)

Y así, después de esperar tanto, un día como cualquier otro, decidí.


Decidí no esperar a las oportunidades sino yo mismo buscarlas,
decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una solución,
decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis,
decidí ver cada noche como un misterio a resolver,
decidí ver cada día como una nueva oportunidad de ser feliz.
Aquel día descubrí que mi único rival no eran más que mis propias debilida-
des, y que en éstas, está la única y mejor forma de superarnos.
Aquel día dejé de temer a perder y empecé a temer a no ganar.
Descubrí que no era yo el mejor y que quizás nunca lo fui.
Me dejó de importar quién ganara o perdiera,
ahora me importa simplemente saberme mejor que ayer.
Aprendí que lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir.
Aprendí que el mejor triunfo que puedo tener, es tener el derecho de llamar a
alguien “Amigo”.
Descubrí que el amor es más que un simple estado de enamoramiento:
“El amor es una filosofía de vida”.
Aquel día dejé de ser un reflejo de mis escasos triunfos pasados
y empecé a ser mi propia luz de este presente.
Y aprendí que de nada sirve ser luz si no vas a iluminar el camino de los
demás.
Aquel día decidí cambiar tantas cosas...
Aquel día aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad,
desde aquel día ya no duermo solo para descansar...
ahora simplemente duermo para soñar”.

Esta hermosa poesía nos indica varias reflexiones:


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• Más que esperar hay que buscar las decisiones.


• No ser pasivo frente a la realidad.
• Salir de la culpa para ser proactivo.
• Ser comprometido con los demás.
• Hacer de cada conflicto una oportunidad.
• Ser creador y constructor partiendo de los sueños y de la realidad.
• Y esto no es fácil, tiene sus dificultades, tiene sus crisis, tiene sus aristas, es
un camino.

¿Por qué son tan difíciles de tomar nuestras decisiones? ¿Por qué nos cues-
ta tanto analizar nuestras diferentes opciones?
¿Qué es decidirse?

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¿Qué es tomar una decisión?


Sobre este tema hay mucho escrito en dinámica grupal y en teoría de las
organizaciones. Hay decisiones individuales, grupales, organizacionales.
Si queremos desarrollar una teoría participativa de la decisión hay tres
pasos básicos después de plantear el problema o situación a trabajar:

• Un momento deliberativo donde cada uno o los grupos presentan sus pos-
turas.
• Un momento analítico donde se sopesan los pros y contras de cada alter-
nativa.
• Finalmente, un momento propiamente decisional, donde se determina la
acción o alternativa a seguir, que no siempre es con el consenso total
intrapsíquico o personal, ni con el consenso total de todos los miembros
del grupo, pero puede ser lo más cercano al mismo.

En este proceso es fundamental la presencia de un líder o conjunto de líde-


res o un orientador personal o grupal (counseling) que haga de espejo de nuestras
vidas y que nos ayude a ir descubriendo la verdad o los caminos de salida.
En esta toma de decisión es necesario superar lo siguiente.

Dificultades y/o trampas

• Ciertas interpretaciones e ideologías históricas (patriarcado, machismo)


naturalizan hechos que responden a una condición histórica determinada.
• Trampas del deseo y de la promesa: ¿por qué nos proponemos tantas cosas
a nosotros mismos que luego no cumplimos?
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Debilidades o falta de coherencias


¿Por qué somos incoherentes entre nuestros propósitos y nuestro hacer
cotidiano?

• ¿Por qué quedamos atrapados en cuestiones secundarias y anodinas, dejan-


do de lado nuestros proyectos vitales, nuestras decisiones fundamentales?
• ¿Por qué no tomamos en serio nuestros objetivos y tenemos el coraje para
llevarlos adelante? Aquí intervienen nuestras debilidades fundamentales:
Desidia, falta de coherencia, de coraje, de constancia, de fortaleza y creati-
vidad. “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo” (Albert
Einstein). Una regla de oro: no proponerse tantas cosas sino pocas pero que
sean concretas y realizables y que se vivan con firmeza. Como dijo Nelson
Mandela: “Todo parece imposible hasta que se hace”.

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Beneficios de la toma de decisión


Una toma de decisión pronta, lo más realista posible, es un signo de salud y
vitaliza nuestra personalidad y nuestro desarrollo. Parafraseando a Einstein pode-
mos decir que simplificar y ser sencillo es la clave de una verdadera sabiduría.

La disciplina en la toma de decisión


De todo lo dicho sale una conclusión: la toma de decisión es un aprendi-
zaje que a veces puede ser arduo. Para profundizar en este tema nos remitimos a
E. Fromm en El arte de amar.
Para el aprendizaje de la toma de decisiones como para cualquier arte hay
que desarrollar una disciplina. Todos tenemos una experiencia de toma de deci-
siones, pero hablamos de cómo desarrollar la capacidad de tomar decisiones
rápidas, conscientes y pertinentes. Adoptar o tener una disciplina implica:

• Previsión: tomar decisiones no es hacer algo solo por pura espontaneidad.


• Concentración: es decir, auto centrarse por un lado y por otro lado centrar-
se en esta toma de decisión. Estar presente en el momento de actuar, en el
aquí y ahora.
• Perseverancia y constancia en nuestra toma de decisión.
• Responsabilidad: hacerse cargo de las consecuencias de nuestra toma de
decisiones.

Hay decisiones cotidianas, simples pero hay decisiones profundas que cam-
bian nuestra existencia (metanoia) Estas están expresadas, por ejemplo, por la
metáfora del bautismo: muerte de una realidad para emerger en una nueva. Estas
tomas de decisiones implican un profundo discernimiento, tema que trataremos
a continuación.
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9. MOTIVACIÓN Y DISCERNIMIENTO

Motivación

Concepto
“Es la concentración selectiva de nuestra vida psico-emocional en un obje-
tivo o meta determinada” (Puede ser una actividad, una carrera o un vínculo).
Este centramiento no es casual, es un mandato personal y social que impe-
le a ciertos desarrollos. De todos los saberes y posibilidades se seleccionan algu-
nos que hacen a las características de la época. (Por ejemplo, el ideal de mujer
hasta ayer era “ser madre”, hoy es “ser profesional, ser madre, etc.”). En este
centramiento y construcción social dejamos de lado otras opciones para enfocar-
nos en una determinada y esta es una selección consciente por la cual solo traba-
jamos un área determinada de todo el campo fenoménico. Esto nos posibilita,
no solo enfocar, sino también ampliar todas las posibilidades y dificultades de
este fenómeno o vínculo.
Este acto habla de nuestra limitación humana y a la vez de nuestra poten-
cialidad.
El error es cuando queremos incluir toda la realidad en ese enfoque parti-
cular (reduccionismos antropológicos y filosóficos).
En esta actividad compleja intervienen además:

• Los mandatos familiares.


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• Nuestra historia personal y familiar.


• Aptitudes, deseos, impulsos y necesidades.
• Ilusiones, valores, educación y cultura.
• Todo eso organizado y estructurado desde un psiquismo personal en un
contexto social determinado, lo que da origen al proyecto/s personal de
vida.

Incluimos estos temas que nos parecen fundamentales en el proceso en esta


tercera parte de Proyectos y Concreciones porque nos parecen decisivos para el
área de la acción.

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Origen de las motivaciones

Los impulsos motivacionales


Las investigaciones han señalado cuatro tipos de impulsos motivacionales
(David McClelland, 1961):

• Motivación para el logro: Es el impulso que tienen algunas personas para


superar los retos y obstáculos a fin de alcanzar metas. Un individuo con
este impulso desea desarrollarse, crecer, y avanzar por la pendiente del
éxito. El logro es importante en sí mismo, y no por las recompensas que lo
acompañan. En la raíz de este logro esta satisfacer una necesidad personal
ya sea por deficiencia o por desarrollo.

• Motivación por afiliación y pertenencia: Es un impulso por relacionarse


con las personas en un medio social.

• Motivación por competencia: Es un impulso por realizar un trabajo de


gran calidad. Las personas motivadas por la competencia buscan dominar
su trabajo, sobresalir y ser los mejores.
• Motivación por poder: Es un impulso por influir en las personas y cam-
biar las situaciones. Los individuos motivados por el poder desean crear un
impacto en sus organizaciones y están dispuestos a correr riesgos para
lograrlo. Esto puede ser positivo o negativo.

Lo deseable es desarrollar estos impulsos en armonía guiados por valores


superiores.
La hipertrofia o atrofia llevan a realizaciones desastrosas para la persona y
para la humanidad, los ejemplos son inagotables y son los generadores de tanta
corrupción y destrucción entre los seres humanos.
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Estos impulsos motivacionales pueden hipertrofiarse aisladamente o en


combinación (el que busca solo el poder y el dinero, el que busca el poder y la
competencia, el que busca una sociedad idealizada).

Conocer los impulsos motivacionales de la gente que nos rodea es


£
crucial para tener un dialogo profundo y respetuoso.

¿De dónde surgen los impulsos motivacionales?


Los impulsos motivacionales surgen de las necesidades profundas del ser
humano, de cada uno de nosotros.
En la historia se ha hecho una descripción muy fuerte de las necesidades y
ha habido muchos modos de clasificarlas, veamos algunas de ellas.

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• Primarias o físicas básicas: Comprenden el alimento, agua, sexo, sueño, aire


y una temperatura razonablemente confortable. Estas necesidades surgen a
partir de los requerimientos básicos de la vida y son importantes para la
supervivencia de la raza humana; por lo tanto son virtualmente universales
entre las personas, pero varían en intensidad de un individuo a otro. Por
ejemplo un niño necesita dormir mucho más que una persona de mayor
edad.
• Las necesidades están también condicionadas por la práctica social. Si es
costumbre comer tres veces al día, entonces una persona tiende a sentir
hambre tres veces, aun cuando dos pudiera ser lo adecuado. Si se acostum-
bra una hora de café durante la mañana, entonces se convierte en un hábi-
to de satisfacción de apetito, así como en una necesidad social.
• Secundarias o sociales y psicológicas: Son más intangibles debido a que
representan necesidades de la mente y del espíritu más que del cuerpo.
Muchas de estas necesidades se desarrollan conforme el individuo madura.
Algunos ejemplos son la autoestima, la sensación de deber, la autoafirma-
ción, el altruismo, la pertenencia a grupos y el recibir afectos. Las necesi-
dades secundarias son las que hacen que las motivaciones y las emociones
sean más complejas. Por eso, para entender las emociones y las motivacio-
nes de un grupo social, hay que tener en cuenta el desarrollo personal y
vincular de los mismos, y las necesidades no observadas pero sí sentidas.
• El análisis de la conducta humana sería sencillo si las acciones de una per-
sona en un momento dado fueran resultado de una y solo una necesidad,
pero pocas veces ocurre eso. Necesidades de todos tipos e intensidades
influyen entre sí, por lo que la motivación de una persona en cualquier
momento dado es una combinación de muchas fuerzas diferentes. Algunas
necesidades están tan ocultas que ni el propio interesado se da cuenta. Este
hecho por sí solo hace que descubrir las causas profundas de la motivación
sea difícil y complejo.
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En resumen, las necesidades secundarias:

• Están fuertemente condicionadas por la experiencia.


• Varían en tipo e intensidad entre las personas.
• Están sujetas a cambio en cualquier individuo.
• Operan en grupos más que solas.
• Con frecuencia están ocultas del reconocimiento consciente.
• Son sentimientos ambiguos en lugar de necesidades físicas específicas.
• Influyen en la conducta (se dice que “actuamos con lógica solamente en la
medida en que nuestros sentimientos nos lo permiten”).

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Jerarquía de necesidades de Maslow


Un esquema que se hizo famoso en nuestra cultura actual ha sido el de la
jerarquía (o pirámide) de las necesidades de Maslow, el gran psicólogo norteame-
ricano que trabajo en el tema de la motivación y la autorrealización humana. Las
necesidades humanas no tienen la misma prioridad de acuerdo a los grupos
sociales y a las situaciones en que viven, surgen con alguna prioridad. Para
Maslow, en la medida en que las necesidades primarias quedan razonablemente
satisfechas, una persona puede hacer más hincapié en las necesidades secundarias
o de desarrollo. La jerarquía de necesidades de Maslow, que se centra en cinco
niveles, ha recibido una atención generalizada y desatado considerables contro-
versias. Los niveles de necesidad 1(física) y 2 (seguridad) se conocen tradicional-
mente como necesidades básicas o de supervivencia, y los niveles 3 (social), 4
(estima) y 5 (autorrealización), se conocen como necesidades de crecimiento o
desarrollo.
Estas necesidades se ordenan del siguiente modo:

Análisis de los distintos niveles:


Ă
CRECIMIENTO

Autorrealización

Estima

Sociales
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SUPERVIVENCIA

Seguridad

Fisiológicas
Ă

• Necesidades Físicas y Fisiológicas: Comer, dormir, vestir, oxigenación,


sueño, sexualidad, contención afectiva, etc. Satisfacerlas es fundamental
para la existencia y para poder acceder a otras motivaciones. Sin la satisfac-
ción mediana de esta área no se puede acceder a la siguiente porque la

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persona se quedaría atrapada en esa misma necesidad. (Ejemplo: si una


persona tiene hambre o no está respirando no puede acceder a pensar en
otras cosas).
• Seguridad: Las personas buscan seguridad tanto corporal como de tranqui-
lidad económica. La seguridad les garantiza que sus necesidades primarias
estarán cubiertas mañana y tanto tiempo como sea posible. Las necesidades
de este segundo nivel están íntimamente relacionadas a las del primero, y
a veces se interrelacionan con la mismas. Esta necesidad de seguridad se ve
exacerbada cuando en un país o en una cultura determinada hay mucha
violencia, lucha de grupos-tribus, inestabilidad social y económica. La no
satisfacción de esta necesidad lleva a la retracción de las personas o grupos
sociales, los lleva a evitar meterse en problemas y por lo tanto, no desarro-
llar sus libertades y sus potencialidades.
• Necesidades de pertenencia: Son fundamentales para un desarrollo cualita-
tivo de las personas y grupos sociales. Estando satisfechas las necesidades
básicas, este salto cualitativo es fundamental para insertarse en otros niveles
socioculturales o espirituales en los cuales se puede desarrollar vínculos y
sus potencialidades. Implica desarrollar otra cosmovisión de valores. Esta
área pertenece a los sentimientos sociales y de trascendencia que analiza-
mos en la primera parte, sin esta área no desarrollamos el sentimiento
patrio, los derechos humanos, la ciudadanía, un nuevo modo humano y
responsable de construir el planeta en el cual vivimos.
• Estima y estatus: Las personas necesitan sentir que valen y creer que los
demás necesitan lo mismo (lo que para ellos representa el estatus). Esta área
es una consecuencia de la anterior y posibilita el desarrollo de prestigio, de
liderazgo, de incidencia en un grupo social determinado, y es un gran moti-
vador para jugarse por proyectos sociales y de transformación social. El
reconocimiento es un gran motivador para los grandes emprendimientos.
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• Autorrealización: Significa llegar a ser todo lo que se es capaz de ser, utili-


zando las habilidades que se tiene al máximo y mediante el aprovechamien-
to del talento. Este nivel es la consecuencia global de los anteriores. Es la
alegría de no solo realizar potencialidades personales sino de estar inserto y
poder haber ayudado a los demás, de haber construido una familia y ver
crecer a los hijos. Este nivel es el fruto del recorrido de una vida plena que
se ve en las pequeñas cosas y en los grandes proyectos: “pasó haciendo el
bien”.

En síntesis, Maslow dice que hay dos tipos de motivaciones:

• Las motivaciones de la necesidad o de la subsistencia son fundamentales


para estar aquí y para la perpetuación o reproducción de la especie, estas
deben ser satisfechas por lo menos en un grado significativo (más del 50%).

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• Las motivaciones del desarrollo son esenciales para construir el hábitat


humano que comienza por la propia familia, se extiende a la comunidad, al
país en el que se vive y a la aldea planetaria. Es construir un horizonte
humano de lo humano, es desarrollar nuestras posibilidades como habitan-
tes del planeta.

En función de cómo se satisfacen estas necesidades, Maslow distingue entre


tres tipos de personalidades:

1. Las personalidades que satisfacen sus necesidades básicas y a veces se que-


dan solo en esa área.
2. Las personalidades que están en estado de actualización, que no se confor-
man con los bienes básicos, de subsistencia y seguridad, sino que aspiran a
un progreso en el orden intelectual, afectivo y social.
3. Las personalidades trascendentes o centradas en un valor superador de su
propia individualidad (humanidad, Dios, ecología, etc.). Pensemos en
Martin Luther King, La Madre Teresa de Calcuta, los grandes héroes de la
humanidad, los padres de la Patria, personalidades que dejaron y arriesga-
ron hasta sus bienes personales en función del proyecto en el cual estaban
incluidos.

Sería muy importante después de estas reflexiones preguntarnos:

• ¿En qué tipo de necesidad nos estamos concentrando?


• ¿En qué momento del desarrollo de la personalidad nos encontramos?
• ¿Qué actitudes son necesarias para seguir creciendo?

Discernimiento
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Un relato cuenta que los sacerdotes del Tibet tenían por símbolo el Cisne
Blanco. La pregunta es ¿por qué? Y la respuesta es porque es el animal que puede
discernir el alimento del barro. ¿Por qué? Porque metiendo el pico sin ver, saben
distinguir y separar la materia nutriente de la materia descartable.
Y esa es la virtud principal de un ser espiritual; saber discernir el bien del
mal y así tener la capacidad de orientar a las personas.

¿Qué es discernir?
Hay varios tipos de discernimiento:

• Discernimiento económico: “esto es una actividad lucrativa u ociosa”.


• Discernimiento de eficacia: “esta es una actividad productiva o irrelevante”.

