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Dolo eventual

El dolo eventual, también denominado dolo condicionado (a la luz de las teorías


que reconocen el elemento volitivo como parte del dolo) se caracteriza porque el
autor se representa el delito como resultado posible (eventual), de forma que,
aunque no desea el resultado, conoce la posibilidad de que se produzca; lo que
evidencia un menosprecio reprochable del bien jurídico protegido (por esta razón
es equiparado en términos de culpabilidad a los otros tipos de dolo). "De este
modo, el dolo eventual está integrado por la voluntad de realización de la acción
típica (elemento volitivo del injusto de la acción), por la seria consideración del
peligro de que el resultado acaezca (elemento intelectual del injusto de la
acción), así como, en último lugar, por la conformidad del autor con el
advenimiento del resultado típico como ingrediente de la culpabilidad".

Respecto al Dolo eventual o Dolus eventualis, Claus Roxin lo resume de la


siguiente manera: la delimitación del dolus eventualis en relación con la
imprudencia consciente no puede prescindir de parámetros normativos de
valoración. Pero el sustrato de esta valoración no puede limitarse a determinada
representación de peligros. Más bien, el juicio sobre si el autor – así sea bajo
una emergencia y de manera eventual – se ha decidido en contra del bien jurídico
protegido, tiene que ser emitido considerando todos los elementos objetivos y
subjetivos de los hechos, relevantes para la actitud de dicho autor. Es decir, al
momento de la valoración normativa respecto al actuar del agente, se ha de tener
en cuenta todo el curso físico y psíquico que lo llevo a introducirse dentro de la
negación del bien jurídico amparado. Todo análisis ha de desarrollarse
considerando además de la posibilidad de la producción de un resultado, de las
circunstancias en que esta decisión se ha materializado en el tiempo. Por otro
lado, según Ingeborg Puppe: actúa con dolus eventualis quien establece un
“peligro calificado” de que se produzca el resultado, o sea un llamado “peligro de
dolo”. Un peligro de Dolo es aquel que solamente colocaría un autor razonable
cuando se conforme con la producción del resultado, lo haga suyo, etc., cuando
un ser razonable aceptaría solamente bajo la máxima de que el resultado de
lesión vaya a ocurrir o por lo menos pueda ocurrir. La Conducta del autor tiene
que suponer una estrategia idónea para la realización del resultado. Si esto es
así, existe dolus eventualis, incluso si el autor no hubiera tomado en serio el
peligro y haya confiado en un desenlace feliz. El dolo eventual o peligro de dolo,
como lo acuña la referida autora, se da en circunstancias tales en que el autor
razonable – que no es otro que aquel ciudadano que demuestra una garantía
cognoscitiva de la norma, por consiguiente sus actuaciones han de enmarcarse
dentro de ella – posee una representación de posibilidad sobre la realización del
resultado; la idoneidad de su conducta como estrategia para la materialización
del resultado supone la valoración normativa de un conjunto de acciones previas
al desenlace que hicieran prever físicamente su materialización contra el bien o
bienes jurídicos protegidos, no existe suficiencia valorativa al considerar
únicamente la posible representación mental del resultado por parte del autor,
además, y aquí una similitud con lo expuesto por Roxin anteriormente, ésta
valoración normativa ha de tomar en cuenta todos aquellos datos objetivos que
permitan establecer relaciones tangibles entre los actos previos al daño
producido y los actos mismos de lesión al bien jurídico tutelado. En similar
sentido, la jurisprudencia ah establecido que la imputación en materia penal no
puede estar sustentada únicamente en la concurrencia de elementos cognitivos.

El dolo eventual, que es la categoría más cercana a la culpa consciente debe


exigirse:

(i) Un conocimiento de la capacidad concreta de la conducta para


generar un resultado típico;
(ii) La producción del resultado típico debe evaluarse dentro del contexto
del aumento de un riesgo permitido;
(iii) Dicho conocimiento no debe implicar una evaluación estadística por
parte del agente, de la probabilidad de daño;
(iv) Se trata de evaluar en la situación concreta y con relación al agente,
si su pronóstico concreto lo llevaba a la convicción de que no se
produciría el resultado Típico;
(v) Finalmente, es de señalar que la aceptación a la que se alude en el
dolo eventual, en los términos aquí planteados, no se refieren a la
aceptación del resultado dañoso, sino únicamente de la conducta
capaz de producirlo. En situaciones especial y masivamente
peligrosas el conocimiento del peligro propio de una acción que supera
el límite del riesgo permitido, es suficiente para acreditar el carácter
doloso del comportamiento; en consecuencia, obrará con dolo el autor
que haya tenido conocimiento del peligro concreto que deriva de su
acción para los bienes jurídicos.

En consecuencia, en el comportamiento a título de dolo eventual, el sujeto


activo al desplegar su conducta asume la posibilidad de producción del
resultado,[4] pues según el criterio predominante no debe tenerse en cuenta
los sentimientos de aprobación o de indiferencia del agente con relación al
resultado; se considera suficiente que respecto a su probable realización, el
agente se haya conformado con que se produzca.

