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Asimismo, Verne y Lovecraft demostraron que la originalidad de Poe no consiste tanto
en tratar asuntos terroríficos, sino en cómo lo hace. La diferencia respecto a sus
contemporáneos no residía en los temas de sus relatos y argumentos, sino en la superioridad
estilística y genialidad de Mr. Edgar sobre los demás. La novela gótica y los relatos de terror
ya habían sido creados anteriormente, pero Poe les dio mayores dosis de musicalidad,
creatividad, solidez argumental, al mismo tiempo que rehuía las pretensiones didácticas o
moralizantes habituales entre sus contemporáneos.
Que el género de terror es un banco que pone a prueba muy seriamente el talento
narrativo de un autor es algo de lo que no suele darse el público general, pero tampoco
muchos críticos. Eso se nota, aún más que en el pasado, en nuestra época, en la que se ha
avanzado tanto en las conquistas científico-técnicas más allá de la imaginación pretérita y, por
tanto, pocas cosas parecen sorprendernos, nos mostramos incrédulos y burlones ante los mitos
de antaño… aunque una noche en una casa abandonada o en un bosque solitario pueden
desmoronar de manera fulminante nuestro descreimiento. Por otro lado, los argumentos de los
relatos de terror juegan con una serie de temas, fórmulas, y elementos limitados, tendentes al
estereotipo. Por tanto, es fácil repetirse, es muy complicado ser innovador. A lo primero se
llega por el abuso de los sobresaltos y otros efectismos facilones, mientras que la creación de
una atmósfera adecuada es el más complejo camino para lograr lo segundo, lo cual no se
consigue sin talento. Poe lo poseía y Lovecraft también, aunque en este último era algo
diferente: por un lado se vio ayudado por el conocimiento de los adelantos de su época para
ensanchar las fronteras del género fantástico; pero, al mismo tiempo, la profusión de adjetivos
y otros clichés, habituales en época de Poe pero anacrónicos en la nuestra, han lastrado su
prosa para algunos lectores.
Gracias a Lovecraft se aclararon, igualmente, algunos aspectos oscuros en la narrativa
de Poe. Por ejemplo, señaló que, en el relato “La caída de la casa Usher”, la tríada compuesta
por los hermanos y la casa comparten una misma alma. Y en la ya aludida novela En las
montañas de la locura descubrió que los versos del poema “Ulalume” sobre “las sulfurosas
laderas del monte Yaanek en el polo boreal” aluden al volcán Erebus en la Antártida.
Para terminar, todo lo expuesto debería hacernos pensar en la creación artística no
como una serie de hitos surgidos de manera aislada, sino apoyados unos en otros, como en
una construcción arquitectónica de complicado y caótico diseño, alentada por un organicismo
sin planificación previa ni rumbo fijo ni unitario, que unas veces consolida estructuras más
bellas y otras no tanto, más sólidas o más frágiles, sujetas a los cambios y mudanzas que
impone el paso del tiempo.
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POE, FAULKNER Y EL “GÓTICO AMERICANO”
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rinden homenaje, empezando por la descripción de la protagonista, en la que se usan palabras
similares a las que dibujan el perfil de la mujer homenajeada en el poema “A Helen”.
Apoyado en los ensayos de Irving Malin y John G. Park, el análisis de Stephen King
sobre la novela de Shirley Jackson La maldición de Hill House (moderna adaptación de un
planteamiento clásico de la novela gótica, llevada a cabo por una notable escritora aquejada
de neurosis y enfermedades psicosomáticas), también resulta muy interesante al ser
comparado con las obras de Poe y Faulkner. Se considera en este tipo de narraciones a la casa
encantada como un microcosmos en el que chocan fuerzas universales. Igualmente, «la casa
gótica funciona como una imagen del autoritarismo, del confinamiento, o de un “narcisismo
limitador”. Por narcisismo, Park y Malin parecen referirse a la obsesión cada vez mayor por
los problemas de uno mismo; un encerrarse en el interior en vez de abrirse al exterior. El
nuevo gótico americano presenta un personaje cerrado en sí mismo, y en lo que podría
denominarse una falacia patética psicológica, el entorno físico a menudo reproduce ese viaje
al interior de los personajes […] Park y Malin sugieren que el nuevo gótico americano,
creado principalmente en los aproximadamente veinte años posteriores a la publicación de
The Haunting of Hill House [1959, adaptada también al cine en 1962, en una producción
magistralmente dirigida por Robert Wise] por parte de Shirley Jackson, utiliza el Mal Lugar
para simbolizar, no intereses sexuales o el temor al sexo, sino el interés del yo y el temor a
uno mismo…». Por su parte, según Lenemaja Friedman, la protagonista de la novela de
Shirley Jackson, «es prácticamente incapaz de relacionarse con el mundo exterior a no ser
como un reflejo de su mundo interior. […] Es insegura y, por lo tanto, inestable en sus
relaciones con los otros y en su relación con la casa».
Estas conclusiones son similares a las que obtenemos al aplicarlos a la Emily de
Faulker y algunos de los personajes de ¡Absalom, Absalom!; como también a los de “El gato
negro”, “El corazón delator”, “La caída de la casa Usher”, “La máscara de la muerte roja”,
“Metzengerstein”, “El retrato oval”, “Berenice”, “Sombra” o “La Cita”, cuyos protagonistas,
obsesionados por diversos asuntos (entre los cuales pesan mucho las herencias familiares o el
aislamiento, voluntario e involuntario, que experimentan respecto a su entorno), acaban
proyectando su estado mental a los lugares que habitan, cuya atmósfera, a su vez, contribuye a
potenciar su ensimismamiento y perturbación mental. Así, es el elemento psicológico y su
proyección en el ambiente lo que caracteriza fundamentalmente a este gótico americano,
sureño o estadounidense, tal como, últimamente, viene mostrando también la serie televisiva
American Horror Story: cada temporada gira en torno a un tipo de “mal lugar” en el que se
proyectan y, a su vez, se potencian, las obsesiones y patologías de sus protagonistas y de la
sociedad en que viven.