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• Discernimiento social: “esta es una actividad incluyente o excluyente”.


• Discernimiento espiritual: “esta es una actividad plenificante y humana o
una actividad anodina y hasta destructiva”

Discernir es eso: distinguir, separar, ver consecuencias de cada uno, ver


beneficios o destrucciones. El discernimiento es una actividad crucial para el
desarrollo humano, sin él es muy difícil crecer y desarrollarnos. Es también una
actividad social trascendente: miremos el ejemplo de Salomón, por el cual fue
distinguido como sabio: supo distinguir la madre verdadera de la falsa. El discer-
nimiento nos permite valorar lo que es bien común de los bienes individuales y
particulares, por eso se ha constituido en la actitud fundamental para una ética
responsable.

Conclusión
¿Por qué decimos que la Motivación y el Discernimiento son tan impor-
tantes?
Porque nos ayudan a incluirnos en un campo humano y en este nos ayudan
a escudriñar los verdaderos valores del desarrollo humano, lo que de verdad hace
a la hominización (desarrollo pleno del hombre) y a la humanización (desarrollo
de todos los hombres), que forman el paradigma fundamental de una ética de lo
verdaderamente humano.
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10. PERSONALIDAD Y VALORES

Introducción
La ética y la antropología filosófica de Max Scheler en El puesto del Hombre
en el Cosmos nos aporta algunos elementos dignos de consideración para esta
temática de la personalidad y los valores.
Scheler, como reacción contra el relativismo implícito en la interpretación
subjetivista de los valores, y ante la necesidad de un orden moral estable, habla
de la objetividad del valor como método apriorístico, rechazando todo elemento
empírico.
Según Scheler, Kant comete el mismo error que los empiristas al creer que
solo contamos con dos tipos de facultades:

• La razón, que es capaz de universalidad e incondicionalidad, pero que a


priori solo proporciona formas, no contenidos, no materia.
• La sensibilidad, que proporciona contenidos, aunque éstos son siempre
conocimientos particulares y condicionados, es decir, obtenidos a poste-
riori.

Es por ello que Scheler afirma que nuestro espíritu no se agota en el par
“razón-sensibilidad”, y por eso no hay ningún motivo para identificar lo que es
a priori con lo racional ni lo material con lo sensible o a posteriori.
Entre 1913 y 1922 surgen sus obras decisivas: El formalismo en la ética y la
ética material de los valores y dos colecciones de ensayos: Acerca de la subversión
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de los valores y De lo eterno en el hombre. En esta época Scheler es personalista y


cristiano convencido, y desde esta perspectiva realizó importantes avances en la
antropología. Es suyo, por ejemplo, el término de “antropología filosófica”.
Max Scheler se centró en el estudio de la ética oponiéndose tenazmente al
formalismo kantiano que rechazaba la felicidad y las realidades concretas como
motivo válido para la acción moral (el único motivo kantiano aceptable era el
deber) y le opuso una ética material de los valores, es decir, una ética con conte-
nidos específicos y estructurada alrededor de la idea de valor.
Ante el concepto de Husserl de que la conciencia es siempre conciencia de
algo, Scheler reflexionó sobre la intencionalidad de las emociones y sus objetos
intencionales: los valores, y menciona que hay un cosmos objetivo de valores al
que solo se puede acceder por la intuición emocional; la razón es ciega para el
valor.

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Actos como preferir, amar u odiar no son racionales sino emocionales, y


descubren a priori unos contenidos materiales que no proceden de la sensibili-
dad: son los valores, cualidades dotadas de contenido que están en las cosas, pero
son independientes tanto de ellas como de nuestros estados de ánimo subjetivos.
Esta nueva noción de valor surgía del análisis fenomenológico de la expe-
riencia moral de la persona, que hacía ver con claridad que el hombre encontra-
ba frente a sí valores y que éstos eran los que motivaban la acción.
Por otro lado, Scheler se opone firmemente a la pretensión nietzscheana de
crear valores y sostiene que los valores son siempre los mismos, no cambian, lo
que cambia es nuestra percepción de ellos. Cada época, cada cultura, reinterpre-
ta distintos valores e ignora otros.
Scheler encuentra en los valores un fundamento objetivo, material y a
priori de la ética: los valores no pueden ser confundidos ni con cosas ni con
bienes, entendidos éstos como propiedades de las cosas.
Las cosas son buenas en la medida que ellas realizan y cumplen en alguna
medida un determinado valor o cualidad valiosa. Los valores no son “valiosos”
porque los deseemos o estimemos como tales, sino todo lo contrario: los estimamos
y deseamos su realización y cumplimiento en las cosas porque son de suyo valiosos.
El buen actuar (la moral) consistirá en la realización de los valores de acuer-
do con su naturaleza, orden y jerarquía. El orden que propone es:

1. Los valores religiosos (sagrado / profano).


2. Luego los espirituales (bello / feo, justo / injusto, verdadero / erróneo).
3. Luego los valores de la afectividad vital (bienestar / malestar, noble / inno-
ble).
4. Por último, los valores de la afectividad sensible (agradable / desagradable,
útil / dañino).
De lo que se trata es de vivir en armonía. No hay que optar por unos valo-
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res y renunciar a otros. Para ello hay que vivir los valores inferiores de un modo
tal que se encuentren ordenados a los superiores. De esta manera, cada vez que
obremos bien en lo más simple y cotidiano estaremos alabando a Dios, ya que
los valores religiosos se encuentran en la cúspide de la pirámide.
Es evidente que este modo de pensar es incompatible con una teoría natu-
ralista del hombre. La antropología filosófica de Max Scheler es “personalista”,
especialmente en la primera etapa de su evolución intelectual.
Scheler se cuestiona sobre qué es el hombre y cuál es su puesto en el ser o
en el Cosmos, haciendo necesaria una nueva antropología que examine la esencia
del hombre en su relación con el animal y con la planta. Menciona que la palabra
hombre se aparece con un doble sentido: primero indica “los caracteres morfo-
lógicos distintos que posee el hombre como subgrupo de los vertebrados y de los
mamíferos” y en segundo lugar, “un conjunto de cosas que se oponen al concep-
to de animal en general”.

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Este último, el que Scheler llama el concepto esencial del hombre, consti-
tuye el tema de la antropología scheleriana.
Se trata de averiguar si esto que da un singular puesto al hombre, incom-
parable con el puesto que ocupan los demás seres vivos, tiene alguna base legíti-
ma. Dicho de otra manera se trata de conocer qué es lo que diferencia al hombre
del resto de los animales, si es que lo hay, y qué grado de legitimidad tiene el
conceder al hombre un puesto singular en el cosmos.
Es así como Scheler recorre la serie gradual de las fuerzas y facultades psí-
quicas, las que coinciden con el límite de la vida en general, línea fronteriza entre
el sustrato material y el fenómeno de los seres vivos.
El grado ínfimo de lo psíquico, es decir de lo que se presenta objetivamen-
te como ser vivo y subjetivamente como alma, es el impulso afectivo o energía
vital sin conciencia, ni sensación, ni representación (la planta). Una mera “direc-
ción hacia” y “desviación de”, son los dos únicos estados de este impulso. Pero
esta energía vital no solo pertenece a lo vegetal, sino también a todo el restante
mundo vivo superior. La segunda forma psíquica es el instinto.
Scheler menciona que una conducta instintiva debe tener, en primer lugar,
relación de sentido, es decir, debe tender a un fin relativamente determinado
para el ser viviente como un todo (en bien propio o del ajeno). Una segunda
característica de la conducta instintiva consiste en que solo responde a situacio-
nes que se repiten de un modo típico y son significativas para la vida de la espe-
cie como tal, no para la experiencia particular del individuo. De esto se despren-
de que los instintos son innatos y hereditarios.
Entonces se pregunta: “¿Acaso existe algo más que no sea una mera dife-
rencia de grado entre el hombre y el animal? ¿Existe entonces una diferencia
esencial? ¿O es que hay en el hombre algo totalmente distinto, superior a los
grados esenciales tratados hasta aquí, algo que corresponda específicamente a él
solo, algo que la elección y la inteligencia aún no tocaron y agotaron?”.
Scheler afirma que la esencia del hombre y lo que se puede llamar su pues-
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to particular, está muy por encima de la inteligencia. Es decir, fuera de las esferas
antes señaladas: energía vital, instinto, memoria asociativa, inteligencia y elec-
ción, dominios más bien de la biología y la psicología. Incluso este nuevo prin-
cipio se encontraría superando esas expresiones vitales. Lo que hace de un hom-
bre un Hombre es “un principio que se opone a toda la vida en general, incluso
a la vida que habita en el hombre”, concluye Scheler.
Los griegos llamaron a este principio razón, pero Scheler prefiere usar un
concepto más amplio no solo referido a la razón y al pensamiento; un concepto
que comprenda también la intuición y una determinada clase de actos volitivos
y emocionales tales como la bondad, el amor, el arrepentimiento, la veneración,
el asombro, el deleite, la desesperación y el libre albedrío. Tal concepto será el de
espíritu.
Pero ¿qué es este espíritu? Si damos al espíritu una función particular de
conocimiento, entonces la determinación básica de un ser espiritual consistiría

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en su emancipación existencial de todo lo orgánico, su libertad. Este ser espiritual


ya no estaría atado a sus impulsos ni al mundo circundante, sino que estaríamos
libres de ese mundo, estaríamos abiertos al Cosmos porque la persona es capaz
de objetivar. Espíritu es, por tanto, objetividad.
Este actuar del hombre tiene su base en lo que Scheler define como recogi-
miento cuyo fin es la conciencia de sí (entrar dentro de sí y pensarse). El hombre
es, por tanto, según Scheler, el único que, en cuanto persona, puede elevarse por
encima de sí mismo –como ser vivo– y convertirlo todo, incluso el sí mismo, en
objeto de conocimiento.
Por lo tanto, Scheler menciona cual es el puesto del hombre en el cosmos;
lugar que está más allá de la inteligencia, pues suponiendo que este fuera el esca-
lón terminal de la vida humana, no podrían cumplirse acciones que por cierto se
dan en los seres humanos y que dependen de otra facultad, como por ejemplo la
creación.
Scheler habla de un hombre que puede liberarse, distanciarse del mundo a
través de la objetivación realizada por el espíritu. El mundo se nos contrapone y
nos demanda hospitalidad. Es el estar abierto al mundo, es la libertad humana
entendida en su más bello sentido, en su sentido filosófico: como “apertura”.
Pero no como una apertura ingenua sino como un deseo de constatar cual es el
verdadero Ser de las cosas.
Si bien su obra fundamental se encuentra en el campo de la ética, es com-
pletado y coronado por su antropología, pues es evidente que esta doctrina de
los valores no se entendería sino fuese fundamentada por una antropología. Es
así como entra en el campo del personalismo ya que Scheler vuelca ambos cues-
tionamientos para un estudio más profundo de la persona.
Se opone a las concepciones intelectualistas que definen a la persona como
un ser meramente racional, como un sujeto lógico. Tal intelectualismo desindi-
vidualiza al hombre, y, por consiguiente, lo despersonaliza, ya que es esencial a
la persona el ser un individuo concreto, corporal, afectivo y sexual.
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El concepto scheleriano de persona señala el núcleo o centro unitario de


todo ser espiritual, en el que tienen su origen todos los actos, sin ser, sin embar-
go, reducible a ellos.
“Persona es la concreta y esencial unidad de ser de actos de diferentes
clases de esencia, que en sí antecede a todos los diferentes actos (percepción
interior y exterior, querer, pensar, sentir, amar, etc.)”.

Parece oportuno señalar, en tal definición de la persona, un cierto sustan-


cialismo, si bien en principio la idea central del personalismo de Scheler preten-
de hallarse tan lejos del puro actualismo, que reduce la persona a sus actos, como
del sustancialismo, que pone la persona como algo que está detrás de los actos.
Lo peculiar del ser personal es que en todo acto suyo está toda la persona,
aunque la persona no se agota, por así decirlo, en ninguno de ellos, ni tampoco
en el conjunto de ellos.
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La persona se concreta en cualquiera de sus actos, esto es, se ofrece como


un ser unitario en todas sus manifestaciones. Tal peculiaridad le viene dada a la
persona por su específico modo de ser: como tal es intemporal, pero necesita
realizarse o desplegarse en el tiempo.
Hay una vinculación o nexo esencial entre persona y mundo. El mundo es
el correlato objetivo de la persona. Cada persona, que según hemos visto, es
individual en cuanto tal, tiene asimismo un mundo individual, propio. La con-
dición de posibilidad de pasar de estos mundos individuales, desconectados entre
sí, a un mundo único, común a todo ser espiritual, halla su fundamento en la
idea de una Persona infinita y perfecta. Y es así como “la idea de Dios nos es dada
juntamente con la identidad y unidad del mundo sobre el fundamento de una
conexión esencial” (ver El formalismo en la Ética).
Quizá el esclarecimiento de las relaciones interpersonales sea lo más intere-
sante de toda esta teoría. La idea de una comunidad con otros seres espirituales
no está excluida por el hecho de que toda persona es singular y hasta tiene un
mundo propio. Esta comunidad es espiritual y la vez muy concreta.
La persona es la realizadora de actos intencionales (conscientes, dirigidos a
una finalidad), “que se hallan ligados por una unidad de sentidos”; la conciencia
de esta unidad de sentido es la mayoría de edad de las personas en la cual se
percibirán con mayor claridad los valores. Así mismo es propio de las personas
el dominio de su propia voluntad.
La persona en cuanto totalidad es responsable, por lo tanto, de todos sus
actos, aún de los más íntimos, ejecutados en el ámbito de su conciencia. Es así
como el acto moral se fundamenta en la persona, y, concretamente, en su auto-
nomía e incluye:

• La intuición de los valores y sus relaciones dentro de la jerarquía (ya men-


cionada anteriormente).
• La libertad de la voluntad para elegir la realización de tales valores, así
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como el deber y normas basados en ellos.

Como se ha podido ver, los valores no se quedan como meros entes sin
fondo, más bien, Scheler los remite a la persona: “todos los valores, incluso todos
los valores posibles de las cosas y también de las organizaciones y de las comuni-
dades impersonales, están subordinados a los valores personales” (Ética, nuevo
ensayo de fundamentación de un personalismo ético).

Noción de valor
El valor es la vivencia firme y razonada de que algo es bueno o malo. Es la
percepción de qué nos conviene, de aquello que da sentido e integridad a la vida.
Cuando un valor es percibido en profundidad se constituye en convicción. Las
convicciones orientan nuestra existencia y se organizan en nuestro psiquismo en

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escalas de referencia o escalas de valores. La persona que posee un sistema de


valores se instala en el mundo de un modo consistente, definido y con segurida-
des profundas. Los valores son como una pauta, guía o camino. Marcan las
directrices de una conducta íntegra y generan una calidad de vida.

El aprendizaje de valores y actitudes


Los valores auténticos nos ayudan a:

• Conocernos a nosotros mismos y a amarnos, lo que genera autoconfianza


y seguridad personal.
• Al mismo tiempo, a comprender y amar a los demás.
• A dar sentido a lo que hacemos.
• A facilitar una relación madura y equilibrada con los compañeros y con el
grupo.
• A proporcionar un vínculo armónico con la comunidad y con el entorno.
• A producir equilibrio, unidad y paz.

En la vida, el aprendizaje de los valores es fundamental y a su vez es dife-


rente de otros tipos de aprendizajes. Esta propuesta puede hacerse en un contex-
to lúdico y comunitario, viviendo alegre y gozosamente nuestras experiencias y
vivencias. Este es el valor base que nos sirve de trampolín para reconocer y
experimentar los otros valores hasta llegar a constituir un sistema de valores.
“Las cosas son; los valores se sienten y se estiman”. Los valores primero se
aprenden por el ejemplo y por la vivencia testimoniada de los adultos significa-
tivos que rodean al niño (padres, docentes, etc.), pero su compresión más global
se efectúa al relacionarlo con el entendimiento de lo concreto y lo cotidiano,
creando y proporcionando generalizaciones alternativas enriquecidas por las
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comparaciones y experiencias vividas.


Los valores no se aprenden de golpe sino en procesos complejos que llama-
mos fases.

Fases para experimentar y aprender los valores


Presentamos un conjunto de valores para vivenciar y experimentar a través
de cuatro fases o etapas que parten de identificar el valor hasta alcanzar su con-
solidación, integración y/o aplicación. Aunque esta sucesión de fases es progresi-
va, en determinados ámbitos y situaciones o edades, las actividades se pueden
centrar en cualquier fase y continuar de la forma en que mejor se adapten a la
realidad donde se actúa.
Los ejemplos, aunque están incluidos en etapas educativas determinadas,
pueden ser útiles para cualquiera de ellas.

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• FASE I: Esta primera fase de sensibilización y concienciación se basa en el


redescubrimiento del valor básicamente a través de la experimentación.
• FASE II: Es una fase de escucha y de impregnación de las diferentes repre-
sentaciones, pero también de expresión e interiorización. Los aprendizajes
experimentados, vividos, se materializan poniéndose en práctica.
• FASE III: Se trata de introducir el valor en las secuencias de aprendizaje
conjuntamente con las situaciones de juego (generalización del aprendiza-
je). En definitiva, se trata de crear el hábito de incorporar los valores en el
juego y en la vida con la práctica diaria.
• FASE IV: Esta fase trata de ampliar e integrar los conocimientos y apren-
dizajes, del grupo etario y de la familia de la que dependen, a la sociedad
en que se hallan inmersos (transferencia de los aprendizajes). Es el enrique-
cimiento y consolidación de la vivencia y del concepto del valor. Es el
desarrollo de las convicciones personales que se aplican a la vida. Es una
etapa en la que los niños y adolescentes aprenden a conocerse mejor a tra-
vés del grupo-equipo, una etapa especialmente solidaria, cooperativa y
sinérgica. Enriquecer un valor es abrirse a los demás, al mundo, a las otras
culturas, es poner en relación, acercarse a los contenidos conocidos para
compartir, comprender y construir conjuntamente de una forma positiva.
Así pues, consolidar el valor en base a los conocimientos aprendidos y
experiencias adquiridas, para pasar a concebir nuevas situaciones y nuevas
actividades que hagan crecer al grupo con expresiones concretas y lo doten
de soluciones prácticas llenas de creatividad y entusiasmo.

