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Apuntes de Derecho Penal I 2010 - Prof.

Luis Rodríguez Collao / Guillermo Oliver Calderón - PUCV 25

CAPÍTULO III
LIMITES FORMALES DE LA POTESTAD PENAL

I. EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD PENAL. CONCEPTO Y FUNDAMENTOS

1. Sentido y alcance1
"El principio de legalidad es el principal límite impuesto por las exigencias del Estado de
Derecho al ejercicio de la potestad punitiva e incluye una serie de garantías para los ciudadanos,
que genéricamente pueden reconducirse a la imposibilidad de que el Estado intervenga
penalmente más allá de lo que le permite la ley".
"Esta formulación tan amplia se concreta en el contenido esencial del principio y en
diferentes derivaciones del mismo que conforman las distintas garantías individuales. De esta
forma, el contenido esencial del principio de legalidad en materia penal radica en que no puede
sancionarse ninguna conducta ni imponerse pena alguna que no se encuentre establecida en la
ley, lo que coincide propiamente con el denominado principio de legalidad de los delitos y de las
penas, frecuentemente expresado mediante el aforismo nullum crimen, nulla poena, sine lege
(cuya formulación corresponde a Feuerbach)".
"Se trata de un principio cuya plena consolidación pertenece al nacimiento del Derecho
penal moderno, si por tal entendemos el propio del Estado liberal. Y, asimismo, nos encontramos
ante un principio plenamente asumido por la comunidad internacional, como demuestra su
acogimiento en los acuerdos supranacionales más importantes de nuestro tiempo (Declaración
Universal de los Derechos Humanos, Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
Convención Americana sobre Derechos Humanos, etc.)"
"Sin embargo, la mera existencia de una ley no garantiza el cumplimiento del principio de
legalidad en la aplicación de una pena. Precisamente para evitar que el principio de legalidad sea
una declaración vacía de contenido, la ley debe reunir una serie de requisitos que generalmente se
resumen en la necesidad de que sea escrita, previa a la realización de los hechos que se pretende
sancionar y estricta, esto es, que establezca claramente las características del hecho punible".
"Según los distintos momentos sobre los que opera, el principio de legalidad de los delitos
y las penas, contiene, en primer lugar, las denominadas garantías criminal y penal, lo que se
corresponde con la originaria formulación de dicho principio. Estas garantías actúan en el
momento de la definición legal de los delitos y las penas y en el de la decisión sobre la
responsabilidad penal y la pena aplicable. Pero a ellas se han añadido otras que operan en
momentos distintos; concretamente, el principio de legalidad exige también que la decisión sobre
la responsabilidad penal y sobre la pena aplicable se lleve a cabo mediante un proceso establecido
legalmente y por los órganos judiciales (legalmente) competentes, en cumplimiento de lo que se

1
Párrafo extractado de MUÑOZ CONDE - GARCÍA ARÁN: Derecho Penal, pp. 97-98.
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conoce como garantía procesal y jurisdiccional. Por último se exige también que la pena impuesta
se ejecute con arreglo a las disposiciones vigentes, exigencia que constituye la llamada garantía
de ejecución".
"Se trata, por tanto, de que el Estado actúe con total sometimiento al imperio de la ley y
dentro de sus límites, pero también de que los ciudadanos conozcan en todo momento cuáles
serán las consecuencias de su conducta y el modo en que dichas consecuencias les van a ser
aplicadas, con la absoluta seguridad de que si la ley no las establece, nunca podrán afectarles".

