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Guía Militar del Siglo XI Ibérico – Jorge Calvo y Sergio Ayala
Índice
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Guía Militar del Siglo XI Ibérico – Jorge Calvo y Sergio Ayala
El esplendor del califato cordobés durante todo el siglo X y la potencia del ejército omeya (baste
recordar las campañas de Al-Mansur en la segunda mitad del siglo) provocaron que la influencia
musulmana en las tácticas y por consiguiente en la panoplia militar de los reinos cristianos fuese
superlativa, sobre todo en el caso de los reinos occidentales, que sólo compartían frontera por tierra
con el califato. Esta panoplia ibérica, en la que tan llamativa resulta la homogeneidad del armamento
empleado por andalusíes y cristianos), se diferencia de la europea (de influencia primero carolingia y
más tarde normanda) especialmente en el énfasis de la caballería e infantería ligeras, desprovistas en su
mayor parte de armadura metálica, y la preponderancia de las escaramuzas y las algaras, más que en las
batallas en campo abierto. Esta forma de combate, llamada por los árabes karr wa farr y por los
cristianos torna fuya (vocablo prestado de sirio tornafuy) condicionó en gran medida el armamento
empleado en la península ibérica durante el siglo X, en la que se confía más en las armaduras y yelmos
de cuero (el acero era especialmente caro en los reinos cristianos), las brunias de origen visigótico y
carolingio (fuertes túnicas de tela gruesa a la que se cosían anillos de metal), y los arcos y las jabalinas
(también llamadas azagayas) para hostigar al enemigo.
Beato de Urgell, ca. 950. Adargas circulares, en este caso asidas en lugar de embrazadas. Como armamento ofensivo destacan la espada
(sin arriaz y pomo trilobulado) y la lanza con aleta.
El escudo, de forma redonda, ligero y manejable, es también de cuero, y se llama adarga, construida
enteramente de piel cosida, siendo notable la ausencia de un ánima de madera. Se solía llevar
embrazado, aunque no es infrecuente que se emplee asido. Tampoco era inusual la decoración, tanto
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en los guerreros cristianos (formas geométricas, aspas, espirales...) como en los andalusíes (inscripciones
o epigramas). Naturalmente, no existían las figuras heráldicas, que no se generalizarán hasta el siglo
XIII. Y eso parece todo. No existen evidencias iconográficas en los Beatos de más equipamiento
defensivo, aunque sí es posible encontrar algunas referencias textuales 1; no encontramos tampoco
representaciones de lorigas (aunque hay estudios que afirman que las protecciones se vestían debajo de
la ropa) ni yelmos, más allá de algún casco cónico aislado, aunque nos consta que existían por las
crónicas califales que los nombran, al menos para la élite militar. En cuanto a las armas, la espada y la
lanza son el armamento general para el cuerpo a cuerpo, y la honda y el arco como armas de proyectil,
sin aparente distinción entre jinetes e infantes.
Biblia de San Isidoro, ca. 960. Caballería sin loriga ni yelmo, aunque puede verso un yelmo cónico en la parte superior de la imagen.
No será hasta el final del siglo X y principios del XI cuando la influencia franca comience a hacerse
notar, primeramente en el oriente peninsular y en la zona navarra. Fue la paulatina adopción de la
panoplia militar normanda y la caballería pesada la que convirtió a Sancho III el Mayor de Navarra
(que reinó desde el 1004 hasta 1035) en el rey cristiano más poderoso de su época, y ya durante la
segunda mitad del siglo XI el equipamiento ligero omeya fue gradualmente abandonado en todos los
reinos cristianos, siendo sustituido por el arnés y las tácticas de la caballería pesada de allende los
Pirineos.
1 Según “Los anales palatinos de Al-Hakam II” unas pocas unidades de élite cordobesas se caracterizaban por el uso
de lorigas y cascos.
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Como es natural, fue en las zonas de la Marca Hispánica, los condados pirenaicos y el reino de
Navarra, que compartían frontera y en algunos casos territorio o vasallaje a ambos lados de los
Pirineos, donde la influencia franca se manifiesta de forma más temprana. El relativo aislamiento de los
reinos de occidente motivan que en la representaciones de reino leonés en la primera mitad del siglo
tan solo se puedan ver las adargas, las lanzas de cruceta y la ausencia de equipamiento defensivo propia
del siglo anterior, que ya empieza a caer en desuso en la iconografía catalana.
