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Límites borrosos
Rebeldes y criminales
Una crítica a la tradicional distinción
entre el delito político y el delito común
Mauricio Rubio
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Hood, al cual «se le atribuyen todos los valores morales positivos del pueblo y
todas sus modestas aspiraciones»; el Cangaceiro del Brasil, «que expresa sobre
todo la capacidad de la gente del pueble}, gente humilde, de atemorizar a los
más poderosos: es justiciero y vengador» y el tipo Haidukes de Turquía que
representa «un elemento permanente de resistencia campesina contra los se-
ñores y el Estado». Hobsbawm (1991) p. 63.
3
Ver Pizarro (1996).
4
Ibid, p. 42.
«Las formas dominantes de la violencia urbana en Colombia no son nego-
ciables, come) sí lo es aquella generada por confrontaciones de aparatos ar-
mados en pugna por el control del Estado o el cambio del régimen político
vigente en Colombia». Comisión de Estudios sobre la Violencia (1995) p. 71.
«Lo que permite el diálogo es la consideración de delincuentes políticos que
se les da a quienes se levantan en armas contra la nacieín en procura de obje-
tivos sociales y políticos. Eso establece un tipo de delincuente que es aquel
con el cual, en determinadas circunstancias [...] resulta viable conversar, nego-
ciar y llegar a acuerdos». Entrevista con He)racier Serpa, Conséjele) de Paz, L\
PRENSA, 16 de Febrero de 1992. Ver también Orozco (1992) p. 19.
En las líneas del pensamiento de Radbruelr, Orozcej opina que «tanto la fun-
ción de castigar, como la de reeducar y arín la ele amedrentar están fuera de
lugar respecto de un hombre que no tiene conciencia de culpa v e]tie no es
susceptible, por elle), ni de arrependimiento ni de reeducacie'm, y acaso de
amedrentamiento». Orozco (1992) p. 37.
«En lo que atañe a la función general preventiva dice el jurista alemán
[Radbruch] que tal frmeitín se deforma, en el caso del delincuente por convic-
ción, hasta el punto ele que antes que amedrentamiento, produce mártires».
Orozco (1992) p. 37.
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der de intimidación que esto conlleva, puedan apartarse de los objetivos que
manifiestan tener las organizaciones a las que pertenecen.
l9>
Fin análisis muy completo de las cemtplejas interreladones que en la época
de La Violencia se dieron entre las guerrillas liberales, las bandas armadas co-
me) los pájaros y los chulavilas al servicio de la clase política y del Estado, los
movimientos campesinos de autodefensa y los llamados bandoleros se encuen-
tra en Sánchez y Meertens (1994). Para la épe)ca actual probablemente los me-
jores esfuerzos por describir ese continuo entre lo político y lo criminal en las
actuacit)ncs de los grupt)s armados son los trabajos realizados para Medellín
: por la Corporación Región.
«Estamos insertos en el sistema capitalista, por naturaleza violento, va que
uno de sus fines inherentes consiste en imponer y mantener la relación social
de dominación de unas naciones por otras v de unas clases sociales por otras».
Guzmán (1991) p. 59.
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«Cjuande) Franz. von Liszt, hacia finales del siglo pasado y dentro del marco
de su lucha por la reforma de la política criminal alemana, pude) decir del de-
recho penal que éste debía ser la carta magna del delincuente, resumió con esa
frase uno de los grandes logros de la cultura liberal en materia de derechos
humanos». Orozco (1992) p. 43.
El llamado enfoque de salud pttblica para el tratamiento de la vie>lencia
considera que esta afecta la salud de una comunidad y no sólo el orden de di-
cha cemiunidad. Ver Mark Moore, "Public Health and Criminal Juslice Ap-
proaches to Prevenlion" en Tanry y Farrington (1995).
Así lo sugiere un exmicmbro elel ELN en sus meme)iias cuando, haciendo
referencia a un grupo de integrantes del ELN detenidos en la cárcel Modelo
de Bucaramanga, comenta; «Todos cstábamexs ce)inpenetrados por un fervoró-
se) espíritu solidario y la perspectiva de pasar muchos años en la cárcel no nos
arredraba». Carrea (1997) p. 66.
La teoría de la escogencia racional —Rational Cholee Theory— constituye la
columna vertebral de la economía anglosajona. Su principal pexstulade) es la
idea de que los individuos buscan satisfacer sus preferencias individuales, o
maximizar su utilidad, y ejue de la interacción de tales individuos surgen situa-
ciones de equilibrio que cemstituyen los resultados sociales —social outeomes—. Es-
ta teoría del comportamiento ha sido extendida por los economistas a cues-
tiones tradicionalmente consideradas sociales, como la discriminacieín, el ma-
trimonie), la religión o el crimen. Ver al respecte) Tommasi v lerulli (1995).
(continúa en la página siguiente)
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¿Se desvirtúa así el carácter político del individué) que aisladamente delin-
quió o erueda comprometida ttrda la organización, como actor colectivo? ¿Cuál
es el conjunto de normas penales que restringe el comportamiento de los in-
dividuos que militan en una organización que rechaza el ordenamiento legal?
¿Es ese conjunto de normas aplicable tante> a los líderes como a los subordi-
nados de esas organizaciones? ¿Quién define, para un guerrillero, lo que es un
delito?
Péñate (1998) señala cómo, por cjemple), la elerrota militar del ELN en Ano-
rí en 1974 desencadenó un numere) importante de deserciones que redujeron
el grupe), en menos de un año, a casi una cuarta parte. Una encuesta realizada
a mediados de 1997 muestra que la opinión sobre el empate entre la guerrilla
y las Fuerzas Armadas cole)inbianas está lejos de ser unánime: 47% de los cn-
cuestados piensan ejue la guerrilla sí puede ser derrotada militarmente. Pe>r
otro lado es mayor el porcentaje (37%) de quienes piensan que se debe mini-
mizar la guerrilla antes de negociar ejue el de aquellos que piensan exclusiva-
mente en la negociación. Petr último únicamente el 9% de los encuestados
opinan que la guerrilla no se ha podieio derrotar por ser muy fuerte. f¿s mayor
el porcentaje de quienes opinan que ha sido por jalla de voluntad política del
gobierno (32%), porque las Euerzas Armadas no tienen apoyo popular (16%) o por
la jalla de voluntad militar de las FF.AA. (13%). Ver EL TIEMPO, 31 ele agosto ele
1997, p. 6A.