Pensemos en el valor cúspide que es el amor: ¿cómo lo pasaríamos por las


cuatro fases?
Por ejemplo: fraternidad entre hermanos.
En la primera etapa de sensibilización, ayudamos a los hermanos a descubrir
que es más pleno el tratarse como hermanos que estar fijados en celos y agresio-
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nes.
En la segunda etapa de experimentación, compartiendo juegos y actividades.
En la tercera etapa, verbalizando y ampliando con gestos de cariño y ternura.
En la cuarta etapa, transfiriéndolo a otros chicos y a otras realidades.
Pensemos en otros ejemplos que hacen a las distintas emociones y deseos.
Los valores no solo iluminan a las emociones, las emociones se pueden
constituir en valores.
Las emociones que comienzan siendo meras pasiones pueden constituirse
en actitudes orientativas y encauzadoras de la vida. Por ejemplo: “yo me guío por
el amor”.

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¿Por qué es tan importante incluir el tema de los valores en el


mundo de los afectos y emociones?
Para responder a esta preguntas incluimos el Prefacio de Dadi Janki (Universidad
Espiritual mundial Brahma Kumaris, Monte Abu, India).

En los momentos de crisis, nuevamente nos encontramos en posición de


reconocer la necesidad de los valores. Un niño huérfano se siente inseguro, no
amado y rechazado. El que tiene una vida sin valores siente lo mismo. Los
valores son nuestros “padres”; el alma humana se alimenta de los valores que
sostiene. Los sentimientos de seguridad y de confort de nuestras vidas proce-
den de los valores.
Los valores son los tesoros de la vida, que hacen a los seres humanos
poderosos y ricos. Los valores son amigos que en la vida te ayudan a ser feliz.
Una vida llena de valores es una vida de autorespeto y de dignidad. El alma
puede acercarse a Dios, y la vida se vuelve real y significativa. Los valores ofre-
cen independencia y libertad; expanden la capacidad de ser autosuficientes y
liberan a la persona de influencias externas. El alma desarrolla la habilidad de
discernir la verdad y de seguir el camino de la verdad.
Los valores ofrecen protección y el que lo experimenta tiene la posibili-
dad de compartir esta protección con los demás. Los valores brindan poder que
hace posible eliminar las debilidades y los defectos. Cuando la bondad innata
del individuo se concentra en los valores, el vínculo con Dios se hace fuerte y
claro. Se presta el servicio a los demás a través de pensamientos, palabras y
acciones. El alma que posee valores no está atrapada por ningún deseo limitado
ni atracciones, sino que permanece estable en lo ilimitado.
Los valores abren el corazón y transforman la naturaleza humana. La vida
se llena de compasión y humildad.
A medida que desarrollamos los valores en nuestro interior, compartimos
su fragancia con el mundo que nos rodea y, de esta forma, avanzamos hacia un
mundo mejor.
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Para sentir, pensar y reflexionar

Después de haber visto esta tercera parte, ¿pensaste que era tan complejo
este mundo emocional?
¿Advertiste que realidades aparentemente alejadas tienen una implicancia
tan cercana con el mundo de los deseos y afectos?
Más aún, que realizan una cualificación y orientación del mundo emocio-
nal, por ejemplo, en el modo en que un valor orienta un sentimiento y una
emoción.
¿Reflexionaste sobre el hecho de que sin estos proyectos y valores nuestro
mundo emocional se podría transformar en un caos anárquico?
¿Pensaste que el discernimiento nos constituye en seres verdaderamente
humanos?
¿Pensaste que los valores y en especial el valor del amor organizan nuestra
existencia humana y social?

Reflexiones personales
¿Me quedo sólo en las consideraciones o puedo pasar a la toma de decisión
a la acción?
¿Cómo incluyo la dimensión voluntaria en mi vida? ¿Qué importancia le
doy a la toma de decisión en mis reflexiones personales?
¿Qué motivaciones están guiando esas decisiones?
¿Qué valores están moviendo mi existencia?

Reflexiones de pareja y familia


¿Nos quedamos en las deliberaciones o podemos consensuar, acordar y
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pasar a una toma de decisión conjunta?


¿Qué compromiso tengo en propio mi núcleo familiar para desarrollar la
actitud del esfuerzo y del trabajo?
¿Qué valores cultivamos en nuestra propia familia?
Marque del 1 al 10 los siguientes valores por prioridad:

• Justicia.
• Compañerismo.
• Amistad.
• Tolerancia.
• Respeto.
• Solidaridad.

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• Servicio.
• Humildad.
• Magnanimidad.
• Sinceridad.

Reflexiones en la comunidad educativa y/o próxima


¿Tenemos dificultades en pasar a la toma de decisiones en nuestras comu-
nidades?
¿En nuestras comunidades nos quedamos en simples discusiones y delibe-
raciones?
¿Que nos falta para llegar a acuerdos, consensos y toma de decisiones?
¿Cómo trabajamos el bien común de nuestras comunidades educativas y
laborales?
¿Cómo se cultiva el esfuerzo y la disciplina de la voluntad en el bien
común?
¿Cómo desarrollo la capacidad de discernir en los niños, adolescentes, y en
el mundo del trabajo frente a situaciones sociales, conflictos grupales, actos de
injusticia?

Reflexiones ciudadanas sociopolíticas


¿Cómo se cultiva a nivel de sociedad el discernimiento a cerca de la demo-
cracia, de sus valores y elecciones?
¿En nuestra cultura, a qué valor le estamos dando prioridad?
¿Cuáles son los motivos que están moviendo nuestro accionar y nuestras
conductas?
¿Qué país estamos construyendo?
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y

Cuarta parte

LA EDUCACIÓN DEL
MUNDO EMOCIONAL

Introducción
Si bien hemos venido hablando de educación y reflexión sobre el mundo
emocional expresado como corolario en cada parte (“Para pensar y reflexionar”),
en este apartado haremos una recapitulación y una sistematización de los princi-
pales elementos a tener en cuenta para esta educación y nos centraremos final-
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mente en la madurez psicoafectiva donde detallaremos las principales caracterís-


ticas que hacen a una persona adulta y madura.

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11. LA IMPRESCINDIBLE EDUCACIÓN DE LAS
EMOCIONES Y DESEOS

Es necesario conocer la calidad de nuestros sentimientos y emociones para


ver con claridad el resultado de nuestras acciones. Reconocer los patrones habi-
tuales de respuesta a las dificultades es el primer paso a la conciencia. Tomar
distancia y observar la situación de una forma realista para pensar nuevas formas
de enfrentar el problema, es aprender a reorientar la energía emocional. Es
importante observar el sentimiento sin juzgarlo, manipularlo o suprimirlo, com-
probar que tenemos hábitos que nos traen dificultades.
La energía emocional se puede usar para encarar los problemas. Al descu-
brir el juego entre mente y sensación, conseguimos que la energía fluya en direc-
ción positiva.
Cuando nos apegamos a nuestras emociones se tornan dolorosas, pero las
emociones son solo energía. Se pueden transformar en sentimientos positivos,
porque las reacciones dependen de nosotros.
La energía usada de manera positiva, nos enseña acerca de nosotros mismos
y transforma reacciones improductivas o meramente agresivas y/o catárticas en
eficientes canales de comunicación con la vida.
Nuestro ser y comprensión se expresan en la forma en que vivimos. La
práctica de la atención es fundamental para estar con nosotros y para aproximar-
nos al mundo y, en concreto, al otro. Si observamos atentamente el cuerpo,
sentimientos y pensamientos, nos detenemos, si nos detenemos, vemos, si
vemos, comprendemos. Su fruto es la paz y felicidad. Si sabemos estar en paz,
nuestro trabajo es un medio eficaz y extraordinario para expresar nuestro ser más
profundo. Nuestra vocación nos induce a buscar un trabajo que nos ayude a
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practicar nuestro ideal de compasión hacia todos los seres que habitan el planeta.
El trabajo que realizamos puede nutrir nuestra compasión y comprensión,
pero también puede corromperlas.
¿Cómo se hace este proceso?
¿Por dónde empezar?
Hay varios modos de efectuarlo. Indiquemos algunas sugerencias prácticas.

Ejemplos concretos
María X
La vida para ella era un torbellino de emociones, una montaña rusa sin
descanso, una rueda de la fortuna. Nunca podía predecir cómo sería su día, si

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triste, irritable, ansioso o risueño. A veces pensaba que eran las hormonas, otras
veces la culpa era de una oposición de Saturno en su signo, pero le costaba admi-
tir que las emociones habían tomado el mando de su existencia.
Pensaba, a veces, que la realidad pasaba por delante de ella con autonomía
propia. No se comprendía a sí misma ni a los demás. La indefensión y un senti-
miento de impotencia la condujeron a la consulta de varios profesionales.
Algunos sugirieron que tomara medicación para regular el estado de ánimo.
Otros aconsejaron que dejara sobrevenir sus emociones y no las suprimiera, que
era positivo sentirlas y experimentarlas. Un día estaba tan irritable que lanzó el
control del televisor a la cabeza de su perrita que le pasaba entre los pies. Otro
día le dio una patada letal al nuevo coche teledirigido de su hijo que amenazaba
con atropellarla en la cocina. Desde entonces empezó a dudar de la conveniencia
de dejarse llevar por las emociones “en crudo, sin previa cocción”.

Juan P
Juan es un excelente profesional y busca su desarrollo permanentemente
pero no puede afrontar su elección afectiva y vincular. Cada año se pone de
novio pero cuando se aproxima el momento de una definición de un proyecto
sistemáticamente corta el vínculo y no puede darse respuesta a esto que le ha
pasado en reiteradas ocasiones. Se pregunta: ¿soy un inmaduro afectivo? ¿Por qué
me cuesta tomar una decisión?
Si hacemos un somero análisis encontraremos varios temas a abordar;
Primero es necesario detectar que el problema se presenta de modo diferen-
te en varones y mujeres
Segundo que aparecen diferentes creencias que están manejando la existen-
cia de cada uno.
Tercero la paralización de los propios proyectos.
Cuarto una reprogramación positiva de la propia existencia que implica
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liberarme de los tabúes y adoptar valores de desarrollo,


Quinto evitar la solitariedad y el ensoñamiento narcisista.

Pensamientos y emociones

Los pensamientos provocan o generan emociones. Nosotros vivenciamos


todo lo que sucede en nuestro psiquismo. Cuando estas vivencias no han sido
reflexionadas, elaboradas, han entrado en el mismo como pensamientos arcaicos
o simples creencias que, en la medida que son más inconscientes, son más efec-
tivas para conducir nuestras conductas.(“lo hice sin querer”, “no me di cuenta”,
“es más que yo”).
Estas conductas nos llevan a comportamientos destructivos por lo menos
de nuestros propios proyectos y deseos conscientes.

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Esto conduce a que cada persona interprete la realidad de distinta manera.


Esta interpretación a su vez nos lleva a las clasificaciones y etiquetas que le damos
a todo. Si esta interpretación no es muy acertada, lo más frecuente es que tenga-
mos más probabilidades de equivocarnos y sufrir. ¿Por qué María X sufría? ¿A lo
mejor porque no acordó con su marido para que la viniera a ayudar? ¿Por qué
sufría Juan P? ¿Por qué creía que la pareja iba en contra o lo apartaba de su pro-
yecto profesional?
Las emociones negativas como la ira, los celos, la envidia, la tristeza o el
miedo, que nos hacen tan infelices, provienen de nosotros mismos, de nuestra
interpretación sobre lo que creemos estar viviendo.
Es necesario mirarse y detectar en qué estoy pensando. Nuestros pensamien-
tos son útiles y eficaces principalmente a la hora de operar con problemas tecno-
lógicos de nuestra vida, como aprender a conducir, conocer un idioma, estudiar…
pero en no pocas ocasiones, el pensamiento origina conflictos psicológicos y es
decididamente poco eficaz para resolver las emociones. Es decir, el pensamiento
racional, tal como lo entendemos en nuestra civilización, está demostrando que
posee muy poca efectividad para conocer nuestro propio mundo emocional y para
manejar las relaciones interpersonales, para tomar decisiones y lograr una percep-
ción global e intuitiva de la realidad. En realidad, en muchas ocasiones el pensa-
miento es un obstáculo para entender ciertas cosas de la vida.

“El corazón tiene razones que la propia razón no entiende.”

De este modo el pensamiento puede ser generador de felicidad y sufrimien-


to. Genera sufrimiento cuando:

• Repite activamente recuerdos negativos del pasado.


• Genera preocupación, miedo y sueños referentes al futuro.
• Nos atormenta con opiniones y puntos de vista inventados por la sociedad
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humana que no hacen más que controlar y encarcelar al individuo, tanto


mental como psicológicamente.
• Nos hace proclives a juzgar, analizar, insultar, discutir y construir imágenes
y emociones de violencia, odio, celos y demás.
• Influye y es muy determinante en la adquisición de enfermedades y dolor
del cuerpo físico al transmitir continuamente ideas dañinas y caóticas a las
células.
• Nos impulsa, muchas veces, a llevar adelante conductas autodestructivas
como comer, beber o fumar en exceso...

Deberíamos desarrollar una inteligencia distinta que “ponga a raya” al pen-


samiento y organice nuestra mente, diferenciando el pensamiento útil del pen-
samiento obstáculo.

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Por eso es necesario conocer y reconciliarse con los pensamientos negativos.


Solo así podremos transformarlos y lograr verdadera paz y alegría.

Emociones e identidad de género


Esta elaboración, superación y reconciliación de las emociones con el pensa-
miento es distinta en los varones y en las mujeres. Juan P tendrá que superar la
disociación de su mundo interior con la afectividad y María X tendrá que incluir
el pensamiento en la elaboración de sus emociones. Esto muestra la reciprocidad y
complementariedad de los géneros y los distintos procesos de desarrollo personal.

Un cuento para compartir


Reproducimos un cuento de Daniela Menegazzo al que hemos titulado La
danza de los sentimientos y que nos sirve de introducción a nuestro tema.

La danza de los sentimientos


Cuentan que una vez se reunieron todos los sentimientos y cualidades
del hombre.
Cuando el Aburrimiento había bostezado por tercera vez, la Locura,
como siempre tan loca, les propuso: ¡Vamos a jugar a las escondidas!
La Intriga levantó la ceja, intrigada, y la Curiosidad, sin poder contener-
se, preguntó: ¿A las escondidas? ¿Y cómo es eso?
Es un juego, explicó la Locura, en el que me tapo la cara y comienzo a
contar desde uno hasta un millón, mientras ustedes se esconden y cuando yo
haya terminado de contar, el primero que yo encuentre ocupará mi lugar para
continuar el juego.
El Entusiasmo bailó secundado por la Euforia. La Alegría dio tantos
saltos que terminó por convencer a la Duda e incluso a la Apatía, a la que
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nunca le interesaba nada.


Uno, dos, tres, comenzó a contar la Locura. La primera en esconderse fue
la Pereza, que, como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino.
La Fe subió al cielo y la Envidia se ocultó tras la sombra del Triunfo quien, con
su propio esfuerzo, había logrado subir a la copa del árbol más alto.
La Generosidad casi no alcanzaba a esconderse: cada sitio que hallaba le
parecía maravilloso para alguno de sus amigos. ¿Un lago cristalino? Ideal para
la Belleza. ¿La hendija de un árbol? Perfecto para la Timidez. ¿El vuelo de una
mariposa? Lo mejor para la Voluptuosidad. ¿Una ráfaga de viento? Magnífica
para la Libertad. Así la Generosidad terminó por ocultarse en un rayito de sol.
El Egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio,
ventilado, cómodo, solo para él.
La Mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentiras, en realidad
se escondió detrás del arco iris).

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La Pasión y el Deseo, en el centro de los volcanes.


El Olvido… se me olvidó dónde se escondió. Pero eso no es lo importante.
Cuando la Locura contaba 999.999, el Amor aún no había encontrado
sitio para esconderse pues todo se encontraba ocupado… hasta que divisó un
rosal y, enternecido, decidió esconderse entre sus flores.
Un millón, contó la Locura, y comenzó a buscar.
La primera en aparecer fue la Pereza, a solo tres pasos de una piedra.
Después escuchó a la Fe discutiendo con Dios en el cielo sobre zoología.
La Pasión y el Deseo… los sintió en el vibrar de los volcanes.
En un descuido encontró a la Envidia, y claro, pudo deducir donde
estaba el Triunfo.
El Egoísmo… no tuvo que buscarlo: él solito salió disparado de su escon-
dite que resultó ser un nido de avispas.
De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago, descubrió a la Belleza.
Y con la Duda resultó más fácil todavía: la encontró sentada sobre una
cerca sin decidir de qué lado esconderse.
Así fue encontrando a todos…
Al Talento entre la hierba fresca.
A la Angustia en una oscura cueva.
A la Mentira detrás del arco iris (mentira, si ella estaba en el fondo de los
océanos…)
¡Y hasta el Olvido, quien ya se había olvidado que estaba jugando a las
escondidas!
Pero solo el Amor no aparecía por ningún lado… La Locura buscó detrás
de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, en las cimas de las montañas y
cuando estaba por darse por vencida, divisó un rosal y las rosas… Tomó una
horquilla y comenzó a mover las ramas cuando de pronto se escuchó un fuerte
grito de dolor… ¡Las espinas habían herido los ojos del Amor!
La Locura no sabía qué hacer para disculparse… Lloró, rogó, imploró,
pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo….
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó a las escondidas en la
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tierra… EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE LO ACOMPAÑA”.