Beato Facundus, ca. 1047. No existen prendas específicas para los guerreros, sino que llevan la túnicas, pantalones y mantos habituales
entre la población civil. Ídem para el calzado.
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Biblia de Roda (primer cuarto siglo XI). Guerreros ataviados con prendas civiles.
Biblia de Ripoll (primer cuarto del siglo XI). Ropas de guerrero iguales a las prendas civiles.
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En la zona leonesa persiste el equipamiento ligero mozárabe, sin apenas elementos defensivos salvo
adargas circulares de pequeño tamaño; siendo las lanzas y las espadas de tipo vikingo, con arriaz corto y
pomo trilobulado las armas principales de los guerreros. Las lanzas pueden verse con y sin aletas, lo
cual parece evidenciar dos tipos de armas: aquellas empleadas a modo de pica, para formar un muro
contra los jinetes y en las que las aletas evitarían la pérdida del arma al clavarse en exceso; y por otro
lado, las empleadas a modo de venablo o azcona, lanzas arrojadizas en las que la ausencia de aletas
permitirían que se clavase totalmente y no pudiesen ser empleadas como contraataque; estas, con el
ástil algo más corto, se solían denominar azagayas.
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También se representan armas menos elaboradas, como garrotes y simples piedras arrojadizas, y puede
argumentarse también el uso de cuchillos. Los arcos son recurvos, denominados arcos turcos, para
diferenciarlos de los arcos francos (como se denominaban a las ballestas de pie).
Como se ha comentado, la panoplia defensiva no es muy amplia, aunque hay menciones en textos
procedentes del reino de León acerca de lorigas y yelmos, al parecer se trataba de un equipo escaso y
empleado solamente por las élites. Es posible que se emplearan coseletes de cuero por debajo de los
ropajes, pero no existe evidencia ni arqueológica ni iconográfica.
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En cambio, en la zona central y oriental del norte peninsular se aprecia ya la llegada del arnés
franco. Las espadas son de arriaz más largo, recto o curvo, con pomos discoidales, al modo normando.
Las lanzas siguen siendo de aletas, pero los escudos son más grandes, de tipo redondo o de cometa.
Biblia de Ripoll. Podemos ver los escudos más grandes, incluso varios almendrados o de cometa, los gorros o quizá yelmos frigios, y las
lanzas con cruceta.
Los infantes, de forma general, todavía visten las mismas ropas que los civiles, en general túnicas
amplias y clámides, pero ya se empiezan a ver los gorros y bonetes protegiendo la cabeza. Algunos de
ellos puede que sean de cuero o metal, siendo difícil de interpretar en las imágenes.
También empiezan a verse las armaduras. Resulta complejo discernir si se trata de lorigas de malla o
brunias (armaduras de cuero a las que se cosían anillos de metal), pero se trata en todo caso de
armaduras de estilo carolingio, que llegan a la altura de la cadera y el antebrazo, dejando desprotegidos
los brazos desde el codo. Los yelmos son cónicos, frigios (de perfil asimétrico, con la punta del cono
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ligeramente inclinada hacia el frente) o capacetes semiesféricos, empezando a representarse también los
primeros nasales. No obstante, también perviven infantes o levas de equipamiento mucho más ligero,
a la manera del siglo anterior, con adargas o rodelas y lanzas por todo arnés.
Arqueta del Museo Glencairn, de origen navarro. Datación incierta, entre el siglo X y el XI. Pueden verse las lanzas y los escudos
redondos con umbo, además de los yelmos con nasal.
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El armamento resulta más variado. El principal elemento sigue siendo la lanza, pero gana especial
preponderancia la espada.2 En las biblias de Roda y Ripoll (datadas en la primera mitad del siglo XI)
parecen existir no menos de siete tipos distintos de espada. La primera de ellas sería una espada
“arcaica”, con arriaz corto, de estilo vikingo como ya hemos visto en el apartado leonés.
Biblia de Ripoll. Se representan las espadas de la antigüedad, de arriaces cortos y pomo redondo.
El segundo tipo de espada sería el de pomo de nuez de brasil y arriaz recto, que parece evolucionar de
un pomo semiesférico, y también el pomo tipo D o E según la clasificación de Oakeshott.
Biblia de Ripoll. Espadas de arriaz recto, con pomos de nuez Clasificación de pomos de espada según Oakeshott.
(derecha) y tipo D (izquierda).