2. Fundamento político
Si bien es común, entre los autores, afirmar que el principio de legalidad penal tiene
antecedentes en el medioevo y, aun, en la antigüedad clásica, prima el criterio según el cual dicho
postulado, según la forma en que hoy se lo concibe, es fruto del movimiento liberal que triunfa
con la Revolución Francesa. En este sentido, y aun cuando opera como importante factor de
seguridad o de certeza jurídica, como presupuesto para un trato igualitario de los ciudadanos y
hasta como instrumento de prevención general, aquél ha de ser visto antes que nada, como un
instrumento de garantía del individuo frente a la actuación de los poderes estatales. De lo que se
trata, en efecto, es de establecer un límite al ejercicio de la potestad sancionatoria, en cuya virtud
el individuo no se vea expuesto sino a la reacción penal establecida en una ley, única expresión
legítima de la voluntad popular.
“Este principio garantiza la imparcialidad del Estado, en tanto tiene que determinar de
manera general, y antes de la realización del delito, las caracterísiticas del hecho prohibido y la
reacción penal que cabe contra el responsable. Se evita que la actividad punitiva del Estado pueda
estar cargada de subjetividades o de intereses políticos o estratégicos. Es una garantía que se le da
al ciudadano, en el sentido de que también el Estado tiene sus reglas de juego y de actuación
limitadas”2.
En tanto que instrumento de garantía, el principio de legalidad penal no sólo actúa como
un límite frente a la actividad del órgano jurisdiccional, sino que también limita la actuación del
Poder Ejecutivo e, incluso, la del propio Poder Legislativo. La autoridad administrativa, en
efecto, tiene cerrada la posibilidad de crear Derecho penal, porque sus actos serán siempre de
jerarquía inferior a la de las leyes penales; y el legislador, por su parte, tampoco es libre al
momento de incriminar conductas, porque, por ejemplo, en virtud de aquel principio le está
vedado regular hechos ocurridos con anterioridad al momento en que ejerce tal prerrogativa.

3. Consagración constitucional
La Constitución chilena consagra la totalidad de las "garantías" que van implícitas en la
idea de legalidad.
El artículo 19 Nº 3 inciso séptimo de la Constitución, en efecto, dispone que "ningún
delito se castigará con otra pena que la que señale una ley promulgada con anterioridad a su
perpetración,...". Este precepto constitucional, como se desprende de su simple lectura, al

2
GARCÍA CAVERO, Lecciones de Derecho penal. PG, p. 95.
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disponer que los delitos y las penas sólo pueden ser establecidos en normas de jerarquía legal,
consagra de modo expreso tanto la llamada garantía criminal como la garantía penal.
Consagra, asimismo, la Constitución la llamada garantía jurisdiccional, al disponer, en el
artículo 19 Nº 3 inciso quinto, que "toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción debe
fundarse en un proceso previo legalmente tramitado"; haciendo suya, de ese modo, la exigencia
de legalidad tanto en orden al procedimiento conforme al cual son impuestas las sanciones
penales, como en lo que respecta al tribunal encargado de aplicarlas.
Si bien es cierto que la Constitución no menciona expresamente la garantía de ejecución,
ella, sin lugar a dudas, se deduce de las propia garantía penal, puesto que si la sanción ha de estar
prevista en el texto de una ley, lógico es suponer que, no distinguiendo la norma, tal exigencia se
refiere tanto a la naturaleza de la pena como a la forma en que ha ésta de ser aplicada o ejecutada.
Además, puesto que la ejecución penitenciaria es, en Chile, competencia de la autoridad
administrativa, ésta queda, indudablemente, sometida al requerimiento genérico de legalidad
contenido en el artículo 7º inciso primero de la propia Constitucional.
Finalmente, las normas constitucionales también dan cabida, como tendremos ocasión de
ver pronto, a las principales manifestaciones o derivaciones del principio de legalidad, esto es:
reserva de ley, exclusión de la analogía, irretroactividad y taxatividad.

