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Podemos seguir citando más compromisos rotos, como la conversión no autorizada de una
fuerza de la ONU en Afganistán (aprobada por Rusia en 2001) en una coalición militar
dirigida por la OTAN. Dos conferencistas criticaron la determinación de Estados Unidos en
instalar en Europa del este un escudo antimisiles contra Irán, rechazando las sugerencias
rusas de que lo desplieguen en Asia. Según ellos, esa intransigencia constituía «una
amenaza para la paz mundial».
Los conferencistas percibían aquellas medidas como extensiones agresivas del movimiento
que, desde Washington, tenía como objetivo la destrucción de la URSS en tiempos de
Reagan. Algunos de los oradores con los que pude conversar consideraban que, durante los
dos decenios posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Rusia se había visto bajo la
amenaza de planes operacionales de Estados Unidos y la OTAN destinados a desatar un
primer golpe nuclear contra la URSS. Aquellos planes hubiesen podido ejecutarse antes de
que se alcanzara la paridad nuclear, pero es evidente que nunca llegaron a aplicarse. A
pesar de todo, mis interlocutores estaban convencidos de que los halcones que habían
trazado aquellos planes nunca renunciaron su deseo de humillar a Rusia y de reducirla al
rango de potencia de tercera categoría, inquietud que yo no puedo refutar. En efecto, mi
último libro, La Machine de guerre américaine, también describe continuas presiones
tendientes a establecer y mantener la supremacía de Estados Unidos después de la Segunda
Guerra Mundial.
Los discursos pronunciados en aquella conferencia no se limitaban en todo caso a criticar
las políticas de Estados Unidos y de la alianza atlántica. Los oradores se oponían con cierta
amargura al apoyo que Vladimir Putin había expresado el 11 de abril de 2012 a la campaña
militar de la OTAN en Afganistán. Estaban particularmente indignados por el hecho que
Putin había aprobado la instalación de una base de la alianza atlántica en Ulianovsk, a 900
kilómetros de Moscú. Aunque aquella base se le “vendió” a la opinión pública rusa como
una forma de facilitar la retirada estadounidense de Afganistán, uno de los conferencistas
nos aseguró que en los documentos de la OTAN el puesto de avanzada de Ulianovsk se
presentaba como una base militar. Para terminar, los conferencistas se mostraban hostiles a
las sanciones de la ONU contra Irán, inspiradas por Estados Unidos. Consideraban a Irán
como un aliado natural contra los intentos estadounidenses de concretar el proyecto de
dominación global de Washington.
Lo que hemos podido observar bajo Obama se parece mucho a la aplicación de ese plan.
Pero hay que reconocer que en Libia, y actualmente en Siria, Obama se mostró más
reticente que su predecesor en cuanto al envío de soldados al campo de batalla. (A pesar de
ello se ha reportado que, bajo su presidencia, una pequeña cantidad de fuerzas especiales
estadounidenses operó en ambos países, para alentar la lucha contra Kadhafi y
posteriormente contra Assad.)
Es además sorprendente ver que el joven movimiento Occupyhablara tan poco sobre las
guerras estadounidenses de agresión. Dudo incluso que haya llegado a denunciar la
militarización de la vigilancia [interna] y del orden público así como los campos de
detención, a pesar de que esas medidas son parte fundamental del dispositivo de represión
interna que amenaza su propia supervivencia [6]. Me refiero aquí al llamado programa de
«continuidad del gobierno» (COG, siglas de «Continuity of Government»), a través del cual
los planificadores militares estadounidenses han desarrollado medios para neutralizar
definitivamente cualquier movimiento antibelicista en Estados Unidos [7].
Así que decidí publicar mi discurso acompañado de este prefacio, destinado tanto a la
ciudadanía estadounidense como al público internacional. Pienso que hoy en día lo más
urgente para preservar la paz mundial es contrarrestar el avance de Estados Unidos hacia la
hegemonía total. En nombre de la coexistencia en un mundo pacificado y multilateral es
por lo tanto necesario reactivar la prohibición –por parte de la ONU– de las guerras
preventivas y unilaterales.
Puede ser que, en un primer momento, ese tipo de gestión no arroje resultados. Pero sí es
posible que ayude a redirigir el debate político en Estados Unidos hacia un tema que es, en
mi opinión, urgente y que se ha abordado muy poco: el expansionismo de Estados Unidos y
la amenaza que representa para la paz global.
Discurso pronunciado en la conferencia de Invissin sobre la OTAN
(Moscú, 15 de mayo de 2012)
Ante todo, agradezco a los organizadores de esta conferencia esta oportunidad de hablar del
grave problema del narcotráfico en Afganistán. Se trata, hoy en día, de una amenaza tanto
para Rusia como para las relaciones entre este país y Estados Unidos. Hablaré por lo tanto
de política profunda, según la visión de mi libro Drugs, Oil, and War y también de mi obra
más reciente (La Machine de guerre américaine) y de la anterior (La Route vers le nouveau
désordre mondial). Esos libros analizan esencialmente los factores subyacentes del tráfico
internacional de droga así como las intervenciones estadounidenses. Hablaré también del
papel de la OTAN en la facilitación de estrategias tendientes a implantar la supremacía de
Estados Unidos en el continente asiático. Pero quisiera, en primer lugar, analizar el tráfico
de droga en relación con un importante factor, que en mis libros resulta determinante. Se
trata del papel del petróleo en las políticas asiáticas de Estados Unidos en Asia y también
de la influencia de importantes compañías petroleras alineadas con los intereses de ese país,
como British Petroleum (BP).
Las acciones de Estados Unidos en Asia central, en zonas que se hallaron tradicionalmente
bajo influencia de Rusia –como Kazajstán– presentan un factor común. Desde hace unos 30
años, incluso más, las compañías petroleras y sus representantes en Washington han
mostrado gran interés por el desarrollo, y sobre todo el control, de los recursos gasíferos y
petrolíferos subexplotados de la cuenca del Caspio [14]. Para lograr ese objetivo [el
control], Washington desarrolló políticas que dieron como resultado la instalación de bases
avanzadas en Kirguistán y, durante 4 años, en Uzbekistán (de 2001 a 2005) [15]. El
objetivo oficial de esas bases era servir de apoyo a las operaciones militares de Estados
Unidos en Afganistán. Pero la presencia estadounidense incita a los gobiernos de las
naciones vecinas a actuar más independientemente de la voluntad rusa. Ejemplo de ello son
los casos de Kazajstán y Turkmenistán, dos países que son zonas de inversiones en gas y en
petróleo para las compañías estadounidenses.
Washington sirve a los intereses de las compañías petroleras occidentales, no sólo por causa
de la influencia corruptora que estas ejercen sobre la administración sino porque la
supervivencia de la actual petroeconomía estadounidense depende de la dominación
occidental sobre el comercio mundial del petróleo. En uno de mis libros analizo esta
política y explico cómo ha contribuido a las recientes intervenciones de Estados Unidos y
también al empobrecimiento del Tercer Mundo desde 1980. En esencia, Estados Unidos
provocó que el precio del petróleo se cuadruplicara en los años 1970 al organizar el
reciclaje de los petrodólares en la economía estadounidense, mediante acuerdos secretos
con los sauditas. El primero de esos acuerdos garantizaba una participación especial y
continua de Arabia Saudita en la salud del dólar estadounidense; el segundo garantizaba el
permanente respaldo de ese país a la tarificación integral de la OPEP en dólares [16]. Esos
dos acuerdos garantizaban que las alzas de los precios del petróleo que decidía la OPEP no
debilitaran la economía de Estados Unidos ya que la carga más pesada recaería –por el
contrario– en las economías de los países menos desarrollados [17].
El dólar estadounidense, aunque actualmente está debilitándose, aún depende en gran parte
de la política de la OPEP que impone el uso de esa moneda para la compra del petróleo que
venden los países de esa organización.
Para tener una idea de lo que Estados Unidos es capaz de hacer para seguir imponiendo esa
política sólo hay que ver cuál ha sido el destino de los países que han tratado de oponerse a
ella.
«En el año 2000, Saddam Hussein insistió en que el petróleo iraquí se vendiera en euros.
Fue una maniobra política, pero aumentó los ingresos recientes de Irak gracias al alza del
valor del euro en relación con el dólar» [18]. Tres años más tarde, en marzo de 2003,
Estados Unidos invadía ese país. Dos meses después, en mayo de 2003, Bush decretó a
través de una orden ejecutiva que las ventas de petróleo iraquí tenían que efectuarse
nuevamente en dólares y no en euros [19].
Según un artículo ruso, poco antes de la intervención de la OTAN en Libia, a principios de
2011, Muammar el-Kadhafi había maniobrado para rechazar el dólar como moneda de pago
a las exportaciones de petróleo libio, al igual que Saddam Hussein [20].
En febrero de 2009, Irán anunció que había «cesado completamente las transacciones
petroleras en dólares estadounidenses» [21]. Todavía no se han visto las verdaderas
consecuencias de esa audaz decisión iraní [22].
«De forma recurrente se acusa a las compañías petroleras de Estados Unidos de emprender
operaciones clandestinas, ya sea directamente o a través de intermediarios. En Colombia
(como veremos más adelante) una empresa estadounidense de seguridad que trabajaba para
Occidental Petroleum participó en una operación militar del ejército colombiano “que mató
18 civiles por error”.»
Para citar un ejemplo más cerca de Rusia mencionaré una operación clandestina, realizada
en 1991 en Azerbaiyán, que es un ejemplo clásico de política profunda. En ese país, ex
colaboradores de la CIA empleados por una dudosa empresa petrolera (MEGA Oil),
«emprendieron entrenamientos militares, repartieron “bolsas llenas de dinero en efectivo” a
miembros del gobierno y crearon una compañía aérea […] que pronto permitió traer de
Afganistán cientos de mercenarios muyahidines» [23]. Al principio, aquellos mercenarios,
cuyo número se estimó finalmente en unos 2 000, fueron utilizados para luchar contra las
fuerzas armenias respaldadas por Rusia en la disputada región del Alto Karabaj. Pero
también apoyaron a los combatientes islamistas en Chechenia y en Daguestán. Y
contribuyeron también a convertir Bakú en un punto de escala de la heroína afgana hacia el
mercado urbano de Rusia e igualmente hacia la mafia chechena [24].
Como secretario de Estado adjunto, Strobe Talbott, amigo cercano de Bill Clinton, trató de
promover una estrategia razonable para garantizar esa expansión. En un importante
discurso pronunciado el 21 de julio de 1997,
«Talbott expuso los 4 aspectos de un [potencial] apoyo de Estados Unidos a los países del
Cáucaso y de Asia central:
La promoción de la democracia;
La creación de economías de mercado;
La promoción de la paz y de la cooperación en los países de la región y entre esos mismos
países y
La integración [de estos países] a la más amplia comunidad internacional […]
Pero ese enfoque multilateral se vio inmediatamente bajo el fuego de los miembros de los
partidos [estadounidenses]. Sólo 3 días después, la Heritage Foundation, el círculo de
reflexión derechizante del Partido Republicano, respondió que «[la] administración Clinton,
deseosa de apaciguar a Moscú, ponía reparos en explotar la oportunidad estratégica de
garantizar la seguridad de los intereses de Estados Unidos en el Cáucaso» [29]. En octubre
de 1997, esta crítica halló eco enThe Grand Chessboard, importante libro del ex consejero
de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski. Este último, ciertamente el principal oponente
de Rusia dentro del Partido Demócrata, admite sin embargo que «la política exterior
[estadounidense debería] […] favorecer los vínculos necesarios para una verdadera
cooperación mundial», pero defiende en su libro la noción de «Gran Juego» que Talbott
rechazaba. Según Brzezinski, era una necesidad imperiosa impedir «[la] aparición en
Eurasia de un competidor capaz de dominar ese continente y de desafiar [a Estados
Unidos]» [30].
Es evidente que la «revolución de los tulipanes» de marzo de 2005 en Kirguistán fue otra
etapa de la doctrina de proyección estratégica del Pentágono y la CIA. Se desarrolló en un
momento en que George W. Bush hablaba a menudo de una «estrategia de proyección de la
libertad». Más tarde, mientras estaba de visita en Georgia, el propio Bush aprobó aquel
cambio de régimen presentándolo como un ejemplo de «democracia y de libertad en plena
expansión» [34]. (En realidad, en vez de una «revolución», aquello parecía más bien un
sangriento golpe de Estado.) Sin embargo, el régimen de Bakiyev «había dirigido el país
como un sindicato del crimen», según palabras de Alexander Cooley, un profesor de la
Universidad de Columbia. Específicamente, numerosos observadores acusaron a Bakiyev
de haberse apoderado del control del tráfico de droga local y de administrarlo como una
empresa familiar [35].
«El verdadero objetivo de la mayoría de esas campañas […] nunca fue el ideal de erradicar
la droga. Consistió más bien en modificar la repartición del mercado, o sea apuntar a
enemigos específicos para garantizar que el tráfico de la droga quede bajo el control de los
traficantes aliados del aparato de seguridad del Estado en Colombia y/o de la CIA.» [40]
Quienes, como yo, se preocupan por reducir el flujo de droga proveniente de Afganistán se
ven ante un dilema. Para ser eficaces, las estrategias de lucha contra el tráfico internacional
de droga tienen que ser multilaterales. En Asia central esas estrategias necesitan una mayor
cooperación entre Estados Unidos y Rusia. Sin embargo, todos los esfuerzos de las
principales fuerzas proestadounidenses presentes en la región –como la CIA, el ejército de
Estados Unidos, la OTAN y la DEA– no se han concentrado hasta ahora en la cooperación
sino en la hegemonía estadounidense.
Es interés del mundo entero ver a Rusia y Estados Unidos enfrentar esos peligros de
manera constructiva y desinteresada. Y esperamos que cada progreso en la reducción de
esas amenazas comunes sea una nueva etapa en el difícil proceso de fortalecimiento de la
paz.
El pasado siglo fue testigo de una guerra fría entre Estados Unidos y Rusia, dos potencias
que se armaron hasta los dientes en nombre de la defensa de sus respectivos pueblos. Perdió
la Unión Soviética, dando paso a una Pax Americana inestable, como la Pax Britannica del
siglo XIX: una peligrosa mezcla de globalización comercial, de acentuación de las
desigualdades en términos de ingresos y riqueza y de un militarismo brutalmente excesivo
y expansionista. Este último está provocando cada vez más conflictos armados (Somalia,
Irak, Yemen, Libia) y además acentúa el riesgo de una posible guerra mundial (Irán).
Hoy en día, tratando de preservar su peligrosa supremacía, Estados Unidos está tratando de
armarse contra su propio pueblo, en vez de dedicarse a defenderlo [44]. Es interés de todos
los pueblos del mundo, incluyendo el de Estados Unidos, que se debilite esa supremacía
para favorecer un mundo más multipolar y menos militarista.
En esas nuevas formas, el estereotipo del "perro de la guerra" -un sujeto de cara ruda y
preparado para ganar dinero en combate, identificado principalmente con las guerras
africanas- ha sido sustituido por empresas transnacionales que contratan a mercenarios para
realizar tareas de seguridad "antiterrorista", tanto para privados como para los propios
Estados y sus fuerzas armadas.
"Se trata ahora de "contratistas", un término ambiguo, que identifica tanto a las empresas
que contratan, como el antiguo mercenario, o individuo que va a la guerra por una paga",
señaló a la cadena BBC Amanda Benavides, presidenta del grupo de trabajo de la ONU
sobre el uso de mercenarios y violación de los derechos humanos.
Con las llamadas "guerras preventivas" iniciadas por los halcones tras el 11-S, no
solamente se conquista militarmente sino que también se abren nuevos ciclos de expansión
y ganancia capitalista en los nuevos mercados sometidos con el argumento de la "guerra
contraterrorista".
Mientras en Irak, por ejemplo, la invasión militar destruyó las redes sociales solidarias de la
comida, la vivienda, el trabajo y la atención médica (que regían durante el régimen de
Saddam), las transnacionales desarrollaron un floreciente "mercado segmentado" entre las
clases altas y medias altas (profesionales, políticos y empresarios) asociadas a la política de
rapiña de la ocupación militar.
Pero en este mercado de "negocios diversificados" posibilitado por los genocidios militares
de los halcones, la "estrella naciente" es (así coinciden todos los expertos) el negocio de los
"ejércitos privados" que contratan servicios tanto con el ejército invasor como con las
empresas privadas asociadas a la ocupación.
Los halcones de la Casa Blanca y los operadores de negocios del lobby judío, siempre a
tono con "los negocios de la guerra", observaron la nueva veta comercial que se abría con la
contratación de servicios de ejércitos privados para las áreas ocupadas o bajo influencia del
ejército de EEUU.
La privatización del aparato militar, fue impulsada en 1991, después de la Primera Guerra
del Golfo, por el entonces ministro de Defensa y actual vicepresidente, Dick Cheney.
Bajo la influencia de Cheney y Rumsfeld el gobierno de EEUU comenzó a subcontratar con
las corporaciones militares privadas, gran parte de las funciones operativas que
tradicionalmente venían desarrollando las Fuerzas Armadas.
Si bien el Pentágono no reconoce que una parte importante de sus soldados ya son
entrenados por expertos y manuales de guerra privados, son muchas las fuentes militares
que señalan que la legión de contratistas que inunda los cuarteles y las academias está
causando un profundo malestar entre la oficialidad de carrera.
Militares y políticos del Pentágono y de la Casa Blanca, siempre atentos a "los negocios de
la guerra", descubrieron la nueva veta comercial que se abría con la contratación de
servicios de ejércitos privados para las áreas ocupadas por el ejército de EE.UU.
Obviamente, y según apuntan todos los especialistas, solo los conglomerados trasnacionales
(bancos, petroleras, tecnológicas, armamentistas, ejércitos privados, etc) que integran la
órbita "selecta" del lobby de negocios manejado desde la Casa Blanca y el Pentágono
tienen acceso a los más jugosos contratos en los países ocupados.
Los corporativos militares privados (PMC, por sus siglas en inglés) mantienen en secreto
sus actividades y carteras de clientes al no estar reguladas por ninguna normativa
internacional, a pesar de su condición de ejércitos sin fronteras.
Realizan sus actividades en secreto, su cartera de clientes no está regulada por ninguna
normativa, las concesiones que realizan no se otorgan por ninguna licitación, no son
inspeccionadas por ningún organismo internacional, y violan la Convención Internacional
contra el reclutamiento, financiación y entrenamiento de mercenarios aprobada por la ONU
en 1989.
Su única regulación y control proviene del Departamento de Estado manejado por el lobby
de negocios de la Casa Blanca y el Pentágono
Halliburton (protegida por el jefe del lobby judío, Dick Cheney) es el actor dominante tanto
en Irak como en Afganistán, y participa desde los negocios del petróleo y de la
"reconstrucción" hasta en funciones de entrenamiento y asesoramiento militar, no sólo para
las fuerzas de EE.UU. sino para el nuevo ejército iraquí.