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Una notable excepción en este sentido es el trabajo de Pizarro (1996) en
donde realmente se hace un esfuerzo por establecer, para la guerrilla, catego-
rías acordes ce)n la realidad colombiana.
'9
En el campo ele la economía política, una de las ¡deas claves del pensamien-
to de Marx, frecuentemente ignorada pe)r los análisis marxistas, es la de su es-
cepticismo, en contra de lo que prope)nían los econemristas clásicos, sobre la
universalidad de las leves económicas. Pe)i el contrario, Marx señalaba la im-
portancia de la ideología en hacer aparecer ciertas relaciones econeímicas co-
mo naturales e inevitables.
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esperaba alge) que tuviera que ver con la guerra, con las armas, con el valor,
con el misterio. Se trataba de correr por la orilla del camino durante te>da la
mañana y después, va sudados, de discutir lo que llamaban la situación concreta
de la coyuntura [...] Para mí ese cuente) era come) de marcianos: ni entendía ni
me importaba [...] Si no nos poníamos de acuerde) en ce3mo hacer un caldo,
mucho írtenos en qué andábamos buscantlo jimios [...] Me ayudaba mucho
dar conferencias, porque me obligaba a pensar y repensar por qué luchába-
mos. A veces caía en crisis al ver que los pobres y los ricos luchaban por lo
mismo, por el dinero». Molano (1996) pp. 128, 169 y 172.
34
En efecto, el hecho de que la deserción se considere el delite) más grave del
Código Guerrillero hace en la práctica inaplicable el criterio de convicción a
un miembro subordinado de la guerrilla. Fái Medina (1996) aparecen varios
casos de fusilamientos y ajusticiamientos de quienes desertaron, lo intentaron,
o despertaron sospechas en sus jefes que le> harían.
35
Al respecto, hay un pasaje revelador en el relate) de Correa, exelene), que
cuenta ceímo su verdadero espíritu revolucionario seíle) surgió como resultado
de un extrañe) proceso psieológice) que se dio en él luego de que trate) de de-
sertar, de que pe)r tal razón fue juzgado y sentenciade) a muerte y de que su
condena no fue ejecutada, ni revocada, sino simplemente suspendida y sujeta
a la posterior demostración de su voluntad sincera de superación. Correa (1997)
pp. 135 v 136. En el testimonie) de Cabina, quien anota que su espíritu revolu-
cionario se fue fortaleciendo en la guerrilla, también se hace alusión a un jui-
cio que se le hizo por divisionismo v a una condena de muerte que inexplica-
blemente no se ejecutó. «De todas maneras, para mi vida esa fue una de las
experiencias más traumáticas eme he tenido». Medina (1996) p. 177.
En particular se ha encontrado cine la mentalidad de grupe) que emerge se
ve magnificada por el peligro externo, que la solidaridad de grupo la impone
la situación de ilegalidad y ejue las extremas presiones para obedecer sem una
característica de la atmósfera interna del grupe). Normalmente, las dudas con
respecto a la legitimidad de los objetivos son intolerables, el abandone) del
grupo es inaceptable y «la manera de deshacerse de las dudas es deshacerse de
quienes dudan», ferrold Post, "Ferrorist psycho-logic: Ferrorist behavior as a prod-
uct of psychologicalparces" en Rcich (1990).
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" Ver al respecto Pizarro (1992).
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Aunque según Medardo Correa, exmilitantc de este grupo, en sus orígenes
había un esfuerzo explícito por constituir un movimiento a favor de los cam-
pesinos, aparecen en su relato repetidas alusiones a la dcsce)nfianza que ci lí-
der del grupo Fabio Vásquez les tenía a los campesinos. Por otro lado, y como
detalle revelador de la total desvinculación de este grupo con la población que
supuestamente defendían está la denominación eme los integrantes del grupo
utilizaban, los ciudadanos, para diferenciarse ele los campesinos. Correa (1997),
«Nunca la clase obrera ni el campesinado, en cuanto tales, se sintieron re-
presentados por el móvilmente) guerrillero». Pizarro (1991) p. 395.
Ejecutando acciones conjuntas con otros grupos, esos sí criminales, ejue no
tenían las intenciones correctas. «Hasta ese momento, los ejue andábamos con
Marulanda no teníamos quedadero y vivíamos de parte en parle. En cambio,
los Loaiza y los García vivían en las veredas y hasta en sus propias fincas, y seí-
lo nos veíamos para hacer acciones conjuntas. Eso cree) una diferencia grande,
porque ellos querían sacar partido de cada operación, hacer botín para llevar
a sus propias casas. Nosotros no teníamos para dónde cargar. Sí le echábamos
mano a una res era para comérnosla, no para echarla en el corral. F?sta dife-
rencia se fue agravando porque eran maneras distintas de mirar la guerra y
sobre todo de hacerla». Molano (1996) p. 72.
46
«Dormíamos en el destapado porque era un peligro confiar en la población
civil; era poco amable y solidaria. Llegaba uno a las fincas y no le ciaban ni
aguadepancla». Ibid, p. 118.
47
De acuerdo con el testimonio de (jabino, solamente en la región del Opón,
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después de la muerte de Camilo Torres, se dieron las bases para una buena re-
lación del grupo con las comunidades campesinas. Según el misme), esta rela-
ción fue fugaz y lleve), come) reacción extrema a unos operativos militares en la
zona, a una completa desvinculaciém y desconfianza en los campesinos. Ver
Medina (1996).
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«[...] acciones como la de la Caja Agraria de Simacota y la expropiación de
una nómina de Bucaramanga». Medina (1996), p. 102.
49
Son reveladores, por ejemplo, algunos pasajes del relato de Gabmo sobre la
toma de Simacota a principios de 1965. «En medio de la multitud ejue está-
bamos deteniendo, se nos fue una señora de las detenidas. Esa señora dio avi-
so al sargento de la policía [...] Eabio y Re)vira fueron los encargados de asaltar
la Caja Agraria, de recuperar el dinero [...] Todo el mundo amontonado en
una casita. Les hablábamos de la lucha, pero la gente sin entender. Pase) a ser
mayor el número de campesinos retenidos que de guerrilleros, y empezeí a
generarnos eso una primera situación difícil». Ibid. p. 53.