II. MANIFESTACIONES DEL PRINCIPIO DE LEGALIDAD

Como ya hemos explicado, el principio de legalidad se proyecta en los tres campos


fundamentales del ordenamiento jurídico penal: desde el punto de vista del derecho penal
sustantivo, se traduce en una exigencia de ley respecto del delito y de la pena (garantía criminal y
penal); desde el punto de vista del derecho penal adjetivo, implica exigencia de ley respecto del
tribunal y del procedimiento (garantía procesal) y desde el punto de vista del derecho penal
ejecutivo, importa exigencia de ley respecto de la forma en que han de ejecutarse o cumplirse las
penas (garantía de ejecución).
Pensando, ahora, no en los campos concretos en que se proyecta el principio de legalidad,
sino en la forma que asume esa proyección, la doctrina suele distinguir cinco manifestaciones
concretas de aquel postulado: principio de reserva de ley, principio de irretroactividad, principio
de exclusión de la analogía y principio de taxatividad.

1. Principio de reserva de ley


Este postulado implica que la ley es la única fuente admisible en el campo del Derecho
penal, al menos en lo que respecta a la tipificación de los delitos y al establecimiento de
sanciones. Solamente por ley se pueden crear delitos y establecer penas.
Ahora bien, es necesario aclarar qué disposiciones legales abarca el término “ley”. En
otros países (por ejemplo, en España), las normas penales se cuentan entre aquellas que requieren
de ley orgánica, lo cual implica una exigencia de quórum más elevado que el normal, para los
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efectos de su aprobación. La Constitución chilena, sin embargo, no formula una exigencia en tal
sentido, de modo que basta una ley ordinaria.
Con anterioridad a la entrada en vigencia de la Constitución de 1980, fue muy común que
se crearan delitos y se establecieran penas a través de decretos con fuerza de ley, y aún hoy
siguen vigentes algunos textos normativos de esa índole que incluyen tipos penales. A partir de la
entrada en vigencia de la Constitución actual, sin embargo, los decretos con fuerza de ley no
pueden ser utilizados como fuente para el establecimiento de delitos y penas, porque aquélla,
junto con regular el tema de la delegación de facultades legislativas, dispone que este
procedimiento no es admisible respecto de "materias comprendidas en las garantías
constitucionales" (art. 61 inciso 2º). Y bien sabemos que la pena siempre importa limitación de
tales garantías y que el propio principio de legalidad penal, como veremos luego, es también una
garantía constitucionalmente reconocida.
Respecto de los decretos leyes (disposiciones sobre materias de ley, emanadas del
Ejecutivo en períodos de anormalidad institucional), que también han sido utilizados en Chile
como fuente de delitos y penas, la práctica legislativa y judicial tiende a reconocerles validez: la
primera, en cuanto ha modificado o derogado textos normativos de esa clase; y la segunda, en
cuanto los ha aplicado en reiteradas ocasiones. Lo doctrina, en general, sostiene que, a pesar de
ser actos que emanan del Poder Ejecutivo, debe reconocérseles validez, ya que no es posible
privar al país de iniciativa legal durante los períodos en que el Congreso no está en funciones,
siendo indispensables, incluso, para superar el período de inestabilidad política que motiva su
dictación.
Finalmente, como consecuencia del principio de reserva de ley queda descartada la
posibilidad de aplicar cualquier otra fuente que no sean las normas emanadas del Poder
Legislativo. Sin embargo, suele atribuirse a la jurisprudencia y la doctrina el carácter de fuentes
mediatas o indirectas del Derecho penal, en cuanto pueden influir en la forma de interpretar y
aplicar los preceptos legales y en cuanto, indudablemente, influyen en los procesos de reforma
del derecho vigente.