Ejemplo: Pedro desea lucir el Ferrari nuevo color rojo que acaba de comprar, por lo que decide
pasear por el centro de la ciudad a gran velocidad, a fin de que todos los vecinos aprecien la
calidad de su coche. Pedro conoce el riesgo que conducir a gran velocidad en la ciudad
representa para los peatones y no quiere dañar a nadie, pero asume el riesgo de cualquier
atropello que pueda causar a fin de lucir su coche. Lamentablemente, atropella a dos niños,
causándoles la muerte instantánea. [Pedro actuó con dolo eventual dado que, a pesar de
conocer el riesgo que su actuación generaba y, pese a no querer dañar a nadie, asumió la
producción del delito; mostrando un gran menosprecio con su actuación para el bien jurídico].

La cuestión esencial respecto del dolo eventual radica en hallar la manera de


diferenciarlo de la imprudencia consciente, para lo cual se han elaborado
diversas teorías:

. Teorías de la representación, de la probabilidad o de la posibilidad

Según ella, si el sujeto se representó la posibilidad de realización del tipo penal,


habrá obrado con dolo eventual, pues tal circunstancia ya debería hacerlo
desistir de seguir actuando, siendo que la confianza en la no producción del
resultado, encierra en sí la negación de su posibilidad. A similar conclusión arribó
la teoría de la probabilidad, aunque para definir al dolo eventual resulta más
estricta, al requerir que el sujeto se represente el resultado como de muy
probable producción. Como se podrá apreciar, tales teorías, a fin de determinar
si hubo o no dolo eventual, analizarán el elemento intelectivo del dolo -
conocimiento-. A partir de aquellas, un sector de la dogmática moderna, ha
realizado un intento de normativizar u objetivizar al dolo, al sostener que no es
un problema psicológico, sino normativo. En efecto, siguiendo a estas teorías,
para que se verifique el dolo, ya no será necesario que el autor haya percibido o
haya sido consciente del riesgo, sino que basta con que haya realizado una
conducta que normativamente se estime propia de un riesgo doloso.
. Teorías del consentimiento, de la aceptación o de la aprobación

Históricamente, la expresión más influyente de la concepción volitiva del dolo ha


sido, sin duda, la teoría de la aprobación o del consentimiento, a cuyo tenor se
exige para afirmar la existencia de dolo eventual, junto a la previsión del
resultado, que el sujeto lo haya aprobado interiormente, es decir, que haya
estado de acuerdo con él. Siguiendo a Díaz Pita, puede afirmarse que son tres
las versiones de dicha teoría que poseen una mayor difusión: la desarrollada por
la jurisprudencia alemana, que ha gozado de gran aceptación por parte del
Tribunal Supremo español; la que surge a raíz de la segunda fórmula de Frank
(si el autor se dice: suceda esto o lo otro, en cualquier caso actúo); y la que
arranca de la primera fórmula de Frank (si lo que me parece probable fuese
seguro, no obstante actuaría —dolo eventual—; si lo que me parece posible fuera
seguro, no actuaría — imprudencia consciente—). La versión jurisprudencial
interpreta la teoría del consentimiento en el sentido de requerir, para afirmar la
existencia de dolo eventual, que el sujeto prevea la probabilidad del resultado
(elemento cognitivo) y, además, lo apruebe o acepte (elemento volitivo). Pero al
menos por lo que respecta a la jurisprudencia española, parece que el recurso a
la teoría del consentimiento se ha situado, en la práctica, en el terreno de las
meras declaraciones doctrinales. En efecto, lejos de aplicar en términos estrictos
dicha teoría, el Tribunal Supremo a la hora de enjuiciar el caso concreto se ha
servido frecuentemente de ciertos criterios adicionales de oportunidad o
conveniencia, que son, en opinión de Corcoy Bidasolo, de dos clases: uno
extensivo, para aquellos supuestos en los que no cabe la comisión imprudente
o la conducta posee un significado antisocial, respecto a la cual pasa a
enjuiciarse la personalidad del autor; otro restrictivo, para aquellos supuestos de
actividades peligrosas aceptadas por su utilidad (tráfico rodado, medicina,
industria, etc.), en los que se excluye la calificación de los hechos como dolosos
sin llegar a cuestionarse la posible aceptación del resultado lesivo por parte del
sujeto. Pero dejando a un lado el grado de aplicabilidad real que recibe por parte
de la jurisprudencia la teoría del consentimiento, la mayoría de las críticas a esta
versión apuntan a la configuración del elemento volitivo que realiza, en la medida
en que al exigir que el sujeto «acepte» o «apruebe» el resultado, se está
enjuiciando su «actitud emocional» antes que su «voluntad» con respecto a la
afección del bien jurídico o, dicho con otras palabras, se confunde lo «consentido
en sentido jurídico» con lo «deseado internamente» por el individuo .

En la práctica, son perfectamente imaginables supuestos en los que el autor


tiene en cuenta la producción de una hipotética consecuencia que considera
altamente indeseable porque su producción, de hecho, le impediría alcanzar la
meta que sin duda persigue y prefiere, pero asume dicha circunstancia en sí
misma no deseada, en la medida en que de otra manera no puede lograr su
objetivo principal58. La aplicación estricta de la teoría del consentimiento
llevaría, en estos casos, a negar la responsabilidad dolosa del sujeto por la
producción de esos resultados concomitantes, en tanto que no los aprobó o
aceptó.

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