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PROCEDENCIA Y RESOLUCIÓN
RESUMEN
Este artículo intenta describir el recurso de casación tal como está actualmente
normado en nuestro Código Procesal Civil y las reformas que deberían introducirse al
mismo para que cumpla con su función nomofiláctica, que es la correcta aplicación e
interpretación del derecho objetivo, relegando la función dikelógica a un segundo lugar,
pues debe entenderse que la justicia del caso concreto no se puede alcanzar a través de
este recurso, que solo sirve a los fines de la legalidad de la sentencia recurrida. También
apunta a reformarlo para que se resuelva con celeridad, pues actualmente su
sustanciación toma un tiempo de entre doce y veinte meses y, a veces, mucho más.
SUMMARY
This article tries to describe the cassation appeal as it is currently regulated in our Civil
Procedural Code and the reforms that should be introduced to it so that it fulfills its
nomofiláctical function, which is the correct application and interpretation of the
objective right, relegating the dikelógical function to a second place, since it must be
understood that the justice of the concrete case can not be reached through this
remedy, which only serves the purpose of the legality of the judgment appealed. It also
aims to reform it so that it can be resolved quickly, since currently it takes a period of
between twelve and twenty months, and, sometimes, much more.
La primera y única modificación del recurso de casación, legislado por primera vez en
nuestro país en el Código Procesal Civil de 1993 (el recurso de nulidad legislado en el
anterior Código de Procedimientos Civiles de 1912 suponía que la Corte Suprema
actuara como una tercera instancia de mérito), se hizo a través de la ley 29364,
publicada 28 de mayo de 2009, que reformuló el recurso de casación mediante la
modificación de los artículos 384, 386, 387, 388, 391, 392, 393, 394, 396, 400, 401, 403
y 511 del Código Procesal Civil, y la incorporación al mismo del artículo 392-A.
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En un artículo que sobre estas modificaciones que publiqué en el mes de agosto del año
2009 bajo el epígrafe de “MODIFICACIONES AL RECURSO DE CASACIÓN INTRODUCIDAS
POR LA LEY Nº 29364”, y que ahora paso a reproducir en su mayor parte para luego estar
en condiciones de proponer las reformas al mismo que considero necesarias, indiqué
cuáles eran esas modificaciones y porque a mi parecer el recurso se había modificado
para peor; dije entonces:
1. Fines de la casación.
Como es de verse, mediante la modificación del artículo 384, se consagra de “lege data”
la denominada función “dikelógica”, es decir, la búsqueda de la justicia en el caso
concreto. El texto anterior, inspirado en la finalidad esencial de la casación, hacía
referencia a la función de defensa de la ley (su correcta aplicación o interpretación, que
es lo que se conoce como función “nomofilática”) y a la función uniformadora de la
jurisprudencia, que son las dos finalidades clásicas (y primordiales) del recurso de
casación.
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Ahora, dejando de lado en la ley positiva las finalidades anteriormente previstas (que
entonces quedan reservadas a la Doctrina y, quizá, a la Jurisprudencia), se señala
expresamente que el recurso persigue un objetivo jurisdiccional, ya que, en efecto, el
texto actual establece como finalidad del mismo la correcta aplicación del derecho al
caso concreto, por lo que la defensa de la ley ya no es un fin en sí mismo sino que está
condicionada a la justicia en el caso concreto (función “dikelógica”).
Esta modificación sobre las nuevas finalidades del recurso (vale la pena señalar que no
es buena técnica legislativa definir ni las instituciones ni los fines de éstas, porque a la
larga eso impide el desarrollo doctrinario y jurisprudencial de las mismas) ha ampliado
la perspectiva de los fines del recurso, lo que implicará la relativización de las
formalidades y tecnicismos en el análisis de la procedencia y el fondo del recurso, a fin
de resolver en justicia el conflicto individualizado, para lo cual además será necesario
analizar los hechos y quizá, inclusive, revisar el material probatorio, lo que, en sustancia,
no lo distinguiría de una tercera instancia. Como es sabido, la diferencia entre instancias
de mérito y la casación radica en que el órgano jurisdiccional que conoce como instancia
de mérito está autorizado para conocer los hechos y el derecho, en tanto que el órgano
casatorio únicamente puede conocer el derecho, esto es, sólo puede corregir errores de
derecho -de iure-, lo que realiza a partir de los hechos dados por probados y no probados
por las instancias inferiores (esto es así aún en los casos en que -revocando la resolución
recurrida- que actúa en sede de instancia, porque tampoco en estos casos actúa como
instancia de mérito).