La danza de los afectos nos muestra, poéticamente, la riqueza y variabilidad


del mundo afectivo y como coexiste en una persona. A la vez nos sugiere la nece-
sidad de un Yo organizador y sintetizador para encauzar esta riqueza en función de
los proyectos personales. Esta será la gran tarea de la Inteligencia Emocional.

Educación racional y educación emocional


La educación occidental ha privilegiado la razón abstracta, dejando de lado
la parte afectiva del hombre. Hoy asistimos a una revalorización de los senti-
mientos, que lleva incluso a pensar que basta con sentir sinceramente para que
nuestra actuación esté justificada.

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Los sentimientos deben ser estudiados en el contexto de una teoría de la


inteligencia, teniendo en cuenta la integridad de la persona. Esto significa que
existen sentimientos inteligentes y que existen también sentimientos no inteli-
gentes y perjudiciales para la propia persona y para los demás.
Los sentimientos son educables. Nacemos con impulsos, inmediatamente
desarrollamos improntas y apegos, dependencias y afiliaciones. Estos pueden
fijarnos a patrones y modas de una época y de una cultura determinada que nos
darán anclaje y pertenencia a un grupo determinado con sus propias especifici-
dades y sus propias limitaciones, rigideces y distorsiones.
La educación afectiva y sentimental desarrollará lo más genuino y lo más
profundo del hombre: el amor, el respeto a los demás, la tolerancia, lo que hoy
llamamos una genuina humanización.
Los jóvenes se quejan de no tener estabilidad afectiva, de la falta de com-
promiso afectivo, de la falta de comunicación. ¿Qué valores debería redescubrir
la familia y la sociedad para colaborar positivamente en esa necesaria educación
emocional?
La idea que cada uno tiene de sus propios sentimientos es uno de los fac-
tores que más influyen en nuestra particular forma de sentir. En este sentido,
estamos enseñando y proponiendo a los más jóvenes un modelo afectivo erróneo,
por ejemplo, cuando consideramos que los buenos sentimientos no permanecen,
que lo importante es vivir al día, sin pensar en el mañana que quizás no llegue,
o que lo mejor es que nuestra vida esté constituida sobre un sentimiento de
insatisfacción, ya que lo contrario es síntoma de mediocridad. Esto está generan-
do dos patologías epidémicas: la depresión y la violencia que podemos percibirla
por doquier.
Todo esto nos muestra la urgente necesidad de una auténtica educación
afectiva, el desarrollo de una conciencia emocional madura con sus correspon-
dientes habilidades y destrezas.
En lo que sigue, hemos realizado un extracto de las ideas del Dr. Daniel
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Goleman (La inteligencia emocional) y del Dr. Claude Steiner (La educación
emocional) con agregados y correcciones personales.

Educación emocional
La educación emocional tiende a desarrollar tres capacidades: la capacidad
para comprender las emociones, la capacidad para expresarlas de una manera
positiva y productiva y la capacidad para escuchar a los demás y para sentir
empatía respecto de sus emociones.
Tener capacidades emocionales significa ser capaz de manejar las emocio-
nes de una manera tal que uno llegue a mejorar su desarrollo personal y su
calidad de vida. La educación emocional mejora las relaciones, crea posibilidades
afectivas entre las personas, hace más cooperativo el trabajo y facilita el senti-
miento de comunicación y comunidad.

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Ser emocionalmente inteligentes


Ser emocionalmente inteligente significa conocer las emociones propias y
ajenas, su magnitud y sus causas. Poseer habilidades emocionales significa saber
manejar las emociones a partir del conocimiento de las mismas. Mediante la
educación emocional, aprenderá cómo expresar sus sentimientos, dónde y cuán-
do hacerlo y cómo ellos afectan a los demás. También aprenderá a hacerse res-
ponsable de los efectos de sus sentimientos.

La emocionalidad madura
La emocionalidad madura consta de un conjunto de habilidades.

• Conocer y asumir los propios sentimientos: ¿conoce usted sus verdaderos sen-
timientos? Muchas personas no son capaces de definir los sentimientos de
amor, vergüenza u orgullo ni de explicar por qué se disparan estos senti-
mientos. Esas mismas personas a menudo no son capaces de definir la
intensidad de esas emociones, ni siquiera cuando se les pide que las catego-
ricen en una simple escala de leve, fuerte o abrumadora. Si usted no puede
evaluar la intensidad de sus propios sentimientos, no podrá explicar cuánto
lo afectan a usted ni a los que lo rodean.
• Experimentar empatía: ¿Reconoce usted los sentimientos de las demás per-
sonas? ¿Comprende por qué los demás se sienten así? Ésta es la habilidad
de sentir con los demás, de experimentar las emociones de los otros como si
fuesen propias. Cuando desarrollamos la empatía, las emociones de los
demás resuenan en nosotros. Sentimos cuáles son los sentimientos del otro,
cuán fuertes son y qué cosas los provocan. Esto es difícil para algunas per-
sonas, pero en cambio para otras es tan sencillo que pueden leer los senti-
mientos como si se tratase de un libro.
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• Aprender a manejar nuestras emociones: ¿Puede usted controlar sus emocio-


nes? Conocer sus emociones y las de los demás no es suficiente para ser un
experto. Es necesario saber cuándo expresarlas y cuándo guardarlas. Es
necesario saber cuándo y cómo la expresión de las emociones o su oculta-
miento afecta a los demás. Es necesario saber cómo afirmar nuestros senti-
mientos positivos, como por ejemplo la esperanza, el amor y la alegría.
También debemos saber cómo expresar nuestras emociones negativas,
como el enojo, el temor o la culpa de una manera inofensiva y productiva,
y cuándo no debemos expresarlas.
• Reparar el daño emocional: ¿Sabe usted disculparse? Dado que somos huma-
nos, todos cometemos errores emocionales y herimos a otros. Debemos
aprender a reconocer lo que hemos hecho y a repararlo. Para eso, debemos
hacernos responsables, pedir perdón y enmendarnos. Estas tareas no son

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sencillas, pero, si no las llevamos a cabo, nuestros errores siempre dañarán


nuestras relaciones.
• Integrarlas en el propio proyecto personal de vida: Una vez que usted haya
ascendido en la escala de las habilidades emocionales, podrá desarrollar una
capacidad que llamaríamos síntesis e interactividad emocional. Esto signi-
fica que usted podrá integrar en su Yo el mundo afectivo y captar los sen-
timientos de quienes lo rodean y darse cuenta de sus estados emocionales
para así interactuar con ellos de manera efectiva.

Emoción desarrollada y tolerancia a la frustración


Cuando tenemos capacidad emocional podemos manejar situaciones emo-
cionales difíciles que a menudo llevan a peleas, enojos, mentiras y respuestas
hirientes, cuando en realidad lo que deseamos es abrir nuestros corazones y
expresar nuestras más cálidas emociones. Estamos continuamente soportando
traumas emocionales, principalmente derivados de sencillas dificultades cotidia-
nas que nos llevan a grandes decepciones. Todo esto hace que nos congelemos
emocionalmente para protegernos. Lamentablemente, esta protección hace que
perdamos contacto con nuestros sentimientos y así perdamos energía, ya que los
sentimientos son los que nos dan impulso y sin ellos somos débiles.
Deseamos tener experiencias emocionales y las buscamos de muchas mane-
ras. La educación emocional es el método más directo y efectivo para restablecer
contacto con nuestros sentimientos y su poder, y a partir de allí establecer una
verdadera relación con los demás.
En síntesis, usted puede aprender a expresar sus emociones y a conectarse
profundamente con los demás. No necesita intentar obtener poder a partir del
control y el temor. Más bien puede practicar la empatía obteniendo poder del
amor y compartiendo el poder que le da el amor.
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Usted puede aprender a saborear sus propios sentimientos y los de los


demás. Puede aprender a comprender y a canalizar sus emociones, a reparar
heridas emocionales y a navegar en el mundo de los sentimientos.

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Escala de conciencia emocional

100%

Ă
Interactividad
Empatía
CONCIENCIA Causalidad
Diferenciación
BARRERA VERBAL
Experiencia Prístina
Sensaciones Físicas
0% Adormecimiento
Ă

En el gráfico anterior presentamos una escala que nos puede servir para
detectar en qué nivel de conciencia emocional nos movemos o estamos.
La conciencia es una parte esencial de la capacidad emocional. Usted puede
analizarse en una escala de conciencia emocional y comprobar en qué lugar de la
misma se sitúa.
La escala, de menor a mayor, puede ser como sigue:

• Adormecimiento: Usted no tiene ninguna conciencia de sus sentimientos.


Puede acontecer cuando está bajo la presión de emociones muy fuertes.
Este estado de adormecimiento emocional se denomina alexitimia.
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• Sensaciones físicas: Usted registra físicamente sus emociones (por ejem-


plo, como dolores de cabeza, mareos o mariposas en el estómago) pero no
tiene conciencia de las emociones mismas. A este estado se lo conoce como
somatización.
• Experiencia prístina: Usted tiene conciencia de las emociones, pero no
sabe en qué consisten. No puede hablar acerca de ellas ni comprenderlas.
Es vivencia sin palabra dadora de sentido
• Barrera verbal: Cruzar esta barrera lingüística requiere un entorno y una
psiquis que pueda expresar y aceptar la comunicación emocional. Aprender
a hablar de las emociones se está tornando cada vez más difícil por el tra-
bajo con máquinas (y no con personas) y por la cultura scoptofílica (cultu-
ra del mirar).

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• Diferenciación: Al hablar acerca de sus sentimientos, usted aprende a


diferenciar entre sentimientos como la ira, el amor, la vergüenza, la alegría
y el odio, puede distinguir variaciones e intensidades.
• Causalidad: Usted no solo puede diferenciar las emociones, sino que ade-
más sabe cuál es la composición y cuáles son las causas de las mismas.
• Empatía: Una vez que entramos en nuestro mundo emocional, podremos
entrar en contacto con las emociones de otras personas, podremos percibir
e intuir matices y sutilezas en las emociones de los demás. La empatía de
un YO, es una intuición del mundo emocional de un TÚ.
• Integración e interactividad: La conciencia emocional logra su desarrollo
cuando realiza una síntesis e integración de sus afectos con sus motivacio-
nes y con el propio proyecto personal de vida, cuando es muy sensible al
flujo de las emociones del entorno, sabe cómo interactúan y puede dar una
respuesta constructiva y creativa a las mismas.

Conocer las propias emociones, tener conciencia de ellas en la propia per-


sona y en los demás y aprender a verbalizarlas es el primer paso de la educación
emocional y uno de los objetivos que se persiguen en una educación sexual
integral.
Conocer esta escala es fundamental para el desarrollo de una verdadera
educación sexual integral, porque lo primero que tenemos que hacer es detectar
en qué nivel de la escala y con qué nivel de conciencia se encuentran los chicos
o adolescentes y de esa manera poder trabajar lo desarrollos futuros. Esto es lo
que Vygotsky llamaba “la zona proximal de desarrollo” en nuestro caso del desa-
rrollo emocional.

Entrenamiento y desarrollo afectivo


Un proceso de educación y desarrollo de nuestro mundo afectivo se puede
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estructurar en cuatro grandes metas y en cinco pasos sucesivos.

Las cuatro grandes metas


• Abrir el corazón: Éste es el primer paso porque el corazón es el sitio sim-
bólico de nuestras emociones. Sentimos alegría en el corazón cuando
somos felices, estamos enamorados o disfrutamos. Sentimos dolor en el
corazón cuando estamos tristes, enojados o desilusionados. Por eso debe-
mos comenzar liberando a la sede de nuestros sentimientos de los impulsos
restrictivos y de las influencias que impiden que nos demostremos amor
unos a otros. El impulso de refrenar las caricias proviene de la Economía
de Caricias, que puede ser timidez, vergüenza, incapacidad de expresarme
o presiones culturales, etc.

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¿Cómo podríamos desarrollar esto en la propia familia, entre compañeros


de la escuela, entre los amigos, en la pareja?
¿Cómo transformar la crueldad y el distanciamiento entre los adolescentes
en cercanía y empatía acogedora?
Esto lo vemos cuando los grupos están en una acción de servicio, compar-
tiendo un campamento, en un trabajo comunitario, etc.
Un espacio grupal trabajado ayuda extraordinariamente a abrir el corazón.
• Examinar el panorama emocional: Una vez que hemos cumplido con el
trabajo de abrir el corazón, podemos mirar a nuestro alrededor y captar el
terreno emocional en el que vivimos. Podemos aprender a ver lo que sen-
timos, con qué intensidad y por qué. Nos hacemos conscientes de la apa-
rición y el flujo de nuestras emociones. Percibimos las emociones de los
demás y notamos cómo nuestras acciones afectan esos sentimientos.
Comenzamos a comprender cómo interactúan todas las emociones, crean-
do a veces violentas olas de sentimientos que nos arrollan a nosotros y a los
demás, pero trabajándolos y encauzándolos podemos crear grandes olas de
solidaridad y servicio. En resumen, nos hacemos más sabios respecto de
nuestros sentimientos y de los ajenos. Para ello es necesario crear espacios
de vinculación y acción entre niños y adolescentes para analizar el mundo
emocional que estamos viviendo y organizar de un modo integral actitudes
de servicio y solidaridad. Esto se puede hacer de muchos modos; por ejem-
plo, trabajando con un naipe de emociones y con el análisis correspondien-
te de cómo lo está viviendo cada uno y sacando como conclusión cuales
son las emociones a corregir y las emociones a desarrollar.
• Hacernos responsables: Para lograr cambios auténticos y duraderos, debe-
mos hacernos responsables. Abrir el corazón y examinar el panorama emo-
cional no es suficiente. Cuando hay problemas entre usted y otras personas,
es difícil solucionarlos si no se actúa firmemente. Es necesario definir el
problema, admitir fallas y errores, disculparse y decidir cómo cambiar las
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cosas. Luego, por supuesto, es necesario efectuar los cambios decididos.


Esto se puede realizar de dos modos a nivel personal y grupal. A nivel per-
sonal usando un naipe de emociones y discerniendo cuales son las emocio-
nes que vivo intensamente y cuales las vivo conflictivamente. Por ejemplo,
yo vivo intensa y gozosamente el amor, sin embargo me doy cuenta de que
paso por episodios de mucha agresión y violencia, y así sucesivamente. A
nivel grupal se puede utilizar la técnica de las dramatizaciones con roles
prefijados o voluntariamente elegidos. Es muy útil usar la técnica de
“Emociones para vivir”. (Semejante a la técnica “7 Sombreros para Pensar”
de Eduard de Bono). En estas técnicas es importante facilitar la toma de
conciencia de la situación de cada uno y si es posible expresarla, mejor.
• Comprometernos cooperativamente en la construcción de vínculos huma-
nos: compañerismo, amistad, pareja, familia, comunidad. Junto con el grupo

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se puede hacer un programa de desarrollo de estos vínculos, tanto en lecturas


personales como en talleres grupales sobre lo leído o sobre vivencias de cada
uno. ¿Por qué agregamos esta cuarta meta? Porque así como se construyen
emociones destructivas en determinados grupos y culturas, también pode-
mos desarrollar emociones y vínculos positivos en equipos, grupos y comu-
nidades. Este soporte comunitario de la construcción de afectos y vínculos es
fundamental para que sea un desarrollo gozoso y alegre de vínculos, y en este
clima es mucho más fácil y llevadero realizar los cambios de emociones nega-
tivas. Un ejemplo extraordinario fueron las primeras comunidades cristianas
que provocaban las admiración de los pueblos vecinos “Miren como se
aman” y de otros emprendimientos solidarios que se observan a los largo de
toda la historia humana. Es importante decir que los grandes cambios y
progresos se dan en grupo y en una acción cooperativa entre los mismos.

Los cinco pasos de la educación emocional y afectiva


Inspirándonos en los autores que han trabajado la temática, podemos
estructurar la educación afectiva en cinco pasos didácticos. Estos pasos no son
sucesivos o cronológicos, hay saltos y vueltas cíclicas que enriquecen el proceso
de desarrollo del mundo emocional. Estructuramos los pasos desde lo más sim-
ple a lo más complejo y de lo más consciente y superficial a lo más oculto y
profundo.
Estas metas progresivas son:

1. Conocimiento y conciencia del propio mundo emocional, del


propio sí mismo.
“Ser conscientes de nuestro humor y de nuestras ideas sobre ese humor”,
como dice Mayer.
De acuerdo a este autor podemos tener diferentes posicionamientos frente
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a nuestras emociones:

• Sumergido: Vemos y sentimos pero no sabemos qué hacer. Las emociones


nos dominan y nos abruman (ya sean positivas o negativas).
• Aceptador: Conocemos y aceptamos esas emociones porque no tenemos
motivos para cambiarlas o dejar que pasen.
• Consciente de sí mismo: Conocemos y comprendemos nuestro mundo
emocional. Somos capaces de disfrutarlas pero también de superar los malos
humores. Poseemos salud, independencia y capacidad de cuidado personal.

Esta conciencia de sí mismo no es puramente intelectual. Es conciencia


visceral de sí mismo. Es sensación sentida. Es escucha del mundo interno y descu-
brimiento de esos mensajes.

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Este primer paso nos indica que es fundamental no solo tener emociones
sino saber qué emociones tenemos.