2 K. Bosl afirma que la espada sirvió como diferenciación entre grupo sociales, que se dividían entre portadores de
espada (schwerttragenden) y no portadores de la espada. De ahí la importancia de la representación.
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Un tercer tipo, que parece el más común, sería el de pomo discoidal y arriaz recto, que vemos en
numerosas imágenes de las biblias, y que puede corresponderse al tipo XI de Oakeshott.
Con arriaz curvo se ven ejemplos de espadas con pomo con un pequeño resalto, recordando el pomo
tipo K de Oakeshott, como quinto tipo de espada.
Biblia de Roda. Arriaz curvo con pomo tipo K. Biblia de Roda. Arriaces curvo y pomo K.
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Un sexto tipo sería la espada de pomo discoidal pero arriaz en forma de gancho.
Y por último, el arriaz en forma de gancho podemos verlo también con un pomo peculiar, con tres
puntas, quizá recordando el pomo tipo C de Oakeshott, o puede que un tipo L que se reconoce como
típicamente hispano.
Biblia de Roda.
Como curiosidad, puede observarse una espada con la punta ligeramente curvada, que parece indicar
que se trata de un bracamarte3 o espada de un solo filo.
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Por su parte, la lanza es análoga a la representada en el apartado leonés, siendo una hoja obloga o
romboidal larga, normalmente con aletas, empleada para apuñalar desde arriba, o bien ensartar desde la
altura de la cadera, o bien como venablo arrojadizo. En este segundo caso el ástil también es
representado más corto. También se ven ejemplos de hojas en forma de arpón.
Tipología de lanzas según Heribert Seitz. El tipo F y G son los más empleados en el siglo XI, aunque se ven ejemplos del tipo B y C.
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Las Biblias catalanas también recogen como armas de infantería las mazas y las hachas. Hay que hacer
notar que estas armas no se consideraban nobles, sino que adquirían una connotación negativa dado
que los andalusíes las empleaban habitualmente, especialmente las mazas (en árabe dabbus). Tanto en
estas Biblias como en el Arca Santa de Oviedo las portan guerreros considerados enemigos de la
cristiandad (ejércitos de infieles, soldados romanos custodios de Cristo) o figuras malignas (diablos, o el
propio Caín que la emplea para matar a Abel). Las mazas podían ser simples (poco más que clavas),
aunque algunas más elaboradas podrían ser cetros que señalaran al caudillo de cada ejército.
Aunque hay que admitir que en algunos casos es difícil discernir si las hachas son herramientas o armas
propias de guerreros, consignamos aquí que se pueden observar hachas bipennes, hachas de asta larga
(relacionadas con el armamento carolingo), hachas de una mano de filo curvo e incluso algunas que
podrían relacionarse con las franciscas (arrojadizas).
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En cuanto a las armas de proyectil, las Biblias recogen en primer lugar el uso de arcos y ballestas. El
arco sigue siendo el arco llamado turco, pero aparece ya la ballesta, que se denomina arco franco. Se
trata todavía de un tipo primitivo, sin estribera (por consiguiente, de poca potencia), que se carga
apoyando los dos pies sobre el arco (que es de madera) y tensando la cuerda tirando con ambas manos
hacia arriba.
En segundo lugar también se pueden ver representaciones de la hondas de fuste, o fustíbalos. Estas
arma permitían arrojar piedras de mayor tamaño a mayor distancia que las hondas de mano, por lo que
no es raro encontrarlas en contextos de asedio o escaramuzas. Y por otro lado, aunque no exista
representación en este período de las hondas de mano, no se puede descartar su uso ya que se ven
recogidas en otros beatos posteriores (como el de Manchester, o la Biblia segunda de San Isidoro) y en
el contemporáneo tapiz de Bayeux, entre otros.
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Nuevamente resulta complicado saber hasta qué punto los cuchillos eran armas o se empleaban para
labores de campo (matanza, poda, etcétera) o en contextos domésticos, pero en los textos se suele
consignar el uso de dagas y armas de hoja más corta. Se trata de hojas asimétricas de un solo filo,
relativamente largas, y en algunos casos el lado opuesto al filo parece descender desde media hoja hacia
la punta de forma abrupta, recordando en cierto modo los seax del norte de Europa y evidenciando un
origen militar, aunque su uso sea aparentemente utilitario.
Biblia de Roda.
Biblia de Ripoll. Cuchillo.