2. Principio de exclusión de la analogía


Como se sabe, la analogía consiste en solucionar un problema que no está expresamente
resuelto en la ley, utilizando una norma que regula una situación similar, pero no idéntica.
Las normas jurídicas están destinadas a regir situaciones que han de ocurrir con
posterioridad a la fecha de su entrada en vigencia. Por este motivo, siendo ilusorio que el
legislador pueda prever la totalidad de las situaciones futuras, siempre habrá hechos carentes de
regulación (las llamadas lagunas o vacíos legales).
La propia ley reconoce esta situación, en el artículo 10 inciso segundo del Código
Orgánico de Tribunales, al disponer que, reclamada la intervención del órgano jurisdiccional en
forma legal y en negocios de su competencia, no podrá aquél "excusarse de ejercer su autoridad
ni aun por falta de ley que resuelva la contienda sometida a su decisión"; y en el artículo 170 Nº 5
del Código de Procedimiento Civil, al disponer que, a falta de ley, los fallos deberán basarse en
los principios de equidad.
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En materia penal, sin embargo, tales disposiciones no son aplicables, porque aquí no cabe
hablar de lagunas o vacíos legales: en virtud del principio de legalidad, las conductas humanas
que no están expresamente contempladas en una ley, no constituyen delito y deben quedar
impunes, por mucho que sean moralmente reprobables, o, aun, ilícitas desde el punto de vista de
otros sectores del ordenamiento jurídico. Esto, por cierto, conduce a afirmar que en el campo del
Derecho penal queda excluida la analogía, como fuente para el establecimiento de delitos o
sanciones.
Por lo tanto, cuando el juez establezca el sentido de las normas para determinar qué
supuestos se encuentran recogidos por éstas, no puede desbordar los límites de los términos de la
ley y aplicarla a supuestos no previstos en la misma. De esta manera, el tenor literal se convierte
en un límite a la interpretación de la ley penal.
La prohibición de la analogía rige, sin duda, respecto de todas aquellas disposiciones
penales que fueren perjudiciales a los intereses del inculpado (la llamada analogía in malam
partem). Esto, obviamente, es consecuencia directa del principio de legalidad, cuya connotación
garantista impide aplicar analógicamente las normas que fundamentan la responsabilidad penal o
aquellas que la agravan en razón de determinadas circunstancias. Pero si bien es unánime el
rechazo de la analogía perjudicial, no cabe decir lo mismo respecto de la llamada analogía in
bonam partem o beneficiosa para el inculpado (por ejemplo, aquella que aplica de modo
analógico una norma que puede llevar a su absolución o a la aplicación de una pena más benigna)
La opinión mayoritaria sostiene que esta última forma de analogía también debe ser
excluida, porque, al establecer las conductas susceptibles de ser sancionadas como delito, el
legislador ha emitido un juicio sobre todas las conductas humanas, determinando cuáles han de
ser sancionada y cuáles no; y, en el caso de las primeras ha dictaminado acerca de la forma e
intensidad que ha de revestir el castigo. De ahí, pues, que el hecho de dejar de imponer una
sanción, como así también el de imponer una menos rigurosa, impliquen -en concepto de muchos
autores- torcer por vía jurisdiccional una voluntad legislativa (que es expresión de la voluntad
popular), claramente manifestada en el texto de la ley.
La opinión favorable a la admisión de la analogía in bonam partem puede fundarse en que
la Constitución, al consagrar el principio de legalidad, se refiere únicamente a que "ningún delito
se castigará con otra pena que la que señale una ley..." (art. 19, Nº 3, inciso séptimo). Como dicho
precepto únicamente prohíbe establecer un castigo al margen de la ley, podría sostenerse que la
utilización del criterio analógico para los efectos de absolver o para establecer un trato más
favorable, no estaría cubierta por la prohibición constitucional. Asimismo, en apoyo de esta
posición, podría argumentarse que el verdadero sentido del postulado de legalidad (concebido
como garantía política en favor del ciudadano, más que como instrumento de certeza jurídica), es
restringir al máximo la intervención punitiva del Estado, y que es, precisamente, a este objetivo al
que tiende la analogía in bona partem.