2. Escucha y diálogo con las emociones y pasiones más potentes,


con los sentimientos más vergonzosos.
Hemos escuchado una multitud de mensajes y mandatos a lo largo de la
historia y de nuestra vida personal:

• “No seas esclavo de la pasión”; “no te dejes dominar por tus impulsos irra-
cionales”; “sé señor de ti mismo y de tus emociones”.
• La virtud del autodominio, del control, de la sophrosine, de la prudencia y la
templanza, que fue considerada clave desde la paideia griega.
• Mantener bajo control las emociones perturbadoras es fundamental para el
bienestar emocional y para la serenidad personal (Bowlby, Winnicott).

Estas consideraciones son reales: Pensemos en la ira y la violencia, en temo-


res y preocupaciones descontroladas, en miedos y fobias, en la tristeza y melan-
colía, por un lado. Pero veamos ciertas emociones positivas: enamoramientos
intensos, deseos incontrolables (del hijo propio, de posesiones); o por el contra-
rio culpas y emociones vergonzosas.
Históricamente, frente a los deseos y pasiones potentes y a las emociones
fuertes, se han dado diferentes posiciones:
• Un control y límite sin cuartel: es la ascesis (lucha) para que la “carne” no
venza al “espíritu”; es la disciplina para que el conocer triunfe sobre el sen-
tir y la emocionalidad; es la indiferencia estoica frente a todo gusto o placer
(Séneca). Es negar y reprimir la dimensión emocional y corporal. Esta
posición en Occidente imperó en la educación y en la cultura. Parte de un
enfoque racionalista y de una concepción pesimista de la naturaleza huma-
na, es la posición represiva.
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• La permisión indiscriminada, el laisses faire emocional: Es el todo vale, no


importan las consecuencias en lo personal, social o institucional. Es la
reacción frente a la rigidez primera, frente a los formalismos y la hipocresía,
“yo soy así”. Pero es ausencia de educación y desarrollo, ausencia de discer-
nimiento constructivo. Es la posición permisivista.
• “In medio virtus”, el encauzamiento y la sublimación: Es todo un proceso
humano y educativo. Es lento, profundo, constructivo. De consecuencias
plenas de humanización. Parte de una antropología unitaria e integral del
hombre y busca el despliegue pleno del hombre y sus potencialidades.
Implica una comunicación y diálogo profundo con nuestras propias emocio-
nes, con nuestra hermana ira o pasión… con nuestras debilidades. Es la posi-
ción integral.

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Estas emociones y pasiones:

• Son emociones nuestras, no son nuestros enemigos, son nuestras señales


internas, nuestros faros.
• Siempre hablan; algo señalan y expresan, algo reclaman, aunque sea de un
modo grotesco y visceral. Detrás e inmerso en un impulso o pasión, suele
existir una necesidad o un valor vital de la existencia.
• Es importante distinguir (discernir) cuidadosamente lo que postulan o lo
que rechazan; remover causas frustrantes o procurar satisfacer las necesida-
des vitales que postulan sin dañar o violentar necesidades de otros terceros.

Cuando podemos dialogar con nuestro mundo emocional superamos la


disociación emoción-mente, dejamos la actitud represiva y defensiva, podemos
empezar a impregnar de palabra, de psiquis y de espíritu nuestros deseos y posi-
bilitar la realización de nuestra tendencia actualizante. Cuando esto, además, lo
puedo dialogar con otras personas (amigo, pareja, terapeuta, consejero espiri-
tual), puedo ir reorientando emociones y pasiones. Cuando esto quedó descui-
dado, será necesario encauzar un trabajo terapéutico profundo.

3. Encauzar el mundo afectivo en el propio proyecto personal


(P.P.P.), en nuestra propia historia, en nuestras motivaciones más
profundas.
Algunas veces podemos quedar paralizados por el temor, por el pánico, por
algún susto súbito; muchas veces sufrimos parálisis emocionales parciales, por
situaciones externas que nos provocan temor (exámenes, vínculos dañinos, etc.);
otras veces podemos quedar bloqueados emocionalmente por impulsos internos,
vergüenzas internas, etc.
Hay un sinnúmero de situaciones emocionales que impiden nuestro desa-
rrollo: angustias, preocupaciones y tensiones, estrés, agotamiento físico o mental,
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estados de mal humor, escepticismo y pesimismo permanentes. En estas ocasio-


nes el mundo psicoafectivo se estanca, la tendencia actualizante se paraliza, no se
despliega ni se desarrolla.
Para desarrollar el mundo afectivo es necesario crear un contexto, un clima
psíquico propicio. Un estado de buen humor, levemente eufórico y optimista,
suele ayudar muchísimo a los creativos; un sereno optimismo, un clima de espe-
ranza, una comunidad contenedora facilita los aprendizajes y la creatividad.
Pero también es necesario conectar el mundo emocional con las propias
motivaciones, con el propio proyecto personal de vida. Cuando nos conectamos
y conectamos esas dimensiones de la personalidad, todas las energías se poten-
cian y se acrecientan alrededor de un yo organizador.
Quiero agregar, sintéticamente, algunos aportes de investigadores que
explicitan lo que venimos diciendo:

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Albert Bandura, un psicólogo de Stanford que ha llevado a cabo gran parte


de la investigación sobre autoeficacia, lo resume muy bien: “Las convicciones de
la gente con respecto a sus habilidades ejercen un profundo efecto en estas habi-
lidades. La habilidad no es una propiedad fija; existe una enorme variabilidad en
la forma en que uno se desempeña. Las personas que tienen una idea de autoe-
ficacia se recuperan de los fracasos; abordan las cosas en función de cómo mane-
jarlas en lugar de preocuparse por lo que puede salir mal” (Goleman, ib., 116).
Para alcanzar esa eficacia y eficiencia es preciso lograr un estado interno de
serena apertura y escucha, de contacto desprejuiciado conmigo mismo, con los demás,
con la vida. Es el “déjate fluir” de nuestros hermanos brasileiros, es el “abandono total
en la Providencia” de los místicos. (Habla, Señor, que tu servidor/a escucha).
Este estado requiere una unidad e integridad central y flexibilidad periférica.
Un Yo seguro, confiado, consistente y, a la vez, abierto, en actitud de escucha,
humilde (no pagado de sí mismo, engreído, petulante). Un Yo estructurado
alrededor de convicciones y valores profundamente reflexionadas y metaboliza-
das. Este Yo, que ha madurado en sí mismo la vida, los vínculos y el amor, sabe
y ha experienciado el trabajo del hombre para ser hombre. Por eso la vivencia y la
experiencia del otro/a no le es ajena, es compartida desde adentro, solidariamen-
te. Sabe que hay mucho que no ha vivido, que tiene que aprender y aprende a
aprender continuamente. Esto genera esta actitud de flexibilidad y acompaña-
miento de la vida y de los vínculos.
Este estado requiere esa personalidad y postula esa actitud de apertura, escucha y
de comunicación que algunos autores denominan flujo. “El flujo es un estado de olvi-
do de sí mismo, lo opuesto a la cavilación y a la preocupación: en lugar de quedar
perdida en una nerviosa preocupación, la persona que se encuentra en un estado de
flujo está tan absorta en la tarea que tiene entre manos que pierde toda conciencia
de sí misma y abandona las pequeñas preocupaciones –la salud, las cuentas, incluso
la preocupación por hacer las cosas bien– de la vida cotidiana. En este sentido, el
estado de flujo se caracteriza por la ausencia [de conciencia] del yo. Paradójicamente,
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la persona que se encuentra en este estado muestra un perfecto control de lo que


está haciendo [porque el Yo está más presente que nunca] y sus respuestas guardan
perfecta sintonía con las exigencias cambiantes de la tarea. Y aunque la persona
alcanza un desempeño óptimo mientras se encuentra en este estado, no le preocupa
cómo está actuando ni piensa en el éxito o en el fracaso: lo que la motiva es el puro
placer del acto mismo” (Goleman, ib., 118. Lo que se encuentra entre corchetes es
mío). Estas actitudes y este estado son fruto de un largo proceso de aprendizaje y
de estar creando siempre situaciones nuevas de aprendizaje.
Comienza con nuestra vida: “Deberíamos utilizar los estados positivos de los
niños para incitarlos a aprender en los campos donde ellos puedan desarrollar sus
capacidades”, me explicó Gardner. “El estado de flujo es un estado interno que
significa que un niño está ocupado en una tarea adecuada. Uno debe encontrar
algo que le guste y ceñirse a eso. Es el aburrimiento en la escuela lo que hace que
los chicos peleen y alboroten, y la sensación abrumadora de un desafío lo que les

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provoca ansiedad con respecto a la tarea escolar. Pero uno aprende de forma óptima
cuando tiene algo que le interesa y obtiene placer ocupándose de ello” (Ib., 121)
Continúa siempre:
“La gente parece concentrarse mejor cuando las exigencias son un poco
mayores de lo habitual, y son capaces de dar más de lo habitual. Si se le exige
demasiado poco, la gente se aburre. Si tiene que ocuparse de demasiadas cosas,
se vuelve ansiosa. El estado de flujo se produce en esa delicada zona entre el
aburrimiento y la ansiedad” (Ib., 118).

En este estado de flujo, de atención y de conciencia plena, podemos realizar


esta conexión de nuestras emociones con nuestro Propio Proyecto Personal y con
nuestros propios valores.

4. La empatía
Una vez que aprendemos a conocer las diferentes emociones que sentimos,
las diversas intensidades con que las experimentamos y las razones que las origi-
nan, y a medida que nuestra conciencia de nuestras emociones adquiere matices
y sutileza, comenzamos a percibir y a intuir matices y sutilezas semejantes en las
emociones de quienes nos rodean.
Empatía viene del griego pathos (sentir) y em (desde adentro), “desde sus
zapatos”, “desde su corazón”. La empatía es la actitud que me permite ponerme
en el mundo afectivo del otro y sentir desde él “como si fuera él/ella mismo/a”.
Sin esta cualidad no puedo ni escuchar ni comprehender ni acompañar profun-
damente la vida de otra persona.
La empatía es una forma de intuición. Es intuición acerca de las emociones.
Las cuestiones de la empatía resultan asombrosas para los recién iniciados porque
parecen depender de un sexto sentido, que a veces llega a semejar una extraordi-
naria clarividencia. A través de la empatía literalmente recibimos las señales
emocionales de otras personas a través de un canal emocional independiente.
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La intuición es la facultad que hace posible la empatía. La empatía consis-


te en estar completamente abierto para experimentar intuitivamente los senti-
mientos de los demás, a veces tan claramente como los propios.
La empatía y la intuición son diferentes de la percepción. Cuando ejercita-
mos la empatía no deducimos., sino que vemos y oímos lo que otros sienten. Se
ha dicho que la empatía es verdaderamente un sexto sentido con el cual percibi-
mos la energía emocional de la misma manera en que el ojo percibe la luz. Si esto
es así, entonces la empatía se produce en un canal intuitivo –independiente de
los otros cinco sentidos– que va directamente a nuestra conciencia.
La ignorancia emocional se produce cuando en nuestra niñez y juventud no
logramos desarrollar este sexto sentido (Steiner, Educación Emocional, 60-61).
La empatía está en la raíz del amor al prójimo y de todo altruismo y gene-
rosidad humana.

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Esta actitud comienza con la existencia humana: Los psicólogos del desarro-
llo han descubierto que los bebés sienten una preocupación solidaria incluso antes
de darse cuenta plenamente de que existen como seres separados de los demás.
Incluso pocos meses después del nacimiento, los bebés reaccionan ante la pertur-
bación de quienes los rodean como si esa perturbación fuera algo propio, llorando
cuando ven las lágrimas de otro niño. Cuando llegan al año, aproximadamente,
empiezan a darse cuenta de que la congoja no es la de ellos sino la de otra perso-
na, aunque aún parecen confundidos y no saben qué hacer al respecto. En una
investigación llevada a cabo por Martin L. Hoffman, de la Universidad de Nueva
York, por ejemplo, un niño de un año hizo que su propia madre consolara a un
amigo que lloraba haciendo caso omiso de la madre del niño, que también estaba
en esa habitación. Esta confusión también se ve cuando los niños de un año imi-
tan la aflicción de otra persona, tal vez para comprender mejor lo que sientes; por
ejemplo, si otro bebé se lastima los dedos, un niño de un año podría llevarse los
dedos a la boca para comprobar si a él también le duelen. Al ver llorar a su madre,
un bebé se secó los ojos, aunque él no había llorado. (Goleman, ib., 125-126)
El ejemplo contrario lo descubrimos en el psicópata o sociópata:
Aunque puede haber pocas esperanzas de inculcar la noción de empatía en
agresores como abusadores de niños, existen muchas menos para otro tipo de
criminal, el psicópata (más recientemente llamado sociópata en los diagnósticos
psiquiátricos). Los psicópatas se destacan por ser encantadores y al mismo tiem-
po totalmente carentes de remordimientos incluso por los actos más crueles y
despiadados. La psicopatía, la incapacidad de sentir la menor empatía o compa-
sión, o el menor remordimiento, es el más desconcertante de los defectos emo-
cionales. El núcleo de la frialdad del psicópata parece asentarse en una incapaci-
dad para hacer algo más que conexiones emocionales absolutamente superficia-
les. Los criminales más crueles, como los sádicos asesinos en serie que se deleitan
con el sufrimiento que sus víctimas experimentan antes de morir, son la perso-
nificación de la psicopatía.
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Los psicópatas son también hábiles, ladinos, mentirosos, dispuestos a decir


cualquier cosa para conseguir lo que quieren, y manipulan las emociones de sus
víctimas con el mismo cinismo. (Ib., 135-136)
Es importante aquí hacer una distinción entre la empatía y la simpatía. La
simpatía es un proceso intelectual que nos permite captar los estados emocionales
de los demás y nos ayuda a comprender y hasta a predecir cómo se pueden sentir
y cómo pueden actuar. Sin embargo, la simpatía no es un proceso emocional, sino
más bien un proceso mental que tiene con la empatía la misma relación que puede
tener un cuadro pre hecho para pintar con la obra de un artista. En el primero,
podemos llenar los espacios correctos con los colores adecuados o las emociones
adecuadas y obtener una copia aceptable del original sin necesidad de comprome-
ternos emocionalmente. En síntesis, la simpatía tiene por objetivo agradar a los
otros (“caer simpático”) en cambio la empatía es algo diferente: involucra nuestras

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propias emociones, ya que comprendemos los sentimientos de los demás porque


los sentimos en nuestros corazones además de comprenderlos con nuestras mentes.
La simpatía es un pobre sustituto de la empatía, si bien en algunos casos,
en los cuales las personas no pueden sentir empatía respecto de algunas emocio-
nes, la simpatía es mejor que nada. Sin embargo, para avanzar al siguiente estadio
de la conciencia emocional, se requiere verdadera empatía. (Steiner, ib., 63-64)
Por la empatía sentimos el mundo emocional de los otros.

5. Las relaciones sociales positivas y constructivas (interactividad)


Para continuar nuestro recorrido hacia la madurez emocional y afectiva, no
basta ni la simpatía ni la empatía, es necesario dar un paso más, desarrollar la capa-
cidad de saber qué hacer con esas emociones, con el dolor, la angustia o la alegría.
Steiner llama a esta capacidad y competencia interactividad, que es un nivel
de conciencia emocional profunda y desarrollada que permite comprehender ese
mundo emocional, acompañarlo, reflejarlo (“reflejo de sentimientos”).
Este tipo de análisis elaborado de las características emocionales de una
relación es la cúspide de la interactividad emocional.
El concepto de interactividad es muy utilizado en la era de las comunica-
ciones. En ese contexto, representa la interacción inteligente como algo opuesto
a la aceptación pasiva. La misma idea puede aplicarse a la interactividad emocio-
nal. La conciencia interactiva nos permite no solo registrar nuestras emociones y
las de nuestro entorno, sino además ver cómo pueden moldearse de una manera
creativa, en lugar de dejarlas descontrolarse.
Volviendo al problema de las personas empáticas que sienten demasiado, la
interactividad es la que les permite comenzar a usar su conciencia para atravesar
de una manera positiva situaciones emocionales muy cargadas. Por lo tanto, la
interactividad es el lazo que une la conciencia emocional, tema de este capítulo,
con la capacidad emocional.
La conciencia de la interactividad emocional tiene que ver con la compren-
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sión de la manera en que las emociones, cual productos químicos, se combinan


para crear nuevas sustancias que uno no podría prever observando los compo-
nentes aislados. Estas combinaciones pueden ser creativas, inertes o explosivas,
como sucede con las que se realizan en un laboratorio químico. La habilidad para
predecir estas reacciones solo puede provenir de una gran experiencia acumulada
o de una gran sabiduría (Steiner, ib., 65-66).
Esta interactividad es un arte y una sabiduría que requiere ser cultivada,
analizada, meditada. Tenemos muchos testimonios de esta actitud en los
ambientes más diversos: una madre, un amigo, un consejero espiritual, un tera-
peuta, un maestro.
Toda comunidad necesita de estas personas. Son los sabios, son los ancianos
de las comunidades antiguas y aborígenes. Cuando se desarrolla esta sabiduría en
una comunidad se fortalece la solidaridad y se desarrolla la conciencia de perte-

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nencia. Desde ahí brota la acción cooperativa y la sinergia social. Esto crea comu-
nidad. Comunidad contenedora y proyectiva, cargada de esperanzas y de vínculos
sanos y propositivos. En este contexto es más agradable vivir y es muy saludable
participar. Es el gran oxígeno que necesitamos para una vida más plena.

