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El comunitarismo

El término "comunitarismo" empezó a ser utilizado, sobre todo en lengua francesa (desde los años 80), para designar de manera crítica
toda forma de etnocentrismo o de sociocentrismo, todo grupo autocentrado, que implicara una autovaloración y una tendencia a cerrarse
sobre sí mismo, en el contexto cultural de la "posmodernidad" donde la "apertura", y más particularmente, la "apertura al otro" está
fuertemente valorizada, en una forma renovada de "cosmopolitismo". Además, el "comunitarismo" es definido por sus críticos como todo
proyecto sociopolítico que pretende someter a los miembros de un grupo determinado a las normas que se suponen propias de ese grupo
(su comunidad); en definitiva, controlar las opiniones y los comportamientos de todos aquellos que pertenecen a su denominada
"comunidad". La tiranía de tal o cual "comunidad" es un fenómeno social observable. Llamada de atención comunitarista: la exigencia del
tipo "tu debes pensar y vivir a la imagen de tu comunidad" que es a menudo lanzada a individuos que supuestamente se toman
"demasiadas libertades" con respecto a lo que es comunitariamente convenido de hacer y pensar. Otra traducción posible, dentro de la
ética de la autenticidad: "Sé tu mismo", sobreentendiendo que mi "ser" me viene dado por el conjunto de mis "anclajes" comunitarios.
"Comunitarismo" se opone a la vez a "individualismo" y a "cosmopolitismo". Pero el término "comunitarismo" designa también una
ideología cuya función es la de legitimar la reconstrucción de agrupaciones de individuos por sus orígenes, precisamente de
"comunidades", en el marco de Estados-nacionales fundados sobre el principio normativo de la homogeneidad cultural y étnica, dentro
por tanto, de un espacio político post-comunitarista. En este sentido, "comunitarismo" se opone a "nacionalismo" o a "nacionismo". La
"comunitarización" constituye una contestación interna de la construcción nacional.

Nos encontramos ante un término de polémica utilización, netamente peyorativo: nadie se afirma profundamente "comunitarista" (o no
más que racista), y las "derivas comunitaristas" denunciadas son siempre las de un grupo distinto al grupo al que pertenece el
denunciador. "Comunitarista" es el otro. Culpable del "repliegue identitario" - cliché asociado al discurso anti-lepenista de los años 80- así
como de otros ("cerramiento", "crispación", "rigidez", "arcaísmo"). La acusación de "comunitarismo" es totalmente descalificadora dentro
del campo de las creencias y los valores denominados "pos-materialistas" ("individualistas" o "liberal-libertarios"): tolerancia, apertura,
libertad de expresión, flexibilidad, mestizaje, etc. Esta fuerza peyorativa dirigida contra la palabra "comunitarismo" contrasta con la
celebración contemporánea, en todas los ambientes políticos, de "comunidades", de "culturas" o de "identidades", en definitiva de grupos
a los que suponemos portadores de valiosos e incomparables valores, que forman parte del "patrimonio cultural de la humanidad". De
cara a estas culturas, estas especificidades o estas identidades comunitaristas, se nos llama a practicar la "tolerancia", se nos incita a no
"estigmatizarlos", es decir, a "respetarlos".

Se condena el "comunitarismo" al tiempo que se elogian las "comunidades": este contraste de pareceres es una de las paradojas que nos
encontramos cuando intentamos ver más claro a través del "agujero" de las ideas recibidas sobre la cuestión. Si la palabra "comunidad"
es definida en todos los diccionarios de lengua (siempre en torno a una colectividad social dotada de una unidad y de una identidad), la
palabra "comunitarismo" no es objeto de cita alguna en la nueva edición del Petit Robert (2002). ¿Supone éste hecho un indicador de
prudencia o síntoma de enfermedad? Este "ismo" es de uso corriente después de dos decenios.

La denuncia del "comunitarismo" podría quedar aparcada en los almacenes de posturas políticas disponibles, en cuanto que denuncia
convenida y conveniente, no compromete a nada, fundado como está sobre una noción confusa. Podemos no obstante, ordenando las
connotaciones del término, distinguir cuatro definiciones posibles, para lograr precisar los difusos contornos del "comunitarismo".