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Finalmente, respecto a la supresión de la referencia a los laudos arbitrales, se busca
unificar los fines de la casación para todo tipo de procesos.
El artículo 385, que indicaba las resoluciones contra las que procedía el recurso de
casación, ha sido derogado. Con la modificación, los tipos de resolución contra los que
se puede presentar el recurso, forman parte de los requisitos de admisibilidad del nuevo
artículo 387.
La norma derogada establecía que las resoluciones contra las que procedía este recurso
eran las siguientes:
- Autos que pongan fin al proceso expedidos en revisión por las Cortes
Superiores.
De acuerdo al primer inciso del artículo 387 actual, se interpone el recurso de casación
contra las sentencias y los autos expedidos por las Salas Superiores que, como órganos
de segundo grado, ponen fin al proceso. Se ha sustituido la expresión “en revisión” por
la de “órganos de segundo grado”, para denotar que deben de haberse agotado
previamente dos instancias de mérito (para que se cumpla con la garantía
constitucional de la “pluralidad de la instancia” –artículo 139.6 de la Constitución- o,
más precisamente, con el principio de la “doble instancia”- que consagra el artículo. X
del Título Preliminar del Código Procesal Civil).
3. Causales
Hay que recordar que el recurso de casación fue concebido en el Perú como un medio
destinado a corregir errores in iudicando (cuando la afectación se produce sobre la
norma objeto de la decisión, sea ésta sustantiva o procesal) y errores in procedendo
(cuando el error se produce respecto al procedimiento con el que se adoptó la decisión,
afectando el derecho al debido proceso y a la tutela jurisdiccional efectiva).
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Bajo esta concepción, el texto anterior establecía que las causales para interponer el
recurso de casación eran las siguientes:
Aquí hay que mencionar que esta modificación, inicialmente, se basó en un proyecto
que incluía “filtros” para limitar el uso indiscriminado del recurso, como el principio de
doble conformidad (o “doble conforme”, que importa que las decisiones de primera y
segunda instancia coincidan en su sentido, en cuyo caso la última no es recurrible), y
que la interposición del recurso no suspenda la ejecución de la resolución impugnada
(en aras del plazo razonable y a efectos de evitar el uso abusivo de este recurso como
un medio de dilatar el proceso). Ambos controles (que constituían reformas
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fundamentales del recurso) se dejaron de lado en la ley aprobada, así como también se
desecharon las modificaciones que se habían propuesto para restringir su uso en
función al tipo de proceso –sumarísimo, abreviado, de conocimiento, de ejecución-, por
lo que al no haberse acogido esta propuesta, persiste el problema cuantitativo, que
pudo haberse reducido con estas modificaciones cualitativas, sobre todo teniendo en
cuenta la novedad introducida ahora por artículo 392-A (una suerte de certiorari),
conforme al cual la Sala Suprema puede elegir de modo excepcional el proceso que
encaje en la finalidad de la casación y, así, conceder el recurso aún en casos en que no
se cumplieran todos los requisitos de procedibilidad.
En el nuevo texto del artículo 386, la infracción normativa puede estar referida tanto a
normas de derecho material como de derecho procesal, de modo abierto y general. En
cambio, antes se exigía que, en cuanto a las normas procesales infringidas, éstas
debieran ser las que garanticen el derecho al debido proceso, o las que contemplaran
alguna formalidad esencial para la validez de los actos procesales.
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También hay que señalar que el texto modificado del artículo 388 establece que el
pedido casatorio, es decir la pretensión impugnativa (y no “impugnatoria”, que no es
palabra castellana), sigue siendo anulatorio o revocatorio. El primero procede ante una
infracción al debido proceso y/o a la tutela jurisdiccional efectiva en el procedimiento,
ante el cual, de ser fundado, se decreta la nulidad de lo actuado y se reenvía el proceso
al órgano que cometió el vicio. El segundo procede ante una infracción a normas
materiales o procesales que hayan sido objeto de la decisión, la cual es subsanada por
la propia Corte Suprema (de acuerdo al texto actual del artículo 396). Si la pretensión
impugnativa contiene ambos pedidos, se entiende que es anulatorio el principal y
subordinado el revocatorio, conforme al artículo 388.
El nuevo artículo 388 establece los requisitos de procedencia del recurso de casación;
por el contrario, el recurso es improcedente en los siguientes casos, conforme al
artículo 392:
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revocatorio (si contiene ambos pedidos, se entiende que es anulatorio el
principal y subordinado el revocatorio).