Los consorcios privados ofrecen servicios que van desde el personal de seguridad y el
mantenimiento de armamentos hasta la interrogación de prisioneros.
Estas firmas han operado en más de 50 países y han sido contratadas por todo el mundo,
desde el Departamento de Defensa de Estados Unidos hasta dictadores y gobiernos de las
áreas dependientes del llamado Tercer Mundo.
Según un informe del Pentágono, julio de 2005, las empresas usufructuadoras del proceso
de negocios instalado tras la ocupación militar en Irak invierten entre 25 y 30 por ciento de
sus ingresos en vehículos acorazados y ejércitos privados para garantizar la seguridad de
sus ejecutivos y empleados.
Según el analista militar, Peter Singer, autor del libro Guerreros Corporativos, el negocio de
los ejércitos privados en el mundo representa "cerca de 100 mil millones de dólares en
negocios globales, y operan en unos 50 países.
Según Singer, estos pulpos de la guerra también desarrollan sus negocios expansivos en
misiones de pacificación, combates antidroga o cualquier otro rubro internacional donde se
requiera sus servicios militares y de seguridad.
También pueden ser contratados para tareas como recolección de cadáveres, investigación
de secuestros, custodia de pozos petroleros, controles fronterizos, protección de importantes
directivos, o para cuidar las espaldas de los periodistas y ejecutivos de los consorcios
mediáticos que construyen la "información oficial" de la situación en Irak.
A raíz del escándalo por los abusos a prisioneros en la cárcel iraquí de Abu Ghraib, los
investigadores estadounidenses concluyeron que contratistas privados estuvieron presentes
en más de un tercio de los casos probados.
Irak se ha convertido en la meca comercial de los ejércitos privados. Halliburton (en la cual
tiene intereses el autor del plan privatizador, Dick Cheney) a través de sus subsidiarias
figura como una de las empresas más favorecidas.
Una de esas empresas, Titan , un ejército de mercenarios privados, tiene base en San Diego
y en su sitio en Internet se describe como "un proveedor líder de productos de información
y comunicación, soluciones y servicios para la seguridad nacional".
Se estima que los 30.000 "perros de la guerra" que operan en Irak, contratados por unas 40
empresas militares privadas, reciben salarios entre mil y 50 mil dólares mensuales, pero, a
su vez, individualmente, subcontratan a miles de iraquíes armados para que realicen los
trabajos más riesgosos.
La casi totalidad de esa cifra citada por Monthly Review es facturada por los consorcios
que operan en la órbita de decisiones del lobby de negocios controlado por Cheney y
Rumsfeld desde la Casa Blanca y el Pentágono.
Los ataques y "guerras preventivas" agendadas para lo que resta de la gestión de Bush
(Irán, Siria, en primer lugar), además de sus objetivos geopolíticos-militares, buscan que la
"integración del negocio bélico" alcance cada vez a más consorcios privados y que las
guerras futuras se conviertan en una empresa privada financiada por el Estado imperial
norteamericano.
Pero sí hemos averiguado que la humanidad anda en tinieblas, y en su mayor parte le tiene
sin cuidado la suerte que aguarda a su país, o bien no se molesta en indagarlo. El sector más
amplio de la población ha sido manipulado para reaccionar de dicha manera, y esa actitud
resulta ventajosa para el gobierno secreto.
Con frecuencia oímos decir:”Están haciendo están” o “Están haciendo aquello”… Quienes
hacen esas cosas son capaces de cometer las mayores barbaridades impunemente.
Aumentan los impuestos o envían a nuestros hijos a morir en guerras que no reportan
beneficio alguno a nuestra patria. Son personajes invisibles que escapan a nuestro alcance,
nebulosos hasta la desesperación cuando queremos demandarlos. Nadie puede identificar
claramente de quiénes se tratan. Este estado de cosas se ha mantenido así durante décadas.
A lo largo de las páginas de este libro identificaremos a esos personajes misteriosos. A
partir de ahí, corresponderá al público corregir la situación en que se encuentra.
El Club de los 300 es el no va más de las sociedades secretas. Está integrado por una clase
dirigente intocable a la que pertenece la reina de Inglaterra, la de los Países Bajos, la de
Dinamarca y las diversas familias reales europeas. A la muerte de la reina Victoria, dichos
aristócratas llegaron a la conclusión de que la única manera de hacerse los amos del mundo
era asociarse con poderosísimos magnates de la industria internacional, que no pertenecían
a su linaje. De esta forma, ganaron acceso al máximo poder aquellos a quienes la reina de
Inglaterra gusta llamar plebeyos.
Desde que trabajaba en el servicio de inteligencia sé que los jefes de estado extranjeros
conocen a tan poderosa horda por el apelativo de los magos. Stalin acuñó una expresión
personal para describirlos: las fuerzas tenebrosas. Y el presidente Eisenhower, que nunca
logró ascender por encima del grado de hofjude (judío del atrio), lo llamó – quedándose
mayúsculamente corto – “Complejo Militar Industrial”.
¿Quiénes son los conjurados que integran el todopoderoso Club de los 300? Los ciudadanos
mejor informados tienen conocimiento de que existe una conspiración, la cual se presenta
bajo una diversidad de nombres, entre ellos los illuminati, la Francmasonería, la Tabla
Redonda y el grupo Milner. Lo malo es que resulta extremadamente difícil encontrar
información fidedigna sobre las actividades de quienes integran el gobierno invisible.
A fin de hacerse una idea del enorme alcance de la conspiración a la que nos referimos
vendría bien enumerar en este momento algunos de los objetivos trazados por el Club de
los 300 con vistas a su conquista y dominio del mundo. Es preciso entender claramente las
razones por las que la energía nuclear es tan detestada en la mayoría de los países, y por
qué al falso movimiento ambientalista – creado y costeado por el Club de Roma – se le
pidió que declarara la guerra a dicha fuente energética. Generando fuerza eléctrica barata y
abundante a partir de reactores nucleares, los países en vías de desarrollo se volverían poco
a poco independientes de la ayuda externa norteamericana y podrían consolidar su
soberanía. La electricidad producida a partir de la energía atómica es la clave para que los
países atrasados salgan del subdesarrollo en el que el Club de los 300 les ha ordenado
permanecer.
A menor ayuda externa, menor sería el control de los recursos naturales de los diversos
países por parte del FMI. La idea de que las naciones en vías de desarrollo rigieran su
propio destino era anatema para el club de Roma y su Club de los 300 que dirige el mundo.
Hemos visto la oposición a la energía nuclear utilizada con éxito para bloquear el progreso,
de conformidad con los planes del Club para el crecimiento cero en al era post-industrial.
Al tener que depender de la ayuda exterior procedente de EE.UU. esos países de hecho se
hayan sometidos en servidumbre al Consejo de Relaciones Exteriores. Al pueblo de las
naciones beneficiarias les llega una parte ínfima del dinero, que por lo general termina en
las arcas de dirigentes gubernamentales que permiten que el FMI despoje brutalmente al
país de sus recursos naturales y bienes de producción.
El Club de Roma
¿Cómo pueden los conjurados tener al mundo en sujeción, y más concretamente a los
Estados Unidos y Gran Bretaña? Uno de los interrogantes que surgen con más frecuencia
es: ¿cómo puede una sola entidad estar al tanto de lo que sucede en todo momento, y de que
manera ejerce su dominio? En este libro procuraremos responder a esa y otras preguntas.
La única forma de afrontar la realidad del éxito de la conspiración es nombrar y comentar
algunas de las sociedades secretas, organizaciones de fachada, organismos
gubernamentales, bancos, compañías de seguros, empresas multinacionales, la industria
petrolera y los cientos de miles de entidades y fundaciones cuyas figuras más destacadas
componen el Club de los 300, máxima institución que lleva las riendas del mundo desde
hace al menos un siglo
.
Para algunos fue una sorpresa descubrir que el Club de Roma y la entidad que lo financia,
la cual ostenta el titulo de Fundación Alemana Marshall, eran dos asociaciones de
confabulados que realizan sus actividades bajo el auspicio de la Organización del Tratado
del Atlántico Norte, y, que en su mayor parte, los ejecutivos que integran el Club de Roma
proceden de la OTAN. Fue el Club de Roma el que formuló los principios que esta última
organización reivindica como suyos, y el que – por intermedio de Lord Carrington, socio de
Club de los 300, dividió a la OTAN en dos fracciones: un grupo de presión política
(izquierdista) y la alianza militar originaria.
El Club de Roma sigue siendo uno de los brazos más importantes del Club de los 300, en lo
que se refiere a política exterior; el otro es el grupo de los Bilderberger. Se formó en 1968 a
partir de miembros incondicionales del grupo original fundado por Morgenthau a raíz de
una llamada telefónica del difunto Aurelio Peccei instando a lanzar con urgencia una nueva
campaña con objeto de acelerar la planificación del Gobierno Internacional Único,
actualmente conocido como Nuevo Orden Internacional. De todos modos, el primer
nombre me parece más exacto.
El llamado de Peccei fue respondido por los más subversivos planificadores del futuro que
se pudieron seleccionar en Estados Unidos, Francia, Suecia, Gran Bretaña, Suiza y Japón.
Entre 1968 y 1972, el Club de Roma se transformó en una entidad cohesiva integrada por
neocientíficos, mundialistas, planificadores del futuro e internacionalistas de toda calaña.
Uno de los delegados lo describió con estas palabras: “Nos hemos convertido en la túnica
de diversos colores de José”, en alusión al personaje bíblico.
En líneas generales, el programa previsto del Club de Roma consistiría en crear y difundir
ideas postindustriales en los Estados Unidos, junto con movimientos de contracultura como
los empeñados en la difusión de la droga, la revolución sexual, el hedonismo, el satanismo,
la brujería y el ambientalismo, El instituto Tavistock, El Instituto de Investigaciones de
Stanford, el Instituto de Relaciones Sociales y de hecho todo el amplio espectro de los
centros de investigación de psiquiatría social aplicada, o bien contaban con delegados en la
junta directiva del Club de Roma, o desempeñaban una misión orientadora en la tentativa
de la OTAN de llevar a cabo lo que denominan la conspiración acuariana.
El Club de Roma posee su propia central de inteligencia, y toma prestados además agentes
de la INTERPOL de David Rockefeller. Todos los organismos de inteligencia de los EE.
UU. Cooperan muy estrechamente con él, así como la KGB y el Mossad o Servicio de
Inteligencia Israelí.
¿Cuáles son sus objetivos?¿Qué se propone esa minoría selecta tan secreta? Sus integrantes
se hacen llamar también los olímpicos, pues están convencidos de que igualan en poder y
talla a los legendarios dioses del Olimpo, los cuales al igual que su dios Lucifer, se han
ensalzado a sí mismos por encima de nuestro Dios verdadero. Tienen además el
convencimiento de que por derecho divino se les ha encomendado la consecución de las
siguientes metas:
1.- El establecimiento de un gobierno internacional único o Nuevo Orden Mundial con una
iglesia unificada y un sistema monetario común bajo la dirección de ellos. Pocos saben que
el Gobierno Internacional inició la fundación de su iglesia entre los años veinte y los años
treinta, al comprender la necesidad de canalizar en la dirección deseada por ellos la fe
inherente a todo ser humano.
7.- Despoblamiento de las grandes ciudades, de conformidad con el ensayo llevado a cabo
por el régimen de Pol Pot en Cambodia. Es interesante destacar que el plan genocida del
dictador asiático fue formulado aquí en los Estados Unidos por una de las fundaciones de
investigación financiadas por el Club de Roma. Otro dato interesante es que actualmente
los 300 tratan de reinstaurar a los carniceros de Pol Pot en Camboya.
8.- Eliminación de todo adelanto científico salvo los que sean considerados provechosos
para el Club de los 300. La producción de energía atómica con fines pacíficos es uno de los
blancos principales. Los experimentos de fusión en frío que actualmente (1992) se llevan a
cabo son objeto de burla y desprecio por parte del Club y de sus chacales en la prensa. Un
soplete de fusión debidamente empleado pondría a nuestra disposición unos recursos
naturales inagotables a partir de las sustancias más comunes, y el Club ya no podría seguir
insistiendo en “la falta de recursos naturales”.
11.- Evitar que en todo el mundo la gente pueda decidir su propio destino. Con miras a ello,
se creará una crisis tras otra, y luego se manejarán dichas crisis. Ello confundirá y
desmoralizará hasta tal punto a la población que ante la superabundancia de opciones se
generalizará la apatía. En el caso de los EE. UU. ya existe un organismo que tiene como fin
el manejo de crisis. Se trata de la FEMA, siglas en inglés de la Secretaría Federal de
Manejo de Emergencias, cuya existencia descubrí en 1980.
12.- Promocionar a grupos rufianescos de música rock como los Rolling Stones (pandilla de
degenerados que goza ampliamente del favor de la nobleza negra europea) y todos los
conjuntos a los que Tavistock convirtió en grandes figuras a partir de los Beatles.
13.- Exportar a todo el mundo el ideario de la liberación religiosa al objeto de minar a toda
religión existente y más en particular la cristiana. Esto empezó con la teología de la
liberación, de origen jesuita, que acarreo la caída del régimen de los Somoza en Nicaragua
y que en la actualidad destruye El Salvador – cuya guerra civil se arrastra ya embarcada por
un curato de siglo – , Costa Rica y Honduras. Una entidad muy activamente embarcada en
la llamada teología de la liberación es la misión Maryknoll, de tendencia comunista. Ello
explica la amplia cobertura dada por los medios al asesinato de unas supuestas monjas de la
orden Maryknoll hace unos años en El Salvador.
15.- Tomar en sus manos la dirección de toda política exterior e interior en los Estados
Unidos.
18.- Organizar un aparato terrorista de alcance internacional y negociar con sus agentes
cada vez que estos lleven a cabo sus violentas acciones.
19.- Tomar las riendas de la enseñanza en los EE. UU. con la finalidad de llevarla a la ruina
más completa.
Muchos de estos objetivos, los cuales enumeré por primera vez en 1969, se han alcanzado
ya o están en avanzada vías de ejecución.
Si tenemos en cuenta los ilimitados caudales que tienen a su disposición, así como cientos
de gabinetes de estrategia y 5000 ingenieros sociales, y siendo un hecho que tienen en sus
manos los medios de difusión, la banca y la mayor parte de los gobiernos, se comprende
que nos las estamos viendo con un problema de proporciones gigantescas, al cual ninguna
nación está en condiciones de hacer frente en este momento.
Como he afirmado con tanta frecuencia, se nos ha hecho creer que el problema al que me
refiero tiene su origen en Moscú. Nos han lavado el cerebro para que creamos que el
comunismo es la mayor amenaza que enfrentamos los norteamericanos. No hay tal. El
mayor peligro radica en la multitud de quintacolumnistas infiltrados entre nosotros. Nuestra
Constitución nos advierte que vigilemos al enemigo interno. Esos enemigos sirven al Club
de los 300, y ocupan posiciones clave en nuestra jerarquía gubernamental.
El Club de Roma tiene la seguridad de haber debilitado a los Estados Unidos, según
órdenes del Club de los 300. Tras años de librar una guerra contra los habitantes de esta
nación, ¿quién puede poner en duda que ha cumplido en efecto su misión? Basta echar un
vistazo a nuestro alrededor para ver hasta qué punto se ha arruinado la moral: droga,
pornografía, rock, libertinaje sexual, el núcleo familiar prácticamente desmoronado,
lesbianismo, homosexualidad y por último él espelúznese asesinato de millones de niños
inocentes a manos de su propia madre.
¿Acaso ha existido alguna vez en la historia crimen tan infame como el aborto
generalizado?
Dada la ruina espiritual y moral de los EE.UU., con nuestra industria destrozada, 30
millones de desempleados, las grandes ciudades transformadas en horrendos antros donde
se cometen los crímenes más inimaginables, con un índice de asesinatos que casi triplica el
de otros países, 4 millones de personas sin hogar y la corrupción en las esferas del gobierno
alcanzado proporciones endémicas, ¿quién va a negar que los Estado Unidos están a punto
de desplomarse roídos por la carcoma, para caer en las garras acechantes del Gobierno
Internacional de la Nueva Era?
Es posible que a algunos les cueste aceptar la idea de una conspiración a escala
internacional porque muchos autores han obtenido lucro a costa de ella. Otros dudan que se
puedan promover con éxito unas actividades de semejante alcance. Observando el enorme
aparato burocrático de nuestra nación, preguntan: ”¿Cómo quieren que creamos que unos
señores particulares tengan más poder que el Gobierno?”. Esto se debe a que no
comprenden que el Gobierno es parte de la maquinaria de la conspiración. Los que eso
afirman piden pruebas fehacientes, y no es tan fácil hallar tales pruebas.
Otros dicen: “¿y qué? ¿Qué me importa a mí que haya una conspiración? Si yo ni me
molesto en votar”. Esa era precisamente la forma en que se preveía que reaccionara el
grueso de la población estadounidense. El pueblo de nuestro país está sumido en el
desaliento y la confusión, fruto de la guerra que se libra contra nosotros desde hace años.
Hay muchas más probabilidades de que un pueblo desmoralizado y despistado acoja con
los brazos abiertos la llegada de una gran figura que prometa resolver todo problema y
garantice una sociedad ordenada en la que no exista el desempleo y con las disputas
internas reducidas al mínimo. A ese dictador – eso será ni más ni menos – lo recibirán
calurosamente.
Ese mismo Club de los 300 ha establecido mecanismos y sistemas de control mucho más
ineludibles que nada que se haya visto hasta ahora. No son necesarias sogas ni cadenas para
sujetarnos. Se nos ha lavado el cerebro hasta hacernos renunciar al derecho a portar armas
que nos otorga la Constitución; abandonar la Constitución misma; permitir que las
Naciones Unidas dirijan nuestra política exterior y que el FMI dicte la política fiscal y
monetaria de nuestro país; tolerar que el Presidente vulnere impunemente la ley de los
Estado Unidos invadiendo otro país y secuestrando al jefe del estado.
En resumidas cuentas, nos han condicionado al extremo de que aceptemos a nivel nacional
casi sin rechistar cada uno de los ilícitos perpetrados por el gobierno de nuestro país.
Gracias al Club de Roma, nuestra capacidad tecnológica ha sido superada por Japón y
Alemania, los países a los que – según nos dicen- derrotamos en la Segunda Guerra
Mundial. ¿Cómo ha sido posible tal cosa? Porque, por un lado, hombres como el Dr.
Alexander King, y por otro, nuestra ceguera mental inducida nos han hecho incapaces de
reconocer el desmoronamiento de nuestras instituciones educativas y sistemas de
enseñanza. Por esa ceguera nuestra, ya no formamos los suficientes ingenieros y científicos
para mantener el puesto que ocupábamos entre las naciones industrializadas. Gracias al Dr.
King, a quien muy pocos conocen en los Estados Unidos, la enseñanza ha caído a su nivel
más bajo en el país desde 1786. Estadísticas facilitadas por el Institute for Higher Learning
indican que los escolares actuales leen y escriben peor que los de 1786.