3. Principio de irretroactividad penal


Este postulado implica que las leyes penales sólo pueden regir situaciones ocurridas con
posterioridad a su entrada en vigencia, estando prohibido aplicarlas con efecto retroactivo, es
decir, a situaciones acaecidas con anterioridad.
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Este principio tiene plena consagración en el artículo 19 Nº 3 inciso séptimo de la


Constitución, el cual dispone que "ningún delito se castigará con otra pena que la que señale una
ley promulgada con anterioridad a su perpetración, a menos que una nueva ley favorezca al
afectado". En otras palabras, se consagra la irretroactividad de las normas que fundan la
responsabilidad penal y la de aquellas que establecen un trato más gravoso en perjuicio del
inculpado, pero el mismo precepto constitucional permite la aplicación retroactiva de aquellas
normas que operan en un sentido favorable a sus intereses. Volveremos a estudiar estas
cuestiones al analizar el ámbito temporal de aplicación de la ley penal.
Si bien es cierto, que este postulado suele vincularse primordialmente con el fundamento
político del principio de legalidad, es innegable que aquél cumple un importante rol como
garantía relativa a la imputación subjetiva del inculpado, en cuanto le asegura que no será
responsabilizado por hechos o situaciones que no estuvo en condiciones de prever al momento de
actuar.

4. Principio de taxatividad
También llamada principio de tipicidad y principio de determinación, esta garantía
implica que las leyes penales han ser redactadas en términos estrictos y precisos, de modo que no
den lugar a dudas acerca de la situación que pretenden regular. El principio de legalidad, por
cierto, carecería de toda eficacia si bastara con cumplir la formalidad de que el delito y la pena
estuvieran previamente establecidos en una ley, y no se exigiera, al mismo, tiempo que ésta
precisara nítidamente el hecho sancionado y la pena correspondiente. La idea de taxatividad es,
por tanto, un complemento indispensable para la plena vigencia del principio de legalidad penal.
Este principio, al igual que los anteriores, figura en el artículo 19 Nº 3 de la Constitución,
cuyo inciso final prescribe que "ninguna ley podrá establecer penas sin que la conducta que se
sanciona esté expresamente descrita en ella".
La exigencia constitucional se cumple, únicamente, cuando la descripción de la conducta
se hace en términos tales, que no dan lugar a más de una interpretación acerca de lo que se desea
incriminar. Asimismo, deberá tratarse de términos que se basten a sí mismos, de manera que no
sea necesario recurrir a otros antecedentes para fijar su sentido y alcance. Desde el punto de vista
gramatical, la conducta tendrá que expresarse con un verbo autodenotativo, es decir, que indique
por su mismo cuál es comportamiento humano que trasunta. No basta, en consecuencia, con
fórmulas verbales de índole formal, como por ejemplo, infringir, transgredir, burlar, etc.

III. LAS LEYES PENALES EN BLANCO

1. Concepto
Como ya sabemos, las leyes que crean delitos constan de dos partes: una hipótesis o
precepto y una sanción. La hipótesis es la descripción de una conducta, es decir, un
comportamiento humano, y de las circunstancias en que aquella ha de realizarse; desde el punto
de vista gramatical, se expresa a través de un verbo. La sanción, por su parte, es la pena o castigo
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que debe sufrir quien realizare la conducta, en las circunstancias que la ley prevé. Así, la ley que
contiene una hipótesis y una sanción, establecidas en términos precisos, de modo que al juez le
baste con su lectura e interpretación para aplicarla, puede decirse que es una ley completa.
Junto a estas leyes, el ordenamiento jurídico suele contemplar otras, que podemos
denominar incompletas, en las cuales falta todo o parte del precepto, o bien toda o parte de la
sanción. Como estas leyes no se bastan a sí mismas, el juez debe recurrir a otro texto normativo
para emitir su juicio de absolución o condena.
Sobre esta base, podemos definir la ley penal en blanco (o incompleta, como también se
le suele denominar) como aquella disposición emanada del Poder Legislativo, para tipificar un
delito, en la cual falta la hipótesis o la sanción, o una parte de aquélla o de ésta, y que, por tal
razón, precisa de otra disposición que la complemente.