En conclusión, la reforma de la casación y del recurso que la hace posible, ha sido para
peor, tanto porque de “lege data” se deja de lado la función nomofilática de la casación,
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que es la razón de ser de la misma, cuanto porque la reforma no ha incorporado ninguno
de los tres filtros que se propusieron (“doble conforme”, ejecución inmediata de la
resolución recurrida, y limitación del recurso a cierta clase de procesos) para impedir la
multiplicación indiscriminada del mismo, sobre todo cuando se ha flexibilizado
peligrosamente el recurso al haberse sustituido las causales específicas por una genérica
(“infracción normativa”) y haberse incorporado el artículo 392-A, que consagra una
suerte de “certitiorari” atípico, cuyo uso puede dar lugar a abusos.
2.1 Lo primero que debo señalar es que poco tiempo después de las modificaciones
reseñadas arriba, y sin que tuviera relación alguna con ellas, comenzaron a proliferar
(para bien) los “plenos jurisdiccionales” contemplados en el art. 400 del CPC, que a nivel
de la Corte Suprema se denominan Plenos Casatorios, y eso ha producido un efecto
benéfico en la jurisprudencia, al contribuir a la predictibilidad de las decisiones judiciales
en las materias desarrolladas en esos plenos, aunque algunos, tengo que de decirlo, no
estuvieron a la altura de las circunstancias. Ahora se realizan plenos jurisdiccionales a
nivel de Cortes Superiores, de Juzgados Especializados y de Juzgados de Paz. Esto es
encomiable y debe seguir fomentándose porque contribuye, entre otras cosas, a unificar
criterios y ello conlleva a la tan reclamada predictibildad de la justicia que todos
deseamos.
2.2 Al margen de esta digresión, debo señalar que existen varias propuestas para
reformar el recurso, pero algunas se enfrentan al problema que, junto con la reforma
del recurso aisladamente considerado, proponen también una reforma de carácter
judicial, al propender reformar también, como condición necesaria para la reforma del
recurso, una que implica modificar la composición y funciones de la Corte Suprema, lo
cual es firmemente resistido por ésta.
Sin embargo, no me voy a ocupar de las reformas a la Corte Suprema como órgano de
casación, sino de las modificaciones al recurso que considero necesarias para evitar la
enorme acumulación de los mismos que, por tal motivo, esperan años para ser
resueltos, desnaturalizando por completo los fines que tiene la casación, al extenderlo
a una nueva revisión del caso que muchas veces llega al extremo de revalorar los hechos
que ya han sido materia de revisión y pronunciamiento por las dos instancias de mérito
que resolvieron el caso.
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La Corte de Casación tiene que entender que la función dikelógica (la justicia del caso
concreto) debe ser una consecuencia de la función nomofiláctica del recurso, que es su
fin verdadero, y por eso debe limitar su actividad al examen de la ley, no pudiendo, en
ninguna circunstancia, revalorar los hechos que han sido ya materia de examen y
valoración por las dos instancias de mérito, porque la verticalidad propia de los
estamentos del sistema judicial exige que se tome como verdad final del proceso la
verdad fáctica establecida como tal por el segundo juzgador en el sistema jurídico de
que se trate (conf. Alvarado Velloso), y en nuestro sistema ese juez es un colegiado: la
Corte Superior. Lo que la segunda instancia concluye que es la verdad fáctica, es la
verdad judicial irrevisable establecida en ese proceso. La Corte de Casación no es un
tribunal de justicia sino uno de ley.
Sin embargo, a modo de ejemplo de lo que a veces ocurre, hay una sentencia casatoria
que desembozadamente hace un nuevo examen de los hechos, actuando como una
tercera instancia, y que pone de manifiesto lo que la Corte de Casación no debe ni puede
hacer: es la sentencia dictada en la Casación N° 894-2009 – Lima, sobre la que publiqué
artículo en www.scribd.com y en www.academia.edu titulado “UNA ABERRANTE
SENTENCIA EN CASACIÓN DE LA SALA CIVIL TRANSITORIA DE LA CORTE SUPREMA
(CASACIÓN N° 894-2009 – LIMA). Recomiendo su lectura a los que estén interesados en
el tema, y llamo su atención sobre lo que esa sentencia expresa en su parte
considerativa, particularmente en su Considerando Décimo Sétimo, que está dedicado
a revalorar los hechos ya establecidos como verdaderos por la segunda instancia,
violando la función del recurso de casación que debe ceñirse al examen de la legalidad
del proceso, limitando su competencia a las denuncias señaladas por el recurrente.