Cuando la máxima autoridad elegida del país tuvo la osadía de poner las leyes de la ONU
por encima de la Constitución de los Estados Unidos – delito por el cual se podía demandar
al Presidente – la mayoría de la gente lo vio como lo más natural del mundo. Cuando la
máxima autoridad elegida del país emprendió una guerra sin una declaración oficial por
parte del Congreso, los medios informativos callaron ese detalle y los ciudadanos lo
aceptamos una vez más antes que encarar la verdad.
Cuando estalló la Guerra del Golfo, maquinada y organizada por nuestro presidente (Bush),
no sólo toleramos alegremente la más descarada de las censuras, sino que hasta nos lo
tomamos a pecho creyendo que era buena para alcanzar el objetivo de la guerra. El
Presidente mintió, April Glaspie mintió, el Departamento de Estado mintió. Decían que la
guerra estaba justificada porque se había advertido a Saddam Hussein que no metiera la
mano en Kuwait.
Cuando por fin se hicieron públicas las comunicaciones cablegráficas entre la embajadora y
el Departamento de Estado, una caterva de senadores norteamericanos se lanzó a defender a
Glaspie; tanto demócratas como republicanos, daba igual. El pueblo, nosotros, dejamos
impunes sus abyectas mentiras.
El presidente Jefferson dijo en una ocasión que sentía lástima de los que creían que con los
periódicos se enteraban de lo que sucedía. Disraeli, el primer ministro británico, afirmó
algo muy parecido. Ciertamente, desde tiempo inmemorial, los que rigen los destinos del
mundo se han vanagloriado de hacerlo entre bambalinas.
Nos dicen que ganamos la Guerra del Golfo. Sin embargo, la amplia mayoría de los
estadounidenses no repara en que la ganamos a costa de la dignidad y el honor de nuestra
nación, que yacen pudriéndose en las arenas del desierto de Kuwait e Irak, junto a los
cadáveres de las tropas iraquíes a las que aniquilamos en la retirada previamente acordada
de Kuwait y de Basra. No fuimos capaces de cumplir la palabra empeñada de que nos
atendríamos a la convención de Ginebra y no los atacaríamos. “¿Qué prefieren –
preguntaron los que nos manejan -, victoria o dignidad? No se pueden tener las dos cosas a
la vez”.
Hace cien años algo así no habría sucedido. Hoy en día ocurre y nadie dice nada. Vivimos
en una sociedad desechable, programada para no durar. Los 4 millones de personas que
viven sin techo en nuestro país, los 30 millones de desempleados y los 15 millones de niños
asesinados hasta la fecha antes de nacer nos dejan indiferentes. Son elementos desechables
de una conspiración tan condenable que cuando se ponen al descubierto estos datos, la
mayoría descarta la existencia de la mencionada conspiración, razonando que esas
estadísticas se deben a que “los tiempos han cambiado”.
Los Estados Unidos de la actualidad se pueden comparar con un soldado que se duerme en
lo más recio del combate. Los norteamericanos nos hemos dejado vencer por el sueño y
hemos cedido a la apatía que nos ha causado vérnoslas con una multiplicidad de opciones.
Todo ello nos ha sumido en la confusión. Transformaciones de esa índole alteran el medio
en que nos desenvolvemos y eliminan nuestra resistencia a los cambios, de forma que nos
ponemos aturdidos y apáticos y acabamos por dormirnos en plena batalla.
Para los oligarcas y plutócratas que integran el Club de los 300, el narcotráfico tiene una
doble finalidad: en primer lugar, generar ingentes sumas de dinero, y en segundo, convierte
a largo plazo a un amplio sector de la sociedad de una masa de autómatas drogados más
fáciles de dominar que quienes no estén enviciados, ya que la rebelión se castigará cortando
el suministro de heroína, cocaína y otros alucinógenos. Ellos requieren la legislación de la
droga a fin de que se pueda establecer un monopolio mediante el cual la drogodependencia
alcance gran difusión, a medida que cientos de miles de obreros constantemente
desempleados recurran a los estupefacientes en busca de alivio.
En uno de los documentos más secretos del Royal Institute for Internal Affaire, se describe
– parcialmente- el plan: ” [...] Desengañados con el cristianismo y con el desempleo
generalizado, quienes lleven cinco años o más desocupados abandonarán la iglesia y se
volverán a la droga en busca de consuelo. A partir de ese momento será imperioso ejercer
un dominio absoluto del comercio de narcóticos, al objeto de que los gobiernos de todos los
países que se hallen sometidos a nuestra jurisdicción dispongan de un monopolio que
dirigiremos nosotros como suministradores. [...] Se crearán bares que expendan droga a los
revoltosos y descontentos. Los sediciosos en potencia se convertirán en inofensivos adictos
sin voluntad propia. [...]”
El mundo del futuro
En resumidas cuentas, las aspiraciones del Club de los 300 consisten en generar las
siguientes situaciones:
-El establecimiento de un gobierno mundialista y un sistema monetario común bajo la
tutela de una oligarquía permanente, hereditaria y no elegida, cuyos miembros se escogerán
entre si mediante un sistema feudal semejante al del Medioevo. Con dicha entidad universal
de gobierno, se pondrá coto a la explosión demográfica mediante limitaciones al número de
hijos por familia, enfermedades, guerras y hambres, hasta que la población mundial se
estabilice en mil millones de seres humanos útiles para la clase dirigente, distribuidos en
zonas rígidas y claramente definidas.
-La clase media desaparecerá y sólo quedarán siervos y mandatarios. Las leyes serán
uniformadas por medio de una red internacional de tribunales que se guiarán por un mismo
código, apoyados por un organismo universal de policía y un ejército supranacional que
imponga el cumplimiento de la ley en el territorio de los que una vez fueron países, y que
ya no estarán delimitados por fronteras. El sistema se basará en el del estado benefactor:
quienes obedezcan al gobierno internacional único y se subordinen al mismo serán
retribuidos con los medios para subsistir; los que se rebelen morirán de hambre o serán
proscritos, convirtiéndose con ello en blanco de todo el que desee quitarles la vida. Estará
prohibida la posesión privada de armas de fuego o de cualquier otra clase.
Toda persona será adoctrinada en la creencia de que es una criatura del Gobierno Universal.
A este fin, se la marcará con un número que facilite su identificación, número que figurará
en los archivos centrales del ordenador de la OTAN en Bruselas. En un momento dado,
todo agente del Gobierno Universal tendrá acceso a dicho número. Los archivos generales
de la CIA, el FBI, las policías locales y estatales, el Ministerio de Hacienda, la FEMA y la
seguridad social serán ampliados en extremo y constituirán la base de datos relativos a cada
habitante de los Estados Unidos.
-Se promoverá la pornografía, la cual será de exhibición obligada en todo cine y teatro, sin
excluir los temas de la homosexualidad y el lesbianismo. También será forzoso el consumo
de drogas recreativas. A cada uno se le asignará una cantidad que podrá adquirir en los
establecimientos de venta que el Gobierno Universal habrá diseminado por el planeta.
- Se extenderá el empleo de sustancias que permitan manipular la mente, y serán
igualmente de uso obligatorio. Se las administrará por medio de los alimentos y del
suministro del agua potable sin conocimiento ni permiso de los consumidores. En los bares
de narcóticos, atendidos por empleados del súper gobierno, la clase esclavizada pasará sus
horas de asueto. De esa manera, las masas se convertirán en una suerte de animales
dominados, sin voluntad propia, que se comportarán como tales.
-El sistema económico funcionará del siguiente modo: la clase dirigente permitirá que se
produzca el mínimo imprescindible de alimentos y servicios para mantener los
campamentos en que trabajarán multitudes de esclavos. Toda riqueza se atesorará en las
arcas de los integrantes de la élite del Club de los 300. A toda persona se la adoctrinará en
el concepto de que su supervivencia depende en todo el Estado. El mundo será gobernado
mediante decretos emitidos por el mencionado Club, los cuales de inmediato cobrarán valor
de ley. Experimentalmente, BorisYeltsin impone la voluntad del club en Rusia mediante
decretos de ese estilo. No existirán tribunales de justicia, sino de castigo.
-La industria habrá de ser destruida en su totalidad, junto con las plantas de producción de
energía nuclear. Sólo los integrantes del Club de los 300 y sus elitistas tendrán privilegio de
beneficiarse de los recursos de la tierra. La agricultura y la ganadería estarán en manos del
Club, que fiscalizarán rigurosamente la producción de alimentos. Conforme comiencen a
entrar en vigor estas medidas, grandes contingentes de población urbana serán transferidos
a regiones apartadas. Quienes se opongan serán exterminados a la manera del experimento
que llevó a cabo Pol Pot en Camboya.
-No habrá moneda ni dinero en efectivo en posesión de las masas. Toda transacción se
llevará a cabo mediante una tarjeta de cobro automático en la que figure el número de
identificación del portador. A quien transgreda el reglamento establecido por el Club de los
300 le será inválida la tarjeta por un tiempo que variará con arreglo a la naturaleza y
gravedad de la violación.
-El Gobierno Universal llevará las riendas de todas las agencias noticiosas y órganos de
prensa. Métodos de lavado cerebral se harán pasar por entretenimiento, de la misma manera
en que se practicaba y se convirtió en técnica refinada en los Estados Unidos. A los jóvenes
a los que se aparte de los padres desleales se les impartirá una educación concebida
especialmente para embrutecerlos.
-Jóvenes de ambos sexos serán adiestrados como vigilantes en los campos de trabajo del
Gobierno Internacional.
Por lo anterior, es evidente que quede mucho por hacer para la instauración del Nuevo
Orden Mundial. Hace tiempo que el Club de los 300 ha perfeccionado los planes para
desestabilizar la civilización tal como la conocemos en la actualidad.
No hay entidad que escape al dominio del Club, y salta a la vista que éste ejerce un férreo
control en el terreno de las comunicaciones. Si echamos un vistazo a la RCA,
descubriremos que su directorio se compone de personalidades británicas y estadounidenses
que descuellan en organizaciones como el Consejo de Relaciones Exteriores, la OTAN, el
Club de Roma, la Comisión Trilateral, la Francmasonería, Skull and Bones, el grupo
Bilderberg, Round Table, la Sociedad Milner y la Jesuits-Aristotle Society. Entre ellos se
contaba David Sarnoff, que se trasladó a Londres hacia la misma época que Sir William
Stepherson se instaló en la sede neoyorquina de la RCA.
El gobierno invisible del Club de los 300 está ejerciendo una presión inmensa sobre los EE.
UU. A fin de reformar el país para mal. Si logramos evitar que se nos despoje de la libertad,
retrasaremos considerablemente el progreso hacia el establecimiento del gobierno
supranacional. La instauración del mismo es una empresa de proporciones impresionantes
que exige gran habilidad, talento organizativo y dominio de los gobiernos y su política. La
única organización capaz de llevar a cabo tan ciclópea tarea con esperanza de éxito es el
Club de los 300. Acabamos de ver hasta qué punto se ha acercado al éxito total.
En un libro que por fin se publica en francés, el profesor Peter Dale Scott recorre la historia
del «Estado profundo» en Estados Unidos, o sea la estructura secreta que dirige la política
exterior y la política de defensa de ese país más allá de las apariencias democráticas.
Este estudio ofrece la ocasión de poner bajo los reflectores al grupo que organizó los
atentados del 11 de septiembre y que se financia a través del tráfico mundial de droga. Se
trata de un libro de referencia cuya lectura aconsejan ya las academias militares y
diplomáticas.
Entrevista realizada por Maxime Chaix y Anthony Spaggiari, quiénes son los traductores
del libro «La Route vers le Nouveau Desordre Mondial» (que se puede traducir al
castellano como: La Ruta que lleva al Nuevo Desorden Mundial) y que viene a ser
publicado en francés.
Red Voltaire: Profesor Scott, sabiendo que su trabajo no dispone aún de la notoriedad que
debería tener el mundo francófono, ¿pudiera usted comenzar proporcionándonos una
definición de qué es la «la Política profunda» (Deep Politics) y explicándonos la diferencia
entre lo que usted llama el «Estado profundo» y el «Estado público»?
Hubo que inventarla en 1996, después del accidente de un auto Mercedes que rodaba a toda
velocidad y cuyos pasajeros eran un miembro del parlamento, una reina de belleza, un
importante capitán de la policía local y el principal traficante de droga de Turquía, quien
dirigía además una organización paramilitar - los Lobos Grises - que asesinaba gente.
Se hizo entonces evidente que existía en Turquía una relación secreta entre la policía - que
oficialmente estaba buscando al hombre que finalmente se encontraba en aquel auto con un
jefe de la policía - y aquellos individuos, que cometían crímenes en nombre del Estado.
El Estado para el que se cometen crímenes no es un Estado que puede mostrar su propia
mano al público. Es un Estado escondido, una estructura secreta.
En Turquía lo llamaron el «Estado profundo» [1], y yo mismo venía hablando desde hace
tiempo de «Política profunda», así que utilicé esa expresión en mi libro «La Route vers le
Nouveau Désordre Mondial» (El Camino hacia el Nuevo Desorden Mundial).
En en libro La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, yo adapto un poco esa expresión
para referirme a la más amplia conexión que existe, en Estados Unidos, entre el Estado
público constitucionalmente establecido, por un lado, y las fuerzas profundas que se
mueven en segundo plano de ese Estado: las fuerzas de la riqueza, del poder y de la
violencia que están fuera del gobierno.
Esa conexión podríamos llamarla la «puerta trasera» del Estado público, [puerta] que sirve
de acceso a fuerzas oscuras situadas fuera del marco legal.
La analogía con Turquía no es perfecta ya que lo que actualmente hemos podido observar
en Estados Unidos no es tanto una estructura paralela si no más bien una amplia zona o
ambiente de contactos entre el Estado público y fuerzas oscuras invisibles.
Pero esa conexión es considerable, y se necesita una apelación como «Estado profundo»
para describirla.
Red Voltaire: Usted escribió su libro, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, en
momentos en que el régimen de Bush se hallaba en el poder y después lo reactualizó con
vistas a la traducción al francés.
¿Piensa usted que el Estado profundo se ha debilitado, lo cual favorecería al Estado
público, como resultado de la elección de Barack Obama? ¿O, por el contrario, se ha
reforzado con la crisis y con la actual administración?
Peter Dale Scott: Después de 2 años de presidencia de Obama, tengo que llegar tristemente
a la conclusión que la influencia del Estado profundo, o más exactamente de lo que yo
llamo en mi último libro «La Máquina de Guerra estadounidense» (American War
Machine), ha seguido extendiéndose, como lo ha hecho bajo cada presidente de Estados
Unidos desde la época de Kennedy.
su campaña contra WikiLeaks y contra Julian Assange, quien ni siquiera ha sido inculpado
aún por el menor crimen, no tiene precedentes en la historia de Estados Unidos.
Yo sospecho que el miedo a la publicidad que se percibe en Washington viene de que existe
la conciencia de que las políticas de guerra de Estados Unidos están cada vez más
desvinculadas de la realidad.
En Afganistán, Obama parece haber capitulado ante los esfuerzos del general Petraeus y de
otros generales que querían garantizar que las tropas estadounidenses no comenzaran a
retirarse de las zonas de combates en 2011, como había adelantado Obama cuando autorizó
un aumento del número de soldados en 2009.
El último libro de Bob Woodward, que se titula Obama’s Wars (Las guerras de Obama),
reporta que durante aquel largo combate que se produjo dentro de la administración para
determinar si había que decidir una escalada militar en Afganistán, Leon Panetta, el director
de la CIA, le aconsejó a Obama que,
«ningún presidente democrático puede ir en contra de los consejos del ejército… Así que
hágalo. Haga lo que ellos le dicen.»
Este eco de testimonios anteriores - tontamente optimistas - de Petraeus muestra por qué no
se hizo en la Casa Blanca una evaluación realista del desarrollo de la guerra en diciembre
de 2010, a pesar del mandato recibido inicialmente.
Al igual que Lyndon Johnson antes que él, el presidente está atrapado ahora en un cenagal
que no se atreve a perder, y que amenaza con extenderse a Pakistán así como a Yemen, si
no más lejos aún.
Yo sospecho que las fuerzas profundas que dominan los dos partidos políticos son ahora tan
poderosas, tan coincidentes, y por sobre todo están tan interesadas en las ganancias que la
guerra genera, que un presidente está más lejos que nunca de oponerse a ese poder, ni
siquiera ahora cuando se hace cada vez más evidente que la era de dominación mundial de
Estados Unidos, al igual que sucedió en su tiempo con la de Gran Bretaña, está a punto de
terminar.
Por ejemplo, en septiembre de 2010 el FBI tomó por asalto las oficinas de pacíficos
defensores de los derechos humanos en Minneapolis y en Chicago basándose en una
decisión reciente de la Corte Suprema según la cual la libertad de expresión y el activismo
no violentos reconocidos en la Primera Enmienda se convierten en crímenes si están
«coordinados con» o «bajo la dirección» de un grupo extranjero designado como
«terrorista».
Es importante señalar que en 9 años el Congreso no se ha reunido ni una sola vez para
discutir el estado de urgencia decretado por George W. Bush después del 11 de septiembre,
estado de urgencia que por lo tanto permanece en vigor hoy en día.
Mientras tanto, el Congreso ha seguido ignorando las obligaciones que le impone su propio
estatuto.
Red Voltaire: En ese contexto, ¿por qué el Congreso de Estados Unidos no desempeña su
papel en la limitación de los poderes secretos que se instauró después del Watergate?
Después del Watergate, las «palomas» del Congreso - al que se aplicó por entonces el
sobrenombre de «McGovernite» - de 1974 implantaron cierto número de reformas en
nombre de políticas más abiertas y públicas, aboliendo un estado de urgencia que se había
mantenido desde la época de la guerra de Corea y estableciendo las restricciones jurídicas y
legislativas sobre la CIA y sobre otros aspectos del gobierno secreto.
Esas reformas tuvieron como respuesta una movilización concertada tendiente a revertirlas
y a restablecer el statu quo ante.
Aquella lucha burocrática e ideológica fue a la vez una lucha por el control del Partido
Republicano. Aquello terminó provocando la caída de Nixon y el gradual
redireccionamiento - durante la presidencia de Ford - de la política exterior de Estados
Unidos de coexistencia pacífica con la Unión Soviética hacia planes tendientes a debilitar y
posteriormente a destruir - bajo la administración Reagan - lo que este último llamó «el
Imperio del Mal».
Fue así como, en octubre de 1975, la implicación muy probable de Dick Cheney y de
Donald Rumsfeld en la revolución palaciega que los historiadores designan con el nombre
de «Masacre de Halloween» significó la derrota del republicanismo moderado de Nelson
Rockefeller.
Aquello significó esencialmente la reorganización del equipo de Ford, preparando así el fin
de la distensión.