1. Modo de auto-organización social de un grupo, fundamentado en una "filiación étnica" más o menos ficticia (pero objeto de creencia),
en una perspectiva etnocéntrica más o menos ideologizada, sobre el modelo de "nosotros contra los otros" (nosotros: los mejores de
entre los humanos, los más humanos de entre los humanos). "Comunitarismo" se convierte en sinónimo de "tribalismo".

2. Visión esencialista de los grupos humanos, cada uno está dotado de una identidad esencial a la que suponemos se adhieren todos sus
miembros o representantes. El individuo es reducido a nada más que un representante más o menos típico de lo que imaginamos es el
grupo dentro de la naturaleza abstracta o de su esencia. El imaginario "comunitarista" comparte esta visión esencialista con el
pensamiento racista o la ideología nacionalista.

3. Política en favor de las identidades de grupo, culturales o étnicas, fundado en el reconocimiento del valor intrínseco y del carácter
irreductiblemente múltiple de estas identidad en el seno de una misma sociedad, siendo todos igualmente dignos de respeto, por tanto
juzgados libres de afirmarse en el espacio social (pero no, estrictamente hablando, en el espacio público, que supone la existencia de un
campo de interacción que trasciende las "comunidades"). Esta es la visión angelical del "multiculturalismo", al menos la que dan sus más
firmes partidarios.

4. Pero el "comunitarismo" puede también designar la utilización política de un mito identitario fundado sobre la absolutización de una
identidad colectiva. Incluso también caracterizar una política fundada sobre el "derecho a la diferencia" llevado a sus últimos extremos y
radicalizado en obligación, para cada individuo, de mantener ante todo "su diferencia", es decir, su pertenencia al grupo que privilegia
(digamos, una "cultura" de origen, religiosa lo más comúnmente o naturalizada). En este sentido, el "comunitarismo" aparece como una
forma de neo-racismo cultural y diferencialista.

Para la teoría normativa de la democracia, el término "comunitarismo", si eliminamos su fuerte carga polémica, aparece como un
sinónimo impreciso de "multicomunitarismo", que designa las doctrinas políticas de la sociedad multicultural o pluriétnica
("etnopluralismo"), y que implica una concepción de la sociedad deseable como un conjunto de "comunidades" o de "minorías"
yuxtapuestas, cada una viviendo según sus valores y sus normas propias, en nombre de una concepción de la tolerancia fundada sobre
el relativismo cultural radical. Pero la tolerancia exigida va más allá de la simple no prohibición, que equivaldría a relegar la expresión de
las identidades a la esfera privada: pretende alcanzar una reivindicación de reconocimiento positivo en el espacio público. Tolerar no
significa aquí soportar lo que es juzgado difícilmente soportable, sino respetar incondicionalmente las formas de ser y de pensar de un
grupo, evitando desvalorizar su auto-representación y de afectar a la estima de cualquiera de sus miembros. De ahí que el recurso al
lenguaje "políticamente correcto" acabe siendo la consecuencia necesaria de la política de reconocimiento: se hace imperativo evitar
llamar la atención sobre la imagen o la dignidad de cualquier grupo social "minoritario". Desde esta perspectiva, el modelo asimilacionista
es rechazado por lo que supone de violencia contra las especificidades o a los particularismos juzgados intrínsecamente e igualmente
respetables.

El espacio social pos-nacional se etniza, es decir se racializa, y todo ello en nombre del más absoluto anti-racismo.

El multicomunitarismo es un sucedáneo fraudulento del pluralismo político: al anclar las identidades colectivas (todas más o menos
ficticias, inventadas o reinventadas) instaura -en nombre de la tolerancia- un espacio pluriconflictual ocupado por las acciones
concurrenciales de los líderes de la identidad comunitarista (para captar subvenciones estatales, movilizar un sector del electorado,
monopolizar la representación mediática, etc.). La política, en una sociedad multicomunitarista, se reduce al arbitraje permanente entre
los grupos de presión con intereses opuestos, incompatibles o mutuamente excluyentes: la posibilidad misma de una referencia al bien
común o al interés general desaparece. Las reivindicaciones identitarias no conocen límites, los deseos comunitaristas son
absolutamente insaciables.