Antes de entrar en lo que considero debe reformarse, voy a ocuparme de describir cómo
funciona hoy el recurso de casación, desde que se interpone hasta que se resuelve, para
los fines de poner en evidencia la enorme demora que causa a un proceso la
interposición y resolución de este recurso en la forma indiscriminada en que hoy se
puede interponer.
Estos son los pasos que sigue el recurso por su orden cronológico, a saber:
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sobre su admisibilidad o inadmisibilidad, sino que actúa como una mesa de partes de la
Corte Suprema, ordenando, de manera automática, que se eleven los actuados a esta
última, que es la que decide sobre este punto. Esto, como veremos, demora más la
sustanciación del recurso.
Entre esa orden del ad quem y el arribo físico del expediente con el recurso a la Mesa
de Partes de la Corte Suprema, donde es asignado a la Sala que lo resolverá, según sea
el caso civil, comercial (Salas Civiles), contencioso-administrativo (Salas de Derecho
Constitucional y Social), etc. transcurre un lapso de no menos de tres (3) meses.
Retomando el hilo del discurso, cuando el expediente llega a la Sala Suprema que
actuará como Corte de Casación, y se forma el Cuaderno de Casación con las copias
pertinentes, se le asigna un número de expediente casatorio; luego la Sala decide sobre
su admisibilidad en un tiempo aproximado de dos (2) a tres (3) meses de la fecha de
ingreso; en esta etapa, si el recurrente ha pagado una tasa menor a la exigida (lo que se
conoce como “tasa diminuta”), el recurso se declara inadmisible y se le da un plazo a
éste para que pague la tasa correspondiente o reintegre el faltante. Este trámite dura
un mínimo de dos (2) a tres (3) meses. Esto suelen hacer los litigantes maliciosos con el
fin de alargar la decisión el mayor tiempo posible ya que, entretanto no se resuelva la
casación, la resolución recurrida no puede ejecutarse, pues el recurso suspende los
efectos de la misma.
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que es donde se decide sobre su procedibilidad, lo que toma, cuando menos de tres (3)
a cuatro (4) meses, y la fecha de la vista se fija para que tenga lugar en otros tantos
meses más.
Hasta este momento el recurso lleva tramitándose entre 8 y 13 meses; llevada a cabo la
vista de calificación, el resultado no se conoce antes de dos (2) a cuatro (4) meses,
aunque, por supuesto, cuando finalmente se resuelve, el auto calificatorio aparece
dictado con la fecha del día en que tuvo lugar la vista de calificación. Entonces, para
conocer la resolución que decide sobre la procedencia o no del recurso, hay que esperar
entre 13 y 16 meses.
Si el recurso es declarado procedente, se fija fecha para la vista de fondo, la que suele
tener lugar entre 5 y 7 meses después; al igual que en el caso anterior, el resultado no
se conoce sino tres o cuatro meses después de la vista, si no ha cambiado la
conformación de la Sala; si ha cambiado, hay que buscar la firma de los jueces que la
formaron al tiempo de la vista, lo que toma, cuando menos dos (2) meses más.
En conclusión, el tiempo que toma resolver un recurso de casación, cuando no pasa la
vista de calificación, es de 13 y 16 meses en promedio, y cuando pasa el filtro de
procedibilidad y se lleva adelante la vista de fondo hay que sumarle entre 10 y 12 meses
más, lo que hace que un recurso no se resuelva antes de dos años de interpuesto. Esto
es, a todas luces, una demora inaceptable y que debe corregirse rápidamente en aras
de una justicia célere.
Pongo un ejemplo sobre qué debe entenderse por “coincidencia en su sentido”, que es
la condición necesaria para que exista la doble conformidad (desde luego, si ambas
sentencias son iguales hay, necesariamente, doble conformidad):
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En primera instancia se incoa una demanda que persigue el pago de daños y perjuicios
como consecuencia de un accidente vehicular ocasionado por un ómnibus de pasajeros
operado por una empresa de Transportes bajo la modalidad de leasing financiero, donde
el dueño formal es la empresa de Leasing, pero quien lo usa es la empresa de
transportes; el demandante funda su demanda en la responsabilidad objetiva del art.
1970 del Código Civil y en el art. 29 de la Ley General de Transporte y Tránsito Terrestre,
y la dirige contra la empresa de Leasing por ser la propietaria del vehículo, el chofer que
maneja el bus, por ser el causante directo del accidente, la empresa de Transportes por
razón de su responsabilidad vicaria (art. 1981 del Código Civil), y la compañía de seguros
conforme al art. 1987 del citado código.