Dick Cheney y Donald Rumsfeld, que por entonces dirigían el equipo de la Casa Blanca del
presidente Gerald Ford, y controlaban el Departamento de Defensa, desempeñaron un papel
decisivo en el triunfo final de los prusianos, al alejar a Henry Kissinger y nombrar como
director de la CIA a George H.W. Bush, quien elaboró desde allí un nuevo estimado, más
alarmista, de la amenaza soviética, dando así lugar a la correspondiente explosión de los
presupuestos de defensa y al sabotaje de la política de distensión.
Desde entonces, hemos podido observar en la economía estadounidense una influencia cada
vez más importante de lo que Dwight D. Eisenhower había llamado, en el histórico discurso
de fin de mandato que pronunció el 17 de enero de 1961, el «complejo militar-industrial».
Por ejemplo, la supervisión con mandato jurídico del Congreso sobre las operaciones
secretas de la CIA se ha evitado con éxito gracias a la creación, en 1981, del Joint Special
Operations Command (JSOC) en el Pentágono, al igual que la supervisión sobre las
operaciones que dirigió el general Stanley McChrystal antes de su nombramiento como
comandante de las tropas de la OTAN en Afganistán.
¿El reemplazo de George H. W. Bush por el almirante Stanfield Turner, más moderado, a la
cabeza de esa agencia incrementó el control de las operaciones secretas de los diferentes
elementos del Estado profundo de Estados Unidos?
Sucedió lo contrario ya que ciertos actores claves de lo que acabo de explicar, ya excluidos
de la CIA como consecuencia de la nominación del almirante Turner, se buscaron una
nueva «casa» trabajando para el llamado Safari Club.
El Safari Club era una organización secreta fuera de todo control que reunía a los directores
de los servicios de inteligencia de numerosos países - como Francia, Egipto, Arabia Saudita
e Irán. Estimulada esencialmente por el entonces director del espionaje francés, el difunto
Alexandre de Marenches, aquella organización tenía como objetivo completar secretamente
las acciones de la CIA mediante la realización de otras operaciones anticomunistas en
África, Asia Central y Medio Oriente - operaciones que escapaban a todo control del
Congreso estadounidense.
Después, en 1978, Zbigniew Brzezinski - que no era miembro del Safari Club - implementó
una forma de escapar al control del almirante Turner mediante la creación de una unidad
especial de la Casa Blanca con Robert Gates, el actual secretario de Defensa, que era por
aquel entonces un joven agente operacional de la CIA.
Hay muy buenos libros sobre ese tema publicados hace algunos años - uno por Tim Weiner,
el otro por John Prados. Pero, como se dirigieron a oficiales de la CIA que les mostraron
sólo algunos documentos que acababan de ser desclasificados, esos autores no hablan de la
droga en sus libros.
Pera la cooperación de la CIA, dirigida por William Casey desde 1981, con el banco de la
droga llamado Bank of Credit and Commerce International (BCCI) estimuló la creación en
Afganistán de una inmensa narco-economía, cuyas consecuencias desestabilizadoras
ayudan a explicar por qué hay soldados de la OTAN, afganos y pakistaníes muriendo
diariamente en esos lugares [2].
Y una parte de ese dinero sucio - de eso no se habla mucho, pero es la realidad - llegaba a
políticos en Estados Unidos, a políticos de los dos partidos, y esa es una de las principales
razones que explican por qué nunca logramos que el Congreso abriera una investigación
contra el BCCI. Hubo de hecho un informe del Senado, que fue publicado, firmado por un
republicano, Hank Brown, y por un demócrata, John Kerry.
Y Brown felicitó a Kerry por haber tenido el coraje de escribir aquel informe cuando tantas
personas de su partido estaban vinculadas al BCCI.
Este banco fue un factor primordial en la creación de conexiones con gente como
Gulbuddin Hekmatyar, probablemente el principal traficante de heroína del mundo entero
en los años 1980. Se convirtió [Hekmatyar] en el principal beneficiario de la generosidad
de la CIA, que se completó con una suma similar de dinero proveniente de Arabia Saudita.
Es conocido por sus posiciones contra la guerra y por sus críticas sobre la política exterior
de Estados Unidos.
Peter Dale Scott es además un autor y analista político reconocido tanto por la crítica como
por sus colegas,
entre los que se encuentra su amigo Daniel Ellsberg, reconocido a su vez como «el hombre
que hizo caer a Nixon».
Red Voltaire: En 1976, Jimmy Carter fue electo en base a un programa de reducción de los
gastos militares y de distensión con la Unión Soviética, lo que en realidad no se concretó en
los 4 años de su mandato.
¿Puede usted explicarnos por qué? ¿Será que su consejero de Seguridad Nacional,
Zbigniew Brzezinski - a quien usted mencionó en su anterior respuesta - desempeñó algún
papel en aquella política exterior, sensiblemente más agresiva que lo que se esperaba?
Peter Dale Scott: Los medios de difusión presentaban a Carter como un candidato
populista, como un granjero sureño cultivador de maní.
Pero la realidad profunda era que Carter había sido preparado para la presidencia por Wall
Street, particularmente por la Comisión Trilateral, financiada a su vez por David
Rockefeller y dirigida por Zbigniew Brzezinski.
La idea subyacente de la Comisión Trilateral era una imagen más bien atrayente de un
mundo multipolar en el que Estados Unidos hubiese desempeñado un papel de mediador
entre el Segundo Mundo, o sea el bloque soviético, y el Tercer Mundo, que era lo que en
aquel momento se designaba como los países subdesarrollados o menos desarrollados…
Entre paréntesis, yo detesto esa expresión, porque viví en Tailandia y, en ciertos aspectos,
¡ellos están mucho más desarrollados que nosotros!
Y la mayor parte de lo que se interpretó como los «éxitos» del régimen de Reagan
claramente se inició en la época de Brzezinski.
Fue una renuncia total de aquello a lo que se había comprometido la Comisión Trilateral. El
pobre Carter fue electo porque había prometido cortes en el presupuesto de Defensa y,
antes de su salida [de la Casa Blanca], había metido al Departamento de Defensa en
masivos aumentos presupuestarios que, una vez más, fueron asociados a Reagan aunque en
realidad habían comenzado antes.
Red Voltaire: Después de haber sido un hombre muy influyente con el presidente Gerald
Ford, Dick Cheney - junto a su mentor Donald Rumsfeld y junto al vicepresidente George
H. W. Bush - fue, a partir de la presidencia de Reagan, uno de los hombres claves del
programa ultrasecreto de «Continuidad del Gobierno» (Continuity of Government, COG).
¿Puede usted explicarnos en qué consiste ese programa? ¿Ya se ha aplicado, aunque sea
parcialmente?
Ese programa era inicialmente una extensión de planes preexistentes destinados a responder
a un ataque nuclear que decapitara la dirección de Estados Unidos. Pero, antes del fin del
mandato de Reagan, su orden ejecutiva número 12686 de 1988 modificó los términos [de
dichos planes] para que cubrieran cualquier tipo de urgencia.
La COG es otra de las cosas que se asocian a Reagan, pero aquellos planes en realidad
comenzaron en la época de Carter, aunque es posible que este último nunca haya estado al
corriente de ello.
La cuestión de la COG se mencionó públicamente por primera vez en 1987, durante las
audiencias sobre el escándalo Irán-Contras, cuando un miembro del Congreso nombrado
Jack Brooks le preguntó a Oliver North:
«Yo estaba particularmente preocupado, señor presidente, porque leí en varios diarios de
Miami y en algunos más que había un plan elaborado, por esta misma agencia, un plan de
contingencia en caso de urgencia que suspendería la Constitución de los Estados Unidos.
Aquello me inquietó mucho y me pregunté si era un aspecto en el cual había trabajado él.
Yo creo que así es y quería tener esa confirmación.»
«Con todo respeto, ¿puedo pedirle que no se toque ese tema en este momento? Si queremos
abordarlo, estoy seguro que pueden hacerse arreglos para una sesión ejecutiva.»
Está claro que las preguntas del congresista Brooks eran sobre la «Continuidad del
Gobierno», y aquellos arreglos para la realización de una sesión ejecutiva nunca tuvieron
lugar.
Cheney y Rumsfeld - dos figuras claves del programa de la COG - siguieron participando
en esos planes y ejercicios, muy onerosos, a lo largo de dos décadas sucesivas, incluso en
momentos en que, hacia fines de los años 1990, los dos eran directores de empresas
privadas que nada tenían que ver con el gobierno.
Se ha dicho que el nuevo blanco que sustituyó a la Unión Soviética fue el terrorismo, pero
algunos periodistas han mencionado que desde principios de los años 1980 había
importantes planes destinados a hacer frente al tipo de manifestaciones que, según la
mentalidad de Oliver North y de otros como él, habían llevado a la derrota de Estados
Unidos en Vietnam.
Nadie duda que los planes de la COG se hayan aplicado parcialmente durante el 11 de
septiembre, paralelamente a un estado de urgencia proclamado oficialmente. Este último
sigue aún en vigor al cabo de 9 años, a pesar de una ley posterior al Watergate que exige ya
sea una aprobación o un cese de una urgencia nacional por parte del Congreso cada 6
meses.
Los planes de la COG son un secreto celosamente guardado, pero en los años 1980 hubo
informes que señalan que esos planes implicaban medidas de vigilancia y detenciones sin
mandato, así como una militarización permanente del gobierno. En cierta medida, esos
cambios claramente se aplicaron después del 11 de septiembre.
Sabemos, sin embargo, que nuevas medidas de aplicación de la COG fueron instauradas
nuevamente en 2007, cuando el presidente Bush emitió la National Security Presidential
Directive 51 (Directiva Presidencial de Seguridad Nacionale, o NSPD-51/HSPD-20).
Esa directiva estipulaba lo que la FEMA posteriormente llamó «una nueva visión para
garantizar la continuidad de nuestro gobierno», y fue seguida posteriormente por un nuevo
National Continuity Policy Implementation Plan (Plan de Implementación de la Política de
Continuidad Nacionale).
La NSPD-51 invalidó también la PDD 67, que era la directiva de la COG del decenio
anterior elaborada por Richard Clarke, quien era por aquel entonces el «zar» del
contraterrorismo en Estados Unidos desde la época de Clinton.
Bajo la presión de algunos de sus electores que se habían movilizado a favor de la apertura
de una verdadera investigación sobre el 11 de septiembre, el congresista Peter DeFazio,
miembro de la Comisión sobre la Seguridad Interior, presentó dos pedidos para consultar
esos anexos.
Su primer pedido fue rechazado. DeFazio presentó entonces un segundo pedido, mediante
una carta firmada por el presidente de su Comisión.
El pedido fue rechazado de nuevo. Una vez más, como ya dije en mi respuesta a la segunda
pregunta de esta entrevista, esto parece indicar que el sistema constitucional de
contrapoderes ya no se aplica en Estados Unidos y que los decretos secretos están ahora por
encima de la legislación pública.
Red Voltaire: En La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, usted afirma que la
Comisión Nacional Investigadora sobre el 11 de septiembre - cuyos miembros fueron
nombrados por el gabinete de George W. Bush y cuyo Informe Final fue redactado por el
equipo del director ejecutivo Philip Zelikov - incurrió en repetidos engaños sobre el tema
del 11 de septiembre, sobre todo en lo tocante a las actividades de Dick Cheney en aquella
mañana.
Peter Dale Scott: Inicialmente, George W. Bush se resistió a toda investigación sobre el 11
de Septiembre, hasta que el Congreso impuso una Comisión Investigadora, en respuesta a
una eficaz campaña de las familias de las victimas [3] Thomas Kean y Lee Hamilton, los
dos directores de la Comisión, prometieron públicamente guiarse por las preguntas sin
respuestas de las familias de las víctimas, como por ejemplo:
cómo fue que se derrumbaron 3 edificios del World Trade Center, cuando uno de ellos ni
siquiera llegó a recibir el impacto de un avión
Finalmente, esas preguntas, al igual que otras muchas interrogantes, ni siquiera llegaron a
mencionarse.
Red Voltaire: Gran parte de La Route vers le Nouveau Désordre Mondial - un libro
verdaderamente muy rico debido a la cantidad e importancia de los temas que aborda - trata
sobre la geopolítica del petróleo, de la droga y del armamento y la manera como el Estado
profundo estadounidense la maneja en Asia Central y en el Medio Oriente desde la época
del presidente Carter.
Peter Dale Scott: Al principio de la «guerra contra el terrorismo» estaba muy claro que los
consejeros estratégicos de los dos partidos, al igual que los grupos de reflexión (think tanks,
en español tanques pensantes, son centros o institutos de propaganda y/o difusión de ideas
políticas ) como el Council on Foreign Relations, estaban preocupados por la necesidad que
según ellos tenía Estados Unidos de preservar su dominio histórico sobre los mercados
petroleros mundiales.
Hoy en día, la «guerra contra el terrorismo» ha seguido extendiéndose, y nos dicen que los
militantes salafistas se han desplazado - como era de esperar - hacia nuevas regiones del
mundo, sobre todo hacia Somalia y Yemen, para preparar sus represalias.
«la capacidad de las fuerzas estadounidenses, operando solas o con el apoyo de los aliados,
para derrotar a cualquier enemigo y controlar cualquier situación mediante la gama de
operaciones militares [disponibles]».
Desde la Segunda Guerra Mundial cada una de esas escaladas ha sido conducida por un
lobby de la Defensa financiado originalmente por el complejo militar-industrial y
actualmente por media docena de fundaciones de derecha que disponen de fondos
ilimitados.
Pero sus objetivos han ido ampliándose con el paso de los años yendo así de maximizar la
presencia estadounidense hasta restringir las libertades individuales para impedir la
reaparición de cualquier tipo de movimiento antiguerra en Estados Unidos. Yo abordo la
expansión de esta facción del sector de la defensa en mi más reciente libro, American War
Machine.
Esa agenda incluye cada vez más el maccarthysmo, por no decir el fascismo. Cierto número
de grupos están alimentando una histeria islamófoba que recuerda la histeria anticomunista
de los años 1950, llamando a una guerra aparentemente sin fin contra el Islam.
Por ejemplo, el CSP [Centro para la Política de Seguridad, siglas en inglés. Ndt.] publicó
recientemente un documento titulado Shariah, The Threat to America [5], en el que
proclama que la sharia es «la amenaza totalitaria de nuestra época», con advertencias
alarmistas sobre una «yihad infiltrada» y una «yihad demográfica».
Red Voltaire: Esa «guerra contra el terrorismo», cuyos verdaderos fundamentos y objetivos
están lejos de ser expuestos explícitamente por los gobiernos de los países miembros de la
OTAN, comenzó en Afganistán, en 2001.
En ese Estado, poderosos señores de la guerra aliados a Estados Unidos en los años 1980 -
en la época en que los muyahidines combatían a las tropas soviéticas - son actualmente
destacados actores del conflicto en «AfPak», la entidad geopolítica que abarca Afganistán y
Pakistán.
Pakistán, temiendo a su vez a los reclamos de los verdaderos nacionalistas afganos que
reivindican sus propios territorios fronterizos, dirigió el volumen de las ayudas
provenientes de Estados Unidos y de Arabia Saudita hacia dos extremistas cuya base de
apoyo en Afganistán era muy restringida:
Gulbuddin Hekmatyar
Para compensar el apoyo que no tenían entre la población local, Sayyaf y Hekmatyar
cultivaron y exportaron opiáceos de forma masiva en los años 1980, también con apoyo del
ISI.
Fue por esa misma razón que los dos colaboraron con los muyahidines extranjeros - o sea,
con los iniciadores de lo que hoy se ha dado en llamar al-Qaeda - que por entonces afluían
hacia Afganistán, y Hekmatyar en particular parece haber desarrollado una estrecha
relación con Osama Ben Laden. Aquella afluencia de fundamentalistas wahabitas y
deobanditas trajo como importante consecuencia el debilitamiento de la versión tradicional
sufista del Islam local.
No parecen preocupados por el hecho que ese programa de la CIA haya contribuido a
generar y a desencadenar algo como al-Qaeda - la nueva justificación postsoviética para los
aumentos sin precedentes de los presupuestos de defensa - ni tampoco por haber conferido
a Afganistán su actual papel de principal fuente mundial de heroína y hachís.
¿Ve usted indicios estimulantes de una mayor influencia de lo que usted llama la «voluntad
prevaleciente de los pueblos» en la toma de decisiones políticas, un proceso que es hoy por
hoy más oligárquico que nunca?
Peter Dale Scott: Se dice que deberíamos ver cada crisis como una oportunidad.
La crisis de Estados Unidos, que es también la del mundo, pudiera ser ciertamente la
ocasión de introducir reformas de gran envergadura en los procesos del capitalismo de
mercado que engendraron diferencias tan grandes entre los muy ricos y los muy pobres.
Desgraciadamente, debido a esos procesos, las políticas tradicionales y los métodos de
movilización se han hecho más ineficaces aún de lo que ya eran anteriormente.
En mi libro «La Route vers le Nouveau Désordre Mondial», yo defiendo el hecho que
importantes cambios sociales son posibles cuando la opresión da lugar a la formación de
una opinión pública unida - o de lo que yo llamo «la voluntad prevaleciente de los pueblos»
- en oposición a esa opresión.
Hago referencia a ejemplos como el movimiento por los derechos cívicos en el sur de
Estados Unidos, o el movimiento polaco Solidarnosc.
Desarrollos tecnológicos como Internet han facilitado más que nunca la unión de las
personas, tanto a nivel nacional como a nivel internacional. Pero la tecnología ha
perfeccionado también los instrumentos autoritarios de vigilancia y represión, haciendo la
movilización activista más difícil que antes.
Por consiguiente, el futuro es muy incierto. Pudiera decirse que el sistema global actual está
más inestable que nunca y que es posible que algún tipo de prueba de fuerza logre
cambiarlo.
En todo caso, yo estoy convencido de que estamos viviendo un periodo particularmente
estimulante. La juventud debe continuar uniéndose como siempre lo ha hecho a
movimientos que aspiran al cambio social, y a crear nuevos espacios propicios al
intercambio global.
Notas
[1] «Los Ejércitos Secretos de la OTAN» (I), por Danièle Ganser, 2007.
[2] «El Opio, la CIA y la administración Karzai», por Peter Dale Scott, Red Voltaire, 10
décembre 2010.
[3] Ver el documental Press for Truth - En Busca de La Verdad.
[4] Os Senhores da Guerra, por Thierry Meyssan, ediciones Frenesi (Lisboa), 2002. Versión
francesa simplificada: «Los Manipuladores de Washington», red Voltaire, 13 de noviembre
2002.
[5] «Le Center for Security Policy relance la guerre des civilisations», Réseau Voltaire, 5
janvier 2011.