La cuestión del "comunitarismo" se complica por sus interferencias con el nuevo radicalismo de izquierda y las estrategias de guerra
cultural conducida por los fundamentalistas islámicos (los "islamistas"). Estos ambientes neo-izquierdistas apoyan significativamente la
ofensiva de los militantes islamistas para romper el consenso republicano, mediante el símbolo del "velo islámico" en las escuelas. El velo
constituye un símbolo ostentoso de pertenencia religiosa (donde se afirma el fermento "comunitarista") y una bandera para el combate
político-religioso, como el del islamismo radical, cuyo objetivo final es "islamizar la modernidad". Este proyecto de islamización planetaria
implica la ambición de una ulterior destrucción del pluralismo liberal, garantizado por la existencia de Estados de derecho y/o de
democracias constitucionales.

La respuesta de los republicanos, por definición defensores del principio de laicidad, es de modernizar el islam. Se trata ante todo, dentro
de la cultura musulmana que les acoge, de distinguir y separar la política y lo religioso. Esto vendría a favorecer la aparición de un "islam
laico", compatible con los principios de la democracia pluralista y los valores del individualismo (la fe como algo individual). Pero si este
"islam a la francesa" es seguramente deseable, su generalización choca con un importante obstáculo sociopolítico: el debilitamiento, e
incluso la disolución de los Estados-nacionales a la hora de la globalización. Para hacer emerger un islam "integrado", hace falta que se
apoye sobre una estructura política integradora, cuyos principios fundadores sean objeto de fuerte adhesión por parte de sus ciudadanos,
y a la vez sea sinceramente deseada por los candidatos a la integración. La nación francesa, el estado en que se encuentra, ¿es
suficientemente cautivadora?. ¿Francia atrae hasta el punto de poder compensar con los bienes simbólicos nacionales la pérdida de una
parte de la "sabia" proporcionada por los sistemas de creencias de origen?.
El Modelo Comunitarista

El comunitarismo nace como una reacción contra el individualismo liberal, especialmente contra las tesis individualistas del siglo XVII. El
comunitarismo aparece como una crítica al concepto que los liberales tienen de la persona y sobre la doctrina política que esta concepción
refleja.

Los comunitaristas creen que hay un fuerte vínculo entre la persona y el grupo al que pertenece, estos vínculos son constitutivos de la persona
y su identidad. Esto no quiere decir que el comunitarismo no de importancia a los rasgos individuales como formativos del individuo, sino que
da prioridad a los elementos comunitarios, o sea no a lo que nos hace diferentes de los demás, sino a lo que nos hace parecidos.

El modelo comunitarista de ciudadanía comporta una concepción de la política al servicio de la identidad colectiva, es por eso que pone énfasis
en el grupo cultural o étnico, en la solidaridad por historia y tradición, diferenciándose del modelo liberal en que la política común está pensada
para maximizar los beneficios individuales.

Para los comunitaristas, las creencias morales públicamente compartidas por un grupo son lo que da sentido a su ordenamiento político y
jurídico, por ello este modelo defiende una primacía del bien sobre lo justo. La manera comunitarista de entender la sociedad hace que se
contemple la posibilidad de que cada grupo social sea gobernado teniendo en cuenta sus particularidades y rehuyendo la tendencia liberal a
hacer principios universales sin tener en cuenta las especificidades de cada grupo.

PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS DEL COMUNITARISMO MODERNO

El liberalismo ha sido criticado desde el siglo pasado, desde diferentes frentes y partidos políticos, como los partidos socialistas, como de
socialdemócratas, socialcristianos y de una infinidad de expresiones académicas, sociales y religiosas, incluido el pensamiento de liberación
latinoamericano, la doctrina social católica, movimientos ecologistas y de derechos humanos, entre muchos otros.

A inicios de la década ochenta, apareció en Estados Unidos y Canadá una corriente de pensamiento filosófico, político y moral denominada
comunitarista. Este movimiento intelectual no constituye un conjunto unificado sino más bien un conglomerado de versiones libres.