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También en este caso cabe una distinción notable entre la región occidental y oriental del
norte peninsular. El reino leonés había permanecido relativamente aislado de resto de Europa (salvo
por alguna ocasional incursión vikinga), y su principal intercambio comercial y cultural se producía
con la fronteriza al-Ándalus. No es extraño, pues, que los jinetes sean representados al modo andalusí,
portando el mismo armamento que los infantes; a saber, espada trilobulada, lanza con aletas o arco, y la
adarga como único elemento defensivo.
Otra de las tácticas adoptadas del mundo árabe y representadas en los Beatos es el empleo de arqueros a
caballo, que son representados disparando hacia atrás, empleando la técnica del tiro parto característico
del mundo oriental.
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Como ya se ha mencionado las lorigas de malla o los yelmos metálicos son muy escasos y reservados
para la élite guerrera. Se puede concluir por tanto que la caballería leonesa de principios del siglo XI
era una caballería ligera, empleada tácticamente como la andalusí, es decir, para hostigar y no para
cargar contra fuertes cuerpos de infantería, que por su parte tampoco parecía estar preparada para
resistir cargas de caballería pesada. Los escudos ligeros, los estribos cortos y el uso al parecer de
arqueros a caballo así parecen confirmarlo. Aún así, en el Beato de San Millán de la Cogolla, y quizá
por tratarse de una región fronteriza, hay ejemplos de caballeros con armadura (loriga, brunia o
coselete) y cascos semiesféricos, además de escudos de cometa.
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Por contra, en la zona pirenaica del norte peninsular la caballería comienza a adoptar las tácticas y
arneses propios de la posterior caballería pesada románica. Se generaliza el empleo de yelmos (ovoides,
cónicos, semiesféricos, con y sin nasal), las lorigas de malla (o quizá brunias carolingias y cotas de
escamas) aparecen con cierta frecuencia en las representaciones, y normalmente los jinetes emplean
armamento pesado (lanzas largas, espadas y hachas), además de grandes escudos de forma almendrada o
de cometa, que permiten proteger mejor al portador. La caballería ya no es una fuerza hostigadora,
sino que carga contra la infantería y la caballería enemiga, lanza en ristre, para romper la línea.
Biblia de Ripoll. Caballería cargando. Se pueden ver los yelmos, que incluso en algún caso cubre hasta la nuca, las lanzas a la altura de
la cintura, y el uso de lorigas y escudos de mayor tamaño.
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Las protecciones metálicas parecen ser la excepción, y no la norma, reservadas para guerreros
prominentes. La representación de la Biblia de Roda distingue entre la trama de las lorigas, siendo
posible que algunas de ellas sean brunias carolingias o cotas de escamas andalusíes, aunque es complejo
afirmar de forma categórica una u otra opción.
Biblia de Roda. Las cotas de ambos caballeros son de trama distinta. Es posible que se trate de una cota de malla y una de escamas
andalusí.
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La cota se completa con un almófar también de malla, aunque no parece que sea en todos los casos, ya
que se pueden ver guerreros con y sin esta prenda. El caso de los aventails es diferente, ya que incluso
a guerreros sin almófar se les puede ver con el característico cuadrángulo de malla sobre la parte
superior del pecho, que al parecer se trata de la barbera que protege el rostro cuando se lleva suelta.
Biblia de Ripoll. Loriga sin almófar pero con aventail. Biblia de Roda. El caballero de la izquierda parece llevar almófar.
La variedad de yelmos es notable, al igual que para la infantería. Pueden hallarse yelmos de forma
ovoide, más arcaicos, pero ya se observan los primeros cónicos, los frigios, los semiesféricos, y algunos
parecen completarse con nasal o extenderse por la nuca. Los cascos ovoides portan un refuerzo en la
frente y otro en forma de cresta, quizá para proteger la unión entre las secciones del yelmo. Los
cónicos parecen remachados en varias piezas, tipo spangenhelm europeo, y una parte de ellos parecen
tener acanaladuras verticales a modo de gallones. Los cascos cónicos llevan un refuerzo en la frente y
otro en forma de cresta, quizá para proteger la unión entre las secciones del yelmo.
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Biblia de Ripoll. Yelmo con nasal Biblia de Roda. Yelmo ovoide con protectores.
Biblia de Roda. Yelmo frigio. Biblia de Roda. Yelmo remachado tipo spangenhelm sin nasal.