La desestabilización sistémica
La estrategia de la tensión a través del 11 de Septiembre, el
asesinato de JFK y el atentado de Oklahoma City
por Peter Dale Scott
français English
En aquella época, la responsabilidad de aquellos atentados, en los que murieron más de 100
civiles y que dejaron una cantidad aún mayor de heridos, se atribuyó a izquierdistas que
vivían al margen de la sociedad. Sin embargo, principalmente gracias a una serie de
investigaciones y procedimientos judiciales, hoy está claramente demostrado que aquellos
atentados en realidad fueron obra de elementos de extrema derecha que cooperaban con la
inteligencia militar italiana. Aquellas acciones se inscribían en el marco de una permanente
«estrategia de la tensión» destinada a desacreditar a la izquierda italiana, favorecer el
mantenimiento de un statu quo caracterizado por la corrupción y quizás incluso a favorecer
un alejamiento de la democracia [2]. Como afirmó posteriormente uno de los autores de
aquellos atentados, Vincenzo Vinciguerra, «[la] explosión de diciembre de 1969
supuestamente debía ser el detonador que convencería a las autoridades políticas y
militares [italianas] de proclamar un estado de urgencia». [3]
Vinciguerra reveló también que había sido miembro de una red paramilitar «stay-behind»
junto a varios de sus cómplices. Al final de la Segunda Guerra Mundial, la CIA y la OTAN
habían creado aquella red bajo el nombre codificado de «Operación Gladio».
En 1984, cuando varios jueces lo interrogaban sobre el bombazo de 1980 contra la estación
ferroviaria de Bologna, Vinciguerra declaró:
«Con [la masacre] de Peteano y todas las que vinieron después ya nadie debería dudar de
la existencia de una estructura activa y clandestina, capaz de elaborar en la sombra
aquella estrategia de matanzas. [Se trata de una estructura] insertada en los órganos
mismos [del Estado]. […] En Italia existe una organización paralela a las fuerzas
armadas, que se compone de civiles y militares y con vocación antisoviética, o sea
destinada a organizar la resistencia contra una posible ocupación del territorio italiano
por parte del Ejército Rojo. […] Una organización secreta, una súper organización que
tiene su propia red de comunicación, armas, explosivos y hombres entrenados para utilizar
todo eso. […] Una súper organización [que], a falta de una invasión soviética, recibió de
la OTAN la orden de luchar contra un deslizamiento del poder hacia la izquierda en este
país. Y eso fue lo que hicieron, con el respaldo de los servicios secretos del Estado, del
poder político y del ejército.» [4]
Más tarde, fueron revelándose en otros países, como Bélgica y Turquía, los vínculos de la
red Gladio con largas campañas de violencia bajo bandera falsa –en las que aparecía
nuevamente la implicación de la OTAN y de la CIA. [5]
«El general Vito Miceli, ex jefe de la inteligencia militar italiana, luego de su arresto en
1974 bajo la acusación de conspiración con vistas a derrocar el gobierno, testimonió “que
las organizaciones incriminadas […] se formaron gracias a un acuerdo secreto con
Estados Unidos y [evolucionaron] en la estructura de la OTAN”.
El ex ministro de Defensa Paulo Taviani declaró al magistrado Casson, durante una
investigación [realizada] en 1990, que durante su periodo en el ministerio (1955-1958), los
servicios secretos italianos eran dirigidos y financiados por “los boys de la Vía Veneto” –en
otras palabras, los agentes de la CIA en la embajada de Estados Unidos en pleno centro de
Roma. En 2000, “un general de los servicios secretos italianos [nombrado Giandelio
Maletti] declaró […] que la CIA había dado su aprobación tácita a una serie de atentados
con bomba en los años 1970, para crear inestabilidad e impedir que los comunistas
llegasen al poder. […] “La CIA quería, a través del nacimiento de un nacionalismo
extremista y de la contribución de la extrema derecha, sobre todo la de Ordine Nuovo,
impedir que [Italia] se inclinara hacia la izquierda, agregó”.» [6]
«El Supreme Headquarters Allied Powers Europe o SHAPE, el órgano de mando del
aparato militar de la OTAN, coordinaba las operaciones del Gladio. Eso es lo que ha
revelado el secretario general Manfred Worner en una entrevista con los embajadores de las
16 naciones aliadas de la OTAN.» [7]
Sacando sus propias conclusiones de esa afirmación, Ola Tunander comparó la estrategia
de la tensión en Italia –con sus atentados bajo bandera falsa– a «lo que la élite militar turca
podría describir como la redirección forzada de la democracia por el “Estado profundo”
[se trata de una expresión turca]». [8]
Me parece, sin embargo, que sería demasiado simplista atribuir la estrategia de la tensión en
Italia únicamente a la «súper organización [que] recibió de la OTAN la orden [de perpetrar
atentados bajo bandera falsa]», retomando las palabras de Vinciguerra. Resulta que otras
fuerzas tuvieron un papel de primera línea en la estrategia de la tensión, actuando junto a la
OTAN y a grupúsculos que Vinciguerra conocía gracias a la inteligencia militar italiana (el
SID, que se convertiría después en el SISMI). Es importante recordar que, en Italia, los
juicios contra los individuos condenados por el atentado de 1980 contra la estación de
Bolonia no sólo tenían que ver con Vinciguerra, el SISMI y el Gladio sino también con
elementos de la mafia italiana (la Banda della Magliana) y con la logia masónica
Propanga-Due (P-2) –esta última estaba además vinculada a una serie de banqueros
criminales y al Vaticano. [9]
La estrategia de la tensión
En resumen, si suponemos que algo comparable al Estado profundo turco estuvo implicado
en la estrategia de la tensión en Italia, no es posible resolver el misterio. Sin embargo, esa
hipótesis nos sugiere la existencia de un medio, o de una red de complicidades, que merece
una investigación más profunda.
Como ya he escrito anteriormente, los vínculos de la red Gladio con prolongadas campañas
de violencia bajo bandera falsa –en las que nuevamente aparecen implicadas la OTAN y la
CIA– se conocieron posteriormente en otros países, como Bélgica y Turquía [10]. Quisiera
señalar que Estados Unidos, al igual que Europa, ha sufrido también una sucesión
comparable de acontecimientos profundos estructurales bajo bandera falsa. Esto incluye
atentados con bomba que, siguiendo una misma estrategia de la tensión, han llevado
sistemáticamente Estados Unidos a su actual situación: un estado de urgencia.
Hace poco vi un documental titulado A Noble Lie (Una mentira noble), sobre el atentado
perpetrado en Oklahoma City en 1995 [14]. Por primera vez pude confrontar mis hipótesis
con ese atentado perpetrado el 19 de abril de 1995 –y que por lo tanto llamaré 19 de Abril.
Ese acontecimiento encaja en mis parámetros de análisis, mucho más de lo que yo hubiese
podido imaginar, e incluso los refuerza..
«Cuando vi por primera vez las fotos de los daños asimétricos del camión cargado de
explosivos en el edificio federal, mi reacción inmediata fue pensar que era técnicamente
imposible generar ese tipo de daños sin poner cargas de demolición suplementarias en
varias columnas de carga de hormigón armado. […] Con lo que hoy se sabe sobre el poder
y la composición de la bomba, el que la simple explosión de un camión cargado de
explosivos pudiese [destruir el edificio] en una profundidad de 18 metros y provocar el
derrumbe de una columna de carga de dimensión A-7 es algo que resulta
incomprensible.» [15]
Hoy en día un amplio consenso está apareciendo entre los arquitectos, ingenieros y otros
expertos competentes. Según ellos, es muy probable que los tres edificios del World Trade
Center que se derrumbaron el 11 de septiembre de 2001 también hayan sido destruidos
mediante el uso de cargas explosivas como las que se usan en las demoliciones
controladas. [16]
«la ayuda en armas y municiones a algunos países en particular, con vistas a combatir el
terrorismo [17]. Eso condujo a la creación, en 1997, de un acuerdo de enlace «Top Secret»
entre el Centro de Contraterrorismo de la CIA (CTC, siglas de Counterterrorism Center) y
Arabia Saudita, seguido de un acuerdo posterior concluido en 1999 entre la CIA y
Uzbekistán (que son hoy en día dos de los regímenes más secretos y represivos del
mundo).» [18]
El hecho que el 19 de abril tuviese consecuencias jurídicas de carácter represivo vincula ese
acontecimiento tanto al 11 de septiembre como al 22 de noviembre, ya que el asesinato de
JFK fue utilizado por la Comisión Warren para ampliar la vigilancia de la CIA sobre los
propios estadounidenses. Como escribí en mi libro Deep Politics, eso fue resultado
«acumuló miles de expedientes sobre los ciudadanos de Estados Unidos, incluyó a cientos
de miles de estos en sus archivos informáticos y distribuyó al FBI y a otras agencias
gubernamentales miles de informes sobre ellos. Parte de esa información tenía que ver con
las actividades internas de los ciudadanos en cuestión». [21]
Este proceso de recrudecimiento represivo se repetirá 4 años más tarde a raíz del asesinato
de Martin Luther King, en 1968. En respuesta a ese acontecimiento, 2 brigadas del ejército
estadounidense se desplegaron en los propios Estados Unidos hasta 1971. Esas unidades
estuvieron en estado de alerta permanente, listas para intervenir en el marco de la operación
Garden Plot, cuyo objetivo era contrarrestar posibles desórdenes internos.
Ce processus de durcissement répressif se répétera quatre ans plus tard, suite à l’assassinat
de Martin Luther King en 1968. En réponse à cet événement, deux brigades de l’US Army
furent déployées aux États-Unis jusqu’en 1971. Placées en état d’alerte permanent, elles
étaient en position d’intervenir dans le cadre de l’opération Garden Plot, qui était destinée à
contrer d’éventuels troubles intérieurs. [22]
«El asesinato de Robert Kennedy [conocido también como RFK o Bobby]. En las 24 horas
transcurridas entre los disparos de los que Bobby fue víctima y su posterior deceso, el
Congreso adoptó con carácter urgente una ley que había sido redactada desde mucho antes
(como sucedió con la Resolución del Golfo de Tonkín en 1964 y con la Patriot Act en 2001
–ley que ampliaba nuevamente los poderes secretos del Secret Service, en nombre de la
protección de los candidatos a la presidencia.» [23]
Ese cambio contribuyó igualmente al caos y a los actos de violencia que marcaron la
Convención Demócrata de 1968, en Chicago. Agentes de vigilancia de la Inteligencia
Militar destacados en el Secret Service operaban dentro y fuera de la sala del encuentro.
Algunos de ellos equiparon a los «delincuentes de la Legion of Justice, como la Chicago
Red Squad [que] agredió a los grupos locales que se oponían a la guerra». [25]
Las consecuencias represivas del 22 de noviembre y del 19 de abril están vinculadas a otras
características comunes de esos dos acontecimientos. Casi inmediatamente después del 22
de noviembre, comenzaron a difundirse varios relatos provenientes de fuentes tanto internas
como externas al gobierno. Aquellos relatos sugerían que Lee Harvey Oswald había
asesinado al presidente [Kennedy] en el marco de un complot comunista internacional.
En mi libro Deep Politics and the Death of JFK los designé como «relatos primarios», que
se inscribían en
Hasta ahora, tanto los relatos primarios como los secundarios han ocupado un lugar central
en el tratamiento del 22 de noviembre por parte de los medios dominantes. Sin embargo,
esos medios prácticamente han excluido los análisis independientes que consideran ese
asesinato como un acontecimiento profundo.
Muchos observadores han olvidado el hecho que después del 19 de abril también hubo un
proceso en dos fases. Inmediatamente después del atentado, y también un poco más tarde,
se produjo la difusión de cierto número de relatos. Estos vinculaban a Timothy McVeigh y
Terry Nichols con varios iraquíes así como con otros individuos originarios del Medio
Oriente. Entre las personas mencionadas se hallaba Ramzi Yusef, el fugitivo autor del
atentado con bomba de 1993 contra el World Trade Center (quien también utilizó una
bomba fabricada con nitrato de amonio [ANFO] en una camioneta de marca Ryder) [27]. El
presidente Clinton y Richard Clarke, su coordinador para el contraterrorismo, confirmaron
que el 19 de abril se habló de varios de esos relatos en una reunión del Grupo de Seguridad
Antiterrorismo (Counterterrorism Security Group) [28]. Tanto Clinton como Clarke dijeron
también que habían descartado aquellas versiones porque pensaban que se trataba de un
complot local de menor envergadura ejecutado por los dos culpables ya mencionados:
Timothy McVeigh y Terry Nichols. Sin embargo, los relatos que mencionaban una
implicación del Medio Oriente, atribuidos a veces a fuentes gubernamentales, siguieron
apareciendo en los medios de la prensa dominante, como CBS, NBC y el New York
Times [29].
En el mismo momento, Jayna Davis, periodista de la NBC en Oklahoma City, puso todo su
empeño en las búsqueda de indicios de un complot local iraquí y los reunió en su libro The
Third Terrorist (El tercer terrorista). Sus pruebas, del orden de la «fase primaria» estaban
centradas en la búsqueda inicial de un sospechoso anónimo designado como John Doe #2.
Esa búsqueda, que se suspendió rápidamente, había sido emprendida a raíz de una alerta
cursada a todas las unidades. Posteriormente, el miembro del Congreso Dana Rohrabacher
utilizó la investigación de Jayna Davis en la elaboración de un informe al Congreso [30].
Esas palabras nos recuerdan el artículo de Tim Weiner publicado en el New York Times en
abril de 1994. Según Weiner, en la época postsoviética del presidente Clinton, «el Proyecto
Juicio Final […] tal como se conocía» había sido desmantelado ya que se habían disipado
«las tensiones nucleares» de la guerra fría [32].
En otras palabras, el presidente Clinton había previsto poner fin al Proyecto Juicio Final,
dirigido por un comité extragubernamental secreto que incluía a Donald Rumsfeld y Dick
Cheney, quienes no ejercían en aquel momento ninguna función gubernamental. Pero
Richard Clarke utilizó el atentado de Oklahoma City para justificar que se mantuviera ese
programa, incluso reforzándolo y poniéndolo bajo su propio control.
Según el autor Andrew Cockburn, se había encontrado un nuevo blanco:
«A pesar de que los ejercicios continuaron bajo la era Clinton, con un presupuesto anual de
más de 200 millones de dólares, los ya desaparecidos soviéticos fueron reemplazados por
terroristas […] Hubo además otros cambios. Anteriormente, los especialistas seleccionados
para dirigir el “gobierno de la sombra” habían sido escogidos en el conjunto del espectro
político, tanto demócratas como republicanos. En lo adelante, dentro de los bunkers,
[Cheney y] Rumsfeld se [verían] en compañía de sus simpatizantes políticos, ya que la lista
de “jugadores” se componía casi exclusivamente de halcones republicanos. “Era una
manera de que aquella gente se mantuviese en contacto. Se reunían, hacían ejercicio y
hablaban mal de la administración Clinton, lo peor posible”, según me reveló un ex oficial
del Pentágono que conocía el fenómeno directamente. “Podía decirse que era un gobierno
secreto en espera de su momento.”» [33]
Por supuesto, el hecho de que el 19 de abril fuese seguido de un refuerzo del Proyecto
Juicio Final no basta para confirmar mi tesis, según la cual ese programa de la COG fue un
factor determinante en la planificación y ejecución de los acontecimientos profundos
estructurales en Estados Unidos [34]. Pero mi descripción de esos casos permite observar
otras características recurrentes, que vuelven a aparecer en el caso de Oklahoma City.
En ese contexto, mientras miraba el documental A Noble Lie, vi con gran interés la
hipótesis según la cual Timothy McVeigh, el principal culpable designado del 19 de abril,
pudiera ser también un informante o un doble agente que trabajaba para el US Army [39].
Por supuesto, esa hipótesis aún no ha sido demostrada, pero el documental aporta pruebas
que la corroboran.
Lo que sí es seguro es que McVeigh –al igual que Oswald, al-Hazmi y al Mihdhar– se
movía en un medio de informantes identificados y/o agentes dobles, que participaban en
una importante operación secreta. En el caso de Oswald y de los dos sauditas, esta
particularidad pudiera explicar por qué el gobierno de Estados Unidos se dedicó
continuamente a ocultar hechos cruciales sobre ellos, tanto antes como después de los
crímenes que se les imputan, ocultamientos que incluso prosiguen actualmente. [40]
En 2005, el excelente investigador John M. Berger descubrió que, en los años 1990, el FBI
realizó una importante operación de contraespionaje, bautizada PATCON (por «Patriot-
conspiracy»). En aquel marco, el FBI había investigado sobre el medio de Timothy
McVeigh. Se trataba de la ultraderecha armada, a la que Berger describió de la siguiente
manera:
La operación PATCON prestó mucha atención a un antiguo pilar de la red ilegal de Oliver
North, que había sido utilizada para proveer armas a los Contras en Nicaragua. Se trataba
de Tom Posey y de su grupo paramilitar, la CMA (siglas de Civilian Material Assistance).
Según Paul de Armond, aquella organización había comenzado sus actividades en los años
1980 como «complemento del Ku Klux Klan de Alabama» [42]. La CMA participó
primeramente en el esfuerzo de aprovisionamiento de la DIA a los Contras, tarea que pasó
después a las manos de Oliver North. Las patrullas «benévolas» [En el sentido de “no
remuneradas”. Nota del Traductor.] de esa organización contra los inmigrantes clandestinos
en la frontera de Arizona convencieron al entonces congresista John McCain para que
ocupara un puesto en su consejo de administración [43]. Sin embargo, en el periodo post
Reagan, «Posey era un comerciante de armas muy conocido en el mercado negro,
sospechoso de tener fuentes de contrabando en varias bases del US Army», según los
investigadores de PATCON. [44]
«se convertirá en una figura célebre en los medios que proclaman la superioridad de la
“raza blanca” y fue condenado en febrero [de 2005] por el envío de un paquete postal
explosivo a un dirigente de la diversidad en el Estado de Arizona en 2004. A raíz de su
arresto, durante el año 2009, Mahon dijo a su compañero de celda que él era “el tercer
anónimo en la investigación sobre el bombazo de Oklahoma City”.»
En otras palabras, Dennis Mahin se identificó a sí mismo como John Doe #2.
En su sitio web Intelwire.com, Berger escribió que «Mahon [declaró] haberse codeado con
McVeigh en el pasado». Berger deduce de eso que «partiendo de esos comentarios y de
ciertas informaciones, es por lo menos plausible que Mahon haya estado implicado en el
atentado [de Oklahoma City]» [45]. «La otra prueba» que menciona Berger es el
testimonio de Carol Howe, informante de la ATF [Agencia de Alcohol, Armas de Fuego y
Tabaco, siglas en inglés. NdT.] dado a conocer primeramente por Jayna Davis y
posteriormente por el congresista Dana Rohrabacher. Según ese testimonio, «Mahon habló
de cometer atentados con bombas contra edificios federales [antes del 19 de abril]. […]
[Además,] viajó 3 veces a Oklahoma City [con Andre Strassmeir, un contacto de Timothy
McVeigh].» [46]
Aunque la operación PATCON terminó oficialmente en 1993, sus expedientes nos han
permitido saber que numerosos informantes del FBI residían permanentemente en la
comunidad de Elohim City, Oklahoma. Es muy probable que entre ellos se encontrasen no
sólo Carol Howe sino también Andre Strassmeir, el contacto de Timothy McVeigh
anteriormente mencionado [47]. La falta de respuesta de las autoridades a los informes
sobre un proyecto de atentado con bomba fortalece la hipótesis –emitida en el documental
A Noble Lie– de que el complot del 19 de abril pudo haber sido inicialmente una trampa
policial en contra sus autores. Su mortífero desenlace parece el resultado de una «encerrona
que salió mal».