El Comunitarismo surge como una propuesta teórica y filosófica, que pretende construir una alternativa (tercera vía) entre el liberalismo y el
socialismo marxista (Estado y colectividad), viendo la necesidad de construir una opción capaz de configurar un nuevo orden mundial, donde
el protagonismo de la sociedad resulta esencial ante el predominio de los mercados y las sociedades estatizadas.

De ahí viene el lema comunitarista que viene a constituirse en su bandera distintiva: ni liberalismo ni estatismo: ¡comunitarismo!

Pero ¿qué caracteriza al comunitarismo? Muchas cosas, por ejemplo el comunitarismo critican el carácter individualista del modo de producción
liberal y se presenta como una filosofía política que sustenta a la llamada socioeconomía de la solidaridad. Dicha doctrina, pretende reconducir
la ciencia económica en el seno del contexto social y moral, con criterios de racionalidad, para lograr la justicia y la solidaridad, y no solamente
la maximización de las ganancias.

El comunitarismo como lo sugiere Amitai Etzioni, uno de sus mas connotados y comprometidos autores, en su libro La Nueva regla de Oro
“…pasa por encima de la vieja discusión entre pensamientos de izquierda o de derecha y sugiere una tercera filosofía social”. La razón básica
que hace indispensable este reordenamiento es que el mapa izquierda-derecha se centra en el papel del gobierno en contraposición con el
sector privado y en la autoridad del Estado en contraposición con el individuo”. El eje de reflexión para el comunitarismo, más allá del dualismo
Izquierda-Derecha, es la relación entre la persona y la comunidad, las necesarias autonomías y libertades para la persona en un proyecto
democrático y el necesario orden para que la comunidad logre formas de justicia integral.
A una izquierda que considera que es el Estado el mejor sujeto para resolver la agenda social y económica de una sociedad, y a una derecha
que en el mismo sentido deposita la totalidad de sus apuestas en el mercado, el comunitarismo propone una concurrencia del Estado, del
mercado y de un fuerte sector de empresarialidad social y solidaria en la gestión del bien común.

A una derecha que reivindica el capital como factor de producción y a una izquierda que reivindica el trabajo, el comunitarismo propone
reconocer a estos dos factores como generadores de riqueza económica e invita a que el capital, sin incurrir en prácticas especulativas, y el
trabajo, sin incurrir en prácticas burocratizadas, sumen esfuerzos con otros factores de producción como la tierra, la tecnología y el
conocimiento y superen cualquier tipo de práctica rentística y coadyuven en la generación de una cultura de empresarialidad y de empresarios
que deje atrás la cultura de negocios y negociantes. El comunitarismo supone más empresarios y menos negociantes en los tres sectores de
la vida económica y social de una comunidad: el privado, el público y el solidario.

De otra parte, el comunitarismo se diferencia claramente del conservadurismo, del liberalismo y del socialismo. Se presenta como una
propuesta diferente a cada una de esas escuelas, por la vía de retomar en forma crítica y propositiva los conceptos fundamentales que son
característicos en cada una de esas escuelas políticas.

Así, el comunitarismo reconoce principios tan importantes como el orden y la autoridad. Afirma con claridad que el orden ha de ser entendido
desde una perspectiva dinámica, no quietista, y ha de ser objeto de construcción social y no como un acto revelado por una persona o grupo
parcial de una comunidad.

Para el comunitarismo el binomio autoridad - obediencia es necesario en cualquier comunidad, pero exige no confundirlo con el binomio poder
- servilismo.

Del liberalismo, el comunitarismo rescata la valoración que aquel hace por los principios de autonomía y libertad. El comunitarismo afirma la
necesidad de que cada sujeto social que legítimamente invoque estos principios, los ejerzan en el horizonte de la responsabilidad social. Ni
libertinaje ni autonomía irresponsable caben dentro de una perspectiva comunitarista, la cual reconoce la autonomía y la libertad de la persona
y de los diversos estamentos de la sociedad civil como principios intrínsecos a un proyecto democrático.