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El armamento ofensivo parece el mismo que el de la infantería. La lanza es el arma principal, más larga
que la de los infantes, así como la espada; de forma excepcional se pueden encontrar caballeros
armados con hachas al modo carolingio, pero no aparecen, como en el caso leonés, arqueros a caballo,
aunque no sería raro que existiesen. Es notorio que se abandonan los escudos redondos de pequeño
tamaño para ir adoptando los cometa o incluso almendrados (cometas con la punta redondeada), más
grandes, con curvatura para desviar mejor los golpes de lanza y espada enemigos.
Parece pues que la caballería de la zona pirenaica es una caballería de transición entre los jinetes
hostigadores de panoplia ligera, propios del ejército omeya y cuya táctica y equipamiento fue adoptada
por la caballería cristiana leonesa, y la caballería pesada carolingia, que se irá imponiendo en la
península a partir de mediados del siglo XI. Aunque persiste la caballería ligera, y no todos los jinetes
completaban su arnés con lorigas, yelmos o escudos de estilo normando, sí que al menos existía una
parte de los caballeros que los portaban.
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Arqueta de Silos. El arquero porta armadura de cuero o tela reforzada. Al cinto porta una daga.
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Arqueta de Leyre. No había elefantes en la Península, pero podemos ver las adargas y las espadas de arriaz corto.
Pila de la Aljama de Játiva, siglo XI. Jinetes sin armadura o quizá con kaftán a modo de gambesón.
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La influencia militar normanda se empieza ya a generalizar por todo el norte peninsular, desde la
Marca Hispánica, pero gracias también a la dinamización del Camino de Santiago, impulsado desde la
monarquía navarra. Con Fernando I y Alfonso VI comienzan también la llegada de las ideas de Cluny
y de los peregrinos francos (extranjeros del norte de los Pirineos) a los reinos leoneses, que terminan
estableciéndose en villas a lo largo de la ruta jacobea (Villafranca del Bierzo, por poner sólo un
ejemplo, se funda en 1070). Una élite de caballeros va adoptando la silla de arzones altos, el estribo
largo y el modo franco de portar la lanza, debajo del brazo, llamado lance couchée, y cambiando a la
vez la táctica de combate. La caballería ahora carga en formación cerrada, rompiendo las filas de la
infantería enemiga. Las armadura de malla, aunque persistan las brunias de escamas y las protecciones
de cuero, comienzan a extender su uso, dando así comienzo a la época del caballero enlorigado.
En cierto modo, y quizá por convención estética, conviven en las representaciones de este período los
guerreros ataviados al modo mozárabe, propio de décadas atrás, y los infantes de equipamiento más
pesado. Los infantes ligeros portan, como ya se ha reseñado, escudos redondos o almendrados y lanzas,
sin más armamento defensivo.
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Los infantes pesados, por su parte, van armados con la loriga, que se ha alargado hasta debajo de las
rodillas.. La loriga se suele completar con un almófar o capucha, también de malla, y se protege la boca
y y barbilla con un aventail, completando la protección con un yelmo con nasal. Por debajo de la
loriga se viste una prenda acolchada, llamada gambesón, que protege contra los golpes y evitar el roce
de las anillas sobre la piel o la fina tela de las túnicas de vestir. Por las diferentes tramas que los
iluminadores representan, es posible que persistan las brunias, aunque sean elementos ya en desuso.
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El principal elemento ofensivo de la infantería sigue siendo la lanza, que todavía conserva las aletas que
se reseñaron en la panoplia de la primera mitad del siglo. Aparecen también nuevos tipos de espadas, a
pesar de que en las representaciones iconográficas perviven la espada trilobulada de arriaz corto típica
de la infantería mozárabe, quizá nuevamente por convención artística. Persiste también la ya recogida
espada de arriaz recto y pomo discoidal (Oakeshott tipo G).
Pero se introduce una variante, la espada de arriaz curvo y pomo discoidal con resalto (quizá un tipo
K, según la tipología de Oakeshott).
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También se puede ver este pomo discoidal con resalto en espadas de arriaces rectos.
Otro de los tipos de espada que persiste de décadas anteriores es el de pomo de nuez de Brasil y arriaz
recto.
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Y como ya se ha apuntado, quizá como convención artística se sigue empleando la arcaica espada con
arriaz corto y pomo lobulado (quizá tipo M).