Veamos lo que reportó el New York Times, después del atentado de 1993, basándose en
grabaciones de interrogatorios entre un informante y su contacto del FBI:
«Se reveló a los funcionarios de las fuerzas del orden [el FBI] que varios terroristas estaban
preparando una bomba, que fue finalmente utilizada contra el World Trade Center. Se
consideró [la posibilidad de] contrarrestar a los malhechores sustituyendo secretamente los
explosivos por un polvo inofensivo, declaró un informante después del atentado. Este
[informante] supuestamente debía ayudar a los malhechores a fabricar la bomba y les
proporcionaría la pólvora falsa, pero aquel plan fue anulado por un supervisor del FBI que
tenía otras ideas sobre la manera de utilizar al informante, [llamado] Emad A. Salem.» [49]
Ese relato del New York Times sobre el atentado de 1993 contra el World Trade Center
describe claramente un proyecto terrorista eficazmente penetrado por el FBI y que, por una
razón desconocida, tuvo de todas formas un trágico desenlace. Un solo caso de operación
de penetración «que salió mal» en 1993 puede atribuirse a la confusión, a la incompetencia
burocrática o a la dificultad de determinar el momento en que las fuerzas del orden
disponen ya de suficientes pruebas para justificar los arrestos. La repetición de esa
catástrofe 2 años más tarde ya debe llevarnos a tratar de saber si aquel mortífero desenlace
no fue en realidad el resultado que realemente se esperaba obtener.
Ante la inacción gubernamental que antecedió los hechos del 11 de septiembre –a pesar de
que la CIA conocía a los presuntos secuestradores aéreos–, el atento estudio de esos
asesinatos en masa refuerza la necesidad de la denuncia ante la Corte Penal Internacional
que propone el juez [italiano] Ferdinando Imposimato (actual presidente honorario de la
Corte de Casación italiana). Según [Imposimato], el 11 de septiembre fue «una repetición
de la “estrategia de la tensión” que la CIA aplicó en Italia» entre los años 1960 y
1980 [50]. A pesar de todo, puedo entender que para una mayoría de estadounidenses sea a
la vez difícil y doloroso enfrentar la idea de que la Historia de su país haya sido manipulada
y desestabilizada a escala sistémica por fuerzas desconocidas, como sucedió en Italia hace
medio siglo. Pero a medida que profundizo mis investigaciones, sigue fortaleciéndose mi
convicción de que hay que tomar en cuenta el veredicto del juez Imposimato.
Por otro lado, si la analogía italiana es aplicable a Estados Unidos, la apreciación de que el
11 de septiembre fue «una repetición de la “estrategia de la tensión” aplicada […] en
Italia» nos conduce a una interrogante todavía más amplia sobre el conjunto de
acontecimientos profundos estructurales aquí estudiados, en particular en cuanto a los
atentados con bombas de 1993 y 1995. ¿Eran esos acontecimientos resultado de una misma
estrategia de la tensión permanente? Es demasiado pronto para contestar esa pregunta. Pero
podemos al menos observar que los atentados de 1993 y 2001 contra el World Trade Center
muestran las características de un origen común, a la vez fuera del gobierno (el presunto
«cerebro» Khaled Cheikh Mohammed y el informante Ali Mohamed) y potencialmente en
el seno mismo del aparato estatal, a la luz de las disimulaciones persistentes y
complementarias alrededor de ambos casos. [51]
Aquel programa subrayaba, con toda razón, el peligroso aumento del poder de las agencias
clandestinas –principalmente de la CIA– a partir [de la proclamación] de la National
Security Act de 1947. Aquel programa de televisión analizaba principalmente los crímenes
del Irángate para mostrar así qué es un gobierno secreto, que escapa a las restricciones
legales y a todas las demás limitaciones jurídicas que imponen la Constitución y el Estado
público.
En otras palabras, aquel programa se refería a «la Empresa». Se trata de la operación que
utilizaron Oliver North, sus respaldos externos y sus aliados del buró ejecutivo Eisenhower
para montar el tráfico conocido como Irán-Contras, así como otras políticas violatorias de
la ley y/o las directivas del Congreso. Como ya he demostrado en otros trabajos, Oliver
North utilizó la red antiterrorista de crisis llamada Flashboard para concretar aquellas
políticas. En sus inicios, aquella costosa red se había creado en el marco del Proyecto Juicio
Final [54]. Al actuar de esa manera, North «cubría» su operación ya que llevaba a cabo su
programa ilícito y criminal a través de aquella red secreta autorizada, [utilizándola] fuera
del marco que había sido asignado a aquel instrumento.
En 1987, aquel análisis logró llegar a darse a conocer a través de la televisión porque una
parte del gobierno de Estados Unidos estaba en guerra con la otra parte. Aquel conflicto
interno enfrentaba al director de la CIA William Casey no sólo con el Congreso sino
también con oficiales de alto rango en el seno de la propia CIA [55] El programa de
Moyers era parte de una serie de filtraciones de iniciados y de revelaciones de los medios
dominantes sobre la operación no registrada bautizada «Enterprise». Oliver North –
teniendo en segundo plano al director de la CIA William Casey– había utilizado esa
operación para violar las leyes y políticas oficiales [56]. En resumen, el desafío de Tom
Moyers a los «guerreros» de Cassey y de North correspondía a los objetivos de la CIA
tradicional (y de sus patrocinadores habituales, o sea los «comerciantes» de
Wall Street. [57]
No resulta por lo tanto sorprendente que aquel programa no abordara ni el papel del
vicepresidente Bush –quien era entonces el superior de Oliver North– ni los intereses que
podían llevar a las transnacionales a promover las operaciones clandestinas de la CIA en
todo el mundo (como, por ejemplo, la operación –mucho más importante– que la CIA
estaba realizando en Afganistán en los años 1980). Lo principal es que tampoco se dijo en
aquel programa de televisión ni una palabra sobre la planificación de la «suspensión de la
Constitución de Estados Unidos». desarrollada por el propio Oliver North en el marco del
Proyecto Juicio Final, aunque ese plan había sido mencionado brevemente durante las
audiencias sobre el Irángate, en 1987 [58]. Al guardar silencio sobre ese proyecto, los
realizadores de aquel programa de televisión cometieron el error de no mencionar la
planificación permanente que, en mi opinión, permitió concretar los planes de la COG a
través del 11 de septiembre y de la Patriot Act. En resumen, el ataque de Moyers contra el
gobierno secreto se limitaba en gran parte a lo que ya se sabía. Así que Moyers no se
aventuró a entrar en el terreno de la política profunda.
Una de las grandes ventajas de la hipótesis de los CED es que, contrariamente a lo que ha
sucedido con mi trabajo, varias revistas académicas han hablado de ella –rompiendo así una
especie de «barrera del sonido». Pero la expresión «crímenes de Estado» me plantea un
problema. Por un lado, yo diría que el Estado, o algunos de sus componentes, son a menudo
víctimas de los acontecimientos profundos, como el 19 de abril y el 11 de septiembre. Por
otro lado, yo veo fundamentalmente al Estado como un garante de la democracia y no sólo
como un enemigo de ella.
Estoy de acuerdo con el hecho que algunos miembros del gobierno desempeñan, en efecto,
un papel importante en esos acontecimientos e incluso he analizado a algunos en los
párrafos anteriores. Pienso, sin embargo, que es engañoso atribuir esos crímenes al Estado
en su conjunto. En efecto, si un empleado de banco abre la puerta a un grupo de asaltantes,
el resultado será un asalto, pero no realizado por el banco aunque puede calificarse de
«complot interno».
El análisis de los CED es mucho más útil y complejo de lo que puedo explicar aquí y
seguiré aprendiendo de quienes lo desarrollan. Pero esta teoría no tiene que ver con la
política profunda. La lista de CED elaborada por el profesor deHaven-Smith incluye «las
guerras secretas en Laos y Cambodia» que, más que acontecimientos, son dos decisiones
políticas sobre las que sabemos que fueron tomadas en la Oficina Oval de la Casa Blanca.
Aunque en aquella época eran operaciones clandestinas y más que seguramente ilegales,
nada tenían de misteriosas cuando se dieron a conocer. Por su naturaleza no eran
verdaderamente «profundas».
En mi opinión, la presentación de los CED como una lucha entre el Estado y la democracia
simplifica demasiado ambos conceptos y subestima sus contradicciones internas,
contrariamente al programa de televisión de Bill Moyers. Después de todo, la democracia
es una forma de Estado en la que la libertad y las prerrogativas del pueblo están
constitucionalmente garantizadas por las autoridades estatales (o por lo que yo llamo el
Estado público). Al menos uno de los CED analizados por el profesor deHaven-Smith –el
asesinato de JFK– debería ser considerado más lógicamente como un crimen perpetrado en
contra del Estado, más que por el Estado.
Peter Phillips y Mickey Huff parecen reconocer ese problema. Ellos no incluyen el
asesinato de JFK en su lista de CED [60]. Sin embargo, esa omisión da lugar a una
distinción artificial entre ese homicidio y otros acontecimientos profundos –como los
asesinatos de Martin Luther King y de Robert Kennedy– que son, en mi opinión, síntomas
de un mismo síndrome.
Sin embargo, una estrategia cuyo objetivo es atacar al Estado en su conjunto me parece un
ejemplo de política derrotista. Sobre ese aspecto podemos aclarar, una vez más, nuestras
ideas mediante el estudio de la estrategia de la tensión aplicada en Italia, que constituye una
tenebrosa historia de terrorismo ciego con un desenlace más feliz. En efecto, los atentados
con bombas perpetrados en Italia dejaron de producirse, después del atentado de la estación
de Bolonia, en 1980. Este cese de la violencia se debió a una serie de investigaciones
enérgicas y valientes, realizadas primeramente por periodistas, después por comisiones
parlamentarias y, finalmente, por los tribunales como el que dirigió el juez Imposimato, que
también investigó el asesinato del primer ministre italiano Aldo Moro y el intento de
asesinato contra el papa Juan Pablo II. No fue fácil lograr el triunfo de la verdad ante la
violencia. Periodistas, parlamentarios y por lo menos un juez lo pagaron con la vida. Pero
fue una clara victoria de algunos contrapoderes oficiales contra una parte del Estado.
El ejemplo italiano demuestra que las fuerzas oscuras que se mueven tras una estrategia de
la tensión no son invencibles. Sugiere también que, para vencer al Estado profundo, la
sociedad civil tendrá que aliarse a los sectores del Estado que pudieran ser finalmente
movilizados para favorecer la búsqueda de la verdad.
Si este ensayo contribuye a que se alcance ese objetivo, ello querrá decir que otras personas
habrán seguido las pistas investigativas definidas en este trabajo. No pretendo llegar a
comprender yo solo la verdad sobre esos acontecimientos profundos estructurales. Pero sí
espero haber logrado señalar algunas de las direcciones que deberían seguir las futuras
investigaciones.
[1] Peter Dale Scott, «El “Proyecto Juicio Final” y los eventos profundos: el asesinato de
JFK, el Watergate, el Irangate y el 11 de septiembre», Red Voltaire, 26 de enero de 2012.
[2] Daniele Ganser, Les Armées Secrètes de l’OTAN: Réseaux Stay Behind, Opération
Gladio et Terrorisme en Europe de l’Ouest (Éditions Demi-Lune, Plogastel-Saint-Germain,
2011 [segunda edición]); Philip Willan, Puppetmasters: The Political Use of Terrorism in
Italy (Constable, Londres, 1991).
[7] Ganser, Les Armées Secrètes de l’OTAN, p.54, citando El País, 26 de noviembre de
1990.
[9] Cf. Peter Dale Scott, La Machine de guerre américaine: La politique profonde, la
drogue, la CIA, l’Afghanistan… (Éditions Demi-Lune, Plogastel-Saint-Germain, 2012),
p.62: «En febrero de 1989, el fiscal especial italiano Domenico Sica afirmó que la
responsabilidad de ciertos atentados en la anterior década era de la mafia –lo que yo
llamo la conexión narcótica global […]».
[11] Scott Shane, «C.I.A. Is Still Cagey About Oswald Mystery», New York Times, 16 de
octubre de 2009. Para mi análisis de las profundas similitudes entre el 22 de noviembre y el
11 de septiembre, ver Peter Dale Scott, The War Conspiracy: JFK, 9/11, and the Deep
Politics of War (The Mary Ferrell Foundation, Ipswich, MA, 2008), pp.341-96.
[12] Ver Casa Blanca, «Message from the President Regarding the Continuation of the
National Emergency with Respect to Certain Terrorist Attacks», 11 de septiembre de 2012.
[14] Para una introducción a ese documental, ver «A Noble Lie: Oklahoma City 1995 with
James Lane and Chris Emery», Alex Jones Channel, 16 de diciembre de 2011.
[15] General Benton K. Partin, carta a los miembros del Congreso, 17 de mayo de 1995;
citado en David Hoffman, The Oklahoma City Bombing and the Politics of Terror (Feral
House, Los Angeles, 1998). Samuel Cohen, otro experto en explosivos, escribió a un
miembro del Congreso estadounidense que «hubiese sido absolutamente imposible –y
contrario a las leyes de la naturaleza– que un camión cargado de fertilizante y gasolina
hiciese caer el edificio […] sea cual sea la cantidad [de esos productos explosivos]»
(ibidem). El camión portador de una bomba [fabricada con nitrato de amonio que explotó
frente a la oficina del primer ministro noruego parece corroborar las hipótesis de Partin y
Cohen. En efecto, la bomba utilizada por Breivik rompió cristales pero no causó ningún
daño estructural al edificio.
[16] 9/11: Explosive Evidence – Experts Speak Out, documental realizado por la asociación
AE911Truth, transmitido el 16 de septiembre de 2012 por el canal de televisión
estadounidense PBS Ver aquí una presentación de ese documental en el sitio web de la
asociación ReOpen911; Cf. William Christison (ex alto responsable de la CIA, «Stop
Belittling the Theories About September 11», Dissident Voice, 14 de agosto de 2006: Los
edificios del World Trade Center fueron «muy probablemente destruidos por cargas
[explosivas] de demolición controlada instaladas dentro de los edificios».
[17] Charles Doyle, «Antiterrorism and Effective Death Penalty Act of 1996: A Summary»,
Federation of American Scientists, 3 de junio de 1996. En un memorándum de diciembre
del año 2000, Richard Clarke confirmó que esa ayuda provenía en aquel entonces del
«Centro de Contraterrorismo de la CIA [CTC] y del Programa Antiterrorista [del
Departamento de Estado] (ATA)».
[18] Peter Dale Scott, «La CIA, el 11 de septiembre, Afganistán y el Asia Central», Red
Voltaire, 28 de septiembre de 2012; citando a Anthony Summers y Robbyn Swan, The
Eleventh Day (Ballantine Books, New York, 2011), p.396.
[20] Peter Dale Scott, Deep Politics and the Death of JFK, p.280; citado en Scott, «El
“Proyecto Juicio Final” y los eventos profundos: el asesinato de JFK, el Watergate, el
Irangate y el 11 de septiembre».
[21] Church Committee, «Report, Book III – Supplementary Detailed Staff Reports on
Intelligence Activities and the Rights of Americans», p.682.
[22] Nate Jones, «Document Friday: “Garden Plot”: The Army’s Emergency Plan to
Restore “Law and Order” to America», National Security Archive, 11 de agosto de 2011.
[23] Public Law 90-331 (18 U.S.C. 3056); conversación en Peter Dale Scott, Paul L. Hoch
y Russell Stetler, The Assassinations: Dallas and Beyond (Random House, New York,
1976), 443-46; citado en Scott, «El “Proyecto Juicio Final” y los eventos profundos: el
asesinato de JFK, el Watergate, el Irangate y el 11 de septiembre».
[25] George O’Toole, The Private Sector (Norton, New York, 1978), p.145, citado en
Scott, Deep Politics and the Death of JFK, pp.278-79; también citado en Scott, «El
“Proyecto Juicio Final” y los eventos profundos: el asesinato de JFK, el Watergate, el
Irangate y el 11 de septiembre».
[26] Peter Dale Scott, «Overview: The CIA, the Drug Traffic, and Oswald in Mexico»,
History Matters; citando a Michael Beschloss (director del libro, Taking Charge: The
Johnson White House Tapes, 1963-1964 (Simon & Schuster, 1997), New York, p.22. Los
relatos «primarios», seguidos de desmentidos mediáticos «secundarios», han seguido
saliendo a la luz hasta el día de hoy. El más reciente fue la publicación, en 2012, por el ex
oficial de la CIA Brian Latell, de una alegación proveniente de un informante según la cual
Fidel Castro sabía de antemano que JFK sería asesinado en Dallas (Brian Latell, Castro’s
Secrets: The CIA and Cuba’s Intelligence Machine [Palgrave Macmillan, New York,
2012]).
[27] «The Iraq Connection», Wall Street Journal, 5 de septiembre de 2002; «Take AIM:
Jayna Davis on OKC Third Terrorist», AIM.org. Cf. Dana Rohrabacher, Informe del
Presidente de la Subcomisión de Investigación y Supervisión de la Comisión de Relaciones
Internacionales de la Cámara de Representantes «The Oklahoma City Bombing: Was
There A Foreign Connection?», 26 de diciembre de 2006.
[28] Richard Clarke, Against All Enemies: Inside America’s War on Terror (Free Press,
New York, 2004), pp.97-99.
[29] Jim Naureckas, «The Oklahoma City Bombing: The Jihad That Wasn’t», Extra!
(Fair.org), julio-agosto de 1995.
[30] Jayna Davis, The Third Terrorist: The Middle East Connection to the Oklahoma City
Bombing (Thomas Nelson, Nashville TN, 2004); Dana Rohrabacher, Informe del presidente
de la Subcomisión de Investigación y Supervisión de la Comisión de Relaciones
Internacionales de la Cámara de Representantes, «The Oklahoma City Bombing: Was
There A Foreign Connection?», 26 de diciembre de 2006.
[32] Tim Weiner, «Pentagon Book for Doomsday Is to Be Closed», New York Times, 17 de
abril de 1994. Citado en Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, p.260-61.
[33] Andrew Cockburn, Rumsfeld: His Rise, Fall, and Catastrophic Legacy (Scribner, New
York, 2007), p.88 ; citado en Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, p.261.
[34] Scott, «El “Proyecto Juicio Final” y los eventos profundos: el asesinato de JFK, el
Watergate, el Irangate y el 11 de septiembre».
[37] Scott, The War Conspiracy, pp.355-56, pp.357-63 («Le rôle des agents doubles»); Cf.
Scott, Deep Politics and the Death of JFK, pp.247-53, pp.257-60.