Con el socialismo el comunitarismo comparte su interés por la justicia social pero lo hace reivindicando la digna diversidad y no dentro de
lógicas que colinden o apuesten por modelos colectivistas de vocación igualitarista. La digna distribución de riqueza económica, poder político,
poder cultural son propias de una visión comunitarista.

El comunitarismo supera la visión dualista privado vs público y reconoce la necesaria concurrencia de estos dos sectores, con sus respectivas
lógicas económicas y formas jurídicas en la gestión del bien común. Reconoce además de manera explícita, como otro protagonista en la
gestión del bien común, a esas formas de emprendimiento solidario propias del tercer sector, de la economía social y solidaria, y la necesidad
de la construcción de un derecho solidario.

En la perspectiva comunitarista, el mercado, el estado y los emprendimientos solidarios han de contribuir en la generación de riqueza
económica, en su justa distribución y en el desarrollo de capital social de toda comunidad.

El comunitarismo afirma la necesidad de entender la democracia no sólo como un procedimiento sino también como la construcción cotidiana
de actitudes y hábitos que permitan hacer trámite creativo de la diversidad, de la complejidad de intereses y conflictos que transitan por la
trama social de las comunidades contemporáneas.

Las manifestaciones tanto representativas como participativas de la democracia son necesarias en una visión comunitarista. La apelación a la
representatividad por la vía de partidos políticos contribuye a tramitar los diversos intereses que confluyen en un tiempo y espacio
comunitaristas y el comunitarismo reconoce la importancia de los partidos como tejedores de voluntades colectivas y canalizador de liderazgos
personales.

Desde el comunitarismo se puede revisar de manera crítica las prácticas propias de los regimenes presidencialistas y modelos centralizados
de la gestión territorial. Por ser una escuela política que cree en la necesaria distribución de ese bien social que es el poder político, se podría
afirmar que el comunitarismo acogería con entusiasmo todo avance institucional en la vida política de un país, que contribuya a lograr los
rasgos de un modelo de régimen parlamentario y la profundización de una mayor autonomía en la gestión territorial.

El comunitarismo tiene un fundamento antropológico, la persona, que supera la visión individualista de estirpe liberal privatista y también
trasciende aquella visión que reduce al ser humano a ser solo un ciudadano preocupado por la construcción de lo público estatal.

La persona integra sus dimensiones privadas y públicas y busca aumentar la coherencia comportamental entre estas dos esferas de la vida
cotidiana entendiendo que desde cada una de ellas se puede construir o destruir el bien común.

La noción de persona y la escuela de pensamiento que la promueve encuentra en las escuelas del personalismo comunitaristas de Emanuel
Mounier, católico francés que vivió en la primera mitad del siglo XX, y del judío Martin Buber, autor de YO-TU, sus más reconocidas fuentes
filosóficas a las que se suman los aportes que desde México para el mundo hiciera el Nóbel de literatura Octavio Paz.

El Comunitarismo apela a la solidaridad como el liberalismo lo hace con la libertad, el socialismo con la igualdad y el conservadurismo con el
orden.

En la perspectiva comunitarista, la solidaridad no es un deber que se cumpla a regañadientes o por obligación, con un cierto sentimiento de
culpa y renunciando a los propios intereses en aras de los intereses de los demás. En la perspectiva comunitarista, la solidaridad, y el acto de
solidarizarse, se lee como un derecho que tiene toda persona u organización, el cual se puede ejercer de manera autónoma y gozosa,
satisfaciendo los intereses propios y de los otros, llegando a ella por persuasión y seducción. Ejercer el derecho a solidarizarse en clave
comunitarista es participar activamente en la gestión del bien común y puede ser un derecho que se invoque por el sector público, por el sector
privado y el tercer sector, los tres sectores tendrán el deber de ejercer ese derecho de manera socialmente competente y responsable.

Si el liberalismo como escuela de pensamiento político hizo las aportaciones necesarias para construir un modelo de estado de derecho que
hoy también es reivindicado por las escuelas conservadoras y el socialismo propició la construcción de un modelo social benefactor de estado,
es apenas legítimo que el comunitarismo, amén de reivindicar una nueva figura antropológica como es la persona para la construcción de lo
político, proponga una visión de sociedad civil como el espacio de la autonomía democrática y responsable y la construcción de un modelo de
Estado Comunitaristas, que no caiga en las veleidades del neoliberalismo ni del burocratismo.