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En la tercera hipótesis, la sentencia de segunda instancia precisa que respecto de la
compañía de seguros su responsabilidad se limita al monto de la póliza de seguro. Como
esto es así por ley y está jurisprudencialmente establecido a través de sentencias
contestes, existe coincidencia en el sentido de ambas sentencias. Hay doble conforme.
Ahora bien, en caso de duda sobre la coincidencia en el mismo sentido de las sentencias,
de la que depende la existencia de la doble conformidad, pienso que se debe conceder
el recurso para que sea la Corte de Casación la que decida sobre la responsabilidad de
la empresa de Leasing, ya que todavía no hay consenso sobre este punto.
Como hay de por medio un problema de interpretación para establecer a qué juez le
corresponde interpretar si existe o no la doble conformidad, esto es, si las sentencias
coinciden en su sentido, tal como está actualmente legislado el recurso le
correspondería determinarlo a la Sala de la Corte Suprema que debe calificarlo y,
eventualmente, resolverlo. Esto significa que si las sentencias no son prácticamente
idénticas va a ser posible interponer el recurso y quedar a la espera de lo que decida la
Corte de Casación cuando lo califique. Desde luego, el recurrente que sabe que hay
doble conformidad y no obstante la impugna, debería ser multado con una cantidad
apreciable por interponer maliciosamente el recurso.
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La interposición del recurso no debe suspender la ejecución de la resolución
impugnada, en aras del plazo razonable y a efectos de evitar el uso abusivo de este
recurso como un medio de dilatar el proceso. Sin embargo, para que el vencido pueda
impugnar la sentencia que le desfavorece, y suspender su ejecución hasta que se
resuelva el recurso, debe dar garantía suficiente para responder por los daños y
perjuicios que la inejecución de la sentencia pueda ocasionarle al vencedor si finalmente
el recurso es declarado improcedente o infundado.
Lo cierto es que, como dije en el punto anterior, cuando exista doble conformidad no
debe proceder el recurso de casación, de manera tal que si no procede no es posible
suspender los efectos de la sentencia de segunda instancia, que debe cumplirse sin
mayor trámite que los propios de la ejecución de resoluciones judiciales.
Entiendo que dentro de un sistema de justicia como el que tenemos, donde el nivel de
conocimiento y la probidad de los jueces están en duda, es difícil aceptar que la
sentencia de segunda instancia produzca sin más todos sus efectos, pues en algunos
casos su ejecución puede ocasionar un perjuicio irreparable si finalmente llega a ser
casada con reenvío o revocada en sede casatoria, por eso la propuesta para que en tales
casos se exija una garantía al vencedor que se hará efectiva o se le devolverá según el
resultado final del recurso de casación interpuesto por el vencido.
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El recurso no debe proceder en los casos de procesos de trámite en la vía sumarísima,
porque desnaturaliza la razón de ser de ese tipo de procedimiento, que persigue una
solución rápida de los procesos que pueden tramitarse por esa vía.
Esta modificación no requiera de una mayor explicación, porque la idea del legislador al
crear este tipo de procedimiento es la celeridad que debe presidirlo; por eso es que el
uso de esta vía procedimental está limitado a los casos enunciados en el art. 546 del
Código Procesal Civil.
Para todos estos procesos valen los límites que impone la doble conformidad y el umbral
cuantitativo del que me ocuparé a continuación.
El recurso no debe proceder en los procesos que se tramitan en la vía del proceso único
de ejecución, por la naturaleza propia del proceso, que no es de cognición, sino que
sirve para los fines de ejecutar un título ejecutivo o una resolución judicial firme.
Tratándose de la ejecución de una resolución judicial firme no hay razón que pueda
impedir su ejecución, salvo que se haya cumplido con lo ordenado en la misma antes de
haberse promovido el proceso, de manera tal que este tipo de “proceso” no llega nunca
a ser casable porque se trata de hacer cumplir una resolución que ha pasado en
autoridad de cosa juzgada, de manera que es irrecurrible y solo cabe cumplir con lo
mandado en la misma.
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En cuanto a los demás títulos ejecutivos, el punto de partida del proceso de ejecución
es que hay un derecho ya reconocido que consta en el título que escolta la demanda, el
cual se presume cierto y exigible y por eso se pide su ejecución en virtud del mismo
(derecho que en el caso del títulos-valores está incorporado al título -principio de
incorporación de los títulos-valores-, a tal punto que el título es el derecho, además de
servir como medio de prueba del mismo), donde figura el derecho que se hace valer en
esa vía procesal, limitándose el juez a ordenar el cumplimiento de la obligación
contenida en el mismo: por eso las defensas que pueden hacerse valer, cuando se
formula contradicción a la ejecución, son pocas y son solo esas, no más, y el juez decide,
según los medios probatorios ofrecidos por el demandado, si se requiere llevar a cabo
una audiencia, la que se realiza bajo las reglas establecidas para la audiencia única (art.