Para sentir, pensar y reflexionar

Después de haber abordado las características de una emocionalidad madu-


ra, la escala emocional, las cuatro metas y los cinco pasos de la “Imprescindible
educación emocional” podríamos hacernos muchísimas preguntas para analizar
nuestro propio estado emocional, y el de las comunidades en las cuales estamos
insertos. Sugerimos algunos análisis:

Reflexiones personales

• Escala: ¿En qué nivel de la escala emocional me encuentro? (Recuerden que


son 7) ¿A qué emociones me refiero?
• Meta: ¿qué meta considero que es importante desarrollar en este momento
de mi vida?
 Abrir el corazón en estas emociones…
 Examinar el panorama emocional, integro.
 ¿Cómo me hago responsable de esas emociones?
 ¿Cómo me comprometo con los vínculos humanos que me rodean?
• ¿Qué paso concreto debo dar en este momento?
 ¿Cómo integro esas emociones en mi propio mundo emocional?
 ¿Cómo voy a trabajar esas emociones más profundas y vergonzosas?
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 ¿Cómo encauzo estas emociones en el propio proyecto personal


(P.P.P)?
 Empatía: ¿cómo me ayuda mi propia experiencia a sentir el mundo del
otro?
 Desde mi propio mundo emocional ¿cómo interactúo con el mundo
emocional de los demás?

Reflexiones para la pareja y familia

Pareja

• Escala: En la pareja ¿en qué nivel de la escala emocional nos encontramos?

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Recuerden que son 7. ¿En qué emociones?


• Meta: ¿en qué meta emocional estamos a nivel de pareja?
 Abrir el corazón
 Examinar el panorama emocional
 Hacernos responsables de tales emociones
 En qué me comprometo con la pareja
• ¿Qué paso concreto debemos dar en la pareja?

Familia

• Escala: ¿En la pareja en qué nivel de la escala emocional nos encontramos?


Recuerden que son 7. ¿En qué emociones?
• Meta: ¿en qué meta emocional estamos a nivel de pareja?
 Abrir el corazón
 Examinar el panorama emocional
 Hacernos responsables de tales emociones
 En qué me comprometo con la pareja
• ¿Qué paso concreto debemos dar en la pareja?

Reflexiones en la comunidad educativa y/o próxima

• Escala Emocional: ¿Cómo puedo aplicar la escala emocional en determina-


da aula o grupo?
Si usted pertenece a una comunidad de trabajo o un grupo profesional, ¿en
que momento de la escala emocional cree que se encuentran?
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¿En qué nivel de la escala emocional se encuentra el grupo? Recuerden que


son 7. ¿Cuáles son las emociones más relevantes en ese grupo?
• Meta: ¿Qué meta considera importante trabajar en este momento con su
grupo de alumnos o compañeros?
 Abrir el corazón
 Examinar el panorama emocional
 Cómo generar responsabilidad en las emociones
 Cómo ayudar al compromiso de construir vínculos entre compañeros
o una convivencia más desarrollada.
• Qué actividad debemos realizar para seguir creciendo? ¿Qué emociones son
importantes para trabajar en el aula o grupo de trabajo? Se puede trabajar
con un “naipe de emociones”, con el cuento para compartir, etc.

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Reflexiones ciudadanas y sociopolíticas


En nuestra comunidad (barrio, club, municipio, etc.):

• Escala: ¿En qué nivel de la escala emocional nos encontramos?


Somos:
 Indiferentes
 Individualistas
 Aceptamos las diferencias
 Incluyentes
 Discriminamos
 Agresivos
 Interactivos e integrativos
• ¿Qué meta propondría para trabajar en este momento? Descríbala.
• ¿Qué pasos concretos se deben trabajar? Descríbalos.
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12. LA MADUREZ PSICO-AFECTIVA

“¿Quién es el hombre maduro? El que es capaz de amar y trabajar”.


S. Freud.

Introducción
En la vida cotidiana nos encontramos con frases como éstas:

• “Es un inmaduro”.
• “No está en condiciones para afrontar compromisos”.
• “Es un bebé”.

O por el contrario, con estas otras:

• “Es una persona madura”.


• “Con él/ella me arriesgo a cualquier empresa”.
• “Es todo un hombre”, “es toda una mujer”.

¿Qué nos lleva a emitir estos juicios? ¿En qué señales o conductas nos basa-
mos para tener estas opiniones?
En este apartado trataremos de analizar estas características y extraer los
índices o criterios de madurez. Esta reflexión nos parece fundamental por las
repercusiones que producen en la capacidad de vincularse y establecer relaciones
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amorosas estables.
En este apartado abordaremos, en concreto, cómo se desarrolla y cómo se
adquiere la madurez psico-afectiva. En la primera parte trataremos un tema cru-
cial: el apego y los vínculos en la infancia y su repercusión en el desarrollo psico-
afectivo. En la segunda parte explicitaremos los índices de inmadurez y en la
tercera concluiremos con los criterios y los índices de madurez psicoafectiva.

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El apego y los vínculos


“Nacemos preorientados afectiva y socialmente pero necesitamos de personas
significativas estables que nos ayuden a desarrollar esa afectividad”.
O. Martín

Introducción
Al entrar al mundo de los afectos nos encontramos con situaciones muy
dispares: afectos no desarrollados, emociones incontrolables, carencias afectivas,
violencias, etc. Para aclarar esto, nos hacemos varias preguntas:

• ¿Cómo surgen los afectos?


• ¿Tienen raíces biológicas/instintivas?
• ¿Cómo se desarrollan?
• ¿Qué factores intervienen en su evolución?

Esquemáticamente veremos algunas teorías sobre el surgimiento de esta


dimensión humana:

• Teoría del imprinting.


• El apego.
• Conducta de apego y conducta sexual.

La teoría del imprinting o de la “impronta”


En el libro El vínculo afectivo (Bowlby J., 1993, 191-199) se presenta un
aporte fundamental a esta teoría.
En sentido estricto, hablamos de una conducta afectiva centrada rápida-
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mente en un objeto particular (Lorenz, 1935). No es un aprendizaje; en el


mundo animal se da en las aves. De hecho, los mamíferos no tienen imprinting
en el sentido estricto (aunque sí lo tienen en un sentido más amplio y atenuado).
El imprinting se produce en un período crítico y de forma irreversible. Es un
aprendizaje supraindividual de la especie y afecta otras conductas.
Siguiendo a Bowlby, tomamos un sentido más genérico y amplio de la
impronta: procesos de conducta filial del pichón o cachorro con preferencia y de
modo estable hacia figuras discriminadas. Por extensión, en el ser humano, la
impronta implica esa preferencia social en la relación madre-hijo, y en el compañe-
ro sexual o pareja.
Sheckin afirmó, en 1960, que esta impronta implica un aprendizaje tem-
prano y también:

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• Un desarrollo de preferencia clara y definida.


• Un desarrollo rápido en una fase del ciclo vital.
• Es relativamente fija, estable, un vínculo que no se olvida.

En síntesis, podemos agrupar estas conductas primarias del siguiente


modo:

Ă Conducta Ă Conducta específica


Instintiva de especie
Teoría de
los Instintos
Ă Imprinting Ă Conducta grabada, no específica, que incluye lo
instintivo: TRIEB

Conducta de apego: el vínculo que une al niño con su madre


¿Qué es el apego? “Es un vínculo afectivo entre el niño y quienes le cuidan,
que implica sentimientos (seguridad y bienestar cuando están juntos, angustia
ante la separación, etc.), conductas (búsqueda de proximidad y contacto senso-
rial, abrazos, etc.) y un conjunto de expectativas que se forman durante el primer
año de vida”. Este vínculo con una o varias personas tiene gran importancia en
la infancia y a lo largo de todo el ciclo vital.
Pues bien, tanto en la formación como en el mantenimiento y desarrollo
de este vínculo juegan un papel importante algunos aspectos que están íntima-
mente relacionados con la sexualidad.
En efecto, ese vínculo se forma y mantiene gracias a un sistema privilegiado
de interacciones entre el niño y quienes le cuidan, las cuales suponen:
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• Contacto íntimo (proximidad y contacto piel a piel).


• Desformalizado (las normas sociales no han llegado a codificar este vínculo
intimo).
• Constante (con las mismas personas).
• Frecuente (dado que los niños necesitan una total dedicación).
• Absorbentes para el adulto (éste debe dedicarles gran cantidad de tiempo).
• Asimétricas (es el adulto el que tiene el control y se puede adaptar al niño).
• Permisivas para con el niño (dado que éste no es considerado aún como
alguien que puede obedecer).

Esta experiencia es imprescindible en esta etapa de la infancia. Es imposible


suplir esta carencia en otra etapa de la vida. Posteriormente, no hay prácticamen-

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te contacto corporal entre las personas, la comunicación es mucho más formali-


zada y las relaciones son más independientes y esporádicas.
¿Por qué es importante el apego para la sexualidad? Es en esta relación con
las figuras de apego donde aprendemos a tocar y a ser tocados, mirar y ser
mirados, comunicar y entender lo que nos dicen los demás, sentir y ser sen-
tidos. Todos ellos, elementos esenciales del intercambio sexual. De hecho, cuan-
do tenemos relaciones sexuales, también nos tocamos, miramos, sentimos y
hablamos de forma íntima y desformalizada.
También es en las relaciones de apego donde se adquiere la seguridad emo-
cional básica que nos permite abrirnos confiadamente a los demás, creer en
nuestras posibilidades y superar, si fuera necesario, las decepciones afectivas que
podamos tener a lo largo de la vida.
Por consiguiente, estamos convencidos de que algunos aspectos esenciales
de las relaciones sexuales dependen de la historia de los vínculos afectivos infan-
tiles. Según sea esta historia, éstas serán cálidas o frías, confiadas o desconfiadas,
etc. (Cfr. López y Fuertes, Para comprender la sexualidad, 50-51).
Hay distintas consideraciones sobre el apego:

• Apego primario
 Parto y primera etapa de la cría humana.
 Bonding- holding- handling.
 La primera separación: la marca del vinculo.
• Tipos de apego
 Apego seguro.
 Apego evitativo.
 Apego ansioso.
 Apego desorganizado.
 Apego a lo negativo.
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 Apego fóbico.
 “La madre muerta” (A. Green).
• Formas de conductas de unión relacionadas con el apego:
 El llanto.
 La succión.
 El aferrarse a la madre.
 El seguimiento.
 La sonrisa.

Las figuras hacia las cuales el niño dirige esa conducta despiertan amor en
el mismo, el cual saluda su llegada lleno de alborozo. Mientras el pequeño se

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halla en presencia de una figura de apego importante, o cerca de ella, se siente


seguro. Pero la perspectiva de perderla le causa angustia, y su pérdida real lo sume
en el dolor; además, ambas circunstancias provocan su ira.
En base a esta teoría del apego, podemos sacar las siguientes conclusiones:

• Los niños nacen preorientados socialmente y necesitados de vínculos afec-


tivos estables con algunas personas (hoy se habla de “prosocialidad”).
• Si algunos adultos (normalmente sus padres) le ofrecen un repertorio de
conductas adecuadas (íntimas, desformalizadas, frecuentes, duraderas, etc.)
se vinculan a ellos (se genera el apego).
• En esta experiencia relacional con las figuras de apego, los niños adquieren:
 Confianza básica y seguridad que les permite abrirse a contactos con
el entorno físico y social. De hecho, los niños usan a sus figuras de
apego como base de seguridad desde la que exploran el mundo físico y
establecen contactos confiados con otras personas. Esta es la base emo-
cional necesaria para que puedan tener relaciones sociales adecuadas
(las relaciones sexuales están incluidas en estas).
 Uso y significado de las formas de comunicación íntimas, desforma-
lizadas, etc. Formas de comunicación que juegan un papel decisivo
en las relaciones sexuales y afectivas.
 Uso y significado de las expresiones emocionales.
 Capacidad de demandar cuando se sienten necesitados y de satisfacer
las necesidades de los demás.
• Los niños con el tiempo generalizan estas experiencias y usan estos apren-
dizajes en otras relaciones sociales, especialmente en aquellas que impli-
quen afectos y formas de comunicación íntima, desformalizadas, etc.,
como son el enamoramiento, las relaciones sexuales, la amistad, etc.
• Los niños que han tenido una historia de apego negativa que los ha hecho
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ansiosos e inseguros, o fríos y distantes, ponen de manifiesto cambios emo-


cionales bruscos, miedo a la intimidad u obsesión por la posible pérdida del
otro, celos relacionales especialmente agudos y, en general, se sienten poco
satisfechos en sus relaciones. Estos, por otra parte, suelen tener una idea
más negativa de los demás y de lo que puede esperarse de las relaciones
humanas. (O. Martín).

Todo esto nos indica que el apego infantil es un vínculo básico fundamen-
tal, tan necesario para vivir como el oxígeno y la leche. Pero esto nos indica que
este vínculo primordial puede encauzarse posesiva, obsesiva o indiferentemente;
tierna o fóbicamente; el modo de desarrollar el apego tiene una incidencia futu-
ra trascendente.
Esto nos permite aclarar otros términos:

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• La dependencia indica el grado en que un individuo se halla subordinado


a otro para asegurar su supervivencia, y por tanto, implica una connotación
funcional. Esto es muy diferente a estar apegado a una figura materna por
un vínculo de afecto; un niño de tres años puesto al cuidado de extraños
puede dar signos de que continúa unido afectivamente a la madre, aunque
en ese momento no dependa de ella. Por tanto, vínculo de afecto es un
término que se refiere a una conducta; mientras que la dependencia es
absoluta al nacimiento y disminuye gradualmente hasta la madurez. El
vínculo afectivo no se ha forjado al nacer y se evidencia después de los 6
meses de vida. (Bowlby, Los cuidados maternos y la saludo mental, 254)
• En general, se estima la independencia. La dependencia con respecto a rela-
ciones interpersonales suele connotar menosprecio. Por el contrario, se admi-
ra que los miembros de una familia estén unidos por un vínculo de afecto, y
se critica al individuo que en las relaciones personales es “desapegado”.
• El término “afiliación” fue introducido por Murray (1938) como “mani-
festación de amistad y buena voluntad, deseo de hacer cosas en compañía
de otros”. El inconveniente es que es un término mucho más amplio, no
cubre la conducta dirigida hacia una o algunas figuras en particular, carac-
terística central de la conducta afectiva. Además a afiliación se lo concep-
tualiza en función de necesidades.

Conducta de apego y conducta sexual: una distinción conceptual


La conducta sexual es un sistema de conducta diferente a la conducta afecti-
va, con una ontogenia distinta y por supuesto, una función también distinta.
¿Significa ésto que no existiría relación alguna entre conducta de apego y conduc-
ta sexual? Si bien son dos sistemas de conductas diferentes, la conducta de apego y
la sexual se hallan estrechamente vinculadas. De hecho, la teoría psicoanalítica
tradicional explica que la conducta infantil y la adulta son expresiones de una única
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fuerza libidinal, dando por sentada la relación e influencia existentes entre ambas.
Lo que aquí explicaremos, en cambio, son las razones para mantener la distinción
conceptual entre conducta de apego y conducta sexual (Bowlby, ib., 257-260).

• Se activan de modo independiente.


El apego es inmediato, se produce en el bebé a nivel muy intenso. En la
edad adulta, esta conducta afectiva suele activarse en menor intensidad. La
conducta sexual, por otro lado, supone maduración sexual; si se expresa en
un ser inmaduro aparece de manera fragmentaria y no funcional.
• Objetos diferentes.
Por ejemplo, un perro puede tener apego hacia el hombre, pero el objeto de
su conducta sexual es cualquier perra. Pero pueden superponerse apego y
conducta sexual hacia un mismo objeto.

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La conducta de apego y la conducta sexual comprenden una serie de pautas


características; en el hombre los abrazos y besos son pautas características
de ambos tipos de conducta. Puede ocurrir, en realidad, que las conductas
de apego y las sexuales no solo compartan ciertos elementos y mecanismos
causales, sino que también la conducta paterna las comparta a ambos frag-
mentariamente, y existen ejemplos de esto en el mundo animal (por ejem-
plo, las aves macho alimentan a las hembras durante el cortejo), y entre los
seres humanos es un lugar muy común: no es insólito que un individuo
trate a su pareja como si fuese uno de sus padres, y la pareja, a su vez,
adopte una actitud similar.

Conclusión
Estas reflexiones nos llevan a sacar algunas conclusiones prácticas:

• Si no desarrollamos los vínculos afectivos (apego, ternura, caricias) puede


darse una conducta sexual disociada del afecto. ¿No fue éste el acento de la
cultura machista al promover un impulso sexual desconectado de la ternu-
ra? La mujer, que trabajó más el afecto, no puede entender lo sexual sin
palabras y sin cariño.
• Si trabajamos obsesivamente lo afectivo, como un “apego desordenado”
¿no generamos acaso personas dependientes, inseguras e inmaduras?

Las consideraciones precedentes nos introducen en la necesidad de reflexio-


nar, ¿cuándo es uno maduro o inmaduro, desarrollado o no en el orden emocio-
nal y afectivo? Es el tema que abordamos a continuación.