Une) de los casos más extremos es el del Carmen de Chucurí, municipio si-
tuado en la región donde nació el ELN. El pueblo es tristemente célebre por
las minas quiebrapatas que dejaron mutilados a cerca de 300 campesinos y
que, según algunas versiones, fueron puestas por el ELN como represalia por
la decisión ele los pobladores de rebelarse contra la guerrilla. Este extraño esce-
nario se complementa con acusaciones según las cuales los campesinos, y al-
gunos periodistas, son paramilitares y unas insólitas diligencias judiciales en
donde, según algunos habitantes del pueblo, había guerrilleros actuando co-
mo policías. Ver por ejemplo Peña (1997).
:
'' Péñate (1998).
" «La forma vertical en que se trazaban las orientaciones e) se hacían llamados
al campesinado para que colaborara con la guerrilla, muchas veces infundía
más temor que respeto». Carlos Medina, Violencia y lucha armada. Citado por
'continúa en la página siguiente)
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Peñate(1998).
53
Es lo que Péñate (1998) denomina el clientelismo armado y Bejarano y otros
autores (1997) las «técnicas de la delincuencia de cuello blanco adoptadas por la
guerrilla».
54
Vásquez (1997) reporta, con sorpresa, el tratamiento radicalmente distinto
que, en el municipio de la Calera recibían por parte de las Farc, los habitantes
de las veredas y los del pueblo. Un indicador típicamente económico —pero
medible— de aceptacieín de la guerrilla podría ser la variación en el precio de
la tierra resultante de la entrada de un grupo a una zona. El mismo Vásquez
reporta cómo, en ciertas veredas de La Calera, los precios se redujeron hasta
el 30% de lo observado anteriormente.
«Me parece importante reseñar que es a partir del 69 que la Organización
comienza a hacer retenciones con fines económicos [...] Esto ha sido muy
cuestionado sobre todo últimamente. Nosotros tenemos una argumentación
política que la hemos dado a conocer en varias ocasiones». Medina (1996) p.
103.
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Ver p o r ejemplo Shavell, Steven. .4» Economic Analysi.s of Threats and l'heir 11-
legality: Blackmad, Exlorlion. and Robbery. Universitv of Pcnnsvlvania F \ \ \
REVIE'W, Vol 141, 1993.
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por lo tanto, quien desertara debía ser fusilado [...] Desertar es un delito y al
que cae en este tipe) de infracción grave se le aplica la pena máxima. Eso esta-
ba establecido, legítimamente definido en las normas internas». Ibid. pp. 68 y
p. 90.
59
Que también es peculiar puesto que lo correcto depende fundamentalmen-
te de la naturaleza del actor «había un grupo... no se sabe hasta dónde tuvie-
ran un entronque directo con el bandolerismo de ese tiempo, pero la tenden-
cia ejue mostraba era la de estructurarse con esc carácter, incluso, por esos dí-
as hicieron un asalto a un bus intermunicipal, lo desvalijaron y robaron a los
pasajeros; Fabio y los otros compañeros aprovechando esta situacieín le dicen
a la gente de las veredas: Vea hombre, eso no es correcto, eso no se puede hacer».
Ibid. p. 31.
«El caso de Heriberto no se trate') en el grupo, nadie sabe qué fue lo ejue pa-
se') realmente. Lo sabía la dirección: Medina, Fabio, y Manuel, pero no se dio
ningún debate interno, siendo una situación grave [...] La dirección determina
que hay que fusilar a Heriberto. No sé qué contradicciones habría, pero el
grupo queda con la idea de que Heriberto se va a la ciudad a curarse, pero en
realidad la comisión que lo debe acompañar le asignan la misión de fusilarlo,
¡y se le fusila sin hacerle juicio! [...] El fusilamineto de Espitia fue un hecho
muy grave, e independientemente de que haya o no motivos, la forma, el mé-
todo, la manera como se produce es completamente lesiva a la formación, a la
educación y a los principios políticos de una Organizaciém». Ibid. p. 91.
«Un grupo de cinco guerrilleros, con la orientación de Juan de Dios Aguile-
ra, ha asesinado a José Avala [...] Le preguntamos que come) habían ocurrido
los hechos [...] Juan de Dios inmediatamente reunió el personal y les echó un
discurso en el que dice que José Avala es un corrompido, un sinvergüenza, un
mujeriego, un irrespemsable, un militarista, que es un asesino, ¡bueno! un po-
co de cargos». Ibid. p. 94.
ti9
«Manuel va generando, a través de su práctica y en la definiciém de sus de-
cisiones, transformaciones sustanciales de algunas costumbres guerrilleras,
por ejemplo, oficialmente estaba prohibido en la Organización los matrimo-
nios dentro de esa concepción de que uno debía ser un asceta para entregarse
por entero al servicio de la revolución». Ibid. p. 120.
«Por ahí algún compañero en una ocasión me preguntaba que si era cierto
que en la guerrilla había llegado a fusilarse alguien por comerse un pedazo de
panela, yo le decía, no exactamente por comerse el pedazo de panela sino por
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de 1998.
Según el mismo Molano (1997), los guerrilleros estarían en plan de formu-
lar un código para la poblacicín civil. Teniendo en cuenta los criterios con que
ellos juzgan se ha ido constituyendo un derecho consuetudinario muy ligado a
la vida campesina. Parece tener gran importancia la figura del conciliador, por
lo general escogido entre los viejos campesinos reconocidos por su autoridad
moral.
El término narcoguerrilla, acuñado en la primera mitad de los ochenta pare-
ce sci' algo más que un artificio de la propaganda oficial y tener algo de reali-
dad, y relevancia. Las imj)licaciones de este feneSmeno tendrían que ver con el
impuesto ejue la guerrilla cobra, el gramaje, con la protección que le ofrece a
los cultivos y laboratorios y con el tráfico de armas. La prensa extranjera ofre-
ce como evidencia de esta alianza los numerosos ataques contra las aeronaves
encargadas de la erradicación de los cultivos. De acuerdo con Molano (1997)
los guerrilleros reconocen que el narcotráfice) es un delito pero, dada su gene-
ralización, se niegan a ser los policías del sistema. Actualmente parece haber
acuerdo en que si bien las guerrillas colombianas no constituyen un cartel de la
droga propiamente dicho si han tenido y tienen vínculos de distinto tij)o con
tales actividades. Un corto resumen del estado actual del debate se encuentra
en CORRAL, Hernando "Narcoguerrilla, emito o realidad?" en LECTURAS
DOMINICALES, El Tiempo, U de Febrero de 1998.