2. Clasificación
Tomando como base la definición anterior, podemos distinguir cuatro clases de leyes
penales en blanco:
a) Leyes penales en blanco propiamente tales, que son aquellas disposiciones que
contienen la sanción, pero cuyo precepto o hipótesis debe ser determinado o completado por un
texto normativo diverso de jerarquía inferior a la legal, emanado de una autoridad administrativa.
b) Leyes penales en blanco impropias, en que la labor de complemento es encomendada
aquí a otra ley y no a disposiciones emanadas de autoridades ajenas al Poder Legislativo.
c) Leyes penales en blanco irregulares, que representan la situación inversa. Es decir, se
trata de disposiciones en que la conducta punible aparece completamente descrita por el
legislador, pero que dejan en blanco la sanción. Se denominan irregulares, porque a pesar de
tratarse de disposiciones penales, paradójicamente, omiten la pena. Algunos las denominan leyes
penales en blanco "al revés".
d) Leyes penales abiertas, que son disposiciones incompletas en que la labor de
complemento es entregada a propio tribunal encargado de aplicarlas, quien podrá hacerlo con
entera discrecionalidad.

3. Fundamentos
La doctrina, en general, manifiesta una opinión favorable a la admisibilidad de las leyes
penales en blanco propiamente tales, al menos como un mal necesario. En efecto, todos los
autores concuerdan en que tales disposiciones involucran un riesgo para la plena vigencia del
principio de legalidad, pero convienen en que no es materialmente posible que las leyes prevean
todas las situaciones circunstanciales en que pueden ejecutarse determinadas conductas,
especialmente aquellas que tienen que ver con materias dotadas de un elevado tecnicismo, como
lo son, en general, las carácter científico o económico.
Asimismo, en favor de la admisibilidad de esta clase de disposiciones suele invocarse el
que es necesario que ciertas materias sean reguladas con la prontitud propia de la gestión
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administrativa, y no con la tardanza y falta de oportunidad que, generalmente, supone el ejercicio


de la potestad legislativa.
Existe, igualmente, una opinión favorable en torno a la admisibilidad de las leyes penales
en blanco impropias, porque se estima que la remisión de un texto legal a otro de la misma
jerarquía, no vulnera la exigencia de legalidad, pues el castigo de todos modos tendrá su base en
una ley.
No cabe decir lo mismo respecto de las leyes penales en blanco irregulares y de las
leyes penales abiertas, respecto de la cuales no existe un fundamento plausible para su
admisibilidad.