[38] Ver de Anthony Summers, Official and Confidential: The Secret Life of J. Edgar
Hoover (PocketBooks, New York, 1994), capítulo.29, n4; de Harrison E. Livingstone, The
Radical Right and the Murder of John F. Kennedy (Trafford, Bloomington, IN, 2006),
p.131 (Oswald); de Lawrence Wright, «The Agent», The New Yorker, 10-17 de julio de
2006, p.68; cf. Wright, Looming Tower, pp.339-44 (al-Hazmi y al-Mihdhar).
[40] Jefferson Morley y Michael Scott, Our Man in Mexico: Winston Scott and the Hidden
History of the CIA (University of Kansas Press, Lawrence, Kansas, 2008) [sobre el 22 de
noviembre]; Kevin Fenton, Disconnecting the Dots (Trine Day, Walterville, OR, 2011)
[sobre el 11 de septiembre].
[41] J.M. Berger, «Patriot Games: How the FBI spent a decade hunting white supremacists
and missed Timothy McVeigh», Foreign Policy, 18 de abril de 2012.
[42] «Primeramente creada por Tom Posey en el marco de la Civilian Military Assistance
(CMA), esa facción operaba como un ala clandestina de los Contras, la red ilegal de la
administración Reagan. La CMA de Posey comenzó como un complemento del Ku Klux
Klan de Alabama. Después empezó a hacerse activa en el contrabando de armas hacia
Centroamérica, con el respaldo de una operación de la Agencia de Inteligencia del
Departamento de Defensa [DIA] [operación] designada “Yellow Fruit”. Posteriormente se
acusó a la CMA de haber violado la Neutrality Act con sus actividades de tráfico de armas.
Varios responsables del equipo de North y de la administración Reagan participaron en el
juicio y las acusaciones acabaron siendo abandonadas por extrañas razones. Según ellos,
la Neutrality Act se aplicaba únicamente en tiempo de paz, pero ellos consideraban que la
operación de los Contras era el equivalente de un estado de guerra formal.» (Paul de
Armond, «Racist Origins of Border Militias»).
[43] «John McCain has worked with white racists before», Daily Kos, 12 de octubre de
2008. No he podido determinar si fue a Tom Posey a quien David Koch nombró «Tesorero
de sus ciudadanos por una economía sana» (Treasurer of his Citizens for a Sound
Economy). Cf. «Tom Posey, KKK, Koch Brothers, CSE».
[44] J.M. Berger, «Patriot Games: How the FBI spent a decade hunting white supremacists
and missed Timothy McVeigh», Foreign Policy, 18 de abril de 2012.
[45] John Berger, «Witness Mahon Claimed He Was Third Man in Oklahoma City
Bombing», Intelwire, 10 de enero de 2012.
[47] Sobre Strassmeir y su papel de agente de inteligencia, ver por ejemplo el informe de
investigación preparado por el representante de Oklahoma Charles Key en Comisión de
Investigación sobre el atentado de Oklahoma City, Final Report, pp.460-62; David
Hoffman, The Oklahoma City Bombing and the Politics of Terror (Feral House, Venice
City, CA, 1998), pp.121-47.
[48] Athan G. Theoharis, The FBI: A Comprehensive Reference Guide (Oryx Press,
Phœnix, AZ, 1999), p.94.
[49] Ralph Blumenthal, «Tapes Depict Proposal to Thwart Bomb Used in Trade Center
Blast», New York Times, 28 de octubre de 1993.
[50] «Top Italian Judge Refers 9/11 to International Criminal Court», Aangirfan, 11 de
septiembre de 2012. En francés: «EXCLUSIF: Un haut magistrat italien va dénoncer les
USA devant le Tribunal pénal international de La Haye: “Ils savaient pour le 11-
Septembre”». En español: «EXCLUSIVO: Alto magistrado italiano denunciará a Estados
Unidos ante el Tribunal Penal Internacional de La Haya: “Ellos sabían [de antemano] lo
del 11 de septiembre”», ReOpen911.info, 15 de octubre de 2011.
[51] Scott, La Route vers le Nouveau Désordre Mondial, pp.213-225. Antes y después de
1993, al igual que antes y después de 2001, el fiscal estadounidense Patrick Fitzgerald
desempeñó un papel crucial en el ocultamiento de la verdad. Scott, ibidem, p.214-15,
pp.218-23; Peter Lance, Triple Cross (Regan/HarperCollins, New York, 2006), pp.219-23,
pp.274-79, pp.298-301, pp.317-18, pp.358-64, etc.
[54] Peter Dale Scott, «Northwards without North», Social Justice (verano de 1989);
versión revisada: «North, Iran-Contras, and the Doomsday Project: The Original
Congressional Cover Up of Continuity-of-Government Planning», Asia-Pacific Journal:
Japan Focus, 21 de febrero de 2011.
[55] Ver, por ejemplo: Tim Weiner, Legacy of Ashes (Doubleday, New York, 2007),
pp.396-404; Scott y Marshall, Cocaine Politics, pp.125-64 [Posey].
[56] Las acciones ilegales de Oliver North acabaron movilizando a célebres traficantes de
droga para respaldar a los Contras. Entre sus asociados más dudosos se hallaba la CMA, el
grupo paramilitar nacionalista de Tom Posey. Esa organización se convirtió posteriormente
en uno de los principales blancos de la operación PATCON (Berger, «Patriot Games»).
[57] Sobre la distinción entre los comerciantes (traders) y los guerreros (warriors o
«prusianos»), ver Michael Klare, Beyond the “Vietnam Syndrome” (Institute for Policy
Studies, Washington, D.C, 1981); Peter Dale Scott, «Korea (1950), the Tonkin Gulf
Incident, and 9/11: Deep Events in Recent American History», The Asia-Pacific Journal:
Japan Focus, 22 de junio de 2008.
[58] Tengo una experiencia personal al respecto: Durante una discusión sobre el Irángate en
un círculo de reflexión basado en Washington, los dos productores del programa de Moyers
me filmaron por largo tiempo. Una semana antes de la transmisión del programa por el
canal PBS, me garantizaron que yo iba a aparecer en él. Pero al final lo único que se vio de
mi participación en aquella discusión fue mi antebrazo. Fue lo que se vio en una extraña
foto del grupo de participantes en aquel círculo de reflexión, que estaban sentados alrededor
de una mesa de conferencias. En aquella época, mis investigaciones se concentraban en las
actividades de George Bush [padre] y de Oliver North, de este último se sospechaba por
entonces que había preparado planes que incluían la «suspensión de la Constitución». Las
diferentes comisiones del Congreso, al igual que el programa televisivo de Moyers, nunca
investigaron esas actividades. Ver Scott, «North, Iran-Contra, and the Doomsday Project:
The Original Congressional Cover Up of Continuity-of-Government Planning», The Asia-
Pacific Journal: Japan Focus, 21 de febrero de 2011.
[60] Peter Phillips et Mickey Huff, «State Crimes Against Democracy», Media Freedom
International, 2 mars 2010.
Por qué los ciudadanos de Estados Unidos tienen que parar las
guerras autogeneradoras de su país
por Peter Dale Scott
Sobre la base de ejemplos históricos, Peter Dale Scott denuncia las condiciones y los
nocivos efectos de la «guerra contra el terrorismo», que suma la inestabilidad a la
inseguridad y multiplica la cantidad de terroristas a los que supuestamente combate.
Pudiera parecer pretencioso el considerar que prevenir esta guerra es un objetivo posible de
alcanzar. Sin embargo, las medidas para lograrlo están muy lejos de ser irrealizables aquí
mismo, en Estados Unidos. No necesitamos para ello una nueva política radical e inédita,
sino una reevaluación realista e indispensable de dos políticas que entraron en aplicación
recientemente pero que se han desacreditado y resultado contraproducentes. Tendríamos
entonces que separarnos de ellas paulatinamente.
Me refiero ante todo a la supuesta «guerra contra el terrorismo» emprendida por Estados
Unidos. En ese país, la política interna y la política exterior se ven cada vez más
influenciadas por una guerra contra el terrorismo que resulta contraproducente, y que en
realidad está elevando tanto la cantidad de autores como la cantidad de víctimas de ataques
terroristas. Esa guerra resulta además profundamente deshonesta cuando se sabe que las
políticas de Washington en realidad ayudan a financiar y a armar a los yihadistas que
normalmente deberían ser considerados como enemigos.
Por sobre todo, la «guerra contra el terrorismo» es autogeneradora porque produce más
terroristas de los que elimina, como han señalado alarmados numerosos expertos. Y se ha
convertido en un factor indisolublemente ligado a la «guerra contra la droga», la anterior
campaña autogeneradora y también desesperadamente imposible de ganar de Estados
Unidos.
En efecto, esas dos guerras autogeneradoras se han convertido hoy en una sola. Al
emprender la «guerra contra la droga», Estados Unidos favoreció un paraEstado
organizador del terror en Colombia (denominado AUC, siglas de Autodefensas Unidas de
Colombia) así como un reino del horror que se hizo más sanguinario aún en México (con
50 000 muertos en los 6 últimos años) [1]. Al emprender en 2001 una «guerra contra el
terrorismo» en Afganistán, Estados Unidos contribuyó a multiplicar por dos la producción
de opio en ese país, que se convirtió así en fuente del 90% de la heroína a nivel mundial y
de la mayor parte de la producción global de hachís [2].
La ciudadanía estadounidense debería tomar conciencia de ese esquema general que hace
que la producción de droga aumente sistemáticamente allí donde Estados Unidos interviene
militarmente –en el sudeste asiático durante las décadas de 1950 y 1960, en Colombia y
posteriormente en Afganistán. El cultivo del opio también aumentó en Irak a raíz de la
invasión de ese país por las tropas estadounidenses, en 2003 [3]. Y también sucede lo
contrario, o sea que la producción de droga disminuye cuando terminan las intervenciones
militares de Estados Unidos, como ha venido sucediendo en el sudeste asiático desde los
años 1970 [4].
Las dos guerras autogeneradoras de Estados Unidos resultan lucrativas para los intereses
privados que se dedican al cabildeo para mantenerlas [5]. Y al mismo tiempo ambas
guerras contribuyen a agravar la inseguridad y la inestabilidad, en Estados Unidos y en el
mundo.
De esa manera, a través de una dialéctica paradójica, el Nuevo Orden Mundial de Estados
Unidos poco a poco se convierte en un Nuevo Desorden Mundial. Por otro lado, a pesar de
parecer invencible, el Estado de seguridad nacional, atenazado por los problemas de
pobreza, de ingresos desiguales y de la droga, se convierte progresivamente en un Estado
de inseguridad nacional paralizado por una serie de bloqueos institucionales.
Al utilizar la analogía con los errores británicos de finales del siglo XIX, el objetivo de este
trabajo es promover un progresivo regreso a un orden institucional más estable y más justo
a través de una serie de medidas concretas, algunas de las cuales se aplicarían por etapas.
Al utilizar como ejemplo la decadencia de Gran Bretaña espero demostrar que la solución
no puede venir del actual sistema basado en los partidos políticos sino de personas que no
formen parte de ese sistema.
Los últimos errores cometidos por los líderes del Imperio británico son especialmente
instructivos para la comprensión de la difícil situación que hoy enfrentamos. En ambos
casos, un exceso de poderío en relación con las verdaderas necesidades defensivas condujo
a expansiones de influencia cada vez más injustas y contraproducentes. El análisis que hago
en los siguientes párrafos es unívocamente negativo. Ese análisis ignora, en efecto, los
logros positivos del sistema colonial en materia de salud y de educación en el exterior. A
pesar de esos logros, la consolidación del poderío británico condujo al empobrecimiento de
naciones anteriormente prósperas, como la India. Y empobreció también a los trabajadores
en Gran Bretaña [6].
Como ha demostrado Kevin Phillips, una de las principales causas de ese fenómeno fue la
creciente deslocalización de los capitales de inversión y de la capacidad productiva
británicas:
«Se vio así Gran Bretaña en condiciones similares a las de los Estados Unidos de los años
1980 y de la mayor parte de los años 1990 –por un lado, desplome del nivel de los salarios
(exceptuando los cargos de dirección) acompañado de un declive de las industrias básicas
y, en lo más alto de la escala, una era dorada para los bancos, los servicios financieros y
los valores bursátiles, un claro aumento en la parte del ingreso generado por la inversión,
así como un impresionante porcentaje de los beneficios y de los recursos concentrados en
el 1% de la población con más altos ingresos.» [7]
Como escribió en 1883 el historiador británico Sir John Robert Seely, pudiera decirse del
Imperio Británico que se concretó «en un impulso inadvertido» («in a fit of absence of
mind»). Pero no podría decirse lo mismo sobre los avances de Cecil Rhodes en África. Una
de las causas fundamentales de la expansión británica fue la mala distribución de la riqueza,
y fue también una inevitable consecuencia de ella. La mayor parte del libro de Hobson
criticaba la explotación que Occidente imponía al Tercer Mundo, sobre todo a África y
Asia [10]. Hobson se hacía así eco de la descripción que había hecho Tucídides sobre
«como Atenas fue derrotada por la avaricia sin límites (pleonexia) de la que dio prueba
durante su inútil expedición en Sicilia, una locura que presagiaba las de Estados Unidos
en Vietnam e Irak [así como la de Gran Bretaña en Afganistán y Transvaal]. Tucídides
atribuyó el surgimiento de aquella locura a los rápidos cambios que se produjeron en
Atenas después de la muerte de Pericles, y en particular al creciente poderío de una
oligarquía depredadora.» [11]
El apogeo del Imperio británico así como el comienzo de su decadencia pueden situarse
ambos en los años 1850. Londres instituyó durante ese decenio un control directo sobre la
India, reemplazando así la Compañía de Indias, cuya función era puramente explotadora.
Pero durante ese mismo decenio, Gran Bretaña se puso de acuerdo con la Francia
abiertamente expansionista de Napoleón III (y con el Imperio Otomano) sobre sus
ambiciones hostiles a la posición de Rusia en Tierra Santa. Si bien Gran Bretaña había
salido victoriosa de la guerra de Crimea, los historiadores han opinado posteriormente que
esa victoria fue una de las principales causas de la ruptura del equilibrio entre las potencias
que había prevalecido en Europa desde el Congreso de Viena, en 1815. O sea, lo que Gran
Bretaña heredó de esa guerra fue un ejército más eficaz y más moderno, pero en un mundo
más peligroso e inestable. (Quizás los historiadores estimen en el futuro que la aventura
libia de la OTAN en 2011 tuvo un papel comparable en el fin de la distensión entre Estados
Unidos y Rusia.)
La guerra de Crimea también dio lugar al surgimiento de lo que quizás sea el primer
movimiento antiguerra de importancia en Gran Bretaña, a pesar de que es recordado sobre
todo por haber puesto fin a los papeles políticos activos de sus principales líderes, John
Codben et John Bright [12]. En poco tiempo, los gobiernos y los dirigentes de Gran Bretaña
se radicalizaron hacia la derecha. Lo cual dio lugar, por ejemplo, al bombardeo de
Alejandría, ordenado por Gladstone en 1882, para obtener el pago de las deudas que los
egipcios habían contraído con los inversionistas privados británicos.
La lectura del análisis económico de Hobson a la luz de los escritos de Tucídides nos
permite reflexionar sobre el factor moral de la avaricia desmedida (pleonexia) estimulada
por un ilimitado poderío británico. En 1886, el descubrimiento de colosales reservas de oro
en la república boer de Transvaal, que era nominalmente independiente, atrajo la atención
de Cecil Rhodes, quien ya se había enriquecido anteriormente gracias a las concesiones
para la explotación de minas y de diamantes que había adquirido de forma deshonesta en
Matabelelandia. Rhodes veía en aquel momento la oportunidad de acaparar también los
yacimientos auríferos de Transvaal, derrocando el gobierno boer con el respaldo de los
uitlanders (o sea, los extranjeros, en su mayoría británicos, que habían confluido en aquella
región).
En 1895, tras el fracaso de las maniobras en las que había implicado directamente a los
uitlanders, Cecil Rhodes, en su calidad de primer ministro de la colonia británica del Cabo,
apoyó una invasión de Transvaal mediante lo que se ha dado en llamar la «incursión
Jameson» –llevada a cabo por un grupo heterogéneo de miembros de la policía montada y
mercenarios voluntarios. Aquella incursión no sólo fue un fracaso sino que, además,
provocó un escándalo. Rhodes se vio obligado a renunciar a su cargo de primer ministro y
su hermano fue encarcelado. Los detalles de la incursión Jameson y de la guerra de los
Boers, engendrada por aquella operación, resultan demasiado complejos para abordarlos
aquí. Pero el resultado final fue que, al término de aquella guerra, Cecil Rhodes acaparó la
mayor parte de los yacimientos auríferos.
La siguiente etapa del expansionismo abundantemente financiado por Rhodes fue su visión
de una vía ferroviaria entre El Cabo y El Cairo, que debía atravesar las colonias bajo
control británico. Como veremos más adelante, aquel proyecto engendró la visión francesa
rival de construir una vía ferroviaria «este-oeste», lo cual desencadenó una primera serie de
crisis exacerbadas por la emulación imperial. Aquellas crisis se intensificaron poco a poco
hasta desembocar en la Primera Guerra Mundial.
Según Carroll Quigley, Cecil Rhodes fundó también una sociedad secreta cuyo principal
objetivo era ampliar aún más la expansión del Imperio británico. Una ramificación de
aquella sociedad fue la Mesa Redonda (Round Table), que generó a su vez el Real Instituto
de Relaciones Internacionales (RIIA, siglas de Royal Institute of International Affairs). En
1917 varios miembros de la Mesa Redonda estadounidense contribuyeron también a la
fundación de la organización hermana del RIIA, que no es otro que el Council on Foreign
Relations o CFR (Consejo de Relaciones Exteriores), con sede en Nueva York [13].
También podemos notar como facciones burocráticas muy pequeñas pero fuera de control
dieron inicio a varios crisis internacionales. La crisis de Fachoda, en el sur de Sudán,
implicó a una insignificante tropa de 132 oficiales y soldados franceses. Estos últimos, al
cabo de un viaje de 14 meses, estaban animados por la vana esperanza de lograr establecer
una presencia francesa a través de África, de este a oeste, como forma de contrarrestar la
visión de Rhodes de una presencia británica que debía extenderse del norte al sur del
continente africano [17]. En el momento de lo que se conoce como «el golpe de Agadir» (o
Panzersprung), la provocadora llegada de la cañonera alemana SMS Panzer a aquella
ciudad marroquí fue una idea insensata de un secretario adjunto de Relaciones Exteriores y
su principal consecuencia fue la consolidación de la Entente Cordiale franco-inglesa,
contribuyendo así a la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial [18].