72
Bcjarano et. al. (1997) p. 50.
73
«[...] hice una retención económica [...] logramos recibir por él un rescate
de dos millones de pesos, que en ese entonces [ 1974 ] era una buena cantidad
de dinero, pero que no pudimos utilizarlo porque dos desertores se lo roba-
ron». Medina (1996) p. 130.
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Tal sería el caso de Lara Parada, mujeriego empedernido que «para tapar
sus desviaciones comienza a impulsar a compañeros a que busquen compañe-
ras de otros, esto genera una situación muy difícil en el interior del grupo y
también con la base campesina» o el del grupo de Rene, que «cae en unas acti-
tudes muy similares a las del grupo de Ricardo Lara, las mismas cosas, maltra-
to a los campesinos, acostarse con sus mujeres, es decir prácticas cuatreras
que realizan aprovechando la situación de guerrilleros». Ibid. pp. 115 y 132.
Eos recursos económicos adquiridos por impuestos a las petroleras «si bien
nos ayudaban a consolidarnos, eran un componente peligroso para la des-
composición si no se administraban bien». Ibid. p. 215,
Lar caso diciente sobre las variadas posibilidades de manipulación de in-
formación, reportado por Gabina, tiene que ver con el secuestro de Jaime Be-
tancur por parte del Grupo 16 de Marzo. «El grujx) de compañeros, estaba
planteando retener a un dirigente político de reconocimiento nacional al que
la j)oblación le tuviese credibilidad y afecto, eliminar esc personaje y luego ha-
cer aparecer ese hecho ante el pueblo como una acción realizada por la dere-
cha porque consideraba esa j)ersona peligrosa por sus inclinaciones a favore-
cer a los sectores más desprotegidos». Medina (1996) ¡). 149. Es sensata y rea-
lista al respecto la reflexión de una guerrillera: «En la guerra la informacitín
secreta sirve más ¡)ara manejar a los amigos que para luchar contra los enemi-
gos, al punto que a la larga todo se confunde. La gana de mandar no es una
causa sino un modo». Molano (Í996). j). 178.
Parece haber consenso en la actualidad en que la prindj)al debilidad de la
justicia penal colombiana tiene cjtie ver con su baja caj)acidad para aclarar los
delitos e identificar a los infractores. Ver Rubio (1996). El aumento en la ca-
pacidad estatal j)ara recoger evidencia parece haber sitie) fundamental en el
desarrollo de los sistemas ])cnales modernos. Contrariando postulados de
Foticault, en el sentido de que las exigencias políticas fueron la principal causa
de la transformación en los procedimientos penales, algunos historiadores
han sugerido recientemente que, por ejemplo, el abandono de la tortura fue
más el resultado del desarrollo de los sistemas de investigación criminal —que
la volvieron innecesaria— que el temor a los levantamientos, como jtropone
Foucault. Ver Langbein, Torture and the lene of Proof, citado por Garland
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(1990), p. 158.
7S
Sería ingcnue) desconocer que en algunas zonas del país la presencia de ac-
tores armados ha afectado incluso los mecanismos tradicionales de recolec-
ción de informacieín oficial —registros, encuestas, censos—. Lo más preoe:uj)an-
te es que la interferencia en los flujos de información es va corriente atin en
asuntos que uno pensaría son ajenos al conflicto. Las firmas encuestadoras
con las que he discutido este tema dan por descontadas tres cosas: 1. Que en
buena parte del territorio nacional hay que pedir permisos no oficiales para
realizar encuestas y que es necesario tener contactos para obtenerlos; 2. Que
hay ciertos temas que es mejor no tratar en las encuestas; y 3. Que en algunas
zonas sencillamente no se pueden emprender tales tarcas. Un caso diciente de
la gran desinformación asociada con la presencia de los actores armados es el
de los tres ingenieros agrónomos que realizaban una encuesta para el Dañe,
fueron retenidos por la guerrilla en julio de 1997 y cuyos restos, al parecer, fue-
ron hallados varios meses después. El case) es diciente pe)r tres razones: la en-
cuesta era para el Sistema de Información del Sector Agropecuario, cuando se
hallaron unos restos descompuestos los familiares aún no sabían si correspon-
dían a los ingenieros secuestrados y en un Ferro de Derechos Humanos y el
lanzamiento del Mandato por la Paz en Montería se criticaba la negligencia y
falta de solidaridad del Dañe. Ver El, TIEMPO, 24 de septiembre de 1997, p.
6A.
7C)
Un comunicado del F^stado Mayor de las F'arc a los periodistas como tes-
puesta a la difusieín de las opiniones del comandante de la FF.AA. no deja mu-
chas dudas al respecto: «No creemos, ni queremos periodistas ejue ingenua-
mente sean apologistas del militarismo, necesariamente debemos advertirles
que declaramos objetivos militares a quienes así obren». LA PRENSA, 4 de abril
de 199.3. P. 25.
Haciende) referencia a un cuatrero que. en la región de Guayabito a finales
(continúa en la página siguiente)
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de los sesenta abandona la zona cuando llegan las Farc, Gabina afirma ejue «la
guerrilla, donde llegaba, limpiaba la zona de delincuentes y creaba, de alguna
medida, una atmósfera de seguridad». Medina (1996) p. f 02.
81
Al respecte) es interesante el relato de Gabina sobre la toma de Simacota en
1965. «A la cárcel fue un comando con la intención de liberar a los presos; esa
era otra tarca. Tal vez desentonaba un poquito con el carácter de ese ¡)tieblo,
pero la idea era hacer justicia. Los compañeros van y los presos no quieren sa-
lir. De todas maneras los soltaron al otro día porque no había guardianes, ni
armas, ni nada.» Ibid. j). 54.
Tal como ocurre en las historias relatadas por seis guerrilleros amnistiados
del EPL ejue operaban en Dabeiba, lugar en donde aparecen miembros de las
Farc que hacen de jueces como una extraña mezcla de dictador, consultorio
jurídico y doctora corazón. «Los domingos se ven las oficinas que denominan
Casa del Pueblo llenas de camj)esinos citados verbalmentc o por boletas para
dirimir pleitos entre vecinos o entre marido y mujer. Los servicios son pagos.