4. Constitucionalidad
Los miembros de la Comisión de Estudio de la Constitución de 1980, al discutir el
alcance que debía darse al principio de legalidad, estuvieron de acuerdo en que las leyes penales
en blanco (todas, porque no formularon distingas), no tendrían cabida en dicho texto
constitucional. Para ello acordaron, como fórmula consagratoria de aquel principio, la siguiente:
"Ninguna ley podrá establecer penas, sin que la conducta que se pretende sancionar esté expresa
y completamente descrita en ella".
El texto definitivo de la Constitución, sin embargo, difiere del que fuera aprobado por la
Comisión, porque no incluye el adverbio "completamente", limitándose a exigir que la conducta
esté "expresamente" descrita en la ley.
Aunque se desconocen las razones que motivaron el cambio, la doctrina concuerda en que
el texto vigente -y con mayor razón si se tiene presente la redacción primitiva- implica un
reconocimiento en orden a que las leyes penales preceptivas pueden ser completadas por una
disposición diversa. Esto obedece a que la interpretación de los textos normativos (como
tendremos ocasión de ver más adelante), debe orientarse a determinar el querer actual de las
disposiciones y no la intención de sus redactores.
Lo anterior, sin embargo, no quiere decir que todas las formas de leyes penales en blanco
sean acordes con la letra de la Constitución, siendo preciso examinar, por separado, la situación
de cada una de ellas.
Respecto de las leyes penales en blanco propiamente tales, es preciso tener en cuenta
que la Constitución permite que la hipótesis sea completada por un texto diverso, pero exige que
la ley que crea el delito contenga, por lo menos, "la descripción de la conducta". En consecuencia,
la labor de complemento sólo puede referirse a aspectos circunstanciales a la conducta y no a la
conducta misma, cuyo sentido y alcance debe estar expresamente fijado en la ley incompleta, con
las exigencias ya examinadas al tratar el principio de taxatividad. Asimismo, el texto
complementario tendrá que reunir las condiciones mínimas de generalidad y publicidad que
imponen, por una parte, el principio de igualdad y, por otra, el principio de imputación subjetiva
o de culpabilidad.
En suma, las leyes penales en blanco propiamente tales son perfectamente
constitucionales, siempre que contengan la descripción de la conducta y siempre que la labor de
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complemento se refiera a aspectos circunstanciales (de tiempo, o de lugar, por ejemplo). El texto
complementario, por su parte, será inconstitucional si amplía el sentido de una conducta prevista
(o si agrega una no prevista) en la ley incompleta.
Enseguida, es preciso tener en consideración que la labor de complemento sólo puede
referirse a la hipótesis; en ningún caso a la sanción. Ello obedece a que la Constitución -al
disponer que ninguna ley "podrá establecer penas" sin que se den ciertos requisitos- parte de la
base, y al mismo tiempo declara, que sólo la ley puede establecer penas. Y como la redacción,
por otra parte, concluye con la expresión "en ella" (que alude a la ley que establece la conducta y
la pena), debemos concluir que no es posible separar ambos aspectos. Es decir, la ley que fija una
conducta delictiva debe contener además la sanción, de modo que no podría el legislador
encomendar la imposición del castigo a un texto normativo posterior, cualquiera sea su rango.
En consecuencia, las leyes penales en blanco irregulares, en cuanto entregan la fijación
de la pena a un texto administrativo posterior, son siempre inconstitucionales. Y las leyes penales
en blanco impropias, sólo serán ajustadas a la Constitución cuando entreguen a otra ley el
complemento de la hipótesis (con los mismos resguardos que rigen para las leyes penales en
blanco propiamente tales); serán, en cambio, inconstitucionales si se limitan a describir la
conducta, dejando a una ley posterior la fijación de la pena.
Las leyes penales abiertas, en fin, tampoco cumplen las exigencias constitucionales,
tanto por contravenir la exigencia de legalidad penal, en los términos que ya conocemos, como
por el hecho de atentar en contra de la garantía de igualdad ante la ley.
EJERCICIOS
1. Indica cuáles son los fundamentos del principio de legalidad penal.
2. ¿Tiene alguna importancia que el principio de legalidad tenga consagración a nivel
constitucional?
3. Redacta un precepto penal imaginario que claramente no cumpla las exigencias
constitucionales en materia de taxatividad.
4. Busca en el Código Penal ejemplos de preceptos que no cumplan las exigencias que
impone el principio de taxatividad.
5. ¿Qué relación puedes establecer entre los principios de legalidad y de irretroactividad?
6. Efectúa una aplicación analógica de la siguiente disposición hipotética: "Será atenuante de
responsabilidad penal el hecho de haber delinquido una persona bajo los efectos del
alcohol".
7. Examina el artículo 496 Nº 36 CP e indica qué clase de norma penal se contempla allí.
8. Examina el artículo 388 CP e indica qué clase de norma penal se contempla allí.
9. Redacta un ejemplo hipotético de ley penal en blanco propiamente tal; otro, de ley penal
en blanco irregular y otro, de ley penal abierta.
10. Si un tribunal pretendiera aplicarte una pena contemplada en una ley penal abierta, ¿en
qué forma te defenderías?

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