El mundo no está condenado a tener que repetir la tragedia de una guerra mundial en estos
tiempos de Pax Americana. La interdependencia global y sobre todo las comunicaciones
han registrado una importante mejoría. Tenemos en nuestras manos el conocimiento, la
capacidad y la motivación necesarios para comprender los procesos históricos con más
control que antes. Lo más importante es que para una minoría global es cada vez más
evidente que el hipermilitarismo de Estados Unidos, justificado por razones de seguridad,
se está convirtiendo en realidad en una amenaza para la seguridad de ese mismo país y del
mundo entero. En efecto, esa tendencia belicista favorece y desencadena guerras de
proporciones cada vez mayores –lo cual recuerda el hipermilitarismo británico del siglo
XIX.
En medio del creciente desequilibrio global, existe un motivo de consuelo para el pueblo de
Estados Unidos. Ya que las causas de la inseguridad global provienen cada vez más a
menudo de ese país, los remedios a ese problema también se encuentran allí. Mucho más
que sus predecesores británicos, y contrariamente a los demás pueblos de hoy, la
ciudadanía estadounidense tiene la posibilidad de reducir las tensiones globales y de
evolucionar así hacia un orden internacional más equitativo. Por supuesto, nadie puede
predecir que esa restauración llegue a concretarse. Pero el fin catastrófico de la Pax
Britannica y la carga cada vez más pesada que tienen que soportar los ciudadanos
estadounidenses sugieren la necesidad de hacerlo. En efecto, el expansionismo unilateral de
su país, al igual que el de Gran Bretaña en el pasado, contribuye actualmente a la ruptura de
las alianzas y los acuerdos jurídicos internacionales que aportaron durante decenios una
estabilidad relativa, sobre todo los que forman parte de la Carta de las Naciones Unidas.
Hay que señalar claramente que el actual fortalecimiento del aparato militar de Estados
Unidos es la causa fundamental del rearme global. Ese proceso recuerda de manera
preocupante la carrera armamentista alimentada en el pasado por la industria militar
británica, que condujo en 1911 al golpe de Agadir y, poco después, a la Primera Guerra
Mundial. Sin embargo, el actual rearme puede ser calificado de «carrera armamentista».
En efecto, Estados Unidos –y sus aliados de la OTAN, cuya política exige la posesión de
armamentos compatibles– gozan de un predominio tan grande en el mercado militar
mundial que los volúmenes de las ventas de armas de Rusia y China parecen, en
comparación, risibles:
«En 2010 […] Estados Unidos mantuvo su posición dominante en la feria global del
armamento, con exportaciones de armas ascendentes a 21 300 millones de dólares, o sea
un 52% [del mercado internacional] […].
Rusia ocupaba el segundo lugar, con ventas de armas por un monto de 7 800 millones de
dólares en 2010, o sea un 19,3% del mercado, contra 12 800 millones de dólares en 2009.
En términos de ventas, detrás de Estados Unidos aparecen Francia, Gran Bretaña, China,
Alemania e Italia.» [19]
En otros términos, Estados Unidos es hoy, y de lejos, el primer país que inunda el mundo
con armamento. Los ciudadanos de ese país tienen que exigir imperativamente una
reevaluación de ese factor de agravamiento de la pobreza y de la inseguridad. Tenemos que
recordar la célebre advertencia que hizo Eisenhower en 1953: «cada fusil que se fabrica,
cada navío de guerra que se despliega, cada cohete que se dispara significa –es en su
sentido último– un robo perpetrado contra quienes padecen hambre y no tienen con qué
alimentarse, contra quienes tienen frío y no tienen con qué vestirse.» [21].
En resumen, las riquezas generadas por la relación entre Estados Unidos y Arabia Saudita
financian tanto a los yihadistas vinculados a al-Qaeda que operan por todo el mundo como
las guerras autogeneradoras que libran las fuerzas estadounidenses contra esos mismos
yihadistas. El resultado es una creciente militarización, tanto en el extranjero como en
Estados Unidos, a medida que aparecen nuevos frentes de la supuesta «guerra contra el
terrorismo» en regiones anteriormente pacíficas, como Mali, donde se ha producido una
evolucion inicialmente previsible.
Hoy en día, la política exterior de Estados Unidos es cada vez más caótica, sobre todo sus
operaciones clandestinas. En ciertos países, sobre todo en Afganistán, Estados Unidos está
combatiendo a yihadistas que la CIA apoyó en los años 1980, y que aún gozan del respaldo
de nuestros aliados nominales, Arabia Saudita y Pakistán. En otras naciones, como en
Libia, Estados Unidos ha prestado protección y apoyo indirecto al mismo tipo de islamistas.
Hay también otros países, particularmente en Kosovo, donde Estados Unidos ha ayudadp a
los fundamentalistas a llegar al poder [27].
En Yémen, las autoridades estadounidenses han reconocido que sus clientes allí apoyaban a
los yihadistas. Como informó hace varios años el universitario Christopher Boucek ante la
fundación Carnegie Endowment of International Peace,
En marzo de 2011 ese mismo universitario observó que el resultado de la guerra de Estados
Unidos contra el terrorismo había sido apoyar a un gobierno impopular ayudándolo así a
evitar la aplicación de las necesarias reformas:
Dicho en términos más directos, la «guerra contra el terrorismo» de Estados Unidos es una
de las principales razones que explican por qué Yemen, al igual que otros países, se
mantiene en el subdesarrollo y sigue siendo un terreno fertil para el terrorismo yihadista.
Al igual que otras naciones, Estados Unidos puede llegar a establecer alianzas con los
yihadistas de al-Qaeda para ayudarlos a luchar en zonas de mutuo interés en el extranjero,
como en Bosnia. La condición de esa colaboración es que los terroristas no se vuelvan en
contra de Estados Unidos. Es evidente que esa práctica contribuyó al atentado con bomba
de 1993 contra el World Trade Center, cuando al menos 2 de sus autores habían sido
protegidos de todo arresto. Las autoridades estadounidenses habían protegido a aquellos
individuos porque estaban participando –en el centro al-Kifah de Brooklyn– en un
programa de preparación de islamistas para la guerra de Bosnia. En 1994, en Canadá, el
FBI garantizó la liberación de Ali Mohamed, un agente doble de Estados Unidos y al-
Qaeda que operaba en el centro al-Kifah. Poco después Ali Mohamed viajó a Kenia, donde
–según el Informe de la Comisión sobre el 11 de Septiembre– «dirigió» a los organizadores
del atentado de 1998 contra la embajada de Estados Unidos en Nairobi [32].
Arabia Saudita es probablemente el actor más importante de ese oscuro juego. Ese país no
sólo ha exportado yihadistas a los cuatro confines del globo sino que también los ha
financiado –como ya vimos anteriormente–, a veces en coordinación con Estados Unidos.
Un artículo del New York Times, publicado en 2010, sobre las filtraciones de despachos
diplomáticos estadounidenses revelaba, citando uno de aquellos despachos, que «[los]
donantes sauditas siguen siendo los principales financistas de grupos extremistas como al-
Qaeda» [33]
«[…] los ricos sauditas siguen siendo los principales financistas de las redes terroristas
internacionales. ‘Si yo pudiese de alguna manera chasquear los dedos y cortar las
subvenciones de algún país [para las actividades terroristas], apuntaría a Arabia Saudita’,
declaró Stuart Levey, el funcionario del Departamento del Tesoro americano encargado de
vigilar el financiamiento del terrorismo.» [34]
Según Rachel Ehrenfeld, las autoridades iraquíes, pakistaníes y afganas también informaron
sobre el financiamiento del terrorismo por parte de Arabia Saudita:
«En 2009, la policía pakistaní reportó que las organizaciones caritativas sauditas seguían
financiando a al-Qaeda, a los talibanes y al Lashkar-e-Taiba. Según aquel informe, los
sauditas han donado 15 millones de dólares a los yihadistas, incluyendo a los responsables
de los ataques suicidas en Pakistán y de la muerte de Benazir Bhutto, la ex primera
ministro pakistaní.
En mayo de 2010, la Buratha News Agency, una fuente periodística independiente con
sede en Irak, mencionó un documento filtrado de la inteligencia saudita. El documento
demostraba un continuo apoyo del gobierno de Arabia Saudita a al-Qaeda en Irak. Aquel
apoyo se materializaba en forma de dinero en efectivo y de armas. […] Un artículo
publicado el 31 de mayo de 2010 en The Sunday Times de Londres reveló que, según el
polo financiero de la inteligencia afgana (FinTRACA), al menos 1 500 millones de dólares
provenientes de Arabia Saudita habían entrado clandestinamente en Afganistán desde
2006. Aquel dinero estaba muy probablemente destinado a los Talibanes.» [35]
«En estos últimos meses, predicadores sauditas provocaron la consternación en Irak e Irán
con la publicación de fatwas que llaman a la destrucción de los grandes mausoleos chiitas
en Nadjaf y Kerbala, en Irak –algunos ya habían sido blanco de atentados con bombas. Y
mientras que importantes miembros de la dinastía reinante de los Saud expresan
regularmente su aversión por el terrorismo, algunos responsables que defienden el
extremismo son tolerados en el reino.
En 2004, el jeque Saleh al-Luhaidan, el alto magistrado que supervisa los procesos
vinculados al terrorismo, fue grabado en una mezquita en momentos en que exhortaba a
los hombres [suficientemente] jóvenes a luchar en Irak. ‘Hoy, penetrar en territorio iraquí
se ha vuelto riesgoso’, advirtió. ‘Hay que evitar esos satélites maléficos y esos drones
aéreos que ocupan cada pedazo del cielo iraquí. Si alguien se siente capaz de entrar en
Irak para sumarse al combate, y si su intención es que triunfe la palabra de Dios, está
entonces en libertad de hacerlo.’» [36]
El ejemplo de Mali
«Entre 1801 y 1802, bajo el reinado de Abdelaziz ben Mohammed ben Saud, los wahabitas
sauditas atacaron y destruyeron las ciudades santas de Kerbala y Nadjaf, en Irak. Allí
masacraron a una parte de la población musulmana y destruyeron las tumbas de Husayn
ibn Ali, el nieto de Mahoma e hijo de Ali (Ali ibn Abi Talib, el yerno de Mahoma). Entre
1803 y 1804, los sauditas se apoderaron de la Meca y de Medina, donde demolieron
monumentos históricos, así como diferentes sitios y lugares santos musulmanes –como el
mausoleo construido sobre la tumba de Fátima, la hija de Mahoma. Tenían incluso
intenciones de destruir la tumba del propio Mahoma, porque la veían como un sitio de
idolatría. En 1998, los sauditas destruyeron con buldóceres y quemaron la tumba de Amina
bint Wahb, la madre de Mahoma, provocando indignación en todo el mundo
musulmán.» [39]
Hoy en día tenemos que establecer una diferencia entre el reino de Arabia Saudita y el
wahabismo promovido por altos dignatarios religiosos sauditas y ciertos miembros de la
familia real. El rey Abdallah tendió la mano a otras religiones, visitando el Vaticano en
2007 y estimulando la realización de una conferencia interconfesional con responsables
cristianos y judíos, conferencia que finalmente se realizó al año siguiente.
En 2002, siendo aún príncipe heredero, Abdallah presentó también una proposición para
lograr la paz entre Israel y sus vecinos en una cumbre de las naciones de la Liga Árabe. Su
plan, que obtuvo en numerosas ocasiones el respaldo de los gobiernos de esa organización,
llamaba a la normalización de las relaciones entre el conjunto de los países árabes e Israel,
a cambio de una retirada total de los territorios ocupados (incluyendo el este de Jerusalén) y
de un «arreglo equitativo» de la crisis de los refugiados palestinos que tendría como base la
resolución 194 de la ONU. En 2002, el entonces primer ministro de Israel, Ariel Sharon,
rechazó aquel plan, al igual que George W. Bush y Dick Cheney, ya decididos a desatar la
guerra contra Irak. Sin embargo, como ha señalado David Ottaway, del Woodrow Wilson
Center,
«El plan de paz que Abdallah propuso en 2002 sigue siendo una base fascinante para una
posible cooperación entre Estados Unidos y Arabia Saudita sobre la cuestión israelo-
palestina. La proposición de Abdallah obtuvo el respaldo de la Liga Árabe en su conjunto
durante su cumbre de 2002. El presidente israelí Shimon Peres y Olmert [el entonces
primer ministro de Israel] hablaron de él favorablemente, y Barack Obama, que había
escogido el canal de televisión saudita Al-Arabiya para su primera gran entrevista después
de su investidura, felicitó a Abdallah por el «gran coraje» que había demostrado al
elaborar aquella proposición de paz. Sin embargo, Benjamin Netanyahu, favorito para ser
el nuevo primer ministro israelí, se opuso firmemente a ese plan saudita, en particular a la
idea de que el este de Jerusalén debía ser la capital de un Estado palestino.» [40]
En 2012, ese plan está congelado, Israel no oculta su deseo de desencadenar una acción
armada contra Irán y Estados Unidos está paralizado por el año electoral. Sin embargo, el
presidente israelí Shimon Peres había acogido favorablemente aquella iniciativa en 2009, y
George Mitchell, en su condición de enviado especial del presidente estadounidense para el
Medio Oriente, anunció aquel mismo año que la administración Obama tenía intenciones de
«incorporar» aquella iniciativa a su política para la región [41].
Los dirigentes de esa guerra prometen convertir los Estados Unidos en un lugar más seguro.
Es, sin embargo, esa guerra lo que sigue garantizando la proliferación de los terroristas que
supuestamente son los enemigos de Estados Unidos. Y también sigue diseminando la
guerra a través de nuevos campos de batalla, como Pakistán y Yemen. Al generar así sus
propios enemigos, parece probable que la «guerra contra el terrorismo» tenga que
proseguir perennemente ya que hoy está sólidamente enraizada en la inercia burocrática.
Por ello se parece mucho a la «guerra contra la droga», una política irracional que
mantiene a un elevado nivel los costos y e ingresos de los narcóticos, lo cual atrae nuevos
traficantes.
Por otra parte, esta guerra contra el terrorismo acentúa sobre todo la inseguridad entre los
musulmanes, que son cada vez más numerosos en tener que enfrentar el temor a que los
civiles, y no sólo los terroristas yihadistas, caigan víctimas de los ataques con drones. La
inseguridad en el Medio Oriente es el principal obstáculo para la paz en esa región. Los
palestinos viven con el miedo cotidiano a la opresión que sobre ellos ejercen los colonos de
Cisjordania y a las represalias del Estado hebreo. Los israelíes viven en un constante temor
a la hostilidad de sus vecinos. Un temor que comparte la familia real saudita. Es así como la
inseguridad y la inestabilidad han ido simultáneamente en aumento a partir del 11 de
septiembre y del inicio de la «guerra contra el terrorismo».
La inseguridad reinante en el Medio Oriente se repercute en una escala cada vez mayor. El
miedo de Israel ante Irán y el Hezbollah se corresponde con el temor iraní a ataques
masivos contra sus instalaciones nucleares, temor basado en las amenazas israelíes. Por otro
lado, antiguos halcones estadounidenses, como Zbigniew Brzezinski, han advertido
recientemente que un ataque israelí contra Irán puede provocar una guerra más larga que lo
previsto, ya que el conflicto podría extenderse a otros países [43].
En mi opinión, los ciudadanos de Estados Unidos deberían temer por sobre todo la
inseguridad engendrada por los ataques con drones que realiza su propio país. Si esos
ataques no se detienen rápidamente, su resultado puede ser el mismo que tuvieron los
ataques nucleares estadounidenses de 1945: llevarnos hacia un mundo donde no sólo una
sino muchas potencias dispongan de esa arma. Arma que podrían verse llevadas a utilizar.
En ese caso, Estados Unidos se convertiría con toda seguridad en el nuevo blanco más
probable.
¿Cuánto tiempo van a necesitar los ciudadanos de Estados Unidos para comprender el
rumbo previsible de esta guerra autogeneradora y para movilizarse contra ella?
Al utilizar la analogía con los errores británicos de fines del siglo XIX, este artículo ha
defendido un regreso paulatino a un orden internacional más estable y más justo a través de
una serie de etapas concretas, algunas de las cuales serían graduales:
Hace 40 años habría llamado al Congreso a emprender esos pasos, necesarios para disipar
el estado de paranoia en que vivimos actualmente. Hoy en día he llegado a pensar que esa
institución se haya también bajo el control de los círculos de poder que se benefician con lo
que yo llamo la Máquina de guerra global de Estados Unidos. En ese país, los supuestos
«estadistas» están tan implicados en la preservación de la supremacía de su nación como
antes lo estuvieron sus predecesores británicos.
Mencionar eso no equivale, sin embargo, a no creer en la capacidad de Estados Unidos para
cambiar de rumbo. Tenemos que recordar que las protestas políticas internas tuvieron un
papel determinante en el cese de una guerra injustificada contra Vietnam, hace 40 años. Es
cierto que, en 2003, manifestaciones comparables –con la participación de un millón de
personas en Estados Unidos– no bastaron para impedir que Estados Unidos iniciara una
guerra ilegal contra Irak. Aquel gran número de manifestantes, reunidos en un periodo de
tiempo relativamente corto, fue sin embargo impresionante. La cuestión hoy en día es saber
si los militantes pueden adaptar sus tácticas a las nuevas realidades para organizar una
campaña de protesta duradera y eficaz.
Resulta imposible predecir el éxito de un movimiento de ese tipo. Pero creo que el
desarrollo de los acontecimientos globales convencerá a un número creciente de ciudadanos
estadounidenses de que es necesario emprenderlo. Ese movimiento debería reunir un
amplio abanico del electorado, desde los lectores progresistas de ZNet y de Democracy
Now hasta los partidarios libertarios de Murray Rothbard y de Ron Paul.
Y creo también que una minoría antiguerra bien coordinada y no violenta puede lograr la
victoria. Reagruparía entre 2 y 5 millones de personas cuya acción se basaría en recurrir a
la verdad y al buen sentido. Hoy en día, las instituciones políticas fundamentales de Estados
Unidos son tan disfuncionales como impopulares. En particular, el Congreso tiene un índice
de aprobación de un 10%. La encarnizada resistencia que el mundo de la riqueza personal y
empresarial opone a las reformas razonables constituye un problema aún más grave. Pero
mientras más abiertamente muestren los ricos su influencia antidemocrática, más evidente
se hará la necesidad de restringir sus abusos. Recientemente tomaron como blanco a varios
miembros del Congreso para excluirlos de esa institución por haber cometido el «delito» de
comprometerse a resolver ciertos problemas gubernamentales. En ese país existe
ciertamente una mayoría de ciudadanos que es necesario movilizar para regresar a la
defensa del bien común.
Repito nuevamente que nadie puede predecir con confianza la victoria en esta lucha por el
bien común contra los intereses particulares y los ideólogos ignorantes. Pero ante el
creciente peligro de un desastroso conflicto internacional, la necesidad de movilizarse en
defensa del interés general se hace cada vez más evidente. El estudio de la Historia es uno
de los mejores medios de evitar que esta se repita.
¿Es irrealista esta esperanza de ver surgir un movimiento de protesta? Es muy probable. En
todo caso, estoy convencido de que ese movimiento es necesario.
Fuente
The Asia-Pacific Journal : Japan Focus