Muchos de los pobladores se j)rcguntan por qué las autoridades permiten es-
to. Nos acordamos de un parcélelo en la vereda Cadillal del municipio de
Uramita, que en 1989 tenía un problema de linderos con su vecino [...] Oímos
cuando le decían ejue cuánto iba a dar j)ara arreglar el problema. Y el que más
dio, ganó y al otro lo pelaron porejue no quiso ciar más j)lata ni salirse de la
finca. En noviembre del año pasado se presentó allí [en San José de Urama]
otro caso que chocó mucho a la gente pero nadie pudo decir nada por la lev
del silencio: el asesinato de una señora porque era muy chismosa». LA PRENSA.
26 de mayo de 1992, p. 8.
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AGENTES ARMADOS Y
DELINCUENCIA: LOS DATOS DISPONIBLES 89
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Adquiere así plena vigencia, en términos de este nuevo poder, lo que Oroz-
co (1992) denomina el correlato necesario entre criminalidad y criminaliza-
ción, que convierte «la relación entre el hombre de bien y el hombre desvia-
do, en un verdadero juego de espejos». Orozco (1992), p. 45. Hay un relato
interesante de un consejo de guerra que se le siguió a una guerrillera y al jefe
de su grujx) que trató de violarla y recibió un dis¡)aro de ella al defenderse.
«Lo que no podían aceptar, con o sin intención, era que yo o cualcjuiera de las
mujeres tratara de volver a repetirlo y a generalizarse. Si cada vez que alguien
se lo pide a una compañera ella saca el fierro, las cosas se ponen delicadas en
una guerrilla». Molano (1996) p. 148.
Buena parte de los puntos tratados en esta sección se encuentran expuestos
en forma más detallada en Rubio (1997) y Rubio (1997a),
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Ver un esfuerzo preliminar en estas líneas, realizado con los datos de la En-
cuesta de Hogares del 95, en Santís (1998).
Ver más adelante los resultados obtenidos con la información judicial por
munici¡)ios.
En particular, la información policial sobre delincuencia parece haberse
contaminado por uno de los grandes vicios del sistema judicial colombiano: el
desinterés por los incidentes sin sindicado conocido. Esta sería una de las po-
sibles explicaciones para la incompatibilidad que se observa entre las cifras
sobre denuncias de la Policía Nacional y lo reportado por los hogares en las
encuestas de 1985, 1991 v 1995. El descenso en la criminalidad que muestran
las primeras es no sólo inconsistente con la tendencia creciente que reflejan
las segundas sino que, además, está sospechosamente correlacionado con la
evolución de los aprehendidos que lleva la misma Policía. Ver un desarrollo
de este argumento en Rubio (1998).
13
La proporción de homicidios que se llevan a juicio, que en los sesentas al-
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r e c u r r i r a ella jaara d e n u n c i a r o t r o t i p o d e i n c i d e n t e s . El f e n ó m e n o
d e baja d e n u n c i a q u e se o b s e r v a a n t e la p r e s e n c i a d e a g e n t e s ar-
m a d o s ¡mecle, e n p r i n c i p i o , d a r s e e n f o r m a p a r a l e l a c o n u n a re-
ducciém o c o n u n i n c r e m e n t o e n la d e l i n c u e n c i a . Los d a t o s n o s o n
c o n t u n d e n t e s al resjjecto j^ero s u g i e r e n m á s u n e s c e n a r i o d e au-
m e n t o e n la c r i m i n a l i d a d . La p r e s e n c i a d e m á s d e u n a g e n t e ar-
m a d o en u n a l o c a l i d a d t i e n e va u n efecto d e v a s t a d o r s o b r e la justi-
cia ejue p a r e c e c o n v e r t i r s e e n t o n c e s e n u n a v e r d a d e r a justicia de
guerra bajo la cual el m a y o r n ú m e r o ele m u e r t e s violentas c o n d u c e
a u n m e n o r i n t e r é s d e la j u s t i c i a j i o r investigarlas, y m u c h o m e n o s
p o r aclararlas. En síntesis, los d a t o s m u e s t r a n q u e es p o r la desin-
f o r m a c i ó n a l r e d e d o r d e la violencia p o r d o n d e p a r e c e iniciarse la
influencia d e los a g e n t e s a r m a d o s s o b r e la justicia jaenal colombia-
na. A p a r t i r del m o m e n t o e n q u e la justicia —en sus estadísticas y
s e g u r a m e n t e e n su desemjDeño— se e m p i e z a a alejar d e la r e a l i d a d ,
se clan las c o n d i c i o n e s p a r a ese c í r c u l o vicioso d e d e s i n f o r m a c i ó n v
oferta d e servicios p r i v a d o s d e proteccie'm e n el ejue, n o s dice la
teoría, s u r g e n y se c o n s o l i d a n las o r g a n i z a c i o n e s a r m a d a s p o d e r o -
191)
sas.
P a r a c u a l q u i e r a ejue viva en C o l o m b i a es e v i d e n t e la d i f e r e n c i a q u e
existe e n t r e u n d e l i n c u e n t e c o m ú n y u n g u e r r i l l e r o . La s a b i d u r í a
p o p u l a r h a c e énfasis e n el e m j j a q u e , o e n los m o d a l e s . " P e r o
c a b e m e n c i o n a r o t r a s d i s c r e p a n c i a s . El p r i m e r o ele estos p e r s o n a j e s
p u e d e ser u n infractor ocasional, a c t u a r e n f o r m a i n d e p e n d i e n t e y
Fas respuestas ele los hogares acerca de los laclóles que se cree afectan la
delincuencia en sus regiones tiende a dar apeno a la idea de que los agentes
aunados contribuyen a la inseguridad. Testimonios disponibles en el país
permiten sin embargo sospechar ejue en algunas localidades los grupos arma-
dos entran a poner orden, reduciendo las tasas delictivas.
Ver por ejemplo Gambetta (1993).
tul . . . . " . , , . . .
«I.a delincuencia común no suele tener el Upo de armas y vestimentas que
utiliza el grupo [guerrillero] ni siquiera su apariencia personal [...] su ])¡el [la
del guerrillero| es la de una persona que ha estado expuesta por largo tiempo
a la intemperie». Testimonio de un habitante de La Calera en Vásquez (1997),
I'. 12.