La inmadurez
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Descripción
¿Cuáles son las características de una persona afectivamente inmadura? René
Trosero nos aporta algunos elementos para la reflexión:

1. No se estima, no se valora y no se acepta a sí misma: Infantilmente necesi-


tada de la aprobación ajena, vive esclavizada a la opinión de los otros, y se
derrumba ante las críticas negativas, porque no tolera ver sus defectos y sus
limitaciones. O, al contrario, se sobrevalora creyéndose perfecta, despre-
ciando a los demás y rechazando sus críticas.
2. Se siente insegura de sí misma: No confía en su capacidad para enfrentar y
construir su propia vida. Carece de criterios propios, de convicciones per-
sonales y de una escala de valores libremente elegida. Por eso cae en uno de
dos extremos: encubre su inseguridad en actitudes rígidas e incomprensi-

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vas, con actitudes fanáticas y despóticas; o se comporta volublemente,


sometida a juicios, opiniones y deseos de los otros. Idealiza y admira irrea-
listamente a los otros o los descalifica.
3. No se ama a sí misma o es víctima de una egolatría narcisista e infantil: Por
esto carece de parámetros para amar al prójimo, a quien nunca descubre
como distinto y diferente, ya que solo puede mirarlo como espejo para
verse y encontrarse a sí misma. Su “amor” es posesivo y no tiene capacidad
de entrega. Carece de vínculos afectivos profundos y estables. Considera a
los demás como rivales, con quienes compite, desconociendo actitudes de
solidaridad. “Usa” a los demás para satisfacer sus propias necesidades, por-
que, aunque no los ame, los necesita.
4. Vive instalada en la duda y en la indecisión permanente: Teme enfermiza-
mente equivocarse, y aún después de haber definido algo, se cuestiona y
reprocha interminablemente. O reacciona víctima de decisiones compulsi-
vas e inmaduras, tomadas por cansancio con un impulso irreflexivo, o bajo
la presión de los otros, sin analizar los intereses y los valores en juego.
5. Desconoce sus sentimientos en cada momento porque los silencia o deforma,
o se somete a sus impulsos, confundiendo descontrol con autenticidad:
Privada de la información que los sentimientos brindan a cada instante sobre
la realidad interna y externa, reacciona y obra conforme a una visión fanta-
seada. Por momentos es víctima de sentimientos que no quiso reconocer, y
que se expresan en actitudes y conductas de las que no se siente responsable.
6. No se reconoce y no se vive a sí misma en su identidad de persona sexuada:
Silencia su sexualidad como inexistente o juega con ella como fuente de
placer sin llegar a integrarla en el rico dinamismo de una persona capaz de
amar y crear vínculos hondos, tiernos, maduros y estables. Vive en “solita-
riedad”, o se pierde en un gregarismo anónimo y masificante, o en una
simbiosis anuladora de su identidad y de la ajena.
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7. Carece de un proyecto de crecimiento personal: O invierte su tiempo en


“tener más”, o en un activismo evasivo, que la aleja del centro de sí misma.
Huye de la soledad y del silencio porque el desencuentro consigo misma le
deja un vacío intolerable, que intenta llenar en vano, aturdiéndose con la
superficialidad del exterior.
8. Padece la vida como un sufrimiento ante el que se somete pasiva y resigna-
damente, o rebelándose con la queja resentida. Ante la inevitabilidad del
dolor, el sufrimiento y la frustración, reacciona de manera inmadura y capri-
chosa. No sabe postergar gratificaciones y lo exige todo para el momento
presente.
9. Vive y defiende su libertad como pura posibilidad de elegir: Toda respon-
sabilidad le parece un atentado contra su libertad, y no un índice del grado
de libertad alcanzado. Oscila entre la rebeldía y el sometimiento, sin cono-

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cer el compromiso libre y responsable. Se siente víctima de su pasado y así


evade su responsabilidad de crecer y hacerse cargo de su propia vida. Puebla
su futuro con sueños e ilusiones, pero no con proyectos. Su presente se
reduce a un instante solitario y no se constituye en un eslabón en la conti-
nuidad de una cadena, para la unidad de la historia personal.
10. No toma conciencia de su condición de criatura: Elude el desafío de inte-
rrogarse sobre el sentido de su vida. Se instala en la superficie y en las
apariencias, desoyendo los reclamos que le llegan desde lo profundo de su
ser. Evita mirar la certeza de su propia muerte, porque no logra insertarla
en una vida con sentido.
11. Silencia los reclamos de trascendencia. Se instala en la banalidad de lo
cotidiano, vivido sin grandeza y sin esperanza. O, al contrario, responde a
la sed de transcendencia mediante una religiosidad infantil, pasiva y depen-
diente, para apoyarse en un “dios paternalista”, cuyos favores puede com-
prar con sus “prácticas religiosas”. Con la rebeldía y el desencanto subsi-
guientes, cuando sus deseos no son satisfechos, pasa a sentirse culpable y
temerosa ante un “dios castigador” y lejano.

Criterios de inmadurez
Los podemos agrupar en las siguientes áreas.

Corporal
• Preocupación exagerada por el cuerpo, vitalidad y salud.
• Dificultad para aceptar problemas físicos.
• Dificultad para aceptar su sexualidad, sus órganos, sus ciclos, su tamaño.
• Dificultad para aceptar la evolución biológica, la edad, las limitaciones
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corporales, la ancianidad.

Emociones y sentimientos
• Expresión de emociones de manera negativa y destructiva.
• Interpretación muy subjetiva de las emociones.
• Negación, rechazo de la propia historia afectiva.
• Condicionamientos por motivos y miedos infértiles, que no han sido tra-
bajado.
• Desconocimiento del curso y proceso de las propias emociones, obrar en
función de fantasías e ilusiones.
• Fuga habitual de los conflictos o reacciones imprevisibles.

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Mental, espiritual y social


• Prisa en juicios y opiniones debido a impulsos emotivos.
• Experiencia inmediata y superficial del mundo, de la vida y de las relaciones
• Posición conflictiva frente a sí mismo.
• Inestabilidad de la vida emocional, que es oscilante entre los extremos: ira
o indulgencia, intolerancia o generosidad, depresión o entusiasmo, felici-
dad o tristeza.
• Falta de anclaje emocional.
• Falta de sentido y de responsabilidad en la propia existencia (neurosis noó-
gena).
• Dependencia muy fuerte del mundo circundante, del “qué dirán”, intentos
de cumplir con los estándares de correcto e incorrecto, o, en contraposi-
ción, un rechazo fuerte a los mismos.

El Síndrome del “amor negativo”


Cuando se da esta incapacidad de amar y de establecer vínculos amorosos
de un modo autónomo y maduro expresamos una serie de síntomas que “parecen
amor” pero en realidad no lo son. Hoffman, en El Proceso Intensivo, los ha agru-
pado en el Síndrome del amor negativo.
El amor negativo es el impulso humano más paralizador. Es la adopción de
conductas, estados de ánimo, características y mensajes negativos (abiertos o
encubiertos) de nuestros padres. En la infancia adquirimos estos comportamien-
tos a fin de:

• Evitar superar a nuestros padres, con la esperanza de que ellos nos acepten
y nos amen.
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• Castigarlos subconscientemente como venganza por habernos reducido a


su propio nivel.

¿Cuál es el resultado? Vergüenza, culpa y autocastigo. Se manifiestan cuan-


do reflejamos a nuestros padres sus propios errores, los molestamos, los enfure-
cemos, los hacemos sufrir y sentirse culpables: es la venganza por no recibir su
amor y aceptación constantes. Por supuesto, en la balanza final, los que más
sufren de vergüenza, culpa y autocastigo somos nosotros. El amor negativo es
una serpiente que se muerde la cola: solo se gana cuando se pierde.
En este síndrome, hay tres modos básicos de reaccionar:

• Trascendencia: A veces somos capaces de trascender las características nega-


tivas de nuestros padres sin sentir conflicto interno. Pero desafortunada-

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mente muy pocos rasgos se trascienden cuando aún no se ha erradicado el


síndrome del amor negativo.
• Adopción: Esta es la reacción más común, la de adquirir por completo los
rasgos parentales. Por ejemplo, podemos adoptar un rasgo negativo como
la crítica y después a) ser críticos con nosotros mismos, b) criticar a los
demás, o c) lograr que los demás nos critiquen.
• Conflicto: Adoptar el rasgo y rebelarse al mismo tiempo contra él puede
provocar un interminable tira y afloje interno. A uno puede disgustarle una
característica de uno de sus padres y sus consecuencias; y así reemplazarla
por una conducta alternativa. Pero aun así, la voz negativa interior no se
acalla y lo arrastra en la dirección opuesta. Este vaivén genera una ansiedad
y conflicto aún mayores.

Al adquirir los rasgos de ambos padres con el fin de no superarles, nos


vemos forzados a desempeñar los dos papeles. En esta situación conflictiva, no
hay desarrollo de la madurez psicoafectiva, ni del amor auténtico.
Veremos los síntomas a continuación.

Síntomas del amor negativo


• Indiferencia / Incapacidad de apoyar.
• Responsabilidad, más cumpliento que afecto.
• Frialdad, nada de afecto.
• Ser desatento y poco de fiar.
• Deslealtad.
• Falta de compromiso con los demás.
• Poca o nula efusividad.
• Falta de comprensión y compasión.
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• Falta de consideración.
• Valoración de las cosas por sobre las personas.
• Mezquindad.
• Fata de respeto a los cónyuges, hijos y demás personas.
• No fomentar la autoestima ajena.
• Inconsciencia del prójimo.
• Favoritismo por algun hijo.
• Resentimiento por ser padre / madre.
• Evitar mostrar aprobación.
• Fomento de la envidia entre hermanos.
• Aplicar una disciplina de hierro.

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• Indulgencia, blandeza.
• Incapacidad de ver lo positivo de las acciones ajenas.
• Avergonzar y culpar a los demás.
• Egoismo.

Actitudes negativas
• “No tengo tiempo para ti, tengo que administrar mi amor”.
• “Me da igual”.
• “Soy más importante que tú”.
• “Me abruman tus sentimientos”.
• “No me molestes”.
• “No quería que nacieras”.
• “No eres del sexo que quería”.

Mensajes negativos
• “No vales gran cosa”.
• “Tus sentimientos no son importantes”.
• “No pienso defenderte”.
• “No es bueno crecer”.
• “Quiero a los demás más que a ti”.
• “Como te metas en líos, no te querré”.
• “No me toques”.
• “No me necesites”.
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• “No cuentes conmigo”.


• “No me hables”.
• “No demuestres amor”.
• “A los niños, verlos pero no oírlos”.
• “¡Crece ya!”.
• “No me cuentes tus problemas”.
• “Quítate de mi vista”.
• “Los niños no son importantes”.
• “No esperes que te haga caso”.
• “No esperes que te alabe.

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La madurez psicoafectiva

Descripción
En contrapartida, el mismo René Trosero nos habla de la persona afectiva-
mente madura:
1. Se estima, se valora y respeta a sí misma con sus aspectos positivos y negati-
vos, reconociendo sus limitaciones y defectos, está abierta a recibir las crí-
ticas que se le hacen sin por ello descorazonarse ni someterse a la opinión
ajena.
2. Se siente segura de sí misma y confía en su propia capacidad para enfrentar
la tarea de su propia vida. Tiene criterios, convicciones y valores propios.
Por eso es flexible, tolerante y comprensiva con los demás, los acepta y
respeta con sus diferencias, sin renegar de lo propio. Es estable y confiable,
y abierta y dispuesta a cambiar siendo fiel a sí misma. Como confía en sí
misma, confía en los demás.
3. Se ama a sí misma sanamente con amor que se expresa con la búsqueda de
su propio crecimiento como persona. Esto le hace posible amar oblativa-
mente a los otros y la capacita para entregarse a relaciones personales estre-
chas, con vínculos hondos, firmes y estables. Se integra con los demás
como colaboradora libre y solidaria, sin esclavizarse a nadie, de modo que
esta libertad se constituye como un elemento necesario para su propia vida.
4. Sabe lo que quiere y toma decisiones prudentes y firmes: Supera sus dudas
sopesando los elementos de juicio que entran en juego, y decide con liber-
tad asumiendo los riesgos, las renuncias y los compromisos consiguientes.
Atenta a la realidad, está dispuesta a rectificarse sin auto-reprocharse ni
culparse, porque considera el derecho a equivocarse como componente del
proceso del propio crecimiento.
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5. Sabe en cada momento lo que siente, reconoce y asume todos los sentimientos
como propios: tantos los positivos como los negativos. Es dueña de sus sen-
timientos y los integra libre y armónicamente en el dinamismo de una
personalidad coherente. Siempre informada por sus sentimientos, es realis-
ta y obra de acuerdo con la realidad entera, tanto interior como externa.
6. Se asume y se vive a sí misma reconociendo su identidad de persona sexuada:
Integra la riqueza de su sana sexualidad en las dimensiones de su persona-
lidad, y la expresa en el amor oblativo, que crea vínculos tiernos, íntimos y
estables. Esto le permite gozar de la vida en comunión con los otros, en la
amistad, en la pareja y en la familia, sin anular la separación y la soledad
inalienables de su condición humana de individuo.
7. Centra el proyecto de su vida en ser y crecer como persona: Se contacta consigo
misma en silencio y en la soledad. Se contacta contemplativa con la pro-

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fundidad de sí misma, y entabla un diálogo interior desde donde parte


hacia el encuentro con los otros, para ofrecerles el tesoro de su originalidad
y sabiduría. Se sabe en camino hacia la plenitud y la perfección de una
madurez que nunca se alcanza, pero que, como meta, motiva y justifica su
andar peregrino. Por eso es a la vez exigente y paciente.
8. Goza de la vida y la considera una fiesta. No vive en la ilusión de un estado
paradisíaco porque conoce el dolor y la pena, que sobrelleva con dignidad,
y sufre las frustraciones inevitables con entereza. Mira de frente las dificul-
tades y problemas inherentes a su condición de criatura, y los encara como
desafíos que la invitan a crecer. Sabe postergar gratificaciones porque acep-
ta su condición temporal y se motiva con objetivos a largo plazo.
10. Vive su libertad como capacidad de optar y de comprometerse responsablemen-
te. Encara su vida como misión y tarea. Acepta su pasado entero, sin negar-
lo y sin hacer del mismo motivo de lamentos y quejas permanentes, encara
su presente sintiéndose artífice de su propia historia, y está abierto al futu-
ro, con que cuenta esperanzada en su condición de criatura.
11. Es consciente de su condición de criatura. Se sabe atada a la estrechez de los
límites del tiempo, y asume el desafío de interrogarse sobre el sentido de su
vida.
12. Accede al misterio de su condición de hombre, que la obliga a integrar en el
proyecto de su existencia la realidad de su propia muerte.
13. Siente y reconoce la necesidad de transcendencia, componente redentor de la
precariedad de su limitación temporal. Se abre al impulso religioso y se
encuentra con su Dios, a quien ama y por quien se siente amada. Estrecha
con Él vínculos de comunión, que acentúan su vivencia de una libertad
responsable, actuando como colaboradora en la realización de sí misma y
de la historia.
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Criterios de madurez
Todas estas características de una personalidad madura las podemos agru-
par en los siguientes índices:

Corporal
• Imagen sana y adecuada.
• Cuidado y cultivo del cuerpo.
• Asunción de la debilidad, aceptación de la propia salud.
• Asunción de la riqueza de la sexualidad y enriquecimiento de la misma.
• No se está peleando con su propio cuerpo.

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Emociones y sentimientos
• Expresión de las emociones de manera constructiva y positiva.
• Interpretación más objetiva y adecuada de las emociones.
• Asunción de la historia afectiva.
• Afrontación de las sombras, temores y miedos.
• Conocimiento personal del proceso emocional tanto negativo como positivo.
• Afrontación de los conflictos y los problemas buscando salidas superadoras.
• Asunción de sus sueños y utopías como los grandes motivadores de su
existencia.

Mental, espiritual y social


• Unidad central, anclaje emocional profundo en valores y convicciones exis-
tenciales.
• Capacidad para entrar en las zonas profundas del ser, tanto en las negativas
y oscuras cuanto en las de potencialidad y desarrollo (Eros y Thanatos).
• Integración de sentido y responsabilidad existencial orientada por valores y
convicciones personales profundas (temática hermosamente desarrollada
por Víctor Frankl en su Logoterapia y Búsqueda de sentido).
• Posición de autonomía frente al mundo circundante.
• Posición más serena en las emociones y aceptaciones de la diversidad y
discrepancia de las mismas, es la sabiduría del vivir pleno no exenta de
tensiones.
• Compromiso en la implementación de sus propios proyectos.

Escala de madurez psicoafectiva


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Lo que hemos venido trabajando se refiere a los criterios de madurez psi-


coafectiva en general. Estos criterios los podemos aplicar, en concreto, al vínculo
de pareja. Para ello quiero traer los aportes de Otto Kernberg (La teoría de las
Relaciones objetales y el psicoanálisis clínico).
El autor señala las dificultades e impedimentos para desarrollar la capaci-
dad de enamoramiento y de mantener vínculos amorosos profundos. En esta
escala, para poder pasar de una etapa a la siguiente, debe superarse de algún
modo la anterior.

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1. Incapacidad de enamorarse
Fijación narcisista. Incapacidad de emocionarse y conmocionarse.
Desvalorización del objeto amoroso. Si surgen sentimientos con respecto a
la otra persona, aunque éstos sean de preocupación o de culpa, ya es un cambio
positivo.

2. Promiscuidad sexual
Establecimiento de “contactos sexuales” transitorios, múltiples, superficia-
les acompañado de la imposibilidad de creación de un vínculo duradero, estable,
profundo.

3. Un tipo de enamoramiento intenso: idealización del objeto amoro-


so. Personalidad fronteriza.
Intento desesperado, maníaco, de quedar en la fase I (encantamiento) del
enamoramiento (fase disociativa, amor y odio).
Evita la pregunta, evita asumir la realidad. Un paso positivo sería tolerar y
solucionar conflictos pregenitales.

4. Idealización romántica e incapacidad de establecer relaciones obje-


tales totales.
Personalidad con características menos graves. Neurosis.

5. Asunción personal y comprensiva del otro (Lévinas)


Este es un tema que desarrolla Lévinas en sus nuevos aportes filosóficos
donde trabaja de un modo especial “el rostro del otro”.

La madurez psicoafectiva en las relaciones amorosas


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Podemos abordar este tema haciéndonos algunas preguntas:


¿Cuándo accedemos a una relación amorosa profunda, madura y estable?
¿Qué requisitos o condiciones debemos haber adquirido?
¿Qué es o a qué le llamamos relación de amor?
Trataremos este tema con simpleza para que sea amena su lectura. Pero el
tema es muy complejo, las variables son muchas y las situaciones personales
infinitas.
Es un tema clave para la reflexión personal y en pareja. Lo hemos trabajado
en cursos y talleres y cada vez que lo tratamos se abren nuevos horizontes, ya que
es un tema que nos convoca a todos.