203 del CPC), y luego dicta el auto final, que puede ser apelado, y con lo que resuelva el
juez de segundo grado el proceso debería acabar, pues por la naturaleza del mismo no
debe ser casable, en ningún caso, la resolución del juez revisor.
Lo problemático de este título compuesto es ese “estado de cuenta del saldo deudor”,
ya que es un documento elaborado unilateralmente por el acreedor, y hay numerosas
ejecutorias que atañen a su elaboración y a las partidas que debe expresar dicha
liquidación (estado de cuenta), por lo que, a pesar que el VI Pleno Casatorio estableció
precedente vinculantes respecto de este proceso, mientras no exista consenso total a
nivel de los jueces de primera y segunda instancia, siempre subsistirán ciertas dudas
sobre el cabal cumplimiento por el ejecutante del contenido de ese llamado “estado de
cuenta del saldo deudor”; adicionalmente, en muchos casos se exige que esa liquidación
esté respaldada por algún tipo de documento que acredite la obligación singular que se
pretende ejecutar, porque muchas veces la escritura pública de hipoteca donde consta
la garantía, particularmente cuando el ejecutante es un banco comercial, expresa una
hipoteca “sábana”, donde no está individualizada la obligación que se pone a cobro.
En la práctica este proceso se limita a la ejecución de garantías reales que recaen sobre
inmuebles, porque la prenda se ejecuta según las normas de la Ley de la Garantía
Mobiliaria y, además, casi siempre se trata de ejecución de hipotecas, que es la garantía
inmobiliaria que más a menudo solicitan los bancos, que son abrumadoramente los que
más utilizan este tipo de proceso.
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Por eso, creo que, por las características propias del título en virtud del cual se promueve
la ejecución, la resolución de segundo grado debe ser casable, no obstante que, como
dije, el Sexto Pleno Casatorio del año 2014 ha fijado precedentes vinculantes con
relación a este tipo de proceso, de modo particular con respecto al contenido del estado
de cuenta del saldo deudor, respecto del cual se señala lo siguiente en el Precedente
Segundo, literal b.3.:
Esto, de alguna manera soluciona el eterno problema sobre cómo elaborar un estado de
cuenta del saldo deudor, que es el título que, concurrentemente con el documento
donde consta la garantía, forma el título de ejecución compuesto previsto en el inc. 2
del art. 720 al que ya hice arriba referencia; de todos modos, es un proceso de ejecución
que es muy debatido a nivel jurisprudencial y, por esa razón, considero que debe ser
casable la resolución del superior que le pone fin.
Los casos en que procede el recurso de casación tienen que tener un umbral
cuantitativo; en efecto, es irracional que proceda el recurso cuando el quantum del
proceso (en los casos en puede ser apreciado en dinero, como sucede en todos los casos
que no involucren derechos indisponibles) no supere, por ejemplo, las 500 URP,
cantidad que, al día de hoy, con la URP en S/. 405.00, significa en cifras absolutas el
equivalente a S/. 202,500.00.
No tiene sentido que la Corte de Casación conozca casos por debajo de esa cifra; desde
luego, mejor sería optar por una cifra mayor a la que he propuesto (el doble, en mi
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opinión), pero eso ya queda a discreción del legislador. El argumento que siempre se ha
usado contra esta valla es que, siendo la función primordial del recurso de carácter
nomofiláctica, no debe importar el quantum del proceso para tener derecho a solicitar
la revisión de la legalidad del mismo a través del recurso de casación, pues es una
garantía de todo justiciable que su caso sea resuelto observando el debido proceso, y
eso no tiene nada que ver con el la cantidad involucrada. Esto es, a mi juicio, un
despropósito, porque las desigualdades socio-económicas no se corrigen por este
medio, sino a través de soluciones de política económica.
Por lo demás esta valla en razón de la cuantía del proceso existe actualmente, ya que
los procesos que se tramitan ante el Juez de Paz Letrado por razón de la cuantía
reclamada son revisados por el Juez Especializado, y lo que ése decida es cosa juzgada;
es decir, su decisión no es casable. Se dice que esto es por razón de jerarquías en el
aparato judicial, pero en el fondo, al menos en los procesos de contenido patrimonial,
existe esa barrera, de manera que no veo porqué no puede extenderse a los demás
procesos.