10''
«Porque la delincuencia común saquea v destruve» pero los muchachos,
como los llaman en la región, «no se comportan así». Ibid. p. 12.
150
Rebeldes y criminales
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Mauricio Rubio
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Mauricio Rubio
154
Rebeldes y criminales
los jueces, o los policías, o los militares. El segundo aspeete) es que, de nuevo,
la conducta de los funcionarios subalternos es más explicable y predecible que
la de sus superiores y que, entre estos últimos, la capacidad de comprender o
anticipar sus acciones es inversamente proporcional a su poder dentro del
aparato estatal.
Ver por ejemplo las declaraciones de Carlos Castaño sobre las escalas sala-
riales en los grupos paramilitares en El Tiempo, 28 de septiembre de 1997.
En el fondo, la llamada Teoría Económica del Calmen, no es más que la
extensión de los modelos de decisión ocupacional de la economía laboral apli-
cados a situaciones en donde no todas las variables son monetizablcs. Ver al
respecto los trabajos de Gary Beckcr, o de Isaac Ehrlich.
En los orígenes de las Farc, «Marulanda fue muy claro desde un principio
en advertir que nadie podía retirar ni una pistola ni un fusil ni una carabina
una vez que la pusiera a disposición del movimiento. Tampoco aceptaba cíñe-
las armas ganadas en combate fueran de quien les echaba mano... F?s más: las
armas tampoco eran del jefe de los alzados, penque así como había sido elegi-
do podía ser destituido cuando la tropa quisiera; la garantía era, de lógica, cíñe-
las armas fueran de todos». Molano (1996) ]). 66,
El relato de Correa (1997) hace mucho énfasis en este punto.
114
En el testimonio de Gabina, en Medina (1996), son recurrentes las alusio-
nes a la posicieín privilegiada eme dentro del grupo siempre tuvieron los inte-
lectuales, los ciudadanos, frente a los campesinos. También es claro que los
Vásquez Castaño, hermanos del líder, entraron a la guerrilla con posiciones
de liderazgo.
En Péñate (1998) se señala la influencia que tuvieron sobre la estructura
interna, y la definición de la estrategia, del ELN tanto los antiguos miembros
de Fecode que se vincularon en 1975 —grupo de presión— como el acierto
econeímico del frente Domingo Laín al ordeñar al sector petrolero — golpe de
(continúa en la página siguiente)
155
Mauricio Rubio
suerte—,
" Ver en particular North (1990).
El mejor ejemplo en este sentido sería el de rebeldes que, como Galán elel
ELN, parecen seguir despachando sus asuntos normales desde la cárcel, con
protección oficial, con gran despliegue ele medios y con contacto permanente
con la clase dirigente,
I 18
F?n el área del suministro de bienes y servicios esta redefinición ha llevado
a la privatizacicín ele actividades que hasta hace poco tiempo se consideraban
ele resorte exclusivo del Estado. En la actualidad, es un hecho ejue empresarios
privados toman ciertas decisiones que es difícil no considerar como cuestiones
públicas. Por otro lado, la generalización del fenómeno de la corrupciein ele
los funcionarios del Estado ha ¡tuesto en evidencia la realidad de unos actores
que, apartándose de los objetivos explícitos v manifiestos de las organizacio-
nes a las ejue pertenecen, actúan desde el sector público tomo dice la teoría
económica que actúa cualquier empresario privado: buscando el lucro perso-
nal.
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Rebeldes y criminales
ll!
'Block (1994).
Ver Daniel Pécaut. Présenl, passé el futur de la vióleme. Mimeo. 1996. Citado
por Bejarano et.al. (1997) pág. 44.
157
Mauricio Rubio
lo h a c e n . " La s e g u n d a r e c o m e n d a c i ó n m e t o d o l ó g i c a t i e n e q u e
ver c o n la n e c e s i d a d d e a b r i r l e c a m p o a las tecnias b a s a d a s n o e n
prejuicios y a f i r m a c i o n e s ideoleSgicas, sino e n hipeStesis y p r o p o s i -
ciones e m p í r i c a m e n t e c o n t r a s t a b l e s .
La m a n e r a m á s a d e c u a d a d e b u s c a r e n las ciencias sociales esa
n e c e s a r i a retroalimentacieSn e n t r e la t e o r í a y la e v i d e n c i a n o es cia-
ra y r e q u i e r e m u c h a i m a g i n a c i ó n . En t é r m i n o s ele r e c o m e n d a c i o -
nes la m e j o r salida p a r a u n n o v a t o e n estas lides c o n s i s t e e n recu-
rrir a los c o n s e j o s d e u n a r t e s a n o q u e logre') e n ese s e n t i d o u n o s re-
s u l t a d o s satisfactorios:
158
Rebeldes y criminales
159
Mauricio Rubio
atado al desarrollo del control, JJOI parte del Estado, de los impul-
sos individuales —ejue podían ser violentos—. Este proceso se facili-
te) por «la transformación de la nobleza ele una clase de caballeros
armados (knights), en una clase de cortesanos» "' y por el hecho de
que los comportamientos impulsivos y violentos lentamente fueron
controlados por los tribunales ele los siglos XVI y XVII. Los señores
de la guerra no abandonaron voluntariamente las armas, fueron
sometidos por la justicia.
BIBLIOGRAFÍA
BLOCK, Fred. "The Roles of the State in the Economy", en: Smelser v
Swedberg, 1994.
160
Rebeldes y criminales
MEDINA, Carlos. ELN: una historia contada a dos voces. Entrevista con el cura
Manuel Pérez y Nicolás Rodríguez Bautista, Gabino. Bogotá: Rodríguez
Quito Editores, 1996.
PEÑA, Manuel Vicente. La paz de las Farc. Bogotá: Fundación para los
Deberes Humanos, 1997.
161
Mauricio Rubio
VANBERG, Viktor. Rules & Cholee in Economías, New York: Routledge, 1994
162
La violencia política y las
dificultades de la construcción de
lo público en Colombia: una
mirada de larga duración 1
Fernán E. González
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Fernán E. González
HACIA LA SEPARACIÓN
PÚBLICO PRIVADO Y EL AUTOCONTROL
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La violencia política y las dificultades...
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Fernán E. González
EL DOMINIO
INDIRECTO DEL ESTADO COLONIAL
166
La violencia política y las dificultades...
ción del Estado al mostrar que los modelos teóricos del Estado su-
puestamente moderno no son sino una abstracción de algunos de-
sarrollos históricos concretos, en particular de Francia e Inglaterra.
