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El secreto del comunicador católico: “estar enamorados de Cristo”

Entrevista con fray Raniero Cantalamesa, predicador del Papa


Por Gilberto Hernández García |

Los medios de comunicación se encuentran, paradójicamente —porque deberían ser sólo


medios, nunca fines en sí mismos—, en primer plano en lo que toca a la formación de las
nuevas generaciones. Esta situación se torna en un desafío para la Iglesia, que debe hacer
presencia en estos modernos areópagos para llevar la Palabra que da Vida en el contexto de
la cultura de la muerte.

Hace un par de años, tuve la oportunidad de conversar con el padre Raniero Cantalamesa,
fraile franciscano capuchino y predicador de la Casa Pontificia, quien nos ofrece algunas
reflexiones en torno a esta oportunidad que la Iglesia tiene en los medios de comunicación
social.

Usted es un predicador reconocido a nivel mundial, y en su ministerio se ha valido de


todos los instrumentos posibles para hacer llegar el Evangelio a la gente; sin embargo,
sus oyentes, sus destinatarios, reciben otras propuestas de vida a través de los
modernos medios de comunicación. ¿Cómo percibe a los medios hoy en día?

La característica de nuestra época, su realización y éxito más grandioso es la informática, es


decir la comunicación de masas: prensa, cine, televisión, internet, celular. Los así llamados
medios de comunicación son los grandes protagonistas del momento. Cada individuo
puede, en cualquier momento del día y de la noche, ser informado sobre aquello que sucede
en el mundo y meterse en contacto directo con otra persona en cualquier punto del planeta.
Toda esta realidad es signo de un grande progreso por el cual debemos estar agradecidos a
Dios y a la técnica que lo ha hecho posible. Hay, sin embargo, graves peligros e indudables
aspectos negativos en la comunicación social de hoy.

¿Cuál es el talante de esta comunicación a la que se refiere?

Es una comunicación consumista, en el sentido que empuja al consumo y que se consume y


acaba en sí misma: es una comunicación exclusivamente horizontal. Los hombres, en este
caso, se intercambian sus noticias y como ellos son efímeros, pasajeros, también sus
noticias son efímeras. Una cancela a la otra. Cuanto más crece la comunicación, más se
experimenta la incomunicabilidad. Las comunicaciones se reducen a sonidos, a rumores. El
rumor nos asegura que no estamos solos; pero falta una comunicación vertical, creativa,
falta totalmente el otro. Toda su comunicación se convierte en un espejo que refleja la
imagen de la propia miseria y el eco del propio vacío. En suma, la comunicación moderna
es una comunicación de tristeza. Los medios dan mucho más relieve a lo que hay de mal y
de trágico en el mundo que a lo que hay de bien y de positivo.

¿Qué otros riesgos ve usted en los medios de masa?


Los medios de comunicación nos ponen ante los ojos en cada momento lo que podríamos
ser y no somos, lo que otros hacen y nosotros no hacemos. Nace de ahí una sensación de
resignada frustración y aceptación pasiva de la propia suerte, o bien, al contrario, una
necesidad obsesiva de salir del anonimato e imponerse a la atención de los demás. Otro
rasgo negativo en la comunicación de masa, especialmente en los espectáculos, es la
explotación de la mujer, el abuso que se hace de su cuerpo, y en general la visión negativa
de la relación entre los sexos.

¿Cuáles serían las características de una comunicación en clave cristiana que


pudieran hacer frente a las formas y contenidos de la comunicación actual?

Creo que el Evangelio puede ayudarnos a cambiar este estado de cosas. Él es la «Buena
Nueva» del amor de Dios para los hombres. Dios nos conoce perfectamente, pero no usa
este conocimiento para juzgarnos, su corrección es amor. Yo puedo decir, como
franciscano, que tenemos que contribuir a difundir esperanza y alegría. Francisco es el
hombre de la alegría perfecta, el juglar de Dios. No se trata de una alegría ilusoria, sino de
una alegría fundada en la esperanza. Tenemos que insistir sobre esta raíz de fe: la unión
profunda a Cristo y en particular a la cruz de Cristo.

Entonces, si queremos evangelizar a través de los medios de comunicación social, el


secreto es sencillo: estar enamorados de Cristo.

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