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El único ejemplo arqueológico es la espada del Museo del Ejército, que presenta arriaz recto y pomo
semidiscoidal o semiesférico, clasificado como B1 en la tipología de Oakeshott.
Biblia de Roda.
En cuanto a los escudos, el más característico de este periodo es el escudo tipo cometa o lágrima. A
diferencia de la adarga, construida totalmente de cuero (y al parecer, conservada flexible mediante
grasa de origen animal) el escudo de cometa es de madera, forrado con cuero o tela y canteado
mediante clavos. También se aprecia el escudo almendrado, con el extremo inferior redondeado. En
alguno de ellos permanece todavía el umbo, reminiscencia de la protección que portaban los escudos
redondos cuando se asían, en lugar de embrazarse. Conviven estos escudos de origen europeo con los
de tipo redondo, bien adargas algo más grandes que las omeyas (se trata de las adargas almorávides, con
sus decoraciones típicas de borlas que puede observarse en las pinturas de San Baudelio de Berlanga),
bien escudos redondos lenticulares con un gran umbo puntiagudo, y que por lo que se puede
observar en las representaciones se manejaba asido, no embrazado.
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Beato Saint Sever. En este caso el escudo de cometa si que parece Beato Saint Sever. Escudo lenticular con umbo agudo.
llevar umbo.
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Junto con las espadas y las lanzas, también se observan mazas y hachas en el arsenal ofensivo. Las
hachas encontradas en la iconografía de este período son bipennes (análogas a las encontradas en el
registro arqueológico) y las mazas tienen una forma elaborada, bien con aletas o bien con resaltos que
podrían ser nudos o volutas de metal, al estilo de las mazas normandas.
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La infantería aparece provista de dos tipos de armas más: los cuchillos y los garrotes. Los cuchillos son
semejantes a los vistos en la primera mitad de siglo, y los garrotes parecen simples estacas de madera
pesada, a imitación menos costosa de las mazas de la caballería. Pueden tratarse de clavas.
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Como armas de proyectil destaca la consolidación de la ballesta de mano, o arco franco, todavía sin
estribera. Sigue empleándose el arco recurvo turco, pero asimismo se presenta la duda acerca de su
correspondencia a un uso cierto o a una mera convención estética.
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3.2 Caballería.
La principal novedad de la panoplia del caballero de la segunda mitad del siglo XI reside no tanto en su
armamento como tal (que no es más que una sofisticación del arnés normando importado del norte de
los Pirineos ya desde principios del siglo), sino la adopción de las tácticas de la caballería pesada. Los
estribos se alargan, permitiendo al jinete montar con la pierna estirada o a la brida (a diferencia de la
monta a la jineta, es decir, sin estribos, o bien la monta con estribos cortos que se aprecia en las
décadas anteriores). La lanza, el arma principal de la caballería en carga, se vuelve más larga y pesada, y
el caballero no la blande ya por encima de la cabeza ni a la altura de la cadera, sino que lo hace por
debajo del brazo en una posición que se denomina lance couchée. La loriga también se alarga, como la
de la infantería, llegando hasta las rodillas, y aunque en alguno de los beatos se aprecia la
representación de la armadura de malla para las piernas (las brafoneras) no es seguro que se trate de una
prenda real, sino más bien de una representación equívoca. El rostro se protege con un almófar o
capucha de malla, y los yelmos más usuales, cuando se llevan, son los cónicos o frigios con nasal.
Monasterio de Silos. Bajo las lorigas (se aprecia que se trata de lorigas hendidas desde la cintura, propias de caballero) se asoma el
gambesón o túnica gruesa que protegía el cuerpo del roce de las anillas. Sobre el almófar llevan lo que parece una variante de casco
apuntado. Llevan colgados por el tiracol grandes escudos cometa y portan lanzas.
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El arnés se completa con la espada (de los tipos ya comentados para la infantería) y la lanza, más larga y
pesada. Se ven lanzas ya sin aleta y también de hoja más ancha.
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También se pueden observar representaciones de arqueros y ballesteros a caballo, y aquí cabe de nuevo
la duda de si la representación es real u obedece a una convención: son representaciones de los jinetes
del Apocalipsis, y es probable que el autor de las miniaturas los representase con su panoplia habitual
(la balanza, el arco, la lanza, la espada).
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Además de las panoplia ya presentada, también conviene hacer mención de otras armas menos
convencionales, empleadas como herramientas pero que seguramente también servirían para
equipamiento militar campesino.
