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El aporte del trabajo de Francois Dubet a la Sociología de la Educación.

En un primer período, desde principios del siglo XX hasta inicios de 1960, la Sociología de la
Educación en Francia estuvo dominada por la oposición ideológica entre una perspectiva
funcionalista, herencia del trabajo de Emile Durkheim y luego mayormente desarrollado por el
sociólogo estadounidense Talcott Parsons, y una perspectiva marxista, representada principalmente
por los trabajos de Baudelot y Establet y por Bowles y Gintis en USA. En ambas posturas, la
principal función de la escuela es seleccionar a los alumnos para situar a cada uno en una posición
determinada. La diferencia es que para el funcionalismo la selección aparece como justa y legítima,
mientras que para el marxismo el sistema educativo privilegia los intereses de la burguesía y es por
lo tanto un mecanismo de control social y de reproducción de las clases sociales.

Un segundo período que va entre 1960 y fines de los 80s es principalmente caracterizado por la
oposición entre el estructuralismo del trabajo de Bourdieu y por el individualismo metodológico de
Raymond Boudon.
Los trabajos de Bourdieu tratan de poner de manifiesto los mecanismos de la reproducción social en
el sistema educativo, pero a diferencia de la corriente marxista del período anterior, este autor pone
énfasis en mecanismos culturales de selección más que en mecanismos económicos. Así, en Los
Herederos (1964) Bourdieu y Passeron plantean que la clase favorecida goza de una cultura
heredada que es determinante en el éxito escolar. Para estos autores el sistema educativo no toma en
consideración las diferencias socioculturales de los alumnos sino que privilegia algunas estructuras
o habitus. Por lo tanto, sólo los “herederos” de estos habitus pueden comprender lo implícito,
pueden hacerse parte de la pedagogía invisible de la escuela. En definitiva, el habitus de la clase
favorecida, se transforma entonces en ventaja escolar, mientras que las clases desfavorecidas viven
una situación de constante aculturación.

Las teorías de la reproducción de Bourdieu y Passeron han sido criticadas por su falta de diacronía
pues están demasiado ancladas en un período histórico particular. También se ha criticado por el
hecho de que la cultura escolar no es necesariamente fija en el tiempo. Quizás la crítica más
importante se refiere a que las teorías de la reproducción proporciona una imagen pasiva y
homogénea de los profesores, alumnos y apoderados. Por el contrario, los teóricos de la resistencia
como Giroux plantean que los jóvenes son capaces de resistirse ante la imposición de una cultura
escolar desarrollando contra-culturas.

En el contexto de esta última crítica aparece el trabajo de Raymond Boudon, quien desarrolla la
corriente del individualismo metodológico. El plantea que afirmar que la escuela reproduce
significa caer en una visión determinista del sistema educativo. Boudon por el contrario, pone
énfasis en los actores y en sus estrategias y plantea que los individuos deciden racionalmente
tomando en consideración el contexto social, las asimetrías de información y en general la
evaluación de costo-beneficio. Es tal el énfasis que Boudon pone en el actor, que plantea incluso
que no es necesario pasar por el nivel macro-sociológico para entender las regularidades sociales
pues estas son consecuencia de los comportamientos y motivaciones individuales. Boudon
entonces, cambia la perspectiva desde la centralidad de la estructura a la centralidad de la estrategia
individual y de la suma de estas estrategias individuales (pues el sistema es fruto de las acciones
individuales).
Eventualmente se produce un acercamiento de las posturas estructuralistas de Bourdieu con el IM
de Boudon. En 1980, Bourdieu plantea que el habitus produce diversas actitudes, prácticas y
comportamientos, lo que hace impredecible la actitud de cada actor. En otras palabras, las prácticas
individuales gozarían de cierta autonomía con respecto al habitus. Boudon por su parte, pone mayor
énfasis en los contextos sociales que restringen las estrategias de los actores.
El trabajo de Dubet

En este contexto surge la corriente contemporánea en la sociología de la educación francesa cuyo


principal exponente es el profesor Dubet. El aporte a la sociología de la educación del trabajo de
Dubet radica en que:

Su trabajo tiene un fuerte asidero empírico a diferencia de los trabajos de Bourdieu por ejemplo
quien fue mucho menos asiduo a visitar escuelas y a conversar con alumnos, profesores y padres
Su trabajo representa un abandono de las polémicas ideológicas de los periodos anteriores “hace
conversar” a las dimensiones macro y micro-sociológicas superando las visiones parciales
representadas por los trabajos originales de Bourdieu y de Boudon.
También intenta relacionar las dimensiones tanto objetivas como subjetivas, poniendo en el centro
del análisis sociológico de la escuela el concepto de experiencia.
Finalmente, el trabajo de Dubet trata de integrar la diacronía en su análisis centrándose en los
cambios del sistema educativo a lo largo de su historia.
Dubet nos llama la atención sobre dos grandes transformaciones históricas en la escuela
republicana: la masificación del sistema educativo y la democratización y feminización del público
escolar.