Esta es la única modificación que propongo en relación con la judicatura (existe una
propuesta en el mismo sentido), que solo concierne al número de votos que se requiere
para hacer resolución en las Salas de la Corte Suprema, que actúan como Corte de
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Casación según la materia sobre la que versa el proceso; considero que debe
modificarse el artículo 141 de la Ley Orgánica del Poder Judicial que establece que, en
las Salas de la Corte Suprema, cuatro votos conformes hacen resolución. Al menos
debe modificarse para calificar y resolver el recurso de casación.
La mayoría que actualmente se exige es una mayoría excesiva para resolver autos y
sentencias, y requiere ser modificada de una vez para que la mayoría de tres votos
conformes decidan sobre autos y sentencias, particularmente en lo que se refiere al
recurso de casación.
En efecto, con la conformación actual de las Salas de la Corte Suprema, integradas todas
por cinco jueces, el referido artículo de la Ley Orgánica del Poder Judicial requiere la
conformidad de cuatro de sus miembros para que haya sentencia, lo que, tratándose
del recurso de casación, es una mayoría exagerada; pienso que este recurso debe ser
resuelto con la conformidad de solo tres de sus miembros, que hacen mayoría, porque
está demostrado en la práctica judicial que muchas veces dos jueces discuerdan y la Sala
se ve obligada a llamar a un juez dirimente, que recién van a conocer del recurso y que,
en el mejor de los casos, en cuanto a tiempos, se adhiere al voto de la mayoría, lo que
hace menos largo el proceso de resolución del recurso. Pero en el caso contrario, esto
es cuando el llamado a dirimir también discuerde con la mayoría, hay necesidad de
llamar a un segundo dirimente, y si este también discuerda, debe llamarse a un tercer
dirimente, con cuyo voto recién se alcanza la mayoría de cuatro votos que requiere la
ley para que haya resolución. La de nunca acabar. Y quienes se perjudican son los
justiciables, que ven dilatarse su proceso hasta límites desesperantes.
En un cuerpo colegiado la mayoría absoluta debe bastar para hacer resolución; sin
embargo, en las Salas dela Corte Suprema, se requiere de cuatro votos conformes, es
decir, una mayoría calificada del 80% que no se exige a ningún otro órgano colegiado
(en el Congreso se toman acuerdo por mayoría simple, o por absoluta (mitad más uno)
o calificada en otros casos (2/3, que equivale al 66.66%); en el Consejo Nacional de la
Magistratura, que consta de siete (7) miembros, por mayoría simple; en el Tribunal
Constitucional el quorum del Pleno es de cinco de sus siete miembros, y resuelve y
adopta acuerdos por mayoría simple de votos emitidos (salvo para resolver la
inadmisibilidad de una demanda de inconstitucionalidad o para dictar sentencia que
declare la inconstitucionalidad de una norma con rango de ley, casos en los que se
exigen cinco votos conformes, que tampoco equivalen al 80 % sino a poco más del 71%);
en la Junta de Fiscales Supremos, se requiere mayoría simple (3 votos sobre 5)para elegir
al Fiscal de la Nación, etc. Finalmente, para elegir al presidente del Poder Judicial, la Sala
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Plena (que solo la integran los jueces titulares) lo elige en primera vuelta con diez votos
sobre diecinueve, y en segunda vuelta por mayoría simple.
Este exagerado número de votos concurrentes (cuatro de cinco) se exige en las Salas de
la Corte Suprema porque la mayoría absoluta se alcanza con el voto de la mitad más
uno, pero como son cinco los integrantes de cada sala suprema, la mayoría absoluta
viene a ser cuatro, y por esa conformación las resoluciones se toman con una mayoría
calificada de exageradas proporciones.
Por lo demás, desde el punto de vista académico, es absurdo que el auto calificatorio
del recurso requiera de cuatro votos conformes, cuando la decisión sobre el fondo
requiere también del mismo número de votos, por lo que la reforma sugerida es
indispensable e imperativa si se quiere hacer de la casación un recurso ágil, que
responda adecuadamente al principio de justica célere. Es imposible, con las
herramientas actuales, conseguir este objetivo; de ahí la necesidad de su reforma.
En la propuesta oficial, que mencioné al principio de este punto, se precisa que cuando
la decisión se con cuatro (4) votos o por unanimidad, y atendiendo a la especial
relevancia del caso, la sala puede otorgar efecto vinculante a ese fallo, extremo que
debe ser precisado en la parte resolutiva del mismo, sin que pueda hacer meras
remisiones a los considerandos de la propia sentencia”.