Cabe en las posibilidades del comunitarismo configurarse como un cuerpo de doctrina que de paso a la creación de un nuevo movimiento
político, partido político, de vocación histórica.

El comunitarismo así mismo retoma el ideal cristiano del “ama a tu prójimo como a ti mismo”, lo que equivale a un principio universal de
ciudadanía, que parte de la necesidad y conveniencia “de ponerse en los zapatos del otro”, para posibilitar la construcción de una sociedad
equitativa y con justicia social.

El comunitarismo, con su antropología y visión de sociedad y Estado, es una invitación a la creatividad social y política (nada más cerca de
la fe que el acto creativo como dijo Miguel de Unamuno).
LIBERALISMO O COMUNITARISMO

Entre estos dos aspectos de desarrollo social hay ventajas y desventajas, en las cuales el entorno social es un factor determinante de la
postura que las personas asimilarán para su desarrollo en el ambiente social, económico, político y cultural, entre otros. El liberalismo como
tal, va muy ligado a la globalización, se centra en el poder económico y en el beneficio comercial que trae la expansión de ideas, productos,
culturas, además segmenta en gran proporción a las sociedades y los países, porque el liberalismo busca homogeneizar a gran escala aspectos
de todo tipo, siempre encaminados a obtener un resultado financiero, y es ahí donde la disparidad en el beneficio de liberalismo se muestra en
gran potencia porque propone un crecimiento de las sociedades pero en aspectos que quizá algunos sólo podrían lograr con la ayuda de los
más poderosos, que a su vez ayudan con un fin en particular, absorber las culturas o sociedades más pequeñas e influenciarlas para cambiar
su rol y desarrollo, la base del liberalismo es mostrar como la internacionalización de las sociedades ayuda en su expansión, tomar fuerza y
predominio ante otras, lo que no se da cuenta, es que en éste proceso las más fuertes tienen más y mejor proyección; la menos tienden a
perder identidad, fuerza y por lo tanto a desaparecer. Pero, un aspecto importante del liberalismo es que a partir de la gran red que la
globalización representa, el canal de distribución y difusión tiende a llevar aspectos físicos, tradicionales, etc. de las culturas y sociedades que
se encuentren en el papel del crecimiento que el liberalismo propone. Por otra parte, el comunitarismo lo que busca es la esencia de las
culturas y sociedades no se pierda, que aun existiendo expansión mundial, los rasgos de cada diáspora se conserven, lo que propone es una
combinación correcta de las propuestas de desarrollo, creo que con ello se tendría un verdadero avance, ésta propuesta que en mi opinión
puede llevar a los sectores sociales a ser identificados no sólo por su nivel adquisitivo, de producción o distribución, serían mostrados
particularmente como una cultura con todo lo que ello involucra, la globalización en este caso tendría que ver con que otros países buscaran
además del interés económico, un crecimiento basado en sociedades sólidas en muchos puntos, esto traería como resultado la consolidación
y reconocimiento ante el mundo. El comunitarismo busca la equidad del crecimiento, que las grandes sociedades no absorban a las pequeñas,
que la producción y formas de vida no sean modificadas, sino que existan planes para aprovechar estas organizaciones, buscar un avance a
partir de estructuras pequeñas y bien organizadas.
EJEMPLO DEL COMUNITARISMO
:1)Las actuales visiones filosóficas que se tienen en pedagogía consideran la reflexión comentarista implementando acciones como la
Inclusión en las aulas, donde se vela por el bien común más que por la individualidad. También las nuevas políticas sobre convivencia y
ciudadana muestran como la visión se pone en función del bien de la comunidad.

0tro ejemplo en nuestras escuelas son las posturas democráticas que algunos colegios adoptan al momento de escoger artículos de los
reglamentos escolares, toma de decisiones en conjunto, considerando la voluntad del conjunto de la comunidad educativa, y no como
elecciones centralizadas que no toman en cuenta a todos.

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