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La madurez de unión
Hay diferentes tipos de madurez: madurez biológica y sexual: cívica, ciuda-
dana y política; evolutiva y de aprendizaje. Aquí abordamos la madurez psicoló-
gica, afectiva personal y relacional, para vincularnos y relacionarnos con otras
personas, de igual a igual, en relación de simetría y reciprocidad. Esta madurez
conlleva la capacidad de elaborar y realizar proyectos autónomos y comprome-
terse con los mismos y con las personas con quienes lo realizan.
Esta madurez es un desarrollo de la persona. Es una competencia aprehen-
dida, adquirida y construida. Es fruto de la “educación para el amor” y del
autoaprendizaje. Muchos, desgraciadamente, no la adquieren y andan “a los
tumbos”, esperando soluciones mágicas o de terceros.
La competencia de la madurez está integrada por un conjunto de habilida-
des y destrezas en el área afectiva, vincular y de la sexualidad, que terminan
estructurando un puñado de actitudes, un estilo de vida y una determinada
personalidad. Esto, a nivel popular se expresa en frases como: “es una persona
madura”, “es sólida, es responsable”; “es confiable” (todos conocemos la impre-
sionante cantidad de dichos opuestos cuando falta esta actitud de madurez).

Habilidades y destrezas básicas de la madurez de la unión

• Fortaleza y vigor interior fruto de la unidad e identidad personal (ni pusilá-


nime pero tampoco agresivo o violento)
• Sensibilidad, ternura y calidez de vinculación (ni lejanía e indiferencia ni
posesión, sobreprotección, dependencia o “esponja”)
• Empatía, apertura, comunicatividad, solidaridad (ni cerrado, egocéntrico o
narcisista pero tampoco manejador, dominante, manipulador ni ególatra)
• Discernimiento y elección propia, fruto de su autonomía e identidad perso-
nal (ni dependencias familiares, ni actitudes fundamentalistas, ni meras
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actitudes rebeldes, reaccionarias o reactivas)


• Compromiso, fidelidad, responsabilidad (ni dice sí a cualquier propuesta, ni
es un obstinado, pero es fiel a la palabra y a los compromisos establecidos)

¿Existe la madurez psicoafectiva?


¿Será posible encontrar personas maduras, que reúnan este manojo de acti-
tudes? Creo que sí, de hecho, muchos jóvenes y adultos nos sorprenden. De todos
modos, también nos sorprenden la multitud de personas que no han alcanzado
estos niveles de madurez que requiere la construcción de parejas vitales y sólidas.
Recordemos las tres categorías de personas que señala Maslow en Personalidad
y motivación de acuerdo al nivel de desarrollo logrado:

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• Buscadoras de satisfacción de necesidades básicas comunes a la especie. Están


motivadas por las necesidades de seguridad, de vivir, pertenecer y ser respe-
tados. Utilizan sus capacidades fundamentalmente para defenderse y rease-
gurarse. El riesgo es temido, buscan conservar o acrecentar su statu quo.
Constituyen la base de la pirámide social de una sociedad.
• Actualizadoras de sí mismas. Sin descuidar la satisfacción de las necesidades
básicas, buscan el desarrollo de sus potencialidades y capacidades. Están
motivadas por valores y despliegan sus propias convicciones. Si bien hacen
reaseguros, su conducta es más expresiva que defensiva. Constituyen el
sector intermedio de la pirámide social, la clase dirigente de un país, sus
profesionales y educadores deberían pertenecer a esta categoría.
• Trascendentes o significativas para una comunidad, religión, movimiento o
sociedad. Actualizan especialmente su sí mismo, salen permanentemente de
sí mismo (hasta suelen olvidarse de sí mismo en función de sus ideales o de
la comunidad a la que pertenecen). Tienen una gran ascendencia en su
medio, son innovadores y creativos.

Para Maslow las personas del grupo segundo y tercero son las personas
maduras o sanas porque buscan la actualización de su self (sí mismo).
Personalmente estimo que la madurez afectiva, de vínculo y de unión no está
presente en ninguna de las categorías. Más aún, personas que están en condicio-
nes de desarrollo muy superiores y con muchas facilidades no han desplegado
una madurez afectiva coherente. Por el contrario, personas muy humildes, que
tienen que estar en la lucha para satisfacer sus necesidades básicas, nos dan exce-
lentes ejemplos de desarrollo y madurez.
Técnicamente, se puede decir que una persona madura posee la capacidad
de establecer relaciones amorosas profundas y duraderas (es el “amor genital” del
psicoanálisis que incluye la ternura pregenital y satisfacción genital).
Esto implicaría:
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• Relación Yo-Tú completa: asumir a la otra persona en su totalidad.


• Ternura y caricia, fantasía y palabra (lo pregenital) y la donación total (el
encuentro erótico y genital).
• Capacidad de elección y de identificación, de acuerdos y compromiso con
la persona elegida.

Decálogo síntesis
En nuestros talleres y encuentros con parejas tratamos de extraer el conjun-
to de condiciones y requisitos que consideramos básicos y fundamentales para
acceder a esta habilidad y competencia que denominamos madurez de unión. Así
accedimos al decálogo de características imprescindibles. Estos requisitos son

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procesos psíquicos que se encuentran en formación y desarrollo pero que de


algún modo deben expresarse y manifestarse.
Estas características se refieren: algunas a procesos internos propios de la
identidad de cada uno, otras a tomas de decisión frente a la vida, y finalmente
las terceras, a la disponibilidad de vinculación y construcción de un proyecto de
pareja.

Decálogo de la madurez de unión:

1. Autonomía e independencia de criterio.


2. Cierta separación de los padres y superación de la simbiosis adolescente y
dependencia grupal.
3. Afirmación y consolidación de la propia identidad y elaboración del propio
proyecto personal de vida.
4. Superación del miedo a la alteridad: valoración positiva y recíproca de los
sexos.
5. Superación –aunque fuese parcial– de la fantasía de la omnipotencia ado-
lescente: valorización de la riqueza del “nosotros”.
6. Posibilidad de concretar un proyecto laboral-ocupacional.
7. Capacidad de vinculación con una persona que sintonice con las motiva-
ciones propias más profundas.
8. Elaboración y compromiso conjunto del proyecto común de la pareja.
9. Comunicación afectiva y honesta; encuentro de metodologías para superar
las diferencias y los conflictos.
10. Elección libre; capacidad de comprometerse y de responsabilizarse con el
otro y por el otro. Capacidad de construir un nosotros, respetando la inti-
midad y privacidad del otro.
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(Ver nuestra obra Construir la pareja conyugal, ya citada)

La virtud del amor

• Fruto de una paternidad y maternidad desarrollada, fruto de la elaboración


y construcción de una identidad madura, fruto de decisiones y compromi-
sos sólidos, accedemos a la virtud del amor.
• Siguiendo a Hoffman (El proceso intensivo) listaremos a continuación las
características del amor.

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Rasgos y actitudes del amor Positivo


• Afectuoso / compasivo.
• Responsable y cumplidor con cariño.
• Cariñoso, afectuoso, acogedor.
• Atento y de confianza.
• Siempre dispuesto cuando se lo necesita.
• Comprometido a ayudar a los demás.
• Demuestra sus sentimientos con cariño.
• Capaz de mostrar compasión y comprensión.
• Considerado.
• Da más importancia a las personas que a las cosas.
• Generoso.
• Respetuoso con su cónyuge, hijos y demás personas.
• Fomenta la autoestima ajena.
• Consciente de los demás.
• Trata a todos los hijos con amor e igualdad.
• Contento de ser padre / madre.
• Aprueba y alaba con sinceridad.
• Fomenta la colaboración entre hermanos.
• Aplica con amor una disciplina justa.
• Estimula la autoestima de los demás.

Mensajes positivos
• “Valoro el tiempo que pasamos juntos”.
• “Me importas”.
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• “Eres tan importante como yo”.


• “Deseo entender tus sentimientos”.
• “Siempre estoy disponible para ti”.
• “Me encanta que seas como eres”.
• “Vales mucho y eres maravilloso”.
• “Tus sentimientos son importantes”.
• “Siempre te apoyaré”.
• “Te quiero a ti y a los demás”.
• “Si te metes en líos, deseo comprenderte y ayudarte”.
• “Me gusta que me toques”.
• “Estaré ahí cuando lo necesites”.

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• “Puedes contar conmigo”.


• “Hablemos y comuniquémonos”.
• “Me encanta demostrarte mi amor”.
• “Valoro tu presencia y deseo escuchar lo que piensas”.
• “Madurarás en su debido tiempo”.
• “Por favor, confía en mí”.
• “Me gusta verte”.
• “Los niños son importantes para mí”.
• “Por supuesto que te hago caso”.
• “Deseo apoyarte y elogiarte con sinceridad”.

Para concluir deseo terminar este capítulo con la segunda parte de Enamorarse
no es amar:

Enamorarse no es amar… pero es su puerta (2ª Parte)

El enamoramiento es la chispa que enciende el amor


El amor es la presencia significativa
Y la actividad afectiva y efectiva
Que transforma el existir en significado y destino
El enamoramiento invita a la convivencia
La convivencia amorosa
Es la gozosa convergencia y encuentro
Entre vivir, existir y proyectar
Amar no es solo mirarse a los ojos,
Es tomarse de las manos,
Hacer camino, proyectar juntos
AMAR ES VIVIR
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El convivir enamorado no es solo estar juntos,


Es soñar al unísono
Es trabajo compartido
Es ser audaces y lanzarse a la vida
Convivir es apostar a la vida
El amar solicita el convivir profundo
El convivir necesita del amor como de su alma

Hemos accedido al mundo del amor. Introducido en esta nueva dimensión


nos preguntamos: ¿por qué es necesario el amor? ¿Qué es amar? ¿Existen diferen-
tes tipos de amor?
Es el tema de una futura obra, pero para sintetizarlo lo expresamos en otro
decálogo.

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Decálogo de la madurez de vinculación conyugal

1. Autoconocimiento y autoestima positiva y realista de los cónyuges con un


continuo apoyo de los emprendimientos y desarrollos personales.
2. Disposición de un Proyecto personal motivador de las acciones propias que
sintonice con los acuerdos y el Proyecto Común que se va desarrollando.
3. Saber que el amor conyugal es el núcleo nutriente fundamental y que es un
proceso que evoluciona y se reactualiza permanentemente.
4. Expresar los sentimientos y deseos de forma asertiva y buscando una cons-
tructividad creciente.
5. Aceptar, asumir y respetar la libertad de la persona amada, sus diferentes
modos de opinión, sus diferentes gustos.
6. Estar atento al otro, a sus necesidades y sus proyectos. Aprender a gozar con
sus triunfos.
7. Compartir roles y tareas, estar dispuesto a dejar lo propio en aras de lo
común.
8. Fomentar la ternura, las expresiones de cariño y la intimidad sexual.
Aprender a sonreír y a jugar con humor. Aprender a ser alegre y feliz con
la grandeza de lo concreto.
9. Evitar las discusiones y la degradación del otro. Aprender a negociar y a
acordar. Aprender a perdonar y ser perdonado. Aprender a reconciliarse
con prontitud.
10. Tener capacidad de detectar discrepancias y disonancias de comunicación,
malos entendidos y sobrentendidos.
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Para sentir, pensar y reflexionar

Introducción
En esta cuarta parte hemos trabajado el tema del apego y vínculos, de la
madurez e inmadurez psico-afectiva; hemos visto el problema de la incapacidad
de enamorarse y las consecuencias negativas para el vínculo y el amor humano.
Esto nos señala dos cosas: por un lado la profunda necesidad de vincularnos y
tener relaciones afectivas y amorosas estables, por otro lado, las dificultades que
se interponen para lograr esta meta humana.
De aquí surgió en esta cuarta parte la imprescindible educación de las emo-
ciones y deseos, aprendizaje que se repite constantemente a lo largo de toda nues-
tra vida y que lo expresamos en toda la obra.
Hemos ofrecido en este apartado varios índices, criterios y decálogos de
sobre la inmadurez y la madurez y simplemente orientamos la reflexión utilizan-
do esos recursos.

Reflexiones personales
¿Cómo detecto áreas de mi inmadurez y cómo señalaría las áreas de madu-
rez que debo trabajar?

Reflexiones de pareja
¿Cuáles son los índices de inmadurez que nos afectan más y cuáles son los
ítems de madurez que debemos trabajar más intensamente en la pareja?
¿Cómo aplicaríamos el decálogo de madurez conyugal en nuestra vida de
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pareja?

Reflexiones en la comunidad educativa y/o próxima


¿Usted cree que su comunidad tiene relaciones personales maduras? ¿Qué
aspectos cree que es imprescindible trabajar en este momento?

Reflexiones ciudadanas y sociopolíticas


¿Cree que nuestra comunidad es inmadura o madura? ¿Cuáles son los cri-
terios que utiliza para señalar ese diagnóstico? ¿Qué metas concretas propondría
para trabajar en su comunidad?

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Nota: Para ampliar esta reflexión, les sugerimos recurrir a los índices, crite-
rios y decálogos que se encuentran a lo largo de los capítulos once y doce.
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LA CONCLUSIÓN GENERAL

Hemos transitado un camino, partiendo desde nuestras emociones más


viscerales hasta llegar a nuestras convicciones y metas más profundas. En este
recorrido ¿qué hemos encontrado? Hemos hallado los impulsos más fuertes y las
debilidades más contradictorias pero hemos descubierto también las ilusiones,
sueños y utopías más abarcativas, los horizontes ilimitados, las utopías más vehe-
mentes: poderosas fuerzas que impulsan nuestro caminar cotidiano. Hemos
señalado metas y senderos por donde avanzar para no fracasar en el camino.
Hemos indicado los imprescindibles aprendizajes y fortalezas para seguir conso-
lidándonos en el caminar y hemos visto cómo la gran meta es lograr una profun-
da identidad, una comprensiva madurez psicoafectiva. Esta es nuestra gran lucha
y nuestro gran desafío que nos desarrolla y nos hace disfrutar y gozar nuestra
propia experiencia y nuestros vínculos con los seres queridos, ya sea en la pareja,
en la familia, en nuestra comunidad o en la sociedad. Es un caminar difícil pero
pletórico de vida, pletórico de esperanza. De eso tenemos que tener una certeza
firme. Por eso para coronar este trabajo queremos plegarnos a la hermosa poesía
de nuestros queridos Eladia Blázquez y Chico Novarro.

Convencernos (Eladia Blázquez y Chico Novarro)


Convencernos que somos capaces,
que tenemos pasta y nos sobra la clase.
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Decidirnos en nuestro terreno


y tirarnos a más, nunca a menos.
Convencernos, no ser descreídos
que vence y convence el que está convencido.
No sentir por lo propio un falso pudor,
aprender de lo nuestro el sabor.
Y ser, al menos una vez, nosotros,
sin ese tinte de un color de otros.
Recuperar la identidad,
plantarnos en los pies
crecer hasta lograr la madurez.
Y ser, al menos una vez, nosotros,
tan nosotros, bien nosotros, como debe ser...

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Convencernos un día de veras,
que todo lo bueno no viene de afuera.
Que tenemos estilo y un modo,
que hace falta jugarlo con todo.
Convercernos, con fuerza y coraje
que es tiempo y es hora de usar nuestro traje.
Ser nosotros por siempre, y a fuerza de ser
Convencernos y así convencer.
Y ser, al menos una vez, nosotros,
sin ese tinte de un color de otros.
Recuperar la identidad,
plantarnos en los pies
crecer hasta lograr la madurez.
Y ser, al menos una vez, nosotros,
tan nosotros, bien nosotros, como debe ser...
Queremos ser, alguna vez,
en el después nosotros.
Y vos también, y vos también,
y vos también venite con nosotros.
La realidad es, en verdad,
tratar de ser nosotros.
Y vos también, y vos también,
y vos también quedate con nosotros.
¡No con otros, con nosotros, como debe ser!

Queridos amigos, espero que estas páginas fruto de una condensada expe-
riencia les ayuden a afrontar los propios desafíos y desarrollos. Deseo que los
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puedan transitar con gozo y alegría, sin amedrentarse en las caídas o en las debi-
lidades, eso es Vivir, es Soñar, eso es Amar. Los acompaño con todo mi afecto y
quedo a su servicio.

Orlando Martín

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CONTENIDO

Palabras previas

¿LA ERA DEL CONOCIMIENTO, DEL SENTIR O


DEL NARCISISMO? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

Introducción

LA AFECTIVIDAD: UN TEMA IMPRESCINDIBLE . . . . . . . . . . . . 11

Primera parte

1. LOS AFECTOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

2. IMPULSOS, EMOCIONES Y PASIONES. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29

3. LOS SENTIMIENTOS DE CERCANÍA Y PROXIMIDAD . . . . . . 37

4. LOS SENTIMIENTOS SOCIALES Y DE TRASCENDENCIA . . 41

Segunda parte
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5. DESEOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49

6. LAS ILUSIONES, LOS SUEÑOS, LAS UTOPÍAS . . . . . . . . . . . . . 67

Tercera parte

7. EL ANHELO Y EL QUERER . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79

8. LA DECISIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85

9. MOTIVACIÓN Y DISCERNIMIENTO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89

10. PERSONALIDAD Y VALORES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97

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Cuarta parte

11. LA IMPRESCINDIBLE EDUCACIÓN DE LAS


EMOCIONES Y DESEOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109

12. LA MADUREZ PSICO-AFECTIVA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131

CONCLUSIÓN GENERAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155

BIBLIOGRAFIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157
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