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4.2 Estandartes
Durante el siglo XI los estandartes más comunes se trataban de turbantes o tiras de tela coloreada atada
a modo de gallardete a las lanzas de la caballería. No existía la uniformidad ni la heráldica (ni siquiera la
preheráldica del finales del XII). También se pueden observar estandartes triangulares, puede que con
refuerzo transversal.
Biblia de Ripoll.
Biblia de Ripoll.
Biblia de Ripoll.
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De la misma forma que en la indumentaria civil, los ceñidores en la panoplia militar apenas se ven
representados. La mayor parte de los cinturones y ceñidores quedan ocultos por la ropa, en el caso de
los infantes sin armadura, o por la propia loriga en el caso de los quienes sí portan protecciones. En
otros casos, son lo que parecen fajines de tela, que permiten ajustar la espada. Y la ausencia de ceñidor
tampoco es excepcional.
Beato de Silos.
Beato Facundus. Fajín de tela.
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En cuanto a las vainas de las espadas, parecen ir sencillamente insertas entre el ceñidor y el cuerpo,
aunque muchas de ellas parecen portarse sin ella. Sólo en contadas ocasiones parecen verse
representadas, ya que en la mayor parte de las imágenes se pueden ver las espadas desenvainadas, pero
no la vaina vacía al cinto. Precisamente en la Biblia de Roda aparece una vaina vacía, que parece o
bien suspendida al cinto por dos tiras de cuero, o bien unida a un cinturón de armas.
Monasterio de Silos. Espada sujeta por el cinturón. Biblia de Saint Sever. Vaina. Parece tratarse de una pieza de cuero
cosida envolviendo la espada.
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4.3. Calzado
En lo referente al calzado, en la mayoría de imágenes (que pueden consultarse en esta misma guía)
aparece un calzado análogo al civil (zapatas, abarcas, etcétera), aunque en los Fueros de Melgar Suso
(ca. 950) se recoge la existencia de un calzado militar que vuelve a aparecer en el Cantar del Mío Cid
(1140), según Menéndez Pidal. Se trata de las huesas, unas botas más altas que el calzado habitual, que
se vestían para montar sobre las calzas y como prenda exclusivamente militar.
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Guía Militar del Siglo XI Ibérico – Jorge Calvo y Sergio Ayala
Las sillas del siglo XI en los reinos cristianos son de arzones altos, en forma de voluta, a diferencia de
las sillas andalusíes de arzón bajo, de origen beréber, que permiten mayor maniobrabilidad pero
resultan inapropiadas para las cargas.
Biblia de Roda.
Biblia de Ripoll.
En cuanto a los estribos, en los beatos del siglo X se pueden observar cómo los caballeros montan a la
jineta, es decir, con las piernas flexionadas y sin estribos, pero en el siglo XI las representaciones son
siempre con estribos, si bien cortos. En todo caso, el estribo habría llegado a los reinos leoneses por
influencia musulmana, que ya los conocían desde el siglo VIII. Sin embargo, las crónicas hablan de
que los jinetes andalusíes no solían emplearlos a pesar de que en la arqueta de Leyre sí aparecen
representados. Durante el siglo XI los estribos se alargan por influencia franca, y los jinetes comienzan
a ser representados montados a la brida, con las piernas completamente estiradas. Así, la fuerza del
golpe de la lanza ya no depende del jinete sino de la potencia obtenida por el caballo al galope.
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A modo de curiosidad también podemos ver la representación de los acicates, empleados por los
caballeros. No todos los emplean, pero prácticamente todos los caballeros que aparecen con loriga sí lo
hacen.
Beato de Silos
Biblia de Saint Sever.
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Guía Militar del Siglo XI Ibérico – Jorge Calvo y Sergio Ayala
GARCÍA GÓMEZ, Emilio, “Anales palatinos del califa de Córdoba al-Hakam II”, 1967
CIRLOT, María Victoria, “La evolución de la espada en la sociedad catalana de los siglos XI al XIII”,
1978.
SOLER DEL CAMPO, Álvaro. “Notas sobre la evolución de los modelos de armamento adoptados
en Al-Ándalus”, 1993.
MENÉNDEZ PIDAL, Gonzalo. “La España del siglo XIII en imágenes”, 1986.
SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio, “Una ciudad cristiana de hace mil años”, 1965.
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Fuentes Iconográficas
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