En su trabajo llamado “La Sociología de la experiencia escolar” (en conjunto con Danilo
Martuccelli), Dubet plantea que en esta transformación la escuela dejaría de cumplir sus principales
funciones por tres motivos:

las regulaciones de la escuela republicana no se adaptan al cambio de público. Esto genera


dificultades para socializar a los alumnos y para la labor docente debido a la creciente violencia,
falta de respeto e indisciplina en las aulas.
la escuela tiene cada vez más problemas para preparar a los jóvenes al mundo laboral pues los altos
niveles de desempleo, sub-empleo y empleos precarios no garantizan la rentabilidad de los títulos
académicos. El esfuerzo ya no es suficiente para encontrar un empleo interesante y bien pagado.
al sistema educativo ya no se le exige que forme ciudadanos autónomos, racionales y críticos, sino
que forme adecuadamente a trabajadores y técnicos especializados.
El hecho que la escuela no cumpla sus funciones genera tensiones en estudiantes padres y
profesores que amenaza la unidad de sus experiencias:

Los profesores tienen cada vez más problemas para impartir clases pues el alumnado es cada vez
más numeroso y diverso, no está motivado y no respeta las normas de trabajo escolar.
Los profesores entonces deben además ejercer como psicólogos o asistentes sociales, como si
estuvieran capacitados para resolver todos los problemas de la sociedad.
Los alumnos soportan cada vez menos el escaso interés y motivación de los docentes, la falta de
sentido de los estudios, la creciente competencia y la incertidumbre respecto al futuro.
Los actores deben realizar un trabajo permanente de adaptación para que su experiencia sea la
mejor posible. Dice Dubet: “El actor social es un gestionador de la incertidumbre”. La experiencia,
pasa a ser un concepto central en la sociología de Dubet.
En su libro la escuela de las oportunidades, Dubet plantea que con la masificación de la educación
el sistema educacional pasa a organizarse alrededor del principio de igualdad de oportunidades por
el cual todo niño tiene igual derecho a acceder a una educación común.

A diferencia de Bourdieu, Dubet no plantea que la escuela necesariamente reproduce las igualdades
sociales. Sin embargo, plantea que el sistema de igualdad de oportunidades genera un sistema
injusto, pues está basado en un sistema meritocrático que no “hace justicia” a los vencidos. La
escuela jerarquiza a los alumnos en función de sus resultados lo que resulta en una escuela de
vencedores y vencidos; los vencedores obtendrán todas la ventajas económicas y sociales, mientras
los vencidos serán abandonados a la precariedad. Además, los vencidos, no pueden más que
culparse por su fracaso lo que daña su autoestima y, a veces, se torna en violencia escolar. Esta no
es una escuela justa.

El autor no cuestiona el principio de la igualdad de oportunidades, pero dice que por sí solo no es
suficiente, ya que este principio deja de lado el hecho fundamental de que la escuela es parte de una
sociedad que es desigual.

Dubet propone una escuela justa debe combinar otros principios de justicia: distributiva, social e
individual. Al respecto nos dice:

para todo individuo debe estar garantizada una cultura escolar común. La institución escolar debe
dotar de conocimientos básicos, mínimos y elementales a todos los alumnos y asegurar un conjunto
de aprendizajes que le permita a los marginados estar relativamente en las mismas condiciones para
la carrera escolar.
el proceso de educación debe dirigirse a reconocer y formar individuos con independencia de sus
desempeños y calificaciones escolares. El sistema debe preocuparse no solo por la excelencia de los
vencedores, sino por el destino de los vencidos dando más a quienes menos tienen.
En definitiva, Dubet plantea que no debemos olvidar los efectos sociales de las desigualdades
escolares. Por más que las desigualdades, medidas en función del mérito, sean justas estas pueden
tener consecuencias sociales injustas. La complejidad del problema radica en que la escuela debe
evitar ser un espejo de las desigualdades sociales a la entrada y debe a la vez evitar generar
desigualdades sociales a la salida
Finalmente, ambos elementos: experiencia y justicia deben ser puestos en la balanza. De este modo,
Dubet se pregunta: ¿Queremos un sistema justo con alumnos estresados, suicidas… alumnos poco
felices?

Aporte para la comprensión de las políticas educativas.

Dubet plantea que las familias de los alumnos más “exitosos”, generalmente son familias que han
comprendido las reglas del juego. Son familias que saben que deben ayudar a los hijos en las tareas,
saben que deben evitar que el niño falte a clases, asisten con regularidad a las reuniones de padres…
en definitiva, saben que la escolaridad de sus hijos es una inversión y por lo tanto esperan de ella las
mejores utilidades. Estos padres orientan a sus hijos hacia los colegios más prestigiosos y a
profesiones de mayor rentabilidad social donde las oportunidades del mercado laboral no están tan
saturadas. Estas estrategias no resultan de decisiones espontaneas, sino que estas familias saben usar
mejor de la información de la cual disponen por que han aprendido mejor las reglas del juego.

Por otro lado, Dubet se pone decididamente del lado de los vencidos. Por lo tanto hay que pensar en
una discriminación positiva, o en palabras de Christopher Jencks, en una equidad de tipo
compensatoria, donde el sistema educacional se preocupe de compensar a los alumnos que
presentan desventajas (físicas, mentales, sociales) a través de una educación de aún mayor calidad.

Quizás uno de los desafíos que nos presenta el trabajo de Dubet se debe a que él llama la atención
respecto a los peligros de clasificar a grupos, a agregados de alumnos, como desfavorecidos. Dubet
plantea que es en el alumno donde se hacen evidentes las desigualdades sociales y es en el
individuo donde se encarnan las posibilidades de promoción educacional, por lo tanto las medidas
de discriminación positiva debieran ser pensadas caso a caso, rescatando la experiencia del actor.

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