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tierra próspera desde el punto de vista agrícola. Su clima mediterráneo propiciaba una
agricultura a base, principalmente, de cereal, vid y olivo, y un paisaje vegetal que tenía sus
elementos más característicos en la vid, el olivo y la higuera. La disposición de trigo, vino
nuevo y aceite en cantidad suficiente es considerada en la Biblia un signo de abundancia y una
bendición divina, como anuncia el patriarca Isaac a su hijo preferido: «Dios te dé, del rocío del
cielo y de la grosura de la tierra, abundancia de trigo y de vino»4, y como promete Yahvé al
pueblo de Israel, por boca de Moisés, si permanece fiel a sus mandamientos: «Si obedeciereis,
pues, a mis mandamientos, que yo hoy os intimo, amando al Se- ñor Dios vuestro y sirviéndole
de todo vuestro corazón, y de toda vuestra alma, dará a vuestra tierra la lluvia temprana y
tardía, para que cojáis trigo, y vino, y aceite»5 . En definitiva, la Tierra Prometida es
representada con frecuencia en los libros bíblicos, conforme a la promesa divina, como un país
de trigo y de vino nuevo, que por entonces constituían la imagen de la riqueza.
El vino y la viticultura en la Biblia Las referencias bíblicas al vino y a la viticultura son también
muy numerosas21; la primera de todas ellas es la que se contiene en el capítulo IX del libro del
Gé- nesis, en el que se narra cómo Noé plantó una viña y se embriagó al consumir vino, pues
desconocía sus efectos etílicos. Las frecuentes alusiones al vino y a la viticultura en la Torá son
una señal evidente de que el vino era una bebida conocida y muy apreciada en tiempo de los
Patriarcas, tanto en Israel como en las regiones próximas. Así, el Deuteronomio retrata a
Palestina, la Tierra Prometida para los judíos, como una «tierra pródiga en trigo, cebada, viñas,
higueras y granados; tierra de olivares, de aceite y de miel; tierra que te brindará pan sin
escasez»22. Entre los vinos más afamados, los libros bíblicos citan el del valle del Líbano23; el
de Jelbón, junto a Damasco24; el de En-Guedí, en el desierto de Judá25; y el del valle de Escol,
junto a Hebrón, cuyo nombre derivaría, precisamente, de las uvas que allí se cultivaban: «Y
llegaron hasta el valle de Escol y cortaron allí una rama de vid con racimos de uvas, que
llevaron entre dos por medio de una pértiga, y también granadas e higos. Ese lugar fue
llamado valle de Escol, por causa del sarmiento (escol) que se llevaron los hijos de Israel»26.
Así, pues, el vino era la bebida alcohólica más apreciada en los tiempos bíblicos. Tenía la
consideración, a un mismo tiempo, de un alimento, de un producto excitante y de una bebida
ritual. Son muy numerosos los pasajes bíblicos en los que se alaban las virtudes del vino como
producto que alegra al hombre y que le permite olvidar las tristezas, de forma que si el libro de
los Proverbios sentencia, «Dadle licores fuertes al que está por perecer, y vino al que tiene el
alma amargada. Beba él y olvide su pobreza, y no se acuerde más de su miseria»27, los Salmos
afirman de Dios que «(Eres el) que hace que crezca la hierba para el ganado, y la verdura para
el servicio del hombre, y el grano para sacar el pan de la tierra, y el vino que alegra el