El proceso de estos países dio lugar a lo que Tilly denomina un Es-
tado consolidado, muy distinto de los desarrollos históricos de Espa-
ña y Portugal, heredados de alguna manera por Iberoamérica. No
se trataría entonces, como decíamos entonces, de que Colombia
hubiera vivido un proceso incompleto de formación de Estado-
nación sino ejue su evolución refleja más bien un caso particular de
dicha formación.
En los Estados plenamente consolidados, de acuerdo con este
autor, el Estado posee un dominio directo de la sociedad, a la que
controla a través de un aparato burocrático de funcionarios direc-
tamente pagados por él, un aparato de justicia impersonal y un
ejército profesional con pleno monojjolio de la fuerza. Esto implica
una separacicSn entre Estado y sociedad civil, j u n t o con una clara
delimitación entre los ámbitos público y privado de la existencia.
En cambio, el Estado español controlaba las sociedades coloniales
indirectamente a través de la estructura de poder local y regional:
cabildos de notables locales, de hacendados, mineros y comercian-
tes, ejercían el poder local y administraban la justicia en primera
instancia, en nombre del poder de hecho que poseían de antema-
no. Solo en una segunda instancia, la administración de justicia pa-
saba a la Real Audiencia. Tampoco había un ejército colonial en
sentido estricto, fuera de las guarniciones de Cartagena y Panamá y
la pequeña guardia virreinal, sino que el poder militar era ejercido
principalmente por milicias ciudadanas, generalmente bajo el
mando de los notables locales.'
Pero, además, desde los tiempos coloniales, las ciudades, ha-
ciendas, encomiendas y resguardos, integradas a la sociedad mayor
y al Estado colonial, coexistieron con espacios vacíos, de tierras in-
salubres y aisladas, donde el imperio español y el clero católico te-
nían una escasa presencia. Algunas de estas zonas, como las selvas
del Darién o los desiertos ele la Guajira, estaban pobladas por indí-
genas bastante reacios a la soberanía española y poco dispuestos a
167
Fernán E. González
168
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tropología, 1990.
Francisco Antonio MORENO Y EsCANDCix, Indios y mestizos de la Nueva Gra-
nada a finales del siglo XVIII. Bogotá: Banco Popular, 1983.
" La existencia de situaciones semajantes en otras zonas del país está coi ro-
ben acia por los informes de Mon y Velarde para Antioquia, De Mier para la
región del Bajo Magdalena y el franciscano Palacios de la Vega para las Saba-
nas de Sucre y Córdoba. Lo mismo ejue por estudios más recientes como los
de Osear Almario y Eduardo Mejía sobre los orígenes del cainpesinado valle-
caucano y los de Francisco Zuluaga sobre clientelismo, guerrilla y bandoleris-
mo social en el valle del Palia.
Fernán GONZÁLEZ, Claves de aproximación a la historia política colombiana
(mecanografiado, inédito).
Cfr. Fernando GLILLÉX MARTÍNEZ. El poder político en Colombia (Bogotá: Ed.
Punta de Lanza, 1979) y Fernán GONZÁLEZ, "Poblamiento v conflicto social en
la historia colombiana", en Territorios, regiones, sociedades (Bogotá: Univalle-
Cerec. 1994).
1 69
Fernán F.. González
170
La violencia política y las dificultades...
El caso que mejor ilustra esta coexistencia es el de la guerra de los mil días.
Para ello, se pueden consultar las obras de Carlos Eduardo JARAMII.LO, LOS
guerrilleros del novecientos (Bogotá: Ed. Cerec, 1991) y Charles BERGQUIST, Café y
Conflicto en Colombia, 1886-19II) (Medellín, Eaes, 1981).
Fabio ZAMBRAXO. "El miedo al pueblo. Contradicciones del sistema político
colombiano", en Análisis 2. Conflicto social y violencia en Colombia, Doce MENTÓ
OCASIONAL No. 53. Bogotá: Cinep, 1989.
171
Fernán E. González
is
FVancois-Xavier CIERRA. México: del antiguo régimen a la revolución. México:
Fondo de Cultura Econcímico, 19S8.
172
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19
Cfr. F e r n á n GONZÁLEZ. Claves de aproximación a la historia política (inédito).
173
Fernán E. González
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La violencia política y las dificultades...
Este estilo de presencia indirecta permitía que este Estado fuera re-
lativamente barato, y que respondiera bastante bien a la escasez de
recursos fiscales del país, que nunca tuvo una gran articulación al
mercado mundial, ni grandes booms de exportaciones, que pudie-
ran configurarlo como un Estado rentista: nunca h u b o demasiado
oro ni plata, ni guano, cobre, petróleo, trigo o carne de exporta-
ciem, así que la debilidad del Estado respondía a su pobreza fiscal.
Por otra parte, el Estado colombiano tampoco tuvo que afrontar
las grandes movilizaciones de corte populista, ni grandes migracio-
nes europeas, ni poderosos movimientos sindicales de corte anar-
quista, ni la ampliación de las capas medias, que caracterizaron a
otros países.
Por ello, no se produce una masiva ampliación de la ciudadanía,
ni grandes presiones de las masas populares y de las clases medias
sobre el gasto público, lo que permite un manejo bastante ortodo-
xo de la economía, sin grandes presiones inflacionarias. Además, la
falta de un movimiento populista de carácter indusionario hizo in-
necesarias las intervenciones militares en la vida política: la vida po-
lítica colombiana se caracteriza por la casi total ausencia de dicta-
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LA D I F I C U L T A D D E
EXPRESAR NUEVOS GRUPOS Y PODERES
ni
Fernán E. González
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Fernán E. González
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La violencia política y las dificultades...
~ Cfr. los diversos libros sobre zonas ele colonización de Alfredo MOLANO.
Daniel PÉCACT, Presen!, passé, futnr de la vio/erice (mecanografiado).
Daniel PÉCAUT, "De la Violencia banalizada al t e r r o r i s m o " , en p r e n s a
( p r ó x i m o a a p a r e c e r en la revista CONTROVERSIA).
Cfr. los testimonios ele los desplazados en Urabá, recogidos p o r Carlos .Al-
b e r t o GlRALDO, Urabá. acaban de sentenciar tu destierro. Conflicto armado y despla-
zados en Colombia. Bogotá: C i n e p , 1997.