4. COMENTARIOS FINALES.
4.1. Al lado de las modificaciones propuestas, considero que también es necesario hacer
algunas reformas administrativas a nivel de las Salas que resuelven estos recursos, pues
hay una notable inanidad en el trámite interno del mismo; un caso concreto puede
ilustrar este punto: se recurre en casación una sentencia que apartó a uno de los
litisconsortes del proceso, al haberse declarado improcedente la demanda con respecto
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al mismo; los otros litisconsortes interponen el recurso ante la Sala Superior, la que de
inmediato manda se eleve el expediente a la Sala Suprema correspondiente; estas
resoluciones no se le notifican al litisconsorte exonerado y, subido el expediente,
tampoco la Sala Suprema le notifica resolución alguna, es decir, este litisconsorte no
conoce el contenido de los recursos de casación interpuestos por sus otros
litisconsortes, generándose una situación que lo obliga a tener que llevarse por el
número de la Guía de Remisión del expediente para dar con la Sala Suprema al que
llegaron los recursos y así poder conocer el número que se la ha asignado al expediente
casatorio: es decir, ambos recursos se han venido tramitando a sus espaldas por razones
de índole administrativa, pero esto sin duda le genera indefensión en tanto se ha
omitido poner en su conocimiento lo que estaba ocurriendo. Finalmente, cuando
requiere de examinar el Cuaderno de Casación, se le exige pedirlo por escrito y regresar
al siguiente día para leerlo, pero si requiere de copias tiene que pagar una tasa judicial,
solicitarlas por escrito y esperar un tiempo hasta que se las proporcionen, cuando lo más
sensato es que le notifiquen con los recursos interpuestos por los demás, o al menos,
que le hagan saber mediante notificación en qué Sala de la Cortes Suprema se encuentra
el expediente y qué número se le ha asignado al recurso. Esto causa una demora
innecesaria y crea, en la práctica, una suerte de indefensión al omitir noticiar a uno de
los sujetos del proceso de lo que está ocurriendo a ese nivel; esto debe corregirse ya
mismo, porque no es posible dejar de lado a un sujeto procesal por un trámite
administrativo mal concebido.
Por tal motivo reitero lo dicho en el punto 2.2.3 (página 11), esto es que hago mía la
propuesta del Anteproyecto según la cual el recurso de casación debe interponerse ante
la Sala superior que dictó la resolución impugnada y que ésta “... debe ponerlo en
conocimiento de la contraparte para que exprese lo que conviene a su derecho, después
de lo cual se eleva a la Corte Suprema”.
4.2. Por último, considero que, no obstante las propuestas anteriores, una verdadera
reforma del recurso casatorio solo puede darse en la medida que también se modifique
la competencia de la Corte Suprema (que hoy es sumamente amplia, lo que obliga a
integrarla con jueces provisionales que, muchas veces, deciden las causas en el sentido
que el titular de la Sala, que la preside, les propone) y la composición de la Corte
Suprema de Justicia cuyo número de jueces titulares debería disminuirse radicalmente
para que solo formen parte la misma jueces muy bien escogidos y de reconocida
trayectoria como juristas y hombres probos; esto, desde luego, pasa por modificar su
elección, que creo que debe, como antaño, delegarse en el Congreso (como sucede en
el caso de los miembros del Tribunal Constitucional), y no como ocurre ahora que son
nombrados por un ente como es el Consejo Nacional de la Magistratura, integrado por
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siete individuos llamados “consejeros”, elegidos dos de ellos por colegios profesionales
distintos al de los colegios de abogados (que, en conjunto, solo elige un representante),
y uno por los rectores de las universidades particulares y otro por los de las
universidades nacionales, lo que en una oportunidad dio lugar a que se nombrase a un
licenciado en enfermería como “consejero”. Un despropósito. Aunque este no es tema
a tratar acá, en mi opinión el CNM tiene que reformarse en cuanto a la elección de sus
miembros y, entre otras cosas, debe estar integrado exclusivamente por profesionales
del derecho demostradamente probos y con gran experiencia profesional. Tampoco es
aconsejable que formen parte del mismo, miembros del Poder Judicial y del Ministerio
Público, como ocurre ahora, porque el CNM tiene, como función primordial, nombrar y
ratificar a los jueces y fiscales, y también sancionarlos y destituir a los de los más altos
niveles; no puede, entonces, contar entre sus miembros, con representantes de los
mismos poderes que controla. Otro despropósito.
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