Fernán E. González
LA MIGRACIÓN
ALUVIONAL A LAS CIUDADES
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Fernán E. González
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18?
¿Ciudadanos en armas?
Francisco Gutiérrez Sanín
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¿Ciudadanos en armas?
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Erancisco G utiérrez
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(Ciudadanos en armas?
Quien crea ejue tales discursos imjelican una buena dosis de ci-
nismo, el silenciamiento de la voz ele las víctimas o una pastoraliza-
ción de las prácticas violentas, con seguridad tiene razón. Pero, a
menos de que esté cegado por el horror (sentimiento legítimo, si lo
hay) no dejará de notar esta inflexión ele (proto)ciudadanos y pedago-
gos en armas, ejue quisiera mirarse a sí misma parcial o princijeal-
mente como una ¡eolicía cívica. «Nosotros vinimos en plan de segu-
ridad y trabajo social», afirma un miliciano ele Cali, y éste enuncia-
do es un excelente resumen ele múltiples prácticas armadas dentro
del Estado (los frentes de seguridad propiciados por la policía en
las grandes ciudades, por ejemplo) y fuera de él.
En este artículo, exploraré brevemente —apoyándome ante todo
en entrevistas a profundidad a milicianos y guerrilleros de Bogotá,
Medellín y Cali, y en el registre) de eventos como juicios, debates y
conciliaciones protagonizados por tales actores— algunos de los
perfiles de esta eventual (proto)ciudadanía en armas. No pretendo
ejue las prácticas y discursos descritos aejuí sean únicos ni ejue estén
generalizados, a pesar de que parece haber evidencias ele ejue sí lo
están; me basta con mostrar que la violencia extra y paraestatal
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Francisco Gutiérrez
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¿Ciudadanos en armas?
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¿Ciudadanos en armas?
1
Como he tenido ocasión de establecer escuchando decenas de reuniones y
entrevistas estructuradas y abiertas de líderes comunitarios y políticos de Bo-
gotá. El egoísmo es uno de los valores más severamente castigados y desj)rc-
ciados, al menos en ampliexs sectores sociales de las grandes ciudades del país.
Tengo la imj)resión de que Waldman ha confundido individualismo con inca-
pacidad de resolver adecuadamente dilemas sociales a través de la mutua coo-
peración, dos cosas que no necesariamente tienen que verse como equivalen-
tes. Nótese, a propósito, la similaridad de los esquemas interpretativos del
"individualismo desconsiderado" y el "hobbcsianismo tropical".
' Nuestros entrevistados estuvieron expuestos en su gran mayoría al marxismo
de manual, del que recordaban más bien poco, pero a medida que se desideo-
logizaban muchos bascularon hacia autores como Kalil Cabrán y Deepak Cho-
pra, cuyos libros describían como un descubrimiento espiritual.
193
Francisco Gutiérrez
8
En varias ciudades-estado italianas, la columna vertebral de la república esta-
ba constituida por milicias barriales que vigilaban celosamente su autonomía.
Algunas de ellas tenían incluso sus propios dialectos, y "los propietarios urba-
nos estaban tenazmente aferrados no scílo a una ciudad sino a una calle, a una
cuadra, a un ambiente -- con un radio de quizás 150 metros" (Martines, 1980,
p. .39). En muchas naciones contemporáneas, la fragmentación cultural es
ciertamente mucho mayor que la nuestra; por ejemplo, en la India en una
misma ciudad pueden convivir decenas de religiones tradicionales, lenguas,
sentirlos de identidad de nacional; "una provincia particular puede contener
varias naciones o partes de ellas" (Gomen 1997, p. 149). Tales constataciones
contrastan con la convicción generalizada de muchos intelectuales y tomado-
res de decisiones de ejue la palabra "fragmentación" sirve de explicación ruti-
naria a todas nuestras violencias, y de que "somos marcadamente diferentes
unos de otros" (Carta de Civilidad, 1997, j). 11). En realidad, en muchos sen-
tidos Cx)lombia seguramente sea un país comparativamente muy poco fragmen-
tado y regionalizado.
1
Un interesantísimo debate público sobre la relación entre ciudadanía, virtud
y rejmblica se ha llevado a cabo alrededor ele la lealtad, motivado por la cons-
tancia con la ejue Horacio .Serpa defendió a Ernesto Samper. Para algunos, la
lealtad es un valor ele corte mafioso, más o menos sinónimo de complicidad.
Para otros, es el símbolo de los valores ejue se deben recuperar en el j)aís.
194
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Francisco Gutiérrez
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Francisco Gutiérrez
T O P O L O G Í A S DE LA
EXCLUSIÓN Y LA I N C O R P O R A C I Ó N
198
¿Ciudadanos en armas?
' Un ejemplo reciente (y atioz) del uso de este mecanismo lo ofrecen las ma-
sacres de los paramilitares, cometidas supuestamente para que se les recono-
ciera como actor político.
' Se puede comprobar con relativa facilidad que la gran metonimia es un re-
curso argumental utilizado prolíficamente por muchos actores, no solo el nar-
cotráfico o los grupos armados (Gutiérrez, en preparación).
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CONCLUSIONES
20(1
¿Ciudadanos en armas?
m a n i o b r a s d e r e d i s t r i b u c i ó n d e la culpa, q u e p i n t a n a los
( p r o t o ) E s t a d o s c o m o víctimas del a t r a s o d e los c i u d a d a n o s ; la de-
fensa i n d i g n a d a d e lo q u e se c o n s i d e r a i r r e n u n c i a b l e m e n t e m í o :
t o d o estce se e n c u e n t r a a los dees l a d o s del espejo, y c o n s t i t u y e la
m a t e r i a p r i m a d e las f o r m a s h e g e m ó n i c a s d e vivir y c o n c e b i r n u e s -
t r o civismo.
REFERENCIAS CITADAS
ALAPE, Arturo [1989]: Las vidas de Pedro Antonio Marín Manuel Marulanda
Vélez Tirofijo. Planeta, Bogotá.
GAMBETEA, Diego [1996]: The Sicilian Mafia: the husiness of prívate, proteclion,
Harvard University Press.
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Francisco Gutiérrez
MARTINES, Lauro [1980]: Power and imagination, Vintage Books, New York
202